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pH EN DIGESTIÓN IN VITRO: EVALUACIÓN DE EXTRACTO DE CORTEZA DE PINO EN

DIETAS PARA EQUINOS


INTRODUCCIÓN
Las prácticas de alimentación y mejoras en el procesamiento de los alimentos han favorecido la aparición de ciertas
patologías digestivas y metabólicas, como es el caso del síndrome de úlcera gástrica equina (SUGE). La necesidad de
evaluar nuevos aditivos alimenticios que prevengan y/o mitiguen los efectos negativos de esta enfermedad, destacándose
el requerimiento de incrementar el pH estomacal, para mantener una adecuada función del tracto digestivo. Esta
investigación adaptó y utilizó procedimientos de digestibilidad in vitro estomacal e intestinal, analizando el efecto de
extracto de corteza de pino radiata con potencial efecto alcalinizador por la presencia de flavonoides, terpenoides y
taninos en su composición (Gadekar et al., 2010).
MATERIALES Y MÉTODO
El estudio se realizó en el Laboratorio de Nutrición Animal y Sistemas Ganaderos, U. de Concepción. Se diseñó una dieta
base utilizando heno de alfalfa, grano de avena, grano de maíz, grano de trigo, afrecho de trigo, afrecho de soya, sal
común y sales minerales (ANASAC Estándar®). La dieta nutricional fue estimada para un caballo adulto biotipo raza
chileno de 450 kg PV, con un plan de alimentación de mantención con 2 g almidón/kg PV (65:35 forraje concentrado) y
para trabajo intenso con 4 g almidón/kg PV (43:57, forraje concentrado; Nacional Research Council, 2007). El extracto de
pino radiata (ECP) evaluado en los tratamientos fue obtenido con extracción química para polifenoles de bajo y mediano
peso molecular (patente US20090077871 A1). Los tratamientos diseñados fueron control (C): dieta base con plan
alimenticio de 2 o 4 g almidón/kg PV del equino (sin ECP), TA1: dieta base con 0,5% de ECP, TA2: dieta base con 1% de
ECP y TA3: dieta base con 2% de ECP. Cada gramo de dieta base con su respectivo tratamiento se colocaron en bolsas
Ankom filter bags F57®, depositadas individualmente en una botella de vidrio ámbar de 60 mL con tapa de plástico. La
digestión in vitro fue tipo batch por 24 h y se cuantificó el pH de cada frasco en los tiempos de 10 minutos, 1, 4, 6, 18 y
24 h (T0-T6). La unidad experimental fue la botella de incubación con 6 réplicas por tratamiento para cada plan
alimenticio (2 y 4 g almidón/kg PV) y se realizaron dos bloques de incubación. El diseño fue bloques completos al azar y
los valores de pH de cada serie de incubación fueron comparados mediante ANDEVA y Test de Tukey para determinar
diferencias en medias, interacciones con tiempo de incubación (P≤0,05; Balzarani et al., 2008).
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
En los tratamientos con 2 g de almidón/ kg PV se obtuvo pH >4 durante la primera hora de digestión in vitro estomacal en
todos los grupos tratamientos con sales DCAD, mientras que el grupo control presentó una media de pH de 3,97 ± 0,75
(Cuadro 1; P=0,09). En la última etapa de digestión in vitro estomacal, los grupos con +150 mEq, +300 mEq y +600 mEq
mantuvieron un pH >5. En el plan alimenticio de 4 g de almidón/kg PV, durante la primera hora de incubación se
observaron pH más ácidos en los tratamientos con sales DCAD, todos inferiores a valores de 4 y se presentó un aumento a
la cuarta hora de digestión (última etapa gástrica), todos los grupos tratamiento con sales DCAD generaron valores de
pH>4 e inferiores a pH 5, en comparación con el grupo control con un promedio de pH= 3,7 (Cuadro 1, P=0,03). Las
dietas con mayor aporte de almidón tienen una menor capacidad buffer, con 28 mEq/100 g MS, en comparación a la dieta
con 2 g almidón /kg PV, con 40 mEq/100 g MS. El alto costo de los fármacos y el extenso período de tratamiento,
favorece buscar nuevos aditivos alimenticios (Zavoshti y Andrews, 2017).

Tabla 1. Promedio de pH en tiempos evaluados de digestión in vitro con tratamientos de sales DCAD en plan alimenticio
para equinos con 2 y 4 g de almidón/kg PV.
2 g almidón/kg
PV
cont sal 1 sal 2 sal sal 4 EE P
rol 3
T0 8,13 8,02 8,17 8,2 7,99 0,0 0,05
1 6
T1 3,97 4,2 4,37 4,6 4 0,1 0,09
6 , 9
5
T2 4,64 4,79 5,05 5,2 5 0,2 0,32
5 2
T3 7,03 6,99 7,01 7,0 7,14 0,0 0,07
3 4
T4 6,89 6,83 6,87b 6,8 6,44 0,0 <0,00
b b 3b a 4 01
T5 6,11 6,16 6,25 6,1 6,21 0,0 0,68
8 7
T6 6,14 6,12 6,24 6,0 6,12 0,0 0,60
6 8
4 g almidón/kg
PV
cont sal 1 sal 2 sal sal 4 EE P
rol 3
T0 8,01 8,26 8,42bc 8,4 8,2a 0,0 <0,00
a bc 7c b 6 01
T1 2,93 3,23 3,3ab 3,9 3,58a 0,1 0,000
a a 4b b 7 9
T2 3,7a 4ab 4,16ab 4,6 4,22a 0, 0,034
b b 2
T3 6,93 6,94 7,07b 7,0 6,96 0,0 0,019
a a 4a a 3
T4 6,86 6,88 6,93b 6,9 6,87 0,0 0,000
a ab 4b a 2 4
T5 5,68 5,78 5,84 5,8 5 0,0 0,69
3 , 9
8
T6 5,6 5,61 5 5,7 5,76 0,1 0,81
, 1 2
6

CONCLUSIONES
Utilizar extracto de corteza de pino (0,5, 1 y 2% MS) con alto contenido de taninos no alcaliniza el pH en digestión in
vitro en las etapas estomacal e inicial intestinal en los planes alimenticio de 2 y 4 g almidón/kg PV de equino.
Antecedentes Síndrome Úlcera Gástrica
El síndrome de úlcera gástrica equina (SUGE) es considerado como una causa de reducción del desempeño deportivo y
de la condición corporal de los equinos de deporte, con un impacto negativo en la industria equina (Aranzales et al.,
2012). Reportes indican que el SUGE afecta a un 51% de los potrillos fina sangre de carrera menores a 3 meses (Murray
et al., 1990) y en un 70,9% en yeguas de cría sin exigencia física y alimentadas a pastoreo (Le Jeune et al., 2009).
La prevalencia de SUGE en 54 caballos trotones osciló entre 20% y 79,12% según la intensidad del entrenamiento, desde:
nulo, leve, intermedio o alto (Bezdêková et al., 2005). Un estudio en Nueva Zelanda reportó una prevalencia de 87% en
caballos fina sangre de carrera (n=137) y trotones (n=38) en entrenamiento activo (Bell et al., 2007). En Chile, la
frecuencia observada fue de 93,3% para úlcera gástrica total, con 91,6% de los casos con lesiones en la mucosa escamosa
y 39,1% en la mucosa glandular, en caballos fina sangre en el Club Hípico de Concepción (Del Campo, 2014).
El riesgo de ulceración gástrica disminuye con la edad en hembras y machos enteros y se incrementa con la edad en
machos castrados (Rabuffo et al., 2002). La causa primaria para la ulceración gástrica integra factores anatómicos del
estómago, el tipo de alimentación, la estabulación, el ejercicio intenso y la administración excesiva de antiinflamatorios
no esteroidales (Murray, 2002).
La velocidad de reparación de la mucosa gástrica es un mecanismo importante para mantener la motilidad
gastroduodenal para el adecuado vaciamiento gástrico (Sánchez, 2004). La presencia de alimento en el estómago
amortigua la acidez, porque estimula la secreción de saliva con pH alcalino, disminuyendo el efecto del ácido gástrico,
además, la fibra celulósica del alimento adsorbe las secreciones gástricas disminuyendo el contacto con la superficie de la
mucosa (Murray, 2002). La predisposición anatómica del estómago favorece una mayor frecuencia de lesiones ulcerosas
en la mucosa escamosa del estómago, porque no posee una barrera de protección tisular para el ácido clorhídrico. Esta
mucosa no cumple actividad de absorción de nutrientes y de secreción de enzimas digestivas, sólo actúa como reservorio
de la ingesta (Murray, 2002). La mucosa glandular estomacal contiene glándulas tubulares en distintas regiones con
células serosas, mucosas y endocrinas. Las células G son las encargadas de secretar gastrina en la región pilórica
estomacal y la zona fúndica es el sitio de producción de ácido clorhídrico por las células parietales, y de pepsinógeno por
las células principales (Cambell-Thompson, 1998). El epitelio glandular produce bicarbonato con acción ácido-retardante
y una capa de mucus como barrera de protección epitelial, la asociación de ambos es conocida como estrato moco-
bicarbonato (Hepburn, 2011). Murray (2002) reportó prevalencias de úlcera gástrica en equinos en la mucosa glandular
entre 10% a 40% en distintos estudios endoscópicos realizados.
