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Para otros usos de este término, véase Lábaro cántabro.
Crismón.
Para la guardia de este estandarte imperial eligió el Emperador 10 hombres, como
dice Eusebio, la flor y nata de todas sus tropas, a quienes llamó præpositi
labarorum, los cuales estaban encargados de llevarlo uno después de otro delante
del Príncipe en la guerra y en todos aquellos actos en los que el Emperador se
presentaba con toda la pompa imperial.
Eusebio y otros autores dicen que yendo a combatir Constantino contra Majencio, se
le apareció sobre el mediodía en el centro del Sol una cruz de luz, con esta
inscripción: HOC SIGNO VlNCES (con esta señal vencerás) y que entonces fue cuando
mandó poner en el lábaro la señal de la cruz con el monograma de Cristo.
El lábar era portado por un oficial llamado labarífero, que correspondía a nuestros
abanderados y también delante de las procesiones que hacían los primeros fieles, y
a imitación de aquel se cree que se introdujo la costumbre de llevar los
estandartes o pendones cuadrados que luego se usaron, llamados confalone por los
italianos y ganfarons en catalán.1