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CLASES DE CULTO
La Iglesia católica distingue claramente tres clases de cultos: el de LATRÍA o de
adoración, el de DULÍA o de veneración, y el de HIPERDULÍA (veneración llevada al
extremo).
El CULTO DE HIPERDULIA:
Es exclusivo de la Virgen María y nace como
una necesidad de poner el culto a la
Santísima Virgen en un lugar privilegiado, por
encima del debido a los santos y al límite de
la adoración, pero sin llegar a la latría. El
Concilio de Éfeso marca una línea clave en el
antes y el después en el desarrollo del culto
mariano.
Fue el Pontífice Pablo VI quien, en la Marialis
Cultus ha reformado las fiestas dedicadas a
la Virgen pasando a considerar como fiestas
del Señor tanto la Anunciación como la
Presentación (Candelaria), mudando en
cambio la fiesta de la Circuncisión del Señor
en la de la Maternidad divina de María y
suprimiendo algunas memorias menores o devocionales.
Esta reforma de Pablo VI (que fue tachada de "antimariana" por sectores
conservadores) y el enriquecimiento que supone la nueva colección de las Misas de
Santa María Virgen (Decreto de 15 de agosto de 1986) con su correspondiente
leccionario de 1987 que contiene hasta 46 formularios de misas podemos considerarlo
como la aportación de un Papa mariano por excelencia como fue Juan Pablo II, que
deja el culto a la Virgen en la actualidad perfectamente establecido y en su justo lugar.
LA RELIGIOSIDAD POPULAR
La religiosidad popular es un tema muy usado y que no goza de excesivos
entusiasmos últimamente. Bueno es reproducir unas líneas de Benedicto XVI sobre el
tema escritas cuando era cardenal: “La religiosidad popular es el humus sin el cual la
liturgia no puede desarrollarse. Desgraciadamente muchas veces fue despreciada e
incluso pisoteada por parte de algunos sectores del Movimiento Litúrgico y con
ocasión de la reforma postconciliar. Y sin embargo, hay que amarla, es necesario
purificarla y guiarla, acogiéndola siempre con respeto, ya que es la manera con la que
la fe es acogida en el corazón del pueblo, aun cuando parezca extraña o
sorprendente. Es la raigambre segura e interior de la fe”. Magníficas palabras para
valorar ese fenómeno de la religiosidad popular uno de cuyos elementos más
destacados son las Hermandades y Cofradías. El “Directorio sobre la piedad popular y
la liturgia” de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos
nos ilustra sobradamente sobre las formas de culto y especialmente sobre las
prácticas de la piedad popular.
Las formas de culto de las Hermandades y Cofradías, en su vertiente devocional más
generalizadas, se resumen en novenas, septenarios, quinarios y triduos, teniendo
siempre como centro celebrativo la Eucaristía.
· El rito de comunión: Forma una unidad con la plegaria eucarística, con un
esquema lineal. Consta de las siguientes partes:
El padrenuestro
La paz (algunos liturgistas opinan que debería hacerse junto con el acto penitencial
como signo de reconciliación que es)
La fracción del pan, que incluye la inmixtión (mezcla) y el Agnus Dei
La Comunión, con una preparación previa y oración posterior a la comunión.