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Sitio de Tenochtitlan

El sitio de Tenochtitlan (I)

Los mexicas antes del sitio de Tenochtitlan

En la segunda mitad de 1520 el poderío mexica continuaba resquebrajándose, por más que
pareciera haberse recuperado del aprisionamiento y muerte de Moctezuma Xocoyotzin y la lucha
en sus propias calzadas. El tlatoani Cuitláhuac estaba resuelto a llevar a término la guerra contra
los españoles y sus aliados. Envió requerimientos a todos sus vasallos, tributarios y aliados para
aprestarse a la campaña. Sin embargo, su empresa no llegó a buen puerto. Un ejército fue
derrotado en la batalla de Otumba, y su comandante el Cihuacóatl Matlatzincatzin perdió la vida.
Además de Tlaxcallan, todo el valle de Puebla se pasó al bando de Cortés: Huexotzinco, Chollolan,
Atlixco, Tecoac.

Los intentos de preparar al imperio para la guerra fueron también infructuosos en buena medida.
La noticia de la entrada de los españoles y los tlaxcaltecas en la capital, la prisión y muerte del
tlatoani Moctezuma y otros señores se habían regado ya por todos los dominios mexicas y más
allá. Incluso los acérrimos rivales de Tenochtitlan, los purépechas de Michoacan recibieron
enviados de la ciudad isla en demanda de ayuda contra la invasión española. Ellos, pero también
muchos señoríos vasallos simplemente se negaron a apoyar a la capital.

Cuitláhuac no tenía medios para obligarlos, puesto que a partir de septiembre una terrible
epidemia de viruela se dispersó por la cuenca lacustre, diezmando a la población, que no tenía
defensas naturales contra ella. Allí los tenochcas y sus aliados perdieron una enorme parte de su
potencial humano para continuar la lucha: no solo guerreros experimentados, sino también
agricultores y artesanos igualmente importantes para la logística de los ejércitos se perdieron en
los últimos meses de 1520. El propio tlatoani Cuitláhuac terminó víctima de la viruela, falleciendo
finalmente entre noviembre y primeros de diciembre. Tras su muerte, el electo para sucederlo fue
Cuauhtémoc, el joven señor de Tlatelolco. Todas estas circunstancias favorecieron ampliamente a
Cortés, quien pese a su victoria en Otumba estaba completamente imposibilitado de volver a
tomar la iniciativa contra la ciudad-isla.

El sitio de Tenochtitlan (II)

Campaña de Tepeaca y reorganización de Cortés

Después de su escape en la Noche Triste y pese a su victoria en la batalla de Otumba, Cortés no


tenía los medios para volver a tomar la ofensiva inmediatamente. Mientras los preparativos de
guerra en Tenochtitlan se veían frustrados por el azote de la viruela, las tropas españolas se
reponían en Tlaxcallan; como dijo Antonio de Benavides diez años después (en la probanza sobre
la actuación de Hernán Cortés en la guerra de 1520-21) sin el apoyo de los tlaxcaltecas, la muerte
de todo el ejército habría sido solo cuestión de tiempo porque no habría territorio donde
refugiarse.

Aun así, la alianza se tambaleó: puesto que Xicoténcatl Axayacatzin, hijo del señor de Tizatlan,
Huehue Xicotencatl, se mostró partidario de hacer la paz con los mexicas y terminar por fin con los
españoles. Sin embargo, la mayoría de los señores, encabezados por Maxixcatzin de Ocoteculco se
opuso: aducían con cierta razón que difícilmente los mexicas les perdonarían el apoyo a Cortés.
Por este tiempo los tlaxcaltecas presionaron al comandante español para lanzar un ataque contra
Tepeaca, ciudad situada unos 65 kilómetros al suroeste de Tlaxcala que fungía como centro de
colección de tributos para la Triple Alianza y punto estratégico en la ruta de la costa del Golfo
hacia Tenochtitlan; aunque las fuerzas de Cortés estaban al límite accedió, principalmente por el
impacto moral que tendría la victoria, positivo entre sus aliados y aquellos señoríos que quería
atraer a su bando, así como entre su ejército, dividido por la disidencia de algunos de los hombres
de Pánfilo de Narváez y aliados de Diego Velázquez. En el juicio de residencia de Cortés en 1521
más de un testigo apuntaría que de no haber aceptado atacar Tepeaca los tlaxcaltecas habrían
decidido volverse contra los españoles.

