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1.

INTRODUCCIÓN
La educación, considerada uno de los pilares para garantizar el desarrollo
sostenible, tiene el propósito de ser inclusiva y de calidad (Agenda 2030). En
ese marco, varios programas como ser los Objetivos de Desarrollo
Sostenible (ODS), el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo
(PNUD), entre otros, promueven la pertinencia del aprendizaje en términos
de competencias técnicas y profesionales para un trabajo decente con base
para el desarrollo social y económico de las poblaciones vulnerables.

Así mismo, el informe de la Organización para la Cooperación y del


Desarrollo Económico (OCDE) (2019) afirma que, mediante la educación de
calidad enfocada en las competencias técnicas para acceder al empleo y el
trabajo decente, se suscitan los conocimientos, capacidades, destrezas y
actitudes que los jóvenes aprenden para desarrollarse durante toda su vida,
generando de esta forma oportunidades de progreso y prosperidad tanto
para ellos como para su entorno.

Por otra parte, el estudio realizado por el Consejo Nacional de Ciencia y


Tecnología (CONACYT) (2018) y la Secretaría Nacional de la Juventud (SNJ)
menciona que los jóvenes con menores recursos económicos y ubicados en
la periferia de las ciudades desertan del sistema educativo. Con esto se
demuestra la necesidad de implementar mecanismos para evitar la
deserción, avanzar en el desarrollo de capital humano y transformar al país
en una economía de conocimiento.

El informe de la Cooperación Española (2018) afirma que la educación


técnica y profesional referida en los ODS proviene del aprendizaje formal e
informal, abarcando los conocimientos y habilidades para ingresar al mundo
laboral motivados por diferentes contextos socioeconómicos. En
consecuencia, el Programa de Escuelas Taller de la Cooperación Española
(2015) afirma que desde 1985 el gobierno español puso en marcha el
programa de Escuelas Taller para dar respuesta a las altas tasas de
desempleo de jóvenes con bajos niveles formativos y graves problemas, no
solo de inserción laboral, sino también de integración social. Por ello, este
programa fue exportado a muchos países latinoamericanos, entre ellos
Paraguay, donde actualmente se cuenta con cuatro Escuelas Taller situadas
en Asunción, Concepción, San Pedro de Ycuamandiyú y Encarnación.

En Paraguay, los resultados del primer estudio censal del Sistema Nacional
de Evaluación del Proceso Educativo (SNEPE), indican que la deserción
escolar entre el año 2010- 2015 representó un 21% en la educación escolar
del primer ciclo y fue aumentando para el siguiente ciclo, del noveno grado,
con un 39%. Además, un 9% no asiste a clases, demostrando así que un
porcentaje importante de adolescentes y jóvenes forman parte de las
estadísticas de individuos sin oportunidades o herramientas para enfrentar la
pobreza, ya que no recibió los estímulos cognitivos necesarios para su
crecimiento. Por ello, la Escuela Taller se convierte en un instrumento
educativo para abordar el desafío de la calidad en la educación, ajustando
las brechas educativas entre la población más pobre y vulnerable que
normalmente ha abandonado el sistema y se suman al “fracaso escolar”
(Mendoza, Lozano y González, 2004).

La institución denominada Escuela Taller, de la ciudad de Encarnación,


amparada por el Programa de Promoción de Oportunidades Económicas
para la población más vulnerable en Paraguay, surge como alternativa de
protección a la educación para jóvenes en situación de riesgo, con un
proceso educativo que garantiza un aprendizaje pertinente y de calidad para
la obtención de un empleo en condiciones dignas.

Benítez, Figueredo y Wasmuth (2019) mencionan que la Escuela Taller está


avalada por el Ministerio de Educación y Ciencias (MEC), en la categoría de
Centro de Formación y Capacitación Laboral, resolución N°61 del año 2016
de la Dirección General de Educación Permanente (DGEP) y ha sido elegida
como la primera institución nacional donde se implementan perfiles
profesionales del nuevo Catálogo de Hospitalidad para cambiar el modelo de
las enseñanzas técnicas por competencia. Así mismo, la formación en oficios
está relacionada con la demanda del sector turístico, que engloba la
educación técnica, capacitación profesional e inserción laboral de los jóvenes
desocupados, en equidad de género, atendiendo la diversidad y la
multiculturalidad. Estos jóvenes, hombres y mujeres de entre 16 y 23 años,
son de estratos vulnerables y escasos recursos.

La Escuela Taller implementada desde el año 2016 posee 150 egresados


hasta el año 2018 según el Proyecto Institucional (2018) y en el mismo se
describen las características de los participantes y el sistema de admisión
para los diferentes talleres establecidos por la Agencia Española de
Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) y el MEC.

Los requisitos que se consideran para el nivel I, de los perfiles de


operaciones básicas de cocina y preparación de habitaciones- áreas
comunes, es la edad comprendida entre 16 a 23 años, con el séptimo grado
culminado y antecedente académico general visado por el MEC; mientras
que para el nivel II, de los perfiles de servicio de atención a mesa y cocina,
se debe tener entre 17 a 23 años y formación académica de noveno grado
culminada, además de los otros requisitos mencionados anteriormente.

Por consiguiente, cada taller habilitado posee un período de pasantías


laborales que ayuda a la inserción laboral como indica Sotomayor (2007
citado en Iribarren, 2010). La pasantía laboral es una oportunidad de trabajo
para los jóvenes con niveles bajos de formación académica y, además, la
realización de una pasantía laboral en la institución es considerada una
experiencia válida para la búsqueda de un trabajo formal, ya que el diseño
del plan educacional establece que el plan de estudio trascienda la
enseñanza tradicional, implementando la experiencia práctica, el aprender
haciendo, donde los participantes cumplen con materias transversales
complementarias y básicas para su desarrollo social y económico.

Esta investigación fue desarrollada con los participantes de la cohorte 2018


de una Escuela Taller, de la ciudad de Encarnación- Paraguay, ya que se
encontraban subvencionados por la AECID y la Municipalidad de
Encarnación, suponiendo esto un proyecto regulado más allá de lo
netamente normativo referente a educación y que requiere de una medición
de impactos a corto, medio y largo plazo, tal como marcan las condiciones de
la sustentabilidad. Así pues, en este caso se analizó el impacto de la
formación obtenida en la institución en el desarrollo económico y social de los
egresados del periodo 2018, específicamente de los talleres enmarcados en
el Catálogo de Hospitalidad del MEC que son: operaciones básicas de
cocina, cocina, servicio de atención a mesa, preparación de habitaciones y
áreas comunes.

El trabajo se compone en capítulos, siendo este el primero de ellos, que


contiene la introducción de la investigación, dentro del cual se expusieron los
aspectos generales, como ser planteamiento del problema, su justificación y
el objetivo.

En el segundo capítulo se presenta el marco teórico, donde se desarrolló el


sustento teórico considerado apropiado para la investigación, como ser los
sistemas educativos y tipos de educación, la educación técnica profesional y
la formación de los jóvenes para el acceso al empleo, programas de
formación en Escuela Taller y el impacto en la formación de jóvenes en su
desarrollo económico y social. Se trabajó desde un panorama general hasta
lo más específico relacionado al tema, es decir, contextualizando la
investigación a nivel internacional, regional, nacional y local.

El planteamiento del problema da lugar al tercer capítulo, donde se estructura


y definen las preguntas de investigación, los objetivos y la hipótesis.
La explicación del marco metodológico corresponde al cuarto capítulo, donde
describe que la investigación es cuantitativa no experimental, utilizando el
método descriptivo. La muestra fue de cuarenta y ocho (n=48) egresados de
la institución, de los perfiles enmarcados en el Catálogo de Hospitalidad del
MEC, quienes respondieron un cuestionario que fue enviado mediante la
aplicación de WhatsApp.
En el capítulo quinto se presentan los resultados obtenidos de la
investigación, que contienen la descripción, análisis e interpretación de los
datos y se establece la discusión que presentan las principales relaciones
referenciadas en el marco teórico.

Después de discutir los resultados, en el capítulo sexto se presentan las


conclusiones, destacando la relevancia del tema investigado, las limitaciones
y sugerencia de investigaciones futuras.
2. MARCO TEÓRICO
2.1 El sistema educativo, la formación del capital humano y acceso al empleo
A través del tiempo el derecho a la educación ha formado parte de la cultura
de la escolarización y obtención de un certificado, sin embargo, “las políticas
educativas y la comunidad internacional han evolucionado hacia una
redefinición del derecho a la educación como derecho de aprender” (Poblete,
Sepúlveda, Orellana y Abarca (2013: 18). Con ello, se evidencia la relación
estrecha y compleja entre educación y desarrollo humano, que se vuelven
indispensables para el proceso de aprendizaje de un individuo considerando
el desarrollo económico, social y cultural. Así mismo, en la Declaración
Mundial sobre Educación para Todos (Ferrer, 2008) menciona la importancia
de que los niños, jóvenes y adultos puedan acceder a la educación para
satisfacer las necesidades básicas de aprendizaje y participación social.

