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El recuerdo del Inca

La hegemonía cultural del estado incaico en el ritual del Purucaya

Fabio Cabrera Morales

Esquema

Introducción

1. De Inca a dios: el Purucaya a través del Tahuantinsuyo

2. La hegemonía cultural del estado en el rito

Conclusiones

Palabras claves: Purucaya, hegemonía cultural, incas, ritual, muerte

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El recuerdo del Inca
La hegemonía cultural del estado incaico en el ritual del Purucaya

Introducción

En la antigüedad existieron diversas élites alrededor del mundo que gobernaron


sociedades, mantuvieron su legitimidad y sobrevivieron un tiempo considerable a través
de la expansión de sus estados. Una respuesta tentativa a dichos fenómenos es que
supieron ejercer, de distintas formas, un cierto tipo de hegemonía para poder mantener
un orden social por un largo periodo. El Tahuantinsuyo fue una de esas sociedades y
amerita saber de qué manera lo lograron. Una de las cualidades que incluso hace más
interesante un estudio sobre aquello es que los incas fueron una sociedad ágrafa, factor
que vuelve, probablemente, un poco más complicado a los mecanismos de reproducción
de un control social y cultural.

Por ende, en la siguiente investigación se analizará de qué manera el estado incaico


ejerció su hegemonía hacia los pobladores por medio de la cultura, es decir, en la
superestructura de la sociedad incaica. Para ello, se ha escogido un ejemplo puntual: la
ceremonia del Purucaya. En el primer capítulo se abordará el funcionamiento de dicho
ritual a través de la comparación de las fuentes primarias y, en el segundo capítulo, se
analizará de qué manera se ejercía una hegemonía imperial por parte del estado incaico
y qué tipo de hegemonía resultó ser.

1
1. De Inca a dios: el Purucaya a través del Tahuantinsuyo

El imperio incaico tuvo diversas fiestas o rituales en torno a la muerte, y numerosas


ceremonias también en las que participaban directamente las momias de los
emperadores, como el Capac Raimi, el Inti Raimi, el Coya Raimi, entre otras. 1 Pero en
este artículo nos interesa una específicamente dedicada al gobernante difunto: el
Purucaya. Esta ceremonia consistía en un homenaje al Inca ya muerto, exactamente un
año después de su defunción. De lo que sabemos, gracias a las crónicas, es que era el
hijo –el nuevo Inca en ese entonces– el que organizaba la fiesta en honor a su padre.
Interpretar las dinámicas sociales y los objetivos de dicho ritual será lo complejo de esta
investigación.

Ahora bien, el proceso del Purucaya nos lanza hoy en día algunas incógnitas para su
investigación: la duración de la ceremonia es debatible, debido a que una fuente arroja
un número de meses, y la otra, un número distinto –las revisaremos más adelante–; al
parecer, el Purucaya oscilaba entre uno y cinco meses de duración.2 Para que el ritual se
lleve a cabo, como se ha mencionado en el párrafo anterior, se tenía que cumplir un año
después de la muerte del último Inca Se daba inicio con la salida de hombres y mujeres,
llorando, vestidos de adornos y armas del Inca difunto y con los rostros pintados,
durante los primeros quince días. Luego, tras un largo recorrido, en el que, además, los
súbditos “hablaban” con el Inca difunto y le pedían que “enví[e] buenos temporales y
les quit[e] enfermedades y todo mal que les viniese”, llegaban por fin al Cusco, donde,
en la plaza central, se bailaba una coreografía especial que escenificaba la guerra. A
continuación, se llevaba a cabo una guerra ritual entre Hanan Cusco y Hurin Cusco, en
la que siempre se imponían los primeros. Finalmente, se procedía a sacrificar animales
(en su mayoría, camélidos) y alrededor de 1000 niños y niñas. 3 Como se puede apreciar,
era una fiesta con todo un gran aparato simbólico.

