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LOS ERRORES MÁS COMUNES

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Muchas personas que desean bajar de peso eligen métodos que no sólo no los
ayudan, sino que además conspiran contra su objetivo. Son "trampitas" que parecen
inocuas y que, sin embargo, pueden atentar contra el programa y apagar la
motivación.
Algunas creencias muy comunes sólo promueven la obesidad y ponen en riesgo el
descenso de peso:

Comer menos de lo que indica su plan de alimentación.


Es corriente la idea de que cuanto menos se come, más efectiva es la dieta. Esto no
sólo puede hacer fracasar la pérdida de peso sino también afectar la salud. ¿Por qué?
Para sobrevivir el organismo necesita de la energía que obtiene de los alimentos.
Cuando el ayuno es prolongado, el cuerpo intenta conseguir esta energía de otra
fuente, y lo logra transformando las proteínas de los músculos en glucosa. De esta
manera, se produce una pérdida de peso que no es resultado de la reducción de la
grasa corporal sino de una pérdida de masa muscular y de líquidos. Además, el
organismo reduce el ritmo del metabolismo para gastar menos calorías con el
movimiento. Cuando se corta el ayuno, este mecanismo de defensa continúa
funcionando, de modo que a la persona le costará más quemar las calorías y
continuará almacenando energía en forma de grasa. Así, aun cuando coma la misma
cantidad y tipo de alimentos que antes, comenzará a engordar.
El ayuno repetido pone en riesgo la salud porque produce deshidratación, descenso
brusco de la presión arterial y pérdida de masa muscular, entre otros problemas.
Para que un plan tenga éxito debe haber armonía en la calidad y cantidad de la
alimentación.

Consumir productos light en cantidades abundantes.


Los alimentos light son importantes para un plan, siempre y cuando se consuman
moderadamente. La denominación “light” no significa sin calorías, sino que tiene
menos que la versión “normal” del mismo producto. Si los consume sin medida, puede
llevarse una sorpresa. Consúmalos moderadamente y aprenda a controlar la ingesta
de alimentos comunes.
 
Consumir poca variedad de alimentos.
Algunas dietas se basan en la elección de unos pocos alimentos o prohiben comer
determinadas combinaciones. Si este tipo de alimentación se prolonga en el tiempo, el
organismo podría no incorporar todos los nutrientes que necesita para funcionar bien.
Además, estas dietas pronto generan aburrimiento y cuando se retoma la alimentación
habitual, se suele recuperar el peso.

No llevar un control de lo que se come.


Muchas veces subestimamos lo que comemos, olvidamos los aderezos o los snacks,
no tenemos en cuenta el tamaño de las prociones o simplemente no sabemos cuántas
empanadas comimos en la cena. Estas pequeñas o grandes diferencias tienen
consecuencias en nuestro peso, y muchas veces llevan a la frustración (“no puedo
bajar”) o a la negación (“¡pero si no comí nada!”).
Una buena idea para controlar su ingesta es llevar un registro de comidas, para anotar
qué y cuánto come durante todo el día. Eso sí, conviene anotar apenas termine cada
comida para evitar olvidos significativos. Recuerde que las bebidas también cuentan.
No planificar las comidas.
A veces, cuando una persona está a dieta piensa que tiene todo bajo control y que
bastará con cumplir lo pautado para alcanzar su objetivo. Pero no estamos solos en el
mundo: siempre hay amigos que cumplen años, salidas, fiestas y otras situaciones
especiales. En estas ocasiones es fundamental evitar la improvisación. Si come
afuera, piense con antelación qué es lo que va a pedir. Si tiene una fiesta, hable con el
organizador y pregúntele si hay opciones light u ofrézcase a colaborar con el menú.
El Plan debe ser flexible y dejar espacio para los gustos. No sufra de antemano: sólo
aprenda los recusros para manejarse cuando aparezcan las tentaciones.

Saltear el desayuno.
Se dice que el desayuno es la comida más importante del día, y es por una buena
razón. Luego de la cena, el organismo cuenta con energía durante unas cuatro horas,
el tiempo que dura la digestión. Pasado ese tiempo, el cuerpo hace uso de sus
reservas. Saltear el desayuno sólo lo hará llegar con más hambre al almuerzo o la
cena. Además, durante todo el día tendrá menos energía, se sentirá cansado y sin
ganas de respetar su plan de alimentación.

No realizar actividad física.


El ejercicio es el principal aliado del plan, ya que es la forma más importante de
quemar calorías y grasa. Además, es fundamental durante la etapa de mantenimiento
para no recuperar los kilos que con tanto esfuerzo logró bajar.
De poco sirve hacer mucha activida física una vez cada tanto. Lo importante es
moverse en forma regular y de acuerdo a sus posibilidades. La recomendación mínima
para la práctica de actividad física es de 20 minutos por día la mayoría de los días de
la semana, aunque para perder peso tal vez necesite ajustar más esta frecuencia o
elegir ejercicios más demandantes. Si usted es una persona sedentaria, recuerde
consultar con su médico antes de iniciar un programa de movimiento.

Prohibirse los “gustos”.


No pretenda erradicar para siempre la pizza, la cerveza, el helado, el chocolate.
Además de ser una necesidad biológica, comer es un verdadero placer y no tiene
sentido ni es realista que se prive de él. Es cierto que ninguna dieta servirá si come
todos los días alimentos con muchas calorías. Pero no hay razón para no darse un
gusto de vez en cuando, y cualquier plan de alimentación serio los incluye en forma
moderada. Ningún alimento engorda por sí mismo. La cuestión es la frecuencia con
que come y el tamaño de las porciones.

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