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HISTORIA, Vol.

35, 2002: 251-297

Instituto de Historia
Pontificia Universidad Católica de Chile

LEoxaRDo Lpóx*

RECLUTAS FORZADOS Y DESERTORES DE LA PATRIA:


EL BAJO PUEBLO CHILENO EI{ LA GUERRA
DE LA II{DEPEI{DEI{CIA, 1810. 18141

" ¡Viva la Patria y estamos en cueros y sin camisa!


Viva la Patria y sitiados por todas partes!"

Canto de los milicianos patriotas durante el sitio de Gabino


Gaínza a Concepción, diciembre de 1813.

ABSTRACT

This article presents a detailed account of the conflictive relationship that evolved
between the chilean lower classes and the elite during the first phase of the war of
Independence ( 1810- 18 l4). Based upon a wide range of documents, the author
demonstrates that the deep schims which divided the social body during the
nineteenth century had its roots in tho se early days of the Republic. It focuses its
atention on the military aspects, examining both the forced recruitmen of peasants
and inquilinos from the haciendas and its subsequent dessertion from the warring
armies. Neither patriots nor monarchists, the lower classes showed their
determination to remain outside the civil war. Thus, they became an imp ortant
third party in the eonflict, under the guise of montoneros and bandits, that
continued fighting against the national authorities well after the Independence
wars had ended.

Durante los inciertos días de la Patria Vieja, cuando patriotas y realistas se


disputaron el poder en el país, el bajo pueblo chileno inició su propio levantamien-
to contra la elite tomando el camino de la deserción y la fuga. Al abrazar esa
opción, los plebeyos del campo y la ciudad transformaron su tradicional resistencia
social en activa oposición militar. Efectivamente, la crónica indisciplina laboral, su
repugnancia a vivir en poblados y la reconocida fama de insubordinados que se

* Profesor de la Universidad de Valparalso y de la Universidad de Chile.


¡ Este trabajo fue realizado gracias al financiamiento otorgado por el Proyecto "Espacios de
sociabilidad y tipos humanos en la frontera mapuche de Argentina y Chile, 1800-1900", Fondecyt
1000 12 1.
252 HISTORIA 35 I 2OO2

atribuía a los peones hicieron crisis cuando los dos bandos combatientes aumenta-
ron sus exigencias sobre ese vasto sector, demandándole más productividad en las
haciendas y obrajes, mayor estabilidad en sus formas de vida y una activa y entu-
siasta colaboración en el plano militar. Si hasta allí, y por más de un siglo, la gente
pobre había cultivado su existencia de afuerinos, se había automarginado del Esta-
do y había insistido en vagabundear por la tierra, ¿por qué habría de cambiar su
conducta ancestral ante una repentina demanda de la elite?2.
Para los representantes del monarca, la guerra englobaba principios, intereses y
expectativas que no estaban dispuestos a ceder con facilidad, especialmente cuando
las reformas tributarias, comerciales y administrativas de los borbones comenzaban
a dar sus primeros frutos. Para los patricios del reino la guerra también era crucial,
pues con la derrota arriesgaban la pérdida total del poder, de sus riquezas e, inclu-
so, de sus vidas. "La ambición del mando", escribió un fraile realista en 1815,
refiriéndose a los líderes de la elite, "como fiebre voraz les abrazaba el cora-
zótt..."3 Pero debemos preguntarnos, ¿era igualmente crucial la revolución para la
plebe? En realidad, frente a los acontecimientos que se desataron con tanta fuerza
y violencia a partir de 1810, los sectores populares permanecieron indiferentes. En
Concepción, a fines de 1813, al momento de ser ejecutado un grupo de cinco
peones, una de las víctimas confesó "que no solo no sabía la causa de su muerte,
pero ni tampoco si había o no guerra, ni por qué razón..."4 Esta indiferencia del
bajo pueblo y el creciente abismo que surgió entre este y el liderazgo patriota
fueron acaso los factores más importantes en la derrota de los insurgentes, que
culminó en Rancagua a principios de octubre de 1814; también sirvieron como
importantes ingredientes en el posterior proceso de restauración monarquista. En
efecto, la persistencia en la memoria colectiva del descalabro económico, social y
moral que vivió el país desde el inicio de la revolución en septiembre de 1810
Ilevó al general realista Mariano Osorio a escribir al momento de asumir el mando
en Santiago: "Cuatro años, diecisiete días ha llorado Chile una revolución, que
principió con injusticias, continuó con tiranías y terminó con crueldad"s.

2 Leonardo León, "Mestizos e insubordinación social en la frontera mapuche de Chile, 1700-


1726", Estudios Coloniales 2 (Santiago, 2001); "Que la dícha herida se la dio de buena, sin que
interviniese traición alguna...: el ordenamiento del espacio fronterizo mapuche, 1726-1760", Revista
de Hístoria Social y de Mentalidades 5 (Santiago, 2O0l),129-165; "Reglamenrando la vida cotidiana
en Chile colonial: Santiago, 1750-1770", Revista Valles 4, 1998,47-75; "Elite y Bajo Pueblo en Chile
colonial: la creación del Cuerpo de Dragones, 1758-1760", Estudios Coloniales I Santiago, 2000, 183-
L94; "La guerra contra las pulperas en Santiago de Chile, 1767", lornada de Historia de las Mentali-
dades. Homenaje a George Duby (Univ. de Chile, 1999), 93-114. "Bajo Pueblo y Cabildo en Sanriago
de Chile Colonial, l'158-1768", Revista Contibuciones Científícas (Universidad de Santiago, 2001).
3 Juan Ramón, "Relación de la conducta observada por los padres misioneros del Colegio de
Propaganda Fide de la ciudad de Chillán, desde el año 1808 hasta fines del pasado de 1814", en
Colección de Historiadores y d.e Documentos relativos a la Independencía de Chile (C. H. D. I. Ch),
Vol.4, 16.
a Anónimo, "Memoria sobre los principales sucesos de la revolución de Chile desde 1810 hasta
1814" en C H. D. I. Ch., Vol. 2, 105.
s "Conducta militar y política del general en jefe del ejército del Rey, en oposición con las de
los caudillos que tiranizaban al reino de Chile, 12 de octubre de 1814", en C. H. D. L Ch., Vol. 4, 175.
LEONARDO LEóN / RECLUTAS FORZADOS y DESERTORES DE
LA pArRtA: 253

En las próximas páginas intentaremos reconstruir el proceso de quiebres


y rup_
turas registrado entre la elite y la plebe durante el significativo
lapso de lglb_
1814, época en que el discurso del patriciado pasó de un tímido
llamado a la
autonomía política a una convocatoria a la secesión total. Centraremos
la atención
en la resistencia demostrada por el bajo pueblo a participar voluntariamente
en la
guerra, analizando las principales medidas administrativas que
se tomaron para
forzar su intervención. .,El más furioso ardor revolucionario,,, escribió
el historia_
dor hispanista Mariano Torrente, ,,hacían un curioso contraste con la gran
masa
general de la población, que estaba muy distante de agitarse y
de ponerse en aquel
activo movimiento que deseaban los agentes de la rebelión,,6. besde
el primer
momento, cuando se reunieron los vecinos nobles de la capital para
formar la Junta
de Gobierno, la revolución aristocrática no contempló involuciar
al populacho en
la nueva escena política, ni tampoco la plebe mosdó mayor entusiasmó
por verse
arrastrada a un enfrentamiento que no sentía como algo piopio: quizá
presentía que
su intervención en la guerra secesionista estaba a ser bajo la forma
tradicional de la'carne de cañón,, conformando los"or¿áru¿u
contingentes que alimentarían
la nutrida cifra de muertos, inválidos y desarraigados. Los áá, .onnotudos
ideólo_
gos patriotas no ignoraron la apatía que cundía en el bajo pueblo. ,,Como
los
trastornos y conmociones del orden político no influyen én
,u suerte,,, escribió
José Antonio Irisarri en st Semanario Republicano, ,;manifiesta
una indiferencia
estúpida en medio de los acontecimientos de mayor importancia,rT.
En fin, en este trabajo sobre la conflictiva relación entre la elite y
pueblo durante la Patria Vieja, argumentaremos que las
el bajo
levas peonales fueron de
naturaleza forzada, transformando el servicio militar ,, nr"ü sistema de disci_
"n
plinamiento que aceleró la alienación de las clases populares, estimuló su deser_
ción y provocó su migración hacia las tierras libres dál Norte Chico,
la Araucanía o
las Pampas transandinas. planteamos que, más que resolver un problema,
la revo_
lución iniciada en 1810 hizo público un proceso histórico que hasta
allí había
permanecido más o menos oculto
-la cruda oposición de intereses de la elite y de
los plebeyos- exacerbando una crisis social áe proporciones. Más grave
"ror*",
aún, la deserción dejó de ser un acto individual para transior-urr" una
ta colectiva del mundo popular a las presiones áel patriciado, lo que ", tuvorespues_
profun_
das implicancias en la posterior construcción del Esiado republicanos
. Los áerrrto_
res de la patria, estigmatizados por las autoridades y siemire
dispuestos a explotar
las debilidades del sistema estatal se transformaron, a partir de
esos años, en los
progenitores históricos del bandido, del gaucho, del ñuaso
maulino y d.e1 roto
chileno. En otras palabras, los hombres más activos y rebeldes del
bájo pueblo,
aquellos que desde 1810 rehusaron someterse y desertaron de
los ejércitos comba_
tientes, pasaron a ser los principales actores de una insospechaáa
tragedia que
llegó a ser la contrapartida de la historia patria.

6 Mariano Torrente, .,Historia de la revolución de


1. El Semanario Republicano. l0 de noviemUre Chile, 1g10-1g2g,,, en C H. D. I. Ch., Vol. 3, 31.
6 Ana María Stuven, ..Una aproximación ¿e tSt:.
a la cultura política de la elite chilena: concepto y
valoración del orden social, 1830-1g60',, Revista de Estudios
iúbliror,OO, irnti"g", fqqZ.
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1. IxoBPENDENCIA Y BAJO PUEBLO

EI quiebre del orden constitucional que se produjo a partir de 1810 no motivó a


Ias grandes mayorías nacionales a sumarse a la gesta emancipadora, simplemente
porque el reemplazo de las viejas normativas no transformó en nada Ia actitud
antipopular de la elite. Por el contrario, cada paso que dieron los patricios de la
época fue dirigido a resguardarse de un inesperado ataque popular. Así, al funda-
mentar los motivos que tuvieron para derrocar al gobierno de Antonio García
Carrasco, los concejales del Cabildo santiaguino se refirieron a las acciones de "un
vil mulato [que] salió proponiendo libertad a los esclavos, como sostuviesen al
presidente..."e En el mismo Acuerdo, los ediles daban cuenta de los temores que
les mantenían en vilo: "ya que se armaba la plebe para que saquease la capital; ya
que aparecían escuadrones de gentes de las campañas". ¿De dónde provenía este
nefasto concepto de la gente pobre? Sin duda que la respuesta a esta pregunta
escapa de los marcos de este trabajo, pero no se puede ignorar que el trasfondo del
proceso histórico que tuvo lugar durante ese período fue teñido por el terror que
inspiraban a los patricios la inmensa masa de hombres y mujeres de piel cobriza
que desde el anonimato hacían sentir su presencia en la escena nacional. Por su
parte, los plebeyos siguieron las banderas que levantaron las autoridades, sin im-
portarles demasiado si eran republicanas o monarquistas, porque para ellos era
muchos más efectiva la fierua del fusil, la atracción de la aventura o el afán por
obtener un botín. Militarmente, sin embargo, su participación en uno u otro ejérci-
to, fue decisiva. Juan Mackenna, el prestigiado militar irlandés que prestó servicios
en el ejército patriota durante esta época, escribió con crudeza cuando se refirió al
exitoso avance de los españoles comandados por Gaínza en 1813: "Verificose la
invasión, y se vió con asombro e indignación un puñado de chilotes y valdivianos
apoderarse, sin cuasi tirar un tiro, de todo el reino hasta la orilla del Maule". Desde
el sur, el bajo pueblo fronterizo marchó bajo los estandartes monarquista, a dife-
rencia de los peones de Chile central que fueron reclutados forzadamente. En lo
que sí coincidían los comandantes de ambos bandos fue en considerar el enrola-
miento del peonaje como un asunto natural, sin apreciar la naturaleza de los hom-
bres que se encargaron de llevar a los campos de Marte. "Estos cuerpos", observó
el comandante realista Antonio de Quintanilla al describir los contingentes de
milicianos que se sumaron a las tropas de Pareja cuando se dirigía hacia Santiago,
"sin disciplina, instrucción y sin más armas que unas lanzas de coligües, aunque
con buenos caballos, más servían de confusión y desorden que de utilidad"l0.
El inesperado giro que asumió la guerra una vez que los realistas decidieron
reconquistar sus perdidas posesiones, enajenó aún más la participación de las cla-
ses populares, especialmente cuando los peones se vieron forzados a disparar sus

e "Acuerdo del Ayuntamiento de Santiago, T de agosto de 1810", en Fray Melchor Martínez,


Memoría históríca sobre Ia revolución de Chile, desde el cautiverio de Fernando VII, hasta 1814'
escrita de órden del R¿y (1815) Santiago, 1848,220.
r0' Antonio de Quintanilla, "Apuntes sobre la Guerra de Chile (1815)", en C. H. D. I. Ch. Vol. IV
(Santiago, L90O),212.
LEONARDO LEÓN / RECLUTAS FORZADOS Y DESERTORES DE LA PATRIA:
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armas contra sus propios hermanos. La virtual guerra civil producía espanto, divi_
siones y anarquía. A ello se sumó el creciente caos político qr" p.oro.ó la ruptura
entre diferentes fracciones de la elite y su innata tendencia a debatir los más
afiebrados proyectos políticos, proyectando una imagen de desconcierto y falta de
autoridad. "Todos se creían gobernantes", escribió con amargura Manuel José Gan_
darillas algunos años más tarde, "y ninguno quería ser gobernado,,ll. No sin razón,
un testigo realista de la época describió a los líderes de la insurrección patriota
como "mandones e ilusos"12. De igual forma, el virrey Abascal denunció en abril
de 1813 a los jefes patriotas como un grupo reducido de ,.egoistas que abrigando
ambiciosos planes de mando, encendían en su patria las rivalidad., y puriidor,
llevándola a la ruina y desolación...,'13. Al capturar la ciudad de Santiago, el 5 de
octubre de 1814, las autoridades monarquistas continuaron desprestigiando a los
líderes de Ia emancipación, a quienes describieron con los epítetos de ..almas in_
quietas, ambiciosas o alucinadas... quiméricos... monstruos de iniquidad... ambi_
ciosos y tumultuarios"l4.
El creciente desprestigio del liderazgo patriota y el colapso de las antiguos
mecanismos de control social, proporcionaron al peonaje la oportunidad para-des_
plegar su crónica insubordinación, su espíritu pícaro y su crónica falta de respeto.
"A más de la escasez de bagajes,', escribió en su Diario de campaña el mayor
general Francisco Calderón al describir el desplazamiento del ejército de
O'Higgins hacia Concepción a mediados de marzo de lgl4, .,uno de los arrieros se
llevó en la noche 15 mulas"15. eue la víctima principal de este atentado haya sido
una de las máximas autoridades del gobierno nacional demuestra la descarada
conducta que asumió el populacho frente a quienes, en su opinión, no dejaban de
ser meros caudillos. "Estos milicianos del campo',, escribió el letrado cronista José
Rodríguez Ballesteros, "son propios para las armas, y por naturaleza buenos solda_
dos para campaña, pues su clase conserva la sangre araucana..,',16
¿Por qué el bajo pueblo chileno decidió marginarse del enfrentamiento que
dividía a la aristocracia? Diversos autores coinciden en describir la ausencia de
reformas sociales, políticas o económicas que modificaran las condiciones de vida
del bajo pueblo durante la administración borbona. por el contrario, como han
demostrado investigaciones recientes, la modalidad del trabajo forzado a ración y
sin sueldo fue mucho más que un símbolo de los ruevos aires autoritarios qul
soplaban en los pasillos del gobierno imperial: en medio de un riguroso proceso de

ll Manuel J. Gandarillas,,.Don Bernardo O,Higgins. Apuntes


históricos sobre la revolución en
Chile", en C. H. D. I. Ch., Vol. 14, 20.
12 Anónimo, "El Pensador del perú', (1815), en
C. H. D. L Ch. Vol. 4, 10g.
13 "Proclama del virrey del perú a ios haúitantes
de la provincia áe la Concepción de Chile,
Lima,22 de abril de 1813", en C. H. D. I. Ch., Vol. IV, 125. Véase rambién.,El virrey det perú a los
habitantes de Chile, con motivo del suspirado regreso de nuestro Soberano a su trono,
Lima, g de
agosto de 1814", en C. H. D. L Ch. Vol. IV (Santiago, 1900), 134.
"El virrey del Perú a los habitantes del reiño de Chile, Santiago,5 de ocrubre de 1g14,,, en C.
H. D. I. Ch, Vol. 4, 168.
l5 Francisco Calderón, ,,Diario de las ocurrencias del Ejército de la patria
y dá principio el día 14
de marzo de 1814", en C. H. D. I. Ch., Vol. l, 312.
16 José Rodríguez B., ,,Revista de la Guerra de la
Independencia de Chile,,, ...Ob. it.,g2.
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persecución, vigilancia y castigo, los pobres de la ciudad y la campaña conocieron,


a partir de 1750, el celo persecutorio de los jueces de campos y de los Alcaldes de
BarriolT. "La estructura social", escribió John Lynch, "estaba construida en torno a
la tierra, poseída por una minoría afortunada y trabajada por una masa de misera-
bles"l8. La revolución de 1810 tampoco representó ningún gran cambio' La aboli-
ción de la esclavitud, Ia eliminación del sistema de castas y la instauración de un
régimen formal de igualdad ante la Ley, no significaron mucho para la gran mayo-
ría de los chilenos, porque no extinguieron los mecanismos estructurales que ha-
bían gestado la miseria y que obligaba a la mayor parte de la población a vivir
como gañanes, afuerinos y temporerosl9. Para el bajo pueblo, la ruptura iniciada
por Ia elite solamente significó un cambio en la administración del país y una
consolidación de los mecanismos de exclusión que se habían perfeccionado en las
pasadas décadas. A nivel local, en el microscópico mundo de estancias y villas, los
terratenientes continuaron ejerciendo ferréamente la autoridad, sin permitir que la
revolución política transformara de manera alguna el antiguo modelo señorial.
Tampoco permitieron que prosperara un espíritu de reforma social, si bien se alza'
ron voces tímidas que denunciaron las lacras de la dominación colonial demandan-
do más justicia y equidad en el trato que se daba a los grupos populares. "La
pobreza extrema, Ia despoblación asombrosa, los vicios, la prostitución, la ignoran-
cia y todos los males que son efecto necesario del abandono de tres siglos", afirmó
Manuel de Salas en su conocido Oficio de la Diputación del Hospicio, "hacen a
este fértil y dilatado país la lúgubre habitación de cuatrocientas mil personas, de
las que dos tercios carecen de hogar, doctrina y ocupación..."20 Arruinados, sudan-
do 'sangre', extenuados, miserables y desarraigados, los labradores, artesanos, mi-
neros y jornaleros se enfrascaban en los vicios más infames para soportar una
"existencia insufrible". "Levantad el grito para que sepan que estáis vivos", argu-
mentaba por su parte el fraile Antonio Orihuela en 1811, en una confusa proclama

r7 Pedro Burgos, Violencia en el norte chico: los delitos\de homicidio y lesiones en la Villa de
San Felipe el Real y en el asiento de minas de Petorca 1750-1800 Tesis para optar al grado de
Licenciado en Humanidades con mención en Historia, Universidad de Chile, 1995; María Paz Arrigo-
rñaga, El band.olerismo en Colchagua durante el siglo XVIil. Tesis para optar al grado de Licenciado
en Antropología, Universidad de Chile, 1986.
r8 John Lynch,The Spanish American revolutíons, 1808-1826 London, 1973; Sergio GrezT-, De
la regeneración del bajo pueblo a la Huelga General, 1810'1880 Santiago, 7999,' Arnold Bauer,
"sociedad y potítica rural chilenas en un enfoque comparativo", Proposiciones 19, 1990; José Bengoa,
Et poder y la subord.ínación. Acerca del origen rural del poder y la subordinación en Chile 2 Vols.,
Santiago, 1988.
19 Marcelo Carmagnani, Les mecanismes de la vie economique dans une societe coloniale: Le
Chile, 1680-1830 Paris, 1973; Gabriel Salazar, Labradores, peones y proletarios. Formación y crisis
de la socieclad popular chilena Santiago, 1985; Rolando Mellafe, "Latifundio y poder rural en Chile
de los siglos XVII y XVI[", Cuadernos de Historia No 1, Santiago, 1982, 87-108; Arnoldo Pacheco,
"La economía de una sociedad tradicional: propiedad rural en Concepción, siglo XVIII", en J. G.
Muñoz, editor, El Agro Colonial, Serie Quinto Centenario, Universidad de Santiago, 1992.
20 Manuel de Salas, "Oficio de la Diputación del Hospicio al Excelentísimo señor don Luis
Muñoz de Guzmán, gobernador y capitán general del reyno, en que se proponen medidas para arbitrar
recursos con que sostener el establecimiento (¿1804?)", en Sergio Grez, La cuestión social en Chile.
Ideas y debates precursores, I 804- I 902 S antiago, 1995, 45.
LEONARDO LEÓN I RECLUTAS FORZADOS Y DESERTORES DE LA PATRIA:
251

