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Desarrollo y ambiente
Es claro que los humanos no solo somos entidades biológicas o naturales, por
tanto su influencia en los ecosistemas no tiene que ver exclusivamente con
las funciones de ese tipo, sino también con la forma como nos organizamos
para vivir (alimentarnos, educarnos, trabajar, divertirnos …); por ello, para en-
tender cabalmente la situación actual del ambiente, es necesario realizar
una discusión sobre las sociedades humanas desde la lógica del desarrollo y
el debate que suscita a nivel mundial, recurriendo argumentos filosóficos, so-
ciales, políticos y económicos, pero también presentando consideraciones
de orden práctico relativas a cómo medir ese desarrollo.
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2.3. Indicadores del desarrollo
2.3.1. PIB per cápita
2.3.2. Índice de Desarrollo Humano (IDH)
2.3.3. Huella Ecológica
Para plantear este debate se puede partir señalando que el desarrollo “es el
proceso por el cual una comunidad progresa y crece económica, social, cul-
tural o políticamente” (Pérez, 2015), aunque esta definición debe ser anali-
zada en mayor detalle y criticada con una visión crítica, a fin de identificar
las trabas y proponer alternativas creativas para superarlas y manejarlas.
Aquí el artículo:
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Las posturas convencionales sobre el desarrollo de una manera u otra lo con-
ciben como un proceso de crecimiento económico1. Se cultivaba la imagen
de futuros abiertos donde la producción, el consumo, los bienes y servicios
podrían expandirse continuamente. Las discusiones quedaban restringidas a
analizar cómo debería ocurrir esa expansión.
Estas ideas tienen una larga historia por detrás y gozan de un enorme res-
paldo en la academia, y son esgrimidas por muy distintas corrientes político
partidarias a nivel global. Sea en Londres como en Pekín, los analistas, políti-
cos y empresarios están preocupados por el crecimiento, evalúan sus indica-
dores, lanzan propuestas para acelerarlo o se lamentan cuando se estanca.
El mismo fenómeno se repite en América Latina adentrado el siglo XXI, con la
particularidad que incluso bajo las experiencias del progresismo2, que se pre-
sentaban como innovadoras, de todos modos, repitieron el viejo apego al
crecimiento económico.
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económico como esencia del desarrollo, sino que además obliga a tener pre-
sentes los límites sociales y ecológicos.
Crecimiento y desarrollo
Schumpeter tenía en aquel tiempo una visión particular del desarrollo, conci-
biéndolo como cambios acotados que implicaban abandonar un estado de
equilibrio promovido por nuevas combinaciones de factores como los medios
de producción o el crédito.
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En 1960, se publica una versión resumida de las ideas de Walt Whitman Rostow
(estadounidense, 1916 – 2003), un economista que además desempeñaba
importantes roles políticos en Estados Unidos, “Las etapas del crecimiento
económico” (la versión en castellano se editó en 1961). Se ofrecía un modelo
muy simple, donde las sociedades de cualquier país podían ser ordenadas
en una secuencia de crecimiento económico, desde estadíos que se presen-
taban como primitivos y atrasados hacia otros que eran avanzados y moder-
nos. En un extremo estaban las sociedades tradicionales y en el otro las del
gran consumo de masas, que correspondía a la situación de los países de
Europa Occidental o Estados Unidos. A los efectos de este resumen, lo rele-
vante es que Rostow naturalizó el crecimiento económico como esencial
para entender el desarrollo, y legitimó una marcha evolucionista desde el
atraso a la modernización. Se estigmatizaban como atrasadas las socieda-
des agrícolas, por ejemplo, y se jerarquizaban como superiores a los países
industrializados. El modelo era tan simple y esquemático que brindaba un
marco para ordenar a todos los países del mundo, lo que sirvió para que in-
fluyera en muchas estrategias de desarrollo y cooperación internacional y ti-
ñera todos los planes de desarrollo en el sur.
A los aportes de estos autores se deben sumar a muchos otros que aquí no se
comentan por razones de espacio, pero que son analizados por ejemplo en
Arndt (1978, 1992) y Rist (2002), que sirvieron para popularizar la idea de cre-
cimiento económico.
3 De acuerdo con Martins (2017), el desarrollismo estuvo ligado a los procesos de industrialización
por sustitución de importaciones. Con este modelo, la región superó el paradigma de las ventajas
comparativas que había dirigido su inserción en el mercado mundial entre los años 1870-1930.
Presentó tres grandes fases: la primera, vinculada a la sustitución de bienes de consumo livianos;
la segunda, asociada a la internalización de la producción de bienes de consumo durables; y la
tercera, relacionada con la nacionalización de la producción de bienes de capital. El desarro-
llismo surgió como una práctica política, a partir de la ascensión al Estado de los movimientos
revolucionarios de corte nacionalista, en los años 30. Alcanzó su más alta elaboración conceptual
con las tesis de la CEPAL, en los años 1950-1960, pero la asociación de las burguesías latinoame-
ricanas al capital extranjero fue limitando su influencia, al punto que se tornó una práctica mar-
ginal con la ascensión del neoliberalismo durante los años 1980-1990 [nota CPP]
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ese tipo de ideas entre sus bases de apoyo ciudadanas, y en particular los
sindicatos. Mientras que unos preferían un crecimiento hacia “adentro”, otros
persistían en que fuera hacia “afuera”, se disputa cuál debería ser el papel
del Estado, la necesidad de industrializarse o no, y así en varios otros temas.
Siguiendo esos y otros derroteros, puede señalarse que para la década de
1960 en América Latina ya estaban generalizadas las ideas que sostenían una
íntima vinculación entre crecimiento y desarrollo (para abordar con más de-
talle esas historias puede recurrirse entre otros a Urquidi, 2005, o Bértola y
Ocampo, 2013). Incluso en las visiones latinoamericanas heterodoxas más
conocidas, como el estructuralismo4 inspirado en Raúl Prébisch (economista
argentino, primer secretario ejecutivo de la Comisión Económica para Amé-
rica Latina - CEPAL, 1901 – 1986), o las distintas vertientes del dependentismo5,
no ponían en discusión la necesidad y posibilidad del crecimiento (esto re-
sulta de examinar los aportes originales, complementariamente se puede ver,
entre otros a Thesing, 1976, Sheahan, 1990 o Rodríguez, 2006).