Lorenzo-Figueras y Merrit (2002) analizaron el efecto del ejercicio en la frecuencia de úlcera gástrica, reportando que al
inicio del mismo hay un aumento de la presión intragástrica y el pH estomacal disminuye a valores inferiores a 4 y sigue
disminuyendo por el trote y galope a pH 2 y 1 respectivamente. El contenido líquido de la digesta estomacal, de
características de pH ácido, se desplaza con mayor facilidad a la región proximal del estómago en períodos de aumento de
la presión intraabdominal. La fuerza de compresión ejercida sobre el estómago por los músculos abdominales contraídos
durante el ejercicio serían los responsables de este aumento de exposición de la mucosa escamosa al contenido gástrico.
Además, las prácticas de alimentación utilizadas en los caballos de carrera en entrenamiento, comienza sin ningún tipo de
alimentación previo a su actividad física y sumado a esto, el vaciado gástrico continúa durante el ejercicio, aumentando el
contacto del ácido clorhídrico con la mucosa estomacal no glandular (Hepburn, 2011).
Los principales factores intrínsecos que protegen a la mucosa gástrica de la formación de úlceras son la mantención de la
capa moco-bicarbonato, presente sólo en la mucosa glandular, el adecuado flujo sanguíneo, la prostaglandina E2, el factor
de crecimiento epidermal salival y la motilidad gastroduodenal (Sánchez, 2004). La mayor proporción de alimentos
concentrados y granos en la ración para equinos de competencia favorece la presentación de úlceras gástricas, por el
mayor aporte de carbohidratos solubles de rápida digestión que proporcionan sustratos para la fermentación gástrica por
bacterias residentes, generando ácidos grasos volátiles (AGV) y la producción de uno de ellos, el propionato, estimula la
producción de ácido láctico, que favorece la disminución del pH estomacal con efectos en la mucosa escamosa del
estómago (Andrews et al., 2005). La utilización de raciones con mayor proporción de concentrado genera un aumento de
gastrina en el plasma inmediatamente después de la alimentación y, por lo tanto, un aumento en la secreción de ácido
clorhídrico y una disminución del pH del estómago. La utilización de heno de alfalfa en dietas con alta proporción de
grano de cereal generó una menor disminución del pH estomacal por la mayor capacidad buffer de la alfalfa comparado
con otros forrajes (Nadeau et al., 2000).
El exceso en la ración de hidratos de carbono de rápida fermentación en el tracto digestivo posterior o un aumento de
almidón en la dieta por utilización de granos de cereales y/o subproductos de molinería de los mismos, provoca que una
fracción del almidón ingerido llegue al ciego sin digerir, donde se somete a fermentación rápida por la microbiota cecal,
generando aumento en la producción de lactato y de gas, además de, una disminución en el pH del ciego y colon
(Hoffman, 2003). Utilizando estudios empíricos, se han generado recomendaciones diarias para consumo de almidón no
superior a 2 g/kg PV, ya que cantidades superiores producen efectos negativos en la digestión estomacal y el pasaje de los
alimentos (Meyer et al., 1995). En caballos sanos, afectados por intolerancia al grano de cereal o por síndrome de mala
absorción (SMA), al suministrar mayor cantidad de almidón que la recomendación señalada, llega al intestino grueso una
mayor cantidad de almidón, alterando sus condiciones fisiológicas de motilidad, digestión microbiana y transporte de agua
y solutos, alteraciones que generan atonía, dilatación por aumento de gases y absorción de lactato con acidosis metabólica
(Perrona et al., 2007). En un estudio experimental se demostró que la sobrecarga de hidratos de carbono fermentables,
administrados por vía oral a los caballos, genera un crecimiento excesivo de bacterias Gram-positivas, en especial de
Streptococcus spp. y Lactobacillus spp., estimulando la producción de ácido láctico en el ciego (Bailey et al., 2003), que
es absorbido pasivamente desde el intestino al líquido extracelular, produciendo una acidosis láctica generalizada. Este
comportamiento fisiopatológico de disminución del pH provoca una alteración ambiental intracecal y muerte masiva de
bacterias Gram-negativas, con daño en la mucosa, estado que favorece la absorción directa de la endotoxina a la cavidad
peritoneal y/o al sistema vascular (Garner et al., 1978).
Las proporciones relativas de ácidos grasos volátiles en fermentaciones en estómago y/o ciego, dependen de los sustratos
proporcionados por el forraje y el concentrado en la dieta. El aumento del grano favorece la producción de propionato y
lactato (Hoffman, 2003).
Efecto de carbohidratos solubles (almidón) en úlcera estomacal
Los carbohidratos son la principal fuente de energía en la dieta de los caballos presentes en el forraje, granos de cereales y
subproductos de éstos. Son digeridos y absorbidos, dependiendo de su estructura y grado de polimerización (Nacional
Research Council, 2007), destacándose que los carbohidratos con enlaces α 1-4 están sujetos al hidrólisis enzimática en el
intestino delgado, mientras que los enlaces β 1-4 fermentan en el intestino grueso (Hoffman, 2003). Entre los
carbohidratos solubles digeridos por actividad enzimática endógena están las hexosas, disacáridos, algunos oligosacáridos
y almidones de lenta y rápida digestión. Los carbohidratos fermentables por actividad microbiana incluyen a la celulosa,
hemicelulosa, lignocelulosa, almidones resistentes al hidrólisis y algunos oligosacáridos como galactanos y fructanos
(Hoffman, 2003). La eficiencia energética del almidón es variable, dependiendo en gran medida del lugar de digestión en
el tracto gastrointestinal, siendo transformado a glucosa en los compartimentos pre-cecales y degradado a ácidos grasos
volátiles por la actividad microbiana en el intestino grueso (Julliand et al., 2006). Aquellos carbohidratos no hidrolizados
en el intestino delgado son fermentados por la microbiota del intestino grueso para producir ácidos grasos volátiles, como
acetato, propionato, butirato y en menor magnitud lactato y valerano. La microbiota cecal produce celulasa, enzima que
hidroliza en hemicelulosa y celulosa los enlaces β 1,4 de glucosa. La lignocelulosa puede ser degradada a celulosa por la
acción de hongos presentes en el intestino grueso, mientras que los restos de lignina que permanecen sin digerir son
excretados en las fecas (Hoffman, 2003).
El crecimiento de la industria equina en los últimos años, con un comportamiento expansivo, ha favorecido a la
especialización en el manejo de los caballos. Se destaca las mejoras en el conocimiento y prácticas de alimentación por
efecto de biotipo, tipo de trabajo y estado fisiológico, que han considerado la variabilidad en la capacidad de consumo de
materia seca y en requerimientos nutricionales. Una de las principales prácticas es la incorporación de raciones
complementarias/suplementarias en formato de pellet o granulado (Harris, 1998).
Los equinos en deportes ecuestres tienen mayores requerimientos energéticos, considerando la alta intensidad del
ejercicio. En deportes como carreras hípicas, carreras de enduro, concurso completo de equitación de 3 días, entre otras, el
forraje como ración única no satisface las demandas de energía del entrenamiento y la competencia. Para proporcionar
energía adicional se incorporan granos de cereales, que tiene entre 35-70% de la materia seca como almidón, con mayor
uso de granos de avena, maíz y/o cebada (Nacional Research Council, 2007).
El procesamiento de los granos de cereal es un factor importante en el análisis de la digestibilidad del almidón. Los granos
pueden ser sometidos a modificaciones mecánicas (laminados, trituración, molienda), térmicas (tostado, micronizado) o
termomecánicas (flaking, popping, extrusión), procesos en condiciones secas o húmedas (laminación al vapor, flaking a
vapor, tostado a presión, extrusión de vapor, granulación). El objetivo de estos procesos es aumentar el valor nutritivo de
los alimentos mejorando la biodisponibilidad del almidón (Julliand et al., 2006). El porcentaje de hidrólisis aumenta
cuando el tamaño de los gránulos de almidón disminuye por molienda y/o trituración, generando una erosión de la
superficie y posterior solubilización del gránulo (Franco y Ciacco, 1992). Meyer et al. (1995) reportaron que la
digestibilidad pre-ileal del maíz entero o triturado fue del 30%; y la molienda aumentó la digestibilidad pre-ileal a 51% y
en el maíz expandido a 90%.
La digestibilidad del almidón es afectada por el peso molecular, destacándose que un mayor peso molecular disminuye la
hidrólisis por las enzimas digestivas de los mamíferos (Harris y Geor, 2009).
Manejo alimentario para úlceras gástricas en equinos
El manejo antrópico de la alimentación en los equinos ha favorecido el incremento en la incidencia y prevalencia de
SUGE. La investigación y desarrollo (I&D) han buscado mejorar estas prácticas mediante la evaluación de distintos tipos
de alimentación.
Se ha demostrado que una dieta alta en calcio genera una alta concentración de Ca++ citosólico, favoreciendo una
disminución de la actividad de la adenilato ciclasa en las células parietales estomacales, que podría reducir las
concentraciones de AMPc, inhibiendo la secreción de ácido gástrico (Fisher et al., 1990).
En una evaluación de dietas para caballos (n=6), se demostró que la dieta en base a heno de alfalfa y grano de cereal
genera una menor formación de úlceras y lesiones menos severas en la mucosa no glandular escamosa, presentando un
pH mayor (P=0,01) en el contenido estomacal, que fluctuaba entre 2,3 a 4,8, en comparación con la dieta de heno de
cebadilla con un rango de pH entre 1,9 a 5,1. El pH estomacal se mantuvo en valores superiores a 4 hasta 5 horas post
alimentación en la dieta con heno de alfalfa. Se destaca una mayor proporción de calcio en el heno de alfalfa: 14,4 mg/g
MS, comparado con el heno de cebadilla: 7,4 mg/g MS (Nadeau et al., 2000).