dirigida a los penquistas, "y que tenéis un alma racional que os distingue de los
brutos, con quienes os iguala1..."2l
El bando monarquista tampoco ofreció grandes cambios. ,,Estos valerosos y
sufridos soldados", apuntó a modo de epílogo de la patria Vieja el coronel realista
Antonio Rodríguez Ballesteros, al referirse a los contingentes que engrosaron los
ejércitos de Antonio Pareja, Gabino Gaínza y Mariano Osorio, .,que abandonaron
sus hogares y sus familias y derramaron su sangre en el servicio del Rey, siempre
desnudos y llenos de miseria, unos sin brazos, otros sin piernas y todos llenos de
contusiones, impedidos totalmente para trabajar en lo sucesivo y para mantener sus
mujeres y un crecido número de hijos, fueron inhumanamente despedidos del ser_
vicio..."22 Sin embargo, antes de morir o de verse obligados a sobrevivir como
pordioseros, siempre quedaba para el peonaje la posibilidad de fugarse o desertar,
dejando en los comandantes el amargo sabor que causa la traición en el campo de
batalla. No sin razón, una de las frases más utilizadas por los comandantes de la
época fue señalar que "la mayor parte de las milicias se habían desertado...,,23
El beneficio que la revolución independentista reportó al bajo pueblo fue prácti_
camente nulo; peor aún, la liberación del tutelaje madrileño permitió que la aristo_
cracia chilena comenzara a ejercer su poder sobre los plebeyos sin las salvaguar_
dias jurídicas que les había brindado el antiguo sistema monárquico. Así,
confrontados con la opción de sumarse a los bandos en pugna, irrumpió el bajo
pueblo desempeñando su nuevo rol de desertor o bandolero. Empero, a diferencia
de sus ancestros -los vagos, ociosos y malentretenidos que asolaron el campo
chileno desde mediados del siglo XVII-, los nuevos tránsfugas portaban armas de
fuego, se movían en gavillas o bandas y habían recibido entrenamiento bélico2a.
Muchos eran experimentados arrieros, cuatreros o salteadores, y no pocos habían
participado en los feroces malones araucanos que asolaron el mundo trasandino.
En común, todos tenían un buen conocimiento del terreno y poseían la habilidad
guerrillera para conformar las primeras montoneras populares. Su afán no era sola_
mente sobrevivir en un medio abiertamente hostil, sino desafiar el poder de la elite.
Por supuesto, durante la Patria Vieja, este fenómeno se manifestó solamente en su
estado embrionario. Alternativamente, y esa fue la posición que asumió la mayor
parte del populacho, muchos hombres de la plebe prefirieron permaneier como
pasivos testigos de las encarnizadas luchas que protagonizabala elite. ,,Grupos de
curiosos, compuestos principalmente de hombres del pueblo y de vendedores del
mercado público", escribió Barros Arana al describir el enfrentamiento que se
produjo enlaPlaza de Armas de Santiago entre patriotas y monarquista durante el

2r Antonio Orihuela, "Proclama revolucionaria" , en Grez, La cuestión social..,, Ob, Cit., 54.
22 José RodríguezB., "Revista de la Guerra de la Independencia de Chile", en C. H. D. I. Ch.
Vol. 6, 215.
23 Juan Mackenna, "Informe sobre [a conducta militar de los Carreras dado en virtud de órden
espedida al
9fe1¡opor el Supremo Director don Francisco de La Lastra, Santiago,20 dejulio de lgl4,,,
en C. H. D. I. Ch, Vol. l, 250.
Mario Góngora, "Vagabundaje y sociedad fronteriza en Chile (Siglos XVI a XIX)", en Estud,ios
de Historia de las ldeas y de Historia Social. Ediciones Universitarias áe Valparaíso, 19g0, 341-390;
Alejandra Araya, Ociosos, vagabundos y malentretenid,os en Chile colonial Dibam, Santiag o, 1999.
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motín de Figueroa, "parecían esperar llenos de inquietud el desenlace de aquel


inusitado aparato militar"25.
Sin embargo, sería un error afirmar que todos los chilenos dieron vueltas sus
espaldas a la nueva patria. En ese sentido se puede citar el decreto emitido por José
Miguel Carrera, a fines de noviembre de 1812, para poner coto al entusiasmo que
mostraban por la causa nacional "varios jóvenes de inmoderado patriotismo"26.
Incluso, de tierras lejanas, decenas de hombres acudieron en esos años a luchar por
la causa patriota. Describiendo el exitoso asalto cometido en Yerbas Buenas, el
mismo Carrera manifestaba que las fuerzas nacionales habían sido lideradas por
Santiago Bueras, Manuel Rencoret y el 'americano' Enrique Eyros, "que sirve de
aventurero del ejército"27. Gregorio Las Heras y Ramón Balcarce, oriundos de la
Argentina, comandaron por su parte heroicos batallones de bonaerenses y cuyanos
que acudieron en solidaridad con los revolucionarios chilenos. No obstante estos
esfuerzos, y sin desconocer el celo y entusiasmo de miles de soldados, se puede
afirmar que desde un primer momento el país nació dividido entre aquellos que
miraban indiferentes estos acontecimientos y los que 'atascaron' las secretarías
solicitando incorporarse al ejército cuando se anunció la formación del primer
cuerpo de veteranos nacionales. Como señala el relato que se da en autoría a
O'Higgins, "el deseo de charreteras y los sueldos, y el darle destino a algunos
ineptos y ociosos, era todo el fin que se proponían los aspirantes y los que por ellos
se empeñaban"28. Refiriéndose en particular al caso de Juan José Carrera, uno de
los oficiales más controvertidos de la época, el autor que vamos citando señaló que
era "unjóven vago, inepto y acostumbrado a la vida licenciosa y holgazana..." Y
luego agregaba: "Se entabló la recluta de soldados recogiendo los criminales de las
cárceles, y vaciando los presidios, sin consideración a que en estos primeros hom-
bres, se iba a depositar la confianza pública, y el sosten del órden..." En el caso
del sargento mayor del regimiento de Granaderos Enrique Campino, el comandante
en jefe O'Higgins escribió en abril de 1814: "es vano, orgulloso, ignorante, revolu-
cionario ambicioso tiene toda la calidad mala para el empleo que obtiene, es dema-
siado de vicios indecibles..."2e
Para los miembros de la elite, que comandaba gran parte de la economía, del
comercio y de la propiedad territorial, era un hecho casi natural que sus hijos
ejercieran el mando durante el período de convulsiones que siguió a 1810. Del
mismo modo, y por las mismas razones, los nuevos jefes no se vieron obligados a
distinguir entre los antiguos peones e inquilinos y el nuevo pueblo uniformado:
para ellos, los pobres debían seguir sus órdenes y perder sus vidas, si era necesario,
en los campos de batalla. Por eso mismo, la tarea de engrosar las filas de los

2s Barros Arana, Historia Jeneral..., Ob. Cit., Vol. VIII, 309.


26 "Bando estableciendo Medidas de Seguridad, Santiago, noviembre 24 de 1812", e¡ Boletín de
Leyes y Decretos del Gobierno 1810-1818 (B. L. D. G), Volumen I, 187.
27 "Carrera al Superior Gobierno, Talca,29 de abril de 1813", en C. H. D. I. Ch., Vol. 23, 149.
28 Id.,35.
2e "O'Higgins al Director Supremo del Estado, Quechereguas, 14 de abril de 1814", en C. H. D.
I. Ch. Vol. 23,352.
LEONARDO LEÓN / RECLUTAS FORZADOS Y DESERTORES DE LA PATRIA: 259

regimientos era para el peonaje no más que eso: una tarea, nunca la defensa de un
principio ni de una concepción doctrinaria. Reaparecía en el ejército la vieja rela-
ción de patrones y dependientes bajo la nueva nomenclatura de oficiales y solda-
dos. Todo esto porque el principal objetivo de la elite revolucionaria no consistía
en modificar las condiciones de vida de los de abajo, sino triunfar sobre sus enemi-
gos monarquistas, extirpar sus instituciones y perseguir con brutal encono a todos
los que disintieran de la nueva política oficial. ¿Cómo evaluó estos cambios el
resto de la comunidad? ¿Hasta qué punto la arrogancia del patriciado alienó a la
sociedad civil, haciendo imposible la victoria revolucionaria? Es díficil contestar
estas preguntas sin relevar miles de documentos que han sido hasta aquí ignorados
-entre otros, las causas judiciales, los informes de doctrineros, además de cartas
privadas y testimonios orales que han perdurado en el tiempo-, pero lo que no está
en duda es el hábil manejo que hicieron los realistas de esta suma de errores que
cometió la elite chilena. En su proclama a los habitantes de Santiago de abril de
1813, el virrey Abascal ironizaba sobre el destino final que habían tenido en dos
años "la independencia y libertad a que aspirabais a la discreción y capricho de dos
jóvenes, cuya arbitrariedad y licencia abominaba mucho tiempo antes vuestra reli-
giosidad y pundonor". Carrera y O'Higgins, supuestamente aludidos por el virrey
en su comunicación, no eran ajenos a este concepto tan peculiar de Ia autoridad y
el poder que detentaron en esos días: "En manos de Ud. y mías,,, escribió Carrera
cuando las dos facciones del ejército patriota se enfrentaban al sur de Santiago
mientras Osorio ayanzaba para conquistar la capital, "está la salvación y destruc-
ción de un millón de habitantes..." Tampoco desconocían los patriotas la completa
enajenación que se había creado con el resto del 'pueblo,. José Antonio Irisarri,
uno de los más destacados miembros del liderazgo revolucionario, escribió sin
tapujos en 1813: "Lo que no os podré menos de decir es que Ia voz del pueblo no
es la voz de cuatro tertulianos que proyectan divertir sus pasiones con una escena
de revolución"30.

2. REcLUTAS FoRZADoS Y DESERToRES


DURANTE LA PErzuE VTPJE, 1810.1814

La ambigua situación que se creó con la instalación de la primera Junta Nacio-


nal de Gobierno en septiembre de 1810 comenzó a definirse a medida que los
miembros más radicales de la elite plantearon la independencia del país. El motín
de Figueroa (abril de 1811) y el movimiento del 4 de septiembre del mismo año
trazanon con mayor claridad la vía autonomista, al mismo tiempo que reforzaron la
necesidad de contar con un ejército propio que respondiera a la voluntad de las
autoridades revolucionarias. En ese contexto, el gobierno patricio se impuso la
tarea de formar una fuerza armada, redistribuyendo los antiguos regimientos en
tres batallones de reciente formación y sumando a ello el .disciplinamiento, de los

30
José Antonio Irisarri, El Semanario Republicano,lg de febrero de 1813
260 HISTORIA 35 I 2AO2

regimientos de milicianos de Santiago. A fines de octubre de 1811, se publicó un


bando llamando a todos los "hombres libres" a presentarse a los nuevos cuerpos,
amenazando que quienes se negaran "lo reconocerán como enemigo de la sociedad
que Io abriga". A fines de aquel año, y en los momentos en que Carrera se disponía
a imponer su gobierno dictatorial sobre los distritos del sur, el jefe de Estado
reconoció la lentitud con que se llenaban las plazas de los regimientos recién
creados. Explicando esta morosidad, Carrera señalaba: "Qrizá proceda de que los
comisionados hacen violencia para alistar, o que Ia gente campestre, engañada o
tímida antes de resolverse, presume que viene a ser mortificada"3l.
La temprana resistencia demostrada por el bajo pueblo a participar en la nueva
institucionalidad obligó al reclutamiento forzado de labriegos, peones y jornaleros
a las filas del ejército. En mayo de 1813, cuando el general realista Antonio Pareja
ya había tomado posesión de las provincias del sur, el gobierno patriota dispuso
una orden de "alistamiento militar" de todos los chilenos adultos "en estado de que
sus valientes brazos y ardientes deseos de salvar al Estado no queden inútiles por
falta de armas y disciplina..."32 Como medida complementaria, se ordenó imprimir
papeletas de reclutamiento que se repartirían a oficiales y soldados "a fin de que
las personas que se encontrasen sin ellas, sean castigadas conforme a la criminali-
dad, que es el que un habitante de Chile manifiesta indiferencia en los apuros de la
patria". El empadronamiento de la población flotante apuntaba no tan solo al as-
pecto bélico, sino también a controlar los movimientos de la arpplia masa peonal.
Con el propósito de facilitar el disciplinamiento militar de las tropas, se ordenó el
cierre de las tiendas porque, según argumentó la autoridad, "no sería justo que
cuando la mayor parte de los comerciantes cierren sus tiendas por asistir a dichos
ejercicios y servir a la Patria, otros permaneciesen en ella perjudicando a los
buenos ciudadanos". De esa manera, pulperías y chinganas, los típicos centros de
la sociabilidad popular, quedaron sometidos a la ley marcial, como una nueva
forma de coartar los espacios que usaba la plebe para rehuir de la acción estatal.
Aún más significativo, el artículo tercero ordenaba la recolección de armas, espe-
cialmente "las que retengan los ciudadanos particulares", si bien la medida se
extendía también a soldados y oficiales. Esta orden reafirmaba la voluntad del
nuevo Estado de ser el único detentador legítimo del poder armado, excluyendo de
su posesión al resto de la sociedad"33.
Durante aquellos años, ser soldado de la Patria significaba para los peones dejar
atrás el anonimato que les caracierizó durante más de dos siglos. Por ese mismo
motivo, y como un medio de incentivar un sentimiento de apego a las nuevas
instituciones, una de las primeras medidas adoptadas por el gobierno independiente
consistió en introducir banderas, uniformes y emblemas que generaran un lazo de

3I "Circular de Carrera a los comandantes de milicias, Santiago, 23 de diciembre de 1811", en


Barros Arana, Historia Jeneral..., Vol. V[I, 510.
32 "Orden de Alistamiento, Mayo de 1813", en B. L. D. G, Vol. I, 219.
33 Esta fue una reiteración del primer Bando emitido por el gobierno patriota. Véase "Bando de
la Junta Gubernativa del Reino sobre el resguardo del orden público, Santiago, 24 de septiembre de
1810", en Archivo Nacional, Ministerio d.el lnterior (A. N. M. I.), Vol. 15, fojas 47.
LEONARDO LEÓN / RE,CLUTAS FORZADOS Y DESERTORES DE LA PATRIA 261

identidad entre los reclutas y sus respectivos regimientos. Sin embargo, la falta de
recursos redundó en un continuo incumplimiento de estas reglamentaciones. "No
es ya tolerable el abuso que se ha hecho hasta hoy del reglamento de uniformes y
divisas", puntualizó Carrera en un decreto de septiembre de 1814, notando que "la
falta a su cumplimiento ocasiona una confusión y desarreglo perjudicial a todas sus
clases..."34 De allí en adelante, los sargentos y cabos que no cumplieran con la
obligación de vestir sus atavíos serían rebajados al grado de soldado raso y estos,
de ser sorprendidos sin sus respectivos trajes, serían expulsados del ejército. No
obstante, la realidad era bastante distinta, pues a la cabeza de los bandos comba-
tientes surgían ejércitos improvisados, sin oficiales preparados ni con la suficiente
disciplina que permitiera mantener cohesionadas sus fuerzas. La anarquía institu-
cional, de otra parte, mermaba la capacidad logística y el poder militar de los
patriotas. "El ejército desnudo, las armas en muy mal estado, sin plata, víveres, ni
auxilios", escribió un oficial de las fuerzas comandadas por O'Higgins en los
críticos meses de marzo y abril de 1814, "escasos del todo y la tierra que pisába-
mos enemiga, porque la poseía el godo. Así fue que nos habilitamos con las bayo-
netas, marchábamos con cuanto pillábamos y se amansaban yeguas, potros y hasta
burros para montar la tropa"35.
La escasez de pertrechos, Ia miseria de los recintos y el desarrollo de un am-
biente de corrupción habían sido un mal crónico en el ejército colonial apostado en
la frontera del río Biobío durante casi tres siglos, pero a partir de 1810 estos
problemas se agravaron. "Los problemas del Ejército de Chile", escribió Valdés
Urrutia en un artículo reciente sobre el tema de la deserción, "consistieron en bajos
sueldos, pago irregular y condiciones de operación -sobre todo en el sur- de díficil
superación"36. Al respecto, a fines de la Patria Vieja, cuando el desbande de 1as
fuerzas patriotas era casi un hecho consumado, el propio O'Higgins escribió al
gobierno de Santiago: "Todos los soldados están descalzos... tampoco hay tabaco
ni donde comprarlo... la desnudez en el ejército es grande; hay cantidad de reclutas
fogueados que nunca han tomado vestuario, y no tienen otro que un cotón, calzon-
cillos de bayeta, y muchos hechos pedazos, muchos de los artilleros andan con una
jerga amarrada a la cintura"37. Los soldados del rey, de otra parte, no se encontra-
ban en mejor pie. "Comenzó la tropa a padecer muchas escaseces por la estación
del tiempo", escribió el fraile Juan Ramón al describir el estado del ejército realista
después del tratado de Lircay, "corta ración que se daba a los soldados, y por el
corto sueldo de dos pesos mensuales, que no les alcanzaba para lo necesario a su
subsistencia. Esto los incomodaba tanto que muchos no cesaban de suspirar por,la
libertad..."38 Cuando el brigadier Gabino Gaínza fue enviado desde el Perú para

34 "Decreto [sobre] uniformes y divisas, Santiago 8 de Septiembre de 1814", en B. L. D. G., Vol.


t,367.
35 Calderón, "Diario...", Ob. Cit.,335.
36 Mario Valdés, "La deserción en el ejército patriota durante la Guerra de la Independencia en
Chile: 18 13- 1 8 18" , Revista Chilena de Historia y Geografla 164, Santiago, 1998, 108.
37 "O'Higgins al gobierno, Maipú, 16 de septiembre de 1814", en Aichivo O'Higgins,Yol.2,372.
ru Juan Ramón, "Relación...", Ob. Cit.,63.
262 HISTORIA 35 I 2OO2

que reorganizaralas fuerzas leales al rey y diera et golpe final contra los desfalle-
cientes destacamentos patriotas, entre las instrucciones que le dio el virrey Abascal
figuraba de modo prominente la necesidad de que las raciones se distribuyeran
"con equidad y prudente abundancia..." para evitar el desorden y la indisciplina de
la tropa. Similares instrucciones se entregaron al coronel Mariano Osorio quien, en
caso de una rendición de las fuerzas nacionales, debía entrar a Santiago ..para
restablecer en ella el buen orden"39. En otras palabras, en ambos bandos se regis-
traba una falta de recursos y pertrechos, lo que obligaba a los comandantes de las
partidas de ayanzada a obtener por la fuerza lo que rehusaban dispensar voluntaria-
mente los habitantes rurales. Enfrentados a este problema, los reclutas provenien-
tes del bajo pueblo eran doblemente perjudicados, pues no solo debían asumir la
penosa tarea que significaba luchar sin el equipamiento adecuado, sino que tam-
bién debían exponer sus vidas realizando operativos de saqueo. peor aún, el no
pago de sueldos y la inexistencia de pensiones para los lisiados e inválidos, trasla-
daba el costo de la guerra al centro de las empobrecidas economías familiares del
populacho, allanando el camino para el resentimiento, la insubordinación y la fuga.
¿Cómo compensaban las autoridades estas falencias? Aumentando el rigor en la
instrucción y la severidad en los castigos, vale decir, multiplicando los factores
estructurales que subyacían al descontento popular.
En 1814, las autoridades se vieron enfrentadas a la seria ameflaza que represen-
taba Ia persistencia de la rebeldía en las filas de los cuerpos armados. ,,De la falta
de organización, disciplina y arreglo en los cuerpos de milicias", escribió en marzo
de 1814 el Director Supremo, "resulta necesariamente el desorden de su servi-
cio..."40 Desarreglo en las guardias, insubordinación, motines y, por sobre todo, la
deserción, asumían los rasgos de un calamidad al interior del ejército y la Guardia
Nacional creada en 1811. En Curicó, cuando las fuerzas patriotas se aprestaban a
tomar la villa, la tropa desertó en masa para refugiarse en el pueblo. Solamente una
vez realizada la operación, los oficiales procedieron a "reunir la tropa que se había
embriagado y estaba en desorden"4t. La suma y proliferación de hechos similares
obligaron a las autoridades a introducir medidas cadavez más rígidas para conse-
guir que los regimientos no desaparecieran por falta de hombres, fenómeno que ya
se había iniciado en 1813. "Se comunicará la orden de reclutamiento a todos los
comandantes" , rezaba un decreto de José Miguel Carrera en marzo de 1 8 1 3, ,.quie-
nes instruirán al Gobierno de el que se niegue a pretexto de excusas, para ejecutar-
le con el desagrado que se hará acreedor..."42La misma rigurosidad se observaría