En septiembre las tropas españolas y tlaxcaltecas salieron rumbo a Tepeaca. Cortés decidió
justificar la campaña con la muerte de doce hombres de Narváez a manos de los habitantes de
Quechollac: como vasallos de Tenochtitlan, Cortés daba por hecho que habían aceptado ser
también súbditos de Carlos I de España y tomaba este ataque como un acto de traición. La batalla
se libró en un campo de maíz y maguey a las afueras de Tepeaca; los defensores, quienes no
habían enfrentado a la caballería, se desbandaron ante la carga de los jinetes y quedaron a merced
de tlaxcaltecas y españoles: los primeros convirtieron en esclavos a los cautivos en la batalla que
no sacrificaron, los segundos esclavizaron y marcaron a hierro a las mujeres y niños de Tepeaca
para venderlos por diez pesos; nobles y capitanes fueron aperreados o alanceados. Las demás
ciudades de la provincia: Quechollac, Izúcar, Tecamachalco y Acapetlahuacan sufrieron destinos
similares.

Después de varios meses reorganizando sus fuerzas, los españoles finalmente salieron de
Tlaxcallan, y se dirigieron de nuevo a la cuenca lacustre. Con ellos, además de los tlaxcaltecas, que
habían sufrido ya importantes pérdidas en la retirada de Tenochtitlan, venían ya cholultecas,
huexotzincas, atlixcas y de otros señoríos de la región. Cortés y sus principales capitanes, estaban
indecisos respecto a cuál sería el punto de llegada, si Chalco o Texcoco. Pese a que los habitantes
de Chalco tenían resentimiento hacia los mexicas y los españoles podían esperar una recepción
favorable, la decisión final fue por Texcoco, miembro de la Triple Alianza.

El sitio de Tenochtitlan (III)

Texcoco

Si bien el ataque a Tepeaca y sus tributarios había ayudado a terminar con la capacidad mexica de
amenazar la región del valle de Puebla, el primer gran golpe armado a la Triple Alianza llegó con la
caída de una de sus principales capitales, Texcoco, en manos de los españoles y sus aliados la
última semana de diciembre de 1520.

Saliendo de Tlaxcala, Cortés se dirigió de nuevo a la cuenca lacustre. Con él, además de los
tlaxcaltecas, que habían sufrido ya importantes pérdidas en la retirada de Tenochtitlan, venían ya
cholultecas, huexotzincas, atlixcas y de otros señoríos de la región. En lugar de emplear el paso
que siguieran en 1519, las tropas se dirigieron por el paso hoy conocido como Río Frío, que
franquearon una vez que deshicieron un bloqueo instalado por los mexicas.
Desde su llegada a Coatepetl, tributario de Texcoco, Cortés recibió la visita del noble Ixtlilxóchitl,
hermano de los gobernantes Cacama (preso y muerto junto a Moctezuma) y Coanacoch (su
sucesor) para expresarle su voluntad de luchar como su aliado contra los tenochcas. Cuando el
ejército llegó a Coatlinchan fue recibido por una embajada de nobles texcocanos que le ofrecía
hospitalidad a cambio de no lanzar el ataque contra la ciudad. El comandante aceptó y aposentó a
su ejército en los palacios de Nezahualcóyotl, prohibiendo a sus soldados y aliados salir a la ciudad
o emprender actos de saqueo. Sin embargo, en poco tiempo advirtió que una buena parte de la
población emprendía la huida en canoas a través del lago rumbo a Tenochtitlan, incluyendo a
Coanacoch y a sus principales nobles. Enfurecido por este acto, Cortés levantó su prohibición y sus
tropas saquearon la ciudad; como en Tepeaca, muchos hombres fueron muertos y mujeres y niños
tomados como esclavos.

Durante los días posteriores al saqueo de Texcoco, Cortés recibió a los señores de dos principales
tributarios de la ciudad, Huexotla y Coatlinchan, así como al señor chalca de Tenango, que
manifestaron su voluntad de unírsele para no ser atacados. También entronizó como monarca
títere a Tecocoltzin y luego a Huaxpitcatzin, hermanos ilegítimos de Coanacoch, antes de que
finalmente Ixtlilxóchitl fuera reconocido como tlatoani de Texcoco y pusiera lo que quedaba de la
ciudad y a sus tributarios, casi un tercio del poder militar de la Triple Alianza, del lado de los
españoles.

El sitio de Tenochtitlan (IV)

Campaña hacia el sur de la cuenca lacustre

Desde enero, ya con Texcoco como base de operaciones, Cortés inició una serie de ataques contra
los diferentes centros urbanos de la cuenca lacustre. Antes de lanzarse al asalto de la capital
mexica era necesario controlar las orillas de los lagos.