Con la capacitación del capital humano que los diferentes mercados de


trabajo necesitan se ha logrado imponer una “función social que la educación
debe cumplir desde los primeros años de escolarización” (Vázquez, 2015).
Esto conlleva ampliar los contenidos en el proceso de enseñanza -
aprendizaje para que los diferentes desempeños en la educación sean
medibles y alcanzables al mercado laboral, que se encuentran
estrechamente ligados al desempeño de ciertas competencias evidenciadas
por medio de la puesta en práctica de lo aprendido en el proceso de
aprendizaje.

Considerando el sistema educativo, da lugar al sistema de evalución por


competencias, aplicado por países de Europa y América Latina. Por ello, la
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económica (OCDE) (2019)
establece los indicadores que cuantifican los resultados del aprendizaje y
comparan los sistemas educativos internacionales, ya que lo esencial “no es
el sistema formativo de los estudiantes, sino garantizar que sean capaces de
ejecutar aquellas acciones que se les requerirán en el mercado laboral”
(Vázquez, 2015).
La constitución de los sistemas educativos en diferentes momentos de la
historia educativa latinoamericana ha establecido instituciones y curriculum
orientados a la formación técnica para la empleabilidad de los jóvenes y
alternativa de la educación general establecida por los gobiernos, pero estas
propuestas fueron cambiando por otras relacionadas a la promoción del
acceso a la educación superior. De esta forma, el sistema de educación
técnica del nivel secundario ha perdido fuerza y los jóvenes que no pueden o
no desean seguir con sus estudios de nivel superior deben desafiar una
inserción laboral sin formación y capacitacíón técnica. De forma
complementaria, las familias de estos jóvenes forman parte de la sociedad en
situación de pobreza, manifestándose en su modo de vivir, “con escasas
posibilidades de acceso a la educación como base de su desarrolloo
humano” (Escribano, 2017: 4).

En el contexto paraguayo, la Ley General de Educación N° 1264/98 garantiza


la igualdad de oportunidades educativas entre todos los habitantes, conforme
con sus propias potencialidades y que califiquen para participar en el
desarrollo económico del país. Es así, que se establece en la estructura de la
educación formal tres niveles. En el primer nivel se encuentran la Educación
Inicial (IE), el primer y segundo ciclo de la Educación Escolar Básica (EEB),
donde la participación de los diferentes niveles de la comunidad intervienen
en la búsqueda del aprendizaje significativo y participativo del educando en
las distintas áreas donde se desenvuelve. Por otra parte, el segundo nivel se
encuentra comprendido por el tercer ciclo de la EEB y la Educación Media
(EM); y en el tercer nivel se establece la Educación Superior (ES).

El artículo N° 37 de la Ley General de Educación en Paraguay, menciona


que la EM está contituida por el bachillerato y la ES posee dos posibildades
de cursado, por una parte la educación dictada en las universidades y los
Institutos Superiores (IS), y por otra, la educación técnica dictada por los
Intitutos de Formación Profesional (IFP), donde jóvenes y adultos pueden
participar de los diferentes programas de formación laboral.
Los programas de oficios que se dictan en los IFP establecen la
convalidación de los niveles y grados de la educación formal establecidas por
el MEC, cuyo objetivo primordial se considera la incorporación a la vida
social, al trabajo y el acceso a la universidad. Sin embargo, en este nivel la
diferenciación se encuentra entre las insituciones de carácter general, cuya
función es el acceso al nivel universitario y las instituciones de cáracter
técnico orientadas a la formación y capacitación para el empleo de los
jóvenes, como una respuesta a las escasas posibilidades de acceso al nivel
superior y la necesidad de trabajar.

Al mismo tiempo, en el país existen experiencias de formación y educación


técnico - profesional focalizadas en grupos de población con criterios
particulares para la capacitación laboral. Es así, que el MEC presenta
programas formales e informales de educación para el trabajo en forma
conjunta con otras instituciones como el Ministerio de Trabajo, Empleo y
Seguridad Social (MTESS) que posee programas de iniciación y capacitación
laboral desde el Servicio Nacional de Promoción Profesional (SNPP) y
también desde el Sistema Nacional de Formación y Capacitación Laboral
(SINAFOCAL).

Según el informe del Banco Mundial (BM) (2018) la ES ofrece programas no


relacionados con lo que el mercado laboral solicita. Además, muchas de las
carreras se encuentran colapsadas por la gran cantidad de estudiantes y la
poca oferta de trabajo, lo cual implica poca o nula planificación entre los dos
niveles anteriores de la educación formal nacional, EEB y EM. Al mismo
tiempo, los cursos de formación técnico -profesional se encuentran limitados
y desconetados del sector laboral, lo que implica barreras para generar
negocios, tanto para demandantes como oferentes, ya que “la mano de obra
calificada es el segundo problema más frecuente” como se menciona en el
Diagnóstico Sistémico del País (BM, 2018: 21), lo que conlleva a
consecuencias desfavorables en el ámbito económico y social de la
población vulnerable.
El nivel de competitividad que se presenta en la actualidad conlleva a que los
jóvenes, en su mayoría de 15 a 17 años, no cuenten con las habilidades para
ingresar al mercado laboral, puesto que no cuentan con el perfil de egreso
necesario para diferentes sectores laborales. En ese sentido, el Fondo
Monetario Internacional (FMI) (2019: 18) menciona que “hasta 20% de los
jóvenes en edad activa no tienen empleo, no están cursando estudios y no
están en etapa de formación”, lo que implica una baja competitividad en
formacion, no solo para el acceso a universidades, sino mano de obra
calificada para el sector de mandos medios que en su mayoría son dictados
por los Centros de Formación y Capacitación Laboral del MEC.

Así mismo, los jóvénes, de 15 a 17 años, desertan del sistema educativo


debido más a la falta de estímulos y motivación que por motivos económicos
y sociales (Banco Mundial, 2018), pero estas desmotivaciones podrían
deberse a la preparación en la EEB para alcanzar la EM, con los requisitos
que implica para la posterior inserción laboral del jóven en el mercado. Por
consiguiente, Ortíz et al. (2014: 14) establecen que el proceso de enseñanza-
aprendizaje en Paraguay “no está basado en una estrucutura social que
facilita y promueve la distribución de las oportunidades. La desigualdad social
imperante sirve más bien de freno a la inclusión en los diferentes niveles del
proceso educativo”. En consecuencia, la mayoría de los jóvenes en situación
de riesgo se sienten excluidos de la educación, lo que determina, al mismo
tiempo, su exclusión social, laboral y económica de la sociedad de capital
humano.

2.1.1 Los contextos educativos y la educación formal, no formal e informal

En los últimos tiempos se ha planteado que los estudiantes no aprenden solo


en el centro educativo donde asiste, sino que el proceso de aprendizaje
también acontece en otros lugares fuera de este entorno educativo,
denominados por Coombs, Prosser y Ahmed (1973) y Trilla (1988) como
educación formal, educación no formal y educación informal.
Teniendo en cuenta los tipos de aprendizajes en correlación al medio donde
se imparten desde la psicología educacional, autores como Trilla, Gros,
López y Martín (2003), Aguirre y Vázquez (2004), han utilizado diferentes
denominaciones para referirse a los contextos de aprendizajes y situaciones
educativas que forman parte del proceso enseñanza-aprendizaje
diferenciando los procesos en sistema formal e informal (Foresto, 2020).

A partir de lo expuesto, la educación formal se refiere al sistema educativo


que se encuentra estructurado, por ende, incluye la educación escolar con
los diferentes programas y formaciones, tanto profesionales como técnicas,
que giran en torno al sistema escolar impartidas desde el nivel inicial hasta la
educación superior. Para Coombs y Ahmed (1974) la educación formal
presenta características singulares ya que se ve representada por una
institución, que presenta calificaciones en las diferentes etapas de formación
y la organización se encuentra estructurada jerárquicamente, razón por la
cual no presenta dudas referentes a constitución.

Sin embargo, Coombs, Prosser y Ahmed (1973 citado en Román, 2014)


consideran la educación no formal como una acción realizada fuera de la
regulación formal educativa vigente, utilizada para fines pedagógicos del
proceso enseñanza-aprendizaje, enfocados como una extensión del proceso
educativo con autores identificables.

