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Jédu Sagárnaga
Introducción.
Se establece, además, y en base al propio relato de von Tschudi, que la pieza se hallaba en
Tiwanaku, en poder de cierto poblador, cuando él se adueñó de la misma en un acto poco
honorable.
Ilustración 1. J.J. von Tschudi Otras obras suyas hablan de sus esfuerzos en favor de la
historiografía y lingüística andinas, pero también de su procacidad al haberse apropiado de
manera arbitraria de materiales que más tarde acarreó a casa: “Die Kechua-Sprage” (Viena
1853); “Reisen Durch Südamerika” (Leipzig 1866-69); “Organismus der kechua-sprache”
(Leipzig 1884); “Kulturhistorische und sprachliche Beitrage zur kenntnis des alten Perú”
(Viena 1891).
Destaca una estatuilla tallada en piedra verduzca, y consignada con el código: “BHM Inv.
Pe 145”4. En los registros del museo aparecía la pieza como procedente de Arequipa,
aseveración que fue desmentida por Rowe hace más de medio siglo.
John Howland Rowe (1918–2004)5 publicó en 1958 un artículo de capital importancia para
nuestros actuales propósitos, bajo el rótulo de “Las Aventuras de Dos Estatuas Pucara”6.
En su libro sobre Tunupa y Ekako7, Ponce Sanginés utilizó parcialmente el texto de Rowe
1 Sagárnaga 1993
2 Datos extractados del texto de Henking 1959, trad. de A. Meyers.
3 Trad. de A. Meyers
4 Información proporcionada por Elizabeth Salguero
5 Arqueólogo y antropólogo norteamericano, estudioso de la civilización andina prehispánica y colonial, en
“Una segunda pieza escultórica Pucara, que también tiene una historia, se ha
publicado dos veces, pero en lugares donde no ha atraído la atención. Es una
estatuilla muy bien conservada en la sección etnográfica del Bernisches
Historisches Museum en Berna, Suiza. Berna no es uno de los lugares más
obvios para buscar una antigua escultura peruana.
3
“La estatuilla de Berna tiene sólo unas 6¼ pulgadas de alto. Se hizo de una
piedra de color verdosa oscura con una vena blanca que fue utilizada por el
escultor para marcar el punto de unión entre la cabeza y el cuello. Los ojos y las
orejeras son huecos, probablemente para incrustaciones que ahora han
desaparecido. Parece haber un hueco en el copete, apenas visible en la vista
trasera. Sólo la cabeza está tallada en redondo; el cuerpo es simplemente un
bloque de piedra con los detalles indicados en bajo relieve y por incisión.
“El Museo de Berna adquirió esta estatuilla en 1929 como parte de una
pequeña colección de antigüedades peruanas comprada del Sr. Gilg von
Tschudi de Berna. La colección había sido formada por su abuelo, el
distinguido naturalista, diplomático y anticuario, Johann Jakob von Tschudi,
en un viaje a Bolivia y Perú en 1858. Los registros del Museo no dan ninguna
información más allá de la sugerencia errónea que el coleccionista adquirió la
estatuilla en Arequipa.
9 Este es el texto original de Rowe: 5
The statue in Cuzco has never previously been published. A second piece of Pucara sculpture, which also has a
story, has been published twice, but in places where it has not attracted attention. It is a very well preserved
statuette now in the Ethnographic Section of the Bernisches Historisches Museum in Bern, Switzerland. Bern is
not one of the most obvious places to look for ancient Peruvian sculpture.
The Bern statuette is only about 6¼ inches high. It is made of a dark greenish stone with a white streak in it
which was utilized by the sculptor to mark the junction between the head and the neck. The eyes and earplugs
are hollowed out, probably for inlays which have now disappeared. There appears to be a hollow in the topknot,
barely visible in the back view. Only the head is carved in the round; the body is simply a block of stone with
details indicated in low relief and by incision.
The figure is evidently supposed to suggest a hunchbacked man sitting on his heels with his knees drawn up
under his shirt.
The Bern Museum acquired this statuette in 1929 as part of a small collection of Peruvian antiquities purchased
from Mr. Gilg von Tschudi of Bern. The collection had been made by his grandfather, the distinguished
naturalist, diplomat and antiquarian, Johann Jakob von Tschudi, on a journey to Bolivia and Peru in 1858. The
museum records give no further information beyond the erroneous suggestion that the collector acquired the
statuette in Arequipa.
I first ran across the Bern statuette while reading the excellent biography of Tschudi by Paui-Emile Schazmann
(Jean-Jacques de Tschudi, explorateur, médecin, diplomate [Zurich 1956]). Schazmann’s book contains a
photograph of the piece (plate 12), and the text gives a summary of the story of how Tschudi acquired it, taken
from his account of his travels (Reisen durch Südamerika [Leipzig 1866/69] vol. 5, 295-297). Tschudi did not
get the statuette at Arequipa but at Tiahuanaco, in Bolivia, where he spent a few days studying the ruins in
1858.
Here is Tschudi’s own version of the story:
“. . . Ponce de León [Tschudi’s local guide], accompanied by a crowd of Indians, had brought back to the tambo
[inn] an idol about which he had told me a great deal during the excursion. . . This idol was highly respected by
the Indians of Tiahuanaco and was widely known in the area under the name of “the god of thieves” (el santo de
los ladrones). The Indians showed to it the same reverence they did to any of the saints of the church. Its owner
lit a wax candle to it every Friday; any time a theft took place, the victim of the theft brought a special candle
and offered it in the firm belief that he would trace the thief with the help of the saint.
