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Ciudades Romanas de Extremadura

T. Nogales Basarrate
M. J. Pérez del Castillo
(Eds.)
Studia Lusitana
1. M. P. REIS
Las termas y balnea romanos de Lusitania.
Mérida, 2004
2. L. J. RODRIGUES GONÇALVES
Escultura romana em Portugal: Uma arte do quotidiano.
Mérida, 2007
3. F. TEICHNER
Entre tierra y mar / Zwichen Land und Meer.
Mérida, 2008
4. T. NOGALES BASARRATE (ED.)
Ciudad y Foro en Lusitania Romana/Cidade e Foro na Lusitânia Romana.
Mérida, 2009
5. J. DE ALARCÃO; P.C. CARVALHO; A. GONÇALVES (COORD.)
Castelo da Lousa. Intervenções Arqueológicas de 1997 a 2002.
Mérida, 2010
6. A. DE MAN
Defesas Urbanas Tardias da Lusitânia.
Mérida, 2011
7. V. GIL MANTAS
As Vias Romanas da Lusitânia.
Mérida, 2012
8. T. NOGALES BASARRATE; M. J. PÉREZ DEL CASTILLO (EDS.)
Ciudades Romanas de Extremadura.
Mérida, 2014
9. J. M. ÁLVAREZ MARTÍNEZ; A. CARVALHO; C. FABIÃO (EDS.)
Lusitania Romana. Origen de dos pueblos/Lusitânia Romana. Origem de dois povos
Mérida, 2015
FICHA TÉCNICA
Edita: Museo Nacional de Arte Romano: Departamento de Investigación
Coordinación editorial: María José Pérez del Castillo
El texto y las opiniones de este volumen son responsabilidad de los autores.
Intercambios y suscripciones:
Museo Nacional de Arte Romano
C/ José Ramón Mélida, s/n - 06800 Mérida (Badajoz) España
biblioteca.mnar@mecd.es
Pedido de libros:
Asociación Amigos del Museo de Arte Romano
C/ José Ramón Mélida, s/n - 06800 Mérida (Badajoz) España
oficina@amigosmuseoromano.es - http://museoarteromano.mcu.es - www.amigosmuseoromano.es
Esta publicación también se distribuye a través de Pórtico Librerías, S.A. www.porticolibrerias.es

GOBIERNO DE EXTREMADURA
Consejería de Economía, Competitividad e Innovación

Actividad subvencionada por el Ministerio de Economía y Competitividad en el marco del Subprograma Técnico de Apoyo
PTA2011-5582-T a la Fundación de Estudios Romanos.
Grupo de Estudios del Mundo Antiguo (EMA), HUM-016.
Consejería de Economía, Competitividad e Innovación del Gobierno de Extremadura.

Imagen portada: Reproducción grabados de Laborde (Archivo MNAR)

ISBN: 978-84-617-3695-9
Depósito legal: BA-723-2014
Maquetación e Impresión del volumen: Artes Gráficas Rejas (Mérida)
DIRECCIÓN CIENTÍFICA:
PROF. DR. JORGE ALARCÃO
Catedrático de Arqueología
Universidad de Coimbra

PROF. DR. JOSÉ Mª ÁLVAREZ MARTÍNEZ


Director del Museo Nacional de Arte Romano

COMITÉ CIENTÍFICO:
PROF. DRA. TRINIDAD NOGALES BASARRATE
Consejera de Educación y Cultura
del Gobierno de Extremadura

DR. JOSÉ LUIS DE LA BARRERA


Conservador del Museo Nacional de Arte Romano

PROF. DR. ENRIQUE CERRILLO


Departamento de Arqueología
Universidad de Extremadura

PROF. DR. JONATHAN EDMONDSON


Departmento de Historia
Universidad de York (Canadá)

PROF. DR. JOSÉ D ENCARNAÇÃO


Instituto de Arqueología
Universidad de Coimbra

PROF. DR. CARLOS FABIÃO


Departamento de Arqueología
Universidad de Lisboa

PROF. DR. JEAN-GÉRARD GORGES


C.N.R.S. Universidad de Toulouse II
Ex director-adjunto de la Casa de Velázquez

DR. VIRGILIO HIPÓLITO CORREIA


Director del Museo Monográfico de Conimbriga

PROF. DR. PATRICK LE ROUX


Departamento de Historia
Universidad de Paris XIII

D. MIGUEL ALBA CALZADO


Director Científico del Consorcio de
la Ciudad Monumental de Mérida

PROF. DR. MANUEL SALINAS DE FRÍAS


Departamento de Historia Antigua
Universidad de Salamanca

PROF. DR. THOMAS SCHATTNER


Subdirector del Instituto Arqueológico
Alemán de Madrid

PROF. DR. WALTER TRILLMICH


Antiguo Director del Instituto
Arqueológico Alemán de Berlín
Manuela Barthélemy

In memoriam
Homenaje a Manuela Barthélemy

H ay personas que a lo largo de la vida por sus cualidades se muestran cercanas, leales a la amistad y
siempre prestas al consejo cuando es menester. Tal es el caso de Manuela Barthélemy a quien
rendimos un homenaje a su memoria.

Manuela era madrileña de nacimiento pero, en verdad, se consideraba hija de la albaceteña Sierra
de Alcaraz, donde pasó los mejores momentos de su vida en su preciosa finca, entre árboles añosos,
muflones, linces ibéricos, zorros, águilas imperiales y corrientes cristalinas donde moraban el cangrejo
autóctono y la trucha, muy cerca de ese mágico paisaje que ofrece el nacimiento del río Mundo y en la
magnífica casa familiar de aire alpino donde tenía su más preciado refugio. En el recuerdo, un fin de
semana de Todos los Santos que disfrutamos en aquellos majestuosos lugares mi mujer y yo con nuestra
pequeña Carmen, con ella, sus hermanas y su mejor amiga, Paloma Acuña.

Manuela se vinculó pronto a sus tareas relacionadas con la Arqueología formando parte de la
Comisaría General de Excavaciones Arqueológicas, luego Subdirección General de Arqueología que
entonces dirigía el Profesor Maluquer. Desde allí, por amistad y por un decidido amor a nuestra tierra, se
ocupó de los asuntos concernientes a Extremadura colaborando estrechamente con nosotros y
especialmente conmigo en mi calidad de director del Museo Arqueológico Provincial de Badajoz, de
inspector de Excavaciones de la provincia badajocense y de miembro de la Junta Superior de
Excavaciones. Gracias a ella se pudieron llevar a cabo numerosos proyectos que potenciaron nuestra
presencia arqueológica en el contexto nacional.

Su vinculación con el Profesor Maluquer, al gozar de su absoluta confianza, fue muy estrecha y
por ello participó como ayudante del recordado maestro en las importantes excavaciones de “Cancho
Roano”, muchas veces, como atestiguan diversas ilustraciones, a pico y pala, disfrutando ante los
hallazgos que se sucedían y acompañando a Doña María, la esposa de D. Juan Maluquer.

Estas estancias en Extremadura se sucedieron y en una de ellas se ocupó de organizar una


recordada exposición sobre la Prehistoria extremeña, haciendo realidad el deseo del profesor Maluquer de
mostrar las excelencias de ese período, si no desconocido, sí poco presente en nuestra arqueología. La
exposición, inaugurada en la Casa de la Cultura de Mérida, continuó su exhibición en Badajoz.

El curso de las excavaciones en “Cancho Roano” y los hallazgos que se producían


constantemente motivaron sus continuos viajes a Extremadura.

Tras la reorganización de los servicios de Arqueología pasó a desempeñar sus funciones en el


Ministerio de Cultura formando parte de los equipos de Manuel Martín Bueno, de Nines Querol y de sus
continuadores, siempre dedicando su atención a Extremadura y colaborando estrechamente con los
museos de Cáceres, Badajoz y con el Nacional de Arte Romano de Mérida.

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Sus últimas acciones, previas a su jubilación, ya formando parte del equipo de la Subdirección
General de Museos, fueron las relacionadas con la excavación del solar donde se realizará la ampliación
del Museo Romano y las del antiguo Cuartel de la Guardia Civil, donde se construirá el edificio de su
Sección Visigoda.

En el momento de su jubilación, que esperaba con ilusión para retirarse a su finca de Alcaraz,
lamentablemente sufrió una enfermedad que acabó con su vida.

Fue Manuela, además de una leal y cercana amiga, nuestra y de Extremadura, una eficiente
gestora que propició muchas realidades de nuestra arqueología y de ahí que este homenaje que le
tributamos sus agradecidos amigos sea más que merecido.

JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ MARTÍNEZ


Director del Museo Nacional de Arte Romano

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Manuela Barthélemy y Extremadura

C onocí a Manuela Barthélemy una tarde de invierno en Roma, en el precioso palacete de Via di Villa
Albani que entonces albergaba la Escuela Española de Historia y Arqueología, en una pequeña sala de
visitas en la que estaba el Eros procedente de Gabii, yacimiento que fruto de los acuerdos italoespañoles
de 1954 excavó en diversas campañas un equipo español de la Escuela. Las dos éramos becarias del
CSIC, yo había llegado poco tiempo antes que ella a preparar mi tesis doctoral sobre escultura romana y
ella a trabajar en sus vidrios fenicios. Desde entonces mantuvimos una amistad que atravesó nuestras
vidas desde la juventud hasta el fatídico día de su fallecimiento. Este debe ser el único mérito por el cual
me han pedido estas líneas, el haber vivido la trayectoria profesional y personal de Manuela desde aquella
lejana y lluviosa tarde romana. Porque Manuela tenía más amigas igualmente cercanas, amigas con las
que, para mi consuelo, me mantengo unida, como Trinidad Nogales, a quien se debe el homenaje de
dedicarle este volumen sobre las Ciudades romanas de Extremadura.

Después de recorrer museos, islas y ciudades italianas estudiando sus apasionantes vidrios,
Manuela volvió a España y comenzó a trabajar en la Comisaría de Excavaciones Arqueológicas, al principio
en las alturas de la Biblioteca Nacional, después en las alturas del Casón del Buen Retiro, a continuación
en lo que hoy es el Ministerio de Defensa, de ahí pasó con el Ministerio de Cultura a la Plaza del Rey, más
tarde al Instituto de Patrimonio Histórico Español con sede en el edificio que conocíamos como “la corona
de espinas”, de nuevo a la Plaza del Rey por su traslado a la Subdirección General de Museos y
finalmente al Museo Nacional de Antropología en Atocha, su último destino, en el que disfrutó
enormemente de su trabajo y donde encontró magníficos compañeros. Si dedicara un espacio a cada una
de estas localizaciones haría la historia de la arqueología española desde la Comisaría de Excavaciones que
inauguró Don Martín Almagro Basch al actual Instituto del Patrimonio Cultural de España, pero ya lo ha
hecho muy bien y recientemente Concha Martín Morales en José Latova y el Ministerio de Cultura, en el
catálogo de la exposición José Latova. Cuarenta años de fotografía arqueológica española 1975-2014. Si lo
hiciera con más detenimiento daría lugar a una reflexión sobre el tratamiento del patrimonio arqueológico y
museístico de este país en las últimas cuatro décadas, algo bien necesario por cierto, pero este no es el
lugar.

