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Rigoberta Menchú

(Rigoberta Menchú Tum; Chimel, Uspatán, 1959)


Activista guatemalteca cuya lucha por los derechos de
los indígenas fue reconocida con el premio Nobel de la
Paz (1992). Hija de Vicente Menchú y Juana Tum,
Rigoberta Menchú nació en una numerosa familia
campesina de la etnia maya-quiché, cuyos ancestros
forjaron, entre los siglos III y XV, la esplendorosa
civilización de los mayas. A los cinco años empezó a trabajar junto a sus padres
en las grandes fincas de las poderosas familias tradicionales del país;
posteriormente, en la adolescencia, trabajó durante dos años en la capital
guatemalteca como empleada doméstica.
Rigoberta Menchú
Su infancia y su juventud estuvieron marcadas por la pobreza, la discriminación
racial y la violenta represión con la que las clases dominantes guatemaltecas
trataban de contener las aspiraciones de justicia social del campesinado. Bajo el
gobierno militar de Fernando Romeo Lucas García (1978-1982), varios miembros
de su familia fueron torturados y asesinados por los militares o por la policía
paralela de los «escuadrones de la muerte».
Uno de sus hermanos, con sólo dieciséis años, fue víctima de los terratenientes
que empleaban escuadrones a sueldo para arrebatar las tierras a los indígenas; su
padre, Vicente Menchú, murió con un grupo de treinta y ocho campesinos que se
encerraron en la embajada de España en un acto de protesta, cuando la policía
incendió el local quemando vivos a los que estaban en su interior (1980). Pocos
meses después, su madre fue secuestrada, torturada y asesinada por grupos
paramilitares.
Mientras dos de sus hermanas optaban por unirse a la guerrilla, Rigoberta Menchú
inició una campaña pacífica de denuncia del régimen guatemalteco y de la
sistemática violación de los derechos humanos de que eran objeto los campesinos
indígenas, sin otra ideología que el cristianismo de matices revolucionarios de la
«teología de la liberación»; ella misma personificaba el sufrimiento de su pueblo
con notable dignidad e inteligencia, añadiéndole la dimensión de denunciar la
situación de la mujer indígena en Hispanoamérica. Para escapar a la represión se
exilió en México, donde en 1983 se publicó su autobiografía, titulada Me llamo
Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia. La activista relató en este libro su
historia personal y la de su comunidad indígena a la antropóloga Elizabeth Burgos;
además de aspectos reveladores acerca de las costumbres y tradiciones
practicadas por los quichés, la obra incluye sus reflexiones sobre proceso de
transculturación al que han estado sometidos los pueblos indígenas, dejando ver
entre líneas su propio proceso de toma de conciencia.
Rigoberta Menchú
Rigoberta Menchú recorrió el mundo con su mensaje y consiguió ser escuchada
en las Naciones Unidas. En 1988 regresó a Guatemala, protegida por su prestigio
internacional, para continuar denunciando las injusticias, pero fue detenida en el
mismo aeropuerto y obligada a abandonar el país. Regresó nuevamente en 1991
para asistir a un congreso que reunió diversas comunidades indígenas de
América. Con el respaldo de Desmond Tutu, Adolfo Pérez Esquivel y otras
personalidades que apoyaron su candidatura, la labor de Rigoberta Menchú fue
reconocida con el premio Nobel de la Paz en 1992, coincidiendo con los actos
oficiales del quinto centenario del descubrimiento de América, celebraciones a las
que Rigoberta se había opuesto por ignorar las dimensiones trágicas que aquel
hecho tuvo para los indios americanos. Sólo un guatemalteco, el escritor Miguel
Ángel Asturias, había recibido el galardón de la academia sueca con anterioridad.
Con la dotación económica del premio, Rigoberta Menchú abrió, primero en
México y luego en Guatemala, la fundación que lleva su nombre.
Su posición le permitió actuar como mediadora en el proceso de paz entre el
Gobierno y la guerrilla iniciado en los años siguientes, que culminó en el año 1996
con la firma de los acuerdos de paz. A partir de entonces, después de la
desmovilización del Ejército y de la guerrilla, trabajó activamente en la
reincorporación de los exiliados de la guerra a sus lugares de origen. En 1998
publicó La nieta de los mayas, libro que ayuda a comprender la idiosincrasia
indígena guatemalteca; ese mismo año fue galardonada con el premio Príncipe de
Asturias.
