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EL OBRAR Y EL SER INICIÁTICOS: CAMINO DEL SENTIDO DE LA VIDA

Entrevista concedida por Alain Pozarnik, Gran Maestro de la Gran Logia de Francia – Junio 2006 ev a propósito
de la publicación de su libro “El Obrar y el Ser iniciáticos”.

Traducción del francés al español: Joël Pozarnik

Alain Pozarnik, Gran Maestro de la Gran Logia de Francia

Bernard Platon: Alain Pozarnik es nuestro invitado de hoy. Alain Pozarnik, a quien nuestros
queridos oyentes conocen muy bien, es escritor. Después de una vida profesional dedicada a la
industria se convierte en un autor reconocido con un importante número de títulos en su haber.

¿Qué tiene que ver el deber con el camino iniciático?

Alain Pozarnik: Comienza usted casi por el final. Hablar de Iniciática es hablar de un camino de
transformación, de un camino de reencuentro con uno mismo, de un camino que nos conduce
hacia el Ser interior, hacia lo que tenemos profundamente de esencial. Algo que nos interpela,
que quiere vivir, que nos reclama permanentemente de una u otra forma, que nos lleva hacia el
amor, que nos llama hacia la perfección, que nos empuja hacia la justicia y que nos encamina
también hacia el deber. La cuestión que subyace es: ¿por qué tenemos este sentido del deber?
¿De dónde procede ese sentido, esa llamada hacia el deber cuya atención hace de nosotros
hombres verdaderos y no simplemente mamíferos ordinarios en pos de la satisfacción de
nuestras pulsiones elementales? ¿Qué quiere decir trabajar el deber?

Al principio de nuestras vidas el cumplimiento del deber posee un matiz peyorativo pues
aspiramos a la conquista de la libertad e identificamos los deberes con las obligaciones
familiares o sociales. Pero el a medida que nos vamos plegando voluntariamente a nuestras
obligaciones adquirimos el hábito de controlar nuestras pulsiones, de administrar lo que no es de
nuestro gusto, y gracias a eso vivir en sociedad. Aprender el deber es aprender la arquitectura
de un orden universal y ocupar el lugar que allí nos corresponde.

Por tanto, poco a poco, a base de esfuerzos conscientes, pasamos del deber impuesto a la
escucha del Ser, que está en contacto con el universo; y es el Ser mismo quien nos dicta el
Deber que debemos cumplir para llegara a ser justos. Hay por tanto un recorrido entre lo que
hacemos, lo que somos y lo que llegaremos a ser.

Bernard Platon: En Masonería se habla con frecuencia de derechos, en particular de los


Derechos del Hombre. Pero, de alguna forma, usted invierte la ecuación: antes que derechos, se
tienen deberes. Usted afronta la cuestión desde el sentido filosófico e iniciático del término, no
desde su sentido político; según éste, en los primeros momentos de la historia la gente no tenía
más que deberes, carecía de derechos, debiendo obedecer a un Señor que le imponía el trabajo
por la fuerza.

Alain Pozarnik: Sí; como usted bien dice ese es el sentido político del término. Pero en franc-
masonería, como ocurre también con el término progreso de la humanidad, es el sentido
iniciático el que nos interesa ya que sólo de él puede esperarse un despertar de las conciencias.
En nuestro trabajo masónico no hay que aferrarse al sentido corriente de las palabras; eso nos
mantendría en nuestra condición de gentes corrientes. Cada palabra tiene un sentido ordinario,
pero detrás de éste es necesario encontrar el sentido iniciático personal. Es ahí donde cobra
sentido los contenidos metodológicos del ritual. Se pueden entender en el nivel del lenguaje
banal ordinario o se pueden tomar en el nivel de la enseñanza iniciática, en el mismo nivel que
ha permitido avanzar en nuestro proceso de humanización.

Bernard Platon: Es decir, que se puede sentir un interés por el sentido ordinario de los derechos,
pero que sólo tras haber pasado por las pruebas y los filtros de la crítica iniciática se pueden
encontrar buenas soluciones para aplicar en el mundo exterior.

