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EDUCACIÓN Y CORTESÍA

M.M. Dominicas

Federación de la Inmaculada

PARA USO PRIVADO


Reedición preparada por la Federación de la Inmaculada.
Las citas en bastardilla y con numeración son del libro «Ideas y Vivencias», de M.
Llamera, Ed. B.A.C.

PRESENTACIÓN

La cortesía y la educación son valores fundamentales de humanidad.

En nuestra sociedad cada vez más individualista, donde se van


perdiendo o debilitando vínculos fundamentales, sociales, familiares y
comunitarios, los buenos modales “nos enseñan a pensar en los demás,
en sus sentimientos y necesidades, y a situarlos por delante de nosotros
mismos”

La vida cristiana, que es la vida en el Espíritu se opone a la


mundanidad. San Pablo en I Cor. 13,4-8 muestra la importancia de la
caridad y desea que no quede en abstracto el concepto de esa virtud
suprema especificando en los versículos siguientes que ha de ser
paciente, benigna, contraria a la envidia, a la jactancia, a la descortesía,
al egoísmo, a la irritabilidad, a los juicios duros, a la injusticia. Y por si
fuera poca esta enumeración de matices, nos sigue diciendo que la
caridad todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera.
2

Hoy necesitamos recuperar las formas cotidianas y sencillas del respeto


a los demás y a nosotros mismos, esto corresponde a un trato basado
en la justicia y en el afecto de caridad que debemos a todos.

Las normas facilitan la adquisición y el mantenimiento de los hábitos de


autonomía y de convivencia. El límite que conllevan introducen el
tiempo de la espera, donde no todo puede ser satisfecho
inmediatamente, fomentando así la paciencia, la reflexión, el diálogo y
la capacidad de tolerar la frustración. De este modo ayudan a madurar
la personalidad, a dirigirnos hacia un ideal, a perfeccionarnos
desarrollando las facultades intelectuales y morales, como afinar los
sentidos, educar el gusto, desarrollar los buenos usos de urbanidad y
cortesía.

Hay que saber aplicar estas normas, con madurez y buen sentido y
aunque las circunstancias varíen y la confianza permita cierta relajación,
“los buenos modales deben ir con la persona, no con la situación, pues
las personas educadas lo son siempre, porque éstos forman parte del
ser, no solo del estar, y de ese modo se convierten en algo natural”

En un monasterio, además, la misma peculiaridad de sus relaciones


hace más necesaria la educación y la cortesía. La estabilidad y la limita-
ción de horizontes humanos puede afectar a la delicadeza de trato
vulgarizando el comportamiento mutuo.

Lo que se desea y pretende no es la rigidez sino la exquisitez caritativa


que nace del amor y seguimiento de Jesucristo.
Será bueno leer todo en forma global y unitaria
3

Para enriquecer las revisiones de vida comunitaria sobre este tema,


añadimos algunas citas de nuestra legislación y versículos apropiados de
la Palabra de Dios.

Cfr. II Cor. 6,3-6


Gal. 5,14-18. 22-26 ,
Const. Fundamental, V
Actas de la IX Asamblea Federal n°26

TRATO

«Es mejor ser que parecer, pero lo perfecto es ser como se debe y parecer como se es»
(274).

I- En la convivencia

Cfr. Prov. 3,27-28


Mt. 5,4.7.9
Mc. 10,42-43
Lc. 17,11-18
I Tim. 5,1-4.17
Regla, 2,12 / 8,45

La convivencia se puede convertir en algo cálido y agradable cuando


uno cuida su modo de ser y de comportarse.
La virtud de la afabilidad no es simplemente amabilidad exterior sino
buscar la alegría serena y el placer de los demás no dando así lugar a la
adulación y el espíritu de contradicción. La cortesía afable intenta
conjugar respeto y sencillez, apertura y discreción, libertad y conside-
ración, no olvidando que «Es fácil la amabilidad eventual con los extraños que
4

nos beneficia sin sacrificio, y difícil, aunque obligadísima, la amabilidad constante


con los propios » (368) y “hay que tratar a los demás como queremos que
ellos nos traten.”

1) Normas generales:
1 Intentar ser siempre la hermana que procura dar sin hacer
ruido ni que desea correspondencia con la que se está a
gusto.
2 Atender con preferente solicitud, bondad, dulzura y
comprensión a las hermanas mayores y enfermas o a las
que sufren por cualquier causa.
3 Ser respetuosas de las diferencias
4 Valorar siempre el servicio que nos prestan.
5 Saber dialogar e interesarnos por los demás.
6 Ser sencillas y suaves al pedir un favor y si alguien nos lo
pide, hacerlo sin vacilar o
excusarnos delicadamente cuando no se pueda complacer.
7 Buscar siempre complacer el deseo y la necesidad de las
hermanas y, en algunos casos,
hasta un capricho, siempre y cuando no sea contrario a la
obediencia.
8 Devolver con prontitud y en buen estado los objetos
prestados y hacerlo entregándolos
en propia mano, en vez de decir: «cógelo tú», «abre aquel
armario», «búscalo», etc.
9 Evitar estrépitos, como el golpear de sillas, puertas, o de
cualquier otro objeto y pedir excusas si se han hecho por
inadvertencia.
10 Disculpar con facilidad y amabilidad las faltas involuntarias.
11 Ser puntual y no hacer esperar a los demás ni llegar con
retraso a los actos comunitarios
o citas. Ante un imprevisto, avisar que se llegará tarde.
12 No cansarse de decir: “gracias”, “perdón”, “disculpa”, “por
favor”….
5

13 Conviene conocerse a sí misma para estar atenta a


compensar con el dominio propio las
tendencias defectuosas o más molestas para los demás.

