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Eduardo Botello Mendoza

Domingo, 23 – 08 - 2020.
Ejercicio de Homilética.
Reflexión Homilía.

Primera Lectura: Isaías 22: 19-23.


Salmo: 137.
Segunda Lectura: Romanos 11, 33-36.
Santo Evangelio: Mateo 16 13-19.

Un cordial Saludo a ustedes apreciados formadores y estimados hermanos


seminaristas. En el día de hoy que por gracia de Dios, se me ha dado la
oportunidad de reflexionar para cada uno de nosotros, la Palabra de Dios, que
gracias a la asistencia del Espíritu Santo a través de la Santa Madre Iglesia, en el
ejercicio de la liturgia ha dispuesto para este día.

En el Santo Evangelio de este día, se nos muestra la figura de Pedro, como piedra
de la Iglesia, por haber profesado que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios vivo.
Este ejemplo de Fe de Pedro, que aunque durante el seguimiento a Jesús,
muestra flaquezas, gusto a la comodidad (Mt 17, 4 “Toma Pedro la palabra y
dijo a Jesús; Señor está bien que nos quedemos aquí”), reproches de fe (Lc
22, 54 - 62 “Negación de Pedro”)y demás momentos de debilidad; es la muestra
clara, por la que Dios conociéndonos bien, se vale para ir purificando y
disponiendo a su vez nuestra condición humana, en el cuidado de no caer en
pecados más graves o tal vez en rechazar totalmente su presencia y dedicarnos a
las cosas del mundo. Por ello en esta primera etapa, Pedro como discípulo nos
debe llevar a interpelarnos en nuestra conciencia, respecto a nuestra vida
personal; ¿Qué tan conscientes somos de la fe que tenemos en Jesús, partiendo
de nuestro ser cristianos por el bautismo y en el cumplimiento de sus
enseñanzas?

En un segundo momento como Apóstol, Pedro con su fe más fortalecida nos


enseña cómo debe ser nuestra atención en la vida comunitaria pero también en la
misión que se nos encomienda pero en el caso de él fue la de perseverar,
impulsar a sus hermanos y transmitir las buenas nuevas por todas las naciones.
Ahora trayéndolo a nuestra formación como seminaristas, que así como escogió
esa primera comunidad de discípulos, de la misma manera a nosotros nos ha
llamado, sabiendo nuestras limitaciones y muchas deficiencias, pero más que ello,
es que nosotros interioricemos sobre nuestra personalidad dentro del campo de
formación en el que nos encontramos, teniendo en cuenta:

1. Que dicha formación actúa a través los instrumentos escogidos por Dios, es
decir, los formadores, que humanos a cualquiera de nosotros, en su
humanidad y espiritualidad, deben alimentarse aún más de la oración
(fuente principal que los mantiene), para así estar más convencidos y
Eduardo Botello Mendoza
Domingo, 23 – 08 - 2020.
Ejercicio de Homilética.
atentos a la voluntad de Dios y no caer en tentaciones que afecten tanto su
relación personal con Dios y como lo que Dios quiere hacer a través de
ellos, en nosotros.

2. Por otro lado, en nosotros, el tiempo que ya hemos podido compartir los
unos con los otros y a su vez el grado de responsabilidad y madurez que
vamos adquiriendo tanto en lo humano como en lo espiritual, es decir;
cuántas veces hemos manifestado ese acto de fe, traducido en
comprensión, sencillez, humildad, escucha, diálogo, armonía, instrucción
cognoscitiva, compartir, sinceridad, cuidado, respeto, solidaridad, pero de
manera especial la oración constante, evitando todo tipo de orgullo,
prepotencia, facilismo, pereza, indiferencia, envidia, mentira, hipocresía,
inhumanidad, soberbia, etc., que desequilibra y afecta la vivencia diaria de
nuestra casa de formación, pero de manera especial no permite la
transformación de nuestra vida conforme al ideal para el cual nos
formamos, que es ser los futuros sacerdotes o pastores del pueblo de Dios,
según el corazón de Cristo.

Por eso hermanos, extiendo la invitación a cada uno de ustedes a que sin
pretender falacias, hagamos de nuestra vida y formación un estilo más agradable,
pues ya que somos los únicos que podemos realizar ese cambio y que de pronto
este espacio no quede como uno más, que por normas y ejercicio mismo de la
formación lo asistimos, como obligación y no como empeño de querer
encaminarme a esa fin que todo ser humano quiere, que es la santidad de vida.
Sabemos que todo proceso requiere su espacio y tiempo, pero como lo dice un
dicho común, tiempo perdido los santos lo lloran, lógicamente tampoco va ser en
un abrir y cerrar de ojos, pero si al menos es que nos abramos a la acción de Dios,
reconociendo en mi hermano el rostro de Jesús que nos invita a vivir en el amor.
Para concluir mi reflexión encomendémonos todos nosotros a nuestra Madre la
Virgen María, pidiéndole que nos enseñe a ser dóciles y atentos a lo que Dios
quiere, mediante la oración del Avemaría.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.

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