Serge Dekramer: Su libro se vincula claramente con este itinerario, pues su punto de partida está
en lo que usted denomina la acción insatisfactoria del hombre profano para alcanzar la justa
acción del iniciado. Querría plantearle una pregunta a este respecto. A lo largo de la obra usted
habla del trabajo, llegando incluso a proclamar un Gloria al trabajo (algo muy relevante para
nosotros, los masones). Pero trabajo es una palabra ordinaria, ¿qué debe entenderse, pues, por
trabajo iniciático?

Alain Pozarnik: El trabajo iniciático es de naturaleza múltiple y varía en función del camino
elegido y de las circunstancias de la vida. Para empezar, el trabajo iniciático es el esfuerzo que
hacemos para conocernos, es un esfuerzo de vigilancia. El primero de los trabajos iniciáticos
consiste en llegar a conocerse, no cómo uno se imagina a sí mismo sino tal como se es
realmente. Es un trabajo que no culminamos nunca, saber lo que soy con todos sus recovecos.

Un segundo trabajo consistiría en redireccionamiento de la atención. Es uno de los más arduos


trabajos que podamos emprender ya que estamos permanentemente proyectados hacia el
exterior. Obtener esa doble atención hacia el interior y hacia el exterior es un trabajo de experto.

Después del trabajo de conocimiento de sí y del trabajo de conocimiento del mundo, está el
conocimiento de nuestro comportamiento en el mundo. El trabajo iniciático no es algo frívolo, la
iniciación no es un capricho romántico, es ciertamente un trabajo que requiere esfuerzo,
constancia, tiempo y también humildad.
Serge Dekramer: Sin que ello suponga una crítica a su planteamiento, ¿no podría decirse que
ese trabajo sobre uno mismo viene dado o puede venir dado por el conocimiento de lo exterior y
de los otros? La posibilidad de conocerse a sí mismo, ¿no se da gracias a la aceptación de la
evidencia del otro, al intento por conocer a los otros?

Alain Pozarnik: Esta es una cuestión puramente intelectual porque, de hecho, nunca llegamos a
conocer al otro. Filtramos los datos a través de nuestra mirada, a través de lo que somos;
interpretamos en función de nuestras deformaciones intelectuales o afectivas. Es utópico intentar
conocer al otro. Es necesario saber previamente cuáles son nuestros filtros deformadores para
poder descubrir realmente quién es el otro, qué hay en él de apariencia y que hay en él de
profundo. Lo primero es encontrarnos, encontrarnos exteriormente, encontrarnos interiormente,
encontrar nuestro Ser, lo que somos; sólo después podremos, tal vez, encontrarnos con el otro
en su apariencia y su profundidad.

Bernard Platon: Para no ponernos tan serios, aunque en el fondo seamos muy serios, me
permitiría plantearle una pregunta un poco provocativa. Tenemos un Hermano histórico que se
llamó Jacomo Casanova; se trata de un muy buen escritor que no responde verdaderamente a
todos los mitos y seducciones que se han erigido en torno a él. A propósito de la Masonería, que
él practicó fielmente a lo largo de toda su vida, hace uso de ese mismo adjetivo que usted ha
mencionado hace un momento, frívolo; habla a su respecto de las sublimes frivolidades, ¿qué le
evoca a usted esto?

Alain Pozarnik: Las sublimes frivolidades consisten en vivir la vida tal como es, con todas sus
delicias, sus pasiones, los perfumes, los colores, los sabores. Qué felicidad al saborear unas
deliciosas fresas, al oler el aire de la mañana, al tocar el terciopelo de una rosa, al sentir el
perfume de una piel, la tibieza o el calor del sol. Todo esto, para ser apreciado, demanda nuestra
disponibilidad, nuestra atención. Sólo es frívolo en el sentido de que excita nuestros sentidos;
pero cuando estas cosas alcanzan al mismo tiempo a nuestro Ser interior, entonces disponemos
de todas las grandezas de la creación para hacer crecer y madurar nuestra humanidad. Y para
hacerla más bella.