La relación de Manuela con Extremadura comenzó muy pronto, y en su origen hay personas clave
como el director del Museo de Mérida Don José Álvarez y Saénz de Buruaga, su hijo José María y Trinidad
Nogales. Desde entonces estuvo íntimamente unida a esta tierra a través de numerosas y felices ataduras,
personales y profesionales. Otra persona decisiva en esta relación fue Juan Maluquer de Motes, en su
cargo de Subdirector General de Arqueología, con él hizo la exposición Los orígenes de los pueblos
hispánicos: Prehistoria y Protohistoria de Extremadura en Mérida en julio de 1978. Esta exposición
inauguraba la serie de muestras que realizó la Subdirección General de Arqueología en estos años, y que
vistas hoy con la distancia que da el tiempo, asombran por el enorme interés y el éxito que alcanzaron,
incluso sorprende el número de visitantes y de catálogos vendidos. Algunas tan recordadas como 100 años

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del descubrimiento de Altamira, Cántabros, Astures y Galaicos, El Tesoro de Arrabalde, Homenaje a Luis
Siret, Los Iberos. Los técnicos de la Subdirección participaba activamente en su ejecución y Manuela por
ejemplo coordinó, además de la ya citada, Obras públicas en la Hispania Romana, Por el Camino de
Compostela, y la del Centenario del Museo Arqueológico de Valladolid 1878-1978.

En octubre de 1978 Maluquer decidió excavar Cancho Roano, yacimiento al que denominó
“palau-santuari”, para regocijo de los jóvenes arqueólogos que eramos, ante lo enigmático y sorprendente
de los primeros resultados. Manuela participó en la organización y en los trabajos de campo de las
primeras campañas, fue una de sus primeras actividades en esta tierra, a la que volvió una y otra vez, eso
si en medios de transporte variopintos, desde su famoso Seat 600 blanco, pero sobre todo en trenes
insufribles para todos menos para ella, que era la gran especialista en ferrocarriles europeos (llegó a hacer
Madrid-Estambul y no precisamente en el Orient Express, también fue a Egipto en un barco de carga), usó
mucho los autobuses de línea, pero su tozudez en no subirse a un avión como secuela de un agitado viaje
a Baleares, le impidió disfrutar como yo del avioncito que durante algún tiempo hizo la ruta Madrid-
Badajoz.

Entre 1979 y 1985, fecha en que se culminaron las Transferencias a las Comunidades
Autónomas, Manuela coordinó y supervisó todo lo relacionado con las excavaciones arqueológicas que se
hicieron en Extremadura, numerosas campañas en más de 30 yacimientos repartidos por el territorio de
ambas provincias. Sirva de ejemplo este listado en Badajoz: La Nava (Cabeza de Buey), Regina
Turdulorum (Casas de Reina), la Alcazaba (Badajoz), El Lobo, (Badajoz), la Granja de Toniñuelo (Jerez de
los Caballeros), Cerro de San Albín (Mérida), La Pijotilla (Solana de los Barros), Cancho Roano (Zalamea de
la Serena), La Mata de San Blas y El Pomar ( Jerez de los Caballeros), la Necrópolis de Medellín, El
Pesquero (Pueblo Nuevo), Araya (Mérida). Los Castillejos (Fuente de Cantos), Los Cortinales (Villafranca de
los Barros). Y en Cáceres: La Dehesa Boyal (Berzocana), el Castro de Villas Viejas (Botija), el Cementerio
de Santiago el Mayor (Cáceres), Santiago de Bencaliz (Cáceres), Hernán Pérez, El Retamar (Alcántara), la
Cueva del Conejar (Cáceres), El Sartalejo (Galisteo), Villa de Monroy, El Jardinero (Valencia de Alcántara),
Villavieja del Castilllo de la Orden (Alcántara), Cabeza Rasa (Montánchez).

Si desde su trabajo en la Subdirección General de Arqueología, y más tarde en el Instituto del


Patrimonio Histórico Español, se ocupó de los asuntos arqueológicos extremeños, cuando pasó a la
Subdirección General de Museos continuó su relación añadiendo a sus tareas las museísticas, en las que
se manejaba con plena solvencia, sobre todo en aspectos de programación y museografía. Me consta de
forma directa porque hicimos juntas dos proyectos museológicos, el del Museo del Mar de Ibiza, nunca
ejecutado, y el del Museo do Mar de Galicia de Vigo, este si llevado a término aunque de manera bien
distinta a como lo concebimos. Era una hábil lectora de planos de arquitectura y una experta redactora de
textos. Muchas veces me ayudó en la revisión de las cartelas y textos de los nuevos museos en los que yo
trabajaba en el Ministerio de Cultura, recuerdo con nitidez la noche casi entera que empleamos en la
lectura de los del Museo Nacional de Arte Romano de Mérida próxima ya su inauguración.

En los años en los que trabajó en Museos se ocupó fundamentalmente de los de Mérida. Trabajó
intensamente en el proyecto de ampliación del Museo Nacional de Arte Romano, tanto en los aspectos
arqueológicos previos como en el programa museístico. Le gustaría saber que en el año 2015 comenzarán
las obras de este gran proyecto en el que ella participó, que hará todavía mejor el actual Museo. También

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en Mérida trabajó en el proyecto de la nueva sede de la magnífica colección visigoda, de nuevo en sus dos
facetas, la excavación arqueológica del solar previsto y en el proyecto museístico.

Viajamos juntas a Mérida en un final de verano, para asistir a una boda, yo tenía que aprovechar
el largo y complicado viaje desde Galicia para comprobar las medidas de unas esculturas que entonces se
guardaban en el espectacular almacén del Conventual. Manuela me acompañó a esta tarea en una tórrida
tarde en la que había que ser muy buena amiga para abandonar el refugio que ofrecía el aire
acondicionado del Parador. Con el deber cumplido, terminamos la noche en la fiesta de la boda en el
frescor del embalse de Proserpina, acompañados por Walter Trillmich y Clara Bencivenga, otros grandes
amigos de Manuela. Como ocurre con frecuencia en una profesión como la nuestra, Manuela mezclaba
aspectos laborales con los personales, de manera que la atracción por Extremadura se debía a ambas
causas. Chema y Trini fueron siempre para ella, como siguen siendo para mí, unos anfitriones muy
queridos y era difícil delimitar la delgada línea que separaba cuando se trabajaba y cuando se disfrutaba
de los amigos de verdad en una tierra tan querida para ella como fue Extremadura.

PALOMA ACUÑA
Real Fundación de Toledo

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Ciudades Romanas de Extremadura

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Índice

19 Presentación.

21 La ciudad de Cáparra y el paisaje urbano de Lusitania.


ENRIQUE CERRILLO MARTÍN DE CÁCERES

41 Cavrivm: viejas historias y nuevos hallazgos.


GREGORIO FRANCISCO GONZÁLEZ y JUAN PEDRO MORENO CARRASCO

57 Colonia Norbensis Caesarina (Cáceres).


ENRIQUE CERRILLO MARTÍN DE CÁCERES y TRINIDAD NOGALES BASARRATE

85 Avances en el conocimiento arqueológico de Augusta Emerita en el Alto Imperio.


MIGUEL ALBA, PEDRO DÁMASO SÁNCHEZ y GILBERTO SÁNCHEZ

113 El paisaje urbano de Contributa Iulia Ugultunia (Medina de las Torres, Badajoz).
PEDRO MATEOS CRUZ, ANTONIO PIZZO y VICTORINO MAYORAL HERRERA

135 La ciudad céltico-romana de Nertobriga Concordia Iulia.


JOSÉ LUÍS DE LA BARRERA ANTÓN, LUÍS BERROCAL-RANGEL y RAFAEL CASO AMADOR

163 Regina: proceso de urbanización de un centro de la Baetica.


JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ MARTÍNEZ, F. GERMÁN RODRÍGUEZ MARTÍN y
TRINIDAD NOGALES BASARRATE

195 Metellinum: síntesis histórica y novedades arqueológicas de esta ciudad romana.


SANTIAGO GUERRA MILLÁN, HIPÓLITO COLLADO GIRALDO, SAMUEL PÉREZ ROMERO y
MANUEL VIOLA NEVADO

223 Augustobriga (Talavera la Vieja).


CARLOS JESÚS MORÁN SÁNCHEZ

247 La ciudad antigua de Lacimurga y su entorno rural.


ANTONIO AGUILAR SÁENZ

259 Listado de autores.


PRESENTACIÓN

E l Departamento de Investigación del MNAR organizaba a lo largo del año 2010 los ciclos de
Conferencias “Ciudades Romanas de Extremadura- I” y “Ciudades Romanas de Extremadura- II”.
Dada la densidad del tema analizado se desarrollaron sendos ciclos sucesivos cronológicamente, pues así
era factible tratar en extensión cada una de las ciudades.

La filosofía del proyecto se basaba en lograr una puesta al día del estado de la cuestión de las
ciudades romanas más señeras de nuestro territorio extremeño para así obtener una visión de conjunto del
mismo, establecer plausibles similitudes y diferencias, y poder avanzar nuevas actuaciones de futuro.
También subyacía un deseo de divulgar y difundir, de manera didáctica, los valores patrimoniales de
Extremadura para incentivar su conocimiento entre jóvenes e interesados. El ciclo concluyó con visitas a
los yacimientos organizadas desde el MNAR y la Fundación de Estudios Romanos. La nutrida asistencia de
público puso en evidencia el interés, no sólo científico sino también divulgativo, que suscitaba el tema.

Contamos para este proyecto con la inestimable colaboración de la Dirección General de


Patrimonio de la Consejería de Cultura y Turismo, de su Servicio de Arqueología, a la sazón responsable de
las actuaciones llevadas a cabo en los distintos yacimientos, y también participaron otras muchas
entidades regionales y locales que estaban involucradas en los diferentes programas. Se integraron en el
ciclo el Consorcio de la Ciudad Monumental de Mérida, el Instituto de Arqueología del CSIC, la Universidad
de Extremadura, los ayuntamientos y mancomunidades que trabajaban al respecto, con sus equipos de
investigadores, colaboradores y responsables.

Dado el volumen de intervenciones, las abundantes novedades planteadas y, en algunos casos, la


escasa bibliografía reciente disponible, nos planteamos la posibilidad de realizar una monografía que
recogiera la visión actualizada de nuestras ciudades romanas, de los trabajos llevados a cabo en los
últimos años y, en consecuencia, de las nuevas hipótesis presentadas. Una monografía que actualizara,
cuando no diera a conocer, los aspectos más singulares de nuestras ciudades romanas.