Dejando a Gonzalo de Sandoval como alguacil en Texcoco, Cortés se dirigió con doscientos
soldados españoles y unos dos mil aliados hacia el sur, bordeando la orilla del lago en dirección a
Iztapalapan. Con él iban Cristóbal de Olid, Andrés de Tapia e Ixtlilxóchitl. En medio de la
desesperación ante el asalto, los habitantes inundaron la ciudad: los españoles se alcanzaron a
retirar con muy pocas pérdidas, pero muchos tlaxcaltecas y otros aliados quedaron atrapados y se
ahogaron.

La campaña continuó hacia el sur ahora dirigida por Sandoval y Francisco de Lugo, cuando
enviados de Chalco expresaron la voluntad de sus gobernantes de someterse al rey de España y
unirse al esfuerzo de guerra de Cortés, pero imposibilitados de actuar debido a la presencia de
tropas mexicas en sus territorios. Sandoval venció a los mexicas en Chalco, que recuperó su
autonomía, si bien Cuauhtemoc intentaría recuperar el control sobre ella posteriormente. Después
Sandoval se dirigió a Tlaxcala a escoltar los bergantines en su transporte a Texcoco, deteniéndose
a realizar un ataque contra Calpulalpan, donde varios españoles habían sido muertos el año
anterior. Al regresar de Tlaxcala, y mientras Cortés emprendía otra campaña hacia los lagos del
norte, Sandoval dirigió una columna hacia el sur contra la región de Cuauhnahuac, cuyos señores
eran de la dinastía mexica y mantenían importantes contingentes (aunque seguramente
diezmados por la viruela también). En efecto, Sandoval batió a un ejército mexica en Oaxtepec y
posteriormente a otra guarnición y sus aliados de la ciudad de Yecapixtla, la cual tomaron y
saquearon. Sin embargo, la columna tuvo que abandonar el avance hacia Cuauhnáhuac y volver a
Chalco a enfrentar otro ejército de veinte mil hombres que Cuauhtémoc había enviado para
retomar la ciudad.

Un tercer ejército mexica se lanzó contra Chalco la primera semana de abril, obligando al propio
Cortés a acudir a su encuentro. No obstante, los tenochcas se retiraron antes del combate y el
comandante español decidió concluir la empresa iniciada por Sandoval dirigiéndose a la toma de
Cuauhnahuac. Esto implicó el asalto a dos guarniciones mexicas situadas en los peñones de
Tlayacapan, y a enfrentar a un tercer ejército tenochca en Yautepec, obligándolo a replegarse y
alcanzándolo en Xiutepec donde lo destruyeron completamente. Los defensores de Cuauhnáhuac
intentaron protegerla destruyendo los puentes que la comunicaban con el exterior, pero Cortés se
hizo de guías que le indicaron un estrecho paso abandonado y otras fracciones de sus fuerzas
lograron reconstruir los puentes con troncos. La ciudad finalmente cayó: la población huyó
dispersándose después de prender fuego a numerosos edificios.

A su vuelta a la cuenca lacustre, el 14 de abril Cortés asaltó Xochimilco, ciudad que resistió
férreamente su ataque y luego intentó demorar su rendición esperando el apoyo de Tenochtitlan,
que llegó ese mismo día. Las tropas de Cuauhtémoc no lograron evitar la caída de la ciudad pero
se empeñaron en numerosos asaltos sucesivos contra los españoles y sus aliados, capturando a
varios de los primeros y matando a muchos de los segundos, hostigando a Cortés en su ruta hacia
Coyohuacan. Aunque los gobernantes de Coyohuacan tenían un gran resentimiento hacia los
mexicas desde un siglo atrás, abandonaron la ciudad huyendo rumbo a Tenochtitlan antes de que
Cortés llegara. Tras pasar varios días reponiéndose de la batalla en Xochimilco, el ejército partió de
vuelta a Texcoco, bordeando las orillas occidental y norte de los lagos.

El sitio de Tenochtitlan (V)

Campaña hacia el norte de la cuenca lacustre

Mientras enviaba a Gonzalo de Sandoval a arrebatar Chalco a los mexicas, Cortés se dirigió al
asalto de las ciudades situadas en el norte de los lagos.

El primer objetivo fue Xaltocan, ciudad situada sobre el agua como Tenochtitlan y comunicada con
tierra por calzadas que habían sido cortadas ante la noticia de la aproximación del ejército
enemigo, excepto una en mal estado que guías otomíes revelaron a Cortés. Por esta vía se
abrieron paso sus fuerzas hacia Xaltocan, que fue saqueada e incendiada. Poco después los
españoles y sus aliados llegaron a Cuauhtitlan, cuyos señores también regían Xaltocan, pero la
ciudad estaba abandonada: sus pobladores se habían dispersado en el campo o huido hacia
Tenochtitlan.