Fueron solo dos los cronistas españoles que mencionaron al Purucaya, Juan de Betanzos
y Sarmiento de Gamboa. El primero tiene descripciones más detalladas y le da una
importancia mayor a la ceremonia que Sarmiento, debido a que esta fiesta está presente
en varios episodios del libro de Betanzos. Se debe resaltar también que las discrepancias
1
Hernández, 2012, p. 140.
2
Dato a partir de la comparación de las crónicas de Juan de Betanzos [1551] y Sarmiento de Gamboa
[1572].
3
Betanzos en Kaulicke, 2016, pp. 28-29.

2
principales entre ambos radicaban en el número de veces que se llevó a cabo el ritual,
cuánto duraba este y a quiénes exactamente fueron dirigidos.

En primer lugar, para Betanzos, el primer Inca homenajeado en la primera fiesta que se
celebró fue Pachacuti4, por ende, se entiende que –aunque no se menciona de manera
explícita– el que se encargó de realizar la ceremonia fue Tupac Yupanqui, su hijo, quien
es llamado en la crónica de Betanzos como Topa Ynga Yupangue. Para este cronista, la
fiesta tenía un mes de duración y, aparte de Pachacuti, hubo otros homenajeados: Mama
Ocllo, esposa de Tupac Yupanqui, Huayna Capac e, incluso, Manco Inca, aunque este
último escapa del marco temporal de este estudio.5 No obstante a las narraciones de
Betanzos, no es la única versión que enumera a las fiestas del Purucaya y a quienes las
recibieron.

En segundo lugar, la versión que nos proporciona Sarmiento de Gamboa es distinta. Si


bien fue Pachacuti el que inició el ritual, no fue el primer homenajeado en el historial de
las ceremonias, dado que el Inca “…desenterró los cuerpos de los siete incas pasados
desde Manco Capac hasta Yahuar-Huacca Inca, que todos estaban en la Casa del Sol, y
guarneciéndolos de oro, poniéndoles máscaras […] luego mandó hacer grandes fiestas y
representaciones de la vida de cada inca. Duraron estas fiestas, a que llamaron
purucaya, más de cuatro meses”.6 En efecto, Pachacuti fue el primer realizador de la
fiesta pero no el primer homenajeado: en el primer Purucaya, según Sarmiento,
Pachacuti les rindió tributo a siete incas anteriores. Asimismo, afirma que la fiesta no
duraba un mes, sino más de cuatro.

Sin embargo, sí se pueden encontrar coincidencias en la comparación: no cabe duda que


el papel del inca Pachacuti fue fundamental para el ritual, debido a que este crea la
ceremonia y, según las dos fuentes, fue también homenajeado tras su muerte por su hijo,
Tupac Yupanqui. La versión de Betanzos en la Suma y Narración de los Incas respecto
a la creación de la fiesta por Pachacuti concuerda, en efecto, con la de Sarmiento:
“Mandó Ynga Yupangue que el año cunplido desde el día de su muerte y en fin dél le
hiziesen cierta fiesta que es casi canonizarle como a santo, en la qual fiesta mandó que

4
Pachacuti es llamado por Betanzos como Ynga Yupangue.
5
Betanzos, 2015 [1551], pp. 263-322.
6
Sarmiento, 1988 [1572], p. 95.

3
se hiziesen tantas ceremonias y se disfracazen en tantos vestidos [sic]…”. 7 Más allá de
la polémica en torno a su duración u otras aristas, el Purucaya significaba una
ceremonia imperial sumamente importante para la cultura y la sociedad incaica, pues se
celebraba también la conversión del difunto en una divinidad, la transición de Inca a
dios.

En realidad, antes de profundizar más en este aspecto, se debe tener en cuenta lo


siguiente: el Inca ya era una divinidad cuando estaba vivo, por ello, los incas son
considerados por diversos estudiosos como una “monarquía divina” y, por supuesto, no
fueron la única en el mundo; por ejemplo, los egipcios y los mesopotámicos fueron
también una monarquía divina, es decir, sociedades que tenían un gobernante que estaba
vinculado a los dioses (en el caso del Tahuantinsuyo, el Inca era hijo del Dios Sol). Una
característica más para comprobar la cualidad divina de una monarquía en estados
prístinos es verificar a quiénes iban dirigidos los sacrificios humanos: mientras que en
Mesoamérica, citando un caso, estaban dirigidos a los dioses directamente, en los
Andes, eran para el Inca.8 Entonces, si el Inca ya era un rey divino, ¿por qué en el
Purucaya se celebraba su conversión hacia la divinidad?