2) Gestos:
Pequeños gestos de amabilidad, ayuda y servicialidad hacen
enteder que el otro es valioso para uno, por ejemplo:
-recoger algo que se le ha caído a otra persona
-dejar paso
-tomar un objeto a la que va cargada
-mirar el lado positivo de las cosas

3) Modo de dialogar:
La afabilidad también se exterioriza en lo que decimos y en el
modo como lo decimos. Lo que decimos refleja lo que llevamos
en el corazón.
1. Lo primero es el respeto mutuo, a la persona y a las ideas.
Hay que tratar de comprender, poniéndonos en el lugar y
en la situación del otro, aunque esto no signifique aceptar o
estar de acuerdo con su postura.
2. Hay que saber escuchar y dejar hablar, aunque creamos
saber ya lo que nos van a preguntar o a decir. En ese caso
podemos asentir afirmativamente con la cabeza.
3. Hay que pensar antes de hablar y tener la debida prudencia
en las palabras.
4. Si nos interrumpen estando nosotras hablando, hemos de
cortar lo que estamos
diciendo para atender.
5. Hay que usar un tono de voz moderado. Los gritos y
nerviosismos no favorecen el clima de serenidad y calma
necesario para el diálogo.
6. Hay que ser delicadas al exponer algo distinto o desaprobar
algo que se está comentando. Ante la disconformidad
conviene expresarse del siguiente modo: «Tengo entendido
6

que esto es de otro modo...», «Tal vez estoy equivocada,


pero...».
7. Las órdenes en forma de ruego se obedecen siempre con
más facilidad.
8. Hay que evitar hacer comentarios y comparaciones de
cualquier tipo ya que pueden molestar o herir los
sentimientos de otros y afectar su autoestima.
9. No se deben divulgar las confidencias que nos hacen ni
hacer demasiadas preguntas sobre temas personales. Esto es
ser prudente.
10. Hay que evitar toda palabra hiriente, ofensiva o simplemente
irónica, que rompería inevitablemente el clima de amistad
necesario para ese intercambio de ideas que supone y es
todo verdadero diálogo. Tampoco hay que adular, aunque sí
alabar sinceramente lo digno de elogio.
11. Nos hace bien admirar y ponderar las bondades y cualidades
de las personas, en lugar de estar siempre buscando los
defectos.
12. Toda corrección se ha de hacer y recibir con caridad y
humildad, de este modo la verdad nos hará libres.
13. Si, al ser corregidas, notamos que se están equivocando, con
sencillez, respeto y naturalidad, hay que hacer ver que no fue
así.
14. Cuando alguien se equivoca al hablar hay que advertírselo,
disimularlo o disculparlo según el caso, de forma que el otro
no permanezca en su error pero que tampoco se sienta
herido.
15. Cuando una se equivoca hay que reconocer sencillamente el
propio error.
16. Las bromas prolongadas, generalmente cansan, por muy
inocentes que sean.
17. En una conversación es correcto mirar a quien está
hablando y no desviar la mirada hacia otras personas o
lugares dando una sensación de impaciencia o desinterés.
7

18. Es señal de madurez no quejarse, disimular y disminuir todo


lo que provoca la compasión o atención de los demás hacia
nosotros (dolores, achaques, malas noticias, etc.).
19. Al exponer algo, es más correcto decir: «No sé si me
explico bien» que «¿Me entiende usted?».
20. Al nombrarnos en alguna conversación, nos contaremos las
últimas (“sor X y yo”, nunca “yo y sor X”)
21. Es útil estar al corriente del vocabulario moderno para
entablar un diálogo más fecundo con las nuevas
generaciones pero sin caer en la superficialidad.
Habitualmente se debe intentar hablar con la máxima
corrección la propia lengua.

II- En la recreación

Cfr. Prov. 12,18; 15,1


Eclo. 5,13; 8,21-22
Mc. 9,33-37
Lc. 14,7-11
Col. 4,6
Sant. 4,11-12
Constituciones, 6

La recreación es una oportunidad muy buena para proporcionar un rato


agradable a las hermanas. La posibilidad de comunicación fraterna
durante el recreo, como distensión que facilita luego la observancia del
silencio, tan importante en nuestra vida, reclama nuestra participación
activa. La espontaneidad propia de estas circunstancias, no debe ser
excusa para rebajar la calidad de nuestro trato y de nuestras palabras.
No olvidemos que: «El esclavo de sus gustos está incapacitado para la alegría de
la libertad» (1.206).
8

1) Normas generales:
1. Al comienzo de la recreación, es un gesto de delicadeza
guardar los lugares mejores para las hermanas mayores y
colocar sillas libres para las que, por su oficio, llegan tarde.
2. No se deben llevar a la recreación objetos indecorosos o su-
cios, aun para limpiarlos o trabajar en ellos.
3. Con las visitas hay que ser corteses y prestarles el interés y la
atención debida.
4. No hay que cruzar la conversación. Para ello, conviene a
veces cambiarse de lugar, dando una explicación amable.
5. Cuando tres están hablando, es incorrecto ponerse a hablar
dos entre sí, prescindiendo de la tercera. Aunque la índole
de la conversación pida que dos intervengan principal-
mente, siempre es posible dirigirse de cuando en cuando a la
otra hermana y hacerla participar.
6. No es educado hablar largamente de sí misma, de la
propia familia, amistades, intereses, o de las propias penas o
enfermedades.
7. Nunca hay que criticar a quien está ausente y cuando se
alaba a alguien, no se han de resaltar defectos o notas
negativas de esa persona por parte de las que escuchan.
8. Se deben evitar las discusiones o cualquier viso de
murmuración, cambiando con habilidad la conversación.
9. El descontento o el mal humor no hay que dejarlo traslucir.
10. La risa y la sonrisa entre nosotras debe ser signo de
comunión. No debemos sonreír ni ceder al mal ni al error.
Si nos encontramos con personas que desconocen el motivo
de nuestra risa, conviene evitarla, a no ser que se dé una
explicación.