39 "Instrucciones que deberá observar el coronel don Mariano Osorio en el mando det ejército
Real de Concepción de Chile, a que va destinado, Lima, 1ro. de julio de 1814,,, en C. H. D. i. Ch.,
Yol.4, 152.
40 "El Director Supremo al comandante del regimiento de Milicias Disciplinadas de Caballería
de El Príncipe, Santiago, 18 de marzo de 1814", enArchivo Nacional, Ministerio de Guerra (A. N. M.
G), Vol. l, s. f.
al "Diario de las op'eraciones de la División que a las órdenes del Teniente Coronel don Manuel
Blanco Cicerón, salió de la capital de Chile para recuperar a la ciudad de Talca en marzo de 1814,,, en
C. H. D. I. Ch., Vol. 1, 357.
42 "Carrera al comandante del regimiento La Princesa, Santiago, 24 de marzo de 1813,', en A. N.
M. G., Vol. 1., s. f.
LEONARDO LEÓN / RE,CLUTAS FORZADOS Y DESERTORES DE LA PATRIA: 263

contra los peones movilizados. "Si hubiese algunos que olvidados de su deber no
obedezcan ciegamente 1o que Us. Mande", escribió Carrera al comandante de mili-
cias de Concepción Antonio Mendiburu un mes más tarde, "me los remitirá Us.
Escoltados y con una barra de grillos..."+¡ Así como se reunían mulas, caballos y
vacas para el transporte, montura y sustento de las tropas, se iban también reco-
giendo los peones rurales que en grandes números eran desplazados hacia las villas
o ciudades. En Talca, en menos de un mes, los comandantes guerrilleros de Carrera
remitieron casi cuatro mil hombres desde los campos vecinos que, si bien carecían
de instrucción o disciplina militar, abultaban sus escuálidas filas. Por su parte, el
ejército realista creció del núcleo original de 50 oficiales remitidos desde Lima a
más de cuatro mil hombres durante el mismo período.
Únicamente razones de índole económicá, provocadas por el bloqueo del co-
mercio con el Perú y la desarticulación de gran parte de la economía agroganadera
de Chile central, impidieron una leva más intensa de la población rural. "Los
solteros y los viudos sin hijos deben componer la principal y primera fuerza",
señalaba Carrera en abril de 1814 al comandante de caballería de San Fernando,
"pues sería un absurdo arrancar los brazos necesarios de la agricultura y de la
industria..."44 En otra comunicación, remitida al oficial a cargo del regimiento de
Rancagua, el Director Supremo manifestaba que la recluta de infantes debía reali-
zarce teniendo en consideración "la que sea capaz su vecindario e inmediacio-
nes..."45 Sobre este punto, el comandante de la guarnición de Rancagua escribió en
1813 que la tropa principal del regimiento Infante don Carlos, estaba cornpuesta
por "inquilinos de las mismas haciendas del distrito, unos son labradores y otros
arrieros"46. Indudablemente, nadie desconocía que el servicio militar distraía a la
fuerza laboral de sus tareas habituales, justo en los momentos en que se requería
aumentar la producción de granos y animales para sostener a los combatientes. En
ese sentido, uno de los sectores más perjudicados por la violencia eran los inquili-
nos, que debían pagar sus deudas a los hacendados para mantenerse vinculados a la
tierra. Al tanto de esta situación, y procurando proteger los derechos de estos
"guerreros ausentes", las autoridades nacionales dispusieron que "ningún propieta-
rio moleste a sus inquilinos, que han salido a la guerra, por la pensión o arriendo
de todo el presente airo..."41 Incluso en los peores momentos de la guerra, las
autoridades patricias tendieron a relevar a los labradores y jornaleros, procurando
reclutar a la amplia masa de 'ociosos, vagos y malentretenidos' que pululaban por
los valles septentrionales. "Que sean jóvenes, solteros, de buena configuráción, sin

43 "Carrera a Antonio Mendiburu, Curicó,4 de abril de 1813", en Barros Arana, Historia Jene-
ral, Yol.IX, 46.
44 "Carrera al coronel del regimiento de milicias de San Fernando, Santiago, 8 de abril de 1814",
en A. N. M. G., Vol. 1., s.f.
4s "Carrera al sargento mayor interino Félix Antonio Viel, Santiago, 30 dejunio de 1814", en A.
N. M. G., Vol. 1, s.f.
46 "Razón que yo, el coronel de expresado regimiento, doy a larlnspección del reyno, en que se
manifiesta el pié, fuerza, situación y demás circunstancias que son necesarias, 1813", en A. N, M. G,
Vol. l, s. f.
47 El Monitor Araucano, l0 de abril de 1813.
264 HISTORIA 35 I 2OO2

achaques, y, sobre todo, que no tengan una industria o agricultura conocida,',


rezaba un decreto de recluta aplicado a Choapa en 1814.
El dilema que enfrentaban las autoridades era ya centenario en un país marcado
por la guerra: dedicar a los peones a las faenas agrícolas o transformarlos en
soldados. De nada ayudaba la intensa ruralización de la población, el bajo número
de hombres jóvenes disponibles para las armas y la creciente complicidad entre
peones y estancieros para que los primeros evadieran el servicio a la patria. poco
se avanzaba, con la mera recluta peonal. Describiendo el ejército de ocho mil
soldados encabezado por Carrera cuando en abril de 1813 entró a Talca, un autor
señalaba que la fuerza patriota estaba compuesta ..por hombres montados a caballo,
sin disciplina, ni táctica en ninguna arma',48. El espectáculo que ofrecían estas
partidas era pintoresco pues en medio de los chivateos, el ruido de los cascos,
carruajes y cureñas, se agitaban los ponchos y chupallas de improvisados regimien_
tos de huasos que desplegaban su pobreza centenaria de inquilinos. Entonando los
sones de las nuevas canciones guerreras y avivando su entusiasmo con roncos
vivas y hurras, el peonaje marchaba bajo la mirada vigilante de sus oficiales que,
de acuerdo al mismo testigo, eran habitualmente los hacendados, .,que por sí y sus
dependientes entraron a hacer la guerra más activa,'4g. Los patrones que se suma_
ban a la causa revolucionaria no dudaban en enrolar a sus jornaleros en la nueva
empresa. José Santo Fernández, vecino del asiento de minas de yaquil, escribió en
su Diario el general Carrera, se presentó como voluntario de la columna patriota
con doce de sus "sirvientes"50. En una comunicación enviada a su amigo Juan
Mackenna a principios de enero de 1811, O'Higgins señalaba que el Regimiento
No 2 de LaLaja, que ayudó a organizar, estaba compuesto por sus ,.propios inquili_
nos y de los vecinos inmediatos"sl. Por esta razón, argumentaba, había sentido su
estatus vulnerado al no ser nombrado Coronel del regimiento, considerando que
"sería mirado en menos por mis propios inquilinos...,,Diego Barros Arana, en su
Historia Jeneral escrita sesenta años más tarde, observaba: .,se daba el mando de
Ios nuevos cuerpos a los propietarios más prestigiosos o acaudalados de cada loca_
lidad, sin tomar en cuenta sus inclinaciones y sus aptitudes,,52.
Después de las batallas de Yerbas Buenas y San Carlos, cuando la guerra entró
en una fase decisiva, la lucha adquirió un nuevo nivel de violencia. De acuerdo al
hispanista Mariano Torrente, desde mediados de l813 se inició una era..en que
sufrieron mayores desastres aquellos pueblos desgraciados. Ambos ejércitos ios
recorrían en requisición de dineros, víveres, gentes y caballos; ocurrió más de una
vez que en el mismo día fuese un pueblo apremiado por las tropas de ambos
partidos". Sin embargo, las tropelías y abusos que cometían ambos bandos contra

48
Anónimo, "Memoria. . :' , Ob. Cit., 83.
49
Id., L26
50 "J. M. Carrera a la Junta Gubernativa, Talca, l l de mayo de l BlZ,,, en C. H. D. I. Ch., Vol.
23, 39
5r "O'Higgins a Juan Mackenna, Las Canteras, 5 de enero de lgl1", én Epistolario de don
Bern_ardoO'Higgins, 1798-1823 E.O., Santiago, 1916,32.
s2 Barros Arana, Historia Jeneral..., Vol. VIII, 257.
LEONARDO LEÓN / RECLUTAS FORZADOS Y DESERTORES DE LA PATRIA 265

la población civil eran anteriores y de más larga data. Describiendo las acciones
realizadas por Carrera para contener en 181 1 la formación del gobierno autónomo
de Concepción encabezado por Rozas y O'Higgins, un testigo manifestaba que "los
excesos que estas tropas cometieron en los pueblos del tránsito, jamás se olvidarán
de la memoria de sus habitantes... baste solo saberse que al soldado se le daba por
órden que podía llevar a su campamento y rancho Ia concubina eue gustase..."53
Más adelante, al relatar el paso de más de 1.200 granaderos hacia el sur, el mismo
testigo describía "los perjuicios graves que recibieron los pueblos de ambas pro-
vincias y los hombres agricultores, con la erogación de auxilios injentes sin arreglo
alguno, y la cesación del trabajo de los campos por el acuartelamiento de los
milicianos..." Bajo el dominio de los hermanos Carrera, señalaba el mismo autor,
la villa de Talca se transformó en "un laberinto inentendible de desórdenes y
vicios..."54 En Concepción, se acusó a las fuerzas capitalinas de saquear la ciudad
y entregarse a toda suerte de "brutalidad, haciendo víctimas de sus deseos a las
infelices mujeres que, incautas, confiaron en la lenidad y promesas amistosas del
ejército". El fraile Melchor Marfínez, en su encendido texto contra la causa revolu-
cionaria, relató con pormenores el cuadro de "crueldades, saqueos y ruinas de
todos los lugares de la provincia de Concepción que caían en poder del ejército
insurjente, cuyas tumultuarias tropas, su mayor parte [integrada] de los facinerosos
que residían en las cárceles..."55 Advertido de los negativos efectos que tendrían
estas acciones sobre el resto de la población, los asesores del general Carrera le
aconsejaron que cambiara el saqueo por el pago de un sueldo extraordinario a las
tropas pues, "atemorizados los hombres [de Concepción] con estos sucesos estraor-
dinarios, detestarían el sistema, se separarían de auxiliar a su ejército, le aumenta-
rían los recursos al enemigo..." Poco tiempo después, cuando Carrera fue destitui-
do del mando, el mismo autor manifestó que los pueblos de la frontera estaban
"exasperados, y reducida Concepción a una Babilonia..." El brigadier Juan Mac-
kenna, de reconocida antipatía hacia los hermanos Carrera, observó que hasta el
nombre del gobierno patriota llegó a ser odioso entre los habitantes del país duran-
te esos días, "aún entre los inocentes habitantes de la campaña, por el robo que se
hizo de sus caballos, verificado por saqueadores sacados para el intento de la
cárcel"s6. Según Mackenna, al entorno de Carrera se unió un salteador de conocida
fama, Ilamado por sobrenombre El Maulino, "sacado para el efecto de Ia cárcel,
entraba en las haciendas, potreros, casas de ricos y pobres, sacando los caballos
que quería... estos bribones [hicieron por sus extorsiones el sistema tan odioso,
que esos vecinos solo esperaban la ocasión de unirse al enemigo..."57
La áspera denuncia de los excesos cometidos por los carreristas en Concepción
fue corroborada, en 1815, por el fraile Juan Ramón quien se refirió extensamente a
la "irreligión, impiedad, fiereza, hipocresía y otros vicios" que desplegaban los

s3 Anónimo, "Memoria . ." , Ob. Cit., 7 0.


.
s4 1d.,73.
ss Melchor Martíne z, Memoria histórica..., LJJ
.
s6 Mackenna, "Informe sobre la conducta militar " , Ob. Cit., 222.
57 Id., 257.
266 HISTORIA 35 I 2AO2

patriotas en sus acciones, persiguiendo a sus opositores, enajenando sus propieda-


des, saqueando casas y robando haciendas. "Las personas de probidad jemían en
las cárceles y sufrían muchos ultrajes. Las señoras virtuosas y delicadas, siempre
respetables, eran arrancadas del seno de sus familias..."s8 El virrey Abascal, con
acertada intuición política, se refirió en repetidas ocasiones a .,la opresión y yugo
de fierro" en que mantenían al país las fuerzas nacionales, y llamaba a los patriotas
a capitular teniendo presente "laanarquía en que se halla el reino...',59 E1 coman-
dante realista Antonio de Quintanilla, quien procuró mantenerse objetivo en su
relato, afirmaba que durante los días que siguieron al fracasado sitio de Chillán,
Carrera y sus hombres no se dedicaban al negocio de la guerra, sino al ,.de bailes y
desórdenes..." Lejos estaba esta situación de lo que en Santiago esperaban las
autoridades. "Váis a decidir si el pueblo ha de ser libre o ha de ser esclavo,',
declamaron en un encendido bando de despedida los miembros de la Junta Guber-
nativa en abril de 1813, "y vuestra conducta debe ser digna de la fuerza armada de
un pueblo cristiano, humano y justo. Haced amable a las provincias la santa causa
que sosteneis"60. Por el tenor de los testimonios revisados, poco caso hicieron los
soldados patriotas de las recomendaciones con que sus superiores les enviaron a
los campos de Marte. "El desarreglo e insubordinación de estas tropas,,, apuntó
Rodríguez Ballesteros para explicar la derrota patriota, ..las vejaciones, latrocinios,
violencias y muertes que ejecutaban en los campos tanto los soldados como los
comisionados, aún en los más decididos por la causa de la libertad, fue otra mayor
guerra y estrago en toda la provincia de Concepción, así es que muchos patriotas se
transformaron en realistas"6l.
La guerra desatada en 1813 fatigaba al país y agotaba sus recursos, obligando a
los comandantes de ambos bandos a requisar los bienes y propiedades de un cam-
pesinado empobrecido que contemplaba impotente el paso por sus tierras de las
diversas partidas guerrilleras. "La salida a campaña de bandas indisciplinadas de
soldados que no reconocían subordinación", escribió Barros Arana, ,,producían el
terror en los campos. Esas bandas de soldados, que más parecían mangas de lan-
gostas... se apoderaban de los caballos que encontraban a su paso, se adueñaban de
las provisiones y cometían excesos peores todavía"62. Más adelante, refiriéndose a
la 'soldadesca' de Carrera instalada en la ribera norte del río Maule y conformada
por no más de 1.500 hombres, el connotado historiador manifestaba que esta care-
cía de liderazgo competente, disciplina e instrucción militar, y estaban desgastados
por "la licencia y la indisciplina en que se les dejaba, todo lo cual daba origen a la
deserción de piquetes enteros".
Pero si en 1812 fueron las tropas de Carrera las que sembraron el desorden, en
1814 fueron las columnas comandadas por O'Higgins las que desataron una nueva

s8 Juan Ramón, "Relación...", Ob. Cit.,39.


:: "Instrucción que deberá observar el señor brigadier don Gabino Gaín2a,...',, Ob. Cit., Ll9.
60 "El gobierno a la división que parte de la Capital, Santiago, 6 de abril de 1g13", en C. H. D. I.
Ch. Vol. XXIV, 283.
6r Rodríguez B., "Revista de la Guerra de la Independencia de Chile,,.. ., Ob. Cit., llg.
62 Barros Arana, Historia Jeneral,.., Vol. V[I, 5i4.
LEONARDO LEÓN / RECLUTAS FORZADOS Y DESERTORES DE LA PATRIA 267

ola de caos en la campaña. "Nosotros íbamos tomando lo que se nos presentaba,,,


escribió el mayor general Francisco Calderón, "porque no había más víveres ni más
recursos que los que tomábamos por lafuerza... íbamos por un país declaradamente
enemigo"63. Offos testigos que observaron el desplazamiento del ejército guerrillero
de O'Higgins escribieron: "Eran imponderables los excesos que cometía nuestro
ejército sobre los habitantes del tránsito. Nuestro General parecía insensible a estos
males. No se tomó una sola medida para evitarlos"64. Manuel José Gandarillas cita
en su texto antio'higginista a un oficial del entorno del general que habría escrito:
"Por ese tiempo se hacían ya intolerables las estorsiones de nuestra tropa,,6s. El
propio 'Demonio' se habría aprovechado del estado de desorden que implantaron los
patriotas, aseveró el fraile Juan Ramón al dar cuenta de estos acontecimientos, ,,por-
que coligado en ella con unos hombres desmoralizados, sin ley y sin religión, hallaba
los instrumentos más proporcionados para la ejecución de sus horrorosas ideas,'66.
Una metáfora similar utilizó el fraile Melchor Martínez cuando, al evaluar los abusos
que cometían los patriotas, manifestó que el gobierno revolucionario había ido con-
virtiendo a "Chile en una verdadera semejanza del Infierno, en donde reina una
perfecta anarquía". A comienzos de abril de 1814, el distrito de Concepción, que se
transformó por la fuerza de las circunstancias en centro de las operaciones militares,
después de dos años de enfrentamientos, yacía casi totalmente en ruinas. ,,A pesar de
sus feraces terrenos", escribió Rodríguez Ballesteros al hacer un balance de la situa-
ción en que se encontraba el país en esos días, "estaba exhausta de recursos y casi en
esqueleto, pues ambos ejércitos desde el principio de la guerra habían sido sosteni-
dos en ella... a más faltaron los brazos auxiliares a la agricultura, faltaron los frutos,
y todo había decaído hasta el último estado de necesidad y miseria"67.
Pero la crisis social no afectaba tan solo a los frentes militares. En Santiago, los
motines y revueltas se sucedían unos a otros, conformando un escenario de intrigas
que las propias autoridades se encargaron de recriminar. De modo paradójico, el
mismo Carrera, acusado de los peores excesos en la frontera sur, denunciaba en
marzo de 1813 "la corrupción de las pasiones exaltadas, el vergonzoso egoismo,
que infecta con hipocresía el lenguaje de la verdadera virtud sin distinguir clases,
edad ni dignidades; el imprudente exceso con que se atropellan 1os deberes respec-
tivos a Dios, a la Justicia, a Ia Patria y al hombre mismo constituido en sociedad, la
sed insaciable del mando.,."68 Y luego agregaba: "Reiteradas veces se ha visto este
noble vecindario y el reino entero apoyar el pié de sirs confianzas en el borde del
precipicio y cuasi tocando con sus propias manos la espantosa tierra del desorden,
el terco y sombrío aspecto de la anarquía,y la cueva sepulcral de su total desola-
ción y exterminio"6e. Esta dificultad que demostró Carrera de establecer una co-

63 Calderón, "Diario...", Ob. Cit.,3l9.


u "Extracto de los diarios de dos oficiales del Ejército restaurador durante el mando de
O'Higgins, 14 de marzo-9 de abril de 1814", en C. H. D. I. Ch., Vol. l, 341.
65 Gandarillas, "Don Bernardo O'Higgins...", Ob. Cit.,59.
66 Juan Ramón, "Relación...", Ob. Cii., 14.
67 Rodríguez B., "Revista de la Guerra de la Independencia de Chile,', .).., Ob. Cit.,I74.
68 La Aurora de Chile,25 de marzo de 1813.
6e Id.
268 HISTORIA 35 I 2OO2

nexión entre sus acciones refleja la miopía con que los máximos líderes de la
Patria emprendieron su gesta en ese período, responsabilizando a otros de sus
propios errores. Carrera asumía un lenguaje casi demagógico que no lograba opa-
car las deficiencias del nuevo sistema político construido por la elite. Sin duda que
esos años fueron de aprendizaje, pero el costo humano no puede ser negado: su
resultado más inmediato fue la alienación del populacho. EI virrey Abascal, siem-
pre preparado para explotar las debilidades del liderazgo patriota, denunció en
agosto de 1812 lo que él veía como "pérdida [de] la armonía social, y paz interior,
deshecha la unidad, y delacerado el Reino..."70 Esta situación descrita por Abascal
desde la perspectiva del poder seguramente tomaba tan solo en cuenta la peligrosa
escisión que afectaba a la elite; sin embargo, era mucho más importante el cisma
que emergía desde abajo, descontrolado e implacable, y que como un río subterrá-
neo, amenazaba destruir al reino con su turbulenta carga de resentimiento popular.
A medida que se acercaba la hora definitiva que zanjaúa la confrontación, se
hacía imprescindible someter a la plebe alzada, motivo por el cual los castigos que
se contemplaban para los sujetos que evitaran las levas eran cada vez más enérgi-
cos. "Por cuanto las críticas circunstancias del Estado exigen una pronta reunión de
tropa para resistir al enemigo", puntualizaba un Bando emitido el 8 de marzo de
1814, "y viendo este Directorio con grave sentimiento la escandalosa dispersión,
que se nota en el día. Por tanto, y a fin de evitar los funestos resultados que
amer,aza la tolerancia de estos crímenes, ordena: que todo soldado que por extravío
o formal deserción se haya separado de su respectivo cuerpo, será enteramente
perdonado siempre que hallándose á las inmediaciones de esta Capital, se presente
a su respectivo jefe dentro de ocho días después de publicado este Bando, y dentro
de quince a los subalternos de las villas cabeceras"Tl. En contraste, los desertores
que rechazaran los beneficios del indulto y que rehusaran presentarse a los cuarte-
les, "serán irremisiblemente pasados por las armas ...y la misma pena sufrirá todo
individuo del Ejército que en cualquier punto cometiese de hoy en adelante el
delito de deserción, aunque sea la primerayez que en él incurre". Ese mismo mes,
al disponer una campaña de reclutamiento de peones en el partido de Melipilla, se
manifestaba que los hombres "que se oculten, fuguen o excusen sin legítima causa,
sean estos tratados como traidores, y sus haciendas entregadas a la Patria y sus
posesiones quemadas, y aquellos remitidos a la Capital para ser juzgados..."zz
Rehusar servir a la patria, para las autoridades, era sinónimo de traición; en su
visión, los chilenos tenían frente a sí una dolorosa opción: "En nosotros no hay
más alternativa", señaló un Bando de la Junta Gubernativa de septiembre de 1813,
"que defender nuestra libertad o pasar a morir en las tropas del tirano"73.