Serge Dekramer: En otras palabras, vivir en la realidad pero con la cabeza en las estrellas.

Alain Pozarnik: Yo prefiero decir que la realidad también está en las estrellas. El sentido de la
creación es que se encuentra enteramente a nuestra disposición para ayudarnos a evolucionar
hacia nuestra humanización junto con nuestras responsabilidades cotidianas.

Marc Henry: Hay una frase de su libro que yo he encontrado paradójica; quizás no ha salido de
su pluma, pero en todo caso se recoge en la contraportada: “El Obrar y el Ser iniciáticos” el título
de su libro- “es una llave: corresponde a los lectores girarla para despertar su Ser de amor y de
justicia”. ¿Quiere esto decir que se puede prescindir de la iniciación leyendo un buen libro?

Alain Pozarnik: Sí, se puede prescindir de la Iniciación. La Iniciación es algo que se obtiene por
uno mismo, a través de un esfuerzo de la atención y la consciencia. El libro ayuda a dirigir ese
esfuerzo hacia puntos precisos a los que habitualmente no se presta la debida atención; pero
también se puede hojear un libro por pura curiosidad intelectual sin sentirse concernido por lo
que dice; en ese caso, nos privamos de su aportación iniciática.
La adquisición iniciática no establece lo que se debe o se puede pensar, no tiene nada que ver
con un dogma a memorizar, permite mantener la plena conciencia de las cosas. El Rito Escocés
Antiguo y Aceptado que practicamos en la Gran Logia de Francia es un método para el despertar
de esa conciencia. Nos corresponde a nosotros practicarlo o permanecer en nuestra condición
de seres ordinarios. Precisamente por eso se dice en la contraportada que cada cuál debe girar
la llave. Cualquiera que sean las ideas expresadas, se puede estar intelectualmente a favor o en
contra; pero lo que cuenta es la experiencia, lo que la idea despierta en nosotros. A través de
ella vamos a la búsqueda de lo que tenemos de esencial en nosotros mismos, cada uno
individualmente, único y libre.

Lo que descubrimos en nosotros mismos puede salir después al encuentro de los otros, pero nos
corresponde a nosotros descubrir dicha Ley. Quizás se pueda llegar a los otros desde nuestra
profundidad, de profundidad a profundidad, pero nos corresponde a nosotros mismos hacer el
esfuerzo, realizar el trabajo. La iniciación no nos dice nunca qué hay que pensar, no distingue
entre un pensamiento bueno o malo. Sólo que hay un Ser que descubrir en nuestras
profundidades. El Ser que somos.

Serge Dekramer: Hay al menos un peligro en eso, el de ir hacia un furioso egocentrismo.

Alain Pozarnik: Ese peligro debe conjugarse dentro del orden iniciático, es decir, dentro de un
determinado encaminamiento, y hay que entenderlo en el contexto de un trabajo de experiencia
de sí mismo. En ese caso no se va hacia el egocentrismo ya que cuanto más se profundiza
dentro sí, más se descubre el sufrimiento de los otros; y cuanto más se descubre el sufrimiento
de los otros, más se crece. Por tanto, el trabajo conduce hacia la completa apertura hacia los
otros.

El temor al egocentrismo es bien un pretexto para no acometer el trabajo iniciático, bien una
prueba de que éste todavía no ha sido seriamente emprendido. Es muy cierto que,
intelectualmente, este temor puede perturbarnos. Pero no nos movemos en el orden intelectual,
con sus saberes y sus cálculos; estamos en el orden de la experimentación. A veces algunas
personas me dicen: “sí, pero entonces, si practico la Iniciación, voy a perder mi ego, que es mi
personalidad, que necesito para vivir en sociedad”. Error. Es la prueba de que nunca lo han
intentado; cuando lo hagan ya nos dirán si han perdido su ego. Personalmente, no encuentro
que esta pérdida sea excesiva, salvo en el caso de algunos grandes sabios, cosa que nosotros
no somos.

