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CUENTOS TOMO II

Rafael García Herreros

Cuentos
Tomo l l

Colección Obras Completas No. 17


Corporación Centro Carismático Minuto
de Dios Bogotá, Colombia
2009

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RAFAEL GARCÍA HERREROS
Con las debidas licencias
©Corporación Centro Carismático Minuto de Dios • 2009

Carrera 73 No. 80–60


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ISBN 978–958–735-026-5

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CUENTOS TOMO II

Un juego
de Roomy

L as cuatro señoras juegan en silencio,

alrededor de la mesita de Roomy. Ya llevan


como tres horas, pero están absolutamente
entretenidas y no sienten el más mínimo
cansancio. Solamente, de vez en cuando, se
fruncen un poco cuando hay un golpe chino y,
sobre todo, cuando hay que entregar el dinero.
Pero siempre las sostiene la esperanza del
desquite y del triunfo final. A alguna de ellas le
interesa especialmente ganar porque tiene
empeñado el dinero que su esposo le dio
adelantado para el mes. De los 40.000, no le
quedan sino 15.000 y van sólo ocho días... Todo
lo demás lo dejó en el juego: perdiendo diez o
quince mil pesos diarios, ¡siempre es que sube
la cuenta!
La sirvienta pasa con un plato frío, que
devoran en profundo silencio, mientras se
juega, porque no hay que perder tiempo.
Las cuatro señoras tienen hijos e hijas.
Pero en estos momentos no se piensa en ellos...
Ni en los hijos ni en los esposos: las cosas se
hacen en serio o no se hacen...

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RAFAEL GARCÍA HERREROS

Mientras juegan, toman un aire de


elegantes y de refinadas, que sería ridículo si
no fuera profundamente imbécil. Ellas se creen
altamente distinguidas y no deja de pasarles
por la mente que esta escena que están
desarrollando está transportada de un salón
elegante de París a nuestro trópico.
Mientras tanto, allá en sus hogares, están
los hijos... o mejor, no están; porque las hijas
se han ido con sus novios a cine, acompañadas
solamente de “Dios y María santísima”... ¡Ojalá
que así fuera!, y no, más bien en complicidad
con la ocasión, con la oscuridad y con la
concupiscencia. Las cuatro cuarentonas
enviciadas no quieren saber los gravísimos
peligros que corren sus hijas abandonadas y los
riesgos en que están los muchachos que llegan
del colegio y que sólo encuentran en sus casas
a las sirvientas.
Son ya las siete de la noche. Las damas
han jugado desde las tres de la tarde. Ha
empezado a llegar la gente. El esposo que
viene de la oficina y que, de puro tonto, nada
se atreve a decir. La hija, que llega un poco
sonrojada del cine a donde –como decíamos–
ha estado solita... o con Dios y María
Santísima... y con el novio.
Al fin, el señor, jefe de la casa, muerto de
hambre, manda con disimulo a servir la
comida. Las demás señoras caen en la cuenta
de que ya es tarde, pagan sus deudas “porque
las deudas de juego son sagradas” y terminan
su Roomy. Tres han perdido 5.000 pesos cada
una y la tercera ha ganado, por supuesto que
para perderlo al día siguiente, el dinero que tal
vez va a hacer falta en un hogar, el dinero que
significa un latrocinio en el haber de los
esposos y de los hijos.
Una de ellas, que tiene el carro a la

puerta, se encarga 64

CUENTOS TOMO II

de llevar a las otras dos... pero, antes, se han


citado para el día siguiente a las tres en punto,
en la casa de quien le corresponde el turno...
Van en silencio durante el regreso y no
deja de volverles el pensamiento de que todo
eso es muy elegante, muy parisiense, sin
recordar que en español hay un término, no
por duro menos exacto: tahúr...
Las tres llegan a las casas. Ya el esposo y
los hijos están terminando de comer.
– Mamá, que te cogió la noche... ¿Ganaste o perdiste?

– Estuve de pésima suerte, hija. Los martes


son fatales para mí. ¿Y que ha habido por
aquí? ¿Qué tal la película?

Mientras tanto, el esposo está comiendo


callado. Piensa que es demasiado cretino, ya
que es capaz de aguantarse ese desorden, pero
no se atreve a hacer el escándalo. Por otra
parte, eso le da autorización a él para hacer
otro tanto... ¡Y así acaba de destrozar el hogar!
Mientras la señora se cambia de
indumentaria, los hijos y el padre han
terminado de comer y se han levantado de la
mesa. Ahí la dejan sola, comiendo a esa mujer
que no sabe lo que es ser madre ni lo que es ser
esposa. A esa mujer que no comprende el daño
inmenso que le está haciendo al hogar, con su
ejemplo y con su vicio. Que tiene la aberración
de pensar que eso es elegante, que eso es
refinado, cuando simplemente es criminal. El
padre conversa un rato con sus muchachos y se
cerciora, con horror, de que su hija estuvo sola
en el cine con su novio, mientras esa mujer
estaba jugando.

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RAFAEL GARCÍA HERREROS

El hombre se dirige, apretando los labios


de disgusto, a su aposento y mientras se
arregla para salir, para alejarse de su casa,
arruinada moralmente por el desorden de su
señora esposa, considera lo conveniente que
sería tal vez, en este caso particular, el
procedimiento que llaman los campesinos
“darle una paliza a la mujer”... Pero opta por
no hacer escenas y sale diciendo entre dientes:
¡Esto se lo llevó el diablo!
Y en su letanía de imprecaciones, mientras
se aleja de su casa, no puede menos que
exclamar: “Desgraciada la hora en que me
casé con esa mula...”.

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CUENTOS TOMO II

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