10 "Oficio del virrey de Lima a la Suprema Junta de Santiago de Chile, Lima, 12 de octubre de
1812", en C. H. D. I. Ch. Vol. 23, 92.
1t El Monitor Araucano Extraordinario, 10 de marzo de 1814.
72 "Carrera al comandante del regimiento de milicias de MelipillalSantiago,3 de marzo, 1814",
en A. N. M. G., Vol. 1, s. f.
73 "Proclama del Gobierno a las provincias, Santiago, 10 de septiembre de 1813", en C. H. D. I.
Ch., Vol. 24,357.
LEONARDO LEÓN / RECLUTAS FORZADOS Y DESERTORES DE LA PATRIA 269

La deserción y el rechazo que provocaban en las masas populares los bandos de


reclutamiento ponían en peligro las expectativas de los insurgentes de establecer su
poder a nivel nacional. Por ese motivo, una vez instalado en Concepción, el gene-
ral Carrera levantó sus temidas horcas en medio de la plaza, las que fueron usadas
para "inmolar... infelices labradores, que tomaban los oficiales de partida, en los
campos, sin más motivo que por suponerlos ser adictos a los enemigos..."74 Su
hermano, el general Juan José Carrera, en su proclama a los soldados que salieron
rumbo a Concepción, había anunciado a principios de abril de 1813 el método
riguroso que se usaría con aquellos que traicionaran la causa nacional: "Muera el
perjuro que deserte de las banderas de la Patria, muera el pérfido que intente
restablecer la tiranía, muera el cobarde que vuelva al enemigo las espaldasu7s. A
principios de abril de 1814, el gobierno hizo pública la preocupación que le causa-
ba la fuga de los soldados pero asumió una actitud más indulgente frente a la
deserción, otorgando nuevos plazos para la reincorporación de los contingentes
fugados. En un decreto publicado en El Monitor Araucano se proclamaba: "Ha-
biendo averiguado hasta la evidencia esta Suprema Dirección que los mayores e
incalculables males que ha sufrido y sufre el Estado, proceden en la mayor parte
del desorden de nuestras tropas, que dispersándose á su antojo dejan á su voluntad
los primeros puntos á que debieron reunirse, y dificultan así, e imposibilitan su
reorganización: Para evitar tanto mal, ordeno y mando, que todo oficial, o soldado,
indistintamente de cualquier graduación o clase, que en caso de derrota, retirada, ú
otro accidente militar, haya sido obligado á desamparar el puesto, ó campo de
batalla, debe precisamente buscar ó hacer su retirada al punto, ó lugar que al efecto
hayan acordado y designado el General del Exercito ó Gefes Particulares de Divi-
siones"76. No obstante, teniendo aún presente el desastre experimentado por la
división de Blanco Encalada en Cancha Rayada debido a la insubordinación y
desobediencia de la tropa, el castigo contra los fugitivos pertinaces seguía siendo
drástico. "Los que quebrantasen este orden á causa ó pretexto que no sea legítimo,
acreditado y bastamente justificado, en el acto se deciden traidores a la patria, y
serán castigados como tales".
De modo simultáneo, las autoridades comenzaron a instalar un sistema de vigi-
lancia de la población que restringía sus desplazamientos, al mismo tiempo que
reforzaba los mecanismos de control del vagabundaje. Si bien su intención estaba
dirigida a impedir los movimientos de los potenciales 'enemigos de la Patria' que
podían surgir entre los hacendados, sus efectos prácticos incidían directamente en
las modalidades de vida transhumantes de la plebe. "Por cuanto me hallo informa-
do, que algunas personas de esta capital se preparan para salir fuera, inspirando
terrores al pueblo, en circunstancias que nunca mejor que el presente debemos
mirar asegurada la salvación de la Patria. Por tanto ordeno y mando, que ninguna

74 Anónimo, "Memoria...", Ob. Cit,,105.


7s "Proclama del menor soldado de la Patria, Santiago, 6 de abril de 1813", en C. H. D. I. Ch.,
Yo1.24,280.
16 El Monitor Araucano, S de abril de 1814. Veáse también "Acuerdo del Cabildo de Santiago, 3
de abril de 1814", en Melchor Martínez, Memoria histórica,440.
270 HISTORIA 35 I 2AO2

persona de cualquier clase que fuese que salga de esta ciudad, ni aun con destino a
sus chácaras, o haciendas inmediatas, sin espresa licencia mía por escrito, bajo la
pena de 500 pesos, que sé impondrán al contraventor, y en defecto de bienes con
que cubrir la multa, tres meses de prisió¡"12.
La guerra contra los españoles, de otra parte, justificaba medidas dictatoriales
que se hacían extensivas al resto de la población, toda vez que sus acciones caye-
ran en el ámbito conceptuado como 'traición a la Patria,,. Así ocurrió con las
estrictas regulaciones introducidas por Carrera para controlar los movimientos de
los españoles disidentes. De acuerdo al bando publicado a comienzos de marzo de
1814, Ios españoles que carecieran de carta de ciudadanía debían entregar sus
armas de fuego y cuchillos, caballos y bastones de estoques. Además, debían so-
meterse a un estricto toque de queda y no reunirse con más de tres miembros de su
comunidad. Las penas contra las transgresiones eran variables, pero oscilaban entre
cárcel, el secuestro de bienes y el extrañamiento del país. para hacer aún más
efectiva esta vigilancia, las autoridades no dudaron en transformar a sirvientes y
esclavos en espías domésticos de sus amos. "Al esclavo que denunciare a su amo
[por] ocultación de armas y caballos, se le concederá la libertad, y al criado libre,
se le pagarán 200 pesos en el momento de probarse la ocultación',78. Sin embargo,
el elemento más peligroso del Bando fue incorporado en su última capitulación.
"El Gobierno pone toda su vigilancia en los enemigos del sistema, y se extenderán
a los americanos, y cualesquiera otros contrarios á la causa del pais, cuantas provi-
dencias se dictaren en adelante contra los Europeos, que la hostilizan". En otras
palabras, en aras de la defensa del gobierno constituido, las autoridades aplicaron a
los chilenos las severas medidas que se introducían para castigar a sus enemigos.
Estas determinaciones, coronaban un proceso de continuo asedio a los monar-
quistas, a cuyos sirvientes se les otorgó, desde 1812, el derecho a denunciar a sus
patrones: "Todo individuo", se decretó aquel año, "podrá quejarse o delatar y se le
hará justicia y guardará secreto". También se procedió a modificar el reglamento
del Consejo de Guerra con el propósito de otorgar más poder a los tribunales que
se constituían a nivel local para combatir Ia deserción. Principalmente, se ordenó la
formación de un Consejo de Guerra permanente, de jurisdicción nacional. Su inten-
ción consistía en reforzar la autoridad de los comandantes regionales, quienes de
modo sumario y ejecutivo, podían procesar a los soldados que cometieran desaca-
tos o desertaran. "Siendo propio y peculiar de los Cuerpos Militares la substancia-
ción y juzgamiento de los crímenes, que cometan sus individuos; lo es también el
que a su vista sufran la pena a que se hayan hecho acreedores en justo escarmiento
de los delincuentes, y para ejemplo de las demás clases..."7e Mayor eficacia judi-
cial y celeridad en las causas eran los beneficios más directos de la reforma, pero
por sobre estos cambios se llevaba a cabo una acción mucho más trascendente: se

7't "Bando sobre ia prohibicion de salir de la capital, Santiago, 8 de Marzo de 1814',, en B. L. D.


G, Vol. I, Pag 311. Véase también "Decreto sobre Pasaportes, Santiago,3 de diciembre de lgl2", en
B. L. D. G., Vol. I, 189.
78 "Bando Medidas de Seguridad Nacional, Santiago, 8 de Marzo de l8l4',, en B. L. D. G., Vol. I, 313.
7e "Funciones del Consejo de Guerra, Santiago, 26 de Septiembre de 1814,', en B. L. D. G., Vot. I, 370.
LEONARDO LEÓN / RECLUTAS FORZADOS Y DESERTORES DE LA PATRIA: 21 r

radicaba todo el poder y la autoridad en los jefes militares, en absoluto desmedro


de la sociedad civil y de los tribunales ordinarios. Así, al tiempo que se registraba
una creciente militarización de la vida cotidiana, la elite preparaba el camino hacia
el caudillaje, demoliendo el imperio de la Ley y poniendo en su lugar la voluntad
arbitraria de los comandantes. Se desmantelaba una estructura jurídica que por más
de dos centurias había limitado eficientemente el poder militar y cautelado los
intereses de los diversos grupos sociales que componían la compleja sociedad
colonial. Lo mismo ya babía ocurrido en el terreno de la libertad de información,
un bien muy preciado y aclamado por la intelectualidad patriota, pero restringido
solamente a sus partidarios. "La libertad de opinar y de discurrir no debe extender-
se hasta ser nociva a la sociedad", escribieron los patricios chilenos en noviembre
de 1812, para luego agregar con tono autoritario: 'olos que discorden del resto del
cuerpo acerca del sistema de Gobierno establecido para la seguridad de la patria, se
deben abstener de impugnarlo y sembrar noticias que lo combatan"So, Las penas
que se imponían a los infractores iban desde la amonestación, la expulsión de la
capital y, a los reincidentes por tercera vez, el destierro del país.
Mientras el aparato jurídico e institucional se iba lentamente ajustando a su
nuevo marco, la deserción del peonaje con pertrechos, uniformes y entrenamiento,
iba gestando un pueblo armado que ponía en jaque la estrategia de poder elitista.
Al fin de cuentas, todos sabían que el usufructo del poder pasaba en gran medida
por el monopolio exclusivo de las armas, premisa continuamente vulnerada por la
fuga de cientos de soldados y milicianos que escapaban con los equipos que les
proporcionaba el Estado. En noviembre de 1812, Carrera hizo publicar un bando en
que se requería a la población que hicieran entrega del armamento que se encontra-
ba en su posesión. "Estando cierto el Gobierno de que se encuentran en poder de
particulares fusiles, pistolas, espadas y otras armas o prendas pertenecientes al
Ejército, y siendo necesario recuperarlas", puntualizó el decreto, "ordeno que todos
los que los tengan las restituyan en el término de un mes en la capital al comandan-
te de Artillería... que les gratificará según la importancia de la entrega, ya sea de
armas completas de algunas parte de ellas... a la misma recompensa será acreedor
el que avise el lugar donde se oculten; personas que los retengan o rehusen entre-
garlas". Para los sujetos que no acataran la disposición, se introducían multas y
severas sanciones "dignas de su inobediencia..."81 Casi un año más tarde, la "Junta
Gubernativa de Chile" compuesta por Infante, Eyzaguirre y Cienfuegos, y a nom-
bre de la "Soberanía Nacional'', mandó publicar un decreto en el cual se establecía
una recompensa para todos aquellos que restituyeran los armamentos a las autori-
dades. "Por quanto se han notado los graves perjuicios que se han originado al
estado de que los desertores soldados fugitivos, y muchos de los que han muerto en
el campo de honor, hayan dejado, botado, y perdido sus armas, desvigorizando
nuestra fterza..."82

80 "Bando sobre la libertad de opinar, Santiago,24 de noviembre de 18L2", en B. L. D. G., Vol. I, 187.
8r "Bando de entrega de armamento, Santiago, 25 de noviembre de 1812", en B. L. D. G., Vol. I, 188.
82
El Monitor Araucano,30 de noviembre de 1813.
212 HISTORIA 35 I 2OO2

En la medida que el enfrentamiento entre la elite patriota y el bajo pueblo se


hizo más evidente, las autoridades nacionales introdujeron normativas aún más
duras. De acuerdo a Torrente, cuando Carrera en su condición de jefe de Estado
debió marchar hacia el sur para contener las tropas del brigadier realista Antonio
Pareja, "levantó cuatro cadalsos en los cuatro ángulos deLaPlaza [de Santiago]...
conociendo que el terror era el único medio de hacerse respetar por los vacilantes
chilenos..."83 Su salida desde la capital en compañía de 900 combatientes dispues-
tos a rendir la vida demostró, en cierta medida, lo eficiente de la medida; sin
embargo, apenas unas semanas más tarde, cuando los 'reclutas forzados' debieron
enfrentar a las fuerzas realistas en San Carlos, fue ampliamente reconocido que en
la noche previa al trágico combate se le había "desertado mucha gente..." Más
tarde, durante el infructuoso sitio de Chillán, quedó al descubierto "la horrorosa
deserción que se había introducido en su campo..."84 En esa ocasión, la fuerza
patriota estuvo principalmente conformada por soldados de línea que sumaban casi
2.500 hombres, y apenas un contingente de 500 a 1.000 milicianos. Debido a esa
desastrosa campaña, Ias enfermedades y la deserción, observó Melchor Martínez,
Carrera quedó con la sexta parte de su ejército original. La conducta del campesi-
nado desalentaba a los generales quienes, en más de una oportunidad y sin más
fundamento que su mero entusiasmo, imaginaron que la situación sería muy distin-
ta. Juan José Carrera, comandante del regimiento de granaderos, manifestó con
solemnidad a sus hombres al momento de salir a campaña: "Váis a triunfar, váis a
vencer. Ese pequeño grupo de bandidos y los traidores que los auxilian huirán al
solo divisar vuestras banderas"85.
La desesperada situación en que se encontraron las huestes patriotas a causa de
las disensiones que surgieron entre sus jefes, el desbande de sus regimientos y el
avance sistemático de los realistas les obligaron a morigerar los castigos que se
habían introducido en los meses previos para contrarrestar Ia deserción. En un
decreto publicado justo antes de que Carrera iniciara su expedición para defender
el bastión penquista, las autoridades dispusieron un indulto generalizado de los
fugitivos, si bien continuaron amenazando con un castigo ejemplar a los deserto-
res, "por cuanto la deserción es crimen contra la fe del pacto más sagrado, que
destruye nuestra defensa, empobrece el erario, y causa otros horribles efectos al
estado, castigándole la ordenanza con la pena ordinaria de muerte"86. La amnistía
contaba solamente para los fugitivos que se presentaran dispuestos a continuar
enrolados en las filas del ejército. Para los que rechazaran esta oferta, el castigo
que se prometía era implacable. "Pero si pasare el tiempo establecido, y a virtud de
las vivas providencias que se acuerden se tomase a esta clase de delincuentes, se
les aplicará irrefragablemente [sic], y sin la menor conmiseración, la pena que
designe la ordenanza, gratificando al que denunciare a un desertor con ocho pesos
fuertes". Paralelo a estos procedimientos, las autoridades iniciaron nuevas campa-

83 Torrente , Ob. Cit., 42.


84 Id., 62.
85 "Proclama del menor soldado de la Patria ...",282.
86 "Penas a desertores, Diciembre, 1813", en B. L. D. G., Vol .I,298
LEONARDO LEÓN / RECLUTAS FORZADOS Y DESERTORES DE LA PATRIA 213

ñas de reclutamiento, apelando al fervor patriótico de los habitantes de Santiago.


"Por cuanto está cerciorado el Directorio del celo y patriotismo de los buenos
ciudadanos", se lee en un Bando de reclutamiento para las Guardias Cívicas emiti-
do el 11 de marzo de 1814, "que arrostrando por todos riesgos desean sacrificar su
quietud y sosiego por la defensa del Estado, sabiendo que la obra principiada ha de
ayudarse a sostener con la fidelidad de sus brazos, ordena, que todo ciudadano, y
todo individuo americano que compone la preciosa porción, y la distinguida parte
patriótica, que no se haya alistado en los cuerpos fijos, y de milicias desde la edad
de 16 años hasta la de 50, se presenten a las cuatro de la tarde de este día en el
patio del Tribunal de Justicia para la reunión de la Guardia Cívica, . . "87 El tono del
bando, no obstante su rigurosidad, contrastaba notoriamente con el duro discurso
público utilizado apenas cuatro meses antes por Carrera al instaurar el sistema de
servicio militar obligatorio. Ese decreto, emitido en Talca, redundaba en amenazas
abiertas y veladas que comprometían la vida misma de los chilenos. En su artículo
primero, el decreto establecía: "Todo habitante de Santiago es un militar. En cada
uno de los ocho cuarteles en que se divide, se formará un rejimiento o batallón de
infantería, compuesto de los individuos que en ellos recidan"8S. La edad de los
reclutas debía oscilar entre 14 y 50 años, con excepción de los funcionarios, jue-
ces, maestros de escuela, alumnos de institutos y de todos los europeos que no
tuviesen carta de ciudadanía. También se hizo excepción de "un mozo de cada
casa", para asegurar el servicio doméstico de la elite. Para justificar un llamado tan
universal, las autoridades directoriales argumentaron que la primera obligacion de
todo habitante de un país libre consistía en "prepararse con los conocimientos e
instrucción militar necesario para defender a su patria, sobre todo en circunstancias
que la tiranía hace los últimos esfuerzos por destruirla..."
La guerra que libraban los patriotas se llevaba a cabo, de modo creciente,
contra dos enemigos: los realistas atrincherados en el sur y el bajo pueblo de Chile
central que rehusaba enrolarse en sus regimientos. Asumiendo sus propias defi-
ciencias y la falta de tino con que se había procedido hacia las clases populares, no
faltaron durante esos años las lisonjas con que las autoridades pretendieron movili-
zar a peones y labradores en apoyo de una causa que no lograba transformarse en
proyecto nacional. Así, desde un punto de vista jurídico, las nuevas autoridades
procuraron introducir cierto orden que permitiera salvaguardar los intereses de la
plebe. Al respecto, en marzo de 1 8 I 3, se publicó en La Aurora de Chile un decreto
que reglamentaba el derecho a visitas a las cárceles e introducía la práctica de
publicar, en la puerta del presidio, el nombre de los reos, el juzgado de su pleito y,
más significativamente, la extensión de la sentencia. De ese modo, se pretendía
evitar "que algunos desvalidos existan encerrados, cuando ó no debieron haberlo
estado o pudieran ya haber salido, si la noticia de su detención hubiese excitado a
favorecerlos"se. Asimismo, a fines de abril, el gobierno de Santiago ordenó que el

87 "Bando de Guardia Cívica, Santiago, I I de Marzo de 1814", en B. L. D. G., Vol. I, 3 19.