Bernard Platon: Me he preguntado a menudo si cuando existe desviación o cuando se produce


trasgresión del modelo iniciático es el ego quien actúa. Es posible; lo decíamos el mes pasado
en este mismo programa con François Bénétin, cuando hablábamos de ese desliz eventual,
porque es cierto que el modelo masónico, cuando no se "practica" con suficiente rigor, puede
revolverse. Se manejan energías, me atrevo a decir, enormes. No se da uno cuenta de ello y hay
que estar en conformidad con ese modelo; hay que aportar mucha humildad, mucha mutabilidad,
sentimiento del "otro". De esa forma, cuando funciona, acaba nutriéndonos sin que nos demos
cuenta. Se sigue una rampa ascendente, como decíamos el otro día, y se acaba
sorprendiéndose de la influencia que unos u otros han podido tener en el mundo.

Alain Pozarnik: Pero, ¿cómo se puede decir o pensar que uno se alimenta sin darse cuenta?
Todo el arte iniciático consiste en adquirir conciencia. Nunca llegamos a ser consciente de
manera demasiado sutil.
Marc Henry: Sí; precisamente usted escribe en su obra: “el Ser es esa presencia en cada uno de
nosotros que nos transmite un muy profundo deseo de sabiduría, de paz y de virtud. Nos llama a
un mundo donde la grandeza humana está más presente y nos insufla el deseo del amor ” ¿Es
esto válido para todos los hombres o sólo para los iniciados?

Alain Pozarnik: Es verdad para todos los hombres, o al menos para los que saben descubrir la
forma de vida de su Ser que, al expresarse, hace de ellos Hombres verdaderos. En la actualidad
son muchos los que no quieren prestar atención al Ser porque, al estar poseídos por la forma
externa, por los placeres, por los hábitos, por las mezquindades, no tienen el menor interés por
realizar el trabajo del que hablamos, un verdadero esfuerzo de humanización y de toma de
conciencia de lo desconocido. Hace un momento Bernard Platon me hablaba de los peligros y
las desviaciones. En efecto, en todas las órdenes iniciáticas hay un Maestro, un Maestro que
vela para que sus discípulos no se desvíen. En nuestro caso, en Masonería, no hay discípulos
sino Aprendices, aunque sí hay Maestros. No se trata de los maestros que pontifican en los
templos; el verdadero Maestro en Masonería es el Rito Escocés Antiguo y Aceptado.

El Rito sabe cómo debe encargarse, según su nivel, de un Aprendiz, a qué nivel va a tomar un
Compañero, un Maestro, etc. El Rito define en 33 etapas el camino iniciático y transmite en los
Rituales el modo en que deben realizarse correctamente los trabajos. Podríamos decir que las
prédicas del Rito son sus Rituales. Cada vez que se plantea una duda en el camino iniciático se
puede hallar una respuesta en los Rituales y si se quiere trabajar seriamente hay que poner en
práctica lo que prescribe el Ritual. Es verdad que también se puede venir sólo a escuchar, sin
hacer nada, y luego decir soy franc-masón. En ese caso cualquier desviación profana es posible
y no se puede esperar ningún progreso. Participar en una ceremonia de iniciación no nos
convierte en un iniciado.

Bernard Platon: Lo que de manera alegórica vendría a decir que el maestro es el peón de los
dioses, como señalaba el mes pasado François Bénétin.

Alain Pozarnik: Los Maestros masones no son otra cosa que aprendices-maestros. Cuando
superamos una ceremonia de iniciación no nos convertimos en Aprendices como por
encantamiento; simplemente, adquirimos los elementos necesarios para convertirnos en
Aprendices. Somos aprendices de Aprendiz. Cuando superamos la ceremonia para convertirnos
en Compañeros, no somos Compañero al terminar la ceremonia; hemos recibido los elementos
que van a permitirnos trabajar para llegara a ser Compañeros, somos Compañeros en proyecto,
aprendices de Compañero. Lo mismo vale para los Maestros; al terminar la ceremonia no somos
sino aprendices de Maestros para el resto de nuestras vidas. Puede que algún día lleguemos a
ser Maestros, pero el verdadero Maestro que nos guía es el Rito Escocés Antiguo y Aceptado.