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de ciertos efectos negativos que achacaban específicamente al creci-
miento económico o en modo más general al desarrollo.
En paralelo a los debates sobre los límites sociales, desde finales de la década
de 1960 comenzó a quedar en evidencia que era necesario atender la di-
mensión ambiental. Surgió de esa manera el concepto de límites ecológicos
al crecimiento económico, pero éstos eran de una naturaleza muy distinta a
los que eran sociales. No eran elásticos, sino que estaban determinados por
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los contextos ambientales y por ello no podían ser modificados por decisiones
políticas.
El aporte clave en esta temática resultó de una iniciativa del “Club de Roma”,
un grupo no gubernamental de empresarios y algunos intelectuales que en-
cargaron un estudio a un equipo de académicos especializados en la diná-
mica de sistemas en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT por sus
siglas en inglés). Su resultado fue el informe “Los límites del crecimiento”, a
cargo de la ambientalista estadounidense Donella Meadows (1941 – 2001),
su esposo el científico estadounidense también Dennis Meadows (1942 -) y sus
colaboradores, publicado en inglés y en castellano en 1972.
Las conclusiones del reporte fueron alarmantes: “Si se mantienen las tenden-
cias actuales de crecimiento de la población mundial, industrialización, con-
taminación ambiental, producción de alimentos y agotamiento de los recur-
sos, este planeta alcanzará los límites de su crecimiento en el curso de los
próximos cien años. El resultado más probable sería un súbito e incontrolable
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descenso tanto de la población como de la capacidad industrial” (Meadows
et al., 1972: 40).
Figura No. 2.1.1. La ejecución del modelo mundial "estándar" no supone ningún cambio im-
portante en las relaciones físicas, económicas o sociales que histórica-
mente han gobernado el desarrollo del sistema mundial. Todas las variables
trazadas aquí siguen valores históricos de 1900 a 1970. Los alimentos, la pro-
ducción industrial y la población crecen exponencialmente hasta que la
base de recursos que disminuye rápidamente fuerza una desaceleración
del crecimiento industrial. Debido a los retrasos naturales en el sistema,
tanto la población como la contaminación siguen aumentando durante
algún tiempo después del pico de la industrialización. El crecimiento de la
población se ve finalmente detenido por un aumento de la tasa de morta-
lidad debido a la disminución de los alimentos y los servicios médicos (Mea-
dows et al., 1972: 124)
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Se lanzaron esas advertencias en un contexto donde ya estaban en marcha
todo tipo de discusiones sobre la temática ambiental, abarcando temas
como contaminación, extinción de especies, aumento de la población,
smog, consumismo, etc. En 1972 también se celebró la primera cumbre or-
ganizada por Naciones Unidas para tratar específicamente la cuestión am-
biental (Conferencia sobre el Medio Humano o Conferencia de Estocolmo).
6 En 1992, 20 años después de la publicación original, se actualizó y publicó una nueva versión del
informe titulado “Más allá de los límites del crecimiento”, en la cual, con base en los datos reco-
lectados desde entonces, se exponía que la humanidad ya había superado la capacidad de
carga del planeta para sostener su población. El 1 de junio de 2004 se publica la versión actuali-
zada e integral de las dos versiones anteriores, con el título “Los límites del crecimiento: 30 años
después”. En esta publicación se aborda la discusión sobre el imparable crecimiento de la pobla-
ción mundial, el aumento de la producción industrial, el agotamiento de los recursos, la contami-
nación y la tecnología. Entre otras cosas se señala que “no puede haber un crecimiento pobla-
cional, económico e industrial ilimitado en un planeta de recursos limitados”. En 2012 se edita en
francés el libro “Les limites à la croissance (dans un monde fini)”, última edición de “Los límites del
crecimiento”. En esta edición los autores disponen de datos fiables en numerosas áreas (el clima
y la biosfera, en particular), según los cuales ya estaríamos en los límites físicos. La conclusión por
tanto es menos polémica y los autores no tienen ningún problema para mostrar, mediante el ins-
trumento de la huella ecológica, que el crecimiento económico de los últimos cuarenta años es
una danza en los bordes de un volcán que nos está preparando a una transición inevitable. Ade-
más, se dedican dos capítulos para proponer posibles transiciones que deben ser rápidas, apo-
yados en ejemplos, para evitar el temido colapso. Los autores destacan la importancia de las
inversiones que tendrán que comprometerse con la necesaria transición hacia una sociedad que
consuma recursos sostenibles [nota CPP]
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subrayar es que más allá de esa diversidad, muchas respuestas constituían
una defensa de un crecimiento económico que podía ser perpetuo.
Algunos sostuvieron que los datos estaban errados, que se había exagerado
la cuestión de la escasez de los recursos por una subestimación de las reservas
de recursos naturales, o que se minimizaba la capacidad de encontrar alter-
nativas tecnológicas (Beckerman, 1974). Otros apuntaron a cómo se elaboró
el modelo, a la idoneidad de una aproximación sistémica, e incluso a la au-
sencia de datos relevantes (entre esos cuestionamientos se destacó, por su
virulencia, el de Nordhaus, 1973). Hubo consideraciones con tintes más ideo-
lógicos acusando al informe de maltusiano7 (Arndt, 1978). No faltaron los que
no lo soportaban por considerarlo demasiado pesimista.
Las críticas políticas estaban montadas a las resistencias de los países del sur,
y muchos intelectuales y activistas de esas regiones, que consideraban que
ese informe y la conferencia de Estocolmo en 1972, eran una maniobra del
norte para impedir el desarrollo. Por ejemplo, el gobierno militar de Brasil con-
sideraba que el temario de la cumbre de Estocolmo ponía en peligro el “de-
recho al desarrollo” de los países del sur. Por lo tanto, si se invoca el desarrollo
como un “derecho”, y éste se concreta por medio del crecimiento, se llega
a una situación donde la idea de límites es impensable. Bajo esa racionalidad
cristalizó la idea que en el sur la pobreza era un problema mayor que la po-
lución (ese fue el punto central del discurso de la primera ministra de la India,
Indira Gandhi en la Conferencia de Estocolmo, el 14 de junio de 1972; véase
el recuento en Macekura, 2015). Se puede adelantar aquí, que esa misma
idea persistió en América Latina hasta el día de hoy.
