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subordinada a la luujer fue Fréderic Le Play. Más apegado a las políticas que
a las filosofías sociales, cuenta en su haber, según Julio Iglesias de Ussel, COll
el mérito de haber introducido en el análisis sociológico un interés descono . .
cido hasta entonces por lo dOluéstico y lo cotidiano. Pero, a pesar a ello, lo
que prevalece en su diagnóstico de la situación de la mujer es el tono con..
servador de sus supuestos. Lejos de la desconfianza durkheituiana, y aUllque
en su obra sobre la familia no dedicó ni siquiera un capítulo a la mujer, ésta
debía desempeñar para Le Play un papel fundamental como luuro de con..
tención frente a los excesos innovadores de la por entonces creciente sacie..
dad industriaL A su juicio, la estabilidad social dependía de la estabilidad
familiar; y ésta, aunque sustancialtuente ligada a la autoridad paterna, sólo
podía prevalecer luerced a un eficiente desempeño de ese "ministerio del
afecto" que correspondía a la luujer como encarnación de los valores COIUU'"
nitarios y religiosos.
Esta naturalización de la condición femenina COIUO salvaguarda de los
valores y sentimientos más nobles y profundos no fue algo exclusivo de la
moral victoriana o de pensadores franceses de la estela comtiana, sino que
alcanzó al pensaluiento social católico ya lUUY entrado el siglo XX. Así lo
pone de manifiesto el caso de la España de posguerra exalllinado por
Valentina Fernández Vargas. Su estudio muestra cómo la labor intelectual de
figuras como Severino Aznar o Martín Artajo y de centros como el Instituto
Baltues o el Centro de Estudios Sociales del Valle de los Caídos sintonizó con
esa visión de lo femenino y lo familiar como baluartes frente a los riesgos de
la sociedad moderna. Claro que, el hecho de que no existiera por entonces . .
COIUO afirma Fernández Vargas... una tradición teórica sobre la condición
femenina (¿dónde la había?) no significa que no hubiera habido ituportantes
reflexiones al respecto. Además de las de mujeres como Concepción Arenal,
seguramente muy significativas para un entendimiento sociológico de la
España del cambio de siglo aunque no se las mencione en el texto, hubo
otras, como las de María Zambrano o María de Maeztu, vinculadas al círcu..
lo de Ortega. La segunda contribución de María Angeles Durán se centra
precisamente en el complejo pensamiento de Ortega sobre la luujer. Un pen..
samiento en el que la mujer siempre vino a cuento del amor y de otros sen..
tituientos pero que desde ese horizonte fue capaz de dialogar con posiciolles
COlUO las de Bachofen o Beauvoir. Sacando el mejor fruto posible de esa COlU'"
plejidad, Durán se esfuerza por mostrar la rentabilidad de esa forlua arte..
guiana de entender el conocimiento para repensar el pensamiento feminista
y eltuovimiento social que éste representa. Un esfuerzo encotuiable, pues no
es fácil ver cómo la eventual rentabilidad de su perspectivismo puede eclip..
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subsanar este déficit teórico del marxismo Fernández Enguita sugiere recurrir
neoweberianaluente a una concepción plural de la desigualdad que sea sen..
sible a las diferentes formas de exclusión que resultan de las diferencias en el
trato o en los privilegios, en las oportunidades de acceso y en el disfrute de
los derechos. No obstante, si no dentro de esa llamada corriente principal del
tuarxismo, sí dentro de lo que Perry Anderson denomina el marxistuo occi..
dental han existido programas de reflexión dentro de los que el diálogo con
el feluinistuo podría establecerse sobre otra base. Este sería el caso de la
Escuela de Frankfurt. COIno muestra la contribución de José Enrique
Rodríguez Ibañez, interpretaciones como la que Adorno y Horkheitner llicie..
ron de las heroínas de La Odisea o de la Julieta de Sade permiten cOlupren..
der la visión del hombre burgués como un elemento central de Ull.a civiliza..
ción basada en una legitimación patriarcal de la represión. En este itnplícito
diálogo con el Freud de El malestar de la cultura, se inscribiría iguahuente la
perspectiva de Herbert Marcuse, un pensador que sí abordó directamente la
relación entre el marxismo y el feminismo y que, distanciándose del absolu..
tiSIUO de lo instintivo, elaboró una lectura histórica de la tensión entre el
principio de realidad y el de placer llegando a proponer una futura reerotiza..
ción de la vida socia en el marco de una civilización no represiva, radical..
mente opuesta a la legitimada por el funcionalismo.