Dicha pregunta no puede responderse solo citando a las fuentes primarias, pero es un
vacío que nos debe ayudar a reflexionar. Si el Inca ya era considerado el hijo del Sol,
pero en el Purucaya se celebraba su conversión en divinidad, era porque esta ceremonia
significaba la consolidación del Inca como dios, dado que ya había abandonado el
mundo terrenal. No es lo mismo tener a un gobernante divino que administra el estado
en los hechos concretos que observarlo como una momia, que si bien aún cumplía
funciones en los ritos, su papel como soberano político del Tahuantinsuyo solo quedaba
en el recuerdo. Más adelante se revisará el rol del difunto en este rito.

Por otro lado, los incas no fueron los únicos que tuvieron ceremonias después de la
muerte de su gobernante. Por ejemplo, en la sociedad nahua, los mexicas celebraban un
ritual llamado Quitonaltia una vez que fallecía un gran señor, o sea un Tlatoani. Se
llevaba a cabo cuatro días después de su muerte, los familiares lloraban y cantaban y
eran sacrificados una cantidad considerable de esclavos, cualidad muy repetida en
Mesoamérica. Los ritos funerarios continuaban casi durante un año y en el lapso de todo

7
Betanzos, 2015 [1551], p. 263.
8
Ossio, 2016, pp. 23-29.

4
este tiempo los sacrificios humanos continuaban.9 En el caso del Purucaya se puede
apreciar que los sacrificios humanos no eran el factor fundamental de la fiesta, pero sí
otros componentes que se analizarán en el siguiente capítulo.

2. La hegemonía cultural del estado en el rito

Lo primero que se debe abordar en este capítulo, para poder profundizar el análisis en el
caso andino, es repasar en qué consiste la “hegemonía”. Pues bien, este concepto fue
desarrollado por el teórico marxista italiano Antonio Gramsci y radica, básicamente, en
la capacidad de las élites para ejercer su poder hacia las clases subalternas, por medio de
la estructura (economía y relaciones productivas) y la superestructura (las normas
jurídicas y la cultura), con el objetivo de dirigir la sociedad en torno y a fin a sus
intereses; es decir, no es suficiente la violencia o la coerción para que las clases
dominantes controlen a los dominados, sino también se necesita la ayuda de todo un
aparato cultural que ayude a “normalizar” esa dominación.10 No obstante, es un aspecto
concreto del concepto de hegemonía el que nos interesa para este estudio.

La hegemonía expresada en la superestructura, basándonos en la explicación


gramsciana, es una parte fundamental para la legitimización del poder por parte de las
élites. Los grupos dominantes necesitan ejercer su legitimidad hacia los sectores
dominados a través de la cultura, compartiendo sus costumbres, cosmovisión o
creencias con las clases subalternas, para que, de este modo, la ideología de la élite se
vuelva norma cultural aceptada y justifique el orden social.11 A este mecanismo
específico de la hegemonía se le llama “hegemonía cultural”; en palabras más sencillas,
la hegemonía de la clase dominante expresada en la cultura popular.

Este concepto no es nuevo para el estudio de la sociedad incaica. El antropólogo Alan


Kolata, en su libro Ancient Inca, introdujo este concepto para analizar al estado del
Tahuantinsuyo y, además, aportó nuevas divisiones. Nos referimos aquí a la división de
hegemonía laminar y viral. En la primera, la hegemonía laminar consiste en la
subyugación, por medio de la fuerza, de los grupos dominados hacia los dominantes;

9
Véase “La muerte del Tlatoani, costumbres funerarias en el México antiguo”. Estudios de cultura
Náhuatl. México D.F., N° 27, pp. 90-92.
10
Gramsci, 1987, p. 24; 1990, pp. 351-353.
11
Ibíd, 1987, p. 21.