Tenayocan y Azcapotzalco, dos de las principales ciudades tepanecas se hallaban también semi
abandonadas cuando las tropas de Cortés entraron en ellas sucesivamente, de modo que no hubo
combate en esta parte de la marcha. Sin embargo, en Tlacopan la lucha se tornó extremadamente
violenta: a diferencia de los texcocanos, los tlacopanecas se mantenían fieles a la alianza con
Tenochtitlan y con apoyo de las tropas de Cuauhtémoc combatieron cerca de una semana a los
españoles y tlaxcaltecas, quienes prendieron fuego a la ciudad en represalia. Los soldados de
Cortés incluso volvieron a avanzar por la calzada entre Tlacopan y Tenochtitlan, pero los mexicas
los hostigaron de nuevo desde canoas y con dardos y flechas por tierra, así que el comandante
español finalmente retiró a sus fuerzas rumbo a Texcoco, en espera de que sus bergantines
estuviesen listos antes de volver a emprender la ofensiva contra la ciudad isla. Durante su regreso
a la orilla oriental de los lagos enfrentó exitosamente a una fuerza mexica, pero también resultó
blanco de una emboscada donde los soldados enemigos intentaron capturarlo, primero de varios
intentos que tendrían lugar en la campaña. Más grave fue enterarse de una conspiración para
matar a Cortés y a sus principales lugartenientes, organizada por Antonio de Villafaña, amigo de
Pánfilo de Narváez y Diego de Velázquez, quien al ser descubierto fue arrestado, sumariamente
juzgado y ahorcado. Poco después, con el norte de la cuenca libre de amenazas inmediatas, Cortés
se concentró en concluir el sometimiento de la región sur.

El sitio de Tenochtitlan (VI)

Inicia el asalto a Tenochtitlan

El 31 de mayo Cortés salió de Texcoco donde había recibido al resto de sus refuerzos de
Huexotzinco, Cholollan y Tlaxcallan. Ese día partió de allí para iniciar formalmente el sitio de
Tenochtitlan. Dividió su avance en tres columnas destinadas a tres “reales”, tres bases de
operaciones.

Al frente del primero se encontraría Pedro de Alvarado, con 30 jinetes, 18 ballesteros y


arcabuceros, 150 peones (de espada y rodela) y 25 mil guerreros de Tlaxcallan y Texcoco, que
avanzarían desde la ciudad de Tlacopan, a la cual llegarían bordeando los lagos desde el norte. El
segundo, dirigido por Cristóbal de Olid, estaría asentado en la ciudad de Coyohuacan; y tendría 33
jinetes, 18 ballesteros y escopeteros, 160 peones y otros 20 mil aliados. La columna de Olid
marcharía junto a la de Alvarado hasta el momento de separarse en Tlacopan. El tercer real
tendría por comandante a Gonzalo de Sandoval, y se asentaría en Iztapalapan (que debían tomar
previamente) y tendría a 24 de a caballo, 13 ballesteros y 150 peones, más 40 mil aliados de
Texcoco, Huexotzinco y Tlaxcallan. Los aliados seguían principalmente a Ixtlilxóchitl de Texcoco y a
Chichimecateuctli, comandante en jefe tlaxcalteca, tras la ejecución de Xicotencatl el Joven por
Cortés. En los bergantines, que atacarían inicialmente desde el lago de Texcoco, al oriente de la
capital mexica, se destinaron 31 hombres a cada uno, más un capitán.

El sitio de Tenochtitlan (VII)

Toma del dique y los acueductos

La ciudad de México-Tenochtitlan difícilmente podía ser rendida por hambre. La base de su


estructura urbana, las chinampas, podían producir varias cosechas al año. Las aguas dulces de los
lagos de Xochimilco y Chalco se unían con las salobres de los lagos de Texcoco, Xaltocan y
Tzompanco en el lago de México, justo bajo los pies de Tenochtitlan. Hacia 1450 el señor de
Texcoco, Nezahualcóyotl planeó y construyó a pedido de su aliado Motecuhzoma Ilhuicamina, un
dique de varios kilómetros de longitud que mantuviera separadas las aguas saladas de las dulces.
Las fuerzas de Cortés, atacando desde el norte desde Atzacoalco, lograron doblegar a los
defensores mexicas del extremo norte del dique. Sandoval, ahora en control de Iztapalapa, estaba
en poder del otro extremo. El dique fue finalmente destruido, y con ello las aguas salobres
anegaron el lago de México. Sin embargo, el agua del lago, aun la dulce, no era potable; su
consumo habría sido solamente un último recurso para sus habitantes. La fuente real de agua eran
los acueductos que traían el agua desde los manantiales nacidos en tierra firme, especialmente el
proveniente desde Chapultepec. Después de una dura lucha contra las tropas de Pedro de
Alvarado los manantiales quedaron en poder del enemigo y el acueducto fue destruido.