Serge Dekramer: El verdadero Maestro es, entonces, el que sabe dejarse enseñar.

Alain Pozarnik: También eso forma parte del camino. Todo lo que hallamos en el Templo (los
Hermanos, las obligaciones, la decoración, los rituales, las formas tradicionales, las
fraternidades, las oposiciones, etc.), todo lo que podemos encontrar, en la forma que sea, nos
enseña algo. El método iniciático lo dirige todo hacia nuestro interior, donde todo eso recabará
nuestro rechazo o nuestra aprobación. Pero si no relacionamos esas cosas con nosotros
mismos, si nos limitamos a una crítica de corte profano, entonces nada de eso servirá
estrictamente para nada.
Bernard Platon: No introducir lo profano en lo sagrado. En el Obrar y el Ser iniciáticos, su libro
sobre el camino del sentido de la vida, hay dos cuestiones que yo destacaría; uno es convertirse
en Caballero de Justicia y el otro, en el capítulo 8, la acción justa del iniciado. Caballero de
Justicia es un término muy fuerte. Caballero es fuerte y Justicia es fuerte. ¿Hay acciones que, a
diferencia del común de la gente, no serían justas para un iniciado?

Alain Pozarnik: Iniciado significa estar en camino, comenzar. Alguien puede estar en el camino y
cometer aún acciones injustas. Además, si verdaderamente es un Iniciado, en el sentido en que
nosotros lo entendemos (en el de un sabio, un conocedor), realizará también acciones justas que
pueden parecer de loco a ojos de los no iniciados. En la emisión del mes anterior se habló,
precisamente, del loco y del sabio. Pues bien, un iniciado puede realizar acciones que parecen
propias de un loco si se ven desde el exterior pero que encierran sabiduría en su seno. Se da en
él una difícil comprensión de la sabiduría que está ligada a la conciencia.

Bernard Platon: Como se ha dicho repetidamente desde estos mismos micrófonos, la pregunta
ritual es usted franc-masón tiene como respuesta: mis hermanos me reconocen como tal. Quiere
significar que no es posible valorar la propia Iniciación, el camino recorrido, si no es a través del
espejo de los otros que nos ofrecen su testimonio. Hay que atender, pues, el testimonio de los
Hermanos (y bien entendido, de las Hermanas cuando se trata de obediencias femeninas o
mixtas), y también de la familia, de los amigos, de todos lo que se hallan en torno.

En cierta manera esto quiere decir (es un poco la conclusión general que se puede proponer
para su libro, para uno de sus libros) que son los otros quienes pueden apreciar efectivamente el
grado de la luminosidad que irradiamos.

Serge Dekramer: Lo que implica la alteridad, la alteridad en el conocimiento de sí.

Alain Pozarnik: Sí. Yo diría: sí y no. Todo depende de dónde se encuentre uno. Al principio del
camino se carece de humildad, de percepción objetiva y se necesita que los otros estén cerca
para reconocer nuestras personales cualidades (las verdaderas, no las que creemos poseer). En
estos comienzos, la imaginación suple lo que aún no se está en disposición de ver e,
imaginativamente, cada uno se atribuye las cualidades de las que en realidad carece. Pero, por
otro lado, los otros sólo son capaces de ver correctamente a los que se hallan a su mismo nivel.
Quienes están ubicados en niveles superiores escapan a sus referencias y no pueden ser
juzgados por ellos.

Por otra parte, en un determinado momento de nuestro camino no hay más verdadero Maestro
es el Maestro interior. Un Maestro exigente por cuya mediación nos liberamos de la necesidad
de los otros para alcanzar a amarlos mejor. En otras palabras, hay un momento en que nuestro
Ser interior se yergue, comienza a vivir, a imponernos nuevos deberes y a mostrarnos la justicia.