5
acá los grupos de poder no buscan “ciudadanos”, sino poblaciones sometidas que, en
varios casos, son resistentes a la conversión ideológica, como fue la dominación de los
reinos aimaras para el caso andino. El segundo, la hegemonía viral, es más visible
cuando conquistadores y súbditos llegan a compartir una ideología jerárquica. Kolata
divide a esta última hegemonía en dos: viral estratégica, la cual se manifiesta cuando la
élite estatal crea condiciones políticas y culturales explícitas para transformar la
conciencia histórica, resultado de ello es que los pobladores subyugados comparten la
ideología de los dominantes; y, por otro lado, la hegemonía viral idiomática se expresa
en la sociedad a través de actos, fenómenos sociales, símbolos u objetos, pero que no
son generados por la élite, sino que se visibilizan de manera implícita en las
colectividades, como el ayllu en los Andes (un “hecho social total”).12

Pero para determinar el tipo de hegemonía en la fiesta del Purucaya, debemos analizar
primero si esta ceremonia tuvo algún fin provechoso para la élite incaica y, por
supuesto, examinar cuál fue ese rol de la élite en los funerales. Al parecer, el Purucaya
coincidió con un evento económico relevante en el imperio, y qué más importante que
la agricultura. Para Tom Zuidema, el Purucaya manifiesta un acto cultural y político en
torno a la agricultura: no solo se celebraba la fiesta un año después de la muerte del Inca
difunto y tenía una duración de 4 meses por el simple hecho que Pachacuti lo haya
ordenado, sino porque esta concluía todo un ciclo de cosechas, durante los últimos
cuatro meses de un año agrícola.13 No se puede confirmar esta hipótesis completamente
si buscamos la respuesta inmediata en las fuentes, pero al ser el imperio incaico una
sociedad basada, sobre todo, en la agricultura, no es para nada un postulado
descabellado.

Por otra parte, se debe revisar el rol de la élite incaica en este rito, pero no sin antes
verificar, de manera general, cómo se componía esta élite. El Inca, de hecho, no
gobernaba solo, sino que tenía todo un aparato estatal, todo un conjunto de familias
reales y nobles relacionadas por parentesco: las panacas. Estas, parafraseando a María
Rostworowski, se formaban con los descendientes del Inca reinante, pero se excluía al
próximo heredero que asumía el poder, quien a su vez formaba su propia panaca. La
misión principal de estos grupos de la realeza incaica era conservar la momia del
monarca fallecido y guardar el recuerdo de sus hazañas. Esta tradición del
12
Véase Ancient Inca, Kolata, 2013.
13
Zuidema, 2010, p. 255.

6
mantenimiento de la memoria era fundamental, debido a que el Tahuantinsuyo era un
pueblo sin escritura.14 En definitiva, las panacas no solo eran la simple composición de
las familias reales del imperio, sino que cumplían un rol de difusores políticos del Inca
fundador de su linaje.

También las panacas tenían que llevar a cabo una tarea de difusión histórica acerca del
Inca fundador de su linaje real para poder legitimar su estatus. En los rituales funerarios,
las momias de los soberanos difuntos jugaban un rol político elemental: el sustento de
las panacas como grupo social en el poder dependía de su capacidad de conservar
adecuadamente la momia y asegurar la participación de esta en diversas festividades
cusqueñas.15 Como se puede apreciar, el Inca difunto todavía seguía cumpliendo
papeles políticos en el imperio, a través de los rituales, pero era su panaca la que tenía
que encargarse de ejecutar esa participación y preservar el recuerdo del Inca en la
memoria colectiva.

La fiesta del Purucaya no fue la excepción a todo este mecanismo social, pues dicho
ritual funerario era, justamente, dedicado al soberano difunto, concretamente a la momia
del Inca un año después de su muerte. En ese sentido, el papel de la panaca del Inca
homenajeado en cada Purucaya fue crucial para la debida ejecución del ritual y para, a
través del mismo, divulgar y transmitir el recuerdo del Inca; se aprecia, entonces, un
trabajo ideológico explícito por parte de las élites, tanto del hijo del difunto –en ese
entonces el Inca reinante– como de la panaca, con un fin político: legitimar su posición
social y enaltecer la imagen y el recuerdo del emperador.