En ocasiones resulta difícil diferenciar entre estos sistemas, el formal y no


formal, ya que en ambos se pueden establecer requisitos como un nivel de
enseñanza y horarios de clases, que conllevan a realizar evaluaciones y
otorgar certificados, pero una forma de diferenciar un sistema de otro es que
la educación no formal establece una estructura no jerárquica, o sea, más
flexible en su estructura, en la cual pueden intervenir varios agentes
educadores, de entes oficiales y no oficiales para conseguir que la educación
llegue a todos los estratos sociales. Una de las características diferenciales
de la educación no formal también implica el sentido intencional, es decir, la
persona que asiste no es obligada a participar sino que se involucra para
mejorar algún aspecto de su vida, porque las capacitaciones están dirigidas a
complementar otras experiencias del contexto de formación.

Por otra parte, se encuentra la educación informal también denominado


“aprendizaje informal” (Foresto, 2020: 27), constituido por la educación que
recibe el individuo a lo largo de su vida de forma autónoma, generalmente
enfocada a los valores, actitudes, habilidades y capacidades que puede ir
desarrollando, teniendo en cuenta la influencia del entorno familiar, cultural y
social, generalmente no promovida por un proceso de enseñanza, formal y
no formal, sino que se presenta de forma natural y en concordancia con el
desarrollo propio de la persona.

Para contribuir con lo anterior, Trilla (1998) establece que esta educación
surge a partir de todos los conocimientos, habilidades y actitudes que se
pueden ir produciendo de las diferentes experiencias de vida, de los nuevos
aprendizajes que se van generando, de las relaciones con el entorno y de
toda la dinámica que se genera entre estos diferentes procesos.

2.1.2. La educación técnica profesional y formación de capital humano para


el acceso al empleo

Desde el inicio de la Economía de la Educación, con la propuesta de Becker


(1975 citado en Paz, 2005), se ha dado inicio a la discusión de la relación
positiva que existe entre el mayor nivel de educación y el mayor nivel de
ingreso, es decir, el impacto positivo que se genera al tener una mejor
educación y ejercer sobre los ingresos de una persona, que realiza un trabajo
determinado para mejorar su calidad de vida.

Sin embargo, Sen (1992) establece una propuesta diferente a la mencionada


anteriormente, pues considera que el ingreso monetario es un medio que
permite alcanzar un nivel de calidad de vida, pero no es el único ni el más
importante. Por consiguiente, desde esta postura el bienestar sobrepasa la
condición económica y conforma las capacidades que permiten al ser
humano desarrollar el proceso de socialización.
Desde siempre, la educación se ha constituido como una inversión en capital
humano, pues al cursar una capacitación se genera un costo, considerado
éste como el valor monetario actual pero que puede influir en el ingreso
futuro. Por ello, al establecer esta relación el individuo se siente motivado
para seguir estudiando, ya que, al considerarse mejor educado podrá tener
acceso a un empleo asalariado, mayor a los que poseen una menor
educación y calificación profesional (Paz, 2005).

Considerando lo expuesto anteriormente, se espera que la inversión en


educación proteja al joven trabajador de las variaciones de corto y largo
plazo de las actividades laborales- económicas. Oi (1962 citado en Paz,
2005) considera que el capital humano adquirido por los empleados con
capacitaciones específicas de las labores que realiza a diario en el puesto de
trabajo, que es más frecuente entre las personas con nivel educativo formal,
los convierte en menos propensos a perder el empleo en tiempo de crisis
económica y retracción de la demanda laboral, considerando siempre que la
estabilidad y protección del empleo es ocupado por los trabajadores con un
mayor nivel educativo.

Actualmente, existe una tendencia positiva para la implementación de la


Educación Técnica Profesional (EPT) en las diferentes etapas de la
educación, que pueden establecer los países de acuerdo a sus órganos
rectores. Es así que, varias organizaciones internacionales están
comprometidas, con recursos materiales, económicos y humanos, para
orientar a las comunidades interesadas en fortalecer su sistema educativo y
desde esta perspectiva equiparar la oferta y la demanda de los diferentes
sectores productivos (Sevilla y Paola, 2017).

Varios programas como ser los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), el


Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), entre otros,
promueven el aprendizaje en términos de competencias técnicas y
profesionales para el acceso a un trabajo decente, de jóvenes y adultos, con
base para el desarrollo económico y social de las poblaciones vulnerables,
tratando de esta forma asegurar el acceso a la educación. Estos programas
consideran la educación como uno de los pilares para el desarrollo
sostenible, siendo inclusiva, de calidad y que proporcione los medios para el
trabajo digno, así como Dambrauskas (2020: 22) menciona que “la educación
para el trabajo desde siempre ha sido asociada a la formación técnica y
profesional, proveedora de las calificaciones necesarias para satisfacer las
demandas emergentes del mercado de trabajo”.

El informe de la OCDE (2019) afirma que mediante la educación de calidad


enfocada en las competencias técnicas para acceder al empleo y el trabajo
decente se suscitan los conocimientos, capacidades, destrezas y actitudes
que los jóvenes aprenden para desarrollarse durante toda su vida. A partir de
estas cualidades se generan oportunidades para el desarrollo sostenible,
basado en oportunidades de progreso y prosperidad, tanto para los jóvenes
como el entorno que les rodea.

El estudio de la Cooperación Española (2018) comenta que varios países


han optado por la ETP, como una oferta principal dentro del sistema
educativo, y al mismo tiempo establece que la educación técnica-
profesional, consignada en los ODS, proviene del aprendizaje formal e
informal donde se generan conocimientos y habilidades para el ingreso al
mundo laboral incentivados por diferentes situaciones y contextos sociales-
económicos.

Sin embargo, a pesar de la importancia que representa esta propuesta


educativa ha sido muy poco estudiada, lo que representa una dificultad para
los países de las diferentes regiones que quieran implementar debido a
limitados textos e investigaciones que contengan informaciones válidas para
su implementación, es así que, los modelos aplicados por los países son
variados en cuanto a estructura, características y perfiles, pero a pesar de
ello, coinciden en que la población mayoritaria participante es de un nivel
socio- económico bajo, que se relaciona con personas excluidas del sistema
formal o simplemente no han podido acceder a ella.
Para definir a la ETP, Sevilla y Paola (2017: 11) interpretan que este tipo de
modalidad “combina el aprendizaje teórico y práctico relevante para una
ocupación o campo ocupacional específico, distinguiendo entre ETP inicial y
continua”. La primera se refiere al sistema formal de nivel escolar secundario
y superior, mientras que la segunda, es representada por los diferentes
programas de formación y empleo.

Es importante destacar que dentro de la segunda categorización se


presentan diferentes perspectivas que dan el valor al propósito de esta
formación. La primera, es la denominada perspectiva económica, que
proviene de la teoría del capital humano, considerando como objetivo general
económico el otorgar a los participantes todos los conocimientos teóricos y
prácticos para aumentar la productividad y la competitividad, mientras que el
objetivo específico es otorgar a las personas las competencias para generar
empleos y por ende ingresos. Pues, al inicio los estudiantes, en su mayoría
jóvenes, necesitan asegurar la transferencia del mundo académico al laboral
y adaptarse a los cambios que esto implica. Por consiguiente, la segunda
perspectiva es la social, que permite aumentar el acceso y la inserción de los
jóvenes, fomentando la equidad, igualdad e inclusión social de grupos
vulnerables, independientemente de otros factores como el género, situación
social, económica o cultural (Sevilla y Paola, 2017).

Una consideración de la ETP es la creación de modalidades dirigidas a


personas con ciertas características especiales, como ser: discapacitados,
jóvenes en estado de vulnerabilidad social y económica, que implica
conceder una segunda oportunidad a los jóvenes que han desertado del
sistema escolar, independientemente de las razones, pero que le permitirá
desarrollar esa capacidad teórico- práctica para mejorar su futuro.

El informe de la OCDE (2019) pone en evidencia la importancia internacional


de la aplicación del sistema por competencias de la ETP, estableciendo un
trabajo minucioso para poder complementar a los diferentes sectores, tanto
públicos como privados, que pueden intervenir en este proceso. Sin
embargo, al no establecer un seguimiento de las instituciones formadoras, de
la disposición de las informaciones precisas del mercado laboral y de los
programas que se implementan, no se pueden realizar estudios de impactos
sobre la formación recibida en los centros educativos. Para evitar esta
situación, el informe menciona la importancia de la aplicación de encuestas
longitudinales para controlar la trayectoria educativa y laboral del educando,
luego del egreso.

