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Apartado de la "Revista Universitaria" (Universidad Católica de Chile),

año XXVIII, N.° 1, 1 9 4 3 .

ALGUNOS RECUERDOS PREHISTORICOS DE LA


C O S T A D E C U R I C O (*)
Por RAFAEL BARROS V.
Académico de N ú m e r o de la. Academia C h i l e n a de Ciencias N a t u r a l e s .

E n esta ligera noticia sobre prehistoria curicana, citaré


dos piedras de la época de la dominación incásica en Chile;
pero más particularmente me referiré a restos de la prehisto-
ria de los alrededores de Llico, que tengo en mi colección y,
en particular, describiré un pequeño busto, que bien puede
ser un ídolo, del cual presento una fotografía tomada por mi
distinguido amigo, don Jorge Dávila Saxton.

Cerca de San Pedro de Alcántara, a una distancia de al-


rededor de un kilómetro y medio hacia Cutemo, a la orilla del
camino, se alza la notable /'Piedra del Sol".
Este monumento consiste en un gran bloque de piedra
arenisca, completamente separado de otras masas rocosas que
afloran a ambos lados del estero de Alcántara,, o estero de
Cutemo. Esa mole debe haber sido arrastrada desde el lado
norte del estero, mediante un enorme esfuerzo, y colocada en
el punto donde se encuentra, por donde pasaría algún camino
indiano, que hasta hoy se conserva. Está colocada o implanta-
da en tal forma, que presenta una superficie inclinada, un tan-
to combada, perfectamente orientada hacia el norte.
En esta cara aparece con toda claridad un sol grande, en
bajo relieve, o sea, de rayos excavados, que la acción de más
de cuatro siglos y medio, han borrado un poco por desgaste.

(*) Leído en la sesión del 26 de julio de 1942.

s
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La otra piedra está en el pueblo de San Pedro de Al-


cántara: encuéntrase en el f u n d o "La Fragua", al pie del ce-
rro, inmediata a la arboleda de la casa parroquial. Esta ocupa
el sitio de un antiguo convento de Franciscanos, el cual exis-
tió hasta principios del presente siglo. Algún religioso aman-
te de la naturaleza, cuyo nombre la tradición no ha conser-
vado, tuvo la feliz idea de plantar la avenida de magníficas
palmas chilenas (Jubaea spectabilis) que ha dado a A'cán-
tara un aspecto característico.
N o he tenido ocasión de conocer esta última piedra; pe-
ro tengo noticias de que es plana, inclinada ligeramente, de
poca altura; presenta en su superficie canaletas y tacitas. Sin
duda, sobre ella se ofrecían sacrificios humanos a los crueles
dioses incaicos.

A pocas cuadras de Llico, en la margen norte de la la-


guna de este nombre, que serpentea desde el lago de Vichu-
quén hasta el mar, lindando con los terrenos de Pilihua. los
cuales forman un oasis hermoso al pie de las dunas, hay un
p u n t o llamado "Las Conchas". Hace unos -45 años tenía al-
guna población, reducida hoy 3 unas 17 personas, repartidas
en tres casas.
Las dunas de Llico, que se están plantando ahora de va-
liosos árboles forestales, hicieron desaparecer el caserío, por
la invasión de sus arenas, que avanzaron sin tropiezos.
A poco más de cien metros* de una de las casas que que-
dan (la de los Bustamante), existe un antiguo conchai deno-
minado de "Cartulo", por haber vivido allí, en la segunda
mitad del siglo pasado, un hombre llamado Domingo Car-
tulo. Aquí, parece, tuvo su asiento un poblado indígena, des-
aparecido hace ,ya más de un siglo.
Los vendavales del invierno, al arrastrar la arena de los
médanos, suelen dejar al descubierto diversos restos que re-
cuerdan el pasado. En ese punto, donde se han acumulado pie-
drecillas, se hallan conchas de varios moluscos: de taca. Venus
chaca Molina; ¿apa grande, Fisssurella crassa Lamarck; lapa
negra, Fissurella nigra Lesson; caracol de borde grueso o de
cuernecito, Acanthina. calcarlongum ( M a r t y n ) ; caracol ojo
de buey, Tegula atra (Lesson) ; otras especies de caracoles que
n o he determinado, choritos (una especie poco mayor que el
maico, Miodiolus purpuratus (Lamarck), ¿hitones (apreta-
dores o chalecos) Chiiton sp., etc.; también se encuentran frag-
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mentos de huesos de peces, trozos de huesos de vacuno y de


aves, restos de carbón o leñas quemadas, ceniza, trozos de ar-
cilla calcinada, como que hubiesen recubierto quinchas de fa-
jinas para formar tabiques; pedazos de alfarería rota, de fa-
bricación ordinaria, recargada de arena gruesa y pequeños
fragmentos de material sobrante de la elaboración de flechas.
Suelen aparecer puntas de flecha de obsidiana, algunas
casi transparentes, o bien de material pétreo más ordinario,
de diverses tamaños y aun de formas variables, pues, aunque
la mayoría son alargadas, de punta aguda, y casi todas presen-
tan en el borde posterior un ángulo entrante, otras son trian-
gulares. La línea posterior de éstas es más o menps recta.
También se descubren unas puntas más chicas, agudas y del-
gadas, que los aborígenes usarían, quizás, en la pesca, posible-
mente en el extremo de pequeños dardos. Estas están fabrica-
das de las aristas que saltaban al fabricar flechas; pero pre-
sentan labraduras en su punta.
Tengo tubos de pipas de arcilla encontradas en el mismo
punto, y una pipa casi completa. Las pipas indígenas, como es
sabido, estaban provistas de dos tubos pequeños y opuestos,
uno por cada lado. La que poseo, tiene uno de los tubos com-
pleto; el otro falta; fué quebrado en el punto de unión con
el hornillo o receptáculo para el tabaco.