88 "Decreto I en que] se hace obligatorio el servicio militar, Talca, 14 de enero de 1814", en B
L. D. G., Vol. I, 302.
8e La Aurora de Chile, ll de marzo de 1813.
274 HISTORIA 35 I 2OO2

Batallón de Pardos y Mulatos fuese en adelante llamado Batallón de Infantes de la


Patria, argumentando "que la patria no debía permitir que los ciudadanos que
acudían a su defensa se distinguiesen con título alguno que suponga diferencia
entre ellos y los demás cuerpos del estado"eO. Una disposición que casi rayaba en
lo patético fue introducida a fines de agosto de 1814, oportunidad en que se decre-
tó la integración forzada de los esclavos al ejército patriota a cambio de su manu-
misión. Los beneficios que ofrecía la medida eran evidentes, pero los esclavos
pensaron distinto. "Los esclavos que prefieran la ocultación cobarde", rczaba el
decreto, después de amenazar con gruesas multas a los dueños que escondieran sus
esclavos, "o huyeren de sus casas antes que alistarse en las lejiones de la Patria y
obtener el don inapreciable que ésta les franquea, serán castigados con cien azotes,
tres años de presidio y perpetua esclavitud al arbitrio del gobierno"el. A pesar de
estas medidas, que en algo morigeraban las duras condiciones de vida que enfren-
taban los plebeyos, la elite patriota introdujo otras normativas que reflejaban su
centenario temor y que mermaban los espacios propios del bajo pueblo. Así ocurrió
con los juegos de azar y embite, conceptuados por las autoridades como crímenes
detestables que "desmoralizan, prostituyen y arruinan los miembros del Estado con
las peores trascendencias a sus inocentes familias..."92 En consecuencia, tanto
jugadores, habilitadores y espectadores quedaban sometidos a las penas más gra-
ves, dejando a los alcaldes la responsabilidad de procesar y castigar a los transgre-
sores. En una inflexión que reflejaba el puritanismo de la elite, los autores del
decreto achacaban a los juegos de azar el olvido de "los deberes sociales y de los
intereses mismos de la sangre..."
La incapacidad de patriotas y realistas para definir con claridad quién ostentaba
el poder en el país creó vacíos institucionales y problemas de gobernabilidad que
abrieron el camino para que el saqueo, el robo a mano armada, el incendio de
propiedades y el rapto de mujeres se convirtieran en los signos más visibles de una
profunda crisis social. El arcaico sistema de malocas y gavillas, que por tantos
años sembró el terror entre los habitantes de Chile central, renació ataviado con las
banderas del rey o de la Patria y comandado por los más ilustres hijos de la
aristocracia. "Dejando que los sitiadores se diseminaran por las calles y casas con
el afán de saqueo", apuntó Torrente al describir la estrategia adoptada por el coro-
nel realista Tiburcio Sánchez durante el sitio de Chillán en 1813, "cuando los vió
desunidos y cebados en el botín, destacó partidas a cortarles la retirada por las
bocacalles de los arrabales... el pueblo quedó sembrado de cadáveres..."e3 Pero lo
que se registró en Chillán fue tan solo el auge de una situación social que se
deterioraba cada vez más. Ese mismo año, las autoridades se quejaban de "la
extraordinaria frecuencia con que en esta ciudad y sus campos se cometen salteos,
robos, asesinatos y otros excesos, que atacan inmediatamente la seguridad indivi-

e0 EI Monitor Araucano,2g de mayo de 1813.


er "Decreto del 29 de agosto de 1814", citado por Barros Arana, Vol. IX, 548.
e2 "Bando prohibiendo los juegos de azar y embite, Santiago, 22 de abril de 1812", en B. L. D.
G., Vol. I 165.
e3 Torrente, Ob. Cit.,63.
LEONARDO LEÓN / RECLUTAS FORZADOS Y DESERTORES DE LA PATRIA: 275

dual, y perturban la quietud..." Manifestando su temor de que la anarquía y la


criminalidad, "como enseña la triste experiencia de otros pueblos, puede llegar a
un extremo, que lo haga insuperable, ó á 1o menos, solo corregible á costa de
exfuerzos que distraigan de objetos importantes", las autoridades abogaron por la
creación de un funcionario especialmente encargado de "la prosecución y condena
de los delincuentes..."e4 Un mes más tarde, el gobierno nacional dispuso que los
jueces territoriales y diputados de campo, "ronden diariamente, persigan, aprehen-
dan y castiguen sobre la marcha a los ladrones y malhechores de sus jurisdicciones
respectivas..."e5 De modo especial, se instruyó a los comisionados que protegieran
las mujeres e hijos "de los guerreros ausentes", expuestos a la violencia de los
bandidos que pululaban por la campaña de Chile central.
Sorpresivamente, la indisciplina popular se apoderaba del escenario compitien-
do en importancia con las dificultades logísticas y políticas que enfrentaban los
patriotas en el sur. "Esta época no presta muchos materiales a la historia", escribió
Melchor Mafiínez, "en la que solo se ocupaba nuestro gobierno en providencias
económicas relativa a la reforma de abusos y persecución de malhechores que
infestaban los caminos y las campañas, cometiendo insultos de toda clase, robos,
violencias y asesinatos en tanto estremo, que daban temor a los mismos pueblos
por la multitud de partidos armados que por todas partes se desparramaban, deser-
tando de sus cuerpos militares..."e6 El virrey Abascal, al tanto de la situación de
anarquía que prevalecía en gran parte del territorio, fundamentó el llamado que
hizo a los santiaguinos para que se levantaran contra el gobierno nacional invocan-
do las arbitrariedades, destierros, abusos y corrupciones cometidos por los patrio-
tas, 1o que en su opinión llevaba al aniquilamiento del "orden público" y al fin del
"reposo interior". En agosto de 1814, cuando la anarquía institucional llegó a su
clímax con los realista en control de Concepción, O'Higgins insubordinado en
Talca, y Carrera intentando restablecer su dictadura en Santiago, la desobediencia
popular también alcatzó su apogeo: "Los crímenes se multiplican a proporción de
la impunidad de los delincuentes", rezaba un decreto de la Junta Gubernativa de
Santiago, "una piedad mal entendida eriza al país de robos y asesinatos-e7. El
corolario de esta situación se registró después del combate de Rancagua, momento
en que las tropas del rey se entregaron a toda forma de excesos. "Destrozaban las
puertas y se entregaban a un escandaloso saqueo, estropeaban o mataban a los
heridos que habían quedado en las trincheras patriotas, violaban a las mujeres,
golpeaban por diversión a los ancianos y a los niños..,"98
Para los peones y gañanes la permanencia en el ejército había sido un doble
castigo: de una parte se les obligó a abandonar sus tierras y familias, y de otra se
impuso sobre ellos un severo sistema disciplinario. En esas circunstancias, una vez
que habían sido capturados y enrolados por los temidos e implacables comandantes

94
La Aurora de Chile, 1 1 de marzo de 1813.
95
E,l Monitor Araucano, 10 de abril de 1813.
96
Melchor Martíne z, Memoria histórica . .., 158.
9'1
El Monitor Araucano, 19 de agosto de 1814.
98
Barros Arana, Historia Jeneral, Vol. IX, 57 6.
276 HISTORIA 35 I 2OO2

de levas, Ia única alternativa que les quedaba era el motín o la fuga. Refiriéndose a
uno de estos movimientos, protagonizado en marzo de 1814 por los soldados de los
regimientos Don Carlos y Maipú, Carrera puntualizaba que "semejantes delitos
deben ser juzgados en el momento con la vida para escarmiento de la tropa..."99
Las dificultades que presentaba la recluta del bajo pueblo, se agravaban cuando los
inquilinos, huasos, arrieros y labradores desertaban. "No puedo atinar en qué con-
siste la deserción tan frecuente que ejecutan los cuerpos de milicias", escribió con
consternación Carrera veinte días más tarde de este incidente, para luego agregat
con tono drástico: "es preciso atajarla con el más riguroso castigo; tengo prevenido
al señor Coronel del cuerpo, que todos los que sean aprehendidos sufran de pronto,
cien azotes, y después el trabajo con una cadena..."l00 Luego de haberse enterado
de nuevas deserciones en los regimientos de la ciudad, el Director Supremo escri-
bió al coronel Larraín instruyéndole que reuniera las debilitadas fuerzas, "siéndo-
me muy sensible que este último se haya dispersado en tanto grado que me asegu-
ran no ha quedado un solo individuo"l0l. En otra comunicación, enviada a fines del
mismo mes, señalaba con desaliento: "ha sido tan escandalosa la deserción de la
tropa de la División de Maipú, que de los doscientos hombres que Ud. acuarteló,
solo permanecen en el Ejército sets¡1¿"102. Delitos de esta naturaleza, continuaba,
"no pueden quedar impunes..." El problema era por cierto grave, todavez que el
ejército patriota dependía de la fuerza miliciana para sostenerse; en el combate de
Cancha Rayada, del 9 de mayo de 1813, la proporción entre fuerzas regulares y
milicianos osciló entre 1.250 y 2.800103. Durante la batalla de San Carlos, que
tuvo lugar el 15 de abril de 1813, las fuerzas comandadas por Carrera ascendían a
1.500 hombres de infantería y "10.000 de caballería -i1¡"¡unu"104. ¿Cómo se expli-
ca la pérdida, en menos de veinte días, de tantos milicianos?
El lento paso de los días ahondaba la fisura en el bando patriota, que se manifes-
taba no solo en las disputas que sostenían carreristas y o'higginistas sino también en
la continua fuga de los peones enrolados. En los primeros días de marzo de 1814, el
comandante patriota Ramón Balcarce firmaba una orden del día afirmando: "Sin
novedad y la deserción pica..,"l05 Quizás el único consuelo que quedaba para los
desesperados jefes nacionales era que el bando realista no experimentaba mejor
suerte en su relación con el populacho. Después de la sorpresa patriota de Yerbas
Buenas, y en momentos én que el general Pareja decidió crtzar el río Maule, se
produjo el inesperado levantamiento de chilotes y valdivianos que rehusaron prestar

ee"Carrera a Juan Francisco Larraín, Santiago, 3l de marzo, 1814", en A. N. M. G. Vol. 1, s.f.


100 "Carrera a Fermín Honorato del regimiento Andes de Rancagua, Santiago, 19 de abril de
1814", en A. N. M. G., Vol. l, s.f.
l0l "Carrera a Juan Francisco Larraín, Santiago,4 de abril, 1814", en A. N. M. G., Vol. l, s.f.
r02 "Carrera a Juan Francisco Larraín, Santiago, 27 de abril, 1814", en A. N. M. G., Vol. 1, s.f.
¡03 "Estado de las fuerzas del Ejército Restaurador, g de mayo de 1813", en C. H. D. I. Ch., Vol.
23, r55.
r0a Rodríguez B., "Revista de la Guerra de la Independencia de Chile", ...Ob. Cit.,89.
105 Nicolás García, "Diario de las operaciones militares de la División Auxiliar mandadas por el
coronel Juan Mackenna. Comprende desde su salida de Talca, 19 de diciembre de 1813 -13 de mayo de
1814", en C. H. D. I. Ch, Vol. 1, 293.
LEONARDO LEÓN / RECLUTAS FORZADOS Y DESERTORES DE LA PATRIA: 211

servicios al norte de la jurisdicción penquista. "A 1a falsa voz de venir sobre el


campo todo el grueso del ejército independiente, desampararon las filas, fugándose
los cuerpos enteros con jefes y oficiales, en disposición que, de 6.000 hombres que
de esta clase acompañaban a los realistas, se diseminaron de tal suerte que no quedó
uno para memoria"l06. Alejados de sus centros naturales de reclutamiento y cons-
cripción, los oficiales realistas enfrentaban un serio problema cada yez que uno de
sus milicianos se fugaba, pues sus desertores no tenían fácil reemplazo. "Esta separa-
ción de las milicias del campo no es extraña", escribió Rodríguez Ballesteros, "si se
atiende que en Chile son estos cuerpos formados sin planas mayores veteranas, de la
jente rústica de las haciendas, sin instrucción ni mayor subordinación ni inteligencia
en ninguna arma, solo con la ventaja de ser muy jinetes a daballos desde su tierna
edad"l07. La peonada seguía al ejército del rey cuando la victoria parecía estar asegu-
rada; sin embargo, cuando la suerte fallaba, los milicianos abandonaban sus bande-
ras. A comienzos de mayo de 1813, el ejército monarquista cayó abruptamente a
menos de 1.500 hombres. "La deserción del ejército enemigo", escribió Carrera
desde los arrabales de Chillán en agosto de 1813, "se aumenta con el escarmiento...
su desesperación les dá valor y atacar, con entusiasmo, y mejor cuando traen en su
cuerpo vino con pólvora"lOS. Tras la muerte de Pareja y con la caídade Talcahuano y
Concepción, el ejército realista experimentó un verdadero desplome: "fue escandalo-
sa la deserción, principalmente de las tropas penquistas...tr109 Qqhs meses más tar-
de, después del combate de El Membrillar, el ejército realista enfrentaba nuevamente
la deserción masiva de sus milicianos, especialmente los provenientes de Rere y La
Laja, que huían con sus armamentos. Según informó un testigo, cuando Gaínza se
refugió en Talca en abril de 1814, sus hombres le abandonaron incluidos 60 fusile-
rosll0. Rodríguez Ballesteros, en su citada obra, manifiesta que en esos días Gaínza
experimentó una "espantosa deserción de las tropas y reclutas del país, principalmen-
te de los penquistos..." El propio Gaínza, en un mensaje confidencial enviado a
O'Higgins pocos días después de Ia firma del Tratado de Lircay, escribió: "Tropas y
troperos se me han ido, también bueyes y todos los bueyerinos..."lll
Los mismos jefes patriotas que se quejaban de la falta de lealtad del peonaje,
estimulaban la deserción de los soldados del bando opuesto, ofreciendo veinte
pesos a los soldados de caballería que huyesen con su armamento, y diez pesos a
infantes y artillerosll2. En otras oportunidades, en medio de las escaramuzas, se
procedía a llamar a viva voz a los combatientes que se suponían dispuestos a
pasarse a las tropas nacionales, como ocurrió durante la batalla de San Carlos del
15 de mayo de 1813, en que el clérigo Pedro José Eleicegui se puso a "llamar por
su nombre a muchos soldados penquistas y valdivianos..."l13 En el parte militar

106 Rodríguez B., "Revista de la Guerra de la Independencia de Chile", ..., Ob. Cit., S4.
to1 Id. , 85.
r08 "Carrera al Superior Gobierno, Chillán, 6 de agosto de 1813", en C. H. D. I. Ch. Yol.23, 176
roe Rodríguez B., "Revista de la Guerra de la Independencia de Chile", ..., Ob. Cit.,98.
rr0 Calderón, "Diario...", Ob. Cit.332.
rrr "Gabino Gaí¡zaa O'Higgins, Talca, g de mayo de 1814", en C. H. D. I. Ch. Yo|.23,370.
r12 Anónimo, "Memoria...", Ob. Cít., ll9.
r13 3'Informe de don Julián Pimuer, Chillán, 12 de marzo de 1814", en C. H. D. I. Ch. Vol. 10, 321.
218 HISTORIA 35 I 2OO2

que escribió sobre la toma de Concepción, el general Carrera señaló: "los soldados
abandonan al enemigo y vienen apresuradamente a alistarse bajo las banderas de Ia
patria"lra. En Chillán, señaló Melchor Marfínez, los soldados del rey eran repetida-
mente llamados a desertar por los jefes revolucionarios, "con infinidad de prome-
sas y premios". Los avatares de la guerra fueron generando un mercado de la
deserción, en el que el precio de los renegados subía constantemente. En un Bando
publicado en septiembre de 1814, cuando las tropas realistas marchaban hacia
Santiago, las autoridades patriotas llegaron a ofrecer doce mil pesos a quien se
presentara con la cabeza de Mariano Osorio, seis mil por los oficiales subalternos,
cincuenta para los soldados que escaparan con fusil y 25 para los desertores que se
presentaran sin armasl 15.
Las recompensas y beneficios que ambos bandos otorgaban a los desertores
evidencian la facilidad con que el peonaje miliciano abandonaba las filas para
sumarse a las partidas enemigas. De lo que ya no cabía duda a los oficiales era que
si se dejaba elegir a la plebe, las fuerzas populares optarían por marginarse com-
pletamente del conflicto. Como escribiera el general O'Higgins en los últimos días
de Ia Patria Vieja, no era recomendable que las fuerzas patriotas se enfrentaran con
el ejército de Mariano Osorio en los llanos de Maipú, "porque las nuestras se
corromperán en Santiago y se desertarán a sus casas"ll6. Razón tenía el general
patriota para temer el desbande de los milicianos. Justamente cuando asumió la
comisión de suprema autoridad del ejército, en enero de 1814, por lo menos 400
soldados desertaron su fuerza en Concepción para buscar refugio en SantiagollT.
Las proclamas patriotas, señaló en su R¿visf a de la Guerra de la Independencia el
realista Rodríguez Ballesteros, "habrían alcanzado los más ventajosos efectos si las
tropas milicianas no hubiesen visto después con más adhesión sus hogares que la
defensa a que se les obligaba..."I18
Desde un punto de vista militar, los perjuicios que generaban Ia deserción y la
fuga podían ser superados aumentando el reclutamiento de los 'forzados', pero lo
que no era tan fácil de solucionar fue el efecto político negativo que tenían estas
operaciones. En realidad, lo más pernicioso fue que durante estos años se engendró
la fatal división entre el bajo pueblo y la elite que enfrentaría al país por más de
dos siglos. A medida que los plebeyos desertaban del ejército, los jefes del gobier-
no patriota visualizaron al populacho como el principal sostén de las prácticas
anómalas e ilegales que conformaban la deserción miliciana. En ese sentido, las
expresiones de Carrera fueron emblemáticas. Refiriéndose a los problemas que
causaba la deserción de regimientos completos, el Director Supremo ordenó en
abril de 1814 que se apersonara en la ciudad de Rancagua el coronel Juan Larraín,

l14 "José M. Carrera a la Junta Gubernativa, Concepción, 25 de mayo de 1813", en Gandarillas,


Ob. Cit.,42.
lIs «Bando de la Junta de Gobierno, Santiago, 15 de septiembre de 1814", en C. H. D. I. Ch, Vol.
4, r68.
rr6 "O'Higgins a Carrera, Maipú, 14 de septiembre de 1814", en 8.O., 56.
ll7 (O'Higgins a la Junta Gubernativa, Concepción, l0 de enero de 1814", citado por Barros
Ara¡a, Historia, Vol. IX, 3i6.
r18 Rodríguez B., "Revista de la Guerra de la Independencia de Chile", ...Ob. Cít.,81.
LEONARDO LEÓN / RECLUTAS FORZADOS Y DESERTORES DE LA PATRIA:
219

para que '!amás deje de existir allí una fi¿erza capaz de sostener al pueblo, cuando
menos de las irrupciones de los malvados, que se valen de las inquietudes popula_
res para los saqueos y piraterías..."119
Enfrentados al grave deterioro que experimentaba el orden púbtico por el des_
bande de una soldadesca que no ponía límites a su desenfreno, las autoridades
patriotas comenzaron a velar para que los jueces y comisionados pudieran realizar
sus tareas sin obstáculos, pues se comprendió que de ello dependía el manteni_
miento de la paz social. "Los jueces son respetables en los pueblos, y como repre_
sentantes de ellos no deben ser ultrajados", escribió con firmeza Carrera, en
1814120. No obstante, las propias autoridades contribuían en gran parte al desorden
y anarquía, al llevar a cabo el enganche de facinerosos y delincuentes en las filas
del ejército. Refiriéndose a una partida que llegó a Talca proveniente de Cauque_
nes en abril de 1813, Carrera manifestaba con la destemplanza que le caracteúzó:
"eran los 200 hombres tan ladrones como su jefe...,'121 El mismo general señaló
que las pérdidas sufridas por el ejército patriota durante la batalla de yerbas Bue_
nas fueron considerables "por el saqueo a que se entregó la tropa escandalosamen_
te..." En otra comunicación, Carrera manifestaba que los soldados que participaron
del saqueo habían obtenido, además de cientos de armas de fuego, ..onzas dó oro,
relojes, sables, y vestuarios completos...',122 Apenas un mes más tarde, en medio
del acoso que sufrían sus hombres a causa de los incesantes ataques de las guerri_
llas enemigas, el atribulado general manifestaba que ..era menos ierrible pareja que
el desorden de la tropa, que no podía contener por falta de auxiliares". Carrára
también relató que en los días previos a su captura por las fuerzas realistas en
Concepción, la soldadesca patriota flaqueaba mientras el enemigo acometía cada
vez con mayor osadía. Para quebrar la inacción, dispuso que una partida guerrillera
se dirigiera a la campaña para recuperar monturas, pertrechos y .á"u.sor, ,.Tomé
el
partido de comisionar algunos individuos para que los sacasen a la fuerza. Como
los tuvieran escondidos por las cordilleras y montañas, mandé hombres inteligentes
y quizás ladrones de profesión, para que no se escapasen. Era consiguiente utg.i,
desorden por la clase de comisionados, pero este desorden no pasaba de 4 a 6
caballos que robaban para su uso, y de algunos insultos de palabra, por el senti_
miento que les causaba ver que los despojaban de lo que más defienden y quieren
nuestros huasos ¿No habrá alguno que conozca el carácter de aquella genie?
quién dicta un arbitrio para evitar estos males?,,123.
¿y
En el ejército realista, los generales monarquistas experimentaban similares
problemas. De una fuerza calculada en casi tres mil hombres, escribió el virrey a
mediados de 1814, una cifra importante de ellos eran.,milicianos armados de
lanza, que nada sirven por su indisciplina y [su] afición al robo...,,12a La improvi_

lre "Carrera a Juan Francisco Iaqaín, Santiago, 3l de marzo, lg14',, en A. N. M.