2) Medios de comunicación:
Ante los muchos requerimientos y novedades que se presentan
a través de los medios de comunicación, el agobio de lo
instantáneo y la incapacidad de saber esperar, es preciso
discernir bien el lugar que ellos ocupan en nuestras recreaciones.
9

Como ayuda para cuidar los momentos de encuentro fraterno


pueden servir las siguientes
sugerencias:
- no fomentar las películas y demás tipos de distracciones que
ofrece internet
- ser delicadas y prudentes a la hora de compartir fotos y videos
familiares, exponiéndolo previamente al parecer de la priora.
- silenciar los celulares y saber esperar para revisar el correo
electrónico o WhatsApp
- apartarse de la recreación cuando sea necesario atender una
llamada personal.

III- En el trabajo

Cfr. Prov. 12,18 / 15,1


I Tes. 5,12-14 I Pe. 4,10-11
Constituciones: 104, 107, 108
Regla: 8,46; 10,59.60.63

La gozosa participación y ayuda entre todas es un testimonio


valiosísimo de fraternidad y servicio a los hermanos que contrarresta la
actual mentalidad consumista y competitiva. Priorizar lo importante nos
ayudará a no dejarnos atrapar por lo urgente.

1. Se debe acudir con toda puntualidad para comenzar el trabajo


asignado.
2. La responsabilidad de cada una será necesaria para que el
trabajo encargado se pueda entregar en tiempo oportuno.
3. La encargada procurará crear entre sus colaboradoras un
clima de confianza, paz e interés por el trabajo y las ayudantes
ser receptivas a las insinuaciones de quien les enseña, mostrando
interés y gratitud.
4. Ayuda mucho a la buena marcha del trabajo y al ambiente de
distensión, el que todas se muestren disponibles para cualquier
10

cosa que se les encargue, poniendo a disposición de la


comunidad sus dones y creatividad.
5. Los posibles defectos en las que están aprendiendo
deben corregirse con palabras amables; igualmente aquellas
deficiencias de las que no son hábiles para determinados
trabajos, las cuales deben ser comprendidas y corregidas con
benevolencia y discreción.
6. Se ha de procurar que durante el rezo del rosario y la lectura no
sea necesario dar indicaciones a fin de no molestar y de atender
a lo que se está escuchando, para esto se ha de prever antes lo
necesario.
7. Los utensilios de trabajo han de dejarse limpios y ordenados al
concluir la tarea. Si alguna hermana, ajena al trabajo, precisara
alguno de ellos, ha de devolverlos puntualmente limpios y sin
desperfectos. Si fueran necesitados con frecuencia, hay que
proveerse de ellos para no entorpecer la marcha de la oficina
correspondiente.
8. Si algo se rompe se debe avisar para que sea repuesto.
9. Llevar con paciencia los desperfectos de la tarea nos hará crecer
en la virtud y aunque quede algo por hacer, elogiar lo hecho
nos ayudará a seguir trabajando.

IV- En el locutorio

Cfr. Prov. 18,13


Eclo. 8,21-22
Mt. 5,16
Col. 4,5-6

Los que nos visitan deben recibir de nosotras la grata impresión que
cabe esperar de quien vive en trato habitual con el Señor. Se trata de
conjugar la cercanía y acogida creando un espacio humano y cristiano
"agradable" que favorezca el encuentro mutuo y con Dios. Recordemos
11

que «Todos los hombres, por irreligiosos que sean, saben cómo debe ser el religioso, y
reclaman que lo sea» (1.506).

1. Se debe cuidar la belleza y pulcritud de los lugares de acogida.


2. Asimismo, debemos cuidar nuestra presentación, ya que con
nuestra forma de vestir comunicamos la importancia que le
damos a ese encuentro y a las personas que están presentes. Por
esto no se debe recibir visitas con vestido de trabajo.
3. Cuando se está con una visita produce muy mala impresión
mirar la hora y mostrarse impaciente.
4. Si nos dan un sobre con un donativo, no debe abrirse delante
del donante.
5. En una visita comunitaria, se debe atender con interés y no
hablar las hermanas entre sí.
6. Si una hermana llega tarde al locutorio en una visita para la
comunidad, puede hacer un gesto de saludo sin interrumpir al
visitante en su conversación o esperar el momento oportuno
para saludar y pedir excusas por el retraso si es necesario.
7. Antes de retirarse se debe dirigir un afectuoso saludo de
despedida. Es de buena educación enviar saludos o recuerdos a
los familiares más cercanos, indicando el nombre si hay
familiaridad.
8. No se debe abandonar el locutorio antes de que la visita haya
salido del mismo.

V- En la comunicación

Cfr. Prov. 15,1


Eclo. 8,22
Col. 4,5

1) En el teléfono (móvil o fijo):


12

1. Al comunicarnos con otra persona, hay que procurar


siempre las horas más convenientes, evitando molestar a
horarios inoportunos como ser: el descanso, las comidas, las
horas de coro, etc.
2. Al llamar, se pregunta primero si es la casa de tal o de cual,
tal oficina, tal empresa, tal convento, etc. Si contestan
afirmativamente, pídase que se ponga, por favor, «X»...
3. Si llamaran equivocadamente, seamos corteses, sabiendo
comprender el error.
4. Se ha de atender las llamadas con prontitud para evitar a los
demás pérdidas inútiles de tiempo.