Puesto que la educación y el trabajo son ejes principales en toda sociedad y


están estrechamente relacionados para asegurar la igualdad de
oportunidades y acceso a un empleo (García, 1993), el desarrollo económico
y social de los jóvenes participantes de las capacitaciones de la ETP están
estrechamente ligadas a una mejor calidad de vida, ya que las personas que
no poseen una educación, formal o no formal, deben pasar por mayores
niveles de injusticias sociales y desempleo. Es así que el capital humano ha
pasado a cumplir un rol importante en la contratación del mercado laboral, lo
que implica una mano de obra calificada en el empleo que realiza, ya que
solamente el capital económico y las tecnologías no pueden otorgar la
rentabilidad a una empresa o la correcta relación en toda la organización. A
partir de esto, se hace necesario el enfoque del desarrollo económico y
social, porque el nivel de educación y cualificación se transforman en la vía
directa para el acceso al empleo, un mejor relacionamiento con las personas
y un poder adquisitivo aceptable para cubrir las necesidades básicas.

2.2 Formación técnica profesional de los jóvenes en situación de riesgo y


acceso al empleo para el desarrollo económico y social

Antes de adentrarse en el tema de formación técnica profesional y empleo,


es necesario determinar el significado de jóvenes en el contexto de esta
investigación, ya que existen varios criterios que se le pueden asignar, pero
se consideran dos autores para la discusión. Por un lado, Bourdieu (1984
citado en Cavieres, Ponce y Benito, 2020) que establece que la juventud es
una palabra y existen diferentes tipos porque se encuentran en una categoría
manipulable; por otro, lo mencionado por Bajoit (1999 citado en Cavieres,
Ponce y Benito, 2020) que define a los integrantes de esta categoría como
sujetos que se encuentran en incertidumbre por los constantes cambios que
se puede generar en su entorno familiar, económico, social, político y
cultural. Estas definiciones ayudan a contextualizar la investigación, ya que
se tiene como muestra a jóvenes, de entre 15 a 23 años, que presentan
características mencionadas por estos autores como ser de carácter
manipulable, divergencias frente a su contexto familiar, buscan mejorar su
educación, trabajo y calidad de vida.

Al mismo tiempo, la relación entre educación y trabajo, que siguen siendo


dos temas y realidades que la sociedad separa (Dambrauskas, 2020),
presentan vinculaciones dispares dependiendo del lugar social que ocupa el
individuo. En efecto, para los jóvenes en situación social y económica
vulnerable, la educación y el trabajo, se presentan como una cuestión de
elección entre trabajar o estudiar, porque si realizan ambas actividades al
mismo tiempo el proceso de escolaridad se vuelve complejo, con ingresos y
salidas constantes de las instituciones educativas, que repercuten en la
escolaridad insuficiente y un perfil profesional incompleto para acceder a un
empleo. Por otra parte, los jóvenes de familias con perfiles económicos
medios a elevados, presentan una asistencia con una estructura gradual, un
seguimiento del proceso de enseñanza- aprendizaje continuo y postergan su
incorporación al mundo laboral hasta que se encuentren con la preparación
educativa formal requerida para el efecto.

Realizando la comparación anterior entre las condiciones sociales,


económicas, el acceso a la educación y el trabajo representan una idea clave
para analizar la educación de los jóvenes como fuente para el trabajo, es
decir, la educación para el empleo. Como mencionan Messina, Pieck y
Castañeda (2008), la trayectoria educativa de los jóvenes social y
económicamente privilegiados consiste en un tránsito normalizado por la
educación en sus diferentes niveles, desde el nivel inicial hasta el
universitario, porque se considera al centro educativo como el espacio de
preparación para el trabajo. Además, los autores consideran que éstos llegan
a acceder el empleo por contar con privilegios y ayudas por ser parte de un
sector social con poder. Sin embargo, la línea es totalmente diferente para
los sectores vulnerables, pues si logran acceder a los diferentes niveles
educativos, por lo general no llegan a los cursos máximos que les permite
obtener una titulación, razón por lo cual poseen una escolaridad insuficiente
y acceden a los puestos de trabajos más bajos del mercado laboral, en su
mayoría representado por el sector informal de le economía, lo que
representa una condición de desventaja para su desarrollo económico y
social.

Considerando la realidad que enfrentan los jóvenes al tratar de ingresar en el


mercado laboral, actualmente, se presenta como una amenaza por la
situación económica, generada por la pandemia del COVID-19, que ha
afectado al mundo con una crisis en el sector salud, educativo, laboral y, por
ende, en la economía. En ese sentido, Viña (2020) menciona que una
característica actual del mercado laboral, es la informalidad y que esto
impacta en los jóvenes en su empleabilidad, por bajo nivel educativo o bajo
nivel de riqueza, lo que conlleva una remuneración inferior al salario mínimo
y la contratación de forma temporal. Estas situaciones suponen determinar
una correlación directa entre los jóvenes de escaso nivel educativo y la
pobreza, considerando que estas personas no acceden a la categoría de
empleo formal.

En el estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) (2017), se


establece el empleo justo, decente y de calidad, lo que implica cumplir, por
una parte, con los objetivos que puede tener una persona que desea ingresar
al mundo laboral. Pero dadas las condiciones señaladas por Viña (2020) el
sector laboral donde se desempeñaban las personas, ya sea empleado
público, privado o empleador, han cambiado por la condición de trabajador
por cuenta propia, trabajador familiar remunerado o no remunerado. De esta
forma, se ha acrecentado el porcentaje de los diferentes tipos de contratos,
de carácter definido a los contratos definidos temporal, con o sin emisión de
factura legal, además de los contratos verbales que, por ende, supone
jornadas de más horas de lo establecido legalmente con bajos salarios,
ausencia de seguros médicos y beneficios sociales (OIT, 2020).

Atendiendo así, los diferentes supuestos que se tiene al momento de escoger


la opción de estudiar o trabajar, la decisión no es fácil, porque si el joven
decide aceptar un puesto laboral sin considerar su situación educativa,
generalmente se debe a la necesidad económica por la que está
atravesando, pero al ingresar al mercado de trabajo y optar también por
continuar con su estudio implica aumentar su empleabilidad y la posibilidad
de encontrar un mejor trabajo (Dambrauskas, 2020).

Por ello, los elementos del mercado laboral en concordancia con la situación
económica llevan al joven a decidir entre permanecer en el sistema educativo
o ingresar a trabajar. Esto lleva a determinar que, si la persona decide
continuar estudiando, en el momento de crecimiento económico podría
comprobar una mayor oportunidad de conseguir un trabajo y de calidad,
considerando a su formación académica en oficio o nivel superior y en las
situaciones de crisis las personas con mayor nivel académico permanecen
en sus puestos laborales, sin embargo, las que poseen menor instrucción
académica pasan a formar parte de la población inactiva o desarrollan
empleos informales, característicos de los jóvenes con situación de
vulnerabilidad (Viña, 2020).

También es importante analizar la situación de los jóvenes, de entre 15 a 23


años, que no trabajan ni estudian, los NINIs, que en plena condición de
ejercer ambas actividades no lo realizan (Cavieres, Ponce y Benito, 2020). La
problemática de esta categoría de jóvenes es un fenómeno mundial y se
debe a varios factores: familiares, género, edad, cultura, religión, condición
social y económica, entre otras; que predispone al joven a decidir salir o ser
excluido del sistema educativo y laboral, lo que puede acarrear como
consecuencia la marginación y exclusión social. Algunas de las realidades
contemplan la llegada de un hijo al hogar, el cuidado de familiares,
problemas de salud, problemas económicos, lo que provoca el no acceso a
niveles formativos o que por opción deciden no trabajar ni estudiar. Además,
con esta situación también se puede evidenciar algunas consecuencias para
los NINIs, ya que al abandonar el nivel escolar les impide un pleno desarrollo
personal y social, afectando esta coyuntura a su futuro como trabajador
(Viña, 2020).

En la actualidad los jóvenes experimentan situaciones de deterioro en el


contexto social razón por lo cual van quedando excluidos y más aún en el
sector laboral (Moreno, 2020). Al respecto, en Paraguay, la Encuesta
Permanente de Hogares (EPH) (2020), da cuenta de que las cifras de
jóvenes que sólo estudian abarcan el 19,9%, quienes sólo trabajan
representan el 48,3%, quienes no estudian ni trabajan ascienden a 12,9% y
los jóvenes que estudian y trabajan alcanzan el 19%. Con todo lo anterior, se
puede deducir que el trabajo está relacionado con la pertenencia social, lo
cual se refleja en la identidad del joven a diferentes situaciones, pero al final
una persona que no trabaja podría quedar excluida del entorno social, lo que
provoca un aislamiento sin desarrollo económico y social.