“I jestingly asked the owner whether he did not wish to sell his saint but he refused the offer indignantly. My
two fellow travelers understood the hint, and, while I made a drawing of the idol, they persuaded Ponce de
León that he should try to prevail on the owner to let me have it. A flask of cognac made the people more
complacent. After much give and take they finally seemed to be in agreement to strike a bargain, and Ponce de
León came forward with a quite outrageous demand. I simply rejected it and made a counter offer which in its
turn was indicated as unacceptable. I finished the drawing without appearing to be further concerned about the
matter. Pempel had meantime given orders to hold the animals in readiness and distributed the rest of the flask
among the Indians. They, now entirely drunk, took the initiative, and when we were already sitting in the
saddle the affair came to a conclusion. I paid quickly, put the idol in the saddle bag, and, with my companions,
rode hastily after the baggage which was already far ahead. The Indians probably regretted the bargain
immediately, for scarcely had we reached the open plain when we heard an infernal uproar behind us and saw
some Indians pursuing us; their heads, however, were heavy and their feet unsteady. They were unable to
overtake us. . . . How must the thieves of Tiahuanaco have rejoiced when they got word of the abduction of the
curious saint!”
So the “god of thieves” went to Europe, the first piece of sculpture in the Pucara style to find its way out-side of
the Andean area and the first to be illustrated in a drawing in which the characteristic features of the style
could be distinguished. It was not Tschudi’s fault that later archaeologists overlooked his travel account.
As for the crucial problem of provenience, Tschudi’s account assures us that the statuette now in Bern was in
use as a cult object at Tiahuanaco in 1858. The fact that it had such a modern use is fascinating and tells us
something useful about the persistence of native religious traditions in this area. It also means, however, that
Nótese que Rowe menciona dos esculturas. Obviamente, acá nos interesa tan solo la de
procedencia boliviana, hoy en Berna.
Resalta, en el texto, el hecho de que von Tschudi habría publicado un relato de sus viajes
por Sudamérica en 1866, es decir 8 años después de su paso por Tiwanaku. Ese texto,
impreso en Leipzig o Lipsia (en español), ciudad alemana en el noroeste del estado de
Sajonia, no es fácil de conseguir. Sin embargo BROCKHAUS / ANTIQUARIUM
reimprimió libros raros e importantes sobre viajes y geografía, con introducciones y
anotaciones de historiadores conocidos. Uno de ellos fue precisamente el de von Tschudi,
reimpreso en Stuttgart en 1971. La parte pertinente del texto nos fue gentilmente
proporcionada por la Embajadora boliviana en Alemania, Elizabeth Salguero10. En él se 6
Por otra parte, un biógrafo suyo, Paul-Emile Schazmann, habría publicado –90 años
después– los avatares de von Tschudi con un resumen de la historia de cómo la estatuilla
habría llegado a sus manos. No conocemos este documento impreso en Zúrich (ciudad
suiza a casi 95 km. de Berna), pero toda vez que se hizo 67 años después de la muerte de
nuestro personaje, conjeturamos que fue producto de una ardua investigación a partir del
relato ya mencionado del propio von Tschudi, y otros documentos que seguramente logró
ubicar. Dos años después del texto de Schazmann, aparece este otro del norteamericano
Rowe que hemos transcrito líneas arriba; y que es el que le sirvió, en 1969, al arqueólogo
boliviano Carlos Ponce Sanginés para referirse ampliamente a la estatuilla que nos ocupa, y
a nosotros también para poder realizar algunas importantes disquisiciones.
Como se ha podido observar, uno de los puntos centrales del relato de von Tschudi (en el
escrito de Rowe) se refiere a la poco ortodoxa manera en que aquél se habría apropiado de
la estatuilla en cuestión, durante una visita a la localidad de Tiwanaku hacia 1858, usando
una indecorosa artimaña. Según su propio relato, el dueño de la pieza (un aymara) no tenía
intención de venderla, pues era usada para amedrentar a los ladrones, por lo que era
llamada –paradójicamente– “santo de los ladrones”. Von Tschudi y sus acompañantes
alcoholizaron al propietario y a sus paisanos, y cuando habían logrado embriagarles les
entregaron la suma de dinero “acordada” y huyeron en sus cabalgaduras siendo, al poco
rato, perseguidos por las sorprendidas víctimas quienes, seguramente, solo alcanzaron a
ver una polvareda que se alejaba. La suma cancelada no debió ser alta, ya que, según se
desprende del relato, von Tschudi no estuvo de acuerdo con la primera cifra ofertada que
we have no worthwhile archaeological associations for the statuette. The piece could have been dug up at
Tiahuanaco a few years earlier, or it could have been brought across the lake by a traveler at any time in the
preceding thousand years. The first of these possibilities is rendered more likely by the fact that a few other
specimens of Pucara-style sculpture have been found at and near Tiahuanaco, including the big red sandstone
figures which flank the entrance to the church in Tiahuanaco village. Provenience aside however, the Bern
statuette is important because it is one of the finest and best preserved examples of Pucara-style sculpture.
When the definitive monograph on Pucara sculpture is written, the detective work that has gone into this
article will be useful chiefly because it establishes the facts of provenience or lack of it for two fine statues. It
would be a pity, however, for their amazing adventures to have been hidden away in a footnote.
10 Von Tschudi 1971: 295-297
dice haber recibido. Más aún, no queda constancia de ningún pago y solo resta confiar en
la palabra del viajero.
Fue, para von Tschudi, un verdadero trofeo. Y tal parece que éste explorador mantuvo la
pieza consigo hasta su muerte, pero un nieto suyo la vendió, en 1929, al museo que ahora
la posee.
Pese a lo señalado, hay que observar el accionar de von Tschudi con la distancia temporal
necesaria. Si bien no se puede justificar el despojo, se puede entender el afán coleccionista
que no solo tuvo el viajero y explorador suizo, sino muchos otros antes y después que él.
Baste mencionar al francés Alcides D’Orbigny, a su compatriota Charles Wiener, al 7
norteamericano George Squier, al suizo-norteamericano Adolph Bandelier, al alemán Max
Uhle, al sueco Erland Nordenskiöld, al propio Arthur Posnansky nacionalizado boliviano
pero de origen austriaco, y muchos otros que acarrearon sendas colecciones a sus
respectivos países o a terceros, muchas de las cuales se conservan en museos
metropolitanos, en el entendido de que las grandes metrópolis tienen derecho y obligación
de poseerlas.