El otro, que transportaba agua de los manantiales de Coyohuacan, quedó inutilizado cuando la
ciudad se alineó al bando de Cortés y cuando Sandoval logró salvar la gran cortadura en la calzada
de Iztapalapan (hoy de Tlalpan) el 2 de junio de 1521. Tenochtitlan se había quedado sin agua.

El sitio de Tenochtitlan (VIII)

Los bergantines de Cortés

Desde su derrota en la Noche Triste, Hernán Cortés comprendió que para poder derrotar a los
mexicas no iba a ser suficiente con aislarlos desde las orillas de los lagos ni atacar su ciudad desde
las calzadas, donde se anularía la superioridad de números que pudiera alcanzar. Desde sus
acalmeh, las canoas lacustres, los mexicas podrían acosarlo a lo largo de ellas, y movilizarse para
golpearlo en cualquier punto del lago y retirarse sin que él pudiese contestar de forma adecuada
el ataque. Para poder lograr neutralizar las operaciones navales mexicas. debía superarlos en el
agua.

El bergantín del siglo XV, también llamado “cuarto de galera”, era una embarcación pequeña de
unos 13-16 m. de eslora y en torno a 2 m. de manga. Empleaba para moverse unos 10-15 remos
sencillos por banda en bancos corridos (20-30 remeros) y un mástil. No tenía cubierta. Su dotación
era de entre 30-60 hombres. De esta descripción es fácil ver que no era un barco para grandes
travesías. En los combates navales mediterráneos resultaba ideal para misiones de enlace, asaltos
anfibios e incluso transportar pequeños contingentes de tropas entre una galera y otra durante la
batalla. Hay que señalar que los bergantines que utilizaría Cortés habrían tenido un muy bajo
calado y fondo plano.

Por su forma sencilla fueron fáciles de armar y transportar de Tlaxcala a Texcoco. Cada bergantín
llevaba un pequeño cañón de bronce, excepto el “insignia” que abordaría Cortés, cuya pieza
artillera era de hierro, más pesada. Una mitad tenía un solo mástil, la otra mitad tendría dos. Las
tripulaciones originalmente fueron abiertas a los voluntarios, pero ante su poca afluencia Cortés
destinó a ellas a todo aquel que hubiese sido marinero o, aún sin ser marinero, nacido en puerto;
un total de 31 hombres a cada bergantín.

Los bergantines zarparon de Texcoco el 1° de junio, siendo su primera acción el transporte de las
tropas que asaltaron la pequeña isla de Tepepolco, desde donde se hacían señales de humo y
luces hacia Tenochtitlan: en el bergantín “insignia”, Cortés encabezo la operación que terminó en
la muerte de todos los hombres de la isla y la captura de sus mujeres y niños. Poco después se
enfrentaron a las fuerzas mexicas que acudieron en canoas, haciéndolas retroceder hacia la
fortaleza de Xoloc, situada en la calzada de Iztapalapa a Tenochtitlan y que finalmente también
cayó.

A partir de este momento esta pequeña flota se volvió una baza definitiva para el control del lago
puesto que terminaron la libertad de los mexicas para moverse en canoas y atacar a los españoles
en cualquier punto de las orillas que se encontrasen. También resultó decisivo su bajo calado
puesto que en algunas partes de la laguna el agua no subía más de dos o tres metros, por lo que
navíos de calado profundo se habrían atascado. Sin embargo, este fue el caso del “insignia” el
primer día de acción, pilotado por Rodríguez de Villafuerte, quien dejó que la nave encallara,
siendo abordada por los mexicas y a punto de ser capturada, hasta que Martín López y sus
hombres finalmente rechazaron el abordaje. A causa de esto Cortés retiró el mando de los
bergantines a Rodríguez de Villafuerte y lo dejó en manos de López.

Posteriormente los mexicas también implementarían diferentes tácticas para contrarrestar la


amenaza de los bergantines, como clavar largas estacas en el fondo del lago que se hincaron en
sus cascos, fracturándolos; al parecer pudieron inutilizar uno o dos. Por otra parte, lograron
abordarlos en repetidas ocasiones, especialmente mientras la lucha se iba confinando a los
canales de la ciudad. Numerosos tripulantes, serían capturados o muertos -incluyendo a dos de los
capitanes, Pedro Barba y Juan Portillo- en estos abordajes.