Y como resultado final, habida cuenta de la imposibilidad de obtener recursos complementarios


para la coedición con otras entidades, ya en plena crisis en 2010-2011, desde el Museo Nacional de Arte
Romano pensamos publicar los estudios mostrados en los ciclos en la serie Studia Lusitana. Si bien la
Serie, de creación científica propia, vertebra su discurso en torno al análisis del territorio provincial desde
aspectos monográficos, nunca se ha soslayado la posibilidad de tratar fenómenos, como fue el caso de su
cuarto volumen, Ciudad y Foro en Lusitania Romana. Éramos conscientes de que el marco lusitano se
superaba al incluir las ciudades de la Bética, pero la monografía podía verse enriquecida al tratar el

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fenómeno urbano de manera global, monográfica, aunque se retomaba la visión dicotómica de
Extremadura y Portugal. Sopesadas todas las cuestiones, llegamos a la conclusión de que un nuevo
volumen con este estado de la cuestión era no sólo útil, sino oportuno.

Ciudades Romanas de Extremadura se dedica a una gran compañera y amiga, Manuela


Barthélemy. Ella, desde sus distintas responsabilidades en el Ministerio de Cultura, siempre luchó y
colaboró en pro de la arqueología extremeña, y en particular por nuestros yacimientos y museos. Por eso,
por su trabajo, por su entrega y por su amistad, hemos querido que quede memoria de ella en estas
páginas, porque la mayoría de los yacimientos aquí analizados le deben mucho a su buen hacer.

El resultado final es un trabajo integrador, de gran utilidad por la visión de conjunto que oferta, por
la posibilidad de actualizar los datos al respecto y por el elenco bibliográfico que proporciona para
cualquier investigador que se acerque al fenómeno urbano en el occidente de la Península Ibérica. Somos
conscientes de que se podrían haber ampliado más las ciudades, los temas, pero ello hubiera supuesto un
nuevo proyecto, y también hubiera supuesto una inversión de la que no disponíamos.

Ciudades Romanas de Extremadura se ha incorporado, desde 2011, a la programación científica


de la Dirección General de Patrimonio Cultural de la Consejería de Educación y Cultura del Gobierno de
Extremadura, dentro de un ambicioso proyecto de estudio, intervención, análisis y puesta en valor de estos
yacimientos singulares de nuestra Comunidad. Se han dado importantes pasos en pro de alcanzar estos
objetivos, y el ejemplo más paradigmático es la recuperación del teatro romano de Metellinum que se ha
integrado, tras recibir el premio Europa Nostra 2013 a la restauración de monumentos, como oferta
permanente del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida.

Nuevas actuaciones se programan con los fondos europeos 2015, probablemente este volumen,
en poco tiempo, se vea superado por nuevos avances; así es el camino de la ciencia. Queda mucho
camino por recorrer, y desde el MNAR siempre hemos propiciado los equipos multidisciplinares para
sumar e integrar los avances científicos, avances que nos permiten no sólo reivindicar el esencial rol de
nuestra provincia lusitana, sino que hacen factible una investigación aplicada, para que desde el
Patrimonio dinamicemos nuestros pueblos, nuestras comarcas, con el objetivo de una oferta de turismo
cultural sostenible.

Vaya nuestro doble agradecimiento, a todos los autores por su paciencia editorial y a los
profesionales responsables de la edición, Gráficas Rejas, por el empeño que siempre ponen en estos
volúmenes de Studia Lusitana.

TRINIDAD NOGALES BASARRATE

MARÍA JOSÉ PÉREZ DEL CASTILLO

Diciembre de 2014

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Augustobriga
(Talavera la Vieja)
Carlos Jesús Morán Sánchez
Instituto de Arqueología de Mérida (CSIC-Gobierno de Extremadura)

RESUMEN

La ciudad de Augustobriga es abandonada paulatinamente en un momento posterior a su auge como


municipio romano. En 1489 se amojona su territorio para el asentamiento de una “nueva” población:
Talavera la Vieja, nombre que lleva implícito la antigüedad del solar sobre el que se ubica. En 1963
Talavera la Vieja y, bajo ella, Augustobriga, son inundadas como consecuencia de la construcción del
pantano de Valdecañas. Estas circunstancias limitan la capacidad de los trabajos arqueológicos y hacen
que la historiografía sea la fuente que más datos aporta sobre el carácter y urbanismo de la ciudad
romana.

PALABRAS CLAVE: Augustobriga, Talavera la Vieja, Arqueología, Historiografía, Pantano de Valdecañas.

ABSTRACT

The Roman municipium of Augustobriga had its heyday during the Imperial Period and then was gradually
abandoned. In 1489 its territory was stacked for the establishment of a “new" population: Talavera la Vieja,
a name that suggest the antiquity of the land on which it is located. In 1963 the site was flooded as a
consequence of the building of the Valdecañas dam. This circumstance has severely limited the
possibilities of further archaeological research, making historiography the main source of knowledge about
the characteristics and urbanism of the Roman town.

KEYWORDS: Augustobriga, Talavera la Vieja, Archaeology, Historiography, Pantano de Valdecañas.

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INTRODUCCIÓN

Las circunstancias históricas de la ciudad de Augustobriga y, por ende, de Talavera la Vieja, hacen
que cualquier estudio sobre esta ciudad deba basarse, en gran medida, en la historiografía.

La ciudad romana se asentará sobre un núcleo preexistente, de origen vetón, con un claro
carácter estratégico de control territorial (Salas Martín, 1985; Geographia II, 5, 9). Este asentamiento
alcanza una cierta importancia territorial atestiguada tanto por los restos constructivos como por la
epigrafía.

Su abandono, en un momento posterior al siglo IV, por otros emplazamientos de carácter más
defensivo, como el vecino castillo de Alija y el poblado de mismo nombre, propician que se forme la ruina
de la ciudad. De este modo, el siguiente testimonio ya no está asociado a Augustobriga, sino a la creación
en 1489 sobre sus ruinas del núcleo que se denominará Talavera la Vieja. La elección del epíteto “Vieja”
que se incluye en el nombre es indicativo de la conciencia que se tiene de la antigüedad de los vestigios
que atestiguan la anterior ocupación del solar. Los restos se incorporan a lo cotidiano de la nueva
población y se insertan perfectamente dentro de su paisaje. No obstante, el abandono durante unos siglos
ha provocado el olvido del topónimo bajo el polvo de las ruinas y los nuevos habitantes poco o nada
conocen del origen o del nombre de la antigua ciudad.

LA CIUDAD ROMANA EN LA HISTORIOGRAFÍA

Las primeras menciones a Augustobriga las encontramos en las fuentes clásicas. Plinio (Nat. His. IV,
118), en el siglo I, menciona al pueblo augustobrigense entre los pueblos estipendiarios de la Lusitania.
Ptolomeo (Geographia II, 5, 9), en el siglo II, ofrece un listado de las ciudades vettonas de Lusitania entre las
que se encuentra Augustobriga, situándola con sus coordenadas con respecto a las otras ciudades. También
en el siglo II, el itinerario de Antonino (Itinerarium Antonini Augusti) ubica a Augustobriga entre las estaciones
de la vía que une Emerita Augusta con Toletum. El siguiente testimonio lo encontramos a finales del siglo IV,
en que el Anónimo de Rávena (Ravennetis anonymi cosmographia) encuadra la ciudad dentro de una vía de
comunicación, la que une Emerita Augusta con Cesaraugusta. En dicha vía, en el tramo Complutum-Emerita
Augusta se nombra a Augustabria, que ha sufrido una cierta transformación en el nombre.

Las antigüedades de Talavera la Vieja son mencionadas en diversos testimonios a partir del siglo
XVI. Apenas tres décadas después de su fundación, el embajador veneciano Andreas Navagero plasma en
su libro de viajes que al pasar a unas leguas de Talavera la Vieja le informan de las antigüedades que
existen en la ciudad: “é anchor in piedi una gran muraglia antica et altri antiquitá”, aunque él no se acerca
personalmente a comprobarlo. La importancia de los restos arqueológicos es patente, por tanto, desde su
repoblación.

En 1572 una de las figuras más relevantes del humanismo en España, Alvar Gómez de Castro,
viaja a Talavera la Vieja y describe los restos arqueológicos que están repartidos por toda la población:
restos del foro (que considera circo), templos, inscripciones, etc. ((Sánchez Cantón, 1927; Morán Sánchez,
e.p.). Alvar Gómez ya identifica, por primera vez, las “antiguallas” de la ciudad con restos romanos, y los
distingue de otros restos distintos (godos, cartagineses) que se encuentra en el lugar. Sin embargo opina

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que la ciudad antigua se llamaría “Arcavica”, en base a una inscripción que dice poseer en su poder y de
la que no se tienen noticias posteriores. El edificio que más llama su atención es el denominado por los
lugareños como “los mármoles” porque las columnas, según le comentan al humanista, “estaban
chapadas de vidrio que relumbraba desde muy lejos”, aludiendo a los restos de estuco que se
conservarían en las acanaladuras. Describe también otro edificio que denomina "capilleja", usado en ese
momento como granero o "cilla" y que es identificado como templo romano.

Hace notar que cuando pregunta a los habitantes del lugar por los restos arqueológicos, éstos le
dan detalles precisos sobre su procedencia porque, según él, parecen “instruidos de otros que habían
venido en la misma demanda”. Este testimonio, junto al de Navagero, pone de manifiesto que los restos
arqueológicos, a pesar de que la ciudad queda un tanto apartada de las vías principales de comunicación,
son bastante conocidos entre los estudiosos y anticuarios. Las visitas para reconocer estos restos debieron
ser bastante frecuentes, lo que incide directamente en el conocimiento de la filiación e importancia de los
restos por parte de los habitantes de Talavera la Vieja.

Una de estas visitas atestiguadas es la que realiza en 1577 Ambrosio de Morales. El estudioso
ayudará al párroco de la localidad a responder al interrogatorio que Felipe II ha enviado a los pueblos para
realizar las Relaciones Topográficas. Esto posibilita que en las respuestas al interrogatorio se identifiquen
los restos de la ciudad con un origen romano y se haga una relación bastante exacta de los más conocidos:
templos, muralla, restos de termas, monedas, estatuas, etc. (Ceán Bermúdez, 1832).

Estos viajes de estudiosos debieron influir de manera extraordinaria para que el 14 de abril de
1578 se dictara una ordenanza municipal, pionera en este sentido, prohibiendo la destrucción de los
edificios antiguos. La ordenanza, de la que se informa en el testimonio de Ignacio de Hermosilla (De
Hermosilla y Sandoval, 1796), es una de las más antiguas que se conocen en España y es sancionada por
el Conde de Miranda en septiembre de 1578. En esta, además, se hace alusión a otra “ordenanza antigua”
que sería la base de esta orden. El texto dice expresamente:

Ordenamos y mandamos, que por quanto en esta dicha villa habia una ordenanza antigua, la
qual se guardaba y al presente guarda, la qual hablaba en razon de la conservacion de los edificios
antiguos que hay en la dicha villa, é se van por algunos vecinos de ella deshaciendo, ordenamos que de
quia adelante ningun vecino de esta dicha villa ni de fuera de ella sea osado á romper ni desbaratar
ningun edificio de los antiguos que estovieren morados sobre la tierra, so pena de seiscientos maravedis,
la meitad para la cámara de su señoría ilustrísima, y la otra meitad para los propios de esta dicha villa, é
questo se inquiera en la pesquisa secreta, para que los culpados sean castigados [sic]..