Descripción de la pieza.
Ya Rowe y luego Ponce, se ocuparon de ello, pero no está por demás volver sobre sus
descripciones.
Para Rowe, y como hemos visto antes, la estatuilla –de apenas 15,5 cm de alto– se realizó
en una piedra verde oscura, con una vena blanca que el escultor habría aprovechado para
marcar el punto de unión entre la cabeza y el cuello. No fue difícil para este autor
percatarse que, las oquedades que se presentan tanto en los ojos como en las orejas,
habrían servido para colocar allí incrustaciones. En el arte tiwanakota, aunque la
información que se tiene se refiere solo a pequeñas esculturas, se ha evidenciado la
presencia de incrustaciones en piedra o metal usando sodalita, piedra preciosa procedente
del Cerro Sapo en el departamento de Cochabamba. Tal artificio, bien pudo usarse en esta
estatuilla aunque pudo ser alguna otra piedra semipreciosa, metal, etc. que se haya usado
como elemento incrustado, dado que –al parecer– la sodalita se “popularizó” recién en el
Horizonte Medio. En las siguientes imágenes, obsérvense dos diminutas esculturas
tiwanakotas con cuentas de sodalita incrustadas en las cavidades oculares.
8
Ilustración 2. Estatuilla
Ilustración 3. Diminuta escultura que
perteneciente a la colección
procede de nuestras excavaciones en Pariti.
Buck.
Ilustración 4. Así debió verse la estatuilla que nos ocupa
Por otro lado a Rowe le pareció que la pieza tenía una
ligera oquedad en la parte superior de la cabeza. Estaba
en lo correcto y servía, probablemente, para depositarse
allí algún tipo de ofrenda o sustancia mágico-religiosa.
9
Ilustración 5. Vista de la parte
superior de la estatuilla.
Finalmente señala que:
El hecho de que aparente llevar una giba, dio origen a que Ponce Sanginés incluyera la
pieza dentro de un conjunto de monolitos con similar protuberancia. En el mencionado
libro sobre Tunupa y Ekako Ponce se refiere a la estatuilla lítica en cuestión explicando
que:
“La pequeña estatua, sin discusión alguna, representa a un jorobado con la giba
angular. La cabeza sumida, emerge directamente del cuerpo. Tiene cierta
semejanza con los ejemplares de la isla Titikaka, aunque también diferencias.
Se nota que carece de banda cefálica, pero sí posee un peinado que abarca parte
de la frente, del que parten cuatro trenzas de cabello, dos laterales y dos
posteriores que terminan en motivos zoomorfos, habiéndose combinado en su
ejecución el alto relieve y la incisión gruesa. Con respecto a las trenzas traseras
hay similitud en su ubicación, con el par de trenzas esculpidas en las dos
grandes estatuas de la época IV descubiertas por Portugal (sénior) en Pokotia,
sitio próximo a Wilapukara y emplazado a más de 2 kilómetros al sur de la
pirámide de Akapana en Tiwanaku y que está conectado a la entrada
meridional de la citada urbe precolombina. Ahora bien, las esculturas
predichas de Pokotia ostentan dos trenzas que saliendo de la frente pasan por
las sienes para reunirse en la espalda, donde después de bajar cerca a la faja
ventral se retuercen hacia arriba para terminar a la altura de los hombros en
una cabeza zoomorfa. En general hay parentesco con la disposición de las
trenzas de la estatuilla en Berna. Naturalmente que las de Pokotia trasuntan a
personajes arrodillados y sentados más bien sobre las piernas y sobre los
muslos reposan los brazos. En contrapartida, la estatuita sugiere un individuo
acurrucado, en cuclillas, con las extremidades superiores e inferiores dentro
del vestido, lo cual explicaría la ausencia de la talla de los brazos. Por último en
ella, corre una orla que se inicia inmediatamente encima de los pies y que
termina en una cabeza zoomorfa en la región dorsal.”11
Valiosa la comparación que hace con las esculturas descubiertas en Pokotia. Volveremos
sobre ello más adelante.
10
11Ponce 1969: 19
12 De la misma idea es J. Haeberli cuando señala: “The literature describes the BHM statuette being a
hunchback. An alternate explanation is a shoulder mantel's upper section rides above the statuette's shoulder.
Shoulder mantels come in different sizes and lengths, different thickness of yarn and tightness of spinning and
weaving which affects stiffness/pliability of the textile; these variables influence how the textile adjusts to the
body. We have post conquest paintings of Inca noble women and ethnographic photographs of Andean women
from different regions where shoulder mantels reach above the neck, similar to that of the BHM statuette”
11
Ciertamente la manta sugiere a la que, todavía hoy, usa la mujer andina y que en quechua
recibe el nombre de “llijlla” y de “isallo” en aymara.
El pelo puede ser otro elemento de análisis, el mismo que se parece al de figuras femeninas
representadas en ceramios pukará.
En cambio las orejeras podrían indicar sexo masculino13. En efecto, el uso de las mismas
por los hombres en el Mundo Andino Precolombino, está bastante bien documentado, en
especial durante el Horizonte Tardío. Empero no podemos desdeñar la dinámica cultural
que sin duda se llevó a cabo, más aún si consideramos un proceso de más de dos mil años
desde el Formativo Medio hasta el Horizonte Tardío.
13 Tal como observa M. C. Corminboeuf
Así por ejemplo, se tenía como cierto que el brazalete o la manilla, eran adornos exclusivos
de los hombres. V.g. Bertonio nos trae dos datos importantes: Por una parte el nombre que
los aymaras daban al brazalete (chipana) y por otro que éste era “gala de barones”14. Esto
debió ser evidente en el Horizonte Tardío, pero tal vez no fue así con precedencia. Así, en
nuestras excavaciones en Pariti hemos encontrado algunas cerámicas modeladas que
representan a mujeres, usando brazaletes aparentemente metálicas.