2) En el texto escrito:

Cfr. Eclo 8,21


Col. 4,6 2
Tim. 6,20
I Pe. 1,15-16

5. Nuestra comunicación epistolar ha de tener un motivo y


razón. Hacerlo innecesariamente demuestra pérdida de
tiempo para el destinatario y sobra del mismo en el
remitente.
6. Si se trata de una carta escrita a mano, debe ser hecha en
letra clara e inteligible y si está escrita desde una
computadora o teclado virtual no se deben abreviar
sistemáticamente las palabras.
7. Los inconvenientes de una conversación son más fáciles de
reparar que los de un texto escrito, por esta razón hemos de
ser prudentes, el texto debe ser claro y conciso, sin
explicaciones innecesarias que alargarían indebidamente la
extensión de la carta o mensaje.
8. Se debe cuidar mucho la ortografía.
9. Según a quién vaya dirigida la carta deberá ser escrita en un
formato informal o formal.
13

10. En la carta que va a ser llevada por alguien personalmente,


en vez de la dirección completa, se pone solamente el
nombre del destinatario y abajo “atención o gentileza de …
(la persona que la lleva) ”.
11. Las cartas de recomendación que se dan al recomendado,
no se cierran.
12. Cuando alguien esté leyendo o escribiendo, ya sea en
computadora o en papel, no debemos colocarnos cerca para
conocer el contenido y si se nos comparte algo nos
limitaremos a escuchar, ya que pudiera haber algo que se
desea omitir.
13. Lo primero que se pone es lo que interesa al destinatario y
no lo que me interesa a mí.
14. En discursos o cartas dirigidas a personas de la jerarquía
eclesiástica o con cargos públicos en el gobierno, se utiliza el
título completo. En general, es correcto lo siguiente:
— Al Papa: Santo Padre.
— Presidente del Gobierno: Excelencia.
— Cardenales: Eminencia.
— Arzobispos y Obispos: Excelentísimo y Reverendísimo
Señor (se escribe
Excmo. y Rvdmo. Sr.).
— Abades Mitrados, Vicarios Generales o Capitulares,
Miembros de la Rota,
Superiores de las Congregaciones Romanas: Excelentísimo.
Sr.
— Ministros, Embajadores, Gobernadores, Directores
Generales, Presidentes
de Autonomías, Diputaciones, Audiencias, Alcaldes de
grandes ciudades,
Rector de la Universidad, Condes, demás títulos nobiliarios
y Grandes de
España, Generales de División y de Brigada, Almirantes,
tienen el tratamiento
de Excmo. Sr. o Ilustrísimo Sr. (Ilmo. Sr.).
14

15. Sin embargo, en la conversación ordinaria es más frecuente


decir: «Señor Obispo» o «Monseñor», «Señor Alcalde»,
«Señor Marqués», o sencillamente «Marqués», etc.
16. Las abreviaturas más corrientes son las siguientes:
— Señor: Sr.
— Don: D. Doña: D.a.
— Señora: Sra.
— Señorita: Srta. (cuando la joven tiene títulos académicos:
D.a).
— Ilustrísimo Señor: Ilmo. Sr.
— Excelentísimo Señor: Excmo. Sr.
— Reverendísimo Padre Maestro: Rvdmo. P. Mtro.
— Reverendo Don: Rvdo. D.
— Eminentísimo Señor: Emmo. Sr.
— Vuestra Excelencia. V.E.
— Vuestra Ilustrísima: V.I.
— «Agustín Hermanos y Compañía, Sociedad Anónima»:
Agustín Hnos. y Cía., S.A.

3) En las redes sociales:

17. Más que nunca, son hoy los medios de comunicación


(revistas, videos, páginas web, programas de TV, twitter,
etc.), canales de evangelización. Nuestra eventual
participación en estos medios reclama una mayor atención a
nuestro modo de presentarnos a través de ellos. No
podemos dejar de ser un testimonio visible y real de la
Verdad y del Amor.
15

VI- Con los superiores

Cfr. Mt. 12,18-19


Mc. 10,42-45
Lc. 14,7-11; 17,11-18
I Tes. 5,12-14
I Tim. 6,2
I Pe. 2,13-14; 4,11
Regla: 11,70

A los superiores se les debe respeto, delicadeza y gratitud, compaginado


con un trato sencillo, cordial y confiado. La confianza y la cortesía
deben siempre ir de la mano. En nuestro trato con ellos se recomienda:

1. Cuando la monja es requerida a conversar en privado, no debe


presentarse desaseada, ni con atuendo de limpieza.
2. Se debe escuchar sin interrumpir. Cuando se tengan razones
para replicar, deben exponerse con sencilla franqueza y respeto,
porque el callar demostraría desconfianza e insinceridad.
3. Entablar una discusión insistente y retadora en alta voz, es un
comportamiento impropio de una religiosa.
4. Se debe dar las gracias con naturalidad cada vez que
comprobamos o recibimos una muestra de amabilidad o desvelo
por parte de la superiora, sin considerar obligadas o debidas esas
delicadezas para con nosotras.
5. Si la superiora llega de improviso cuando se está hablando en un
grupo, no debe cambiarse la conversación, a no ser que ella
muestre deseos de hacerlo.
6. Cuando hay que pedirle que acuda a un lugar determinado, o
bien que haga algo, no debe usarse el imperativo, sería
incorrecto, sino que haga tal o cual cosa «por favor», «si lo cree
conveniente», o frases equivalentes.
7. Conviene no entregarle objetos o papeles escritos fuera de
su habitación o despacho.
16

8. Para entrar en el despacho, llamaremos con delicadeza a la


puerta si estuviera cerrada y solicitaremos permiso para entrar.
9. Se le debe abrir la puerta cuando va a pasar y cederle el paso
cuando se sube o baja la escalera a su lado.
10. No se debe ocupar su puesto en el caso de que se ausente.
11. Cuando se camina a su lado hay que cederle la derecha.
12. Cuando está dando avisos o informaciones, hay que escucharla
hasta que termine.
13. En el locutorio, hay que presentarla a las personas que no la
conozcan y viceversa.
14. También los superiores han de tener en cuenta estas mismas
normas de cortesía para con los otros, a quienes desean servir
con sencillez.