El sitio de Tenochtitlan (IX)

Los asaltos a Tenochtitlan (I)

Con los bergantines Cortés pudo librarse de los ataques de las canoas mexicas contra sus columnas
en las calzadas, y demoler las fortificaciones que las protegían: así sus hombres pudieron abrirse
paso hacia la ciudad-isla. En respuesta a la táctica de las tres columnas de avance de los españoles
y sus aliados, Cuauhtémoc dividió sus fuerzas en cuatro grandes sectores, una para la defensa en
la calzada de Iztapalapa, otra para la de Tlacopan, otra en previsión a un avance por la calzada de
Tepeyacac y una última destinada a enfrentar cualquier intento de desembarco desde los
bergantines. Además, dio la orden de que las mujeres tomaran las armas, especialmente las de sus
hombres si estos morían. Era el inicio de una movilización general.

El lento avance por las calzadas debió hacerse con el peso de la infantería propia y aliada. Una vez
dentro de la ciudad, fue necesario además tomar chinampa por chinampa y casa por casa. Para
salvar los canales se usaron puentes móviles o se cegaron con escombros. Las casas de los
macehuales eran en general de carrizo o bajareque, de modo que, como dice Bernal Díaz, se
podían destruir un centenar de casas en un solo combate, prendiéndoles fuego. Las casas de los
nobles, en cambio empleaban adobe y piedra, por lo que había que derribarlas con fuego de
artillería y se combatía en el interior de ellas, en las habitaciones y en los patios. En rápidos golpes
de mano participaba la caballería, pero ésta siempre corría el peligro de ser emboscada. Varios
caballos fueron capturados y sacrificados igual que los soldados.

Durante semanas se luchó así hasta que la ciudad quedó en ruinas: los españoles y sus aliados
avanzaban, a un costo altísimo, sobre todo entre los segundos. Aunque parezca que Cortés
simplemente intentaba llegar al corazón de Tenochtitlan o tomar el control de la ciudad, la batalla
iba degenerando en una lucha de desgaste, pues diariamente se combatía en las calzadas y al
anochecer los hombres de Cortés sencillamente regresaban a sus reales, en lugar de consolidar el
terreno ganado; así los mexicas diariamente podían por la noche reabrir canales o levantar
barricadas con escombros que los asaltantes en cuyo cegado o demolición habían tardado todo el
día. El 10 de junio, sin ir más lejos, Cortés ordenó un ataque coordinado que llegó incluso al
Templo Mayor, frente al cual emplazó una de sus piezas artilleras y comenzó a disparar. Sin
embargo, el contraataque mexica fue tan violento que tuvo que retirarse a toda prisa,
abandonando aquel cañón, de modo que al día siguiente estaba tan lejos del centro de
Tenochtitlan como al amanecer del 10. A pesar de que parecía una táctica infructuosa, lo cierto es
que cada día los mexicas se debilitaban por el hambre, la sed y las muertes en sus filas. Aun así,
mientras más avanzaba el ejército atacante más encarnizada parecía la resistencia.

El sitio de Tenochtitlan (X)

Los asaltos a Tenochtitlan (Parte II)

Primero al mando de los bergantines, ahora Cortés se había hecho cargo de la columna de
Cristóbal de Olid y ya a mediados de julio sus tropas alcanzaban a entrar a más de la mitad de la
capital mexica. El 23 de junio una acción de Alvarado encabezada por los bergantines terminó en
fracaso cuando estos quedaron inmovilizados por estacas clavadas en el fondo del lago; en la
retirada el comandante se encontró con que una de las brechas en la calzada no había sido bien
rellenada: numerosos aliados y cinco españoles quedaron capturados y sacrificados allí. Poco
después otro bergantín encalló y los mexicas capturaron a quince de los tripulantes, pero el resto y
la nave se salvaron por intervención de la que comandaba Gerónimo Ruiz de la Mota. Durante este
tiempo la resistencia mexica no cejaba, aunque dos de los hijos de Moctezuma, Axayacatl y
Xoxopehualoc encabezaron un grupo de nobles dispuestos a negociar con Cortés: Cuauhtémoc los
hizo ejecutar. Por aquellos días, los mexicas tenochcas retiraron el grueso de sus fuerzas y su
población hacia Tlatelolco.