G., Vol. l, s.f.
a José Ignacio Valdés, Santiago,"23 de abrit, 1814',,
ijl
jj] -C".rl"-1.
Miguel ",
Á. N. Ir¿. C., Vol. t, s.f.
{ose Carrera, "Diario". en C. H. D. I. Ch., Vol., 1,91.
t22 C_a;reraalSuperiorGobierno,Talca,2gdeabriláe1g23';,enC.H.D.
123 Carrera, I.Ch.,Vol.23, 147.
"Diario...", Ob. Cit.,234.
t24 "Instrucciones que deberá observar
el coronel don Mariano Osorio...,,, Ob. Cít.,154.
280 HISTORIA 35 I 2OO2

sación de las huestes se dejó Yer en las desordenadas escaramuzas que iban unien-
do una guerra que cambiaba rápidamente de frentes, desplazándose por Chile cen-
tral a lomo de caballos que dejaban ver un gran entusiasmo pero escasa estrategia'
"Las tropas del ejército real, así como las del patriota", escribió el comandante
español Antonio de Quintanilla, "en ninguna de estas acciones se batieron en for-
mación... cuando se rompía el fuego, se desbandaban en tropel..."l2s En septiem-
bre de 1814, cuando se acercaba la batalla decisiva, el ejército de la patria sufría el
drenaje de la deserción y de la indisciplina. "Los mismos cuerpos militares", seña-
laba con marcado desaliento un testigo anónimo, "sirven de sagrado a los delin-
cuentes..."126 Probablemente, a consecuencia de la continua deserción del popula-
cho, se entiende que de las fuerzas patriotas que enfrentaron a Mariano Osorio a
fines de aquel mes, compuestas por 6.000 hombres, solamente 2.564 etan milicia-
nos, en una completa reversión de 1o que había sido la tradicional proporción entre
soldados de línea y huasos enganchadostzT.De esos hombres, por lo menos 1'600
abandonaron el sitio sin entrar en combate, Una semana más tarde, el entonces
prófugo general Carrera describió con desaliento el completo desbande del ejército
patriota: "se han tomado todas las medidas para que los oficiales y soldados no
deserten sus banderas; pero faltándoles honor a los primeros es inevitable la fuga
de los segundos..."l28 Sin duda ambos ejércitos enfrentaron durante la guerra obs-
táculos formidables: los realistas, comandados por oficiales extranjeros, operaban
sobre un país cuya geografía no conocían bien. Los patriotas, por su parte, sin
muchos oficiales ni veteranos, debían confiar en la ventaja que les ofrecía un
abultado eiército de improvisados soldados que huían cada vez que reventaba Ia
metralla. "Por desgracia", escribió acertadamente Barros Arana, "la disciplina y la
moralidad de esa tropa neutralizaban las ventajas del número"l29.
Cuando el país era disputado palmo a palmo, los mestizos fronterizos se convir-
tieron en un elemento crucial de las campañas militares, toda vez que su conoci-
miento acabado de la geografía local, usos y costumbres, sumado a su experiencia
de maloqueros y comeroiantes informales, abrían las rutas cordilleranas y del terri-
torio tribal. Sin embargo, su participación en la guerra fue más bien reacia, si bien
grandes contingentes se sumaron al bando realista cuando Osorio levantó el estan-
darte real. "Entonces fueron llamados para servir en el ejército insurgente", escri-
bió el fraile Juan Ramón, "pero los más fugaron a los montes y quebradas, eligien-
do vivir en las selvas antes que ir contra su Rey Y Señor"1¡o' En vista de la
resistencia que mostraban los mestizos para integrarse a las milicias, las autorida-
des patriotas procedieron a quemar ranchos en La Laja y Santa Juana, "levantando

r2s d¡16¡is de Quintanilla, "Apuntes...", Ob. Cit.,224.


126 "Informe sobr el estado del Ejército Libertador, 12 de septiembre de 1814", en C. H' D' I Ch'
Yol.23, 425.
127 "Informe general de las divisiones que formaron el ejército en Rancagua, y de las distribuidas
en los diferentes puntos de defensa", en C. H. D. I. Ch. Yo1.23,460-
tza "6ut.".u] Bernardo de Vera, Santa Rosa de los Andes, 9 de octubre de 1814"' en C' H' D' I'
Ch., Vol. 23,487.
r29 Barros Arana, Historia Jeneral, Vol. IX, 383.
r30 Juan Ramón, "Relación...", Ob. Cit.,28.
LEONARDO LEÓN / RECLUTAS FORZADOS Y DESERTORES DE LA PATRIA
28t

también en Rere una horca para obligarlos a presentarse, pena de la vida,,131. A los
peones reclutados en el ejército realista tampoco les iba mejor. Durante el desas_
troso combate de San Carlos, cuando un grupo de chilotes buscó refugio en un
bosque cercano al campo de los enfrentamientos, '.algunos de los cuales se habían
subido a los árboles para ocultarse, fueron casi todos inhumanamente fusilaalos',132.
La guerra, de otra parte, se encargó de esparcir a los mestizos fronterizos por el
resto del territorio, extendiendo sus prácticas insubordinadas y pícaras hacia las
provincias del norte. "Nadie se comprometió descaradamente,', observó Carrera al
referirse a los soldados que siguieron el motín de Tomás de Figueroa en Santiago
en 1811, "a excepción de un Molina, natural de la frontera, soldado de aquellos
dragones; era este el segundo caudillo..."133 Teniendo presente el ascendiente de
estos hombres sobre la plebe, las autoridades condenaron a los amotinados a ser
pasados por las armas "dentro de la misma prisión... por evitar alguna conmoción
popular..."l3a En el sur, mientras tanto, surgían las primeras guerrillas realistas
compuestas por peones que, fugados de las estancias hacia los montes y ,,sin otras
armas que tres malos fusiles, algunas pocas lanzas, garrotes y un cañón que figura_
ron con un tronco sobre unas ruedas de carretas,', asolaron las posiciones patrio_
tasr35. A principios de 1814, advirtiendo el peligroso cariz que asumía el conflicto,
el general O'Higgins se vio obligado a señalar respecto de gran parte de sus tropas:
"estos hombres no respetan gobierno ni autoridades; es necesario contenerlos o
vamos a ser envueltos en una anarquía que conduzca al Estado a su ruina..."136 En
Cancha Rayada, a fines de marzo del mismo año, el ejército revolucionario presen_
ció la deserción de compañías completas de milicianos y el colapso casi completo
de una división compuesta originalmente por 1.400 hombres al mando del bisoño
comandante Manuel Blanco Encalada. La ausencia de una estrategia unificada,
señaló Gandarillas, se sumaron a la "indisciplina y de la licencia incorrejible que
se había apoderado de nuestros militares...',137 Desde esos días, la deserción se
transformó en un auténtico desastre. "Han llegado a tanto extremo los robos, sa_
queos y salteos del Partido", escribió con un tono desesperado el gobernador inten_
dente de Quirihue a fines de septiembre de 1814, .6que sus vecinos ya desesperados
han tomado la providencia de contribuir mensualmente unos de a ocho reales y
otros de a cuatro, para que con su producto se organice en esta Villa cabecera una
fterza de doce fusileros voluntarios, sin más ocupación que, cuando llegue el caso,
perseguir facinerosos..."l38 El presbítero pedro José Eleiseguí, acusado por los
realistas de comandar una guerrilla patriota en las inmediaciones de esta localidad,

t31 Id.
r32 Barros Arana, Historia Jeneral, Vol. IX,
102.
r3r Carrera, "Diario...", Ob. Cit.., 16l
r3a *sentencia contra Tomás Figueroa, Santiago,
1ro. de abril de 1g11", en Melchor Martínez,
M emo ria histórica, 325.
r35 Juan Ramón, "Relación...", Ob. Cit.,28.
136 "O'Higgins al Supremo Director
del Estado, euechereguas, 14 de abril de lg14',, en C. H. D.
I. Ch., VoI.23,352.
r37 Gandarillas, "Don Bernardo O'Higgins...,,,
Ob. Cit.,62.
r38 "Manuel González al gobernador
intendente Bergara [sic], euirihue, 25 de septiembre de
1814", en Archivo Nacional, Fondo Capitanía General, Vol. 336, f. 39. -
282 HISTORIA 35 I 2OO2

explicaba su posesión de una carabina, "por recelo de los huasos salteadores o


soldados desertores de que se han inundado las campañas..."13e
El abismo que surgía entre la elite y el peonaje fue agravado por el incremento
de las bandas que, procurando su sobrevivencia, asolaban las villas y pagos rurales.
Explayándose sobre la necedidad de formar un cuerpo montado que protegiera la
villa de Quirihue, el gobernador intendente ya citado argumentaba que su objetivo
sería "reprimir el orgullo y furor de tanto bandido..." Sujetas las villas y pagos a
Ias autoridad de los improvisados comandantes militares, la justicia implantada por
la elite era expedita e inclemente. Tampoco se establecía ya una diferencia entre
los disidentes y los renegados, affastrando al cadalso con la misma violencia a los
hacendados realistas y a los plebeyos fugitivos. Durante el sitio de Chillán, escri-
bió el fraile Juan Ramón, "la lealtad más inocente era castigada en medio de la
plaza cor, el tormento de los azotes, y muchas veces se daba en espectáculo al
pueblo, pendiente del lazo en un cadalso, con festivos toques de caja, y muchos
vivas a la Patria"l40. En septiembre de 1813, Carrera ordenó la ejecución de por lo
menos 17 hombres provenientes de Talca y Concepción, de los cuales varios fue-
ron acusados de salteadores y gavilleros: "Manuel Castillo..,[por] haber hecho tres
o cuatro muertes en la carrera de salteador de camino que había abrazado desde su
tierna edad... José Antonio Donoso...[por] toda clase de robos y tropelías... N.
Espinoza, Rafael Breñares... ahorcados porque corrían los campos con guerrillas
que titulaban del ejército real, para robar, asesinar y cometer toda clase de excesos
en la provincia... no tengo presente el nombre de 3 individuos más que fueron
ahorcados por espías y por ladrones"l4l.
Indudablemente, el quiebre institucional y la proliferación de la insubordina-
ción popular crearon las condiciones más propicias para el desarrollo del bandida-
je. Las gavillas de desertores y renegados, que hasta allí enseñoreaban las campa-
ñas, comenzaron a hacer sentir su presencia en las ciudades, poniendo en jaque a
las autoridades. Por ese motivo se procedió a la creación de un cuerpo de policía,
que persiguiera a los escurridizos fugitivos. Esa fue la intención del Reglamento de
Policía que introdujo Carrera en abril de 1813 y que llevó a la creación del "Juez
mayor de Alta Policía y Seguridad Pública" bajo cuya jurisdicción quedaron some-
tidos todos los "funcionarios y subalternos de Policía" del paísla2. Entre las funcio-
nes y atribuciones del nuevo magistrado figuraban los tradicionales de orden, aseo
y mantención de la paz en la ciudad, a las que se agregaban el "cuidado de la
seguridad y tranquilidad civil, doméstica y personal y de examinar y precaver
todos los crímenes que se cometan o intenten contra el Gobierno reconocido, o que
se dirijan a innovarlo, perturbarlo, desacreditarlo y de cuanto pueda inducir altera-
cion en el orden público, asegurando las personas de los delincuentes o gravemente

r3e'ConfesióndePedroJoséEleiceguí,Chillán, 14demarzodel814",enC.H.D.LCh.,Vot'x,341.
r40 Juan Ramón, "Relación...", Ob. Cit.,39.
r4r José M. Carrera, "Lista de los ahorcados en Talca y Concepción, sin fecha (1813)", en C. H.
D. I. Ch. YoL23, 197.
r42 "Reglamento de Policía, Santiago,24 de Abril de 1813", en B. L. D. G., Vol. I, 210.
LEONARDO LEÓN / RECLUTAS F'ORZADOS Y DESERTORES DE LA PATRIA
283

sospechosos"l43. Respecto de la jurisdiccíon del Juez Mayor de Ia República, el


reglamento estableció que debía extenderse "a toda la Capital y suburbios; y la de
vigilancia y seguridad por todo el Reino, en los casos de delitos contra la patria..."
Para hacer aún más eficaz su gestión se reorganizaron los espacios santiaguinos en
cuatro cuarteles, los que fueron a su vez subdivididos en ocho barrios a cargo de
los antiguos alcaldes. "Estos alcaldes tienen una especie de jurisdicción doméstica
y familiar de los pequeños negocios de su barrio, cuidan inmediatamente de su
conducta, costumbres, policía, seguridad y tranquilidad. Cada barrio forma una fami-
lia social, donde los vecinos observan mutuos deberes de beneficencia, cordialidad,
etc., cuidando sus alcaldes de separar todas las personas viciosas, vagas o sin desti-
no". Como complemento de esta misión de vigilancia, y con el propósito de controlar
los movimientos de la población, el reglamento concluía tendiendo una mirada inqui-
sidora que irrumpía con fuerza en el dominio privado de la vida en la urbe.
En el proceso de construcción del espacio público y fortalecimiento de la auto-
ridad del Estado, tareas que complementaban la acción militar de Ia elite, desapare-
cía el privilegio de la vida íntima y se transformaba a los vecinos en espías de sus
amigos. "Todo vecino dará noticia al alcalde de cualquier huésped que nuevamente
llegue a su casa y deba mantenerse allí más de un día... el que admite en su casa a
un sirviente sin papel, en que el anterior amo y, en defecto de este, el alcalde de
aquel barrio, expongan su conducta, es responsable a las deudas que haya contraí-
do dicho sirviente con el amo anterior"144. Refiriéndose al efecto perturbador que
tenían las acciones de los tránsfugas, en abril de 1813 la junta de Gobierno prohi-
bió los viajes y comunicaciones con Perú y Concepción. ..Todo el que inspire
desconfianza o temor en los pueblos, o esparza noticias falsas contrarias, con el
designio de desalentar el entusiasmo y patriotismo de los ciudadanos, sea inmedia-
tamente pasado por las armas..."145 Martín Calvo Encalada, designado para asumir
la ingrata tarea de reprimir a todos los que atentaran contra .,la tranquilidad públi-
ca, la seguridad de los ciudadanos y vigilar sobre los perturbadores del orden y paz
del Estado", debía comandar las patrullas de jueces, prefectos e inspectores que
rondarían de allí en adelante la ciudadla6.
Al hacer un balance de los trágicos acontecimientos que sacudieron a Chile
entre 1811 y 1814, se puede afirmar que botín y saqueo, incendios y muertes,
violaciones y acuchillamientos, salteos y expropiaciones fueron el reverso obscuro
de las gloriosas campañas de patriotas y realistas durante la primera patria. Los
habitantes de Chile central vivieron en ese período la peor pesadilla bélica desde
los antiguos días de la "guerra araucana". Hostigados por innumerables contingen-
tes, que marchaban briosos hacia los frentes militares o que huían desbandados
después de una amarga derrota, la única defensa que tenían los peones era sumarse
a las filas de los invasores o fugarse hacia las montañas. El tronar de los cañones y
las fusiladas, que en más de una ocasión rompieron el silencio de la noche, ten-

143 Id., Artículo fercero.


t44 Id., Artículo decimotercero.
r4s Et Monítor Araucano, 13 de abril de 1813
t46 ldem, I de mayo de 1813.
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drían un trágico eco, poco tiempo más tarde, en los gritos desesperados de los
paisanos y sus familias que pagaban el tributo a los vencedores o que rendían sus
vidas ante los derrotados. El ansia por sobrevivir era solamente equiparado por la
avidez de botín o la angustia que producía el afán de destruido todo antes de que
cayera en manos del enemigo; Chile central fue cubierto en esos días por el funesto
temor que sobrecogió a los habitantes de la campiña de ver a sus mujeres e hijas
morir violadas por anónimos soldados. La guerra, que cambiaba continuamente de
frente entre Santiago y Concepción, se desplazaba con una horrenda carga de
calamidades, sorprendiendo por igual a los incautos estancieros, labradores e in-
quilinos que empeñaban su tiempo en recuperarse de los daños pasados.
La soldadesca no se imponía límites cuando se trataba de reponer sus pérdidas,
de vengar sus agravios o de apoderarse de los bienes que siglos de dependencia y
sometimiento Ie habían negado. En ese momento, cuando llegaba la orden de arra-
sar, quemar o asesinar, los miserables obedecían disciplinadamente a sus genera-
les. "Para no dejarle al enemigo algunas cosas que pudieran aumentar su erario",
escribió Carrera cuando comandó el saqueo de la ciudad de Santiago en octubre de
1814, "dispuse y por mi mismo hice saquear a los pobres la Administración de
Tabacos, que encerraría el valor de 200.000 pesos. En número de dos horas estaba
la casa tan limpia que no dejaron ni las puertas de la calle»t47. El mismo general,
hasta allí Director Supremo de la nación y comandante en jefe de sus fuerzas
militares, escribía en sl Diario con una mezcla extraña de orgullo y pesadumbre la
trágica escena que desató en la capital la derrota de Rancagua: "Desde las dos de la
tarde hasta que anocheció, me mantuve en Santiago tomando por mí estas provi-
dencias, que eran tomadas a mi vista; contenía los desórdenes de la plebe y hacía
que los mismos vecinos armados patrullasen para mantener la tranquilidad". La
descripción de esta dramática escena fue corroborada por otros testigos. "Multiplí-
case el saqueo; arde la fábrica de pólvora; la Casa de Moneda queda sin los útiles
de labranza", escribió'en 1815 el autor anónimo de El Pensador Peruano, "expí-
dense repetidas órdenes para que se incendie Valparaíso..." Por su pafie, El Chile-
no Instruido señalaba: "El tesoro público y la Casa de Moneda fueron saqueados y
hechos pedazos sus muebles, ventanas y máquinas; los cuarteles destrozados; mu-
chas casas, almacenes y tiendas enteramente robadas; las madres, llorosas y segui-
das de sus hijas, andaban desmelenadas por las calles..."l48 Al tanto de los avata-
res de una guerra que no les pertenecía, las masas populares esperaron el desenlace
funesto de los acontecimientos para lanzar sus saqueos contra el último bastión
patriota, aprovechando los escasos momentos que mediaban entre la retirada de un
ejército derrotado y el arribo de los contingentes victoriosos. Acaso de esa manera
resarcían en una orgía de violencia y terror los daños, pérdidas y muertes que les
reportó la guerra revolucionaria desatada por la elite contra la monarquía.
En medio de los estertores de una patria que moría mientras en el horizonte se
dibujaba la silueta obscura de los ejércitos restauradores, el peonaje gavillero se

147 Carrera, "Diario ...", ob. cit.., 404.


r48 Citado por Rodríguez B., "Revista de la Guerra de la Independencia de Chile" Ob. Cir.. 210.
LEONARDO LEÓN / RECLUTAS FORZADOS Y DESERTORES DE LA PATRIA:
285

convirtió en el verdadero amo de Ia campaña. ,.Los que caían en manos de los


huasos eran degollados...", escribió Carrera al describir la precipitada retirada de
sus tropas desde el sitio de Chillán en 181314e. En los distritos del sur, donde la
autoridad de los jefes militares no admitía complacencia ni suavidad en las penas,
la insubordinación popular era aún más grave pues allí se jugaba la suerte de los
ejércitos combatientes. Por ese motivo, la vigilancia sobre el peonaje era más
rigurosa, a cargo de las múltiples partidas guerrilleras que recorrían las campañas
en busca de todos los hombres que no justificaran domicilio ni trabajo conócido.
Sin embargo, el desenfreno del peonaje sobrepasaba los instrumentos de control y
echaba por tierra la autoridad de los comandantes. El general Luis Carrera, .n onu
proclama que lanzó a los pueblos del sur, se refirió a los excesos cometidos por las
columnas patriotas comandadas por su hermano, culpando de estos a .,algunos comi_
sionados para la custodia de los caballos y bagajes, y también por otros agregados,
que fue imposible reducir a la disciplina del soldado,,ls0. En otra proclama, puUiicaOa
por la Junta de Gobierno a fines de 1813, las máximas autoridades del paíJculparon
de estas acciones a "algunos subalternos, que, abusando de la confianza de los supe_
riores, tratan de satisfacer su codicia y demás pasiones criminales"lsl.
Infaliblemente, el vacío de poder que generó la guerra, tanto a nivel nacional
como regional, obligó a gruesos contingentes de pobres y desarraigados a recorrer
el país buscando asilo contra la violencia. Sin embargo, a pesar de las necesidades
que enfrentaban como refugiados, no siempre fueron bien recibidos. .,Los vagos y
ladrones se han venido a refugiar", denunció el Síndico procurador de la colonia de
Osorno en 1811, "sus robos y correrías son tan continuos y frecuentes, tanto en las
haciendas, como en las casas y con tanto descaro que no han perdonado ni los
Reales almacenes que se hallan dentro del fuerte"t52. El éxodo del pueblo adquirió
el semblante de una catástrofe social de magnitud. Mientras, la ruta de los ejéicitos
iba quedando regada de ruina y sangre, los comandantes debían preocuparse tanto
de la cuestión militar como de la paz social, además del orden y áe la diiciplina de
las amplias masas peonales. Dando cuenta del ajusticiamiento de forajidos durante
su estadía en el sur, donde Carrera fue acusado de haber permitido que sus hom-
bres cometieran las peores tropelías, el general observaba que la ..prisión de don
Raimundo Prado y Manuel Castillo, ahorcado en Talca, y José Antonio Donoso
con Rafael Bañares en Concepción, José María Bravo y José Fuentes, azotados en
Huillipatagua y remitidos a Talca con grillos. Díganlo los calabozos de Concep_
ción y el Auditor de Guerra, don Manuel Novoa, que un día me vió firmar las
sentencias contra 30 delincuentes de esta clase; y ultimamente que diga alguno que
se haya quejado de haber sido robado, sin ver castigado o perseguido i que le

r4e Carrera, "Diario...", Ob. Cit.,16I.


