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Esta nave generacional sigue la ruta de una raza que nos antecedió, tan
antigua que causa vértigo. Nuestra propia salida de la Tierra ya casi cae en el
olvido. Se habla de nuestro planeta como cuando la habitábamos se hablaba de
nuestra salida de África.
Fue como si todo el odio hacia sí mismo hubiera estado contenido en el ser
humano y solo hubiera esperado el permiso para, libre de toda convención social,
lanzarse a la autodestrucción desbocada.
II
III
IV
“No fue sino hasta después de darnos cuenta que el cambio de la atmósfera
era irreversible y que habríamos, con el tiempo, de huir o extinguirnos que
decidimos lo antes impensable. Nuestras mascotas, esos simios que antaño
huyendo de sus predadores llegaron a nuestros lagos y manglares y se asentaron
en sus islotes, heredarían nuestro legado. Cuando los adoptamos no eran más
que unos sucios, ruidosos y asustadizos cuadrumanos, pero extremadamente
inteligentes y curiosos. Al sentirse seguros en nuestro hábitat (y, entre nosotros)
se adaptaron. Su morfología se adaptó, con nuestra ayuda, a nuestro hábitat
semiacuático: perdieron el vello corporal, desarrollaron capa de grasa subcutánea,
aprendieron a bucear y aguantar la respiración lo cual modificó su capacidad
torácica y su aparato fonador y, sobre todo, para sus desplazamientos en nuestro
hábitat semiacuático adoptaron el bipedismo.
A este homínido tan fiel y sumiso, tan alegre y astuto le dejaremos nuestro
legado. Nuestros científicos modificarían a nuestro fiel hydropithecus en homo
sapiens. No sabemos qué futuro le espera. Esperemos sea promisorio y no
cometan nuestros errores”.