La conciencia local de la importancia de los restos arqueológicos para la ciudad, no sólo como
testigos de la historia del lugar, sino también como generadores de interés para viajeros y curiosos, habría
propiciado la precocidad de las ordenanzas que intentan preservarlos de los destrozos. La ordenanza es
claramente precursora de otras que más tarde se van a promulgar en toda España y habría inspirado
directamente la que se promulga con similar contenido, en momentos posteriores, en la ciudad de Mérida
(1677; De Hermosilla y Sandoval, 1796).

En un mapa anónimo de 1606, titulado Castiliae Veteris et Novae Descriptio , asistimos a la


recuperación del nombre de Augustobriga. Este mapa, que utiliza las fuentes literarias antiguas para ubicar

225
distintas poblaciones de origen romano, sitúa Augustobriga en la localidad de Villar del Pedroso, cercana a
Talavera la Vieja que, a su vez, no aparece en el mapa. La localización de Augustobriga en Villar del
Pedroso va a sentar un precedente en la historiografía que se consolidará en la mayoría de los autores. El
motivo probablemente radique en la incorrecta gradación de Ptolomeo unida a la existencia en esta
localidad de numerosos vestigios romanos (fig. 1).

Fig. 1. Castiliae Veteris et Novae Descriptio, mapa anónimo de 1606 donde se menciona el nombre de Augustobriga asociado a Villar del Pedroso.

El primer testimonio gráfico de los restos romanos de Talavera la Vieja lo encontramos en una
publicación de 1640. Se trata de la Chorographia del río Tajo, realizada por un ingeniero al servicio del rey,
D. Luís Carduchi (1829; López Gómez, 1998). En este reconocimiento del río Tajo y sus orillas, el ingeniero
dibuja cuantos datos puedan ser de interés. Junto a Talabera la biexa, hace un pequeño bosquejo de lo
que denomina “fábrica antigua”, que se corresponde con el edificio romano mejor conservado. En el
dibujo se trazan los arquitrabes y columnas que lo componen, en su posición de espaldas al río. Es
evidente la innegable presencia que las ruinas de este edificio en concreto tienen sobre el paisaje de la
ciudad y los alrededores (fig. 2).

Las menciones a las antigüedades de Talavera la Vieja continúan de manera intermitente e


imprecisa durante todo el siglo XVII, pero el verdadero redescubrimiento de Augustobriga tendrá lugar en
los siglos XVIII y XIX (Morán Sánchez, 1996). A partir de este momento, Talavera la Vieja va a aparecer en
todos los mapas; en algún caso con caracteres más grandes que los pueblos de alrededor, como en el
trazado por el cartógrafo Nicolás de Fer (De Fer, 1706). También como Talavera o Talavera la Vieja es
nombrada en dos mapas de 1776, el de Antonio Zatta y Tomás López, respectivamente.

Es a finales de este siglo XVIII cuando, dentro de la corriente general de la erudición que conlleva
el movimiento ilustrado, se sientan las bases para el verdadero conocimiento de la ciudad romana. En este
momento las recién creadas Academias de la Historia y Bellas Artes de San Fernando impulsan la
realización de una serie de viajes de “reconocimiento” que tienen como uno de sus objetivos el catálogo de
los restos arqueológicos y artísticos dispersos por toda la geografía nacional. A este movimiento se le añade
una corriente, el Grand Tour que, procedente de Europa, traerá a España a numerosos descendientes de
nobles europeos que, a modo de viaje de fin de estudios, recorren las ciudades y pueblos para conocer sus
costumbres, historia o folklore. Aunque Talavera la Vieja queda algo apartada de las rutas principales, las
noticias anteriores y la importancia de los restos atraen hacia ella las miradas de algunos viajeros, curiosos
y eruditos que dejarán testimonio de sus visitas.

226
En 1762 Ignacio de Hermosilla lee en la Real Academia de la Historia la Noticia de las ruinas de
Talavera la Vieja (De Hermosilla y Sandoval, 1796), una memoria detallada de todas las antigüedades que
existen en la ciudad acompañada de una serie de dibujos que dan constancia gráfica de la mayoría de
ellas. Visita la población y, probablemente basándose en el trabajo realizado por Ambrosio de Morales, que
puede deducirse de las respuestas a las preguntas del interrogatorio de Felipe II, logra medir y definir con
claridad el foro de la ciudad romana,
situado en el lugar que Alvar Gómez
describiera como “mirador” y que ya
esbozaba como un espacio porticado
(Morán Sánchez, e.p.). La existencia de
restos de dos grandes edificios públicos en
este ámbito (“los mármoles” y “la cilla”) y
la posibilidad de que hubiera existido otro
es planteada por Hermosilla en los
primeros dibujos a detalle que se realizan
de estos restos. También realiza el primer
plano general conocido de la situación de
los restos romanos en la ciudad. El autor Fig. 2. Dibujo de Luís de Carduchi. Detalle de los restos de Talavera la Vieja en su
no sólo se ocupará de los restos reconocimiento de las riberas del Tajo. 1640.

arquitectónicos más notables, sino que


dibuja y describe inscripciones, restos prerromanos, elementos decorativos dispersos, etc., lo que convierte
su trabajo en un importante testigo gráfico de la realidad de los restos arqueológicos de Talavera la Vieja en
esta época. En la Real Academia de la Historia se conserva una copia impresa de la Memoria de
Hermosilla con notas manuscritas del propio autor1 en la que rectifica y puntualiza alguno de los datos que
apuntará después Córnide como erróneos, y ofrece otros datos no publicados, como sus siguientes visitas
a Talavera la Vieja que se prolongarían, al menos, hasta 1793, y algunas excavaciones practicadas en torno
al llamado templo de “los mármoles” y junto al río (fig. 3).

Este trabajo se publicará en 1796 en las Memorias de la Real Academia de la Historia, años
después de su lectura, junto con el de José Córnide (Córnide, 1796; De Hermosilla y Sandoval, 1796), que
pretende ser una continuación del de Hermosilla, intentando rectificarlo en algunos puntos. Lo que
realmente destaca de la obra de José Córnide es su gran deseo de identificación de los restos
arqueológicos de Talavera la Vieja con los de la Ebura carpetana, en detrimento de Talavera de la Reina.
Menciona, además del trabajo de Hermosilla, el trabajo manuscrito de Francisco Forner y la visita a
Talavera la Vieja de Antonio Ponz en 1777 para conocer las ruinas de primera mano.

Antonio Ponz, que publica su Viage de España en 1784 y que visita las ruinas impulsado por el
trabajo de Hermosilla, menciona éste como el más completo realizado hasta el momento sobre los restos
arqueológicos de Talavera la Vieja. El Viage de España hace un resumen de los datos aportados por
Hermosilla e incluye un dibujo realizado por Jerónimo Antonio Gil que es el mismo que la estampa sexta de
la Noticia de las ruinas de Talavera la Vieja (Medrano Basanta, 1997). Llama la atención el adorno vegetal
representado sobre el dintel del templo en este dibujo, algo que quizá deba achacarse a la libertad artística

1
RAH, sign. CAICC/9/3931/01(04).

227
Fig. 3. El foro de la ciudad romana con la situación de los edificios conservados según Ignacio de Hermosilla, 1796. Gabinete de Antigüedades de la Real
Academia de la Historia.

de Gil basándose en la descripción de Hermosilla de “unos baxos relieves de mal gusto” sobre los
arquitrabes. La existencia en la Real Academia de la Historia de un dibujo muy similar a este, catalogado
como anónimo pero con fecha de 1762, hace pensar en la idea de que éste último sea el apunte original
de Hermosilla, libre de la guirnalda, sobre el que posteriormente se basó Gil (fig. 4).

En cuanto al trabajo de Forner, sólo las menciones de Córnide nos aproximan a esta obra, ya que
no llegó a publicarse, pero a juzgar por estas alusiones, tendría su base en el trabajo de Hermosilla,
probablemente aportando algún dato nuevo.

Tomás López, en 1798 (Barrientos Alfageme, 1991), hace alusión al trabajo de Hermosilla,
añadiendo el dato de las excavaciones que había realizado el erudito años atrás. En este trabajo, que López
plantea a modo de cuestionario a los habitantes, se ponen de relieve aspectos de la vida cotidiana de
Talavera la Vieja a finales del siglo XVIII y se constata la conciencia que se tiene desde antiguo de la
importancia de los restos arqueológicos sobre los que se asienta la ciudad.

La memoria de Hermosilla, por tanto, juega un importante papel y sirve ya de base a los trabajos
de Forner y Segarra, Antonio Ponz y Córnide. Sobre él se asientan la mayoría de las menciones posteriores,
convirtiéndose en “manual” para cualquiera que quiera conocer algo sobre las ruinas de Talavera la Vieja.

228
Fig. 4. Izquierda: Alzado y planta del templo de “los mármoles” en la estampa sexta de la Memoria publicada por Hermosilla, con el detalle de la
guirnalda sobre el dintel. Dibujado por Jerónimo Antonio Gil. Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia. Derecha: Alzado y planta del
templo de “los mármoles” que se conserva en la Real Academia de la Historia fechado en 1762. Probablemente es el original dibujado por Ignacio de
Hermosilla.

El inglés Sir John Talbot Dillon (Dillon, 1782) viajará con el ejemplar del Viage de España de Antonio Ponz
como guía y, cuando alude a Talavera la Vieja, indica que
Two leagues from Talavera de la Reyna you find Talavera la Vieja, famous for the remains of a
temple as well as several Roman inscriptions and other antiquities, which have been described and
published with copper plates, at Madrid, in 1762, by Don Ignacio de Hermosilla of the secretary of State’s
office for the West India department.

El comienzo del siglo XIX nos muestra una ciudad romana que es parcialmente conocida en base
a los restos observados, fundamentalmente, a finales del siglo XVIII, pero sobre cuyo nombre no hay
ninguna certeza definitiva. Si bien se ha rescatado el nombre de Augustobriga de las fuentes clásicas, éste
se asocia a los vestigios romanos que se observan en Villar del Pedroso, basándose para ello en la errónea
gradación de Ptolomeo junto al hallazgo de una inscripción funeraria donde la difunta es identificada como
augustobrigense. Se obvia que la mención específica de la procedencia en el epígrafe puede ser debida,
precisamente, a que no se encuentra enterrada en el lugar del que procede.

Talavera la Vieja, en este momento, es identificada con la Ebura carpetana de las fuentes. El
estudio histórico y filológico de Córnide será el principal valedor de esta teoría y, junto al trabajo de
Hermosilla, en cuanto a los restos arqueológicos, son los pilares sobre los que se asientan los testimonios
posteriores.