El Nacional Research Council (2007) indicó que la proteína es el principal componente de la dieta que puede actuar como
un amortiguador frente a la acidez y que los carbohidratos solubles reducen la capacidad buffer de la proteína dietaria.
Utilización de aditivos para aumentar el pH gástrico
Diferencia dietética catión-anión (DCAD): se define como el equilibrio entre iones fijos (no metabolizables) con cargas
positivas y negativas en la dieta (Baker et al., 1998). Incluye típicamente dos cationes [potasio (K+) y sodio (Na+)] y dos
aniones [cloro (Cl-) y azufre (S-)]. Fisiológicamente, la DCAD influye en la homeostasis ácido-base del animal, el estado
de Ca en el periparto y la utilización de elementos minerales.
La diferencia catión- anión dietaria (DCAD) es calculada mediante la ecuación de Baker et al. (1998) mEq= (Na++K+)-
(Cl–+S–) por unidad de peso en base seca. Ésta puede ser reducida incorporando sales aniónicas que contienen
relativamente más cloro y azufre, que aquellas que contienen mayor cantidad de cationes como sodio y potasio (Oetzel y
Barmore, 1993).
Sales minerales DCAD: las sales aniónicas son sales ricas en aniones fijos no metabolizables a formas más sencillas,
principalmente cloro y azufre, en relación a cationes como el sodio y el potasio (Espino et al., 2004). Las sales aniónicas
utilizadas son sulfatos y cloruros de calcio, magnesio y amonio (Horst et al., 1997).
Los granos tienen un bajo contenido de cationes (Na+, K+, Ca++) y un alto contenido de aniones (Cl-), lo que resulta en
una baja DCAD: maíz ~ 58 mEq/kg MS, avena ~ 73 mE/kg MS. Los forrajes generalmente tienen niveles elevados de
cationes, por lo tanto, aumentan la DCAD, en que el heno de alfalfa~ 329 mEq/kg MS, heno hierba bermuda ~ 427
mEq/kg MS (Mueller et al., 2001). La utilización de un mayor porcentaje de granos en la ración es uno de los principales
factores de riesgo para la úlcera gástrica equina, por la menor diferencia canión que tienen.
Mueller et al. (2001) demostraron la correlación entre la DCAD y el estado ácido-base del organismo, utilizando un
experimento de diseño cuadrado latino de 6x6, evaluando 6 dietas con diferentes niveles y fuentes de almidón. Algunas de
éstas con una DCAD por sobre los 300 mEq/kg MS y otras con una DCAD inferior a 100 mEq/kg MS; estos valores se
obtuvieron añadiendo bicarbonato de sodio y cloruro de amonio respectivamente a las dietas. Los caballos que consumen
dietas bajas en DCAD presentaron pH menor, en la sangre como en la orina, en comparación con aquellos que consumen
dietas altas en DCAD (P<0,05).

ÍNDICE DE CONDICIÓN CORPORAL: ESTUDIO DE CASO DE CANINOS EN HOSPITAL


CLÍNICO VETERINARIO, UNIVERSIDAD DE CONCEPCIÓN, CHILLÁN
INTRODUCCIÓN
El médico veterinario cumple un rol activo como educador de conocimiento básico y aplicado de nutrición a los
propietarios de mascotas, como herramienta para disminuir la prevalencia de enfermedades nutricionales y metabólicas
por malas prácticas de alimentación. El cambio en el estilo de vida del ser humano, la globalización y la masificación de
la información, junto con la concientización de la tenencia responsable y el crecimiento del mercado de insumos para
mascotas, han contribuido a mejorar la alimentación y el manejo sanitario de los animales de compañía. Los
desequilibrios nutricionales producen alteraciones metabólicas en desmedro de la calidad de vida del animal (German et
al., 2012), pesquisadas ex ante con encuestas, para describir factores: animal, manejos dietario y ambiental y las
asociaciones de causa/efecto como información base para desarrollar herramientas preventivas que contribuyan a mejorar
la calidad de vida del animal. El presente trabajo cuantificó las variables relacionadas con la condición corporal del perro
integrando ámbitos animal-alimentación-ambiente.
MATERIALES Y MÉTODO
Se diseñó un instrumento de evaluación en formato encuesta que incorporó variables del ámbito animal: raza, sexo,
temperamento, biotipo; alimentación: dieta y hábitos alimenticios; ambiente: lugar que habita, con quienes y ejercicio
realizado; propietario: motivo de tenencia, conocimiento del peso de la mascota, enfermedades asociadas a obesidad e
información de racionamiento y cuantificación del índice de condición corporal (ICC) de 5 puntos. El diseño del
instrumento de diagnóstico con 27 variables utilizó como base el estudio de Bland et al. (2009). El espacio muestreal
correspondió al Hospital Clínico Veterinario Universidad de Concepción (HCV-UdeC), Chillán, con un período de
recolección de datos por 18 semanas, evaluando entre 50-60% de la sumatoria de consultas veterinarias y exámenes
complementarios realizados en dicho lugar. Los datos estandarizados de 302 encuestas fueron analizados con estadística
descriptiva: frecuencia para variables discretas y promedio ± desvío estándar para variables continuas. Se evaluó
normalidad con la prueba de Shapiro-Wilks modificada (P>0,05) para las variables continuas y al no presentar normalidad
se utilizó prueba no paramétrica de Kruskal Wallis (P<0,05). Para analizar las diferencias entre frecuencias para variables
discretas se aplicó la prueba de χ2 (P<0,05) con el programa INFOSTAT®. Se determinó el consumo de energía
metabolizable (Kcal EM/kg0,75) y proteína cruda (g PC/kg0,75), utilizando la información de la marca comercial de la
dieta reportada en envases y/o sitios WEB de la empresa fabricante y ración suministrada por el propietario. Se
excluyeron del análisis del balance nutricional a los perros con ración sólo de dieta casera, por no disponer de elementos
cuantitativos para estimar de la ración de EM y PC en base seca y aquellos alimentados sin registro de la marca del
alimento, representando 23 caninos equivalentes al 7,6% de la muestra analizada.
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
Un 72,9% de los perros se clasificaron con ICC óptimo (2,5-3,5), 24,8% alto (>3,5) y 2,3% bajo (<2,5). Se observaron
más machos (53%) que hembras (47%). Se observó 15,2% de perros castrados, mayoritariamente hembras esterilizadas
(84,8%). La categoría perros adultos fue 77,2%, en 4 categorías: mantención <7 años (66,09%), geriátrico >7 años
(27,9%), gestación (4,7%) y lactancia (1,3%). La distribución de los biotipos fue grande (42,7%), biotipo pequeño
(38,1%) y mediano (19,2%). Las diferencias en la clasificación de ICC fue explicada por sexo (P=0,0173), etapa
fisiológica (P=0,0384) y biotipo (P=0,0236), factores de riesgo para la tipología hembra y adulto para una condición
corporal excesiva, en comparación con variables alimentarias: tipo de dieta (P=0,24) y frecuencia de alimentación
(P=0,46) y ambientales: tipo de vivienda (P=0,50), frecuencia (P=0,64) y tipo de ejercicio (P=0,22).
La dieta utilizada fue comercial completa (79,8%), mixta (16,9%) y casera (3,3%). El consumo estimado de energía
metabolizable (Kcal EM/kg0,75) fue 189 ± 111 (pequeña), 143 ± 70 (mediana), 166 ± 88 (grande) y el consumo de
proteína cruda (g PC/kg0,75), en el mismo orden: 12 ± 7, 8 ± 5 y 10 ± 6. La frecuencia de alimentación diaria fue: 2
(52,6%), 3-4 (21,2%), ad libitum (17,5%) y 1 (8,6%). Se observó una tendencia incremental de la ICC en perros que
consumían algún tipo de alimentación casera. Se observó una alta frecuencia de propietarios que conocen que la obesidad
es un problema o alteración que puede influir en la longevidad y estado de salud de su mascota (83,4%) y opinan que es
una enfermedad que debería ser tratada (96,7%), pero desconocen el rango del peso vivo ideal de su mascota (68,2%). La
educación y/o conocimiento del propietario en prácticas de manejo alimentarias, de ejercicio y espacio habitacional para
disminuir la frecuencia de obesidad en la población canina constituye la base terapéutica (Kienzle et al., 1998). Futuras
investigaciones podrían buscar agrupaciones de variables en diferentes ámbitos mediante estadística multivariante, para
desarrollar herramientas predictivas de riesgo para la condición corporal utilizables en la anamnesis.
CONCLUSIONES
La diferencia en la clasificación de la condición corporal de 302 perros analizados fue explicada por las variables de
origen animal, en orden de efecto; sexo, biotipo y etapa fisiológica, en comparación con variables alimentarias, sin efecto
estadístico; frecuencia de alimentación y tipo de dieta y ambientales: tipo de ejercicio, tipo de vivienda, tipo de ejercicio y
frecuencia de ejercicio.
OBESIDAD Y SOBRE PESO EN PERROS
El cambio en el estilo de vida del ser humano, la globalización y la masificación de la información, junto con la
concientización de la tenencia responsable y el crecimiento del mercado de insumos para mascotas, han contribuido a
mejorar la alimentación y el manejo sanitario de los animales de compañía. La preocupación de los propietarios de
mascotas por entregar alimentos que permitan una adecuada nutrición, sumado a la necesidad de integrar en el proceso de
compra la información entregada al consumidor, ha favorecido la conversión de una alimentación casera basada en restos
de comida y/o elaboración de “guisos caseros”, a una alimentación basada en dietas secas y/o húmedas de producción
industrial (Berschneider, 2002). Estas dietas incorporan los conceptos de balance de nutrientes y uso de aditivos que
maximizan la actividad metabólica ajustada a distintos estados fisiológicos de las mascotas, segmentándose en dietas con
particularidad de requerimientos nutricionales y de consumo, con fuentes de variación por tipo racial, edad, estado
fisiológico y enfermedades crónicas que se asocian con pérdidas de funcionalidad hepática, renal, cardiaca, pancreática
y/o digestiva. Esta diversidad ha generado modificaciones en los hábitos alimenticios de las mascotas (Case et al., 2001;
Michel, 2006).
