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POEMARIO CAPRICHOSO
VITRAUX
COOL LIGHT
Ha quedado vacía
la noche alrededor.
Irene Gruss (1950-2018)
NOTAS DE MEMORIA
PASA
XII
Lo que me diste
es palabra que tiembla
en la mano del tiempo
abierta para beber
callada
está la casa
donde nos besamos
adentro del sol
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XXVI
el deseo es un animal
todo vestido de fuego/
tiene patas tan largas
que llegan al olvido/
ahora pienso
que un pajarito en tu voz
arrastra
la casa del otoño/
Mi alma es
un terreno baldío
Después de la lluvia
los insectos florecen
la tierra se hunde
aparecen yuyos en cualquier parte
todo brilla y se desarma.
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Ya no encuentro el fondo
todo volvió a ser, como siempre,
una ciénaga.
AUTORRETRATO
UCRONÍA
LA NOCHE ABIERTA
El flujo de la lluvia,
un sol acurrucado entre las rejas:
tocábamos la única ventana
en la pequeña claridad del cuarto.
Decíamos la luz
como si hubiese una palabra
capaz de traspasar la sombra.
ATRAVESAR EL GRITO
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Lo que me inclinó
una y otra vez
hacia a vos
fue la insistencia
en ir hacia lo que se aleja
lo que te inclinó
una y otra vez
hacia a mí
fue la insistencia
en no ir porque ya llegué
Vicente Luy (1961-2012)
Mi desesperación y mi miseria
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VUELVO A PINTAR...
H. M.
Una pelea
sin perjuicio para nadie,
sin mágicas hostias
ni santas trinidades,
yo y Él,
a puño limpio,
de Hombre a hombre
con los pies sobre la tierra.
Rosina Valcárcel
En la tarde de Barranco
Valeria Mire
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ALETEO DE CANCIONES
Aleteo de petreles
que se acercan a la orilla
patalean y salpican
este mar de mis canciones.
Se iluminan de arcoíris
mientras se nubla mi vista.
Juegan con la “brisa-viento”
y con la helada llovizna.
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SIGO TU HILO
parecidos a la arena y
Posibilidad.
nombrando el dolor
que no escuchamos.
IV
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MIRADA
Víctor Villagra
Quizás mi infierno
es tu boca de sol hablando
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Lucio Mantel
VAPOR
Sé siempre vapor
No encontrarás otra forma de ser vos mismo
En el abismo más hondo verás brillo
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OTOÑO
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SUPERSTICIONES
Me quedo a lamer
el hondo ombligo envenenado
de la locura,
a besar los labios sangrientos
de la soledad.
En multitudes,
busco la tristeza
tan a fin a mí,
cuando vuela
la intento aprisionar,
la tomo por los cabellos,
lloro y la obligo a acompañarme,
a que traiga consigo
el deforme cuerpo del insomnio,
que vengan en comparsa
las violetas medias lunas
bajo los secos ojos.
Pues ya no sé de cortarle los talones a la noche.
¿Por qué no vivir
Bajo manto oscuro y briza?
Busco la tristeza,
busco sus caderas
las palpo como a mí.
Busco muerte o verso,
como mirarse reflejado en un espejo
sin hallar diferencia.
Las Ítacas de ambas
son la nada
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Posé tres veces mis muslos coloidales sobre ese frío congelador,
El soundtrack festivo contrastaba con la ternura de iceberg de sus besos.
Su temor y asco eran palpables,
vomitó en mi lengua canciones con hedor a hierba buena.
Soplé la cintura de sus ojos y corté mis brazos (ríos de verbena putrefacta)
para calmar su soledad.
Sus órbitas calientes me buscan
por el telón de cristal que separa la divina condición de poseedor y cliente
frecuente.
Bebo todo cuanto pasa por mi cuello y cabalgo un equino de ansiedades.
Dentro de nosotros el grito ajeno es vacío, el sonido se traga así mismo como
una tarántula en celo.
Por las noches los persigo en un gran pasillo oscuro con una linterna en la
mano izquierda y una pluma en la mano derecha.
Converso con ellos en infinita soledad de la mano con ciudad roída, son
extraños en mi enjambre mental.
los extraños con lo que convivimos, nosotros como meros invasores del
cuerpo.
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MATERIALIDAD
He lamido por largo tiempo
al cachorro
Parece que sólo así
sus músculos
se acostumbran al aire
y sus formas
dejan de ser arbitrarias
He golpeado
a los adultos
que se acercan a olfatearlo
o quieren tomarlo
en brazos
Nada nuevo hay
bajo el sol
a otras crías sus manazas
No quiero dormir
porque puede que la muerte
me someta
en el instante en que
mis ojos cierre
Tantas otras madres
recién paridas
reventadas de tanto abrirse
a la existencia
mueren cazadas
por la noche
aun cuando en el sueño
todo aparentara
ser apacible
y la vida
eterna
Michael Santana ( Ecuador, 1996)
XIV
de ocho puntas
una colmilluda flora
de metálica serpiente
que de hambre se hilvana
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VI
aquí el animal
habla poco
los silencios están repletos
gemir es mejor
CIRCO EN LA LLUVIA
Regreso a la lluvia
camino en ella, me columpio.