*Ma¡ifiesto que
.bre de
1t,_ hace a los pueblos el comandante general de artillería Luis de Carrera, octu_
I813", en C. H. D. I. Ch. yol.24,367.
15l "Proclama a los habitantes de Concepción,
Talca, g de noviembre de lgl3,,, en C. H. D. I. Ch.
Yol.24,370.
152 "El procurador
de la Colonia de Osorno al Director Supremo, Osorno, 15 de agosto de 1gll,,,
en A. N. M. G., Vol. 5, s. f.
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robó..."153 No obstante, ninguno de los incidentes de indisciplina social e insubor-


dinación popular que se manifestaron en esos años, pueden compararse con la
tragedia que se desencadenó después de la derrota patriota en Rancagua. "En me-
dio de este desorden", escribió con poca disimulada emoción Barros Arana, "el
populacho, en la ciudad y en los campos se entregaba a perpetrar robos y violen-
cias de todo órden, confiado en la impunidad consiguiente a aquel estado de insu-
bordinación"ls4. Y más adelante agregaba: "Desde días atrás se había hecho sentir
una recrudecencia de crímenes, de asesinatos, de robos, de salteos a mano armada,
que las autoridades no podían impedir". Citando un Informe del Oidor Concha que
no hemos podido consultar directamente, el prestigioso historiador señala: "Sería
nunca acabar referir por una las estorsiones, robos y saqueos de casas y haciendas
que se han hecho en la ciudad y en los campos por el desenfreno de los ladro-
nes..." Posteriormente, una vez consumada la fuga de Carrera y O'Higgins desde
Santiago, el historiador describió la salida de una partida de vecinos en busca de
las partidas de avanzadas del ejército realista para darles cuenta de la situación que
se vivía en la capital desguarnecida frente a "los desórdenes de la plebe cada vez
más amenazadores..." Reflejando la magnitud que adquirió esta manifestación es-
pontánea de criminalidad popular, el nuevo gobernador de la capital emitió un
Bando el 8 de octubre que en su artículo octavo establecía: "Que siendo ya suma-
mente escandalosos y gravisimamente perjudiciales los repetidos robos, así en esta
capital como en el campo y caminos, se previene que todo aquel que se cojiere con
el robo en la mano, se le aprehenderá y castigará con la pena de la vida, dándole
solo veinticuatro horas horas de término. La sentencia se ejecutará sin otra formali-
dad de proceso gue la dicha"lss.
¿Y que ocurría con los cientos de hombres que cada día se fugaban del ejército
para convertirse en desertores de la patria? Muchos buscaban el camino de retorno
a sus tierras, caminando de noche y refugiándose en quebradas y montes, siempre
alertas al sonido de los cascos de las patrullas que buscaban sus huellas. Otros, sin
destino ni hogar al cual volver, se instalaban en las montañas y vivían de la rapiña
y el salteo. Convertidos en el azote de los caminos, estos bandidos improvisados
fueron el primer anuncio de lo que más tarde serían las montoneras: grupos de
hombres desesperados que, buscando de qué vivir, se convirtieron en renegados.
En esos años, el bandidaje no tenía nada de social ni épico. Los bandidos eran
hombres curtidos, experimentados y duros, que huían hacia un mejor destino recu-
rriendo al robo como el único instrumerfio capaz de mátenerlos vivos.

3. Los DESERToRES DE LA ParRrn

Hasta aquí se han revisado los testimonios provenientes del mundo oficial. Sin
embargo, corresponde preguntarse, ¿quiénes y cómo eran los desertores? La ausen-

153 Carrera, "Diario ..:', Ob. Cit.,232.


ts4 Barros Arana, Historia Jeneral, Vol. IX, 592.
rss Id., "Bando del gobernador Jerónimo Pizana, Santiago, 8 de octubre de 1814", 6A2
LEONARDO LEÓN / RECLUTAS FORZADOS Y DESERTORES DE LA PATRIA 287

cia de datos nos impide hacer una historia más cabal de esos sujetos durante este
período, pero el análisis de algunos casos -conservados en los archivos judiciales y
ministeriales- permiten realizar un bosquejo del perfil social de estos hombres que
optaron por dar su espalda al naciente Estado nacional. El primer caso dice rela-
ción con el teniente de asamblea Diego Guzmán, acusado de insubordinación en
1813. El incidente por el cual Guzmán fue encarcelado en la prisión de Talca, fue
la amonestación que hizo en público a los generales José Miguel Carrera y Camilo
Vial por los desórdenes y robos que se registraban en el ejército y de lo cual, según
Guzmán, ambas autoridades eran responsables. "Pero la arbitrariedad del primero
[Vial], acaso conociendo adonde me dirigía, me impuso el precepto de callar",
declaró el reo, "contéstele entonces, que lo mismo tenía resuelto decir en todas
partes y hacer presente a Vuestra Excelencia, más este señor, para ostentar su
soberbia, autorizado unicamente de la fuerza, me ofreció remancharme una barra
de grillos con esta misma expresión. Sin responder yo a esto más que lo haría con
injusticia. A consecuencia me mandó que fuese a mi cuartel arrestado..."156 El
destacado capitán de caballerías Francisco Vergara corroboró las declaraciones de
Guzmán, afirmando "que habiéndole ordenado el Gobernador de esta plaza [Vial]
que se contuviese en hablar de ese modo de los generales, porque de lo contrario lo
haría poner arrestado, respondió [Guzmán] que un ciudadano libre como el podía
hablar francamente. Y que inmediatamente el Gobernador Ie mandó se presentase
arrestado..."ls7 ¡1¿s1¿ ese momento, la única causa para la deserción de Guzmán
habría sido la prepotencia con que el general Vial acalló su protesta. Sin embargo,
el propio desertor aclaró que el motivo principal de su fuga fue la orden que se le
dio de dirigirse, sin escolta, hasta la prisión de la villa, "sin considerar que el
camino estaba poblado de guerrillas enemigas y que me exponía a ser víctima de
ellas..." En otras palabras, el afán de sobrevivir en un medio hostil, disparó en el
oficial patriota la crucial decisión de abandonar las filas y unirse al mundo de los
renegados. No está de más señalar que, de acuerdo a otros testigos, en los días
posteriores al combate de El Roble, las tropas o'se desertaban con escándalo, vién-
dose, en aquella tristísima época, que compañías enteras con sus oficiales se sepa-
raban de los campamentos y se dirigían para la ciudad de Talca..."l58
Desertores y pícaros los hubo antes de la crisis de 1810 y después también. Lo
interesante, en estos casos, es que los 'malhechores' eran considerados como cri-
minales y fueron castigados tanto por los patriotas como por los realistas. Entre
estos se puede citar el caso de Mariano Warnes, acusado de deserción y estafa en
abril de 1810. Oriundo de Chiloé, casado y soldado del Batallón fijo de laplazade
Valdivia, Warnes reconoció ante las autoridades que había mandado guardar a un
pulpero veintecinco pesos, "los que adquirió de unas botijas de chicha que vendió

156 Declaración del teniente Diego Guzmán en "sumario instruido en su contra por falta de
insubordinación, Talca, l3 de Octubre de 1813", en A. N. M. G., Vol. 6, f. 3.
r57 Declaración del capitán de caballería de Talca Francisco Vergara, Talca, 14 de octubre de
1813, en "Sumario...", Ob. Cit.
rs8 Anónimo, "Memoria...", Ob. Cit. 148.
288 HISTORIA 35 I 2OO2

en su casa y unas botellas de aguardiente"l5g. Interesadas las autoridades en averi-


guar si el dinero había sido robado, el juez procedió a interrogar al cabo Ignacio
Jaramillo, quien estuvo presente en la juerga en que Warnes alegó haber obtenido
su dinero. "Preguntado si aquella noche Mariano Warnes disipó algún dinero con
franqueza en gasto de chicha u otro licor y que si tiene presente a cuanto ascenderá
el gasto, dijo: que al contrario, en vez de gastar algún medio, el que declara Ie
franqueó a Warnes y a su mujer una botella de vino y cuanta chicha gustase...
porque se guardaba el dinero que sacaba..."160 Sin poder comprobar los cargos
levantados en su contra, Warnes fue liberado por las autoridades monárquicas a
fines de mayo. Sin embargo, el 20 de septiembre de 1810 fue nuevamente captura-
do, esta vez bajo la acusación de deserción. Al ser interrogado, Warnes reconoció su
delito, pero señaló que lo había cometido sin llevarse nada "perteneciente al Rey"l6l.
El 15 de febrero de 1811, Warnes fue condenado a servir por dos años en el ejército,
luego de terminar su enganchamiento, que originalmente era de ocho años.
Mucho más dramática y simbólica fue la deserción y captura de Atanasio Mu-
ñoz a mediados de septiembre de 1814. De acuerdo al auto cabeza de proceso
iniciado en su contra por el subdelegado de la intendencia y Justicia Mayor de la
provincia de Itata, las razones de su captura fueron las noticias que se tenían de los
"saqueos robos y salteos ejecutados por Atanasio Muñoz, quien con el mayor
escándalo y desprecio a la justicia, se ha ejercitado en estos hechos en compañía de
una gavilla de bandidos, y este facineroso de capitán..."i62 En su documento, el
juez comisionado de Quirihue acusó a Muñoz de haber cometido diferentes muer-
tes, tanto dentro como fuera del partido de Itata, y de haberse fugado de la Cárcel
de Chillán, "que por estos hechos y otros semejantes tuvo que sufrirla considerable
tiempo y desertor del ejército nacional"163. La doble deserción de Muñoz no era un
hecho raro durante esos días. Cuando Gaírza y O'Higgins capitularon la paz en
1814, el segundo reforuó su ejército "con los infinitos prisioneros que le entrega-
ron fios españoles] y con los desertores del enemigo, que eran muchos"l6a. Juan
Mackenna, al describir las escaramuzas que tenían lugar con los realistas por el
control de Chillán, manifestó que la mayor parte de los prisioneros capturados
"fueron desertores, los más del Batallón de ConcepcióL"t65. Sin embargo, a dife-
rencia de esos hombres, que eran reenganchados en las filas de sus regimientos, el
destino de Atanasio Muñoz quedó rápidamente sellado en el juicio, debido a las
acusaciones de sus víctimas. Juan Pablo de Meza, hacendado de Ia Villa del Dulce

l5e Confesién de Mariano Warnes, Valdivia, 12 de abril de 1810, en "sumario contra Mariano
Warnes, por deserción y estafa, Valdivia, 1810".
160 Declaración de Ignacio Jaramillo, 19 de mayo de 1810, en "sumario contra Mariano War-
nes...", Ob. Cit., f . l15.
16¡ Confesión de Mariano Warnes,20 de septiembre de 1810; en "sumario contra Mariano War-
nes...", Ob. Cit., f . 152v.
162 'Causa criminal contra Antanasio Muñoz, desertor,
Quirihue, 14 de septiembre de 1814", en
A.N.F.C.G., Vol. 336, f. 35.
163 Id., Auto cabeza de proceso, f. 35.
r6a Anónimo, "Memoria...", Ob. Cit., 174.
r65 Mackenna, "Informe...", Ob. Cit.,248.
LEONARDO LEÓN / RECLUTAS FORZADOS Y DESERTORES DE LA PATRIA: 289

Nombre de Jesús de Quirihue, dio el siguiente testimonio que deja en claro las
intenciones de Muñoz y sus secuaces y el monto usual de sus robos. "Que es cierto
y se ratifica que el Viernes dos del corriente en la noche, estando en su casa con su
familia, horas del primer sueño, llegó un tropel de gente a caballo tocando Ia
puerta, haciendo que se levantase el que declara; efectivamente lo verificó abrien-
do su puerta, y mientras los de afuera dentraron en amarrarlo cruelmente de pies y
manos y vendarle los ojos, que fue instantes, contó nueve o diez individuos, entre
ellos Antanasio Muñoz, que andaba con fusil y un viejo alto. Y habiendo estos
tomado la providencia de amarrarlo y vendarle los ojos, dentraron a saquearlo del
que Ie llevaron: Una espada con puño de plata, Un avío de montar de suela, nuevo,
con cincha y sudaderos, La plata, Un avío aforrado, Tres pares de espuelas, una de
plata y dos de metal, Cuatro pares de zapatos, cuatro pares de medias de lana, Una
camisa de gasa labrada, Tres sombreros negros y dos ponchos, Cinco camisas de
tocuyo de mujer, Un par de calzoncillos de tocuyo, Una camisa de tocuyo con
mangas de lienzo, Un cordovan de capado, Unos manteles de tocuyo nuevos de dos
varas, Una fresa aderezada, Unos reales de plata sellada, ignora el número, Un
atapellón, Un pañuelo de gasa, Dos candados, Dos pares de tijeras, Dos varas, una
de guimon y otra de cinta de nácar, Cuatro onzas de masano, Tres onzas de añil,
Un corte blanco de seda y dos más de sol, Una manta, Y un caballo, Una chaqueta
y bolante de sanalí nácar, Un queso grande y una tortilla de lata, Dos cuchillos,
Cuya declaración en presencia de los reos dijeron ser todo cierto..."166
Como se desprende de esta lista, todos los objetos robados por Atanasio Muñoz
eran vendibles, con excepción del queso y 1a tortilla. Así, cuando el país se prepa-
raba para una batalla decisiva, Muñoz y sus secuaces realizaban su propia guerra
con su tradicional incentivo: el botín que más tarde se transformaría en vino,
aguardiente, tabaco y buen pasar. Con sus acciones, los gavilleros demostraban que
la guerra de patriotas y realistas, en Ia cual participaron tantas veces como reclutas
forzados, vistiendo diversos uniformes y obedeciendo órdenes tan distintas, les era
ajena. Ciertamente, su camino de renegados lo habían trazado al abrigo de la
violencia, con sus propios cuchillos, sin importarles las leyes ni los reglamentos
que las autoridades procuraban implantar en la campiña, arriesgando su existencia
en el duro devenir de los perseguidos. De lo que no quedaba duda era de la
decisión con que estos hombres emprendían sus acciones, dispuestos a matar o
morir, sin dar tregua ni cuartel.
El robo y la depredación eran parte de los delitos que se achacaron a los
milicianos comandados por Atanasio Muñoz. Mucho más graves fueron las acusa-
ciones de insubordinación que se levantaron en su contra basadas en las declaracio-
nes de sus propios secuaces. Su sobrino, Mariano Muñoz, quien le acompañó en
sus andanzas por el partido de Quirihue, declaró: "Es cierto que en compañía de
Antanasio Muñoz, su tío, Mauricio Mora, Bernardo Agurto, Dámaso Corral y Do-
mingo Araya, que el Domingo último salieron de Cucha-Cucha formados en un

166 Declaración de Juan de Meza,


Quirihue, 14 de septiembre de 1814, en "Causa Judicial contra
Antanasio Muño2,...", f. 35.
29A HISTORIA 35 I 2OO2

cuerpo y de capitán Atanasio Muño2... se vinieron robando caballos y yeguas


mansas por el camino, no las puntualiza con todas sus circunstancias por ignorar a
quien pertenecían y no conoce las estancia. Que sabe y le consta que Atanasio
Muñoz, tío del que declara, era militar en el Ejército Nacional, de donde desertó,
ganándose al insurgente, después de haber sufrido declarada prisión en Chillán, de
donde se profugó. Que oyó decir que el motivo de esta prisión en Chillán fue por
haber violado a unas niñas vivientes de esta parte del Itata, que ignora como se
llaman y a qué lugar pertenecer,..."167
El largo expediente de delitos conformaba el perfil de un nuevo sujeto histórico
que, acunado en el fragor de una guerra extraña, comenzó a desplegar sus habilida-
des guerrilleras sin las limitaciones que imponían la sujeción a un orden jerárqui-
co. Sin tener a nadie a quien responder más que a su propia conciencia, Muñoz
asumió totalmente su identidad más vernácula. Esteban Fonseca, regidor de Chi-
llán, declaró contra el jefe de la incipiente montonera fuonteriza: "Que conoce de
vista a Atanasio Muñoz, como de año y medio a esta fecha, que ha oido decir que
es hombre de muy mala conducta, que cuando le han confiado algunas diligencias
siempre ha hecho picardías y que es tenido en el común de las gentes y reputado
por ladrón consuetudinario y salteador..."168 Del mismo tenor fue la declaración de
Francisco Urrejola, coronel graduado del ejército del Rey, quien manifestó ,.que
conoce a Atanasio Muñoz por un hombre ladrón consuetudinario, incorregible, y
de muy mala conduc¡a..."t69 Casi un año más tarde, el comandante realista Juan
Francisco Sánchez, con fecha de 23 de junio de 1815, escribió una carta al presi-
dente Mariano Osorio en la cual ratificó el perfil de rebelde que trazaron previos
testigos. "Muy Ilustre Señor Presidente.
Este hombre feroz y aún traidor, por haberse pasado a los enemigos más de una
vez, según me informaron en Chillán, y me acuerdo dio lugar por sus robos,
insultos contra comandantes de guerrillas, borracheras, etc., abusando de las armas
reales que manejaba, a que cautelosamente le mandase a arrestar, como lo verificó
un oficial de Dragones, nombrado también Muñoz, que me persuado hallarse de
guarnición en Concepción.
De cuya resulta, y de no haber escarmentado de otras prisiones anteriores, y
hallándose bien asegurado en la Cárcel, había mandado que se le siguiera causa,
esperando que algunas personas de la campaña compareciesen para recibirles de-
claración, pero en ese mismo tiempo logró hacer fuga, y se pasó al ejército enemi-
go a Talca, cuyo descuido o malicia pagó el comandante y algunos de la Guardia.
Por un parlamentario del gobierno insurgente dirigido al Real ejército de mi
mando entonces, supe que el mismo Antanasio Muñoz estaba en Talca, y aún me
acuerdo que me dijo que preso por malvado.
No sé como apareció después en el ejército de El Membrillar, cuando ya lo
estaba mandando el señor Brigadier don Gabino Gainza, y conociendo yo que

t67 Id., Declaración de Mariano Muñoz, Villa del dulce Nombre de Jesris de euirihue, 26 de
septiembre de 1814, f. 46.
t68 ld.,Declaración de Esteban Fonseca, Chillán,24 de septiembre de 1814, f.
54.
t69 ldem.
LEONARDO LEÓI{ / RECLUTAS FORZADOS Y DESERTORES DE LA PATRIA 291

podría ser perjudicial al Real Ejército tal hombre, le dirigí un oficio insinuándole
[a Gaínza] sus propiedades notorias y muy divulgadas en dicho Ejército. Pero no
supe el resultado hasta que hallándome de comandante Militar en Chillán, supe que
había sido conducido reo y causado a Concepción desde Quirihue, y supongo que
por sus crímenes confinado a Juan Fernández..."l70
Apenas un par de días previos a esta tajante acusación, Bernardo Martínez
puntualizó respecto de la biografía delictual de Atanasio Muñoz: "Un reo delin-
cuentissimo nombrado Atanasio Muñoz, verificando su entrega así de él como de
cuatro más desertores del Cuerpo de Concepción emigrados en Valparaíso... Des-
pués de haber sido un empleado en nuestro Ejército, bognificado [sic] por el exce-
lentisimo General don Antonio Pareja con el grado de Sargento, se desertó al
ejército enemigo, siendo desde entonces un rival de nuestro ejército, habiendo
merecido escaparse ileso de la acción de Rancagua, de cuyas resultas arribó al
valle llamado Quirihue. Allí de nuevo se aprisionó, custodiando su persona hasta la
Concepción, en donde fue presentado al señor Intendente don José Bergunta, cuyo
señor enterado de su criminalidad le remitió a la Isla de Juan Fernández. Estableci-
do en aquel lugar (suplicio de su delito) no solo profugó sino que hizo un robo,
elaborando con esto más su delito, de cuyas resultas fue sorprendido el 29 de mayo
próximo pasado en el Partido de Colchagua, y por último declarado reo en esta
Real cárcel,'171.
En agosto de ese mismo año, el gobernador intendente de Quirihue Joseph
Vergara agregaba más antecedentes al prontuario de Muñoz: "Resulta que de Mau-
le desertó a los insurgentes. Que posteriormente pasó a Chillán con el perverso
objeto de espiar al ejército real. Que el desempeño de los caballeros Urrejolas lo
destinaron a ejecutar 1o mismo en El Membrillar a los insurgentes, y que lejos de
ser benéfico, les robó a los mismos Urrejolas una petaca de plata labrada, y juntó
gente para inv4dir a las guerrillas. El referido oficial don Nicolás Muñoz, el que de
orden del mismo don Juan Francisco Sanchez, lo condujo preso a Chillán, en
donde permaneció tres meses y fue puesto en libertad por intercesión de los mis-
mos Urrejolas"l72.
La nota final en el proceso contra Muñoz la puso el Fiscal de la Real Audiencia
quien señaló: "Que de este Sumario resulta que Atanasio Muñoz, que fue del
batallón de Concepción, desertor de reincidencia, ladrón, salteador, y algún tiempo
espía en ambos ejércitos fue conducido a la Isla de Juan Fernández en la Corbeta
Sebastiana, cuando de orden y disposición de Us. se volvió a poblar. EI destino de
Muñoz no pudo ser ni más piadoso ni más justo. Debe continuar allí por diez años,
sin vestuario de regimiento, a ración y sin sueldo..."173
Cuatrero, ladrón, violador, traidor y espía, además de gavillero, desertor y pró-
fugo de la justicia: he ahí una síntesis del perfil social que trazaton las autoridades

t10 Id., luan Francisco Sánchez a Mariano Osorio, Santiago, 23 de junio de 1815, f. 35.
t1t Id.,Declaración de Bernardo Martínez, Santiago,2l dejunio de 1815, f.44.
t72 ld., Declaración del gobernador intendente Joseph Vergara, Concepción, 23 de agosto de
1815, f.37.
r73 /d., Informe del Fiscal José Rodríguez, Santiago, 26 de octubre de 1815, f. 54.
292 HISTORIA 35 / 2OO2

cuando Atanasio Muñoz entró en contacto con el Estado. En el transcurso de sus


andanzas no importaba el campo en que militaba ni la bandera que 1e protegía,
pues sus acciones le situaban más allá del ámbito y de la jurisdicción de ambas
patrias. Tampoco importó si fueron patriotas los que le apresaron y realistas los
que les enviaron al presidio. Tránsfuga, vagante y buscavidas eran los sinónimos
de su vida de marginal. De todo eso, ¿cuánto era real?. Lamentablemente, la decla-
ración jurada de este pintoresco aventurero, verdadero símbolo de los avatares
experimentados por los hombres del bajo pueblo que, al igual que é1, se encontra-
ron definidos como enemigos por patriotas y realistas, no fue incorporada en el
expediente original. Como muchos otros protagonistas silenciosos, su vida de rene-
gado se fundió con una historia subterránea que fue paulatinamente desapareciendo
de la memoria.