Alimentación en perros
El perro, Canis lupus familiaris, Linnaeus 1758, un cánido doméstico del orden carnívoro, es junto con el gato, la mascota
más popular en el mundo. Ha sido utilizado desde tiempos remotos por los humanos para diversos fines y actualmente es
un integrante más del núcleo familiar humano (Boixeda, 2000). En Chile diversos estudios poblacionales han estimado
que la relación poblacional perro/hombre ha aumentado a través de los años, lo que demuestra su marcada presencia
dentro de la sociedad (Ibarra et al., 2003).
Al pertenecer al Orden Carnívora probablemente sus ancestros, tal como el lobo (Canis lupus signarus), eran cazadores y
se alimentaban únicamente de carne y huesos (Edney, 1989). Sin embargo, hoy se consideran como omnívoros, con las
consecuentes adaptaciones fisiológicas desarrolladas para digerir alimentos de origen vegetal, como es la dentadura con
más premolares y molares adaptados. Además, la mayor participación de ingredientes de origen vegetal en dietas permite
alimentarlos balanceadamente, aún sin el uso de alimentos de origen animal (Edney, 1989; Case et al., 2001).
La nutrición de mascotas de compañía, se asemeja conceptualmente a la humana ya que, comparativamente con animales
de producción, las mascotas no necesitan alimentarse para obtener un peso vivo determinado rentable, sino que requieren
estar en adecuada condición para cada etapa de su vida (Longland et al., 2000). Ante esto, desde principios del siglo XX
se han estado generando respuestas de la industria mediante la formulación de dietas, primeramente, complementarias a la
alimentación casera, satisfaciendo los macro requerimientos de energía y proteína. Posteriormente, se masificó el uso de
dietas completas para alimentación de perros (Case et al., 2001), por efecto de disminución del precio de mercado,
diversificación de la matriz de alimentos y aditivos, implementación de procesos industriales más eficientes y el
incremento en el ingreso per cápita (Boixeda, 2000).
Este comportamiento de masificación ha sido descrito en Estados Unidos, país en que más del 90% de los hogares utiliza
dietas comerciales para alimentación de caninos (Laflamme et al., 2008). Estudios realizados en Chile indican que la
alimentación con dietas comerciales alcanza valores cercanos al 90% en la ciudad de Santiago (Pavez, 2009). En la ciudad
de Chillán, aproximadamente el 90% de los propietarios suministran alimentos elaborados a sus mascotas, integrándose
dentro de este valor, un porcentaje marginal que complementa con comida casera (Jorquera, 2011).
La regulación de procedimientos analíticos para caracterizar el aporte de macro y micronutrientes de los alimentos
industriales, al igual que la cuantificación de requerimientos nutricionales, son sistematizados en procedimientos por
organismos internacionales; Association of American Feed Control Officials (AAFCO) y Nacional Research Council
(NRC), que han elaborado información de aporte nutricional y la base de los requerimientos nutricionales de perros y
gatos (Case et al, 2001). En Chile, el ente regulador de alimentos para mascotas es el Instituto Nacional de Normalización
mediante la NCh n° 2546 Of 2001(INN, 2001), basada en la información de AAFCO.
Alteraciones Nutricionales
Las etapas en la vida del animal, el estado reproductivo y sus necesidades fisiológicas ajustan los requerimientos
nutricionales (Nelson et al., 2010), por lo tanto, la integración nutricional del animal, dieta y ambiente debe ser evaluado
permanentemente (Baldwin et al., 2010), pues la adecuada nutrición durante todas las etapas de la vida favorece una vida
longeva y de calidad funcional (Kealy et al., 2002). Un óptimo manejo alimentario y nutricional contribuye a sanar o a
tratar paliativamente ciertas enfermedades, por ejemplo: reacción adversa a alimentos, anemia, anorexia, caquexia,
diarrea, falla cardiaca congestiva, constipación, diabetes mellitus, dilatación gástrica, enfermedades hepáticas,
hiperlipidemia, digestión enzimática deficiente y absorción de nutrientes, pancreatitis, enfermedades entéricas como
enteritis por parvovirus, insuficiencia renal, urolitiasis y obesidad (Aiello, 1998).
Por otra parte, la regulación de la ingesta de alimentos en perros se asocia con la teoría fisiológica del consumo, por lo
tanto, la energía metabolizable es el parámetro para estimar el consumo voluntario de materia seca. Sin embargo, esta
regulación del consumo voluntario ha presentado variabilidad por factores como la palatabilidad del alimento, hábitos de
ejercicios y la humanización del perro (Case et al., 2001). Hewson-Hughes et al. (2012) observaron mediante análisis
geométrico de los macronutrientes dietarios: proteína, grasa y carbohidratos, que perros de diferentes razas tienen
preferencia por dietas con relación proteína: grasa: carbohidratos de 30:63:7 y tienden a consumir más del requerimiento
de energía metabolizable necesaria.
Los problemas nutricionales se asocian con planes alimenticios de sub o sobrenutrición, generando enfermedades por
deficiencias nutricionales y/o alteraciones metabólicas (Edney, 1989). En animales en crecimiento, la subnutrición
provoca un retardo en el crecimiento y alteraciones en la estructura músculo-esquelética, por ejemplo, el raquitismo,
mientras que una sobrenutrición favorecería un crecimiento rápido con riesgo de obesidad, que provoca limitaciones
metabólicas y motrices (¿Hazewinkel y Mott, 200?).
Obesidad
Es una de las enfermedades nutricionales más frecuente en perros, con reportes entre 10-40% de prevalencia en países
desarrollados (Edney y Smith, 1986; Lund et. al., 2006), definiéndose como un exceso de peso vivo por acumulación de
tejido adiposo en el organismo, equivalente a un incremento desde un 15% del peso vivo ideal. Es producto de un
desequilibrio positivo entre la energía metabolizable consumida y la energía metabolizable utilizada para mantención por
el animal, balance que favorece procesos anabólicos de tejido adiposo e incrementando riesgos a otros sistemas del
organismo (Case et al., 2001). Se relaciona con enfermedades o disfunciones de tipo metabólicas (resistencia a la insulina,
hiperlipidemia), endocrinas (hipotiroidismo, hiperadrenocorticismo, diabetes mellitus), músculo-esqueléticas,
cardiorespiratorias, urinarias (urolitiasis), neoplasias y otros problemas como estreñimiento, dermatitis y distocias.
Además, se incrementa el riesgo en procedimientos anestésicos y quirúrgicos (Nelson et al., 2010).
Riesgos asociados a obesidad y malnutrición
Diabetes Mellitus: La diabetes tipo 1 es descrita mayormente, y está asociada a predisposición racial (Samoyedo, Caniche
miniatura y Rotweiller) y algunos factores ambientales como la dieta y ración e infecciones intestinales. Se ha descrito
del orden de un tercio de perros diabéticos obesos con evidencia de daño pancreático extenso, por lo que la relación
obesidad/pancreatitis sería un factor de relevancia (Rand et al., 2004). Diabetes mellitus (DM) está relacionada, junto con
problemas cardiovasculares, a la disfunción metabólica asociada a obesidad (DMRO) en humanos. En perros, el análisis
modificado del sistema de reconocimiento clínico que incluye; el uso de condición corporal, presión arterial sistólica,
triglicéridos totales, glicemia y concentración sanguínea de adiponectina, evidenció que el 20% de los animales se
consideraron con DMRO, caracterizado por hiperglicemia e hipoadiponectinemia (Tvarijonaviciute et al., 2012). La
sensibilidad o resistencia a insulina y niveles de glucosa en perros, se asocian tanto a calidad (presencia de enfermedades
crónicas) como a alargamiento de la vida (Larson et al., 2003), destacándose que la obesidad causa resistencia a la
insulina e intolerancia a la glucosa (Rand et al., 2004) y se correlaciona (P<0,05) con diabetes mellitus en caninos (sin
diferenciar la etiología), al igual que con los patrones de alimentación y el ejercicio (Klinkenberg et al., 2006).
Hipertensión: La base de análisis que correlaciona la condición corporal con las presiones sistólica, diastólica y media no
ha demostrado que el sobrepeso sea el causal de hipertensión canina, pero si se han reportado relaciones entre la
hipertensión persistente como causante de alteraciones en ojos, corazón, cerebro y riñones (Montoya et al., 2006). Se ha
evidenciado que la pérdida de peso vivo contribuye a decrecer los valores de la presión arterial hasta en un 15% en perros
obesos (Neto et al., 2010).
Disfunciones respiratorias: Hipotéticamente, la obesidad favorece disfunciones respiratorias por cambios en el diámetro
de las vías aéreas, que podrían deberse a la condición proinflamatoria de la obesidad. Se han observado indicios de
disfunción respiratorias en caninos marcadamente obesos, como el aumento en la resistencia respiratoria (sRaw) durante
la hiperpnea y la disminución del aire residual en los pulmones post expiración (CRF) (Bach et al., 2007). La obesidad
además se ha reportado como factor de riesgo para la presentación de colapso traqueal (White y Williams, 1994). Manens
et al. (2012) observaron en perros obesos la disminución del volumen tidal por peso corporal e incremento de la tasa
respiratoria y broncorreactividad.