Retomemos ahora las descripciones de la fiesta por la pluma de los cronistas. Juan de
Betanzos narra detalladamente cómo Huayna Capac le dedicó la ceremonia del
Purucaya a su madre Mama Ocllo, quien fue, dicho sea de paso, la única mujer en
recibir este ritual según las fuentes:

“…mandó que toda su gente entrase ansimismo llorando, como él, la muerte de
su madre. Y luego otro día despuésde aver llegado, mandó quese aderecasen los
señores y señoras del Cuzco, que quería que se comencase a hazer la fiesta del
purucaya por su madre; y luego se puso por obra. En la qual fiesta mandó
Guaina Capac que saliesen ciertas mujeres hilando oro fino con usos de oro y

14
Rostworowski, 2007, p. 134.
15
Hernández, 2012, p. 26.

7
ruecas de oro que imitasen a su madre quando le dava voluntad de hilar algo
[sic]…”.16

¿Por qué la necesidad de que esta tristeza de los familiares de los gobernantes muertos
sea un sentir público, un sentimiento compartido por los pobladores a través de una
ceremonia? Porque, precisamente, no era solo para demostrarle a sus súbditos que
estaban llorando por su familiar querido, sino también porque el estado incaico
necesitaba legitimar su poder a través de una manifestación cultural, donde se
homenajeó al gobernante, un año después de su muerte, y donde la panaca de este
difunto debía demostrar la calidad de su estatus y legitimar su poder a través del
adecuado mantenimiento de la momia y el debido manejo y preparación del Purucaya.
La hegemonía cultural del estado incaico se evidenciaba en la ejecución de este rito.

Conclusiones

En conclusión, después de analizar la ejecución de la ceremonia del Purucaya y


entender las dinámicas de su función, se puede establecer que esta fue una
manifestación de manera explícita por parte del estado para crear condiciones políticas y
culturales con el fin de consolidar la conciencia histórica de los pobladores cusqueños y
que los sectores dominados compartan la ideología dominante, que en este caso se
expresaría en un factor cultural y religioso. Asimismo, tanto el nuevo Inca que ejecutaba
el ritual, como la panaca del soberano difunto debían no solo asegurarse del apropiado
funcionamiento de la ceremonia, sino también en que esta sea bien recibida por parte de
los pobladores. De esta manera, se evidenciaba la hegemonía de la élite andina en la
fiesta.

Además, y de manera más específica, podemos concluir que el Purucaya fue una fiesta
política y religiosa del estado incaico que evidenciaba una hegemonía cultural
estratégica hacia sus pobladores, una hegemonía ejercida del sector dominante a los
subordinados. Se sostiene, en esta investigación, que fue una hegemonía viral
estratégica y no de otro tipo dado que este ritual fue creado, organizado y llevado a cabo
por la élite estatal del Tahuantinsuyo con el fin de compartir y normalizar su ideología

16
Betanzos, 2015 [1551], p. 308.

8
dominante con los grupos subalternos; es decir, el estado incaico buscaba reafirmar su
hegemonía cultural con los dominados de manera explícita, a través de una celebración
a un Inca.

9
Bibliografía
Fuentes primarias:
BETANZOS, Juan de
2015 [1551] Juan de Betanzos y el Tahuantinsuyo: nueva edición de la Suma y
Narración de los Incas. Lima: PUCP.

GAMBOA, Sarmiento de

1988 [1572] Historia de los Incas. Madrid: Polifemo.

Fuentes secundarias:

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1990 “Cuadernos de la cárcel”. Escritos políticos (1917-1933). Buenos Aires:
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1997 “La muerte del Tlatoani, costumbres funerarias en el México antiguo”.
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ROSTWOROWSKY, María
2007 Estructuras andinas del poder: ideología política y religiosa. Lima: IEP.

ZUIDEMA, Tom
2010 El calendario inca: tiempo y espacio en la organización ritual del Cuzco:
la idea del pasado. Lima: PUCP.

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