4. uxa rAREA rr\coNCLUSA

El Iegado de Ia Patria Vieja fue magro. Los monarquistas quedaron con el país
nuevamente en sus manos, pero el nuevo Chile en nada se parecía al antiguo: sus
instituciones yacían en ruinas, los gobernantes habían perdido la confianza del
pueblo y se había quebrado el consenso mínimo que hizo posible la gobernabilidad
en las décadas previas. Para los patriotas el saldo era mucho peor, pues habían sido
derrotados en su propia tierra por su propio pueblo. "Los trabajos que sufrió [Ca-
rrera y su ejércitol en Ia referida campaña", escribió Torrente refiriéndose al sitio
de Chillán en 1814, "aunque solo fue de quince días, son superiores a toda descrip-
ción: un campamento inhabitable, una estación la más rigurosa, lluvias continua-
das, los caminos convertidos en verdaderos atascaderos, cuyo barro llegaba a Ia
rodilla, caballos muertos a centenares, insepultos los cadáveres de infinitos guerre-
ros, ataques no interrumpidos a la Plaza, perpetuo estado de alarma, un formidable
enemigo a su frente disfrutando de las necesarias comodidades, y abundando en
toda clase de provisiones de guerra yboca"ttq. El ejército de Carrera, escribió por
su parte el comandante realista Antonio de Quintanilla, "se destruyó por las enfer-
medades consiguientes a estar sobre un terreno lleno de lodo..."l75 El día del
primer ataque patriota contra Chillán, escribió e1 fraile realista Juan Ramón, pare-
cía estar determinado para la "ruina y exterminio" de la villa. "A las doce del día,
se dio principio a la escena más horrorosa, bárbara y cruel que se ha visto en el
reino de Chile. Iba adelante una bandera negra, precursora de la muerte, le seguía
un tambor que, tocando a degüello, anunciaba su proximidad, seguía a ese una
turba de incendiarios, que con fuegos artificiales hacían arder los ranchos y casas
que se presentaban al paso,... por úItimo seguíase las tropas insurgentes..."176 Y
luego agregaba: "Yo solo diré que el entusiasmo de los vecinos incomparables de

174 Torrente, Ob. Cit.,67.


t1s Antonio de Quintanilla, "Apuntes...", Ob. Cit.222.
t76 Juan Ramón, "Relaciór. . .", Ob. Cit. , 48.
LEONARDO LEÓN / RECLUTAS FORZADOS Y DESERTORES DE LA PATRIA 293

Chillán en defenderse, y ofender al enemigo, fue muy extraño, y con obra de


omnipotente; porque todos sin excepción, grandes y pequeños, mozos y ancianos,
hombres y mujeres, a porfía, con lazos, cuchillos, machetes, azadores, hachas,
palas y lanzas, todos hicieron su deber en herir, matar, degollar y fugar al enemigo
insurgente"rTT.Laparticipación del populacho en la defensa de la villa también fue
relatada por Melchor Martínez, quien hizo participar en la batalla a mujeres y
niños, el "paisanaje y vecindario", los que con tesón y bravura rechazaron el
ataque patriota.
Por cierto, que durante esos años los jefes de la naciente república debían hacer
frente a diferentes problemas: falta de recursos, ausencia de infraestructura, igno-
rancia generalizada y las dificultades que presenta un medio natural escasamente
domesticado. Agréguese a ello la arrogante actitud que asumieron toda vez que
ejercieron el poder, alejando la posibilidad de un pacto entre el liderazgo cupular y
la gente común y corriente. Describiendo las acciones del general Carrera durante
las campañas de 1813, un autorpatriotaobservó: "caminaba sin consejo ni pruden-
cia y los que se le oponían eran vejados y desairados..." Esta falta de prudencia
provocó, en su opinión, el "destrozo completo del ejército, pérdida de vestuarios,
aniquilación de caballos, mortandad de ganados, deserción de tropa..."l78 Los sol-
dados, escribió Gandarillas, estaban "desprovistos hasta de víveres y atormentados
con lo riguroso de la estación..."17e La imagen del frustrado asalto contra Chillán
es solamente comparable al cuadro de desolación que dejó en el espíritu patriota la
dolo¡osa derrota de Rancagua. "De día alarmas incesantes y en la noche solo
pisaban barro y sangre para descanso de las fatigas de la guerra", observó Rodrí-
guez Ballesteros al describir los pesares del ejército patriota, "en varias ocasiones
se hallaron los centinelas muertos con el arma sobre su cuerpo"l80. También fueron
trágicas, para el ideario de la elite, las celebraciones con que el país recibió al
general Mariano Osorio después de su rotunda victoria. "El día 5 de noviembre del
año pasado de 1814", escribió el fraile Juan Ramón en su relación, "se dio princi-
pio a la fiesta con repiques de campanas, fuegos artificiales y estruendo de la
artillería de la plaza, y por la noche hubo iluminación, fuegos, repiques y toques de
cajas militares"t8l. El espectáculo ofrecido por los santiaguinos, que no sufrieron
los embates de la guerra más que a través de las exacciones pecuniarias y las
reclutas que organizó desde 1810 el gobierno patriota, fue mucho más ominosa.
"Cada división que entraba a Santiago", escribió Rodríguez Ballesteros, "era reci-
bida en medio del regocijo público del pueblo alto y llano de la capital; la gente
salía a recibir a los realistas con banderas españo1as muy engalanadas y desparra-
maban desde los balcones y ventanas grandes azafates de flores y algún dinero, que
las tropas no pudieron aprovechar por no poderlo tomar en la marcha"lSz. ¿Podría

t77 Id., 49.


178 Anónimo, "Memoria . . ." , Ob. Cít., 1 10.
t1e Gandarillas, "Don Bernardo O'Higgins .. :' Ob. Cit., 35,
,
r80 RodríguezB., "Revista de la Guerra de la Independencia de Chile...", 116.
l8l Juan Ramón, "Relaciófl...", Ob. Cit.,7l.
182 Rodrígu ez 8., "Revista de la Guerra de la Independencia de Chile", ..., Ob. Cit., 209.
294 HISTORIA 35 I 2OO2

sugerirse un contraste más notable entre estas escenas de regocijo popular, y la


pesadumbre que se apoderó de los bravos soldados patriotas cuando debieron em-
prender la humillante fuga hacia Argentina? Y téngase presente que estas escenas
no evidencian una ambigüedad congénita al pueblo chileno, como se ha pretendido
afirmar, sino que fue el fiel y justo reflejo de1 abismo que surgió entre la elite
revolucionariay la plebe desde aquellos días.
En 1810, la elite chilena imaginó que dio comienzo a una nueva era. Con el
Cabildo, principal organismo de representación de los vecinos terraten.ientes de Ia
ciudad transformado en depositario de la soberanía nacional, los insurgentes inicia-
ron el desmantelamiento de las instituciones monárquicas poniendo fin a más de
270 años de tradición imperial. Se decretó la libertad de comercio, se autorizó la
importación de libros e imprentas y se mantuvo un pacto de apoyo recíproco con
los revolucionarios del estuario rioplatense; de modo irrefutable, los gobiernos
revolucionarios otorgaron una nueva faz al reino. En sus ojos, Chile emergía como
una nación libre y soberana. No obstante, en un doloroso parto que se extendió por
más de cuatro años, la tradicional calma fue desplazada por tumultos, motines,
crisis políticas y la abierta competencia por adquirir el poder que protagonizaron
diversas camarillas santiaguinas y regionales. Desenfadadamente, el gobierno cam-
biaba de mano entre los diferentes segmentos de la elite desatando un escándalo
público que no tenía parangón. Lo que no aflojó nunca, sin embargo, fue el férreo
control que una y otrayez imponían sobre el bajo pueblo, a pesar de las 'moviliza-
ciones del pueblo'con que se solía encubrir las diversas asonadas.
Durante ese período -que la historiografía tradicional denominó Patria Vieja,
quizás para facilitar su olvido-, la acefalía gubernamental, el caudillismo y las intri-
gas se multiplicaron con inusitada energía. En menos de cuatro años, el gobierno
cambió de manos más de cinco veces, mientras fracasaban reiteradamente las posibi-
lidades de convocar a un Congreso Constituyente. De modo torpe, se pretendía
encubrir la anarquía con proyectos fundacionales o reformistas engendrados en deba-
tes domésticos de sujetos que pensaron al país como una mera extensión de sus
haciendas, pero lo único que prevalecía con nitidez era la ambición de cada grupo
por detentar el poder total, excluyendo, persiguiendo, desterrando o asesinando a sus
rivales. Carrera, argumentó John Lynch, "fue respaldado por una poderosa familia de
terratenientes y militares que consideraron a Chile casi como una propiedad priva-
da..." Esta controvertida afirmación del historiador inglés, por fuerte que suene hoy,
fue compartida por los testigos de la época. "Todos sabían, veían y esperimentaban",
escribió el realista Melchor Martínez, "que no existía en Chile autoridad ni poder
alguno más que el despótico antojo de D. José Miguel Carrera..."l83 Al momento de
justificar el alejamiento forzado de Carrera del mando supremo del ejército, los
representantes de la Junta de Corporaciones de la capital se referían a "la servidum-
bre a que nos había reducido el despotismo de una familia..."l84 Similarmente, una

r83 Melchor Martínez, Memoria histórica sobre la revolución de Chile..., 156.


184 "Pedro Nolasco Valdés al Supremo Gobierno, Santiago, T de diciembre de 1813",
en C. H. D.
I. Ch., VoI.23,236.
LEONARDO LEÓN / RECLUTAS FORZADOS Y DESERTORES DE, LA PATRIA: 295

improvisada delegación de 'soldados' y vecinos de Concepción, al momento de


exigir la salida de los hermanos Carrera de la ciudad, se referían a la "dominación de
la casa destructora de nuestros sagrados derechos..."l85 En esos mismos días, el
Director Supremo Francisco de la Lastra, en una críptica carta que envió a O'Higgins
en la cual virtualmente le instruía matarlos, se refería al entorno carrerino como la
"familia devoradora..."186 Juan Mackenna, de destacada participación en las campa-
ñas de la Patria Vieja, describía en una carta el retorno de los Carrera a su hacienda
en la localidad de El Monte, a escasos kilometros de la capital, manifestando que
"andan como salteadores..."l87 En medio de traiciones, chismes palaciegos, corrup-
ción y negligencia, manaron las ambiciones y los rasgos más obscuros del carácter
de unos hombres que jamás habían ejercido el poder político. Probablemente, fue
esta inexperiencia la que les llevó a actuar como meros caudillos de una soldadesca
siempre dispuesta a desertar.
Al tanto de la profunda brecha que existía entre el liderazgo patriota y el resto
de la sociedad, el astuto virrey Abascal sacó partido de la ceguera histórica y social
de la elite llamando a los chilenos a unirse a las fuerzas del rey para formar "una
casa, una familia, una nación". La suma del proyecto político de los 'usurpadores',
escribió el virrey, consistía en mantener el poder "a expensas de una guerra civil;
rasgando el seno de su patria, armando el reino contra el reino, manchando la tierra
con la sangre de sus conciudadanos y aniquilando el orden público..."l88 Y luego
agregaba en su encendida proclama: "Hacedles ver que la felicidad de los pueblos
no está vinculada en la persona de uno o dos, sino en la armonía social y paz
interior..." Los triunfos realistas en el campo de batalla y la leal y espontánea
adhesión de la población al oficialado monarquista demostraban el mayor fracaso
de las fuerzas encabezadas por Carrera y O'Higgins: no haber conseguido que el
partido secesionista se transformara en una causa nacional, perdiendo así la im-
pronta de legitimidad que demandaban los demás sectores sociales. Posteriormen-
te, una vez concluidas las campañas militares en el sur y capturada la capital, fue
mucho más fácil para el bando leal al rey justificar la restauración del Ancien
Régime, pues el mejor símbolo de la derrota patriota fue la desolación y miseria en
que quedó el país. Describiendo el creciente número de chilenos que se sumaban a
las fuerzas monarquistas que avanzaban hacia la capital, el virrey se refirió al
"estado miserable a que quedan reducidas sus haciendas, sus casas y todo género
de propiedades, sus templos saquriligamente [sic] saqueados, atropellados los mi-
nistros del altar y vulneradas su respetable autoridad y facultades. Tal es el fruto
de una insurrección y lo que debeis a sus detestables autores"l8e. A los propios

185 "José Domingo Valdés y otros a O'Higgins, Concepción, lro. de marzo de 1814", en C. H. D. I.
Ch. Vol. 23,274. Ya en 181 1, de acuerdo a Barros Arana, los penquistas habÍan manifestado su despre-
cio a "las ridículas tendencias aristocráticas con que ciertas familias pretendían tener derecho al mando",
refiriéndose, por cierto, a Carrera y su entorno; Barros Arana, Historia Jeneral, Vol. VIII, 505.
186 '¡FranciscodelaLastraaO'Higgins,Santiago,9demayode18l4",enC.H.D. I.Ch.Yo1.23,372.
I87 *Juan Mackenna a O'Higgins, Santiago, 14 de junio de 1814", en C. H. D. I. Ch., Vol. 23, 385.
188 "Proclama del virrey del Perú a los habitantes de la Provincia de Ia Concepción de
Chile...",
Ob. Cit., t26.
r8e *El virrey del Perú a los habitantes del reyno de Chile...", Ob. Cit., 170.
296 HISTORIA 35 I 2OO2

jefes patriotas, el virrey les había enrostrado ya en 1812, su ineptitud e incompe-


tencia, elementos claves para entender por qué naufragaban el orden y la discipli-
na, en tanto que el derecho público estaba regido por una "ley que dicta el capricho
y la arbitrarisd¿d..."leo
Los mejores momentos de los líderes patriotas fueron las múltiples batallas y
combates que protagonizaron entre San Fernando y el río Biobío, en 1os que mos-
traron su valor, audacia y patriotismo, su inquebrantable afán autonomista y su
voluntad de ejercer el poder. Los hermanos Carrera, O'Higgins, Rozas, Freire,
Mackenna, Prieto, Vial y De la Cruz, entre tantos otros que ganaron sus merecidos
laureles en esos días, demostraron ser excelente caudillos y hábiles comandantes
guerrilleros, pero también dejaron ver su incapacidad de asumir el gobierno con un
visión unitaria y nacional, que incorporara a las masas populares. Situados en
medio de la testarudez, la prepotencia y el desmesurado afán por ejercer monopóli-
camente el poder político, ¿qué más le quedaba al bajo pueblo, sino desertar y
fugarse? Barros Arana planteó que uno de los principales errores de Carrera fue
distanciar a los cuerpos armados veteranos, haber alentado revueltas y motines y
haber sido protagonista -por no decir responsable- de los principales quiebres que
debilitaron el poderío revolucionario. Sin duda tiene razón, pero esa es solo parte
de la historia. El elemento central que dejó fuera de su relato fue la enajenación
que produjo el régimen patriota en las filas del populacho que, como siempre,
constituía la gran mayoría del país.
Pero si el proyecto de la elite apuntaba durante esos años a detentar el poder
total, ¿hacia dónde apuntaban las expectativas del bajo pueblo? La ausencia de
fuentes directas impiden, como siempre, hacer una historia sistemática de la plebe
durante aquellos azarosos días. Por esa misma razón, alún sabemos muy poco de su
ideario, de sus sueños, temores y esperanzas. No obstante, 1o que ya no se puede
negar es que los desheredados fueron activos sujetos históricos en los eventos que
configuraron Ia guerra por la independencia nacional. Que no escuchemos sus
voces no significa que no hayan gritado. Por el momento, para ayanzar en la
dirección que nos interesa, hemos realizado un registro de las fuentes judiciales y
de los documentos oficiales analizando acciones y conductas que dejan en eviden-
cia un modo de ser insubordinado, aventurero y temerario. "Los desertores, cuando
no fueron atrapados, fusilados o indultados", escribió Valdés Urrutia, "normalmen-
te nutrieron el bandidaje -principalmente rural- que caracterizó al campo chileno
durante el siglo XIX; otros simplemente intentaron regresar a sus lugares de ori-
gen, o bien algunos se internaron en la espesura y el rico paisaje humano y físico
de la Araucanía"tet. Concluiremos con dos afirmaciones: que la insubordinación
de la plebe fue apenas un preámbulo de la profunda crisis social que se desató en
1817. En segundo lugar, planteamos que los chilenos que desertaron al ejército
desertaron también a la idea de Patria, fuese esta monarquista o republicana. Por

re0 "Oficio del virrey de Lima a la Suprema Junta de Santiago de Chile, Lima, 72 de octubre de
1812", en C. H. D. L Ch. Vol. 23, 99.
rer Valdés Urrutia, "La deserción.. .", Ob. Cit. ll9.
LEONARDO LEÓN / RECLUTAS FORZADOS Y DESERTORES DE LA PATRIA: 297

ese motivo, patriotas y realistas los consideraron su enemigo, los persiguieron


tenazmente y los fusilaron cada vez que se presentó la ocasión. Pero todo no fue en
vano, pues quedó anunciado que, de allí en adelante, los bandos en pugna tendrían
que lidiar con las fuerzas del bajo pueblo que, aprovechando el vacío de poder,
levantaron los estandartes de la montonera. Su primera operación militar de enver-
gadura tuvo lugar en Arauco, a principios de septiembre de 1813. "Los oficiales
que allí se habían sublevado proclamando el restablecimiento de la autoridad real",
escribió Barros Arana, "eran milicianos chilenos que se decían vejados por las vio-
lencias y atropellos de los jefes del ejército, o de los ajentes que estos empleaban
para procurarse recursos. Estos oficiales habían llamado en su auxilio a los indios
araucanos, y fiados en el apoyo de éstos, desplegaban una grande arrogancia e inicia-
ban una guera de asaltos y de devastación que había de perpetuarse largos años en
aquellas provincias causándoles males horribles"le2. Era el comienzo de 7a Guerra a
Muerte y del bandidaje popular que asolaría al país hasta bien entrado el siglo XIX.

te2 Barros Arana, Historia Jeneral..., Vol. IX, 169.

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