Neoplasias: Los factores nutricionales asociados a una óptima condición corporal durante la juventud (9-12 meses) en
perras esterilizadas generan una menor incidencia de cáncer de mama, no así una dieta alta en grasa, ni sobrepeso un año
antes del diagnóstico (Sonnenschein et al., 1991). Pérez et al. (1998) señalaron que existe mayor riesgo de neoplasias en
animales con una alimentación casera alta en carnes rojas. En cáncer de vejiga, se describe como factor riesgo al
sobrepeso/obesidad (Glickman et al., 1989), sin embargo, se requiere mayor desarrollo en investigación de relaciones
entre tipos específicos de cáncer con el estado nutricional y peso vivo del perro (Weeth et al., 2007).
Problemas músculo-esqueléticos: Se ha documentado que la obesidad produce una sobrecarga de las articulaciones con
consecuentes problemas osteoarticulares (¿Hazewinkel y Mott, 200?). Kealy et al. (1992) describieron que un manejo de
alimentación ad libitum desde la edad temprana incrementa la incidencia de displasia de caderas en perros. En tanto,
Impellizeri et al. (2000) observaron mejoría en cojeras preexistentes de miembros posteriores en perros obesos que
lograron una pérdida de peso vivo.
Herramientas de diagnóstico para evaluar nutrición en perros
El ámbito nutricional es de relevancia en la salud de los caninos y considerando que el perro está impedido por sus
propios medios de informar la cantidad y calidad de su alimentación, es que se han diseñado, validado e implementado
métodos que permiten evaluar las prácticas nutricionales. Entre estos métodos se encuentran la determinación de la grasa
corporal, perfiles bioquímicos y métodos que integran diversas variables como las encuestas a propietarios.
1) Estimación de la composición corporal
La cuantificación del porcentaje de grasa corporal del perro, como herramienta definitoria del estado nutricional general,
se realiza con métodos como absorciometría de rayos x de energía dual (DEXA), agua de dióxido de deuterio (D2O),
tomografía axial computarizada (TAC), impedancia bioeléctrica (BIA), medidas morfométricas y condición corporal
(CC); ésta última también se conoce internacionalmente como Body Condition System (BCS) (Baldwin et al., 2010). El
método de absorciometría dual de rayos X (DEXA) se ha establecido como el más confiable para determinación del
porcentaje de grasa corporal (Raffan et al., 2006) y los otros métodos para este fin han manifestado correlación
significativa con DEXA (Mawby et al., 2004).
Las medidas morfométricas son una opción práctica para evaluar porcentaje de grasa corporal, aunque no se considera
más precisos que BCS, ya que ambas poseen sesgos entre razas (Jeussette et al., 2010) y BCS tiene una mejor correlación
con DEXA (Mawby et al., 2004). Algunas medidas morfométricas utilizan el diámetro abdominal o pélvico, longitud de
nariz a base de la cola, altura a la cruz y distancia desde la rodilla a la articulación del tarso. Estas medidas se han
utilizado como variables independientes para modelos lineales descriptivos para estimar índice de masa corporal (Mawby
et al., 2004).
Condición corporal (CC ó BCS): Es el método más utilizado por práctico y de fácil replicación. Utiliza la palpación de
zonas anatómicas como la caja torácica, huesos pélvicos, vértebras lumbares y la visualización general del animal desde
posiciones dorsal y lateral. Se caracteriza por ser una técnica subjetiva. Utiliza puntuaciones en escalas segmentadas con
puntajes máximos de 3, 5 ò 9 puntos (Baldwin et al., 2010). También existe una escala de 7 puntos llamada “Size, Health
and Physical Evaluation” (S.H.A.P.E.), que incluye además preguntas sobre el estado corporal del animal diseñada tanto
para expertos e inexpertos (German et al., 2006). Las escalas más usadas son las de 5 y 9 puntos, ésta última representa
los valores medios de la escala de 5 puntos. La técnica utiliza inicialmente la observación al perro desde un plano dorsal,
evaluando la proporcionalidad de la cintura y desde una vista lateral, la marcación del pliegue abdominal. La visualización
por sí sola no es un buen elemento en perros con pelo frondoso o en perros largos. Posteriormente, se palpan las costillas
en su largo desde la vertebras, luego la cintura se determina palpando desde la última costilla hacia la región pélvica.
Finalmente se palpa el área de la base de la cola, con un contorno suave las apófisis vertebrales y huesos de la pelvis
(Sanderson, 2010). Esta herramienta es utilizada como línea base en conjunto con el peso vivo para definir planes
alimenticios para cada animal (German et al., 2009).
Baldwin et al. (2010) entregaron la descripción para el sistema de condición corporal de 5 puntos sistematizado en:
 CC 1/5 (Muy delgado): palpación de costillas, vértebras lumbares, huesos pélvicos y observación visual de todas
las prominencias óseas que sean evidentes. Sin grasa corporal perceptible y pérdida de masa muscular.
 CC 2/5(Delgado): costillas con una ligera capa de grasa palpable Las partes superiores de las vértebras lumbares
son visibles. Los huesos pélvicos se hacen prominentes con una cintura muy evidente.
 CC 3/5 (Óptimo): Costillas difícilmente visibles, palpables sin exceso de recubrimiento de grasa. Se observa
cintura detrás de las costillas desde un plano superior. Se observa pliegue del abdomen
 CC 4/5 (Sobrepeso): costillas palpables con dificultad, pesada cubierta de grasa. Depósitos de grasa observables
sobre el área lumbar y la base de la cola. Cintura ausente o apenas visible con la posibilidad de observar pliegue
abdominal.
 CC 5/5 (Obeso): depósitos masivos de grasa sobre el tórax, columna y base de la cola. Cintura y pliegues
abdominales ausentes con depósitos de grasa en el cuello y extremidades. Se observa distensión abdominal
obvia.

Factores asociados con condición corporal


Factores típicamente descritos por varios autores incluyen: edad, raza, sexo, estado de reproducción (esterilizado/castrado
o entero), tipo de alimentación y ejercicio realizado (Mason, 1970; Edney y Smith, 1986; Kronfeld et al., 1991;
Robertson, 2003; Courcier et al., 2010).
Edad: por cada año de vida del animal, se ha descrito una mayor predisposición al sobrepeso/obesidad, sin embargo,
estudios a más largo plazo indican que este comportamiento se observa hasta los 10 años de vida y luego de esta edad
disminuye la frecuencia de perros obesos, acercándose a un peso ideal o bajo peso vivo, esto podría ser por enfermedades
crónicas anexas o que los perros obesos vivan menos (McGreevy et al., 2005). Nijland et al. (2009) propusieron que los
años de exposición al estilo de vida del dueño podrían ser más relevantes que la edad de la mascota, en la prevalencia de
obesidad.
Raza: una raza que habitualmente se asocia con obesidad es el Labrador Retriever (Arboleda et al., 2012). También se
describe mayor incidencia de obesidad en Cairn Terrier, Terrier escocés, Basset Hound, King Charles Cavalier, Cocker
Spaniel, Beagle, Dálmata, Dachshund, Rottweiler, Golden Retriever, Pastor de Shetland, San Bernardo, Boxer, Chow,
Chow, caniches (poodle) y Pastor Alemán (¿Diez y Nguyen, 200?).
Sexo: se ha reportado mayor porcentaje de obesidad en hembras versus machos (P=0,025, Holmes et al., 2006). Sallander
et al., 2010, consideró que esta era una variable diferenciadora (P=0,003) en su estudio que comprendió 460 perros
jóvenes (1 – 3 años) de razas puras, en su mayoría enteros, reportando que un 62% de perros con obesidad eran hembras.
Estado reproductivo: existe una mayor incidencia de obesidad en animales no enteros, tanto en machos como hembras,
estado que genera una disminución de las necesidades energéticas metabólicas (Jeusette et al., 2004) y disminución de la
actividad física (Edney y Smith, 1986; Robertson, 2003; Courcier et al., 2010).
Ejercicio realizado. Esto es un factor importante si se considera que la obesidad es producto del desbalance entre
consumo/gasto de energía metabolizable. Se ha observado que a mayor cantidad de horas de ejercicio disminuye el riesgo
de sobrepeso/obesidad (Robertson, 2003; Nijland et al., 2009). Además, el nivel de actividad de una mascota influye en el
requerimiento energético con correlación positiva (Wakshlag et al., 2012) y la condición corporal se correlaciona
inversamente con la actividad evaluada mediante el número de pasos que da el perro (Warren et al., 2011).
Alimento: se ha descrito que la alimentación de tipo casera es un factor de riesgo mayor para obesidad (P<0,05) por el
mayor contenido de grasa de la ración (Sallander et al., 2010). Edney y Smith (1986) analizaron 8.268 perros con similar
comportamiento de la condición corporal entre las mascotas que se alimentan con diferentes tipos de alimento; dieta
casera y comercial. Streiff et al., (2002) analizaron dietas preparadas por dueños a sus mascotas y dietas comerciales, no
reportando diferencias en aporte de energía metabolizable, pero sí en el aporte de macronutrientes. Un factor relevante
corresponde a los snacks o golosinas que los propietarios suministran a sus mascotas, ya que éstas proveen una cantidad
de energía metabolizable extra a los requerimientos del animal (Mason, 1970; Kienzle et al., 1998; Robertson, 2003;
Nijland et al., 2009).