VII- Huéspedes

Cfr. Dt. 10,19


Jue. 19,20
Mt. 2535
Rm. 12,13
I Pe. 4,9

Para las huéspedes que llegan a nuestro monasterio, es muy útil tener
en cuenta:
a) Recibirlas con muestras evidentes de satisfacción y no
preguntarles cuanto tiempo van a estar entre nosotras.
b) Llevarlas a saludar al Señor en la Capilla.
c) Invitarlas a tomar algo, fresco o caliente, según la estación.
d) Acompañarlas a la habitación e informarse si les falta algo y
guiarlas en los primeros días
a las diversas dependencias.
17

e) Prestarles atención y acogida, pero con la libertad de


movimientos de quien ha de
sentirse en su casa.
f) Al recibirlas o despedirlas hacerlo con alegre naturalidad,
pero sin aprovechar la ocasión
para charlar en corros entre las hermanas.

II

MODALES

La distinción de una persona se revela por sus modales, es decir, en el


trato delicado para con el prójimo.
Los buenos modales benefician, primero, a quien los vive: la elegancia
es, ante todo, una cualidad del alma. Por el contrario, la relajación que
hoy se advierte en cuanto a las formas, en un afán por reivindicar el
concepto de naturalidad que tanto se ensalza, nos perjudica.
Conocer algunas normas concretas para conducirnos resulta necesario.

«Las deficiencias que nos son más propias son las que menos
solemos ver» (281).

VIII- En la Capilla

Cfr. Miq. 1,6-10


Mt. 21,12
St. 43
Regla: 3,13
18

El recogimiento ha de nacer de dentro y se debe manifestar en toda la


actitud de la monja. Estas delicadezas y detalles de cortesía amorosa
con el Señor son actos de fe en su presencia y exteriorizan la dignidad
del lugar y la misión que allí realizamos. La conciencia de estar orando
con Cristo, que preside la asamblea y que está realmente presente en el
Sacramento del Altar, nos invita a dejarnos introducir en su misterio.
Atención interior del corazón (contemplación) y trabajo corporal
(ascesis) serán camino hacia la plenitud del amor.

1. Al entrar o salir, la genuflexión o inclinación profunda debe ha-


cerse muy bien, ni demasiado rápida ni demasiado lenta.
2. Mirar por curiosidad a los que entran o están en la capilla nos
distrae y da mala impresión.
3. Se ha de mostrar una actitud interesada en las pláticas, homilías,
conferencias, etc., aunque a una le resulte poco ameno el
predicador.
4. Hay que cuidar mucho de que las flores estén frescas y no
consentir ornamentos u ornamentaciones impropias del lugar
sagrado.
5. A la Eucaristía debería irse siempre con zapatos o zapatillas
equivalentes.
6. No se debe ir al coro con el hábito en desorden, lleno de
manchas ni con calzados viejos o desaseados.
7. No se debe recibir el Sacramento de la Reconciliación con
vestuario de trabajo.
8. Hay que evitar mirarse las manos, arreglarse con frecuencia el
velo, o los pliegues del hábito, etc.
9. Hay que guardar silencio de palabra y de ruidos, evitar dar
recados o hacer observaciones que puedan guardarse para
después.
10. Aunque se experimente cansancio se ha de evitar adoptar pos-
turas que fomenten el sueño y den la sensación de flojedad (
ver: XIII.1.c. )
11. En el rezo litúrgico, el libro o texto para el mismo, ha de
mantenerse alto, no a la altura de la cintura.
19

12. Es incorrecto arrodillarse o sentarse sin ponerse en pie


primero, lo mismo que resbalar desde el asiento al arrodillador,
o viceversa.
13. No se debe tomar asiento hasta que el presidente de la
asamblea lo haga, y levantarse al mismo tiempo.

IX- En la calle y en el exterior

Cfr. Prov. 19,19


Mt. 5,47-48; 7,12
Mc. 9,33-37
Col. 3,17

Cuando haya que salir de la clausura se ha de cuidar el espíritu religioso


propio de la consagrada.

1. La barandilla de la escalera se debe ceder a la persona que


baja o a la de más edad o dignidad, lo mismo que la acera.
2. En medio de las calles o aceras no hay que detenerse
obstaculizando el paso.
3. Se debe dar siempre ejemplo de civismo, respetando las leyes
de circulación, las señales de tráfico, usando las papeleras
públicas y cuantas indicaciones contribuyen a mantener el
orden y la limpieza ciudadana.
4. Hay que procurar llevar siempre monedas sueltas para no
hacerse la desentendida cuando pide limosna un pobre.
5. Para subir o bajar de un vehículo, debe subir primero la
persona de más edad pero al bajar lo hace primero la más
joven para luego ayudarle a descender.
6. Cuando estamos rodeadas de personas extrañas (autobús,
metro, etc.), hay que hablar en voz baja y tener mucho
cuidado que lo que decimos no sea censurable por los que
puedan estar pendientes de nuestra conversación.
20

7. Hay que ceder el asiento a viajeros de edad o evidente


debilidad física.
8. Es educado saludar y despedirse al entrar y salir de un lugar
(consultorio médico, negocio, oficina, etc.)

X- En las clases y conferencias

Cfr. Prov. 15,12.14.21; 17,10


Mt. 7,12
I Pe. 4,8; 5,5

Debemos hacer amable y gratificante el esfuerzo de quien colabora en


nuestra formación con sus clases o conferencias. Por ello, debemos
tener en cuenta:
1. No se debe tomar asiento hasta que lo haya hecho el
conferenciante o el que preside la reunión. Nadie debe
levantarse cuando acude un superior de grado menor.
2. Al hacer preguntas en las clases o responder a las cuestiones
que se nos planteen, es siempre preferible cierta educada
timidez en nuestras intervenciones que una suficiencia
entrometida.
3. No es delicado curiosear con la mirada los apuntes, papeles,
etc., que haya sobre la mesa del conferenciante.

