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La educación en Pandemia

Por Lic. Anuar Cortázar Cáez


Hay que reconocer que los maestros y maestras que han tenido que enfrentar ante la
sorpresiva llegada de la pandemia Covid-19, la cual no permitió ni la capacitación,
ni el aprestamiento tecnológico para ofrecer una educación remota de calidad a sus
alumnos, toda vez que no se tuvo en las escuelas y colegios la conectividad requerida
para sus alumnos, principalmente de los estratos 1, 2 y 3, además de que la
infraestructura de las escuelas y sobretodo el espacio de los salones no permitía tener
la distancia exigida y como si fuera poco no había garantía de contar con abundante
agua potable para el baño constante de las manos.

Todos estos desajustes que se presentaron en el sistema escolar, ocasionaron tensión,


angustias en los maestros y en los estudiantes deserción, desmotivación por el
estudio, distracción del proceso educativo y empleo del tiempo en otras actividades
que poco aportan en dicho proceso.

La desventaja es mayor para los sectores populares, que además de recibir una escasa
escolaridad en su vida, esta interrupción los condena a la ignorancia, en muchos casos
a la renuncia a regresar a la escolaridad, si tenemos claro que la educación es el
sendero seguro de formación como persona y ciudadano, para ser consciente de sus
derechos y deberes y de mantener con altivez su dignidad, la cual exige elaborar un
proyecto de vida que le permita el disfrute de un mejor bienestar de él y de su familia.

Esta platica en este año y medio se perdió, como también se perdió el tiempo y la
oportunidad de estudiar, esto nos cobrará con creces este desfalco educativo que
independientemente de quienes sean los responsables, no es recuperable por más
aprestamiento y cursos remediales que ofrezcamos, su falla es grave y la
comprobaremos en poco tiempo, estudiantes sin poder terminar su primaria, alumnos
sin haber concluido su bachillerato y tampoco cumplir su ilusión de ir a la educación
superior, lo cual genera mayor resentimiento y discriminación social y cultural,
saberse colombiano pero sin ningún aliciente para cambiar su vida y sus
circunstancias.

Hagamos lo que esté dentro de nuestras posibilidades para mitigar el impacto de este
daño, tanto en los sectores pobres citadinos como en el sector rural, en donde esta
niñez y juventud puede ser fácilmente absorbida por otros grupos y el hampa criolla
que los utiliza como escudos en la confrontación.

Los procesos de apertura escolar deben ser graduales y deben consultar la realidad de
cada región, pero persistir en la presencialidad plena. En donde se den las
condiciones de bioseguridad. Que se esté seguro de no contagio, porque primero la
vida, después la educación.

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