Factor dueño: debido al estrecho vínculo existente entre el hombre y el perro, este último ha adoptado el estilo de vida del
primero. Los estudios que comparan la condición corporal del dueño con la de su mascota han mostrado correlación
positiva (P<0,05) (Nijland et al., 2009; Heuberger y Wakshlag, 2011; Arboleda et al., 2012). Además, se han identificado
correlaciones entre mayor edad del propietario con sobrepeso/obesidad de la mascota (P<0,05), por efecto en la
disminución de la actividad del dueño y la sobre humanización de la mascota (Courcier et al., 2010). Además, el dueño
subestima la condición corporal de su mascota (McGreevy et al., 2005), observado mayormente en propietarios con perros
sobrepeso (Courcier et al., 2011), y que solo una minoría considera la obesidad como un problema de salud (Freeman et
al., 2006).
2) Perfiles bioquímicos y sanguíneos
Los perfiles bioquímicos usados con mayor frecuencia en la práctica veterinaria son: Alamina Aminotransferasa (ALT),
Aspartato transaminasa (AST), Gamma-glutamil transpeptidasa (GGT), Fosfatasa Alcalina (FA), creatinina y urea, que
miden principalmente funcionalidad y enfermedad en hígado y riñón. Otros análisis sanguíneos son la glicemia, relación
albúmina/globulina, colesterol total y triglicéridos, bilirrubina directa e indirecta y en la práctica se utilizan para
diagnóstico, evaluar respuesta a los tratamientos de fluidoterapia, anticonvulsivos, antibióticos, quimioterapia, etc, y
pronosticar evolución del paciente. Los rangos que proveen estos análisis corresponden a la población en general, por lo
que se deben individualizar al paciente y a la enfermedad o condición (Meyer y Harvey, 1998).
Para evaluar la calidad nutricional de la dieta y para efectos de comparación de condición corporal y edad, diferentes
estudios han encontrado relaciones significativas en los niveles de creatina kinasa (CK) por efecto de la edad y de la
condición corporal. Se han observado incrementos de ácidos grasos libres (NEFA) con la edad del perro, al igual que los
triglicéridos y el colesterol total presentan valores superiores (P<0,05) en obesidad (Peña et al., 2008). Al comparar dos
tipos de dietas, un alta en proteína (proteína cruda 47,5% y fibra cruda 10,9%) y otra alta en fibra (proteína cruda 23,8% y
fibra cruda 23,3%) en pérdida de peso vivo en perros, se observó disminución de los niveles sanguíneos de colesterol y
triglicéridos en dietas altas en proteínas (P<0,05). Los valores de todos los otros análisis (hematológico, bioquímico,
urianálisis y hormonal (T4, T3, cortisol, insulina)) siguieron un patrón similar predecible (P>0,05) para los estudios (Diez
et al., 2002). Los estudios realizados para insulina, NEFA y algunos marcadores inflamatorios mostraron que en el
aumento de peso existía aumento de niveles de NEFA e hiperinsulinemia (Gayet et al., 2004). Los perros obesos
tempranamente muestran, según perfil bioquímico, signos de dislipidemia, diabetes y artritis (Yamka et al., 2006).
Además, un aumento en la hormona leptina y una disminución transitoria de la hormona grelina se asocian con sobrepeso
(Jeusette et al., 2005). Estos parámetros pueden ser útiles para definir la gravedad de un cuadro de obesidad y ayudar a
estructurar y evaluar programas de pérdidas de peso vivo (Diez et al., 2002).

3) Herramientas de diagnóstico: Encuestas


Es una herramienta comunicacional y de obtención de información primaria eficaz, por la cual el profesional busca en el
propietario no sólo obtener datos de la calidad nutricional de la dieta entregada al animal, sino también de su ambiente,
buscando generar información primaria integrada para identificar el o los puntos desencadenantes en los problemas
nutricionales del perro (Abood, 2008). También se pretende analizar las perspectivas del dueño sobre la alimentación de
su mascota, ya que es el que tiene la responsabilidad final en el estilo de vida del perro (Nijland et al., 2009). El “círculo
de la nutrición” es el concepto en el que se basa esta herramienta que contiene preguntas sobre aspectos como: Factores
del animal (edad, sexo, raza y estado fisiológico), dietéticos (palatabilidad y oferta de nutrientes), manejo alimentario
(presentación de la dieta y hábitos de alimentación) y factores del dueño relacionados con actitudes, necesidades y
habilidades para el cuidado de la mascota (Abood, 2008). Diversos estudios han realizado una evaluación nutricional
canina mediante este método, que consiste en un cuestionario previamente elaborado que es completado con la
información requerida por parte del dueño de la mascota, el medio puede ser comunicación directa, vía telefónica, correo
o correo electrónico, generalmente el cuestionario se ha complementado con índice de condición corporal (Kienzle et
al., 1998; Robertson, 2003; Hidalgo, 2004; Colliard et al., 2006; Laflame et al., 2008; Bland et al., 2009; Nijland et al.,
2009; Courcier et al., 2010; White et al., 2011; Arboleda et al., 2012; Mao et al., 2013).
Información nutricional El veterinario es la mayor fuente de información solicitada por el propietario en la nutrición de
mascotas (Laflamme et al., 2008). White et al. (2011) documentaron que los propietarios refieren que la información
nutricional verbal por parte del veterinario es insuficiente.
El médico veterinario cumple un rol activo como educador para inculcar a los propietarios conocimiento básico y aplicado
de nutrición, como herramienta que disminuya la prevalencia de enfermedades nutricionales y metabólicas relacionadas
con malas prácticas de alimentación. El presente trabajo busca cuantificar las variables de ámbito animal y ambiental
relacionadas con la condición corporal del perro, como producto base para otros estudios que permitan el diseño de un
método práctico que evalúe las prácticas de alimentación integrando variables de los ámbitos animal-alimentación-
ambiente, como una herramienta de apoyo a la anamnesis.
Determinación del exceso de peso vivo a perder
Cuando se diseña un programa de pérdida de peso éste debe regirse por un plan nutricional que proporcione los
requerimientos energéticos de forma tal que la eliminación del exceso de peso sea paulatina y no se recupere a largo
plazo. Para lograr este objetivo, se ha señalado que la magnitud de la pérdida de peso semanal no debe superar entre el 1
y el 4% del peso vivo (González y Bernal, 2011). Se considera que aquellos pacientes caninos obesos, calificados con
condición corporal 5 (en la escala de cinco puntos) poseen sobre un 40% de exceso de peso corporal. El análisis de
información para determinar la pérdida de peso vivo requerido sugiere utilizar los siguientes pasos para un perro adulto:
1. Determinar en diagnóstico el peso vivo (kg), índice de condición corporal (ICC en escala 1-5) e índice de masa
corporal (IMC en kg/m2).
2. Clasificar el nivel de obesidad utilizando los criterios de leve (sobrepeso) hasta 10% de sobrepeso, ICC 4 e IMC
entre 15-17 kg PV/m2 y los parámetros para clasificación obesos son ICC 5 e IMC entre > 17 kg PV/m2.
3. Para ambas situaciones se estima el tiempo requerido para la pérdida de peso vivo considerando que la
movilización de tejido del perro dependerá del sexo, no debe superar el 50% del requerimiento total de energía
metabolizable de mantención (EMm), por lo tanto, se recomienda utilizar el esquema de cálculo adaptado por el
autor conformado por un sistema secuencial de ecuaciones (Tabla 2).

Tabla. Secuencia para la determinación del tiempo y el contenido energético de la ración para pérdida de peso (adaptado
de German et al., 2007).
El esquema cuantitativo descrito corresponde a la estimación de requerimientos energéticos del factor animal, como
primera etapa para diseñar esquemas de movilización de tejido (pérdida de peso vivo) en perros obesos. La condición
fisiológica determinará los requerimientos energéticos del paciente obeso. Entre los criterios fisiológicos a considerar
están: la edad, el estado reproductivo (castrado/ entero), la condición corporal y el nivel de actividad.
El autor utilizando datos reportados por German et al., (2009) propone que la insulina plasmática podría ser utilizada
como marcador complementario al peso vivo y condición corporal, para verificar una adecuada movilización de tejido
corporal, con una meta objetiva de grasa corporal entre 20-30%, mediante el uso de la función lineal (R2 = 0,74, P<0,05).
5° ecuación: % grasa corporal = 19,2 + (0,0081 * pmol insulina/L).
Para aumentar la eficiencia del proceso de lipólisis y ß oxidación se recomienda utilizar picolinato de cromo en dosis de
100-200 µg/kg PV y L-Carnitina en dosis de 50 mg/kg PV.
Factores de la dieta: Magnitud de la ingesta calórica.
La dieta diseñada para la pérdida de peso del paciente canino obeso se caracteriza por una menor concentración calórica
con respecto a la dieta consumida previo al tratamiento, como mecanismo para disminuir la ingesta calórica de manera
controlada sin afectar la masa proteica y promoviendo la eliminación de los depósitos grasos (González y Bernal, 2011).
