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En los tiempos prehistóricos, las causas de los trastornos mentales estaban influidos
por la creencia universal en fenómenos sobrenaturales, específicamente en la
influencia de los espíritus.
A finales del siglo XIX, Kraepelin (1896) en su tratado sobre las enfermedades
mentales, agrupa y clasifica todos los síndromes depresivos. Fue el primero en
considerar que la depresión y la manía formaban parte de una misma enfermedad.
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Por último, desde la segunda mitad del S-XIX hasta la actualidad, el concepto de
depresión predomina y sustituye al de melancolía por completo, el concepto comienza
a extenderse y origina una avalancha bibliográfica a partir de la década de los 70.
La depresión es una enfermedad común pero grave que interfiere con la vida diaria,
con la capacidad para trabajar, dormir, estudiar, comer y disfrutar de la vida. La
depresión es causada por una combinación de factores genéticos, biológicos,
ambientales y psicológicos, no respeta edad, grupo étnico, estado socioeconómico o
género, puede afectar en cualquier etapa de su vida, al no ser atendida e intervenida
psicológicamente lo lleva como consecuencia final al suicidio.
Según la (Organización Mundial de la Salud [OMS], 2014) afirma:
Existen diversos estudios científicos que, acompañados de bases científicas, así como de
herramientas científicas de recojo de datos, nos brindar un mejor panorama de la situación de
esta problemática.
Moralez, Pacheco, Paez, Cuevas y Rosas (2005) desarrollan un estudio basado en: la influencia
de las relaciones estables adolescentes en la incidencia de la depresión. Esta investigación
aborda el tema de depresión, aplicando una prueba a estudiantes de preparatoria de 15 a 21
años, (Hombres y mujeres, de la Universidad del Valle México Campus Tlalpan). Se utilizó el
inventario de Beck y cols. Se dieron a conocer los resultados acerca de la existencia de
depresión y diferencias significativas hombres y mujeres. En esta prueba participaron 80
hombres y 50 mujeres con un rango de 15 a 21 años, en la que se encontró que la tendencia
más representativa era de 16 años en varones y 17 años en mujeres. De igual forma se
encontró que la población de 17 años de edad tiene más relaciones inestables que el resto,
pues es la etapa definitoria de la adolescencia. Sin embargo, esto no tiene tanta influencia en
la presencia de rasgos depresivos, como se había pensado puesto que en otros resultados se
reflejó que a pesar de la presencia de una pareja estable los síntomas depresivos se siguieron
presentando de manera constante.
Según datos reportados por el INEI en el 2015, la población adolescente asciende a 5,086,122
jóvenes que representan el 18.6% del total de la población (MINSA, 2017) y en la última
encuesta de salud escolar efectuada en el año 2010 se destaca la alta prevalencia de síntomas
depresivos e ideación suicida en la población estudiantil, informando que el 20% de los
adolescentes consideró seriamente el intento de suicidio, el 15.3% informó haber realizado un
plan para poner fin a su vida y el 17.4% reportó haber llevado a cabo, al menos en una
oportunidad, el intento de suicidio, siendo las mujeres quienes reportaron un mayor índice en
la ideación suicida con un 27.9%, mientras los hombres lo hicieron en un 12.3%.
Esta misma encuesta también recoge información acerca de los factores de riesgo que
conviven con los adolescentes como el hecho de que el 10.5% casi siempre o siempre se
sintieron solos en el último año, el 9% no lograba dormir por la noche por las intensas
preocupaciones y más del 60% de los adolescentes reporta no sentir que sus padres entienden
sus preocupaciones, conozcan de sus actividades y les demuestren afecto, todos factores
asociados a problemas de autorregulación, control de impulsos, susceptibilidad y el inicio de
conductas de riesgo que podrían derivar en síntomas depresivos (MINSA, 2011).