12
Algo que ciertamente ha pervivido en esta parte del planeta, y desde remotas épocas, es la
percepción dual del cosmos, y cuando los guías espirituales de las comunidades actuales
hablan de la dualidad hombre/mujer, se nos viene a la mente la Tradición Religiosa yaya- 13
mama investigada por Chávez que data del Formativo Medio y a la que nos referiremos
escuetamente. Pero además resalta la cualidad andrógina de las deidades, también
expresada en las representaciones artísticas prehispánicas. Si el planteamiento resulta
certero, Ekako no tendría que ser representado como mujer pro tampoco como hombre.
Otro aporte de Rowe –sumamente importante– y que Ponce cuestiona, es que la pieza
estilísticamente no corresponde a la cultura Tiwanaku, sino a la de Pukará, desarrollada
también en el Altiplano, aunque al NW del lago Titikaka (en el actual departamento de
Puno, Perú). Antes de conocer el documento de Rowe, yo establecí la misma filiación
cultural para el artefacto, únicamente mediante la observación de sus fotografías. Ello
quedó plasmado en una entrevista que me hizo una periodista del periódico “Página Siete”,
y que en parte decía lo siguiente:
«El arqueólogo Jédu Sagárnaga advirtió que más allá de la buena noticia que
significaría recuperar esta pieza, “es necesario elaborar trabajos de
investigación científica y buscar un espacio adecuado para exhibirla en el país”.
Si se logra que vuelva al país, “hay que evaluar que esta pieza requiere
condiciones de seguridad, control de humedad y de temperatura”, explicó.
«Según el especialista, “es una escultura que fue llevada hace mucho tiempo a
Suiza, al igual que miles de objetos que hay en varios museos de Europa”. Por
la morfología e iconografía, agregó, podría tratarse de una escultura de la
cultura Pukara, que precedió a la de Tiwanaku en algunos siglos.»18
El rechazo de Ponce Sanginés a la idea de que la pieza en cuestión podría ser de filiación 14
pukará, se entiende toda vez que él postuló que Tiwanaku habría tenido un desarrollo
endógeno. Eso significa que negaba la influencia foránea que pudo haber tenido.
Recordemos, además, que Ponce fue uno de los ideólogos del nacionalismo, lo cual permeó
su interpretación sobre el desarrollo cultural de Tiwanaku, pese a haber sido el arqueólogo
boliviano más destacado del s. XX. Particularmente estoy convencido de lo que podemos
llamar “difusión moderada” expresada en las amplias relaciones interculturales que
originan un intercambio y/o transferencia de elementos culturales de un punto geográfico
a otro y de una sociedad a otra.
En este apartado nos proponemos demostrar la filiación pukará de la estatuilla que se halla
en Berna.
La línea zigzagueante triple incisa que muestra la estatuilla en el torso, resulta un elemento
bastante típico en Pukará, lo mismo que las líneas triples en alto relieve que, a guisa de
adornos, salen de las orejas y terminan en un rostro igualmente en alto relieve.
19 Ponce 1969: 20
20 2012: 217-224
Ilustración 12. Hemos resaltado en gris, la línea triple 15
zigzagueante en base al desplegado de la estatuilla.
Ilustración 13. El Dios de los Báculos de estilo
pukará, hoy en el Museo Nacional de
Arqueología y Antropología de Lima, sirve para ejemplificar la decoración de imágenes
antropomorfas con líneas incisas triples zigzagueantes.
Ilustración 14. Otro ejemplo lo constituye la pequeña pero fina escultura
“…procedente probablemente de la cuenca norte del lago Titicaca, actualmente en el
Museo… de la Universidad de Filadelfia… Estilo Pucara…” (Chávez)
Las trenzas (también en alto relieve), caen al centro de la espalda y de allí se tuercen hacia
arriba y hacia los costados. Tal cosa sólo hemos observado en cuatro casos:
16
Ilustración 15. Dorso de una de las Ilustración 16. Espalda de la
esculturas pares de Pokotia. mencionada escultura del
Museo de Pucara, que Portugal
O. llama “Estatua felínica”.
Ilustración 17. Espalda de la
escultura en el Museo de la Ilustración 18. Dorso de la estatuilla
Universidad de Filadelfia. Berna.
21 Portugal Ortíz 1982-3: Fig. H (entre págs. 224 y 225)
22 Chávez 1982-3: ibid
Otro elemento diagnóstico lo constituye el batracio que ornamenta la parte baja de la
región dorsal de la estatuilla que nos ocupa. Este símbolo es muy recurrente en el estilo
pukará.
17
Ilustración 19. Batracio en la espalda de la Estatuilla Berna, resaltada en gris.
Ilustración 21. Detalle de los Ilustración 22. Detalle de los ojos y 18
ojos de la estatuilla. lagrimones del Dios de los Báculos de estilo
pukará, que también debieron recibir
incrustaciones.
Prümers señala que “cuando Angrand estuvo en Tiahuanaco las dos estatuas estaban
paradas a ambos lados de la puerta del presbiterio. Parece que recién se las habían
colocado ahí porque en el año 1844 Rugendas las dibujó al pie de una colina junto con
otras dos estatuas y una estela… Parece dudoso sin embargo que haya sido la disposición
original de las piedras que vio y dibujó Rugendas. Es igualmente dudosa la procedencia de
las estatuas que según la información dada por Angrand en el índice de planchas
provendrían del área de la Akapana.”24
El boceto de Rugendas, publicado por Krauskopf25, aparece poco claro y, en todo caso, las 19
piezas no parecen estar al pie de ninguna colina. Tal vez dentro de un pozo de excavación.