Es nuestra humanidad quien se pone en movimiento y nuestra humanidad quien nos ofrece
nuevas cualidades para la vida de las que no disponíamos antes. Así, si al principio nuestros
fallos podían ser achacados a los demás, ahora sufrimos nuestras propias debilidades. Poco a
poco hemos aprendido a ver el mundo y a saber cómo actuar en él con la mayor justicia posible,
con el mayor amor posible, hasta donde sea posible, hasta donde sea realizable. En este punto,
nos hacemos responsables.

Bernard Platon: Se da aquí una especie de paradoja. Hace un momento daba usted la impresión
de fundir en su argumentación el mundo exterior y el mundo iniciático o de la Iniciación. Pero cae
usted ahora en una flagrante contradicción pues sus últimas consideraciones parecen significar
que la Iniciación no tiene sentido si no se puede aplicarse al mundo de lo exterior. En todos los
sucesos del mundo hay paradojas y contradicciones. Estamos más seguros de esto de lo que se
ha estado nunca. Pero, con todo, aún quedan cosas por hacer. La Masonería, a través del vector
de sus adeptos, de los franc-masones y las franc-masonas, debe poder aportar al mundo algo
diferente, al menos la apreciación, la visión que tiene de los acontecimientos, de las situaciones
y, sobre todo, de las situaciones injustas.

Alain Pozarnik: Sí, innegablemente. Son los franc-masones o al menos los Iniciados, ya sean
masones o de otro origen, quienes pueden actuar sobre el mundo para cambiarlo. Lo que cuenta
es la manera de mirar el mundo, de verlo y sobre todo, el modo de actuar. Con la vieja visión,
con la vieja mentalidad, sólo se pueden crear cosas viejas. Los hombres actuales somos el
resultado de viejas visiones intercambiables concebidas por hombres de mentalidad mecánica y
egoístas. Pero si la conciencia cambia, si la visión cambia, la acción cambiará también y puede
hacerse más justa. La Iniciación influye sobre la conciencia pero también sobre la capacidad de
actuar de conformidad con esta nueva conciencia. Los métodos ordinarios de enseñanza buscan
desarrollar las ideas, que pueden oponerse con toda naturalidad a otras ideas. Pero no se
plantean trabajar la capacidad de hacer, de actuar. En definitiva, pretenden sustituir el infierno de
los otros por su infierno para los otros.

Bernard Platon: Hay que lograr otra mirada.

Alain Pozarnik: Otra mirada y una acción transmutada por la inteligencia del corazón.

Marc Henry: Una última pregunta. El camino del sentido de la vida, el camino al que se refiere el
subtítulo de la obra, es el de la Iniciación para quienes han sido iniciados. Pero, ¿qué se puede
decir sobre el sentido de la vida a quienes no andan ese camino?

Alain Pozarnik: La vida misma es el camino. No hay otro camino que el de la vida y el de lo vivo.
El mundo esta maravillosamente hecho para permitir que toda vida humana pueda alcanzar el
despertar de su conciencia humana. Nos quejamos de los males de nuestro mundo, pero yo me
atrevería a pensar que el Creador ha hecho un mundo maravilloso en el que nuestros
sufrimientos, nuestros placeres, nuestros deseos de mejora, nuestros miedos y todo lo demás
sirven para que expresemos nuestro amor y nuestra compasión, no para convertirnos en
pordioseros del amor. Siempre podemos proyectar nuestro amor hacia el mundo; ese es por
tanto el camino del sentido de nuestra vida: aprender a amar.

Serge Dekramer: Es también, de algún modo, un camino hacia la esperanza.

Bernard Platon: Acaba usted de hablar del Creador; ¿quiere esto decir que, con todo derecho,
mantiene usted la visión clásica del Gran Arquitecto del Universo?

Alain Pozarnik: No lo sé. Ese tema merecería todo un programa pero con frecuencia he oído
decir que nuestro mundo es tan malo que Dios ha fracasado en su creación. Yo encuentro que,
por el contrario, si el sentido de nuestra vida es, como digo, aprender a amar con y contra todo,
entonces ha tenido un completo éxito.

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