229
La aparición del romanticismo unida a la corriente de admiración por la antigüedad clásica va a
propiciar que el edificio más emblemático de la ciudad, el conocido como “los mármoles” sea
representado en litografías y grabados, lo que va a contribuir a la difusión de esta imagen de la ciudad.

El joven francés Alexandre de Laborde viaja a España, con patrocinio regio (Canto, 2001: 49 y ss.;
Caballero Rodríguez, 2004: 63-64) para “eternizar por el dibujo y el grabado lo que la voracidad de tiempo
podría llevarse en adelante” (Canto, 2001: 53). En su Voyage pittoresque et historique en Espagne (De
Laborde, 1806-1820), incluye tres grabados sobre las ruinas de Talavera la Vieja. Dos de ellos pueden
considerarse “pintorescos” y se empapan del espíritu romántico. El primero, “Vestigios de un templo
antiguo en Talavera la Vieja”, dibujado por Dutailly y grabado por Legrand, nos muestra el edificio conocido
como “los mármoles” visto desde atrás en un ángulo lateral, lo que permite apreciar también los restos del
templo denominado por los lugareños “la cilla” al fondo de la composición. Participa de todos los
componentes románticos: el paisaje constituye el fondo, con elementos de la naturaleza: nubes,
vegetación, relieve; la ruina constituye el foco principal de la escena y, por último, el hombre, figura
pequeña ante la ruina, en sus quehaceres cotidianos.

Una segunda lámina del Voyage comprende dos grabados distintos: el primero de ellos titulado de
igual modo que el precedente, está dibujado también por Dutailly y grabado por Berthault. Muestra el
edificio de “los mármoles” visto de frente. Su composición es idéntica a la descrita para el anterior: ruina,
naturaleza y hombre muestran una imagen típicamente romántica. El segundo de los grabados que
componen esta lámina doble muestra, sin embargo, otra visión distinta de los edificios. Su título “Detalles y
cortes de los templos en Talavera la Vieja” define el contenido. Son los alzados, plantas y perfiles de los dos
edificios más conocidos de la ciudad, el templo de “los mármoles” y el de “la cilla”. Dibujado por Moulinier
y grabado por Rousseau, incluye la escala y las medidas como dato técnico.

Esta doble vertiente en los grabados incluidos en el Voyage de Alexandre de Laborde sirve como
aporte científico a las vistas pintorescas y constituye una valiosa herramienta para el conocimiento objetivo
de los monumentos reflejados en ellos. Supone la plasmación de las dos miradas de la época a los restos
arqueológicos, de una parte la evocación romántica del pasado a través de las ruinas y de otra la mayor
rigurosidad alcanzada en este momento a la hora de describir y reflejar los restos arqueológicos (Morán
Sánchez, 2009).

En 1824 se fecha una litografía de Godefroi Engelmann que muestra otra vista del templo
principal de Talavera la Vieja: Ruines d’un temple à Talavera la Vieja. Se observa el edificio desde un punto
situado a la derecha del mismo visto desde su frente. La imagen vuelve a repetir los elementos que
componen las vistas pintorescas dentro de la mirada romántica: la ruina como protagonista sobre el paisaje
y como testigo del ajetreo cotidiano del hombre.

La fuerza que transmiten estas imágenes de los edificios romanos de Talavera la Vieja contribuye a
que sean cada vez más conocidos y que se elija, junto con muchos otros del Voyage de Alexandre de
Laborde, uno de los grabados sobre el edificio de “los mármoles” para ilustrar un plato en la Vajilla de
Paisajes que se hace para el Palacio Real alrededor de 1828 (Sánchez, 1985) (fig. 5).

Los trabajos que se publican en este momento coinciden en dos aspectos básicos: la deuda con
la obra de Hermosilla, que suelen manifestar abiertamente, y la identificación de Talavera la Vieja con

230
Fig. 5. Izquierda: Grabado de Alejandro de Laborde de “los mármoles” y plantas y alzados del templo de “la cilla” y de “los mármoles”. 1806. Biblioteca
del Museo Nacional de Arte Romano. Derecha arriba: otro grabado de Alejandro de Laborde del edificio de los mármoles con otra perspectiva que
permite observar “la cilla”. Derecha centro: un plato de la Vajilla de Paisajes de Patrimonio Nacional inspirado en el grabado de Laborde . Derecha abajo:
litografía de Godefroi Engelmann a partir de dibujo de Bacler d’Albe. 1824. Archivo de la Diputación Provincial de Cáceres.

Ebura carpetana, en base al trabajo de Córnide. Así lo reconoce Ceán Bermúdez en el Sumario de las
Antigüedades romanas que hay en España (Ceán Bermúdez, 1832), donde no se hace ninguna aportación
nueva sobre la ciudad. El mayor interés de esta obra reside en que el autor reproduce las respuestas al
interrogatorio de Felipe II que se envían desde Talavera la Vieja y que, como ya se señaló anteriormente,
estarían inspiradas por la visita de Ambrosio de Morales.

Otros autores, además de Ceán Bermúdez, que parten de estas dos premisas básicas son Madoz
(Madoz, 1846), Viú (De Viú, 1846), Vicente Barrantes (Barrantes, 1865), Paredes Guillén (Paredes
Guillén, 1886) o Juan Pérez de Guzmán (Pérez de Guzmán, 1870). En todos ellos se repiten las
referencias a Hermosilla en cuanto a la ciudad y a Córnide en lo que respecta a su nombre antiguo como
Ebura.

231
En 1887 es encontrada, junto a uno de los tramos de
muralla que se conservaban en Talavera la Vieja, una inscripción
dedicada al Senatus populusque augustobrigense . Fidel Fita
informa sobre las circunstancias de este hallazgo casual (Fita,
1887) que confirma de manera fehaciente que las ruinas de
Talavera la Vieja no son otras que las de Augustobriga, algo ya
sospechado por Hübner (Hübner, 1869) y que cierra el debate
suscitado sobre el nombre. Esta inscripción aporta, además,
valiosos datos sobre el carácter administrativo de la ciudad, tales
como la existencia del senado, el hospitium o el uso de tria
nomina, que hablarían de que la ciudad probablemente alcanzó Fig. 6. Inscripción dedicada al SENATUS POPULUSQUE
AUGUSTOBRIGENSE encontrada en las inmediaciones
el estatus de municipium en época flavia (fig. 6). de la muralla en 1887.

Durante el siglo XX encontramos diversos expedientes en la Real Academia de la Historia sobre la


petición de consolidación del edificio principal de la ciudad, pues amenaza ruina por su proximidad al
barranco sobre el río. El académico José Ramón Mélida será el encargado de hacer el informe sobre las
antigüedades, basándose, en gran medida, en el trabajo de Ignacio de Hermosilla (Mélida Alinari, 1919).
Aunque el trabajo de Mélida no aporta datos nuevos, es el primero en proponer que los dos edificios
romanos más conocidos sean declarados patrimonio nacional, algo que se materializará en 1931. Apunta,
además, la posibilidad de que este edificio, denominado comúnmente “los mármoles”, sea una curia y no un
templo. Esta opinión va a centrar el debate a partir de este momento y se prolongará durante todo el siglo XX.

En cuanto a la estabilidad, Mélida, a través de las gestiones del cacereño Sanguino Michel, hace
que sea reconocido el monumento por un maestro de obras que determina que no existe un peligro real de
desprendimiento.

No obstante, el estado de conservación del edificio sigue preocupando2. En el BOE de 15 de


noviembre 1949 se aprueba un proyecto de obras de conservación del que queda constancia en el
Instituto de Patrimonio Cultural de España. En la Memoria técnica del proyecto se alude a que “existe hace
años un grave peligro de hundimiento de la curia…”. Es seguro que los arquitectos que firman el proyecto,
José Manuel González Valcárcel y José María Rodríguez Cano, han tenido en cuenta el informe de Mélida
de 1919 para redactar su proyecto y lo denominan “curia”, como lo hiciera él. Se hace especial hincapié
en restituir los elementos caídos con los elementos originales y sin realizar ninguna otra labor que no sea
imprescindible por motivos de seguridad. Se incide, también, en que

En la obra de aplomado de las columnas se tendrá especial cuidado en que no sufran desportillo
las estrías de los fustes y que se conserven con cuidado los estucos que en parte se conservan…

Hay constancia, por tanto, de una actuación de consolidación del edificio en este momento que
conllevó el desmontaje y remontado de algunos de sus elementos. Se deduce también del proyecto que los
arquitectos tuvieron sumo cuidado en no reconstruir nada, sino aportar estabilidad al edificio respetando

2
En 1947 se redacta un proyecto de adecuación que no llegará a ejecutarse, aunque se incluyen fotografías del mal estado del podio. Los mismos
arquitectos redactarán dos años más tarde un nuevo proyecto que sí verá la luz. (Mogollón 2011:243-245).

232
Fig. 7. Planta y alzado del edificio de “los mármoles” en el proyecto de conservación redactado en 1949. Ministerio de Cultura, Instituto de Patrimonio
Cultural de España.

sus elementos originales. No obstante, una obra de esta envergadura debió dejar alguna huella en el
edificio, quizá ya borrada por el traslado del mismo previo a la inundación (fig. 7).

Las excavaciones arqueológicas que realiza Antonio García y Bellido en 1956 preceden en el
tiempo a la inundación de Talavera la Vieja por las aguas del pantano de Valdecañas. Estas excavaciones,
cuyos datos sólo fueron esbozados parcialmente, ayudan a que se decida salvar de la inundación tanto el
templo de “los mármoles” como las tres columnas del segundo templo identificado en la ciudad, tarea para
la que se cuenta con Menéndez Pidal (García y Bellido, 1962). García Bellido excava en las inmediaciones
de los templos para completar sus plantas y la del foro, así como un área que considera peristilo de una
gran casa, anexo al foro. Estudia también los tramos de muralla conservados y documenta dos torres. La
memoria completa no llegó a ser publicada, por lo que los datos son bastante puntuales. Cabe resaltar que
García y Bellido no pone en duda en ningún momento que el edificio de “los mármoles” sea un templo,
ajeno al debate sobre su funcionalidad suscitado desde principios de siglo3.

En 1963 las aguas del pantano cubren Talavera la Vieja y Augustobriga, impidiendo la posibilidad de
continuar con la labor de documentación arqueológica de la ciudad antigua. El edificio de “los mármoles” y
las tres columnas de “la cilla” fueron trasladados a un nuevo emplazamiento junto a la carretera Navalmoral
de la Mata-Bohonal de Ibor. Bajo el agua permanece el podio del templo de “la cilla”, la muralla y muchos otros
restos de la ciudad romana que se entremezclan con los de Talavera la Vieja, convertida también en ruinas.