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datos y de la modelación sistémica. Como analiza en detalle el químico ita-
liano Ugo Bardi (2011), la realidad es casi inversa, y fue Nordhaus el que no
comprendió el tipo de modelación que se había realizado.
8 La economía ecológica no se considera una rama de la economía convencional, sino más bien
una alternativa; en efecto, de acuerdo con Falconí (2017), la economía ecológica ve más allá
de la economía convencional: utiliza variables sociales, biológicas y ambientales, y por ello pro-
clama su carácter revolucionario, en el sentido de ser diferente de las ciencias modernas, alta-
mente especializadas, encontrando más semejanzas con la antropología, ya que utiliza métodos
y conceptos de otras disciplinas, buscando integrar a la sociedad y a la cultura. Otro autor, Joan
Martínez Alier (2005), identificado como uno de los fundadores de la economía ecológica, la
considera como una crítica a dos de las premisas básicas de la economía convencional: 1) igno-
rar los pasivos ambientales en las cuentas privadas y públicas, y 2) creer que la economía puede
crecer ad infinitum [nota CPP]
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valores son muy bajos, y además todo ello descansa en muchas suposiciones
clave, que van desde cómo estimar un valor económico hacia el futuro a los
modos de incorporar o no, eventos críticos como el derretimiento del suelo
helado en el Ártico.
Énfasis como estos se repiten en muchos otros autores. Como lo advirtió agu-
damente en 1969 otro ecuatoriano, Agustín Cueva (sociólogo y crítico litera-
rio, 1937 – 1992), había un trasfondo desarrollista, incluso entre los dependen-
tistas, tal vez una nostalgia por un desarrollo capitalista propio que se frustró
(Cueva 2007: 71, 72). Esos desarrollismos latinoamericanos en cualquiera de
sus formulaciones estaban anclados en el crecimiento.
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Otros, como Amílcar Herrera (1974), aceptan que existen unos límites en los
recursos no renovables, pero consideran que, bajo los ritmos de extracción y
uso de su tiempo, durarían miles de años; además, seguramente habría alter-
nativas tecnológicas al futuro. Por ello, a su juicio, enfocarse en el año 2100
como hacían los Meadows, no tenía mucho sentido.
Estos y otros cuestionamientos a los límites ecológicos y las defensas del cre-
cimiento se sumaron a lo largo de los años setenta, y terminan en extrañas
coincidencias de Celso Furtado a Nelson Rockfeller, de la derecha con la iz-
quierda, y algunos en el sur como en el norte (VV.AA., 1976).
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y los recursos naturales no impondrán límites físicos absolutos”. Esto es, se de-
fiende un resultado que es opuesto al del informe de Meadows y otros (1972).
Por detrás de esos dichos hay otro mensaje, y es que bajo un cierto socialismo
es posible lograr el crecimiento económico y que a la vez se pueden anular
sus consecuencias negativas sociales y ambientales.
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Por lo tanto, las esencias del desarrollo persistieron durante toda la segunda
mitad del siglo XX, y se adentraron en el siglo XXI. Se generaron todo tipo de
versiones que respaldaban al crecimiento: crecimiento inclusivo, verde, en-
dógeno, etc. El Banco Mundial, la OCDE y hasta la CEPAL defendían de
forma directa o indirecta el crecimiento. En todos los discursos gubernamen-
tales latinoamericanos aparecía el crecimiento. Es así que, en el año 2007, el
gobierno de Lula da Silva en Brasil lanzaba su “Programa de Aceleramiento
del Crecimiento”, popularizado como PAC. Al frente de ese plan estaba Di-
lma Rousseff, quien luego sucedería en la presidencia a Lula. Se insistía no
solamente en crecer, sino que deseaban hacerlo todavía más rápido. La
propuesta recibía un amplio consenso político y social, incluido un férreo res-
paldo de las centrales sindicales. Pocas eran las voces que alertaban que
ese estilo de desarrollo profundizaba el papel del país como proveedor de
materias primas; bajo los gobiernos del Partido de los Trabajadores, Brasil se
volvió el mayor exportador de minerales y productos agrícolas del continente.
Después del breve resumen sobre las polémicas alrededor de las ideas de
crecimiento y límites, es necesario examinar algunos argumentos con mayor
detalle. A mi modo de ver, las alertas sobre los límites al crecimiento eran
rechazadas porque revestían una doble condición que no siempre es adver-
tida. Por un lado, expresaban un cuestionamiento sustancial al desarrollo
como crecimiento, y de ese modo estaban diciendo que distintas variedades
de desarrollo, unos más conservadores otros más heterodoxos, a la larga no
puede asegurar bienestar y finalmente colapsarían. No habría diferencias
sustanciales en este sentido en las estrategias que pudiera seguir, por ejem-
plo, el capitalismo alemán o el de Estados Unidos, pero tampoco el socialismo
real soviético de la década de 1970, ya que también apostaba al rápido cre-
cimiento, devoraban los recursos naturales y generaban serios impactos am-
bientales.
Las demandas del sur por seguir su propio desarrollo y hasta los aportes del
estructuralismo y del dependentismo sudamericano de aquellos años, tam-
bién compartían el sueño de crecer, o bien de desarrollarse, y para ello el
crecimiento era indispensable. Por ello, el informe al Club de Roma les pare-
cía errado, y para la izquierda convencional encerraba una maniobra de los
países industrializados para condicionar a las naciones del sur. Por este tipo
de razones un enorme conjunto de economistas, planificadores, políticos y
más, desde un muy amplio abanico ideológico, reaccionó en contra.
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Por otro lado, aquel estudio ponía en jaque a prácticamente todas las co-
rrientes de pensamiento económico, fuesen clásicos, neoclásicos o incluso los
distintos marxismos. Un mensaje implícito en las páginas del libro de Meadows
y sus colaboradores era que las concepciones compartidas por todas esas
escuelas de pensamiento estaban equivocadas. Las economías no eran sis-
temas abiertos que pudieran crecer por siempre al carecer de límites. En
realidad, eran sistemas cerrados con dotaciones finitas de recursos y capaci-
dades también acotadas en ser transformados y contaminados. De alguna
manera, desnudaban a la economía como ciencia que no entendía el
mundo en el que vivimos.