Los indicadores de la población juvenil en Paraguay de la Dirección General


de Estadística, Encuestas y Censos (DGEEC) (2020), que provienen de la
EPH (2020) menciona que la tasa de asistencia a una institución de
enseñanza formal, de la población de 15 a 24 años de edad, es del 50,4%
total del país, representada por la zona urbana en un 54,8% y la zona rural el
41,9%. Se puede considerar que frente a los problemas familiares, sociales y
económicos varios de los jóvenes se ven aislados de los sistemas escolares,
enfrentándose de esta forma a una situación crítica, de descarte laboral que
impide su desarrollo humano.

Tener un título terciario aumenta la probabilidad de un trabajador de acceder


a un empleo formal e incluso un grado secundario aumenta esa probabilidad,
sin embargo, el análisis de los ingresos muestra que niveles más altos de
educación conlleva a salarios más elevados, por ejemplo, los trabajadores
que son graduados terciarios ganan casi el doble que un trabajador que
carece de educación primaria y casi un tercio más que los que tienen un
título terciario incompleto, por ello, si los jóvenes invierten en su educación
podrían aumentar su eficiencia y producción para el capital humano, ya que
se tiene una relación directa entre el acceso laboral y la mejora en la
condición de vida (Andrada, 2019).

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL, 1999


citado en Serafini, 2019) establece vínculos entre la vulnerabilidad y la
posibilidad de acceder a los servicios básicos que necesita un individuo para
realizar sus actividades, enfocados a que se puede producir ciertos cambios
en el acceso a la estructura o cambios en los servicios que conlleven a la
protección social del medio en el que se desarrolla, en ese caso, el alcance
de la vulnerabilidad de las familias depende de la conservación, del manejo
de los servicios y aprovechamiento de las oportunidades para emerger de la
situación en la que se encuentran.

Para Medina, Bass y Fuentes (2019) el concepto de vulnerabilidad refiere a


una situación de inseguridad y menor capacidad de defensa frente a
situaciones diarias que implican enfrentarse a niveles de bienestar mínimos,
considerados indispensables para el desarrollo personal, social y económico.
En la mayoría de los casos, los factores que componen el sentido de esta
condición coinciden con un perfil estructural definido por los recursos
económicos, sociales y educativos, que infieren de forma negativa en el
desarrollo y calidad de vida de los individuos. Por otra parte, Fineman (2013
citado en Serafini, 2019) hace referencia a la necesidad de tratar a las
poblaciones vulnerables que enfrentan discriminaciones, como el caso de los
jóvenes excluidos de la educación y socialmente.

Respecto a lo anterior, el estudio realizado por el CONACYT (2018) y la


Secretaría Nacional de la Juventud (SNJ) menciona que los jóvenes con
menos recursos económicos y ubicados en la periferia de las ciudades
desertan del sistema educativo, con lo cual se establece que a modo de
enfrentar esta situación de vulnerabilidad se necesita implementar
mecanismos para evitar la deserción, avanzar en la creación de capital
humano y transformar al país en una economía de conocimiento.

El estudio sobre el Panorama Social de América Latina (CEPAL, 2019)


establece que la vulnerabilidad es un desajuste o desarrollo inadecuado de
las capacidades que excluye de las oportunidades económicas y sociales
que provocan la exclusión del sistema. Del mismo modo, una de las
características de la situación de vulnerabilidad que enfrentan los jóvenes es
la desintegración del seno familiar, determinada por el nivel de pobreza y
violencia doméstica. Además, implica que los miembros de la estructura
familiar, unipersonal o multipersonal familiar compuesta por los padres o uno
de ellos, los hermanos, abuelos u otros parientes, no puedan orientarlos en
su formación constituyéndose así en una exclusión social. Esta situación
negativa aumenta la posibilidad del abandono de la escolaridad y una
dificultad para la inserción en el mundo laboral, considerado éste uno de los
medios para mejorar la calidad de vida.

Para Vega, Bello y García (2018) la exclusión social imposibilita el acceso al


sistema educativo, la inserción laboral, los beneficios sociales, el ingreso
salarial y la inserción social; frente a la definición simple de pobreza que sólo
se relaciona con la falta de ingresos monetarios para el desarrollo de la vida,
pero al hablar de jóvenes esta situación se vuelve compleja debido a los
problemas adicionales que desencadena en el aspecto familiar, social y
económico.

Por su parte, Brítes y Catullo (2017) afirman que los adolescentes y jóvenes
culminan la educación primaria obligatoria establecida por el Estado y luego
desertan del sistema educativo, sin embargo, existen jóvenes sin estudios ni
profesión, es decir, por un lado, están los que culminan sus estudios
primarios obligatorios, y por otro, los que no culminan ni esos estudios, por lo
que, tendrían menor posibilidad de acceder a un trabajo.

Considerando el diagnóstico y lineamientos para el fortalecimiento de la


educación del tipo de población mencionada anteriormente, según la OIT
(2017) la economía de un país o de una determinada localidad basada en la
depreciación de calificaciones, productividad y salarios mínimos a los
establecidos legalmente, son acciones inconsistentes en el tiempo, que solo
aumentan el nivel de pobreza de los habitantes. Puesto de esta manera, la
situación se vuelve como un círculo insostenible, por falta de educación, con
baja o nula capacitación, nivel de productividad mínima, trabajo de mala
calidad y con insuficiente remuneración, lo que conlleva a que los
trabajadores pobres sigan trabajando en estas condiciones y separa del
mundo laboral a los que no tienen el perfil necesario para enfrentar el
desarrollo económico y social.

Todo lo expresado anteriormente, lleva a determinar el perfil del desarrollo


económico y social de los estudiantes participantes de esta modalidad de
educación técnica- profesional, ya que por su implementación de carácter
teórico y práctico permite facilitar el acceso al mercado laboral de los
participantes, como ya se ha mencionado, en su mayoría jóvenes de escasos
recursos económicos y estado de vulnerabilidad social, lo que implica una
nula o escasa capacitación formal y por ende, sin un título académico
habilitante para ejercer una profesión, por ello, deben realizar capacitaciones
de corta duración, especialmente en oficios, que los inserte más rápidamente
en el mundo laboral.

2.2.1 Indicadores del desarrollo económico

Para analizar los indicadores del desarrollo económico considerados desde


la dimensión económica, propiamente dicha, primero de debe tener en
cuenta la disposición de las competencias técnicas y económicas de una
persona para que estableciendo la integración de roles y funciones con otros
individuos disponga de recursos tangibles e intangibles para producir bienes
y servicios que satisfagan sus necesidades personales y familiares,
atendiendo su desarrollo integral (Echeverría, 2017).

A partir de lo expuesto, se tiene la inserción laboral como un indicador del


desarrollo económico, puesto que poseer un empleo implica acceder a
beneficios para la sobrevivencia individual o familiar y más cuando ello se
traduce en un salario o pago por el servicio realizado. Sin embargo, también
se puede presentar la situación de que la persona trabaje pero no consiga
una remuneración a cambio, por ejemplo, cuando se paga en especie, es
decir, se realiza el pago a cambio de otro bien o servicio que la persona
necesita o desea adquirir como equivalente al trabajo realizado pero sin que
este represente dinero. Es así, que al trabajo se le considera, desde la
sociología moderna, como una determinada situación que hace al hombre y
permite que pueda interactuar en el medio donde se desarrolla, otorgando un
valor agregado a su condición de vida humana (Messina, Pieck y Castañeda,
2008).

Al mismo tiempo, Castillo, Ohaco y Schleser (2014) hacen una diferenciación


entre empleabilidad y empleo, donde especifican que el empleo implica el
acceso al trabajo y la empleabilidad se refiere a las competencias y
cualificaciones que una persona obtiene y refuerza con la formación
permanente para poder acceder y conservar un trabajo decente adaptándose
a las situaciones del mercado de trabajo.

Así mismo, otro indicador del desarrollo económico implica el ingreso


mensual que recibe un trabajador, en forma de salario, al lograr acceder al
empleo luego de la formación especializada en un rubro. En el caso de
Paraguay, la Ley N° 213 del Código de Trabajo, establece las normas para
regular las relaciones entre los trabajadores y empleadores, referidas a la
prestación laboral y según el informe del MTESS (2019), cuando se habla de
salario mínimo legal se refiere al monto que una persona asalariada, que se
encuentre trabajando en el sector público o privado, puede recibir por el
trabajo, además de las bonificaciones sociales y seguro médico, en su
mayoría este último del Instituto de Previsión Social (IPS). Además, en el
artículo N°194 del Código Laboral Paraguayo, la jornada de trabajo se
establece en ocho horas diarias o cuarenta y ocho horas semanales, sin
embargo, si las horas laborales exceden a las establecidas por la ley se debe
abonar las bonificaciones extras al trabajador.