3
La reciente revision de la documentación inédita pondría de manifiesto que las evidencias de las excavaciones apuntarían al carácter cultual del
edificio (Morán 2015)

233
AUGUSTOBRIGA A LA LUZ DE LOS DATOS

La inundación motiva que todo el conocimiento sobre Augustobriga se base en datos


historiográficos, hallazgos dispersos y comprobaciones de superficie cuando las aguas del pantano bajan lo
suficiente para ello. La falta de contraste con el registro arqueológico nos ofrece una visión parcial y en gran
medida sólo imaginada de lo que fue en realidad la ciudad de Augustobriga; no obstante, a la luz de estos
datos, se pueden esbozar algunas características propias de la ciudad romana4 (fig. 8).

Fig. 8. Plano esquemático de la situación de los restos arqueológicos.

Ubicación

La elección de este lugar de la parte oriental de la Vettonia para el establecimiento de un


asentamiento de filiación romana se debería, como señala Salas (Salas Martín, 1985) a su situación de
mansio en la vía Augusta Emerita-Toletum, la fértil vega del río Tajo que constituía su territorio y el interés

4
En este sentido, es necesario agradecer el enorme esfuerzo y celo profesional de Antonio González Cordero, arqueólogo y director del Museo
Arqueológico de Navalmoral de la Mata que, en las ocasiones en las que ha bajado el nivel del agua, ha documentado los restos que la erosión va
dejando al descubierto, contribuyendo de forma esencial al conocimiento de la ciudad y su entorno.

234
estratégico para el control administrativo y tributario del territorio colindante y de los pueblos de la Sierra de
Gredos. Habría que añadir a estos factores el asentamiento sobre el que se sitúa: un núcleo indígena que
debió tener una cierta preeminencia sobre su territorio de influencia a juzgar por los contactos que pueden
deducirse del estudio de un ajuar funerario de raigambre orientalizante (Celestino Pérez; Jiménez Ávila,
2004; Jiménez Ávila, 2006), hallado en relación con estructuras de éste mismo carácter estudiadas
recientemente en los niveles prerromanos de Talavera la Vieja.

La ciudad se configuraría como una verdadera cuña para la romanización de la zona, actuando a
la vez como núcleo difusor de la cultura romana. Poco a poco debió alcanzar una cierta notoriedad,
contando con una incipiente organización administrativa además de una infraestructura urbanística que
denota un alto grado de romanización. La inscripción honorífica dedicada al Senatus Populusque
Augustobrigensi (C.I.L.II, 5346), así como el hospitium mencionado en dicha inscripción, se esgrimen como
pruebas de que Augustobriga llegó a alcanzar el estatus de municipio. También lo corrobora el uso del tria
nomina o la adscripción a la tribu Quirina de algunos ciudadanos (McElderry, 1918: 73), aunque ninguno
de estos datos es concluyente al respecto. No obstante, y en líneas generales, parece demostrado que
Augustobriga sufrió una transformación a municipio en época flavia, lo que comportaría una adecuación a
las instituciones romanas con la constitución de la curia, ordo decurionalis y magistrados municipales.

La población, a juzgar por los testimonios epigráficos, estaría compuesta por un sustrato itálico
importante que conviviría con la población autóctona, en pleno proceso de romanización y cuya
religiosidad refleja esa aculturación en la convivencia de dioses indígenas romanizados y romanos
(González Cordero; Morán Sánchez, 2006).

En definitiva, Augustobriga, sería una comunidad urbana provinciana que no se destacó


demasiado, quizá eclipsada por la vecina Caesarobriga (Talavera de la Reina) con un mayor potencial en
todos los sentidos.

Urbanismo

Los testimonios de los viajeros eruditos de los siglos XVIII y XIX, la escasa información que pudo
obtener el profesor García y Bellido en las excavaciones de urgencia practicadas antes de la inundación y
los estudios de los materiales y estructuras que aparecen cuando baja el nivel del agua son las únicas
herramientas con que se cuenta para conocer someramente la realidad de la ciudad romana (fig. 9).

Muralla

Su traza, según Hermosilla, sería casi un semicírculo cuya línea de diámetro estaría paralela a la
del río. El paramento exterior es de sillería de granito y en el interior de hormigón (opus quadratum). La
anchura, por donde mejor podía observarse era de 1,60 m. y su altura de hasta ocho pies, es decir, unos
2,50 m. Apoyando sus extremos en el río, dejaba la zona de templos en el centro y poseía dos torres de
planta cuadrada con 58 m. entre sí, documentadas por García y Bellido en sus excavaciones. Según él, la
muralla se continuaría en altura con tapial reforzado en base a la ausencia de adobes y lo lisa y horizontal
de la cara superior del muro.

235
Fig. 9. Distintos restos romanos de Augustobriga: A) Vista anterior y posterior del pódium del templo de “la cilla”; B) Planta del edificio de “los mármoles”
dibujada por García Bellido y frente del edificio en su posición original; C) Colector de “la Cantamora”; D) Restos del canal del “peristilo” situado a las
espaldas del foro; E) El specus de un acueducto proveniente del Gualija visible al Este de la ciudad; F) Canal realizado con piezas reutilizadas; G) Restos
de las termas y escalera de acceso a las mismas; H) Planta de torre adosada a la muralla según García Bellido y estado actual; I) Lienzo conservado de
la muralla de Augustobriga. Fotografías: J.Á. Salgado y C. Morán.

236
Las puertas se situaban a cada extremo de la calle Real, que corría paralela al río de Oeste a Este
y siguiendo probablemente su trazado el de la original vía romana. En la zona de la ciudad que se sitúa al
Sur debió haberse situado otra puerta de entrada a la ciudad, probablemente la principal, tanto por su
situación como por estar flanqueada por las dos torres documentadas por García y Bellido. El topónimo del
lugar: “Olivar de la Puerta”, corrobora esta hipótesis. Esta puerta quedaría perfectamente alineada con la
zona del foro a través del cardo, y junto con la vía que corría paralela al río, el decumanus, constituirían los
verdaderos ejes de la ciudad romana.

Foro

De forma rectangular, medía unos 68 m. de este a oeste, atravesado por la vía romana. Hermosilla
lo documentó guiándose por ocho columnas que encontró enfiladas en la parte oriental y otra en la zona
suroeste. Estaría rodeado por tres de sus lados con columnas, formando un gran peribolos que miraría
hacia el Norte. Constaría de 18 columnas en la zona Sur, de las cuales, cuatro, corresponderían al templo
situado en esa zona (denominado “la cilla”). En las zonas Oeste y Este se situarían otras 12 ó 14 columnas
a cada lado de las que se conservaban ocho en el Este, convertidas en abrevaderos de ganado y una en el
Oeste. En la zona Norte dos edificios públicos mirarían de frente al anterior.

Los edificios forenses de que se tienen constancia corresponden a dos supuestos templos, que se
constataron arqueológicamente, y otro que por razones de simetría podría haber existido, pero cuya
existencia parece improbable a juzgar por los datos arqueológicos.

1. “Los mármoles”: Se denominaba así popularmente a un edificio situado en la zona norte del
foro, con su parte trasera mirando al río Tajo, en bastante buen estado de conservación. El basamento es
de sillares graníticos, viéndosele los cimientos por detrás cuando lo visitó Hermosilla (1796). Es un zócalo
rectangular de granito que posee una moldura recta corrida por todos lados, incluido el pórtico. El acceso
al mismo se realizaba mediante un pequeño escalón que estaba formado por la parte del basamento en la
entrada. García y Bellido excavó en la zona frontal para buscar una escalinata de acceso que apenas se
conservaba pero que habría consistido en una pequeña escalera de tres peldaños a juzgar por los restos
(García y Bellido, 1962). Esta escalinata sería uno de los argumentos que se utilizan para considerar este
edificio templo y no curia. El rectángulo total mide 20,4’ x 11,55 m., y su interior se dividiría en un largo
pronaos y una cella amplia. El pavimento interior sería de losas de granito que Hermosilla aún pudo ver
cuando visitó esta ciudad.

El frontis se conserva íntegro, tetrástilo, conserva cuatro columnas centrales y otras dos laterales. Las
seis están sobre un zócalo de granito corrido que se interrumpe en el intercolumnio central para formar la en-
trada. Las columnas son de orden corintio, sin volutas en los capiteles de acanto que algunos autores acha-
can a la mutilación de las mismas (De la Barrera Antón, 2000) o bien a un tipo de orden corintio “fantaseado”
(Ponz, 1784). Hermosilla definía los capiteles como “bárbaros e irregulares”. Las basas son de dos toros, pero
sin plinto, y los fustes estriados formados por siete sillares cilíndricos cada uno. En los acanalados de estos
fustes, llenándolos, había un revestimiento de estuco imitando mármol, probablemente policromado; de ahí
le vendría el nombre de “los mármoles” que luego le dieron los vecinos de Talavera la Vieja.

237
El arquitrabe es liso, aunque Hermosilla lo describe con un bajo relieve de estuco de gran
consistencia. Llama la atención que no haya sido dibujado en ninguno de los testimonios posteriores y que
no se conserve ningún rastro del mismo; probablemente nunca existió.

Sobre el arquitrabe, una cornisa de la que sólo se conservan tres trozos, uno en el ángulo sureste
y los otros dos sirviendo de base a un arco central en el tímpano del frontón, que tendría paralelismos en el
templo “de Diana” de Mérida (Álvarez Martínez, 1976). Este tipo de arcos es característica común en
varios edificios del siglo I d.C., teniendo su origen en la arquitectura oriental de Alejandría o Siria. La
función sería de arco de descarga, o bien para luz y ventilación interior del templo.

Hermosilla lo imaginaba rodeado de 16 columnas, 6 en cada lado y cuatro en el frontis y en la


parte trasera, contando las de los extremos de los lados, aunque la reconstrucción más probable
mantendría cerrada la cella y las columnas conservadas compondrían el pórtico. El intercolumnio central
tiene 2,78 m. de anchura y aproximadamente igual el diámetro del arco. La altura desde el umbral al dintel
pasa de los ocho metros y la total del monumento serían 11 metros. Los intercolumnios pequeños miden
1,90 m., al igual que los de los costados.

Lo extraño de los capiteles, incompletos, sobre los que se asienta directamente el arquitrabe hace
plantearse a algunos autores que este edificio fuera de algún modo “retocado” en el siglo XVI (De la
Barrera Antón, 2000; Jiménez Martín, 1975). No obstante, no se conoce, por el momento, ninguna
mención que hable de una supuesta reestructuración temprana del edificio y parece difícil encontrar un
motivo de peso para llevar a cabo un trabajo que debía ser bastante arduo con los medios de que se
disponía en ese momento, sin quedar, además, testimonio de él.