XI- En las visitas y presentaciones

Cfr. Prov. 18,13


Lc. 7,44-46
I Cor. 133
II Cor. 63
I Pe. 4,9-10
21

1. Si al llegar hay varias visitas, después de saludar a los dueños


de la casa, puede hacerse un saludo común a los demás; si
éstos son pocos, es preferible saludar a cada uno. Lo mismo al
despedirse.
2. El saludo (tender la mano, etc.) de ordinario debe partir de la
persona de más categoría. Entre iguales, se hace
simultáneamente. El adelantarse a saludar es señal de
distinción.
3. Las personas atentas, cuando han recibido una visita, salen
a despedirla hasta la puerta
4. Para presentar una persona a un grupo, hay dos casos:
a) si el grupo es de menos importancia, se presenta éste a la
persona de más dignidad,
diciendo desde un principio: «Madre, le presento a
mis hermanas de...»;
b) si quien llega es de menor importancia, dirigiéndose al
grupo se hace así la presentación: «Les presento a Sor Fulana
de Tal...»
5. Cuando hay confianza, al hacer la presentación se puede decir:
«¿No conoces a...?», indicando su nombre. No omitir el
nombre de ambos presentados, pues puede quedarse uno de
ellos sin saber a quién es presentado. Las fórmulas que siguen
a la presentación pueden ser: «Me alegra conocerle».
«Encantada...», o similares. Al despedirse, es costumbre
repetir las frases de mutua complacencia por la presentación.
6. Cuando se ha entablado una conversación con un interlocutor
desconocido, es de buen tono aprovechar cualquier momento
propicio de la conversación para darse a conocer. Al menos,
al despedirse, se han de intercambiar los nombres.

XII- En las comidas

Cfr. Prov. 23,1-3.20; 25,16


Eclo. 31,19-24
22

Mc. 9,33-35
Lc. 14,7-11
I Cor. 13,5 y II Cor. 6,3
I Pe. 1,15-16
Regla: 4,15.16 / 5,17 a 22

En la mesa es uno de los momentos en los que más se nota la


educación de una persona.

1. En general, cuando se está en el refectorio, se debe tener la


vista recogida, sin afectación y sin fijarse en lo que se sirven las
demás, ni en cómo éstas lo toman.
2. Al sentarse, no se debe arrastrar la silla, sino levantar
suavemente las patas, sin hacer ruido.
3. El cuerpo, sin rigidez, debe estar erguido. Es incorrecto
inclinarse sobre el plato con los codos sobre la mesa.
4. Para poder comer más libremente, se puede hacer un pequeño
doble en las mangas, para no mancharlas acordándose de des-
doblarlas al terminar la comida.
5. Hay que evitar demostrar la falta de apetito comiendo
demasiado despacio y, asimismo, comer tan rápidamente que
denote voracidad.
6. Es incorrecto escoger y palpar el pan hasta encontrar el
trozo más apetecible. Al servirse cualquier cosa debemos
tomarlas con los cubiertos de servir.
7. Si quema mucho la sopa, se puede remover un poco con
la cuchara. Cuando hay confianza, se puede soplar un poco
con delicadeza. Lo mismo hay que decir para la taza de leche o
café.
8. Hay que cuidar de no hacer ruido con los cubiertos y con las
cosas que tenemos a nuestra disposición.
9. No se debe beber de una sola vez un vaso de agua o una taza
de leche, ni hacerlo antes de comenzar el primer plato.
Tampoco beber con la boca llena o mientras se está masticando
un bocado.
23

10. Para limpiarse los labios, antes y después de haber bebido, se


usa la servilleta.
11. Los vasos o las tazas no deben llenarse hasta el borde.
Mientras se bebe, no hay que respirar dentro del recipiente,
ni mirar alrededor, ni dejar la cucharilla dentro.
12. Es incorrecto beber ruidosamente o masticar con la boca
abierta.
13. El pan se sostiene con la mano izquierda procurando que el
trozo sea pequeño para tomarlo de una sola vez.
14. Las salsas y la yema del huevo se toman poniendo un trozo de
pan en el tenedor.
15. Al servir la leche o cualquier infusión, no debemos vaciar en
la taza hasta la última gota de la cafetera. Asimismo, si se sirve
el café o el té separados de la leche, se echa en la taza en último
lugar la leche. Nunca debe llevarse la jarra o la cafetera sin un
plato bajo la misma, sosteniendo éste con la izquierda y
sirviendo con la derecha. Tampoco llevar en una mano el
recipiente de la leche y en la otra el del café.
16. Cuando algo nos falte, hemos de pedirlo con sencillez a la
persona que tenemos a nuestro lado o a la encargada. De ahí
que conviene, al sentarse, comprobar si le falta algo a mi vecina
de mesa.
17. Al comer, hay que extraer cuidadosamente de la boca las
espinas y huesos de fruta, a ser posible sobre el tenedor.
18. Los cubiertos han de tomarse siempre por el mango.
19. La cuchara y el tenedor se llevan a la boca, levantando el
antebrazo y dejando el codo bajo.
20. Para los alimentos blandos que se pueden trocear con el
tenedor, no es necesario usar el cuchillo. Se corta el pedazo que
va a llevarse a la boca no todo el alimento desde un principio.
Es incorrecto morder en partes el bocado que nos llevamos a la
boca con el tenedor y también llevarlo a la boca con el cuchillo.
21. No se deben tomar bocados demasiado grandes. Tampoco
es correcto hablar con la boca llena, ni hablar a quien la tiene,
porque no es oportuno que nos conteste así.
24