Las advertencias como las del Club de Roma no eran las primeras sobre el
sueño del progreso, tal como se anticipó en las secciones de arriba. Por ejem-
plo, cuando Galbraith cuestionaba la obsesión con la opulencia al mismo
tiempo advertía sobre la obsesión en crecer. Advirtió que ese énfasis dejaba
al descubierto problemas en cómo opera la economía como disciplina. Gal-
braith sostenía que eso se debió a un divorcio de la “ciencia económica de
cualquier juicio sobre los bienes que constituyen su campo de trabajo”, y los
análisis sobre si los bienes producidos eran necesarios o superfluos, útiles o inú-
tiles, fue “rigurosamente excluido” de su objeto de estudio (Galbraith, 1992:
145).
En un sentido similar apunta Mishan (1983: 42): la “creencia en que tan sólo
un desarrollo económico más rápido capacitará a cualquier país para que
‘cumpla con su misión en el mundo’, o en que un desarrollo económico más
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rápido genera más exportaciones, no resiste un análisis”. Agrega que “evi-
dentemente, podemos llegar, incluso, a sugerir que debe rechazarse el desa-
rrollo económico per se cómo un fin independiente”. Esto ocurre por limita-
ciones en las posturas económicas, pero además en las relaciones de los eco-
nomistas con el poder político. Sobre esto, advierte Mishan que “…siempre
que el economista se acerca demasiado a la maquinaria del gobierno, se
halla demasiado dispuesto a utilizar el lenguaje de lo que es ‘políticamente
factible’” (1983: 35).
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En América Latina uno de los que más se acercó a comprender las implican-
cias de la idea de límites para la pretensión de un desarrollo como creci-
miento fue el brasileño Celso Furtado. Si bien rechaza muchos argumentos
del informe al Club de Roma, al que califica de “alarmista”, su propio análisis
le lleva a admitir que el desarrollo en los países del sur, entendido como lograr
una situación equivalente a las naciones del norte, sería un “mito”. Decía
Furtado en 1975 que se tiene la “prueba definitiva de que el desarrollo eco-
nómico – la idea de que los pueblos pobres podrán algún día disfrutar de las
formas de vida de los actuales pueblos ricos – es simplemente irrealizable”
Furtado, 1975: 90; cursivas de Furtado). A su juicio, el desarrollo fue una ilusión
movilizadora en el sur, incluso para imponer y aceptar sacrificios como la des-
trucción del ambiente, convertido en “uno de los pilares de la doctrina que
sirve para encubrir la dominación de los pueblos de los países periféricos den-
tro de la nueva estructura del sistema capitalista” (Furtado 1975: 91).
La manera correcta
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de Meadows y sus colaboradores, donde había un diagrama de aquel tipo,
y le preguntó a Summers cuál era la escala óptima que debería tener la eco-
nomía en relación al ambiente en la que estaba insertada. La respuesta de
Summers fue que esa no era la manera correcta de mirar a la economía.
(a) (b)
Figura No. 2.1.2. Representación esquemática de dos concepciones de las economías na-
cionales: (a) como un sistema en sí mismo sobre el cual se estudia su estruc-
tura y dinámica interna y carece de límites; (b) como un subsistema dentro
de la biósfera, desde la cual recibe aportes y emite materia (M) y energía
(E); a su vez el ecosistema mayor depende de la energía solar y registra
pérdida de calor. Esquema basado parcialmente en Daly (1996).
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Banco Mundial no sólo no advertían esta desigualdad, sino que insistían en
que se debían exportar más materias primas desde el sur para asegurar el
crecimiento.
Esta asimétrica relación queda en evidencia con los nuevos indicadores físi-
cos sobre la extracción de recursos naturales y los intercambios comerciales.
Las evaluaciones realizadas con datos que se inician en 1970, muestran que
desde entonces América Latina ha sido una enorme proveedora de recursos
naturales a los mercados globales. La balanza comercial que compara las
exportaciones con las importaciones, pero mensuradas en toneladas, arroja
un déficit de más de 200 millones de toneladas en 1970, que aumenta conti-
nuamente hasta al nivel de los 700 millones de ton hacia 2005 (PNUMA, 2013).
Este fenómeno se explica por la expansión de los extractivismos, y en especial
por incrementos en las exportaciones de minerales e hidrocarburos. El mayor
déficit se registra en Brasil y el mismo patrón se repite en los países andinos.
En el caso de Ecuador, por ejemplo, en el período de 1980 a 2003, se extraía
un promedio de 52,8 millones de toneladas de materiales de la Naturaleza,
como hidrocarburos, productos agropecuarios, etc., y de ellos se exportaban
más de 11 millones; la balanza comercial física arroja un saldo negativo de
11,5 millones ton. (Vallejo Galágarra, 2006).
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ruega, 1939 -). Su reporte, “Nuestro futuro común”, publicado en 1987, rede-
finió la sustentabilidad comprometiéndose con las generaciones futuras y ad-
mitiendo que existen límites, unos rígidos y otros más flexibles, pero deberá
servir al crecimiento económico para remontar la pobreza (CMMAD, 1987).
Lo que realmente hizo la comisión fue tomar la vieja contradicción ecología
– economía, la deshizo, y pasó a afirmar que el crecimiento económico era
indispensable para la sustentabilidad ecológica (la cuestión se discute en Gu-
dynas, 2004). De ese modo, el desarrollo sustentable mantenía una retórica
verde, aceptaba que existían algunos límites, pero simultáneamente refuerza
el apego al crecimiento. Esa ambigüedad permitiera que fuera abrazado
por muy distintos sectores, ya que cada uno leía aquella sección de la defini-
ción que le generaba más simpatía. En los hechos se instaló una “sustentabi-
lidad débil” funcional al crecimiento (Gudynas, 2004).
Maniobras de ese tipo, por un lado, con fuertes retóricas ambientales y por
otro lado convencionalmente desarrollistas, se diseminaron por toda América
Latina. Sus expresiones en los últimos años han sido los discursos que dicen
defender la Amazonia, pero permiten la explotación petrolera, que invocan
a la Pacha Mama, pero liberalizan la minería, y así sucesivamente.