2. “La cilla”: Conocido así por su función posterior como granero, este templo, ubicado como
centro del foro, se encontraba en la zona sur del mismo, formando parte de la galería porticada que lo
cerraba en esta zona. Dista del templo de “los mármoles”, en línea recta, 20,850 m. Se conservó íntegro el
basamento, de planta rectangular y parte de la escalinata, con una longitud total de 23,31 m.,
comprendida la escalinata de acceso, que mira al Norte y es de hormigón, faltando el revestimiento de
piedra. Esta escalera tenía de anchura 8,85 m. y sobresalía 5,35 m., con lo que queda reducida la longitud
del cuerpo del templo a 17,96 m. El basamento conservado es de sillería granítica, con una altura de unos
2,355 m. y una moldura que separaba el neto visible del zócalo a raíz del suelo.

Era un templo próstilo y tetrástilo, de cuyas cuatro columnas del pórtico se conservaban tres
incompletas, faltando la del ángulo noreste. No se conocen los capiteles aunque, a juzgar por las basas,
debieron ser de orden corintio. Están labradas en granito y lo que se mantiene de cada una son cuatro
sillares, el inferior correspondiente a la basa y arranque del fuste y de éste, en forma cilíndrica, los otros
tres, con un diámetro central 0,80 m. Estaban adosadas a uno de los cuatro muros de mampostería del
edificio destinado a panera o cilla, construido sobre lo que fueron pórtico y santuario. El intercolumnio
central es más ancho que los otros dos.

Hübner sitúa en las inmediaciones de este templo una inscripción dedicada a Iovi Optimo
Maximo, por lo que algunos autores pensaron que este templo podía haber estado dedicado a Júpiter,
aunque no se conoce exactamente el lugar del hallazgo de dicha inscripción, ya dibujada por Hermosilla.

238
3. Tercer templo: Un supuesto tercer templo estaría a la derecha del denominado “los mármoles”
y sería de iguales proporciones y características que este. Hermosilla, que sospechaba su existencia
merced a razones de simetría y composición, pudo ver en la zona que baja hacia el río, junto a los
cimientos del templo conocido, los cimientos de otro edificio que por el tamaño y por trozos de sillares con
moldura recta similares a las del templo anterior identifica con un templo de iguales características. Ambos
edificios estarían uno al lado del otro y justo enfrente de ellos, a más de 20 m., el templo de “la cilla” y la
galería porticada, de la que estarían separados por el decumanus.

García y Bellido, en las excavaciones que realiza en dicha zona, documenta la existencia de un
aljibe con conexión planimétrica con los otros dos templos. La imposibilidad de seguir excavando, pues en
esta zona se situaba un caserío, impidió resolver la cuestión de si el templo existió en realidad o se trataba
de otro tipo de edificio dentro del foro. En este sentido, González Cordero ratifica la existencia de
cimentaciones sobresalientes en el barranco hacia el río, alguna de las cuales cortan parte de las
edificaciones de época orientalizante que se emplazaban en esta zona. Estas cimentaciones corresponden
a una balsa recubierta de opus signinum (el aljibe documentado por García y Bellido) y el tercer colector
de la ciudad. Descartada la presencia de un edificio templario, González Cordero denomina a este recinto
balneum del templo, señalando una posibilidad que otros autores también apuntan como probable, que es
la de que esta construcción estuviera directamente relacionada con el templo de “los mármoles” (De la
Barrera Antón, 2000; González Cordero, 2005).

4. Peristilo: En la zona situada a espaldas del foro, en su parte sur, García Bellido documenta un
gran peristilo que considera centro de una casa de grandes proporciones cuyas paredes se podían seguir
por las bodegas y los sótanos de las casas modernas contiguas. Esta casa seguía los mismos ejes de los
edificios templarios. En uno de los pedestales en que apoyaban las columnas apareció una pintura
representando un jarrón con flores. Pocos datos más tenemos acerca de esta construcción, sin embargo,
las grandes dimensiones de este patio y su perfecta simetría con el foro, podrían estar indicando la
existencia de un peristilo de carácter público asociado al mismo foro. Así lo afirma González Cordero
(González Cordero, 2005) que lo documentó en una de las bajadas del nivel del agua. Considera que
pudiera ser un espacio público adjunto al foro, como ocurre en el caso de Mérida y documenta el canal
con un revestimiento de signinum rojizo y media caña semicircular en las uniones. Este espacio se
habría fosilizado, según González Cordero, pues conservaba la función de plaza pública en Talavera la
Vieja.

Obras hidráulicas

Además del mencionado canal del peristilo situado tras el foro y de la estructura aneja al templo
de “Los mármoles”, se constatan otros restos de construcciones hidráulicas.

Al extremo oriental de la villa, junto al comienzo de la bajada al río y a la derecha, Hermosilla


(1796) documentó un canal cubierto por bóveda de piedra de cuña y cemento, de 1,10 m. de altura y 60
cm. de ancho. Estaba embaldosado con losas cuadradas y sus cimientos se componían de un hormigón
de rollos y cal muy resistente. Hermosilla lo identifica como un acueducto, conocido popularmente con el
nombre de “La Cantamora”. Estudios posteriores (González Cordero, 2005: 175-176) y su situación bajo el
pavimento central de una calle demuestran que se trata en realidad de un colector o cloaca,

239
probablemente uno de los principales de la ciudad. También puede observarse otra conducción 31 m. en
el lado este de la ciudad, que no conserva la bóveda, pero de similares características al descrito
anteriormente. El tercer colector conocido se documentó junto al supuesto balneum del templo.

Cerca de esta boca se veía otra menor, hecha de piedra, que podría estar en relación directa con
lo que Hermosilla consideró arca o depósito de agua y cuyos durísimos restos de construcción estaban
desfigurados en la mayor pendiente hacia el río, por donde también hay restos de contenciones
considerables de tierra. Este depósito sería el supuesto castellum aquae de Augustobriga desde el que se
distribuiría el agua por toda la ciudad. Una tubería de plomo de origen romano, asociada a estas
estructuras y conservada por particulares ha podido ser descrita por González Cordero (2005: 177).

Donde Hermosilla situaba “hornos para fundición de metales”, en las proximidades de este
castellum aquae, se documenta la existencia de un gran recinto termal de características similares a los
de otras ciudades. González Cordero lo describe (2005: 176), permitiendo arrojar luz sobre otro recinto
público que es característico de las ciudades romanas y del que no se sabía con exactitud su
localización.

El verdadero acueducto de Augustobriga se encuentra al sureste de la ciudad (González Cordero,


2005: 180). Puede apreciarse el specus colmatado en planta. Este acueducto se dirigiría a una presa
construida sobre el arroyo Quebrantas que ha sido dada a conocer recientemente por González Cordero y
que constituiría la principal fuente de abastecimiento de aguas a la ciudad (González Cordero, 2013). Este
autor arroja luz, también, sobre otros hallazgos “menores” que dejarían constancia de la red de
distribución hidráulica en la ciudad, tales como pozos de origen romano, conducciones cerámicas o
tuberías de plomo (2013: 147-152).

Viviendas

Las viviendas de Augustobriga son escasamente conocidas. Tan sólo queda el insuficiente
testimonio de las excavaciones llevadas a cabo por García y Bellido (1962). Ya se ha mencionado la
posibilidad de que el peristilo anejo al foro que documenta García Bellido fuera un espacio público y no
doméstico, en función de su simetría con respecto a los templos y las desproporcionadas dimensiones
para una casa.

El ordenado trazado de las casas de Talavera la Vieja indica que al construir las casas modernas
se hizo con un cierto orden siguiendo la planimetría romana anterior y utilizando los muros antiguos para
las nuevas construcciones.

La ciudad debió estar casi íntegra a juzgar por las comprobaciones que García y Bellido realiza en
patios y bodegas de las casas, donde en casi todos los casos documenta restos de construcciones de
época romana. En muchas de las casas modernas se documentó, además, la existencia de restos como
capiteles de columnas o fragmentos de fustes que se situaban a la entrada de la casa, como asiento, o
reutilizados dentro de la arquitectura moderna. También se han documentado la existencia de algunas
estructuras domésticas intramuros y una villa extramuros, posiblemente de momentos tardíos (González
Cordero; De Alvarado, 2003: 82).

240
Áreas productivas

Durante unas prospecciones realizadas entre 1998 y 1999 por la Universidad Complutense se
documenta, cercana al lienzo de muralla conservado, una estructura constructiva romana asociada a la
cual se pudo recuperar un interesante conjunto cerámico, en su mayoría terra sigillata de época
altoimperial. Dentro de este conjunto destacan dos moldes, uno para el estampillado de vidrio y otro para la
decoración cerámica que podrían asociarse a la existencia de un alfar y un taller de trabajo del vidrio en
esta zona (Aguilar Tablada Marcos; Sánchez de Prado, 2006: 182).

Áreas funerarias

No se puede hablar de un número determinado de áreas funerarias aunque se tiene constancia


segura de dos, en las salidas de la ciudad por las puertas de la muralla este y sur, lo que respondería a los
patrones habituales y podría hacer pensar que habría otra, al menos, en la zona Oeste.

Córnide (1797) nos da noticia de que los vecinos de Talavera la Vieja encontraron en la ribera del
Tajo un área funeraria romana conservando los sepulcros y los restos óseos de los cadáveres, que estos
mismos vecinos sacaron de sus tumbas y los encontraron “desproporcionadamente grandes” pero no se
concreta la ubicación exacta de estos hallazgos hasta que M. Santos (Santos Sánchez, 1993) da noticias
de varias sepulturas cubiertas con tégulas y piedras de granito, en el Olivar de la Puerta.

Posteriormente, al este de la ciudad, en las inmediaciones de la ermita de los Santos Mártires, se


constata la existencia de inhumaciones con tumbas de tejadillo de tégulas a dos aguas y otras de cajas de
barro cocido o granito, sin ajuar conocido (González Cordero, 1999; 2011).

Ya fuera de la muralla de la ciudad, en el año 1952, al realizar unas obras, se encuentran en la


viña de “El Bobo” tres bustos romanos en bastante mal estado de conservación. En el mismo lugar se
hallan tumbas de ladrillo con mortero de cal en forma de artesa, a las que irían asociados estos bustos
según Jiménez de Gregorio (Jiménez de Gregorio, 1955) y algunos elementos de ajuar, objetos cerámicos y
una moneda consular.

Se conocen diversos testimonios epigráficos funerarios, algunos de ellos asociados a la necrópolis


de la puerta este, y otros descontextualizadas (González Cordero, 2001). Descontextualizada y perdida se
halla también la pieza funeraria con busto de un joven dentro de un edículo que Hermosilla publicó en su
Estampa cuarta. Del estudio de los nombres, González Cordero deduce la alta concentración de ellos con
raíz itálica, a pesar de la convivencia con rasgos indígenas.

En base a las respuestas descritas en las Relaciones Topográficas de Felipe II y a la descripción


de algunos talaverinos que conocieron las ruinas de estos edificios, se puede considerar la posible
existencia de dos torres sepulcrales en las inmediaciones de la ciudad, a juicio de González Cordero. El
lugar donde se sitúan los restos, en lo más profundo del pantano, imposibilita la constatación de esta
hipótesis por medio de su estudio directo (González Cordero. 2011: 203).