22. Puede tomarse con los dedos, delicadamente, el pan


frito, las empanadillas, los pastelillos y dulces pequeños que
no manchan, las cerezas, uvas, ciruelas pequeñas (frutas que
han de lavarse primero) y aquellos alimentos que por su índole
no requieren usar cubierto.
23. Las manzanas, peras, naranjas, no se deben pelar en espiral
sino cortarlas en cuatro o más trozos, separando la piel con
el cuchillo. Las mandarinas y los higos pueden tomarse con las
manos.
24. Sólo hemos de servirnos el pan y el alimento que vamos a
ingerir en esa comida, si algo no se toma y queda limpio, hay
que apartarlo para devolverlo a la cocina.
25. Si se recogen los platos usados en un carrito, conviene
limpiarlos ligeramente y apilarlos colocando los desperdicios en
un recipiente colocado para este fin. Todo ello en el clima de
confianza habitual.
26. Al terminar la comida, no se recogen las migas por las
comensales, sino, luego, por la encargada de limpiar las mesas.
27. Al limpiar las mesas, si hay hermanas que todavía están
comiendo, convendrá que se empiece por aquellas mesas libres
a fin de no apurarlas.
28. Cuando algún cubierto o vaso falta a alguien, se le ha de llevar
sobre un plato.
29. Ante ciertos invitados, superiores de la Orden o
diocesanos, miembros del gobierno, etc., debemos procurar
alternar la colocación de religiosas y sacerdotes. En las mesas
presidenciales, los de mayor dignidad, considerando siempre
la derecha del presidente el lugar de la superiora y así
sucesivamente, ellos y ellas.
30. Para estos casos se cuidará los siguientes detalles:
− Si se ve conveniente ante el plato de los invitados puede
colocarse una tarjeta con su nombre.
− Cada dos puestos habrá salero, jarra con agua o bebida, panera
etc
25

− Antes de servir el postre se debe retirar aquello que ya no se


necesitará.
− Hay que conversar con las personas de ambos lados; es
descortés dirigirse a una sola predominantemente.
− No se debe insistir a la persona que rehúsa el vino y demás
bebidas.
− La comida se trae en una fuente distinta a la de la comunidad,
adecuada en tamaño a la cantidad de invitados y con utensilios
para servir.
− Los platos usados se retiran utilizando una bandeja, nunca se
amontonan uno sobre otro ni se toca o apartan los
desperdicios.
− El vino se sirve por la izquierda y la copa se llena hasta sus 2/3
partes.
31. Modo de disponer los cubiertos:
Se ha de hacer con atención y cuidado, fijándose que queden
bien rectos y ordenados.
* Los tenedores con los dientes hacia arriba, a la izquierda.
* Los cuchillos con el filo hacia el plato, y las cucharas, a la
derecha.
* Los cubiertos de postre —si se ponen— podrán colocarse
horizontalmente ante el plato. En estos casos, el mango de la
cucharita y del cuchillo va hacia la derecha y el del tenedor
hacia la izquierda.

Puede ser ilustrativo el siguiente grabado


26

XIII- Gestos y ademanes

Cfr. Mt. 7,12


II Cor. 6,3-6; 8,21
Regla: 6,25

Son las posturas diversas y las manifestaciones del rostro, movimientos


o expresiones corporales con que acompañamos nuestras palabras y
actuaciones. Han de ser moderados y no llamar la atención.

1. Especialmente cuando estamos delante de otras personas se ha


de procurar:
a) Al toser, carraspear, estornudar o bostezar:
- taparse la boca con el pañuelo o la mano.
- torcer la cabeza hacia donde no haya nadie
b) Al sonarse la nariz:
- hacerlo con un movimiento rápido, discreto y
volviéndonos ligeramente hacia un lado.
- cuidar de no hacerlo estrepitosamente o prolongadamente
- llevar siempre muy limpio el pañuelo.
En estos casos, cuando alguien está leyendo o hablando,
siempre que sea posible,
27

debemos esperar a que haga una pausa para hacer ruido o, si


es necesario, salir del recinto
hasta serenarnos.
c) Sentarse correctamente:
- no encorvarse ni sostener la cabeza sobre la mano
totalmente inclinada hacia un lado
- no recostarse demasiado en el asiento, estirando las piernas
con indolencia
- no tener las rodillas muy separadas ni reclinar sobre las
mismas los antebrazos o
codos.

2. Otros gestos impropios que se han de evitar:


- secarse el sudor ostensiblemente
- morderse las uñas o pieles de las manos.
- limpiarse las gafas con el escapulario
- andar con las manos en los bolsillos
- acercar la cara demasiado a la de alguien a quien hablamos o
accionar demasiado cerca
- contener el aliento cuando es preciso acercarnos a hablar a
alguien en voz baja.
- curiosear con la mirada los objetos o papeles que haya sobre la
mesa al entrar en un
aposento ajeno.

3. La afabilidad se exterioriza también en la expresión corporal de


apertura, por ejemplo:
- manteniendo un semblante sonriente y amable con todos.
- no cruzando las piernas ni los brazos
- no dando la espalda a quienes están a nuestro lado
- poniéndonos en pie para hablar con quien se dirige a
nosotras en esta postura
- señalando con la mirada o la cabeza nunca con el dedo
28

III

ASEO Y ORDEN

«Nos desconocemos tanto, que no nos conoceríamos si nos viéramos


como somos» (279).

En nuestra vida comunitaria es del todo imprescindible la limpieza, así


como el orden y colocación adecuada de todas las cosas. Esto hace
amable la convivencia y facilita el desarrollo diario de todas las tareas.