Existen en el mercado una serie de dietas comerciales formuladas para pérdida de peso vivo en perros obesos,
considerando como criterios de selección que el aporte de grasa dietaria no debe superar el 25-30% de la concentración
calórica, equivalente en dietas secas (concentrado) a 7-9% EE/kg MV (EM=2.900 Kcal/kg MS) o entre 8-10% EE/kg MV
en dietas con 3.200 Kcal/kg MS. El aporte de proteína dietaria debe considerar que el requerimiento de mantención es del
orden de 9,6 g PC/MJ EM, por lo tanto, el requerimiento de mantención será de 12-13% PC para dietas entre 2,9-3,2 Mcal
EM/kg MV, además se debe agregar entre 14-18% PC (EM=2.900 Kcal/kg MV) y 15-19% PC (EM = 3.200 Kcal/ kg
MV). Con la finalidad de disminuir la densidad calórica de la dieta, las dietas comerciales diseñadas para pacientes con
sobrepeso y obesidad se caracterizan por presentar menor porcentaje de materia grasa, mayor contenido de fibra y
contenido proteico comparados con un alimento regular. El aporte de fibra disminuye la digestibilidad con diferencias
entre aporte de fibra fermentable, ya que dietas con mayor aporte de fibra fermentable (2,4 g FDN/g FDA) aumentan la
digestibilidad de la materia seca (80,9% vs 77,9%) y de la materia orgánica (84,1% vs 80,6) comparado con dietas con
menor aporte fibra fermentable (1,4 g FDN/g FDA; German et al., 2009). Se recomienda que la relación almidón/fibra
detergente neutra esté entre 3,8-4,8 en dietas para disminuir peso vivo.
Para determinar la ración diaria se debe establecer la relación entre requerimiento de energía metabolizable total (EM) y
aporte de EM de la dieta comercial. Cuando se dispone de dietas con aporte de EM no reportado se debe estimar la
concentración calórica. La ración diaria estimada debe fraccionarse entre 2-4 frecuencias, con la recomendación que el
uso de menor número de frecuencias utilizar dietas con valores de FDN entre 10-15%/kg MV.
En perros con obesidad se recomienda iniciar un programa con la misma dieta utilizada mezclada en proporción 50:50 con
dietas para disminución de peso vivo, con reemplazo total desde la tercera semana, al igual que la mayor frecuencia de
alimentación. Para el caso de perros con sobrepeso se puede utilizar la misma dieta con una adecuada ración utilizando el
esquema anteriormente descrito.
Factores ambientales
Para complementar el plan de alimentación diseñado para pérdida de peso vivo, se debe considerar efectos no dietarios
que estimulan la movilización de tejido corporal. El ejercicio físico ha sido descrito como factor que decrece el riesgo de
obesidad en 4% por cada hora adicional de ejercicio semanal (Courcier et al., 2010). Bland et al. (2009) reportaron que
perros obesos eran menos ejercitados que caninos normales. El paseo es una de las formas de ejercitar al animal que
beneficia tanto a la mascota como al propietario (Nijland et al., 2009).
Warren et al. (2011) reportaron una correlación inversa (P<0,0001) entre el índice de condición corporal y la cantidad de
pasos dados por el animal. Por último, se ha descrito que la actividad igualmente asociada a la cantidad de pasos se ve
incrementada en animales que viven outdoor o fuera de casa (Spangenberg et al., 2006).
Tabla. Estimación de la concentración calórica para dietas con aporte de energía metabolizable no reportada.
MICOTOXINAS: PRÁCTICAS DE ALIMENTACIÓN PREVENTIVAS
Las micotoxinas están presente en el proceso de producción de animales terrestres y acuáticos, esta presencia se ha
detectado incluso en los concentrados de alimentos utilizados en su crianza y engorda. Esta presencia de micotoxinas
puede generar una significativa reducción en el consumo de alimento y por tanto una importante reducción en el
crecimiento, sobrevivencia y la tasa de conversión alimenticia. Por ello es que se realizan grandes esfuerzos para
minimizar la presencia de los hongos y sus correspondientes micotoxinas, en los materiales vegetales. Las buenas
prácticas agrícolas son el principal inicio en el control de las micotoxinas, sin embargo, “incluso las mejores gestiones de
las estrategias agrícolas no pueden erradicar totalmente la contaminación por micotoxinas”. Por lo anterior es que, a las
buenas prácticas agrícolas, se deben sumar una serie de esfuerzos y metodología posteriores, para minimizar y controlar la
presencia de las micotoxinas y su negativo efecto en la producción animal. Las micotoxinas conforman una amplia
variedad de moléculas dañinas para animales y humanos, son compuestos secundarios secretados por hongos de los
géneros Aspergillus, Penicillium, Fusarium y Alternaria y producidos en la reducción de cuerpos cetónicos para la síntesis
de ácidos grasos que utilizan como fuente energía. Las micotoxinas se producen frecuentemente en granos de cereales y
forrajes en múltiples condiciones ambientales por lo que se encuentran en ingredientes o alimentos terminados en formas
conjugadas, solubles o incorporadas a macromoléculas (micotoxinas unidas). Debido a la diversidad de efectos tóxicos
que producen, son riesgosas para los animales que consumen alimentos contaminados y consumidores finales. El término
micotoxina se adoptó en 1962 a raíz de una extraña crisis veterinaria, cerca de Londres, Inglaterra, durante la cual
murieron aproximadamente 100.000 pavos. Esta misteriosa enfermedad se relacionó con una harina de maní contaminada
con metabolitos secundarios de Aspergillus flavus (aflatoxinas). Los perjuicios económicos provocados por las
micotoxinas son cuantiosos. La FAO ha estimado que un 25% de los cultivos son afectados por micotoxinas cada año,
implicando perdidas de alrededor de un billón de toneladas de alimentos. Las pérdidas económicas se pueden resumir en:
1) disminución de la producción de cultivos inducida por el hongo toxígeno, 2) reducción del valor del producto
cosechado por contaminación con micotoxinas, 3) perdidas en la productividad animal por efectos de las micotoxinas en
la salud animal y 4) costos sobre la salud humana. La agencia de alimentos y drogas de los E.E.U.U. (FDA) ha estimado,
que las mermas económicas en los cultivos causados por aflatoxinas, fumonisinas, deoxinivalenol son del orden de los
932 millones de dólares. En general, los organismos pequeños son más susceptibles a una intoxicación por micotoxinas
que los organismos adultos; entre los efectos que causan estas sustancias toxicas en los animales se puede destacar: la
disminución del crecimiento y de la ingesta de alimento, mortalidad, inmunosupresión, alteración en los procesos
digestivos. También hay que destacar que los rumiantes son menos sensibles a una intoxicación causada por micotoxinas
por la capacidad que tienen los microorganismos presentes en el rumen para degradar estos compuestos.
Las Aflatoxinas provocan una serie de síntomas que varían de acuerdo a la especie afectada, dosis, longitud de la
exposición, raza, dieta y estado nutricional del afectado. Sin embargo, en todos los casos provocan daño hepático,
disfunción gastrointestinal, baja eficiencia de conversión alimenticia que se traduce en baja productividad de leche, carne
o huevos. Además, reducen la tasa reproductiva, incrementan la mortalidad embrionaria, son teratogènicas, carcinogénicas
e inmunosupresoras incluso a dosis bajas. En cerdos, concentraciones de 0,5 ppm en el alimento de las madres genera
reducciones en la ganancia de peso en los lechones por traspaso de micotoxinas en la leche. En las madres se presentan
abortos, metritis y agalactia. En la etapa de engorda, reducciones en la ganancia de peso pueden esperarse con
concentraciones 0.2 ppm. Se ha estimado que por cada ppm de aflatoxinas se reduce en 16 % la ganancia diaria de peso
(GDP). Así, una concentración de 0,3 ppm resulta en una reducción de 5% en la GDP. Estos mismos autores estimaron en
8% las reducciones en GDP por ppm de deoxynivalenol y 0.4% por ppm de fumonisinas. En aves, se observa hígado
graso, desordenes renales, problemas óseos, de pigmentación (carcasas y huevos), reducción del tamaño de los huevos,
fallas inmunológicas que resultan en la ineficacia de vacunas, y consecuentemente baja productividad.
Las ochratoxinas son el principal contaminante de los granos de cereales. La Ochratoxina A (OTA) es teratogenica e
inhibe el sistema de transporte mitocondrial hepático. Se han reportado daños en hígado, intestinos, tejido linfático y renal
con consecuentes incrementos en la mortalidad, bajo crecimiento y reducciones en la eficiencia de conversión alimenticia.
La concentración de 2,5 ppm de OTA redujeron en 23 % el peso de pollos broiler con respecto a un grupo control
alimentado con dietas no contaminadas luego de 3 semanas de experimento. Con 5 ppm las pérdidas se elevaron a 61 %
luego de 42 días mientras una carga de 1 ppm resultó en una reducción de la GDP de 18 %.
Las fumonisinas son activas a concentraciones más altas que las Aflatoxinas u OTA. Sus efectos consisten en supresión
del sistema inmunológico, daño hepático y renal, reducción en la ganancia de peso e incremento en la mortalidad. A
menudo se presentan combinadas con aflatoxinas. En aves se requieren concentraciones relativamente altas para obtener
efectos negativos. No se encontraron efectos negativos a concentraciones de 25 o 50 ppm de fumonisina B1 en pollos,
pero cuando las concentraciones se elevaron a 300 ppm se presentaron reducciones de 30 % en la GDP en pavos. El
encontrar esas concentraciones en condiciones naturales es poco probable, pero la presentación combinada de fumonisinas
con otras micotoxinas puede provocar problemas en aves a concentraciones menores.
Los agentes usados para controlar micotoxinas en los alimentos y evitar su acción negativa se definen como “sustancias
que pueden suprimir o reducir la adsorción, promover su excreción o modificar su modo de acción”. Esto depende de la
forma en que estos aditivos pueden actuar ya sea reduciendo la biodisponibilidad de las micotoxinas, degradarlas o
transformarlas en metabolitos menos tóxicos; de manera general pero no exhaustiva, se clasifican como agentes
adsorbentes y agentes biotransformadores. Los agentes adsorbentes son aquellos materiales que tienen la finalidad de
retener las micotoxinas en su superficie, lo cual permite reducir la disponibilidad de micotoxinas. Los agentes
biotransformadores degradan las micotoxinas en metabolitos menos tóxicos. Los agentes adsorbentes se unen con las
micotoxinas que se encuentran en el alimento evitando su disociación, en el tracto digestivo del animal y de esta manera el
complejo toxina-adsorbente pasa a través del animal y es eliminado en las heces. Como adsorbentes se destacan
prácticamente todos los materiales basados en silicatos y aluminosilicatos, tales como las diversas arcillas y Zeolitas.