241
Comunicaciones

Diversos tramos de calzadas han sido documentados en las inmediaciones de Augustobriga. Uno
de ellos puede observarse en las inmediaciones del castillo de Alija, en lo que fue término de Talavera la
Vieja. Este tramo vendría a pasar el puente del Conde, sobre el Tajo, cuyos cimientos son también romanos
(González Cordero, 1999: 18). Sería el puente que daba paso a la calzada Augusta Emerita-Toletum a la
que pertenecería el tramo del que hemos hablado. A esta calzada correspondería también el tramo que se
podía observar en 1993 tras la bajada de las aguas, en la parte Este de la ciudad. Como ya se ha señalado
anteriormente, atravesaría la ciudad de Oeste a Este pasando por la zona del foro, teniendo su continuidad
en el tiempo en la después llamada calle Real, que seguiría su anterior trazado.

En el malecón de la izquierda del puente se documentan vestigios de una edificación que podría
haber sido un pequeño templo, quizá parecido al del puente romano de Alcántara (González Cordero,
1999: 17).

Territorio

Cinco grandes asentamientos rurales y otros de menor entidad han aflorado a lo largo de las orillas
del pantano, donde la acción del agua ha facilitado una vez más la documentación de un conjunto de
estructuras de las cuales se ha podido realizar un levantamiento isométrico y una posterior reconstrucción
de las mismas (González Cordero; De Alvarado, 2003).

Una amplia villa se documenta en la Cañada de Los Judíos (El Gordo). Se trata de un entramado
de edificios que congrega en torno a sí habitaciones patios, termas, etc., al que se añade un complejo de
embalses destinado al abastecimiento de aquellos, obradores en los que se amasaba la arcilla, cinco
hornos destinados a la cocción de cerámicas, una fundición y una extensa necrópolis. La lectura
cronológica, realizada por González Cordero, ha sido posible gracias a la gran cantidad de materiales
muebles recogidos, ahora integrados en el Museo Arqueológico de la Fundación Concha de Navalmoral de
la Mata, y a través de los cuales se ha podido deducir que este lugar hubo de desempeñar un importante
papel dentro de ager augustobrigense. Esta lectura evidencia, según este investigador, una extensa y larga
ocupación que abarca prácticamente desde el siglo I d. C. hasta época emiral.

González Cordero documenta también otras estructuras de carácter más modesto que fueron
destinadas a labores que alternaron la producción artesanal de tejas, ladrillos y vasijas con otras más
propias del ámbito agropecuario. Están igualmente formadas por conjuntos habitacionales con un plano de
distribución muy variado, en el que a veces resulta muy fácil interpretar cuales fueron las tareas y las
dedicaciones de los habitáculos, merced a la cantidad de restos que han aflorado dentro de ellos. En el
yacimiento de “Las Monjas” se conservaba bastante bien una bodega con dolias almacenadas y un
espacio destinado a la molienda de cereal; en “La Barca de Alija” una cella vinaria y un balneum, en
“Ladrillares” un horno con el praefurnium intacto y en la “Casa del Criadero” un pequeño recinto con el
juego de fusayolas de un telar probablemente completo.

Una villa construida extramuros de Augustobriga afloró en 1988 al sur de la ermita de Los
Mártires. La planta, definida por la regularidad en la distribución de los cubiculae en torno a un patio, se

242
aproxima al tipo de construcciones clásicas de los ámbitos urbanos. Otros ejemplos sin embargo,
constituidos por construcciones de pequeño tamaño y sin una distribución interna, remiten a los ambientes
más modestos de las explotaciones campestres (González Cordero, 1996: 85).

A MODO DE CONCLUSIÓN

Los datos que se conocen sobre Augustobriga son, evidentemente, insuficientes para llegar a
conclusiones certeras sobre muchos aspectos, tan sólo permiten llegar a ciertas aproximaciones. Es cierto
que tras la inundación de Talavera la Vieja no se han dejado de tener datos, dispersos, pero valiosos en
definitiva, sobre la ciudad. A algunas aportaciones sobre su historiografía y fuentes para su conocimiento
(Morán Sánchez, 1996) se añaden algunos trabajos divulgativos más generales (Aguilar Tablada Marcos,
1997) y hallazgos muy concretos (Aguilar Tablada Marcos; Sánchez de Prado, 2006; Jiménez de Gregorio,
1955). La mayoría de los datos, sin embargo, son aportados por González Cordero en su afán por
documentar todo lo que el agua queda al descubierto en las sucesivas bajadas del nivel del pantano
(González Cordero, 2011; 1997; 1999; 2013; 2005; González Cordero; De Alvarado, 2003).

Una de las noticias de mayor impacto, no en relación con la ciudad romana, sino con el
asentamiento anterior, es el hallazgo de un conjunto de joyas de raíz orientalizante (Celestino Pérez; Jiménez
Ávila, 2004; Jiménez Ávila, 2006). Este hallazgo se relaciona cronológicamente con una serie de estructuras
de cantos rodados que se sitúan en los niveles previos a la etapa romana, justo en la zona bajo el templo de
“los mármoles”, y su análisis permite intuir la relativa importancia en el territorio del asentamiento sobre el
que se fundó Augustobriga. Este asentamiento anterior es el que, precisamente, ha centrado el trabajo de
intervenciones arqueológicas llevado a cabo por un equipo del Instituto de Arqueología de Mérida, dirigido
por Sebastián Celestino y coordinado por José Ángel Salgado, que ha tratado de esclarecer el conocimiento
sobre este periodo anterior a la ciudad romana. Los datos obtenidos serán publicados en la correspondiente
memoria. Paralelamente a estas intervenciones, Yolanda Picado, también desde el Instituto de Arqueología
de Mérida, ha trabajado en la georeferenciación y planimetría de las estructuras romanas que han podido
ser identificadas, tales como el tramo de muralla, las termas, el podio de “la cilla”, el colector de “la
cantamora”, etc., como parte de un proyecto de futuro que aborde distintas actuaciones de documentación,
catalogación y estudio de los restos que aún son visibles en las sucesivas bajadas del nivel del agua.5

En consonancia con este interés de catalogación y recopilación de datos se elaboró en 2012 una
exposición bajo el título de “Memoria del Agua”, coordinada por Macarena Bustamante, Carlos J. Morán y
Antonio Pizzo, del Instituto de Arqueología de Mérida. El catálogo de dicha exposición, publicado en formato
digital dentro de las actas de los XIX Coloquios Histórico-Culturales del Campo Arañuelo, pretende rendir
homenaje a todas las personas que vieron cambiar su vida tras la inundación bajo las aguas del Pantano de
Valdecañas y servir de base de datos para los estudios posteriores6 (Bustamante Álvarez et al., 2013).

El esbozo de un proyecto global ofrecería nuevas perspectivas de futuro que, de materializarse,


garantizarían un mayor conocimiento de la ciudad y sus restos arqueológicos. Esta es una prioridad

5
Quiero agradecer tanto a José Ángel Salgado como a Yolanda Picado su generosidad a la hora de facilitarme toda la documentación referente a estas cam-
pañas, algunas de cuyas imágenes acompañan este texto. Aprovecho para hacer extensivo este agradecimiento a Antonio González Cordero; su aportación
al conocimiento de la ciudad queda patente a lo largo de estas líneas.
6
La colaboración de Antonio González Cordero, una vez más, así como la colaboración desinteresada de numerosos particulares, ha sido decisiva para
llevar a cabo la publicación del catálogo.

243
Fig. 10. Vista aérea de los restos de Talavera la Vieja y Augustobriga en una bajada del nivel de las aguas del pantano de Valdecañas. La desprotección
del agua deja el terreno libre para el expolio. Fotografía: Antonio González Cordero.

científica que debería convertirse también en institucional, teniendo en cuenta que los restos arqueológicos
están desapareciendo definitivamente debido a que las fluctuaciones de nivel del agua provocan la erosión
constante y el carácter aislado del solar favorece el expolio y robo sistemático (fig. 10).

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246
LISTADO DE AUTORES

Antonio Aguilar Sáenz Pedro Mateos Cruz


Servicio Extremeño Público de Empleo Instituto de Arqueología de Mérida
e-mail: aguilarsaenz@hotmail.com CSIC-Gobierno de Extremadura
e-mail: p.mateos@iam.csic.es
Miguel Alba Calzado
Consorcio de la Ciudad Monumental de Mérida Victorino Mayoral Herrera
e-mail: miguelalba@consorciomerida.org Instituto de Arqueología de Mérida
CSIC-Gobierno de Extremadura
José María Álvarez Martínez e-mail: vmayoral@iam.csic.es
Museo Nacional de Arte Romano
e-mail: josemaria.alvarez@mecd.es Carlos Jesús Morán Sánchez
Instituto de Arqueología de Mérida
Enrique Cerrillo Martín de Cáceres CSIC-Gobierno de Extremadura
Universidad de Extremadura e-mail: carmoran@iam.csic.es
e-mail: cerrillo@unex.es
Juan Pedro Moreno Carrasco
Hipólito Collado Giraldo Excmo. Ayuntamiento de Coria
Dirección General de Patrimonio Cultural Museo de la Cárcel Real
Consejería de Educación y Cultura e-mail: juanpedromorenocarrasco@gmail.com
Gobierno de Extremadura
e-mail: hipolito.collado@gobex.es Trinidad Nogales Basarrate
Consejería de Educación y Cultura
Pedro Dámaso Sánchez Gobierno de Extremadura
Consorcio de la Ciudad Monumental de Mérida e-mail: trinidad.nogales@mecd.es
e-mail: damaso@consorciomerida.org
Samuel Pérez Romero
José Luis de la Barrera Antón Dirección General de Patrimonio Cultural
Museo Nacional de Arte Romano Consejería de Educación y Cultura
e-mail: joseluis.delabarrera@mcu.es Gobierno de Extremadura
e-mail: samuelpero@gmail.com
Luís Berrocal-Rangel
Universidad Autónoma de Madrid Antonio Pizzo
e-mail: luis.berrocal@uam.es Instituto de Arqueología de Mérida
CSIC-Gobierno de Extremadura
Rafael Caso Amador e-mail: antoniopizzo@iam.csic.es
Universidad Nacional de Educación a Distancia
e-mail: rcasoamador@gmail.com F. Germán Rodríguez Martín
Consejería de Educación, Cultura y Deporte
Gregorio Francisco González Junta de Andalucía
Dirección General de Patrimonio Cultural e-mail: germanroma@hotmail.com
Consejería de Educación y Cultura
Gobierno de Extremadura Gilberto Sánchez
e-mail: gregorio.francisco@gobex.es Consorcio de la Ciudad Monumental de Mérida
e-mail: gilberto@consorciomerida.org
Santiago Guerra Millán
Dirección General de Patrimonio Cultural Manuel Viola Nevado
Consejería de Educación y Cultura Estudio de Arquitectura
Gobierno de Extremadura e-mail: manuelviolanevado@gmail.com
e-mail: santiago.guerra@gobex.es

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