XIV- Este aseo y orden lo tendremos en cuenta a tres niveles


distintos:

1) En el monasterio

Cfr. Mt, 7,12


I Pe. 4,10
Regla: 8, 45

En todo hemos de cuidar que los demás encuentren las cosas como
desearíamos nosotros encontrarlas.

a) Las dependencias de nuestro uso, especialmente el cuarto de


baño, duchas, etc. deben quedar limpias y arregladas y las cosas
ordenadas y cada una en su sitio (útiles de limpieza,
herramientas de trabajo o de huerta, delantales y útiles de
cocina, etc.).
b) En cualquier dependencia, si encontramos agua vertida, objetos
caídos al suelo, o en disposición contraria a la adecuada, no
hemos de pasar de largo dejando su limpieza o arreglo para
la encargada u otra hermana que venga después.
29

c) La celda, o habitación personal, hay que tenerla siempre


ordenada y limpia, hasta en los pequeños y ocultos
pormenores, bien ventilada, respirando sencillez, feminidad y
pobreza a un tiempo.
d) Cuando hayamos de hospedarnos en lugar distinto del nuestro
se dejan bien doblados los elementos que no se han usado o que
no han de ir al lavadero (mantas, etc.) y, en otro lugar,
ligeramente doblados con negligencia, cuanto haya de lavarse:
sábanas, fundas, toallas, etc.
e) En los servicios sanitarios ha de brillar nuestra pulcritud, usando
agua, escobillas y demás elementos de aseo que lo faciliten.
f) Las celdas de las enfermas hay que procurar que estén bien
limpias y ventiladas, pudiendo utilizarse ambientadores para que
apetezca visitarlas. Es un detalle de fraternidad procurarles y
renovarles las flores

1) En las diversas oficinas y responsabilidades

Cfr. Regla: 8,46

a) Cuando una religiosa es limpia y aseada en sí misma, no acierta a


tener sucias o en desorden las cosas de su uso, aunque no las
tenga que compartir. Ha de tener los lugares y diversos útiles de
trabajo como si debiera hacer entrega de ellos en breve
espacio de tiempo a una nueva encargada.
b) No ha de proyectar sobre las oficinas de su incumbencia la
ornamentación que no puede tener en su celda por motivos de
pobreza. La limpieza y la estética pueden hacer de un recinto
pobre un lugar alegre y acogedor. Recordemos: «La suficiencia
remedia las necesidades, el exceso las aumenta. No hay mejor lujo que no
necesitarlo» (1.211 y 1.216).
30

2) En lo personal

Cfr. Mt. 7,12


Rom. 13,14
Regla: 6,23 / 8,46 / 9,54 / 9,57

a) En tiempo de calor, hay que lavarse siempre que sea


necesario a lo largo del día, para evitar los malos olores.
b) Hay que cambiarse la ropa lo suficientemente como para
que el olor de sudor no se perciba nunca. Para ello hay que
poner los medios oportunos, aunque no es propio de una
religiosa el excesivo perfume.
c) Las uñas han de estar siempre bien limpias y cortas.
d) Se debe llevar siempre limpio el calzado.
e) Los hábitos han de estar limpios y pulcramente colocados.
Hay que evitar los rotos y la suciedad, por la propia dignidad
y por respeto a los demás.
f) Siendo el hábito el distintivo por el que nos identificamos
con nuestra Orden, es
impropio llevar ropas de abrigo de colores que puedan
apreciarse desde el exterior.
g) Hay que procurar que la indumentaria para ir o venir
del baño sea digna
decorosa al igual que las batas de trabajo.
31

CONCLUSIÓN

«Son necesarias normas que abran cauces a la vida, pero sin reducirla indebidamente
a sus estrecheces. Los cauces para el río, no el río para los cauces» (n. 747).

Como comunidad de monjas dominicas contemplativas, tenemos el


desafío de hacer cada día más patente la belleza de nuestra koinonía
evangélica. La consagración por entero a Aquel que encierra toda
belleza, bondad, orden y armonía, ha de impulsarnos a irradiarle, si
vivimos para contemplarle y adorarle.

La Iglesia hoy nos sigue animando a renovarnos en nuestra especial


sequela Christi :

“Se deja oír una vez más la necesidad de la formación continua -


nueva filocaia- que abra, dé cuerpo e impulse en nosotros, los
consagrados y las consagradas, el habitus contemplativo:
«Prestar atención a la belleza y amarla nos ayuda a salir del
pragmatismo utilitarista. Cuando alguien no aprende a detenerse
para percibir y valorar lo bello, no es extraño que todo se
convierta para sí mismo en objeto de uso y abuso
inescrupuloso». El papa Francisco nos invita a la pasión por el
empeño educativo según una espiritualidad ecológica que «nace
de las convicciones de nuestra fe, porque lo que el Evangelio
nos enseña tiene consecuencias en nuestra forma de pensar, de
sentir y de vivir». Una espiritualidad que llama a la conversión y,
por tanto, a una ascesis en la cual, reconociendo nuestros
modos de vida a veces desequilibradamente inclinados hacia la
acción rutinaria, nos obligamos a ejercitarnos para transformar
lo más profundo de nuestro ser: «Los desiertos exteriores se
32

multiplican en el mundo porque se han extendido los desiertos


interiores». Para fecundar el desierto albergamos en nuestra vida
interior, fraterna y misionera, las semillas del cuidado, de la
ternura, de la gratitud, de la gratuidad y del gozo que saborea las
cosas pequeñas y simples, el gusto por el encuentro y el servicio,
«en el despliegue de los carismas, en la música y el arte, en el
contacto con la naturaleza, en la oración» (Contemplad n°62)

“Todo tiene que ser escrutado en el discernimiento e iluminado


por la belleza del Misterio que habita en nosotros”. De esta luz
hay que dar razón en humanidad y en medio de la humanidad:
consagrados como «ciudad sobre un monte que habla de la
verdad y el poder de las palabras de Jesús» (Contemplad n°63)

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