Considerando otros indicadores del desarrollo económico se tienen la


vivienda familiar, los servicios básicos a la que accede la familia y los bienes
duraderos poseídos. La situación anterior plantea la condición de una
vivienda, considerada como una de las necesidades básicas, dentro del
desarrollo humano. Hernández y Velázquez (2014) comentan sobre la
vivienda y calidad de vida, determinando que la habitabilidad no se relaciona
solo con la vivienda sino con las características que estas suponen en
infraestructura, equipamiento y servicios. Estableciendo la condición físico-
espacial una vivienda debe presentar parámetros como ser el espacio, que
incluye la cantidad de piezas, habitaciones, superficie; el parámetro de
hacinamiento, determinado por el número de habitantes dividido por el
número de habitaciones disponible; la infraestructura, que incluye el drenaje,
servicio de luz eléctrica, agua potable, teléfono, video cable y otros servicios
que se puedan integrar. Todo esto lleva a determinar la funcionalidad de los
espacios de la vivienda y determinar si los espacios disponibles cumplen
para albergar a la familia.

2.2.2 Indicadores del desarrollo social

El desarrollo social mencionado por Gutierrez (2015) establece un proceso


de crecimiento continuo e integral, en todas las dimensiones que implica el
mejoramiento de las condiciones de vida de una persona, por ende, esta
situación debe generar la obtención de habilidades y virtudes, así como la
creación de oportunidades sociales que involucra la igualdad de
oportunidades y la equidad social para la incorporación plena a la vida
económica, social y cultural del individuo.
Los jóvenes caracterizados en situación de riesgo presentan diferentes
condiciones que se asocian a la vulnerabilidad económica y social, según
Vega, Bello y García (2018) las mismas se evidencian en este grupo como
miembros de hogares y familias con los ingresos más reducidos del sistema
económico. El hecho que genera estas situaciones desencadena en la
insatisfacción de las necesidades básicas del joven, no sólo a nivel personal
familiar y social, sino con los servicios básicos del hogar, el tipo de vivienda,
la posesión de bienes duraderos, la inserción social, el proceso de
socialización y la educación.

Por otra parte, la familia considerada como la unidad donde se gestiona la


situación de ingreso económico, que transmite una posición en la sociedad,
constituye el eje central para que el joven pueda formarse y construir su
proceso de socialización, en el caso de no estar independizado y vivir fuera
de este entorno (Vega, Bello y García, 2018). Por ello, las características de
las familias representan un factor determinante en las capacidades que el
individuo pueda gestionar para enfrentar las diferentes realidades que se
presentan en la sociedad. Sin embargo, existen particularidades que hacen a
una familia vulnerable, como ser: hogares desintegrados, monoparentales,
con cambios de roles familiares, deserción escolar, embarazo temprano,
entre otros, que constituyen los primeros problemas que debe enfrentar el
joven para construir su propia socialización.

Así mismo, la educación es uno de los indicadores del desarrollo social


atendiendo que el individuo es parte del resultado de una producción, donde
el rol de la educación técnica- profesional es destacada debido al proceso del
aprender haciendo, por ello, el tipo de enseñanza tiene un peso significativo
en este proceso social, ya que el centro de formación debe identificar desde
la observación, el análisis y la pertinencia las demandas sociales formativas
para preparar al joven que actuará como un agente dinamizador de su
realidad y la de su entorno (Hernández et. al 2018).
Por consiguiente, otros indicadores que forman parte del desarrollo social
son el proceso de socialización, la participación en organizaciones y el
tiempo de ocio. En efecto, Elias y Dunning (1992) establecen que uno de los
primeros pasos para hablar de estos procesos es distinguir las actividades
que realizan las personas entre el trabajo, el tiempo libre y el ocio. Así, el
tiempo libre podría ser dedicar un espacio para realizar una determinada
actividad, mientras que el tiempo de ocio implica realizar nuevas actividades
recreativas no relacionadas a la anterior, sino que se encuentren
relacionadas a las emociones y el disfrute, pero no de actividades de
autorrealización de bajo impacto como hacer las tareas del hogar, cuidar a un
familiar, escuchar música, mirar televisión, entre otros, sino que impliquen la
realización de actividades con otros individuos que genere relaciones
sociales.

En efecto, estos autores distinguen cinco esferas distintas de actividades que


forman parte del desarrollo social: la primera, relacionada al trabajo privado y
administración del hogar, incluidas las labores domésticas, las compras para
el hogar, cuidado de familiares; la segunda esfera determinada por las
actividades de descanso, donde se incluye el dormir, tejer o simplemente no
hacer nada; la tercera división es la satisfacción de las necesidades
biológicas relacionadas a la estructura social; la cuarta esfera incluye la
sociabilidad, que no es exclusivamente trabajo pero podría darse desde una
sociabilidad formal hasta la informal como visitar a compañeros de trabajo, ir
a una fiesta, viajar, entre otros; y la última esfera se refiere a la clase de
miméticas o de juego que incluyen ir al teatro, al concierto, al cine, bailar, es
decir, actividades que implican un momento de realización personal.

La Guía para el Empleo y Autoempleo Joven de España y la Unión Europea


(2010) menciona que la ampliación de la etapa juvenil tiene como causa
principal el aumento del tiempo que se dedica al estudio y el retraso en el
trascurso que conlleva lograr una autonomía económica, debido a la
condición de difícil acceso al mercado laboral, a esto se suma la posible
precariedad del empleo y el retraso para acceder a una vivienda que
imposibilita la creación de nuevas formas de convivencia para el joven.

Es importante destacar que para establecer la combinación de acceso a la


educación, el empleo y la vivienda, por parte de los jóvenes, depende de la
forma de distinguir y evaluar al individuo considerando el bienestar y la
autonomía personal. A partir de esto, se determina el proceso de
emancipación juvenil, entendida como el abandono del hogar familiar,
generalmente paterno, que permite al joven conseguir su desarrollo social y
económico (Crespo, 2010).

No obstante, las circunstancias consideradas anteriormente determinan que


a partir del acceso al empleo el joven experimenta transformaciones, siendo
el trabajo una de las características esenciales del relacionamiento social, ya
que en este lugar se establecen varios tipos de relaciones que le dan sentido
de pertinencia social al joven trabajador.

En ese sentido, Góngora (2011) asegura que para el acceso al mundo


laboral se debe desarrollar actividades de forma significativa, haciendo
especial referencia a las funciones psicosociales del trabajo en situación de
empleo, relacionando la dificultad de acceso y situación de precariedad. Así
también, autores como Acuña y Reyes (1982), Agullo (1996) y Alvaro (1992)
proponen que el trabajo no es solo una forma de ingreso para sobrevivir sino
otorga una estructura que posibilita la interacción social y un estatus como
ser social, otorgando de esta forma una identidad que se configura por este
proceso de socialización (Góngora, 2011).

Así pues, Dejours (2012) plantea al trabajo como base principal de la


identidad, personal como social, asociando el sentido personal al encuentro
de una pareja a quien amar y ser amado, pero también conseguir la
autorrealización en el ámbito social, en tanto, esto es lo que pasa cuando los
jóvenes acceden a su primer empleo, pues tienen desarrollos similares a los
que se obtiene al lograr el desarrollo personal y también social.
2.3 Programas de formación en Escuela Taller para jóvenes en situación de
riesgo, el impacto en su desarrollo económico y social.

La Escuela Taller definida como un programa de cualificación profesional


incluye en su programación educativa contenidos teóricos y la experiencia
práctica real, en una obra o servicio de utilidad social. Los resultados del
estudio de Mendoza, Lozano y González (2004) dan cuenta de que las
Escuelas Taller se convierten en un instrumento educativo para abordar el
desafío de la calidad en la educación, ajustando las brechas educativas entre
la población más pobre y vulnerable que normalmente han abandonado el
sistema y se suman al fracaso escolar.

Según Fernández (2017) en total han participado, desde 1991 al 2014, un


total de 24 países y 67 ciudades que han formado 27.383 jóvenes a nivel
internacional, mientras que en el año 2005 el programa Escuelas Taller y
Casa de Oficio fue considerado como uno de los mejores programas dirigido
a jóvenes en situación de riesgo de exclusión social por la Comisión Europea
de Empleo y Asuntos Sociales, calificándolo como una buena práctica.

