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Baile con serpientes (Horacio Castellanos Moya.

1996) (3,5)

En Baile con serpientes, el sociólogo desempleado Eduardo Sosa descubre


estacionado en la calle del barrio un Chevrolet amarillo, dentro del cual vive un
indigente que habla poco y nada. Interesado y sin otra cosa que hacer, Sosa empieza a
seguir al indigente, de nombre Jacinto Bustillo, y tras una serie de acciones
desafortunadas, Bustillo muere y Sosa, inexplicablemente, ocupa su lugar en el
Chevrolet y como indigente. Ahí descubre que viven en el auto 4 serpientes que hablan
con él y se desata entonces toda una seguidilla de ataques, muertes y persecuciones
policiales.
Esta novela de Moya arranca con cautela, con cierto letargo, pero conociendo la
obra del autor, hay que esperar el estallido. A partir de que hablan las serpientes se
acaba la verosimilitud que no era un objetivo y desde el primer ataque de Sosa-Bustillo
y las serpientes, la violencia no se detiene y el final se precipita, con capítulos
intermedios dedicados a la investigación policial que los persigue.
La violencia innecesaria y la enajenación social que a veces la causa parecen ser
los temas de la novela. Sobre todo la violencia, que va llenando todos los recovecos de
la trama y que se alía con el dolor, con el odio, con la impotencia y hasta con la
sexualidad más cruda.

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