Y son tres (no dos) las estatuas que aparecen, además de la estela que yace caída, y que es
del tipo conocido como “anticéfalo”. La pieza que aparece en el costado derecho debe ser la
que alude Prümers. Sin embargo, excepto por su posición, el personaje presenta un rostro
diferente a los del arte altiplánico precolombino, amén que las estatuas de la iglesia de
Tiwanaku casi han perdido las facciones del rostro.
De todos modos, es interesante el dato que proporciona Angrand según el cual habría sido
Akapana el lugar de procedencia de las dos estatuas, pero que Prümers cuestiona sin
argumentar. Ciertamente la estructura piramidal de Tiwanaku bien pudo ser el lugar en
que se colocaran durante el período en que Tiwanaku tuvo mayor actividad. No sería raro
pues se tiene documentado un caso más o menos reciente: A fines de los ’80 María Renée
Baudoin y Linda Manzanilla habrían ubicado un estupendo ejemplar del estilo escultórico
conocido como “Chachapuma”, precisamente en Akapana.26
24 Prümers 1993: 424
25 1971: 46
26 Sagárnaga & Korpisaari 2007: 8
Aunque las dos esculturas de la iglesia han sufrido serio deterioro, y los detalles
decorativos casi se han borrado, S. Chávez alcanzó a percibir los motivos de sus bandas
cefálicas. Los mismos aluden al estilo Pukará, ya que muestran volutas y cabezas
trapezoidales.
20
Ilustración 25. “Motivos de las bandas cefálicas en las
dos estatuas arrodilladas que se encuentran en la
portada exterior de la Iglesia de Tiahuanaco”.
En 1937 el prestigioso investigador boliviano Maks Portugal Zamora, entonces Director del
Museo Nacional, excavó en Pokotia-Pampa (algunos kilómetros al Sur de Tiwanaku) 4
piezas líticas antropomorfas. Relata el suceso de la siguiente manera:
Luego refiere el afortunado hallazgo de dos monolitos bastante semejantes entre sí,
representando a personajes en posición bigenuflexa. El primero de ellos estaba caído hacia
adelante, por lo que las facciones de su rostro se habían conservado bastante bien, no así el
área de la espalda que habría quedado a la intemperie hasta que se cubrió de sedimento. La
segunda estatua, hallada un día después, había caído de espaldas, por lo que su rostro
estuvo por más tiempo expuesto a la rigurosidad climática. Cuando el sedimento lo cubrió,
sus facciones ya casi habían desaparecido.28
27 Cit. en Sagárnaga 1983
28 Sagárnaga 1983
21
Ilustración 26. Escultura 1 de Ilustración 27. Escultura 2 de
Pokotia. Pokotia.
Estas dos piezas, tienen también su referente en Pukará, lo que las hace parte del mismo
estilo. Nótese la similitud, por ejemplo, con el rostro y la banda cefálica de la estatuilla
pukará del Museo Carlos Dreyer de Puno. La representación de costillas y el ombigo
sobresalidos, es otra característica del estilo pukará, tal como se observa en la llamada
“mujer decapitada” de Kala Uyu.
Ilustración 28. Estauilla del Museo Ilustración 29. La mujer
Dreyer. decapitada de Kala Uyu.
En su relato, Portugal Zamora continúa señalando:
22
Ilustración 31. Dibujo de una
Ilustración 30. Estatua sedente de Pokotia. escultura pukará.
“Al siguiente día… y en un nivel más bajo que el de los anteriores ubicamos el
monolito N°4. Parece tratarse ahora, de la efigie de un sacerdote cuyos brazos
sostienen un atributo que por primera vez encontramos representado en la
29 Cit. en Sagárnaga 1983
Arqueología del Altiplano… El monumento N°4 está sensiblemente
fragmentado inmediatamente después del busto; y guiado por mi anterior
experiencia, creí que el fragmento restante podría haber sido hallado en la
misma área de su ubicación, pero, a pesar de que recogí algunas partículas del
mismo material no me fue dado el hallazgo de la pieza codiciada que estimo
talvez deba encontrarse un poco más lejos de este yacimiento… Algunas horas
más tarde, emprendimos nuevamente el trabajo alrededor del área que
explorábamos, teniendo como práctico resultado, la ubicación de un ángulo de
edificio que posiblemente marcaba el local de estos levantamientos. La
posición regular de las piedras, trabajadas al estilo característico de Tihuanacu,
23
confirmaban, por segunda vez, la antigüedad de estos monumentos”30.
Portugal Z. luego nos comenta cómo, contando con la autorización del Ministerio de
Educación, trasladaron estas piezas nada menos que tres kilómetros durante un día y
medio, y solo con tracción humana siguiendo el método andino del “Callapu”, hasta
instalarlas al lado de la línea del ferrocarril a Guaqui, de donde más tarde serían
transportadas a la ciudad de La Paz. Como este investigador presupone que el lector
conoce el “método andino del Callapu”, no lo describe, lo cual es muy penoso. Suponemos,
sin embargo, que tiene que ver con el arrastre en base a troncos de madera, ya que el
vocablo “callapu” está definido por Bertonio como “Eƒcalera para arrimar a las paredes con
atraueƒaños”32. Tal vez se hacían estructuras de madera y encima se colocaba la pieza a
arrastrarse. Es posible que ese sistema haya tenido raigambre prehispánica.
Esta cuarta pieza fue bautizada más tarde, por Posnansky, como “el tocador de zampoña”33
ya que el personaje se lleva algo a la boca y que, en la percepción –un tanto romántica– de
este investigador, se trataba de un instrumento musical (otros hablaron de una flauta).
Tras conocer una serie de representaciones en el arte pukará, sabemos ahora que parece
representar un culto en el cual un oficiante, probablemente un sacerdote, devoraba alguna
parte anatómica de algún individuo sacrificado. Por ello se les ha llamado “devoradores”.
El propio Max Portugal (hijo del descubridor) tuvo que admitir que “flautista” era una
denominación incorrecta “ya que es la representación de un personaje que lleva hacia su
boca un personajillo menor (¿niño?)”34.
