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21 de mayo de 2018
Su gran inteligencia pronto lo hizo escalar. Dio el salto desde Graz hasta Viena,
donde trabajó en la Compañía Nacional Telefónica en 1881, para terminar su
periplo europeo en París, donde encontró trabajo en la Compañía Edison. Desde
la capital francesa emprendió su viaje transoceánico hasta Nueva York en 1884.
Fue directo a lo de Edison, al que le entregó la famosa carta de recomendación,
sin saber lo que ésta contenía. Fue contratado en el acto.
No tardó mucho en enfrascarse en una guerra con su jefe. Se han escrito miles de
páginas sobre este tema y hasta se hizo un documental sobre " La guerra de las
corrientes", pero en resumen lo que sucedió fue lo siguiente: Edison era partidario
de la corriente continua y Tesla defendía la corriente alterna, que es la que se usa
hasta hoy en día. La idea de Tesla era mejor y el tiempo le dio la razón, pero
mientras tanto tuvo que soportar muchas humillaciones y estafas por parte de
Edison.
Finalmente, se fue de la empresa de Edison e
instaló su propio laboratorio. Poco a poco se
fueron materializando sus "predicciones" y
logró algunas pequeñas victorias. Por ejemplo,
las de 1893. Aquel año, la Feria Internacional
de Chicago tenía a la electricidad como hilo
conductor y el sistema que se eligió para
iluminarla fue el de corriente alterna. Meses
después, un comité de expertos debía decidir
con qué sistema se iba a aprovechar el
potencial hidroeléctrico de las Cataratas del
Niágara. ¿Cuál ganó? La corriente alterna.
Jamás fue reconocido. Fue tildado de excéntrico y loco por sus enemigos, muchas
veces por envidia, como en el caso de Edison. Además, tiene el triste récord de
ser el hombre al que más le robaron patentes. Es decir, prácticamente ninguno de
sus inventos lleva su nombre. Por ejemplo, Edison fue proclamado padre de la
electricidad, y Marconi, inventor de la radio. Pero ambos, sin Tesla, no hubiesen
sido nada. Especialmente Marconi, qué utilizó 17 patentes de Tesla para su
primera retransmisión en 1901, atribuyéndose el mérito sin citar a Nikola.
De más está decir que, no solo le robaron la gloria, sino que también el dinero que
esa gloria le podría haber llegado a redituar. Y, por supuesto, no le dejaron pasar
por alto su gran fracaso: la mencionada Torre Wardenclyfe. Boicoteado por los
grandes poderes sectoriales del momento, dejó de recibir fondos para financiar su
proyecto y este se derrumbó totalmente en 1917.
En una nota publicada en este
diario, el 5 de enero de 2017,
Branimir Jovanovic, director
del Museo Tesla de Belgrado,
habló así sobre este prodigio:
"Descendía de una antigua
familia serbia que vivía sobre
la frontera con Austria en un
período muy difícil. Su padre
era sacerdote y su tío, oficial...
Era un genio, tenía ideas
fantásticas.
En sus últimos años se lo solía ver solo y desaliñado dando vueltas por el Central
Park. Murió sólo y abandonado en una triste habitación de un hotel neoyorkino, a
los 86 años. Fue encontrado por la mujer que limpiaba el cuarto, solo rodeado por
las únicas amigas que le quedaban, las palomas. Tras su muerte, ocurrida el 7 de
enero de 1943, se intensificó la campaña para borrar su nombre de la historia y
atribuir sus éxitos a otros,
así como centrar su
recuerdo solo en su
carácter excéntrico.
Años después de su
muerte, Tesla fue objeto
de una reivindicación que
llega hasta estos días. Se
erigieron varias estatuas
en su honor, en Nueva
York y Smiljan, pero
también en Belgrado (ya
que los serbios lo
reclaman como propio y
hasta le pusieron su nombre al aeropuerto de Belgrado). Pero esa es otra historia,
de la que ya no puede disfrutar "el hombre que cambió el mundo", el mismo que
también fue inmortalizado como "el genio al que le robaban los inventos".
https://www.lanacion.com.ar/2135518-la-amarga-historia-del-genio-tecnologico-al-
que-le-robaban-los-inventos