A fines de junio Cortés buscaba ya una acción decisiva que terminara con los defensores de una
vez: sus capitanes le propusieron que el ataque general de las tres columnas se dirigiera contra la
plaza de Tlatelolco, donde aún había importantes cantidades de abastecimientos; si la tomaban
poco les quedaría a los mexicas para resistir. Cortés no se convenció inmediatamente; para llegar a
Tlatelolco no se podía avanzar en línea recta por las calzadas principales, sino había que salir de
ellas a vías secundarias que seguramente estarían llenas de obstáculos, si los mexicas los
sobrepasaban en número, podrían cortarles las vías de escape y acorralarlos en la plaza.

El ataque finalmente dio inicio, con Alvarado y Sandoval avanzando desde el oeste y norte y Cortés
dividiendo su propia columna en tres secciones al mando de Andrés de Tapia, Jorge de Alvarado y
Julián de Alderete, que avanzaron separadamente por las calles y canales de Tlatelolco. Sin
embargo pronto Cortés se halló ante el contrataque mexica y tuvo que detenerse. Luego la tropa
de Alderete se encontró con que una de las calzadas que había cegado y franqueado estaba
abierta, lo que le cortaba toda posibilidad de retirada. Las fuerzas de Cortés entraron en confusión
al no poder dar marcha atrás y totalmente sobrepasadas en número por los defensores, se
cebaron haciendo muertos y prisioneros: Cortés mismo estuvo nuevamente a punto de ser
atrapado y fue salvado por Cristóbal de Guzmán y Cristóbal de Olea, que fueron capturados y
muertos. Un bergantín y un cañón se perdieron, cerca de dos mil combatientes aliados fueron
muertos o prisioneros, así como probablemente setenta españoles, veinte de ellos muertos en ese
momento y los demás capturados para su sacrificio en el teocalli (probablemente el de Tlatelolco).
Al ver esto y cuando los mexicas les arrojaron cabezas de varios de los muertos, los hombres de
Sandoval y Alvarado también se contagiaron de la confusión y se replegaron, especialmente
cuando escucharon que los mexicas clamaban haber dado muerte a Cortés. Fue necesario que el
comandante enviara mensajeros desde su real para convencer a sus lugartenientes (Lugo y
Sandoval acudieron en persona) de que continuaba vivo.

Lo más grave de esta derrota fue que por semanas las alianzas de Cortés se tambalearon de foma
peligrosa. Casi todos los combatientes aliados abandonaron los reales sin que los exhaustos
españoles pudieran impedírselos: solo los tlaxcaltecas con Chichimecateuctli, los texcocanos con
Ixtlilxóchitl y los huexotzincas permanecieron en el sitio. Incluso los señores de Chalco, Xochimilco
y Cuauhnáhuac aceptaron las embajadas de Cuauhtémoc y obligaron a Cortés a reducir las fuerzas
sitiadoras para enviar a Andrés de Tapia a castigar estas ciudades, y evitar que Cuauhnáhuac
cayera en manos de los mexicas de Malinalco. Gonzalo de Sandoval por su parte tuvo que ir hacia
Matlatzinco, donde con apoyo otomí derrotó a un ejército mexica y mazahua que se reunía para
marchar en apoyo de la ciudad-isla, y luego a uno similar proveniente de Tula.

Aunque la situación parecía tornarse desfavorable para Cortés, los sitiados se encontraron con que
finalmente estaban demasiado disminuidos en número y exhaustos para romper definitivamente
el cerco. Tampoco pudieron ir en apoyo de sus posibles aliados, pues por el contrario, dependían
de estos ejércitos de socorro para aliviar el peso del sitio. Ante este panorama, aquellos que se
habían mantenido fieles a Tenochtitlan terminaron vencidos y quienes dudaban en seguir
apoyando a los españoles terminaron por convencerse de que los mexicas ya no tenían fuerzas
para inclinar la balanza a su favor. De todos modos, los sitiadores también habían perdido tal
empuje que, aunque los combates no paraban, no volvieron a intentar asaltos a gran escala hasta
la última semana de julio.

El sitio de Tenochtitlan (XI)

Los asaltos a Tenochtitlan (Parte III)