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superpone la discusión sobre el cambio climático que en su esencia refleja
los límites de la biósfera en lidiar con los gases invernaderos producidos por
las estrategias de desarrollo que descansan en hidrocarburos.
Sin embargo, también se debe reconocer que esas evidencias, así como los
llamados de alerta que se sumando a lo largo de medio siglo, han tenido un
éxito muy modesto. Prevalece el apego al crecimiento, no solamente en po-
líticos, empresarios y académicos, sino también en buena parte de la ciuda-
danía, incluyendo muchos movimientos sociales (particularmente los sindica-
tos).
Detrás de todo esto están las creencias que conciben a América Latina
como una región con inmensos espacios geográficos y enormes dotaciones
de recursos naturales. Tal vez en algunas zonas de América Central exista
una conciencia de los límites, pero en el resto del continente sigue prevale-
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ciendo la idea de concebirse como depositarios de grandes riquezas ecoló-
gicas. Por ello, la existencia de límites ecológicos, de la escasez de los recur-
sos naturales o de la fragilidad o deterioro de nuestros ambientales, no es fá-
cilmente aceptable. Esta es una cuestión clave para el campo de los estu-
dios críticos sobre el desarrollo en América Latina.
Los debates sobre los límites al crecimiento son uno de los flancos que mues-
tran que esas ideas del desarrollo ya han dejado de ser adecuadas. Esos
límites son tan cercanos en el caso latinoamericano, que estamos obligados
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a abandonar la idea de un desarrollo motorizado por el crecimiento econó-
mico. Por razones de este tipo, así como por otros factores, el mismo pro-
blema se discute en otros continentes, y desde allí se exploran vías para lograr
el bienestar sin crecimiento económico (por ejemplo, Jackson, 2011). Incluso
existe un conjunto de posturas que hacen un llamado al “decrecimiento” en
el hemisferio norte.
9 El Buen Vivir es una apuesta de cambio que se construye continuamente desde reivindicaciones
de los actores sociales de América Latina durante las últimas décadas por reforzar la necesidad
de una visión más amplia, la cual supere los estrechos márgenes cuantitativos del economicismo,
que permita la aplicación de un nuevo modelo económico cuyo fin no sea los procesos de acu-
mulación material, mecanicista e interminable de bienes, sino que incorpore a los actores que
históricamente han sido excluidos de las lógicas del mercado capitalista, así como aquellas for-
mas de producción y reproducción que se fundamentan en principios diferentes a dicha lógica
de mercado. Asimismo, el Buen vivir, se construye desde las posiciones que reivindican la revisión
y reinterpretación de la relación entre la naturaleza y los seres humanos, es decir, desde el tránsito
del actual antropocentrismo al biopluralismo (Guimarães citado en Acosta 2008), en tanto la ac-
tividad humana debe realizar un uso de los recursos naturales adaptado a la generación (rege-
neración) natural de los mismos. (SENPLADES 2009, 24). El sumak kawsay en su máxima expresión
es vivir en comunidad, plenitud, hermandad, complementariedad, relacionalidad entre seres hu-
manos, seres humanos y la naturaleza, seres humanos y espiritualidad. En este sentido, resaltamos
que el pensamiento ancestral es eminentemente colectivo: necesariamente recurre a la idea del
nosotros porque el mundo no puede ser entendido desde la perspectiva del individualismo [...]
Finalmente podemos señalar que el Buen Vivir no es simplemente un discurso romántico sino im-
plica asumir retos orientados a definir profundas transformaciones en nuestras sociedades, en
oposición a la lógica capitalista de crecimiento económico y acumulación de ganancias. (CO-
DENPE 2001, 23) [nota CPPP]
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gunos ámbitos ciudadanos, sigue manteniendo toda su originalidad y poten-
cialidad. En un mundo donde los límites son inminentes, ese tipo de posturas
serán las más valiosas para iniciar las alternativas de cambio.
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tiene un objetivo primordial: crecer y crecer, ignorando la limitación evidente
dada por el carácter finito de la naturaleza.
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repara el ambiente mediante la privatización de la naturaleza. De esta ma-
nera, el crecimiento desmedido ya no tendrá controles estatales; sin la poca
vigilancia estatal del ambiente, quedará suelta la codicia.
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cobre, el aluminio, el acero, el papel), no más del 40 o 60 por ciento. Si la
economía crece, la búsqueda de fuentes de energía y materiales es mayor,
la presión en las fronteras de la extracción es más intensa y de ahí la fuerza
de tantos movimientos de protesta a favor de la justicia ambiental”.
Los países ricos aparentan ser los que mantienen limpio el planeta, pero olvi-
dan que debido a su codicia se paga precios de miseria a los países pobres
por sus materias primas. Al hacerlo, obligan a los pobres a extraer más y más
recursos, batallando en una competencia entre pobres. La economía ya no
funciona en aislamiento. Hasta los juegos especulativos en los mercados in-
ternacionales y en las bolsas de valores se fundamentan en las existencias de
materias primas en los países pobres.
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“es el desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer
la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesi-
dades”, considerando una visión tridimensional donde confluyen las conside-
raciones económica, social y ambiental.
Población y sustentabilidad
Según estimaciones de las Naciones Unidas (ONU, 2019), se espera que la po-
blación mundial aumente en 2 000 millones de personas en los próximos 30
años, de 7 700 millones en la actualidad a 9 700 millones en 2050, y que al-
cance su punto máximo a fines del siglo actual, con un nivel de casi 11 000
millones de personas. Para poner estos números en contexto, cabe puntuali-
zar que en el año 1800, la población era de 1 000 millones. Este crecimiento
tan drástico se ha producido en gran medida por el aumento del número de
personas que sobreviven hasta llegar a la edad reproductiva y ha venido
acompañado de grandes cambios en las tasas de fecundidad, lo que ha
aumentado los procesos de urbanización y los movimientos migratorios.
90
Un 61% de la población mundial vive en Asia (4 700 millones), un 17% en África
(1 300 millones), un 10% en Europa (750 millones), un 8% en Latinoamérica y el
Caribe (650 millones) y el 5% restante en América del Norte (370 millones) y
Oceanía (43 millones). China (1 440 millones) e India (1 390 millones) continúan
siendo los países con mayor población y representan el 19% y 18% de la po-
blación mundial respectivamente; se espera que, sobre 2027, India supere a
China como el país más poblado del mundo.