Rigoberta Menchú
(Rigoberta Menchú Tum; Chimel, Uspatán, 1959)
Activista guatemalteca cuya lucha por los derechos de
los indígenas fue reconocida con el premio Nobel de la
Paz (1992). Hija de Vicente Menchú y Juana Tum,
Rigoberta Menchú nació en una numerosa familia
campesina de la etnia maya-quiché, cuyos ancestros
forjaron, entre los siglos III y XV, la esplendorosa
civilización de los mayas. A los cinco años empezó a trabajar junto a sus padres
en las grandes fincas de las poderosas familias tradicionales del país;
posteriormente, en la adolescencia, trabajó durante dos años en la capital
guatemalteca como empleada doméstica.
Rigoberta Menchú
Su infancia y su juventud estuvieron marcadas por la pobreza, la discriminación
racial y la violenta represión con la que las clases dominantes guatemaltecas
trataban de contener las aspiraciones de justicia social del campesinado. Bajo el
gobierno militar de Fernando Romeo Lucas García (1978-1982), varios miembros
de su familia fueron torturados y asesinados por los militares o por la policía
paralela de los «escuadrones de la muerte».
Uno de sus hermanos, con sólo dieciséis años, fue víctima de los terratenientes
que empleaban escuadrones a sueldo para arrebatar las tierras a los indígenas; su
padre, Vicente Menchú, murió con un grupo de treinta y ocho campesinos que se
encerraron en la embajada de España en un acto de protesta, cuando la policía
incendió el local quemando vivos a los que estaban en su interior (1980). Pocos
meses después, su madre fue secuestrada, torturada y asesinada por grupos
paramilitares.
Mientras dos de sus hermanas optaban por unirse a la guerrilla, Rigoberta Menchú
inició una campaña pacífica de denuncia del régimen guatemalteco y de la
sistemática violación de los derechos humanos de que eran objeto los campesinos
indígenas, sin otra ideología que el cristianismo de matices revolucionarios de la
«teología de la liberación»; ella misma personificaba el sufrimiento de su pueblo
con notable dignidad e inteligencia, añadiéndole la dimensión de denunciar la
situación de la mujer indígena en Hispanoamérica. Para escapar a la represión se
exilió en México, donde en 1983 se publicó su autobiografía, titulada Me llamo
Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia. La activista relató en este libro su
historia personal y la de su comunidad indígena a la antropóloga Elizabeth Burgos;
además de aspectos reveladores acerca de las costumbres y tradiciones
practicadas por los quichés, la obra incluye sus reflexiones sobre proceso de
transculturación al que han estado sometidos los pueblos indígenas, dejando ver
entre líneas su propio proceso de toma de conciencia.
Rigoberta Menchú
Rigoberta Menchú recorrió el mundo con su mensaje y consiguió ser escuchada
en las Naciones Unidas. En 1988 regresó a Guatemala, protegida por su prestigio
internacional, para continuar denunciando las injusticias, pero fue detenida en el
mismo aeropuerto y obligada a abandonar el país. Regresó nuevamente en 1991
para asistir a un congreso que reunió diversas comunidades indígenas de
América. Con el respaldo de Desmond Tutu, Adolfo Pérez Esquivel y otras
personalidades que apoyaron su candidatura, la labor de Rigoberta Menchú fue
reconocida con el premio Nobel de la Paz en 1992, coincidiendo con los actos
oficiales del quinto centenario del descubrimiento de América, celebraciones a las
que Rigoberta se había opuesto por ignorar las dimensiones trágicas que aquel
hecho tuvo para los indios americanos. Sólo un guatemalteco, el escritor Miguel
Ángel Asturias, había recibido el galardón de la academia sueca con anterioridad.
Con la dotación económica del premio, Rigoberta Menchú abrió, primero en
México y luego en Guatemala, la fundación que lleva su nombre.
Su posición le permitió actuar como mediadora en el proceso de paz entre el
Gobierno y la guerrilla iniciado en los años siguientes, que culminó en el año 1996
con la firma de los acuerdos de paz. A partir de entonces, después de la
desmovilización del Ejército y de la guerrilla, trabajó activamente en la
reincorporación de los exiliados de la guerra a sus lugares de origen. En 1998
publicó La nieta de los mayas, libro que ayuda a comprender la idiosincrasia
indígena guatemalteca; ese mismo año fue galardonada con el premio Príncipe de
Asturias

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