También, aunque en menor grado se mencionan los carbones activados (CA) y las diatomitas.
La adsorción es un fenómeno de superficie y se puede definir como la acumulación de especies sobre la superficie de un
sólido. En virtud de lo anterior es claro que para aumentar la capacidad de adsorción se debe disponer de materiales de
elevada superficie específica, lo que sólo se logra eficientemente mediante la existencia de una amplia red de porosidad al
interior del sólido. Como primera condición para obtener un buen adsorbente, el material debe tener una gran superficie
específica y una adecuada red de poros con dimensiones en concordancia con el tamaño de las especies que serán
adsorbidas. Esta ampliamente reportado que las propiedades adsorbentes de los diferentes sólidos, dependen de la
distribución de tamaño de poros (microporos hasta 2 nm, mesoporos entre 2 y 50 nm y macroporos mayores que 50 nm),
del valor de su superficie específica, y en gran medida de una adecuada química superficial que permita interaccionar de
forma específica, los sitios de adsorción con el compuesto que se desea adsorber. En este contexto, entre los variados
sólidos que se utilizan se encuentran: las zeolitas, arcillas y CA. Las zeolitas presentan elevadas superficies específicas,
del orden de 500 a 600 m2/g, propiedades de intercambio iónico, capacidad de adsorción para gases y líquidos y
propiedades catalíticas, lo que le confiere su uso en diferentes procesos. Sin embargo, la naturaleza ácida, el cambio de
funcionalidad química en medio acuoso y presencia de microporos, produce una limitación del uso de zeolitas como
adsorbente. Por otro lado, las arcillas, también pueden presentar valores importantes de superficie específica,
normalmente entre unos 50 a 150 m2/g, lo cual les permite ser un buen agente adsorbente, pero es necesario tener en
cuenta muchos factores como; estructura, preparación, presencia de metales y porosidad que le permitan a las arcillas ser
específicas en la adsorción. El CA, tiene varias características texturales y químicas muy diferentes por lo que es el sólido
poroso más utilizado en procesos de adsorción. Entre sus principales ventajas se destacan; naturaleza inerte de su
superficie, elevados valores de superficie específica, entre 1000 a 2000 m2/g, la amplia distribución de tamaño de poro, lo
que le permite adsorber moléculas de diferente tamaño, y la posibilidad de modificar su superficie química para asegurar
una adsorción específica. Por lo anteriormente expuesto queda absolutamente claro que la utilización de cualquiera de los
sólidos descritos como adsorbentes, requiere un cuidadoso estudio de sus propiedades físicas, químicas e isocinéticas, que
permitan discriminar y asegurar una adsorción selectiva y específica del adsorbato.
Experimentos in vitro con minerales arcillosos naturales y modificados, mostraron poca o ninguna capacidad de adsorción
para deoxinavalenol (DON), en contraste con la importante afinidad para las aflatoxinas. Sin embargo, algunos CA han
demostrado gran capacidad de adsorción para DON, con una capacidad de adsorción límite de 2 mg de DON / mg de
carbón activado. Se ha reportado que, en animales, los aluminosilicatos son selectivos para la quimisorción de aflatoxinas,
sin embargo, muestran poca capacidad de adsorción para la zearalenona, fumonisinas B1, ocratoxina A, y los tricotecenos,
incluyendo deoxinivalenol, toxina T-2, o diacetoxiscirpenol. Por otra parte, el CA ha demostrado su eficacia en estudios in
vivo para las aflatoxinas, ocratoxina A, diacetoxiscirpenol, y la toxina T-2 y en experimentos in vitro usando un modelo
gastrointestinal para el deoxinivalenol, el nivalenol, y zearalenona.
Puesto que la presencia y concentración de las micotoxinas son dependientes de la temperatura, humedad y en general de
factores climáticos, el tema del efecto del cambio climático en la presencia y concentración de micotoxinas, es otro
aspecto que se está reportando en la bibliografía como problema actual y futuro. Paterson y colaboradores resaltan la
conclusión obvia del efecto del cambio climático en las micotoxinas, refiriéndose en particular a las aflatoxinas,
comentan que, si la temperatura aumenta en climas fríos o templados, los países en cuestión pueden llegar a ser más
susceptibles a las aflatoxinas. Estos autores también destacan que se necesita más información de las reales consecuencias
del efecto de esta amenaza en la producción de alimentos. Finalmente concluyen que los cambios climáticos previsibles
presentan numerosos retos para los involucrados en la investigación de micotoxinas y la producción de cultivos en el
futuro cercano. En un siguiente reporte el año 2011, Paterson afirma textualmente que el cambio climático afectará a las
micotoxinas en los alimentos. Menciona además que el Panel Intergubernamental de 2007 sobre Cambio Climático,
analiza lo que el cambio climático puede ocasionar a las micotoxinas, se menciona que: “El clima más cálido, las olas de
calor, mayor precipitación y la sequía tendrán diferentes impactos, en función de las diversas regiones del mundo y los
sistemas de micotoxinas”. Magan et al. analizaron la información disponible sobre el potencial impacto del cambio
climático sobre los hongos micotoxigénicos y contaminación por micotoxinas de los cultivos de alimentos pre-y post-
cosecha. Comentan que los diversos efectos del cambio climático (aumento de la concentración de CO2, temperatura y
humedad) pueden influir en la colonización de los hongos micotoxigénicos que contaminan los alimentos y materias
primas. En resumen, estos autores plantean la necesidad de obtener mayor conocimiento en variados aspectos, como el
monitoreo de micotoxinas a nivel regional, armonizar la vigilancia y metodologías de monitoreo de micotoxinas, estudiar
y modelar el impacto de mayores niveles de CO2 en la interacción huésped-micotoxina desde una visión
multidisciplinaria, lograr sistemas seguros de almacenamiento de los productos agrícolas y mejorar los sistemas de
modelamiento para predecir la contaminación por micotoxinas en virtud de las condiciones de contorno.
La literatura reporta que aves para producción de carne (pollos broiler) que consumen dietas naturalmente contaminadas
con Deoxinivalenol (DON: control <0,02µg/g; bajo: 4,7 µg/g y alto: 4,7 µg/g) y Zearelonona (ZEA: control <0,1 µg/g;
bajo: 0,2 µg/g y alto: 0,5 µg/g) generan disminuciones hasta 4,5% en el incremento de peso vivo por presencia de
micotoxinas (Swamy et al., 2002). En postura de huevos, Yegani et al., (2006) reportaron disminución del espesor de
cáscara en 8% (P<0,05) entre dieta control (DON: 0,2 mg/kg y contaminada: 12 mg/kg – ZEA:
<0,1 mg/kg y contaminada: 0,6 mg/kg), disminución de incubabilidad en 12%, incremento en mortalidad embrionaria
inicial 140% (5% en control a 12% en dieta contaminada). En cerdos en crecimiento, Swamy et al. (2003) reportaron en
cerdos con dietas starter en tratamientos con DON (control <0,4 µg/g y alto: 5,8 µg/g) y ZEA (control <0,01 µg/g y alto:
0,5 µg/g) disminuciones de 27% en el incremento de peso vivo, equivalente a 126 g/día de menor crecimiento. Además de
los reportes de menor productividad por cerdo y ave, los efectos de las micotoxinas disminuyen la inmunidad aumentando
la susceptibilidad a enfermedades, Oswald et al. (2003) indicaron una mayor colonización intestinal por Escherichia coli
por micotoxinas en dieta: 5,85 log10 CFU/g en contenido cecal versus 2,99 log10 CFU/g sin micotoxinas. Yegani et al.
(2006) reportaron 30% de disminución en títulos de anticuerpos para virus de bronquitis infecciosa (IBV) en gallinas
ponedoras de huevos, por efecto de micotoxinas, evaluando dieta control (DON: 0,2 mg/kg y contaminada: 12 mg/kg –
ZEA: <0,1 mg/kg y contaminada: 0,6 mg/kg). Avantaggiato et al. (2004) reportaron en estudios in vitro a pH intestinal,
que la mayor capacidad de adsorción fue por utilizar carbones activados (84% con DON 2µ/g y 52% para DON en 10µ/g)
con comparado con productos comerciales: Mycosorb® (9% con DON 2µ/g y 3% para DON en 10 µ/g), zeolitas (2% con
DON 2µ/g y 3% para DON en 10µ/g) y glucomananos (FOS) con 1% con DON 2µ/g y 12% para DON en 10µ/g). Los
reportes in vivo indican que el uso glucomananos permite en niveles altos de micotoxinas en alimentación de cerdos
iniciales (DON: 5,8 µg/g y ZEA alto: 0,5 µg/g) incrementos en la tasa de crecimiento de 23 g/día (+7,5%) comparado con
control negativo (sin uso de adsorbente (Swamy et al., 2003), al igual que un aumento en el consumo de materia seca de
70 g MS/día (+4,5%). Los estudios indican que los efectos por utilizar controladores de micotoxinas con niveles basales
(naturales) de contaminación, la conversión alimenticia es 4-8% superior en grupos control negativo (sin adsorbente)
comparados con distintos absorbentes (Yannikouris et al., 2005).

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