El estudio de Amor (2008: 123) menciona que el programa “comenzó de


forma experimental para cubrir necesidades de integración en el mercado
laboral de los más jóvenes, pero ha mostrado, a lo largo de su existencia una
gran eficacia en la orientación hacia colectivos con especiales dificultades de
inserción laboral”. El objetivo de las escuelas es conseguir la inserción
laboral de jóvenes desempleados menores de 25 años, a lo largo de su
desarrollo o a su finalización.

Para alcanzar la empleabilidad de los jóvenes que cursan la formación se


pone a disposición una serie de métodos y procedimientos, medios humanos
e instrumentos de apoyo técnico, todos los cuales están precisamente
encaminados a este objetivo. Los alumnos que al culminar la Escuela Taller
no han encontrado un empleo, al menos, poseen una certificación de oficio
calificada, además de una pasantía laboral considerada como una
herramienta válida para la búsqueda de un trabajo formal (Fernández, 2017).
La Red de Escuelas Taller de América Latina surge en mayo del 2013 por
parte de las escuelas en búsqueda de un espacio de encuentro, diálogo,
debate e intercambio de ideas, experiencias y conocimientos, cuyo principal
objetivo es enfrentar de manera coordinada la continuidad de los espacios
formativos y los desafíos de la educación. Algunas de las Escuelas Talleres
de América Latina se encuentran en: Colombia, Bolivia, Chile, Cuba,
Ecuador, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Perú, República
Dominicana, Uruguay, Venezuela y en Paraguay.

El informe de la Cooperación Española (2015 citado en Benítez, Figueredo y


Wasmuth, 2019) indica una escala positiva de resultados sobre el desarrollo
de los proyectos de las Escuelas Taller que suponen el cambio en las
condiciones de vida de los egresados al obtener ingreso, tras conseguir un
empleo digno y la media de inserción laboral general a nivel mundial es de
80%. Además, relacionando la inserción laboral con el cumplimiento del ciclo
formativo de los participantes el informe de la Cooperación Española (2018)
confirma una tendencia media de que el 60% de los jóvenes han conseguido
instalarse en el mercado laboral relacionado a su área de formación.

El programa desarrollado por cada Escuela Taller posee sus propios


resultados sobre el seguimiento e inserción laboral de los participantes. Los
lineamientos generales se encuentran enfocados en la disminución de la
pobreza mejorando la calidad de vida de los beneficiarios, desde el ingreso a
la institución, pero también el desarrollo humano de los mismos mejorando
su relacionamiento social, como consideran Benítez, Figueredo y Wasmuth
(2019).

Varios autores como Girardo et. al (2006), Román (2014), Sánchez y Sierra
(2020) coinciden que los jóvenes que participan de la formación en la
Escuela Taller conciernen de estratos sociales desfavorables y sin
oportunidad de otro tipo de formación, por ello, estas instituciones se
convierten en un instrumento educativo para abordar el desafío de la calidad
en la educación, evitando de esta forma que se sumen al “fracaso escolar”
(Mendoza, Lozano y González, 2004). Pues, un porcentaje de los
participantes se encuentran sumergidos en un ambiente desfavorable de
familia numerosa, disfuncional, con situaciones de consumo de droga,
alcohol, violencia, entre otros factores.

Como mencionan Girardo et. al (2006) “enfrentados a profundas


desigualdades socioeconómicas, los países latinoamericanos deben hacer
frente a serias dificultades para insertar laboral y socialmente a todos los
jóvenes”, y a pesar de los años transcurridos este problema aún aqueja a la
sociedad, por ello, la OCDE (2019) establece que la educación de calidad
enfocada en las competencias técnicas para acceder al empleo y el trabajo
decente son las armas para enfrentar esas desigualdades.

Para Engles (1974 citado en Díaz 2013) el trabajo “es la condición básica y
fundamental de toda la vida humana”, sin embargo, actualmente debido a
situaciones sociales, económicas o laborales es difícil conseguir un trabajo
que permita vivir dignamente, lo que conlleva a ingresar en la línea de
desempleo. Por consiguiente, la OCDE (2019) menciona que la reducción de
la tasa de desempleo se puede conseguir con mano de obra cualificada en el
mercado laboral, considerando de esta forma que a medida se establece el
aumento del nivel educativo hay más posibilidades de encontrar un empleo y
generar las condiciones básicas que mencionaba el autor citado.

La formación para el empleo abarca las capacitaciones que recibe una


persona para lograr obtener un oficio, donde el eje principal se enmarca en la
satisfacción de las necesidades básicas logrando promover su desarrollo
social y económico durante toda su vida y las Escuelas Talleres se enmarcan
específicamente en esta acción de formación para el empleo (Román, 2014).

Por otra parte, la instrucción, la información y la capacidad de aprendizaje


son los ejes esenciales para la inserción social, evitando de esta forma la
exclusión y marginación de los actores sociales (Anderson, 1998). Por ello,
se destaca la importancia de la pasantía formativa y laboral en la institución,
puesto que, no sólo reside en que el estudiante aprende aspectos técnicos,
prácticos y tecnológicos, sino que también incorpora capacidades laborales
que solo podrá adquirirlas en un ámbito de trabajo real buscando la inserción
social.

El estudio determinado por González, Canto y López (2016) identifica


diferencias significativas en los resultados obtenidos sobre la evolución de
las tasas de ocupación de los diferentes estudiantes de las Casas de Oficios
y Escuela Taller. Por tanto, el hecho de que los jóvenes participen de estas
capacitaciones muestra una relación de interdependencia que influirá
significativamente en el nivel de desempleo de la región donde no haya un
alto grado de participación.

Por otra parte, Muñoz y Sánchez (2011) con su investigación regional sobre
la evaluación del impacto del programa de formación en la Escuela Taller
sobre el tiempo de búsqueda de un empleo, establece un impacto positivo y
significativo en la inserción laboral de los individuos participantes. El efecto
promedio del programa, estimado mediante la ponderación de las
observaciones, establece que los jóvenes participantes acceden al empleo
seguro aproximadamente a un año del egreso, considerando también el
apoyo y el seguimiento que realiza la institución luego del egreso. Este
proceso abala el programa, puesto que el mismo fue diseñado para promover
el empleo entre los jóvenes que asisten a la formación y representan a una
categoría social determinada.

Dentro del sistema educativo paraguayo las Escuelas Taller forman parte del
sistema oficial de educación porque son reconocidas como Centros de
Formación y Capacitación Laboral, pues otorgan la certificación avalada por
el MEC, que brinda al estudiante la posibilidad de acceder a un empleo
seguro mediante la formación certificada oficial.

Para Echarri, González y Sotés (2015: 605) las Escuelas Taller “forman parte
de uno de los subsistemas de la formación profesional, concretamente de
aquel que ofrece formación a determinados grupos sociales que se
encuentran en situación de desempleo”. Por ello, estas instituciones emplean
una metodología de enseñanza- aprendizaje diferente denominada aprender
haciendo, basada en la formación profesional teórico- práctica, que incluye la
inserción laboral de los participantes como una opción socio-pedagógica.

En consecuencia, el Programa de Escuelas Taller de la Cooperación


Española (2015) afirma que desde 1985 el gobierno español puso en marcha
este programa para dar respuesta a las altas tasas de desempleo de jóvenes
con bajos niveles formativos y graves problemas, no solo de inserción
laboral, sino también de integración social. Para ello, el programa fue
exportado a muchos países latinoamericanos, entre ellos Paraguay, donde
actualmente se cuenta con cuatro escuelas talleres situadas en Asunción,
Concepción, San Pedro de Ycuamandiyú y Encarnación.

En Paraguay, la Dirección de Formación Profesional, dependiente del MEC,


promueve la formación y capacitación laboral, con el objetivo de mejorar la
calidad de vida de los habitantes del país, aquellos jóvenes de 15 años en
adelante que quieren formarse en un oficio o tecnicatura, pueden acceder a
este programa formativo para enfrentarse posteriormente el mercado laboral,
siendo el objetivo principal formar a los jóvenes para su incorporación en
oficios y ocupaciones técnicas con mano de obra calificada, “centrada en el
desarrollo de competencias para la emprendibilidad y empleabilidad” (MEC,
2020).

Las capacitaciones se dictan en los centros de gestión oficial, privados


subvencionados y privados, dependientes de la DGEP, en todo el territorio
paraguayo, con cargas horarias diferenciadas de acuerdo al perfil de egreso.
Actualmente, el MEC ofrece veintiséis especialidades, diversificados en el
sector industrial, como ser: construcción civil, confección industrial, mecánica
automotriz, mecánica general, química industrial, elaboración y conservación
de alimentos, producción artesanal, electromecánica, metalmecánica,
electromecánica, electrotecnia, electricidad, electrónica y mecatrónica.
Al mismo tiempo, se desarrolla las especialidades del sector servicios que
incluye diseño gráfico y publicidad, administración de negocios,
mercadotecnia, ciencias geográficas, ciencias ambientales, ciencias militares,
asistencia deportiva, contabilidad, informática, salud, hotelería y turismo. Por
otra parte, en el sector agropecuario se encuentran disponibles las
especialidades de agromecánica y agropecuario.