Figura No. 2.2.1. Distribución de la población mundial en los últimos 5 000 años, expresada
en la densidad poblacional (Roser et al., 2013)
En el primer bando, hay quienes creen que las parejas deben procrear sin
restricciones, amparándose en el precepto bíblico del Génesis de crecer y
multiplicarse, pero desconociendo que aquello corresponde a un momento
91
histórico de la humanidad cuando escaseaba la población, en especial la
masculina, debido a las guerras, y al alto índice de mortalidad infantil y baja
esperanza de vida.
Al otro bando del debate están los maltusianos, que validan el postulado del
clérigo inglés Thomas Robert Malthus (1766 – 1834) que a finales del siglo XVIII
publicó una obra de alto impacto en la cual señaló que la población hu-
mana crece bastante más rápido que la producción de alimentos. En esta
línea de pensamiento, más recientemente, el entomólogo estadounidense
Paul Ehrlich (1932 -), conmocionó a la opinión pública en 1968 con su libro
“The Population Bomb”, coescrito con su esposa Anne que, sin embargo, no
aparece en los créditos, donde señala que la población humana estaba au-
mentando tanto que se produciría una hambruna en los años venideros. Si
bien su vaticinio no se cumplió, desde el lado positivo puede señalarse que
aquello dio pábulo a la incorporación de políticas públicas de control de la
natalidad.
Figura No. 2.2.2. Distribución de la población mundial en los últimos 5 000 años, expresada
en la densidad poblacional (Roser et al., 2013)
92
crecimiento de la población, ya que los “demógrafos advierten de que, en
realidad, la mortalidad infantil, la fecundidad y el índice de crecimiento de
la población están descendiendo –con altibajos y marcados desequilibrios–
a escala planetaria” (Bretón, 20109), cuanto por las nuevas tecnologías de
producción de alimentos que aumentan el suministro de alimentos más rá-
pido que la población, al punto que según varios estudios, la producción
mundial de alimentos es tan alta que debería permitir el abastecimiento mun-
dial; sin embargo la desigualdad y la mala distribución, causadas por relacio-
nes internacionales injustas y por una falta de solidaridad, generan hambru-
nas que resultan vergonzosas frente al desperdicio de alimentos en los países
ricos (Falconí, 2017). En palabras del exdirector de la FAO, la organización de
Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura, “si bien a nivel global la
producción de alimentos ‘está bien’, hay problemas y desafíos locales en la
distribución, lo que limita el acceso a éstos productos básicos para la super-
vivencia”, por lo que la FAO, “exige una mejor distribución de la producción
alimentaria en el mundo para evitar situaciones de hambre en zonas pobres
o sacudidas por conflictos” (El País, 2014). En este mismo sentido, el IPBES
(2019), señala que “aunque en la actualidad la producción de alimentos es
suficiente para satisfacer las necesidades mundiales, alrededor del 11 % de
la población mundial sufre de desnutrición y las enfermedades relacionadas
con la dieta son causa del 20 % de la mortalidad prematura relacionada
con la subalimentación y la obesidad”.
Es claro que la población seguirá creciendo y con ello existirá mayor presión
sobre los recursos, por lo que es necesario reflexionar sobre el actual patrón
de desarrollo, con los problemas y límites señalados, para actuar de manera
distinta: mejorando la producción de alimentos, reduciendo el impacto que
generan y optimizando su distribución y acceso con criterios de solidaridad y
responsabilidad global.
93
vocación humanista que recoge la herencia más preciada de la moderni-
dad. Segundo, porque la igualdad es también una condición para avanzar
hacia un modelo de desarrollo centrado en la innovación y el aprendizaje,
con sus efectos positivos sobre la productividad, la sostenibilidad económica
y ambiental, la difusión de la sociedad del conocimiento y el fortalecimiento
de la democracia y la ciudadanía plena”.
Más allá de consideraciones éticas, que son muy relevantes en este debate,
hay que recalcar que empíricamente está demostrado que la igualdad ge-
nera mayor productividad y ello, es un escenario favorable para reducir los
impactos. Al respecto, la Figura No. 2.2.3 (CEPAL, 2018) muestra la relación
entre la igualdad, expresada en el Índice de Gini y la productividad, expre-
sada en producto por empleado en dólares internacionales constantes del
2011. Es procedente explicar que el índice de Gini o coeficiente de Gini es
una medida económica que sirve para calcular la desigualdad de ingresos
que existe entre los ciudadanos de un territorio, normalmente de un país; su
valor se encuentra entre 0 y 100, siendo cero la máxima igualdad (todos los
ciudadanos tienen los mismos ingresos) y 100 la máxima desigualdad (todos
los ingresos los tiene un solo ciudadano) (Montero, 2014).
94
Siendo un tema relevante para la sustentabilidad, conviene aclarar qué es la
igualdad, desde el punto de vista de este debate. La CEPAL (2018), señala
que “la igualdad se refiere a igualdad de medios, oportunidades, capacida-
des y reconocimiento. La igualdad de medios se traduce en una distribución
más equitativa del ingreso y la riqueza, y una mayor participación de la masa
salarial en el producto; la de oportunidades, en la ausencia de discriminación
de cualquier tipo en el acceso a posiciones sociales, económicas o políticas.
La igualdad en materia de acceso a capacidades hace referencia a habili-
dades, conocimientos y destrezas que los individuos logran adquirir y que les
permiten emprender proyectos de vida que estiman valiosos. Por otro lado,
la igualdad como reconocimiento recíproco se expresa en la participación
de distintos actores en el cuidado, el trabajo y el poder, en la distribución de
costos y beneficios entre las generaciones presentes y las futuras, y en la visi-
bilidad y afirmación de identidades colectivas”.