¿En la cuerda floja?
Tomo un paraguas, me balanceo
-Cabeza chapote ante, divagas en espejos lodosos-
Imagino un circo que atraviesa mi tristeza guardo la lluvia que no me limpia
que se me olvida de pronto caigo
tropiezo, lloro, decido, me lastimo caigo.
Me toma un cometa…
en el séptimo vuelo explotan mis pulmones. Transmuto…
Quiero unirme al sistema pájaro.
En Vuelco auto suicida de nubes en polvo
Que se prolifera, transforma.
Me pongo melancólica
Me hace falta el asco de mis gritos,
Pero regreso a la lluvia y me columpio en ella Tal vez…
¿En la cuerda floja?
Turbulencia de un ascendiente
A papa le gustaban las fieras locas intensas… De chiquito proliferaban notas
suaves.
Degustaba de noches alucinadas Y el verde plateado de su tiempo.
Degustaba de putitas babeantes
“Ellas”
le daban las cenizas de sus ojos.
Un poco, pálido, moreno, ondulado Degustaba del encierro y el fastidio De la
iglesia,
cada 5 años se golpeaba el pecho culposo. Degustaba dar serenos a iguanas.
A papito le gustaba beber…
Creyendo que el alcohol era un karma (y era feliz). Dormitaba y soñaba con
fieras locas intensas
Que lloraban las cenizas de sus días
E impregnadas
Absorbían el verde plateado de su tiempo.
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ocultas en el laberinto.
en la presunción de parirlo,
como decía Sócrates;
me causará arrepentimiento.
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LA REINA Y EL ZAGAL
“La reina, llena de envidia,
ambos los mandó cortar;
el zagal que los cortaba
no dejaba de llorar”.
Romance del Conde Olinos, anónimo.
La reina un zagal buscaba,
uno que sepa pastorear.
La envidiosa no paraba,
quería un rosal cortar.
-Muchacho ¿Cuál es tu nombre?
dile a tu reina la verdad.
-Mi nombre es y será hombre,
no ha de importar lo demás.
La reina al joven llevaba
al antiguo y bello altar
donde dormía su hijita,
la que murió de amar.
-Arranca ese rosal blanco
que florece sin parar,
que si ella ha muerto completa
en la tumba ha de quedar.
-No me obligue mi señora
el joven rosal cortar,
que es el corazón y manto
de la princesa real.
La reina furiosa manda
al rosal blanco cortar.
El muchacho no obedece,
pues teme, está haciendo mal.
-Mire de cerca ese espino,
junto a los hijos de Bibar,
aquel es el Conde Olinos
quién no la para de amar.
Yo puedo a él matarlo alegre
y al rosal prometo podar,
pero usted prometa en vida
que jamás lo tocará.
La reina queda pensando,
mira al Cristo del altar,
se pregunta cómo puede
al muchacho engañar.
-Es malo muchacho mío
a la reina no escuchar,
pero no habrá castigo cruel,
pues tu convenio tendrás.
El joven mata al espino
y un caballo empieza a llorar.
Se voltea sorprendido
pues el rosal se va a quemar.
La providencia interviene,
la reina empieza a rezar,
pues sabe que ha equivocado
al amor de Dios enfrentar.
Cortada el alma del conde
y libre la otra del mal,
se convierten en dos aves
que por el cielo volarán.
Para aquello dos testigos
que no pararon de llorar,
pues vieron al amor puro
nacer y por siempre brotar.
COMPARTHILIAR
Todxs habitamos
diferentes territorios,
diferentes paisajes,
aun en la misma ciudad,
aun en la misma habitación,
a pesar de las terminales,
a pesar de los aeropuertos
por encima de nuestros natalicios
o nuestros grupos sanguíneos
encima de nuestras muertes
y nuestras glorias,
tu territorio y el mio,
no son lo mismo
pero podemos
traspasar fronteras
y caminar
vos mi suelo
y andar yo
tus meridianos
y hacer del placer y el compartir
una geografía humana
trascendental
importando o sin importar
si mi paisaje
es de ocres y pasteles
y aguas sin marejada
y cielos siempre nublados
y si tu paisaje es
nocturno y melancolico
y de barros sin remilgos,
bien se puede coexistir
en la atemporalidad del deseo
imprevisto y meditado…
compartir una geografía
humana y trascendental.
LOS PERROS
A veces pienso que somos como los perros.
Crecí en un barrio donde había muchos perros. Todo el mundo tenía perros.
Nosotros teníamos como seis.
Cuando iba a tomar el colectivo, uno de mis perros siempre me acompañaba y
por el camino se cruzaba con todos los otros. La mayoría nos ladraba porque
no conocían a mi perro.
Pero, cada tanto, aparecía uno que nos movía la cola y se quedaba jugando
con nosotros. No nos conocía, pero le chupaba un huevo y se acercaba sin
miedo.
Hay que ser ese perro.