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El Perú ha tenido una convivencia muy tensa con la covid 19, generando
situaciones de exclusión que nos cuesta superar. Sin embargo, en los últimos
meses unos conjuntos de medidas importantes buscan superar estas debilidades.
Se protege los derechos colectivos, se visibiliza lo que antes fue poco valorado. El
Ministerio de Cultura se ubica, desde hace pocos años de su reciente creación,
como un actor con responsabilidades claras y promotor de una gestión pública a la
altura de estos desafíos.
IMPACTO EN EL TURISMO
Cuando una sociedad está en peligro, los Estados tienen el derecho de imponer la
prohibición del libre tránsito, especialmente ante guerras, epidemias, tensiones
entre países y catástrofes naturales. Sin embargo, se trata de una medida que
afecta al turismo. Centrándonos en el COVID-19, es fácil inferir que el mundo no
será igual, por todas las precauciones que se deberán aplicar para disfrutar de la
ansiada libertad de desplazamiento. En este caso, lo importante es tener garantías
en el cuidado de la salud individual.
Esta pandemia ha originado un impacto social que ha afectado al turismo
crudamente debido a que no son posibles los desplazamientos, de tal manera que
la actividad se ha paralizado al punto de que será necesario reflexionar sobre las
irreparables pérdidas e iniciar una reconversión para procurar un nuevo equilibrio
al volver a la nueva normalidad, con dificultad, pero nunca imposible de lograr. Al
respecto, podemos puntualizar lo siguiente:
Hoy más que nunca, la humanidad está aprendiendo que necesita volver a los
orígenes y rescatar el valor de la solidaridad y del trabajo conjunto. La conciencia
de que la humanidad está primero y de que solo la colaboración permitirá superar
desafíos globales formará parte de muchas culturas después de esta pandemia.
Con la irrupción del virus en marzo, y a petición de las autoridades que buscaban
evitar algún posible contagio e impedir que los cementerios quedaran copados, los
cadáveres comenzaron a incinerarse por decenas, cientos, miles.
Los entierros en Perú datan de épocas previas a los Incas. Tras la conquista
española los muertos se inhumaron dentro o cerca de iglesias y hospitales, y
desde el siglo XIX en cementerios. No hay evidencias sobre quemar cadáveres
durante epidemias en Perú. Enterrar fue la tendencia incluso cuando una epidemia
de cólera en 1991 mató a casi 3.000.
A fines de abril, Perú permitió los entierros con hasta cinco acompañantes. En la
práctica, pese a la norma más flexible, muchos familiares se quejaron de que no
pudieron despedir a sus seres queridos impedidos por la burocracia de los
hospitales y porque hubo autoridades que les decían que la única opción era la
cremación.
El gobierno peruano viene estudiando diferentes medidas ante el temor de que las
fiestas de Navidad y Año Nuevo se conviertan en focos de propagación del
COVID-19, grave afección que en las últimas 24 horas ha originado más de 9746
muertes en todo el planeta.
Más adelante, brindó una serie de recomendaciones para los ciudadanos que
asistan a celebraciones familiares. “Al momento de trasladarse, es importante que
lleven alcohol en gel y empleen vehículos adecuadamente ventilados. Una vez
que lleguen a la casa en la que se llevará a cabo la reunión, no dejen de lavarse
las manos y no se quiten las mascarillas. Si es posible, guarden la distancia social
obligatoria al momento de ingerir los alimentos”.
Perú es uno de los países de América Latina a los que más ha golpeado el
coronavirus, pero hay regiones que lograron retrasar los daños. Cajamarca es una
de ellas, a diferencia de lo que ha ocurrido en Lima, Piura, Loreto y Lambayeque,
por ejemplo. Hay varios factores que inciden en los resultados del quinto
departamento más poblado del Perú.
Primero, su baja densidad de población en relación con la capital, Lima, que
concentra tres cuartas parte de los habitantes del país. Su ubicación geográfica
dentro de la zona andina es otro, así como los determinantes sociales, que hacen
de Cajamarca un lugar con más orden que otras partes del país. Y, en ese
sentido, las rondas campesinas son clave, así como lo fueron durante la
epidemia del cólera.
En sus inicios, Cajamarca tuvo una intervención bastante efectiva con el apoyo de
las rondas campesinas dentro de las poblaciones pequeñas, al crear cercos
estrictos. Eso explica la postergación del inicio de la transmisión de nuevos casos.
Sin esperar el apoyo gobierno central, buscaron garantizar algunos recursos para
dotar mejor a sus dos hospitales y aplicaron un cerco epidemiológico en sus
cincos principales accesos. Es ahí donde entraron en juego las rondas
campesinas para mantener a raya el virus con el golpe de sus pencas.