En este mismo sentido, el economista francés Thomas Piketty (1971 -), uno de
los estudiosos contemporáneos más renombrados sobre el tema, en una en-
trevista reciente lo señala más gráficamente (Garavakis, 2020): “Si uno tiene
una buena educación, una buena salud, un buen empleo y un buen salario,
pero necesita destinar la mitad de su salario a pagar un alquiler a los hijos de
95
propietarios que reciben ingresos por alquileres durante toda su vida, creo
que hay un problema. La desigualdad de la propiedad crea una enorme de-
sigualdad de oportunidades en la vida. Algunos tienen que alquilar toda su
vida. Otros reciben rentas durante toda su vida. Algunos pueden crear em-
presas o recibir una herencia de la empresa familiar. Otros nunca llegan a
tener empresas porque no tienen siquiera un mínimo de capital inicial para
empezar. Más que nada, es importante darse cuenta de que la distribución
de la riqueza se ha mantenido muy concentrada en pocas manos en nuestra
sociedad”.
Figura No. 2.2.4. Evolución del número de milmillonarios a nivel global y su riqueza en el pe-
ríodo 2000 – 2017 (Oxfam, 2018)
Para enfrentar esto, muchas voces más desde la academia y las organizacio-
nes sociales plantean medidas radicales a nivel global y también local; por
ejemplo, la propia Oxfam (2020) señala que “un incremento de tan solo el
0,5% adicional en el tipo del impuesto que grava la riqueza del 1% más rico
de la población en los próximos diez años permitiría recaudar los fondos ne-
cesarios para invertir en la creación de 117 millones de puestos de trabajo en
sectores como la educación, la salud y la asistencia a las personas mayores,
entre otros, acabando así con los déficits de cuidados en estos ámbitos”. En
96
esta misma línea, y a propósito de la emergencia sanitaria por el coronavirus
y sus impactos sobre la economía mundial, un grupo de famosos economistas
que incluyen a los mencionados Stiglitz y Piketty, entre otros, sostienen que “la
pérdida de ingresos del gobierno debe compensarse con mayores impuestos
para las corporaciones multinacionales y los oligopolios, los gigantes digitales
y los multimillonarios” y que esta situación debería “marcar el final de la era
de los paraísos fiscales” (Chiaretti, 2020).
97
Objetivo 1: erradicar la Objetivo 2: lograr la en- Objetivo 3: promover la Objetivo 4: reducir la
pobreza extrema y el señanza primaria uni- igualdad de género y mortalidad de los niños
hambre versal el empoderamiento de menores de 5 años
la mujer
Figura No. 2.2.5. Evaluación del cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio
(ODM), según el informe de la ONU (2015)
A través de estos 17 ODS con sus 169 metas y 231 indicadores, los Estados
miembros de Naciones Unidas han expresado firmemente que esta agenda
es universal y profundamente transformadora. Con esta agenda se dejan
atrás viejos paradigmas donde unos países donan mientras otros reciben
ayuda condicionada. Esta agenda busca también expresar el principio de
responsabilidades comunes pero diferenciadas y construir una verdadera
alianza para el desarrollo donde todos los países participan.
98
Figura No. 2.2.6. Afiche divulgativo de los ODS (ONU, 2015)
99
Son civilizatorios: la Agenda 2030 trata de que nadie quede rezagado y
contempla “un mundo de respeto universal hacia la igualdad y la no dis-
criminación” entre los países y en el interior de estos, incluso en lo tocante
a la igualdad, mediante la confirmación de la responsabilidad de todos
los Estados de “respetar, proteger y promover los derechos humanos, sin
distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o
de otro tipo, origen nacional o social, propiedad, nacimiento, discapaci-
dad o cualquier otra condición.”
Hacer frente a este desafío implica impulsar las tres dimensiones del desarrollo
sostenible: la social, la ambiental y la económica.
1. La persistencia de la pobreza
100
En 2017, el número de personas en situación de pobreza en América La-
tina llegó a los 184 millones, equivalente al 30,2% de la población, de los
cuales 62 millones, un 10,2%, vivían en la pobreza extrema.
Aunque, entre 2002 y 2014, la pobreza bajó del 44,5% al 27,8% y la pobreza
extrema, del 11,2% al 7,8%; entre 2015 y 2016 se registraron aumentos su-
cesivos de ambos indicadores, lo que representó un retroceso significa-
tivo. Las cifras de 2017 revelaron un incremento adicional de la pobreza
extrema y un estancamiento de la tasa de pobreza registrada en 2016.
101
Sin embargo, el ritmo de la disminución entre 2014 y 2017 se ha ralentizado
y, a pesar de los avances, América Latina y el Caribe continúa siendo la
región más desigual del mundo.
Lo mismo ocurre con la salud, donde los indicadores generales han mejo-
rado, pero donde la región aún enfrenta grandes desafíos, especialmente
con respecto a ciertas poblaciones.
102
Como ejemplo, la CEPAL señala que, en algunos países, la mortalidad in-
fantil entre los afrodescendientes llegaba a ser hasta 1,6 veces mayor que
la registrada en el caso de los no afrodescendientes, mientras que la tasa
de mortalidad entre los niños indígenas casi duplica las de los no indíge-
nas.
103
La CEPAL destaca que la protección social representa una de las funcio-
nes más relevantes del gasto público, a la que en 2016 se destinó un
monto equivalente en promedio al 4,1% del PIB, según datos de un con-
junto de 17 países de América Latina y el Caribe.
Esto, sin embargo, está lejos de ser una realidad, y más bien constituye un
proceso en curso en la mayoría de los países de la región.
104
Financiar las políticas sociales es un factor clave para el logro del desarro-
llo social inclusivo, así como transformar la idea de gasto corriente en la
de inversión social.
“Si los países pudieran reducir una parte de este incumplimiento, esos in-
gresos adicionales podrían dar un ímpetu importante para lograr las metas
sociales y económicas incorporadas en los Objetivos de Desarrollo Soste-
nible”, resalta la CEPAL.
8. Obstáculos emergentes
105
de fecundidad pasaron de un promedio de 5,5 hijos por mujer entre
1965 y 1970 a 2,05 hijos entre 2015 y 2020. Al proyectar estas tendencias,
se espera que en el futuro las tasas de dependencia aumenten debido
al incremento en la proporción de personas mayores.
4. Las migraciones: Las nuevas presiones en el entorno mundial, comen-
zando por la actual política migratoria estadounidense, han imprimido
mayor urgencia a esta temática. A su vez, la región no está exenta de
flujos migratorios forzados por desastres naturales y climáticos poco
predecibles, así como por crisis económicas e inestabilidad política.