30 Ibid.
31 En el proceso de redacción de este documento, se dio a conocer la noticia de que una misión francesa
(Mission Archéologique Pucara-Tiahuanaco) excavará en el sitio de Pokotia Pampa posiblemente en 2015.
32 1984: II parte: 34
33 2011: Vol. II: Fig. 96
34 Portugal O. 1982-3: 225
Vale la pena mencionar que las cuatro piezas comentadas, fueron llevadas a la ciudad de La
Paz por Posnansky a fines de los ’30 o comienzos de los ’40, donde permanecieron por
varias décadas hasta que en marzo de 2002 tres de ellas retornaron a Tiwanaku en cuyo
museo se exhiben. La última pieza (el devorador) permanece en el Museo de Metales
Preciosos Precolombinos de La Paz, donde fue llevado hacia 1983.
24
Ilustración 32. El Ilustración 33. Uno de los
“devoradores” en el Museo
“devorador” de Pokotia.
Lítico de Pukará.
Mucho mejor documentado que los casos anteriores, es el referido a la llamada “Piedra del
Rayo”, hoy en el Museo regional de Tiwanaku.
35 Ibid: 230
Gracias a una estupenda labor de investigación desplegada por el arqueólogo peruano
Sergio Chávez a fines de los ’70 y principios de los ’80, sabemos que estas dos estelas no
solamente se parecen sino que son parte de una misma y única pieza. Ya Alfred Kidder lo
había vislumbrado cuando escribió, en 1943, que:
“Las dos no son solamente similares sino casi idénticas al punto que, hasta
donde la comparación nos permite, se puede sugerir con mucho énfasis que
son fruto del trabajo de un mismo individuo o de un grupo de artistas”36.
Max Uhle en 1912, se habría referido a la llamada “Piedra del Rayo” señalando:
“En las excavaciones del palacio del oeste del Stonehenge (Qalasasaya) fue
encontrado en años pasados, casi superficialmente, un pilar (fig. 9) labrado con
ornamentos en forma de volutas y zig-zags, diferentes de los usuales en las
ruinas”38.
Es posible que Uhle se refiera a las excavaciones practicadas en 1903 por George Courty
(miembro de la misión francesa Crequi de Montfort) cuando encontró el “Palacio”, llamado
más tarde Putuni por Ponce Sanginés39. El dato es de capital importancia, pues da cuenta
de que el lito esculpido habría sido llevado y colocado en Putuni en época prehispánica. El
hecho de que este subestilo escultórico se halle en diversos puntos alrededor de la cuenca
norte del lago, y sea inexistente en la cuenca sur; además de que la porción tallada que
queda en Arapa sea mayor que la de Tiwanaku, hace suponer a Chávez, que el traslado se
hizo de norte a sur y no al contrario.40
36 Cit. en Chávez 1982-3 a: 198
37 Chávez 1982-3 a y b
38 Cit. en Chávez 1982-3 a: 199
39 Chávez 1982-3 a: 200
40 Ibid: 205
26
Ilustración 34. Piedra
del Rayo, en Tiwanaku,
Bolivia.
Ilustración 35. Estela de Arapa, usada hoy como
altar en la Iglesia de Arapa, Perú.
Otras esculturas pukará en Bolivia.
Ilustración 36
41 Un señor de nombre Bernardo Victor Biados Yacovazzo, se atribuyó su descubrimiento
(http://www.faculty.ucr.edu/~legneref/biados/poksite.htm) y publicó extrañas teorías basándose en las
incisiones que el monolito presenta en la superficie que, como dice Méncias, parecen haber sido hechas
posteriormente a la talla original. Incluso un afán de falsificación, como se observa en la llamada fuente Magna.
argentino en dicha ciudad, junto a un millar de objetos prehispánicos procedentes
de Bolivia.
28
Tal parece que Bennett excavó un ejemplar de interés para la investigación, y que lo
habría publicado en su libro “Excavations at Tiahuanaco” de 1934. Se trataría de
una estatua humana con taparrabos y costillas. No aparece en la versión castellana
publicada en La Paz dos años después, aunque se dice que estaría en el Museo
Nacional de Arqueología de La Paz42,
En la lista debemos incluir la Estatuilla en el Museo de la Universidad de Filadelfia
(cuya imagen mostramos en las ilustraciones 14 y 17) de procedencia desconocida,
aunque catalogada confusamente como venida de “Tiahuanaco, Perú”43.
En la lista muy probablemente podrían incluirse las esculturas “jorobadas”
procedentes de la Isla del Sol.
42 Chávez 1982-3 a: 208
43 Chávez 1982-3 a: 202
Quizás la presencia de estos ejemplares le llevó a Rowe a pensar que Tiwanaku pudo haber
sido una colonia Pukará, conjetura que fuera rebatida por Ponce Sanginés44. Pero, como
señala Young, aunque no se ha encontrado una ocupación Pukará en Tiwanaku, hay al
menos siete esculturas de estilo pukará alrededor del centro ceremonial de Tiwanaku45. Se
refiere, obviamente, a las 4 esculturas de Pokotia, las 2 de la iglesia y la “Piedra del Rayo”,
pero en suma, tomando en cuenta la pieza de la colección Buck, la de Valencia, la de
Filadelfia y la de Bennett, e incluyendo a la estatuilla en Berna, se tendría una docena de
esculturas Pukará procedentes del actual territorio boliviano, traídas de la cuenca norte del
lago en época preinvasión.
29
44 1970: 10
45 2004: 81
46 Diez de Medina 1952
Si la hipótesis de Ponce Sanginés llegara a comprobarse, estaríamos frente a una de las
representaciones más antiguas (de casi dos mil años) del Dios Ekeko (o Ekako) que la
bolivianidad aún venera, y cada vez con más ímpetu.
