Joseph LORTZ, Historia de la Iglesia en la perspectiva de la historia del
pensamiento. Tomo I: Antigüedad y Edad Media. Tomo II: Edad Moderna y Contemporánea, Madrid: Ediciones Cristiandad, 2003 (I) y 2008 (II), 766 pp. (I) y 839 pp. (II), 15 x 20, ISBN 84-7057-470-1 (I); 978-84-7057-530-3 (II); 978-84-7057-470-2 (obra completa).
El luxemburgués Joseph A. Lortz mera yuxtaposición de detalles: lo funda-
(1887-1975) es uno de los historiadores mental es exponer un todo vivo, superando más afamados del siglo XX. Su Geschichte críticamente los hechos. Y un paso más. der Kirche, publicada por primera vez en Hacer una historia de la Iglesia hace nece- 1929-1930, ha sido reeditada en numero- saria una consideración teológica e históri- sas ocasiones, sin cambios sustanciales has- co-teológica, en la que las ideas rectoras ta 1960. En 1965 vio la luz la edición 23ª, deben inferirse, en lo posible, del acervo de un texto enteramente nuevo, salvo míni- la revelación. De aquí una tesis fundamen- mos pasajes, y en el que hay, en palabras tal de Lortz: la historia de la Iglesia es teolo- del autor, una mayor diferenciación de los gía. Y eso es así puesto que, aparte de las temas. La Historia de la Iglesia que ahora fuerzas cognoscitivas naturales del hom- publica Cristiandad es una versión realiza- bre, utiliza unas fuentes y unos criterios de da sobre dicha edición. conocimiento particulares, esto es, la reve- Esta obra de Lortz no ha de ser equi- lación. La historia de la Iglesia es historia de la parada con una dogmática con ilustracio- salvación. nes históricas: «Lo que yo trato de descri- La obra completa se estructura del si- bir es la propia historia, con su estructura guiente modo. A la introducción le siguen pluriforme y su compleja estratificación, cinco grandes partes: I. Antigüedad: la con sus corrientes principales y secunda- Iglesia en el mundo greco-romano; II. rias y sus contracorrientes, limitándome a Edad Media: el período romano germáni- las líneas fundamentales, pero de modo co; III. Edad Moderna: la Iglesia frente a la que aparezcan en primer plano las fuerzas cultura autónoma; IV. Las Iglesias orienta- rectoras, las ideas, el pensamiento» (I, p. les; V. Edad Contemporánea: cambios y 11). Con el objeto de descubrir y destacar perspectivas. Estas partes se subdividen en estas ideas rectoras, los hechos son situa- épocas y éstas, a su vez, en períodos. Por dos el cuadro histórico concreto de cada ejemplo, la Antigüedad se divide en dos época. Pero este trabajo no se limita a una épocas: el Imperio romano pagano y el Im-
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RESEÑAS
perio romano «cristiano», mientras que la ejemplo, le he dedicado diez páginas; a
primera época de la Edad Moderna, desde santa Hildegarda, sólo una. Sin duda, de 1450 a la Ilustración, se subdivide en tres esta extraordinaria mujer de Bingen se po- períodos: el Renacimiento y el Humanis- drían decir muchas más cosas y más im- mo, la Reforma y la Contrarreforma, el portantes. Pero que algo sea historia de- -siglo de la Iglesia galicana. Toda la obra pende esencialmente no sólo, ni en la está, en paralelo, subdividida en 126 epí- misma medida, de su existencia histórica, grafes. El texto propiamente dicho viene sino también, y de forma decisiva, de su completado, al final del tomo II, con ilus- repercusión histórica; y, desde este ángulo, traciones, planos, mapas e índices. Bernardo es incomparablemente superior Ante la perspectiva de tamaño trabajo a su gran contemporánea» (I, p. 15). Según no extraña que se hayan seleccionado te- esta forma de pensar, Lortz ha destacado mas y que, incluso éstos, se hayan tratado dos grupos de temáticas: a) la espirituali- de una forma desigual. El autor lo justifica dad medieval, su impronta de objetivación así: «Una exposición resumida de la histo- y la consiguiente lucha entre «Sacerdo- ria de la Iglesia debe intentar efectivamen- tium» e «Imperium»; b) los problemas in- te presentar el curso de los acontecimien- telectuales y espirituales planteados por la tos con cierta homogeneidad. Pero para Reforma. esta tarea es de todo punto de vista esencial A pesar de no tratar, por razones ob- distinguir lo importante de lo menos im- vias, lo sucedido más allá de la época de portante, acentuar unas cosas y pasar por Pablo VI, esta gran obra se presenta como alto otras; el arte consistirá precisamente un instrumento especialmente interesante en saber omitir con acierto. Es evidente tanto para profesores e investigadores co- que en la selección influye mucho el juicio mo para estudiantes y lectores cristianos subjetivo; de acuerdo con los conocimien- cultos. La historia de la Iglesia, estudiada tos del autor y su campo de especializa- en la perspectiva de la historia del pensa- ción, determinados temas importantes miento, una historia que no se queda sim- aparecerán con más relieve que otros. Ten- plemente en transmitir unos datos orde- go por principio que tal falta de homoge- nados cronológicamente, es el contexto neidad es no sólo materialmente inevita- privilegiado en el que situar y comprender ble, sino necesaria. La historia no es el sucesos, vidas y doctrinas. Su lectura inclu- pasado, sino el pasado que llega vivo hasta ye, como se debe hacer siempre con este el presente. Ciertos acontecimientos, fuer- tipo de publicaciones, el eventual análisis zas e ideas del pasado mantienen –unos crítico de sus ideas, comparándolas con las más que otros– esta pervivencia; algunos, visiones de otros historiadores y a la luz de por consiguiente, deben ser expuestos con publicaciones más actualizadas y recientes. mayor énfasis. A Bernardo de Claraval, por Juan Luis CABALLERO