Los objetos más difíciles de obtener en Chile, por su gran


escasez, son las estatuitas o ídolos. Algunas se han descrito;
pero, por ahora, no puedo consultar la literatura que a esto
se refiere.
Voy a describir un pequeño ídolo que fué hallado en el
conchai de Cartulo, en abril de 1940, el cual está en mi co-
lección.
El hallazgo verificóse en forma casual: un trozo de pie-
dra algo desenterrado por los vientos, llamó la atención de un
vecino que pasaba por allí; al levantarlo vió que en una de
las caras había una figura esculpida. U n apreciado trabaja-
dor de las dunas, Bernardino Bustamante, me obsequió el ob-
jeto, conociendo mi afición por estas cosas.
Consiste la obra en un busto esculpido sobre un trozo de
piedra plana,-blanda, muy suave al tacto, una especie de mar-
ga. Es una clase de piedra que no he visto en ninguna parte
de la región de Llico.
La escultura, aunque bastante tosca, muestra rasgos bien
definidos: la cabeza es ancha; la cara, ancha en la parte que
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corresponde a la línea de los ojos, donde tiene su mayor am-


plitud, con 96 milímetros, incluyendo las prolongaciones a
manera de orejas. La frente, formada por el ensanchamiento
de la parte superior de la nariz, es muy baja, cortada por
arriba en línea recta. La car^ termina en una barba puntiaguda.
La boca, sin labios sobresalientes ni definidos, se abre
en forma de una excavación, un poco desviada hacia el lado
izquierdo de la línea medía, que podría pasar por la punta
de la nariz y de la Barba.
N o tiene cuello.
L a cabeza y cara en su conjunto, forman una figura cla-
ramente triangular. Los ojos son circulares, esculpidos en re-
lieve. Siguiendo la línea de éstos hacia afuera, hay ensancha-
mientos' en el borde de cabeza, a modo de orejas, mal de-
finidas-:- También la nariz está en relieve; pero no muestra alas
que indiquen las ventanillas; es ancha arriba y estrecha y pun-
tiaguda abajo, en forma de pico.
Aguzando un poco la imaginación podría pensarse que
ese rosfiro podría ser de ave de rapiña nocturna, lechuza o.
más bien; tucú£juer& (Bubo virginianus), sobre todo si se con-
sidera el aspecto; que tiene cubriendo la parte inferior de^ la
cara, dejando visible desde la punta de la nariz hacia arriba:
se acerca mucho a alguna de las aves nombradas.
Cuando fué encontrado el busto carecía de brazos; estos
se habían desprendido, quebrados en su nacimiento. Había
pasado más de un mes desde el hallazgo, cuando en una de
nuestras búsquedas en el conchai, acompañado de mi h i j o
menor, Alvaro ésté descubrió uno de los brazos. Unos veinte
días después, durante otra excursión, él mismo tuvo la rara
suerte de hallar el otro. Ambos ajustan perfectamente.
Éstos brazos, muy cortos, terminan en manes deformes,
abiertas, levantadas, con los dedos-juntos y las palmas hacia
adelante; aparecen sólo tres dedos en cada una.
Con mucho más propiedad podría decirse que son dos
alitas entreabiertas, y es lo que me inclino a creer que repre-
sentan, ajustadas en el sitio de los brazos, lo que contribuye a
afianzar la idea de una figura humana con rasgos de ave, o
sea, ornitomorfa.
A la altura del pecho, cruzándolo desde una ala a la: otra,
aparece una línea de pequeños hoyos espaciados, algo arquea-
da hacia abajo. Esos hoyuelos son excavaciones cónicas muy
regulares.
En el borde superior de la cabeza, hacia atrás, cerca del
o j o izquierdo, hay un hueco circular, hecho por el artista, de
Idolo de la costa de Curicó.
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tres centímetros de profundidad, pero cuyo borde posterior


es más bajo por causa de la piedra, que ahí n o era pareja; el
diámetro interior, medido en el borde más bajo, es de 7 mm.
La excavación se prolonga un poco hacia abajo en el fondo,
por un hoyito circular muy pequeño.
El hueco principal se comunica hacia afuera por la pared
posterior, cerca del fondo, mediante un portillito que desem-
boca en una especie de chimenea muy chica, sobresaliente, que
se levanta cerca de la parte superior de una excavación ancha,
aplanada y baja, correspondiente a la región del cerebro.
Las dimensiones de la escultura son las siguientes:
Altura de la cara desde la punta de la barba al borde su-
perior de la frente, 79 milímetros.
Largo del busto hasta la punta de la barba, por la línea
media, 62 mm.
Anchura del busto más abajo de las alas," 37 mm.
Espesor del busto, 23 mm.
Altura de la mano o ala derecha, 56 mm.
Anchura de la misma en su parte más ancha, 25 mm.
Anchura de la cabeza, tomando la dimensión en la línea
de los ojos, comprendiendo las prolongaciones a manera de
orejas, 96 mm.
Maullín, 13 de junio de 1942.

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