30
Ilustración 39. Mapa con los sitios que acá se
mencionan. Pukará y Tiwanaku resaltados en rojo.
Entre el 1500 a.C. y 400 d.C., ocurre en la cuenca Sur del lago Titikaka un fenómeno que se
conoce como Período Formativo. Sus inicios y desarrollo se caracterizan por el
47 1978: 285
establecimiento de comunidades, domesticación de plantas, nuevas tecnologías cerámicas,
escultóricas y metalisteras, comercio exterior y arquitectura no-doméstica.
Casi al mismo tiempo, durante el Formativo Medio (ca. 1400 a 500 a.C.), en la cuenca
Norte del Titikaka está ocurriendo un fenómeno similar determinada también por una
arquitectura pública, caracterizada por templetes o patios semisubterráneos, la misma que
se ha dado en llamar “Complejo Kalasasaya”. La cerámica característica se conoce como
Qaluyu, denominación que alude al sitio descubierto por Chávez Ballón y Rowe. En ese
momento Pukará, es uno de los principales centros políticos compitiendo por el dominio
regional.
Desde mi punto de vista, el Formativo Medio, se caracteriza por una cierta uniformidad
estilística, especialmente en cuanto a la morfología cerámica, y ciertos elementos en la
iconografía de la escultura en piedra. En otro escrito, he llamado a esta etapa Horizonte
Chiripa – Qaluyu – Kalasasaya52, aunque Hastorf et al. colocan a Kalasasaya (o Tiwanaku
I) en el Formativo Tardío I, es decir, poco después de Chiripa Tardío. Dejando a un lado el
estilo Kalasasaya53, creo que hay bastantes similitudes entre Chiripa y Qaluyu, aunque hay
que tomar en cuenta las diferencias esgrimidas como que el temperante en la cerámica es
vegetal en el Sur y mineral en el Norte54; o que existía una frontera convencional
delimitada por los ríos Ilave en el Oeste y Escoma en el Este55.
48 Bandy (2004) cit. en Hastorf et al. 2008: 5
49 Sobre el estilo Pa-Ajanu, véase Portugal O. 2013 (cap. IV y sigs.)
50 Ya han señalado otros estudiosos (como Portugal O. y Ponce S.) la inconveniencia de utilizar el término
propósitos religiosos según se puede colegir. Los colegas peruanos y otros que han
trabajado sobre el tema, observan una distribución espacial en el área circundante al lago
Titikaka, hasta la frontera con el actual Estado de Bolivia.
Hasta el momento no se han reportado hallazgos de este estilo en lo que hoy es territorio
boliviano57, lo cual puede deberse a que efectivamente haya existido la aludida frontera
convencional Ilave-Escoma, siendo que el único caso llamativo, el reportado por Portugal
Z. y Portugal O.58, pero cuyos hallazgos –que datan de 1971– no han podido ser
confirmados ulteriormente. Aquel año, en Kallamarka, los mencionados investigadores
habrían dado con una singular cerámica emparentada posiblemente con la de Pukará,
pudiendo tratarse de una variante regional de esta.
56 Nos hace recuerdo, más bien, a la de Recuay aunque ello es producto de una convergencia pues, si bien es
contemporánea en alguna de sus fases, su centro se halla a una gran distancia del lago hacia el norte.
57 Tengo mis serios reparos sobre la filiación pukará de las piezas cerámicas que los miembros de la Mission
Otra posibilidad, por la que me inclino más, es que Tiwanaku, al inicio del Horizonte
Medio, se hubiese convertido en un centro cívico-ceremonial competidor de Pukará y que, 33
Siempre se ha dicho que cuando los inkas llegaron a Tiwanaku, ya en ruinas para entonces,
quedaron maravillados y lo tomaron como un lugar sagrado. Parece que similar cosa
ocurrió siglos antes cuando fueron los tiwanakotas los que posiblemente se maravillaron
ante Pukará. Por eso, una vez ocupados los asentamientos pukará por gente de Tiwanaku,
es probable que los mandatarios de esta formación social hubiesen tomado al sitio de
Pukará como un lugar sagrado, y hasta tal vez lo asumieron como su paqarina o lugar de
origen, como un imaginario. Copiaron su modelo arquitectónico y lo trasladaron a su
capital en el valle de Tiwanaku, en la cuenca Sur. Es posible que en ese momento, las
esculturas de Pukará se hubiesen convertido en objetos de gran valor religioso y ritual,
siendo su posesión símbolo de poder y prestigio. Chávez concuerda con ello, por lo menos
en relación a la estela de Arapa en torno a la que señala:
Por la razón anotada, la elite gobernante tiwanaku asumió como una tarea prioritaria el
traslado de algunos especímenes a su capital. Es sintomático que todos los ejemplares
escultóricos pukará que conocemos, hayan sido encontrados en o muy próximos a la
59 Henry Tantaleán 2014: Com. per.
60 Chávez 1982-3 a: 206.
ciudad prehispánica. Tal labor debió demandar un despliegue de poder gigante, pues no
solo se trataba de una fuerte inversión económica (que incluía el mantenimiento de una
gran fuerza de trabajo), sino que debía elaborarse un plan de trabajo bien meditado para
definir las mejores estrategias para un traslado exitoso que minimice el esfuerzo y
maximice la protección de las tallas líticas, y además diseñe las mejores rutas, todo lo cual
no debió ser tarea fácil, sobre todo si pensamos en el gran tamaño de varias de las
esculturas que hemos mencionado líneas arriba.