Para los últimos días de julio la situación de los defensores ya se había tornado desesperada. Se
habían quedado sin comida, sin agua y seguían azotados por padecimientos. La última fuente de
agua había sido destruida por las tropas de Pedro de Alvarado y el consumo de agua del lago
ocasionó serias enfermedades entre la población. Ya era notoria la escasez de combatientes, aun
cuando las mujeres habían tomado las armas; desde mediados de julio los trabajos nocturnos de
corte de las calzadas y levantamiento de obstáculos se fueron haciendo intermitentes hasta cesar
por completo. Cortés por su parte también había perdido muchos hombres, tanto en la lucha casa
por casa como enfermos por los mismos males que aquejaban a los sitiados. Aun así, seguía
manteniendo la superioridad numérica y había recibido refuerzos, pólvora y ballestas
desembarcados en Vera Cruz, así como polvora fabricada con azufre del Popocatépetl, traída por
Francisco de Mesa y Francisco de Montano.
Antes de concluir el mes, Gutierre de Badajoz, en la vanguardia de la columna de Pedro de
Alvarado, llegó al primer cuadro de Tenochtitlan, no está claro si por la calzada de Nonoalco o la
de Tlacopan. Tras una encarnizada batalla finalmente los defensores fueron aniquilados y se
prendió fuego al Templo Mayor. A partir de entonces la lucha se concentró en Tlatelolco, donde se
organizaba la última resistencia.

El 22 de julio Cortés venció a una fuerza de guerreros mexicas cerca de la plaza de Tlatelolco con
una emboscada de la caballería. El 23 un ataque similar hizo presa esta vez en mujeres y niños que
habían salido en busca de comida. El 24 quedó conquistada completamente la calzada, con lo que
las fuerzas de Alvarado y Cortés quedaban directamente unidas. En estos días tuvo lugar un
episodio curioso: influenciado por “un tal Sotelo, un sevillano que había estado en Italia con el
Gran Capitán”, Cortés ordenó la construcción de una catapulta para poder disparar piedras o balas
de cañón al mismo reducto de Cuauhtémoc. La catapulta fue construida por Diego Hernández,
asistente carpintero de Martín López en el armado de los bergantines, y se montó sobre uno de los
basamentos tlatelolcas, pero nunca se logró que funcionara (las piedras caían siempre del
mecanismo de lanzado) y finalmente se abandonó la intención de usarla. Sin embargo la caída de
la ciudad ya resultaba inminente a los ojos de todos; aun así desde inicios de agosto Cortés intentó
-sin éxito- establecer parlamento con Cuauhtémoc para convencerlo de aceptar la paz; pese a lo
inevitable de su victoria, cada día de contienda seguía desgastando sus propias fuerzas y los
defensores, pese a su estado crítico, seguían resueltos a luchar hasta el final.

El sitio de Tenochtitlan (XII)

Caída de Tlatelolco y rendición de Cuauhtémoc.

El 12 de agosto, harto de sus infructuosos intentos por negociar con Cuauhtémoc, Cortés ordenó a
Pedro de Alvarado el asalto definitivo. Empleando todas sus tropas, Alvarado colapsó las defensas
mexicas y finalmente cayó Tlatelolco, desatándose una matanza de hombres, mujeres y niños,
combatientes y no combatientes, armados, hambrientos y enfermos. Posteriormente los
españoles descargarían la responsabilidad de esta carnicería en sus aliados, especialmente en los
tlaxcaltecas. El día 13 las tropas de Cristóbal de Olid se unieron a las de Alvarado para empujar el
borde del lago a los sobrevivientes donde los esperaban los bergantines al mando de Gonzalo de
Sandoval. En la dársena que más tarde se conocería como La Lagunilla, una pequeña flota de
canoas entró en la laguna. Los bergantines salieron a darles alcance, lográndolo finalmente el del
capitán García Holguín. Aún se discute si Cuauhtémoc se retiraba para tratar de seguir resistiendo
en otro lado o si expresamente buscaba ya rendirse. De cualquier modo, fue llevado ante Cortés,
quien se negó a darle muerte y prefirió conservarlo como prisionero. La ciudad estaba en ruinas:
palacios, templos y árboles estaban destrozados y quemados por todas partes, tierra y cascajo
cubrían los canales, y los cuerpos se amontonaban en tierra y agua. Cortés finalmente dejó su real
de Xoloc e instaló sus fuerzas en la ciudad de Coyohuacan mientras las ruinas y los cadáveres de
atacantes y defensores eran despejados.

Tiempo después de la caída de la ciudad se ejecutó a numerosos líderes mexicas; sigue sin estar
claro el criterio con el que se impartieron las sentencias de muerte. Entre ellos destacaron
Macuilxochitl, tlatoani de Huitzilopochco, Pizotzin, tlatoani de Colhuacan, los sacerdotes de
Huitzilopochtli y de Xipetotec; el tlacatecatl de Tenochtitlan, Temuiltzin, y el tlillancalqui
Pelauhtzin, así como sus pares de Cuauhtitlan. Cuauhtemoc y Tetlepanquetzal, en cambio, serían
mantenidos con vida hasta 1525.

La resistencia mexica en Tenochtitlan había concluido.

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