2.3.1 Programa de Escuela Taller de la ciudad de Encarnación

Si bien, no se evidencian trabajos sobre el impacto generado a partir de la


experiencia formativa en las Escuela Taller en el desarrollo económico y
social de los jóvenes participantes luego del egreso, un aporte, en la línea de
lo ya mencionado, es la cantidad de sinergias que involucran la
complementariedad con otros proyectos que ayudan a responder las
acciones que debe asumir la institución educativa para el mejoramiento del
nivel de acceso a la formación de recursos humanos calificados y el empleo
de la población vulnerable (Sánchez y Sierra, 2020).

En ese sentido, mediante las subvenciones de la AECID se mantienen en


funcionamiento varias Escuelas Talleres a nivel mundial, incluyendo el caso
de Paraguay y Encarnación, ya que las escuelas que implementan el
programa cuentan con este aporte. Sin embargo, “se prevé una progresiva
transferencia de las Escuelas Taller a las instituciones locales, sin que ello
implique su cierre” (Sánchez y Sierra, 2020: 167).

La Escuela Taller, de la ciudad de Encarnación, desde su concepción en el


año 2015 ha planificado una mesa de trabajo interinstitucional atendiendo las
necesidades del sector gastronómico de la ciudad de Encarnación con el
Consejo Consultivo de Turismo de la ciudad de Encarnación, institución
responsable de la recepción y administración de la subvención de la AECID,
la DGEP como ente proveedor del proceso educativo a los participantes,
además de buscar la participación de otras entidades como el MTESS, la
Asociación Hoteleros de Itapúa (ASOHOIT), el SNPP y SINAFOCAL
(Benítez, Figueredo y Wasmuth, 2019).
La institución amparada por el programa de promoción de oportunidades
económicas para la población más vulnerable en Paraguay surge como
alternativa de protección a la educación para jóvenes en situación de riesgo
con un proceso educativo que garantiza el acceso al empleo en condiciones
dignas. Benítez, Figueredo y Wasmuth (2019) mencionan que la escuela está
avalada por el MEC en la categoría de Centro de Formación y Capacitación
Laboral, resolución N°61 del año 2016 de la DGEP y ha sido elegida como la
primera institución nacional donde se implementan perfiles profesionales del
nuevo catálogo de hospitalidad, para el cambio de modelo de las
enseñanzas técnicas por competencia.

La formación en oficios dictada en la institución está relacionada con la


demanda del sector turístico, que engloba la educación técnica, capacitación
profesional e inserción laboral de los jóvenes desocupados, en equidad de
género, atendiendo la diversidad y la multiculturalidad, siendo estos jóvenes,
hombres y mujeres de entre 16 y 23 años, de estratos vulnerables y escasos
recursos.

Brites y Catullo (2017) afirman que en la ciudad de Encarnación, los jóvenes


que presentan las características mencionadas con anterioridad viven en
barrios aledaños al centro urbano, en las zonas de relocalización debido al
embalse de la Hidroeléctrica de Yacyretá, que aumentó la vulnerabilidad,
desigualdad y exclusión social. En especial, de las personas que fueron
relocalizadas por esta situación y la población de niños y jóvenes, que
forman parte de estas familias, debido a la sustitución de los empleos que
anteriormente realizaban, generándose de esta forma el aumento de
trabajadores informales y la salida laboral temprana de jóvenes a las calles.

La Escuela Taller implementada desde el año 2016 posee 150 egresados


hasta el año 2018 según el Proyecto Institucional de ese mismo año, que
describe las características de los participantes y el sistema de admisión para
los diferentes talleres establecidos por la AECID y el MEC, considerando
como requisitos para el nivel I, de los perfiles de operaciones básicas de
cocina y preparación de habitaciones- áreas comunes la edad comprendida
entre 16 a 23 años, con el séptimo grado culminado y antecedente
académico general visado por el MEC, mientras que para el nivel II, de los
perfiles de servicio de atención a mesa y cocina, se debe tener entre 17 a 23
años, formación académica de noveno grado culminada, además de los otros
requisitos mencionados anteriormente.

Por consiguiente, cada taller habilitado posee un período de pasantías


laborales que ayuda a la inserción laboral como indica Sotomayor (2007
citado en Iribarren, 2010). La pasantía laboral es una oportunidad de trabajo
para los jóvenes con niveles bajos de formación académica y además, la
realización de esta actividad en la Escuela Taller es considerada una
experiencia válida para la búsqueda de un trabajo formal, ya que el diseño
curricular establece que el plan de estudio trascienda la enseñanza
tradicional, implementando la experiencia práctica, el aprender haciendo,
donde los participantes cumplen con materias transversales complementarias
y básicas para su desarrollo social y económico.

El principal objetivo de esta escuela es mejorar el nivel de acceso al empleo


de la población local juvenil y sus orientaciones estratégicas son: la
promoción de oportunidades económicas para los sectores más carenciados,
el crecimiento económico inclusivo, sostenible y la promoción de los
derechos de las mujeres y la igualdad de género (Benítez, Figueredo y
Wasmuth, 2019). Por ello, toda tarea que el estudiante realiza en la empresa
en el marco de la pasantía tiene como objetivo complementar la formación
recibida en la institución y las orientaciones estratégicas, al conocer el ámbito
laboral real de su capacitación.

Al tratarse de un proyecto que requiere de una inversión y que a su vez


supone una transferencia de la competencia a otros agentes, Vega (2018)
establece que se debe evaluar el impacto y la sostenibilidad del programa de
manera precisa. Por eso, como refieren Billorou, Pacheco y Vargas (2011:
40) los “indicadores de impacto representan el cambio esperado en la
situación de los participantes una vez que la formación se lleva a cabo”, con
lo cual se podría medir el mejoramiento de sus ingresos, acceso al empleo,
participación en las actividades familiares, comunitarias y sociales, entre
otros aspectos, lo que constituye un tema de relevancia para investigar, ya
que el proyecto regulado más allá de lo netamente normativo referente a la
educación requiere de una medición de impacto a corto, medio y largo plazo,
tal como marcan las condiciones de la sustentabilidad.

El relación con el propósito de la investigación, se determina que la


evaluación del impacto establecida por el BM (2003) establece la “medición
de los cambios en el bienestar de los individuos, que pueden ser atribuidos a
un programa o política específica”, en este caso concreto a la formación
recibida en la escuela taller, resaltando algunos aspectos importantes para
realizar esta comparación como ser: la utilidad de la formación para
encontrar un empleo relacionado al área de formación, el desarrollo de
capacidades y competencias que se demandan en el puesto laboral, el
mejoramiento de los ingresos como resultado de la obtención del trabajo en
el área técnica, mejor empleabilidad, mejora en las condiciones de trabajo y
los cambios en la calidad de vida (OIT, 2017).

Los resultados del impacto de la formación de los egresados de la institución


en el desarrollo económico y social implica una herramienta de utilidad para
analizar los diferentes situaciones que atraviesan los jóvenes posterior al
egreso, relacionando la incorporación a las empresas del rubro gastronómico
y hotelero, el destaque en el puesto laboral, el seguimiento de los estudios
en un nivel educativo mayor al de egreso y la capacidad de emprender
generando la capacidad de identificar problemas y aprovechando las
oportunidades (Cuenca, Cuenca y Zambrano, 2015).
3. PREGUNTAS, OBJETIVOS E HIPÓTESIS

3.1 Pregunta de investigación


¿La formación obtenida en una Escuela Taller de la ciudad de Encarnación
tiene un impacto positivo en el desarrollo económico y social de los
egresados del periodo 2018?

3.2 Objetivos
Objetivo General:

- Analizar el impacto de la formación obtenida en una Escuela Taller de la


ciudad de Encarnación en el desarrollo económico y social de los egresados
del periodo 2018.

Objetivos Específicos:

- Diagnosticar la situación económica actual de los egresados de la


promoción 2018 de una Escuela Taller de la ciudad de Encarnación.
- Diagnosticar la situación social actual de los egresados de la promoción
2018 de una Escuela Taller de la ciudad de Encarnación.

3.3 Hipótesis
El 50% de los egresados de la promoción 2018 de una Escuela Taller de la
ciudad de Encarnación han mejorado su desarrollo económico y desarrollo
social a partir de la formación obtenida en la institución.

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