En cuanto a los medios de transporte que se usaron en aquella época, Chávez piensa que
debieron combinarse los acuáticos (por medio de balsas de totora), con los viajes por
tierra. Para el caso de la “Piedra del Rayo”, éste arqueólogo piensa que “partiendo de Arapa 34
en el extremo noreste del Lago Titicaca y siguiendo este Lago a las Lagunas de Chacamarca
y Titihue… tal vez con algunos cortos recorridos por tierra, la pieza pudo haber sido traída,
a través del Lago Titicaca, a la orilla sur de donde pudo ser llevada a Tiahuanaco siguiendo
el Río Tiahuanaco”.61
Luego de cruzar hasta la orilla meridional, se llegaba quizás a Iwawi, desembarcadero que
fue usado para trasladar andesita (un material lítico resistente) desde la península de
Copacabana hasta Tiwanaku. Los tramos de tierra debieron ser vencidos mediante el
arrastre por tracción humana, cuidando de no dañar las piezas. Habrán usado, por tanto,
algún tipo de embalaje en base a textiles, probablemente. En suma, toda una proeza
tecnológica, económica y política digna de encomio y admiración.
Y si pudieron trasladar de tan lejos esculturas con tal peso y volumen, el transporte de
especímenes de menor tamaño, como la Estatuilla en Berna y otras de menor tamaño, ya
no representaban mayor esfuerzo63.
Este masivo traslado de esculturas desde la cuenca Norte del lago, hacia la capital estatal
de Tiwanaku, hay que entenderlo –por tanto– como un gran Proyecto de Estado
promovido por las élites dirigentes y ejecutado por contingentes humanos dirigidos por los
sabios de la época que bien podrían llamarse ingenieros.
Hay que añadir, que no solo las esculturas de Pukará fueron objeto de veneración y
apetencia durante la época clásica de Tiwanaku. También lo fueron esculturas del
Formativo Medio que han sido encontradas entre sus ruinas. El caso más claro y mejor
documentado se refiere al llamado “monolito barbado” o estela 15 que en las excavaciones
61 Ibid: 207
62 1982-3
63 Dicho sea de paso Henking (1959) le asigna función funeraria y sospecha que fue encontrada como ajuar en
En la interesante reconstrucción del templete que reproduce Chávez64, aparecen las estelas
10 y 15, juntas, como debieron verse en el momento de mayor actividad de la ciudad de
Tiwanaku, dentro de un modelo que tomaba los objetos de veneración de las culturas
procedentes y los incorporaba a su Panteón.
35
Un aspecto que me gustaría añadir es que, como ya otros autores han señalado, el poder
hegemónico adquirido por Pukará al norte del Titikaka, tuvo que sustentarse luego en el
amedrentamiento. El cercenamiento de cabezas y el, más macabro aún, aparente
canibalismo, no solo son actos rituales, sino que sirven para la intimidación. En Pukará
aparecen por primera vez en el ámbito altiplánico imágenes de descuartizamiento humano,
oficiantes sosteniendo hachas y cabezas trofeo, y devoradores. Las mismas habrían
reforzado el temor entre la población.
Ilustración 42. Estela pukará que muestra
desmembramiento humano.
64 Chávez 2004: 75
Siglos después Tiwanaku, al parecer, también incorporó en su culto, y para el
mantenimiento de su hegemonía, estrategias similares a las de Pukará. Un ejemplo notable
de ello serían los llamados “chachapumas”, aparentemente sacerdotes con el rostro
cubierto por una máscara felínica que sacrificaban individuos cortándoles la cabeza. Un
singular estilo escultórico de esta cultura nos sirve hoy de testigo de aquello65.
A su vez, el museo puede parangonarse, en algún sentido, con el mercado, con la diferencia
de que lo que allí se oferta es la contemplación del objeto. Esta concepción, empero, está
cambiando hasta convertirse, el museo, en un espacio de interactuación del sujeto con el
objeto que le significa. Pero un museo ubicado a cientos o miles de kilómetros de su origen,
difícilmente cumple con esta función67.
Pero además hay que considerar que un objeto que eventualmente posee valor de uso y de
cambio, tiene ante todo valor simbólico, o dicho en palabras de Baudrillard “un objeto debe
interpretarse… como algo con un valor simbólico”68. Difícilmente podríamos establecer
qué valor simbólico le asignaron los pukará a la diminuta escultura que nos ocupa, pero es
fácil suponer que fue diferente a la que –siglos más tarde– le dieron los tiwanakotas. En
ese momento se procedió a una “apropiación simbólica”, tema de estudio de la moderna
antropología, que no se refiere a la apropiación física, sino a la re-significación que en
aquél momento se realizó asignándole, por ejemplo, atributos no necesariamente iguales a
los de sus fabricantes. Una segunda apropiación simbólica se llevó a cabo cuando siglos
después fue re-descubierto, y los aymaras –actuales habitantes de la altiplanicie boliviana–
le asignaron un nuevo valor simbólico que incluía nuevos atributos, tal como en el s. XIX
evidenció von Tschudi y que tenía que ver con la conjuración de los rateros.
65 En 2007, junto a Korpisaari, publicamos un artículo monográfico al respecto.
66 Bautista 2008: 194
67 No digo con ello que en Bolivia se haya logrado que los museos sean espacios de interactuación sujeto-objeto
Hay que señalar que en los meses venideros fue ardua la labor desplegada especialmente
por el Ministerio de Relaciones Exteriores y el de Culturas que además recibieron
contribuciones de otros especialistas entendidos en el tema. Personalmente debo enaltecer
la gestión de la señora Embajadora, Elizabeth Salguero; y del Jefe de la Unidad de
Antropología, Cancio Mamani.
El 17 de noviembre de 2014, el Jefe del Estado Plurinacional, levantaba entre las manos a
la pequeña escultura ya en la sede de gobierno, frente a cientos de fotógrafos de todas
partes del mundo que así documentaban su retorno, y el cierre de éste importante capítulo
sobre el patrimonio arqueológico de Bolivia.
38
Ilustración 43. Cancio Mamani (der.) y el autor (izq.). Al centro, la escultura, motivo de la presente
investigación; en el Museo de Arqueología de La Paz (19-nov-14).
Agradecimientos.
Quiero expresar mi agradecimiento a Carmelo Corzón y a la Lic. Sonia Mollo por su voto de
confianza.
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