No hay que olvidar, en este sentido, que algunas de las obras fundanlen..
tales de la Escuela de Frankfurt fueron coetáneas de las principales obras de
Talcott Parsons. Como señala Inés Alberdi, y COtUO hemos visto ya que es el
caso de otras teorías sociológicas, el problema de las relaciones de género en
el funcionalismo parsoniano se inscribe en el tratamiento más amplio de la
fatuilia COIUO institución básica de mantenimiento del orden social. Conlo
un ritornello de la jaula de cristal del sentimiento femenino, la familia apa..
rece en Parsons como una consecuencia de la funcionalidad de una deterIui..
nada división sexual del trabajo, como una unidad social clave para el desa..
rrollo de valores funcionales de clase media, principalmente instrutuentales
por lo que respecta al varón y básicamente expresivos por lo que respecta a
la tuujer. Al fin y al cabo, en ella recaen la mayor parte del peso de los roles
afectivos. La diferencia respecto a los planteatuientos naturalistas anteriores
es que aquí la "esencia" de la mujer ya no tiene que ver tanto con la nostal..
gia de un orden perdido o amenazado por la industrialización cuanto con el
mantenimiento y reproducción del orden opulento que ésta ha posibilitado.
En la línea de críticas feministas como las Friedman, Millet o Figes que han
presentado a Parsons COIUO un predicador de la derecha americana, Alberdi
apunta COlno principal inconveniente de su planteamiento el hablar de la
generización de las responsabilidades funcionales de la familia como resulta..
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base de que ésta es una actividad social más y, por tanto, tan generizada COIUO
cualquier otra.
Este es un principio fácil de entender e incluso de aplicar al ámbito de las
ciencias sociales y las humanidades, donde ya tienen cierto calado esfuerzos
de reconstitución histórica de mujeres notables, críticas a los supuestos o a
las consecuencias sexistas de polítcas, teorías, etc. (El voluluen recopilado
por María Angeles Durán sería un exponente de ello). Pero no es tan fácil,
mente adaptable al ámbito de las ciencias llamadas "duras", como la física o
las luateluáticas. No obstante Harding acepta el reto y muestra en unas bri,
llantes páginas que la una y las otras no son independientes de valores y que
los conceptos que utilizan resultan de negociaciones sociales de imágenes
culturales. Esto, ciertamente, no pone de relieve necesariamente su tuasculi,
nidad, pero sí reduce notablemente la presunta pureza episteluológica con
que han sido revestidas por quienes las han erigido en paradigmas de la cien,
cia neutral.
Es éste un primer paso necesario, aunque no suficiente, para poder hacer
un uso eluancipador de la ciecia como el que pretende el feminisluo de
Harding. Un uso, en definitiva, que no se limita a reivindicar un estatus de
igualdad para las mujeres en la historia y la estructura social de la ciencia, ni
se contenta ,COIUO algunos postmodernismos fáciles, con renegar de la acti,
vidad científica; sino que aspira, más bien, a transformar los fundamentos de
la ciencia misma. Por eso es por lo que, según Harding, el horizonte de la filo,
sofía de la ciencia feminista debe trascender el escenario de la mera crítica
episteluológica y, en la medida en que la ciencia constituye el discurso legi,
timador por excelencia de la modernidad, debe aspirar a poner en cuestión
la propia ituagen que la cultura occidental tiene de sí misma.
Ahora bien, ¿cómo hacer una ciencia desde el feminismo? ¿Es posible
explicar elluundo y nuestra posición en él sin hacer uso de patrones de pen,
samiento tan ligados a desarrollos culturales tan específicos como el occi,
dentalislno, a clases como la burguesa y al género masculino? Harding subra,
ya en varias ocasiones la especial centralidad de este problelna. Una cosa es
dar entrada a los problelnas de las mujeres en una ciencia, algo que, COlno ya
hemos visto, no es nuevo, y otra muy distinta forjar una epistemología que
adecúe el quehacer científico a la diferente experiencia de la mujer. Pero,
¿tiene el felninismo un tnétodo diferente de hacer ciencia? ¿Tiene acaso algu,
na alternativa a la inducción y la deducción?
La respuesta de Harding vendría a ser que estas preguntas están sesgada,
;,nente formuladas. Al fin y al cabo, que la ciencia es sólo eltnétodo consti,
-uve uno de los mitos sobre los que la modernidad ha edificado su pretensión
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