5. Los cambios tecnológicos: Las transformaciones tecnológicas están te-
niendo notables efectos en la educación y la formación. De no univer-
salizar el acceso para aprovechar las nuevas herramientas, continuará
reforzándose la desigualdad.
Como se ha visto, desde sus inicios las teorías relacionadas con el desarrollo
se interesaron por los procesos de enriquecimiento material, es decir, por el
incremento del volumen de producción de bienes y servicios. Estas teorías
economicistas entendían que el medio para alcanzar el desarrollo era la acu-
mulación de capital físico.
106
En esta línea de pensamiento, el producto interno bruto (PIB) mide la produc-
ción total de bienes y servicios de un país, por lo que su cálculo es bastante
complejo y se tiene que conocer todos los bienes y servicios finales que ha
producido el país y sumarlos. Es decir, la producción de manzanas, leche,
libros, barcos, máquinas y todos los bienes que se hayan producido en el
país hasta los servicios de un taxi, un dentista, un abogado o un profesor, en-
tre otros. Hay algunos datos que no se incluyen simplemente porque no se
pueden contabilizar ni conoce o porque no se consideran actividades eco-
nómicas.
Una fuerte crítica al PIB como indicador del desarrollo proviene de la econo-
mía feminista que “ha mostrado que más del 50% de todo el trabajo humano
no es remunerado y por lo tanto no se registra en el PIB” y ello no expresa
solamente una limitación metodológica o de colección de datos, sino que es
“una construcción social, basada en prácticas hegemónicas” (Duhagon,
2010) que invisibiliza la especialización de las mujeres en el trabajo doméstico
y otras actividades no remuneradas, como una forma de poner en un sitio
secundario su aporte al desarrollo de una comunidad a través de lo que
ahora se denomina economía del cuidado.
Otra crítica importante al PIB tiene que ver con la falta de vínculo con la con-
servación ambiental y la sustentabilidad del desarrollo, incluso en los términos
más economicistas; por ejemplo, un bosque prístino inaccesible que perma-
nece intocado no aporta a las cuentas nacionales: mientras que, si se talara
dicho bosque y se vendiese la madera, el PIB se incrementaría por el resultado
de esa venta, más los pagos a los trabajadores y la compra de herramientas
107
e insumos, sin ninguna consideración por la pérdida de los servicios ambien-
tales que generaba el bosque o la pérdida de biodiversidad.
El PIB per cápita, también denominado ingreso per cápita o renta per cápita,
por su parte es un indicador económico que mide la relación existente entre
el nivel de renta de un país y su población. Para ello, se divide el Producto
Interior Bruto (PIB) de dicho territorio entre el número de habitantes. Es un in-
dicador de la riqueza media de los habitantes de un país y se defendía que
un aumento del producto interno bruto (PIB) per cápita reduciría la pobreza
e incrementaría el bienestar de la población, pero los resultados son bien di-
ferentes.
Figura No. 2.3.1. Evolución del PIB per cápita mundial y del Ecuador, expresado en dólares
constantes del 2010, para el período 1960 – 2017 (Roser, 2018)
108
Como lo señala Pérez (2015), “durante los años setenta, gracias a autores
como el economista indio Amartya Sen (1933 -) o su colega estadounidense
Theodore William Schultz (1902 – 1998), el concepto de desarrollo pasó a en-
tenderse como un proceso de ampliación de las ‘capacidades de las perso-
nas’, más que como un aumento simplemente económico. Se amplió la vi-
sión y se dejó de hablar únicamente del desarrollo ligado a la acumulación
de capital físico, para pasar a considerar el capital humano (educación, in-
vestigación y desarrollo…). Los estudios empíricos han demostrado que, efec-
tivamente, el gasto en capital humano produce rendimientos económicos
mayores que la inversión en capital físico”.
Antes de calcular el IDH, es necesario crear un índice para cada una de estas
dimensiones. Para calcular estos índices (esperanza de vida, educación y
PIB), se eligen los valores mínimos y máximos (límites) para cada uno de los
indicadores básicos. Los límites correspondientes al informe del IDH 2019 fue-
ron los mostrados en la Tabla No. 2.3.1.
Tabla No. 2.3.1. Dimensiones e indicadores utilizados para calcular el IDH para el año 2019
(PNUD, 2019)
109
Dimensión Indicador Mínimo Máximo
110
El Informe sobre Desarrollo Humano 2014 introdujo puntos de corte fijos para
cuatro categorías de logros de desarrollo humano. Los puntos de corte (PDC)
son los valores de IDH calculados utilizando los cuartiles (q) de las distribucio-
nes de los indicadores de componentes promediados durante 2004 - 2013:
Por ejemplo, EV1, EV2 y EV3 denotan tres cuartiles de la distribución de la es-
peranza de vida entre países.
El último Informe 2019 mantiene los mismos puntos de corte del IDH para la
agrupación de países que se introdujeron en el Informe 2014:
Dado que el IDH se basa en agregados a nivel de país, como las cuentas
nacionales de ingresos, el IDH debe recurrir a fuentes de datos adicionales
para obtener información sobre la distribución. Las distribuciones se observan
en diferentes unidades: la esperanza de vida se distribuye en una cohorte
hipotética, mientras que los años de escolaridad y los ingresos se distribuyen
entre las personas.
111
Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, el Instituto de
Estadística, Tabla de Logros Educativos y la Base de Datos de Desigualdad
Mundial de Ingresos de la Universidad de las Naciones Unidas.
• Los ingresos o el consumo per cápita disponibles de los hogares utilizando
las bases de datos y encuestas de hogares y para algunos países, los in-
gresos imputados basados en una metodología de comparación de índi-
ces de activos que utilizan índices de activos de encuestas de hogares.
Figura No. 2.3.2. Mapa mundial que muestra el índice de desarrollo humano basado en el
Informe sobre Desarrollo Humano 2019 (PNUD, 2019)
112
prosperan y se enriquecen cada vez más. Muchos seres humanos han esca-
pado de la pobreza extrema en todo el mundo, pero aún son más los que no
tienen oportunidades ni recursos para tomar las riendas de sus vidas. Con de-
masiada frecuencia, el lugar que ocupa una persona en la sociedad sigue
estando determinado por su género, su etnia o la riqueza de sus progenitores.
Por tanto, continúa el Informe, “más allá del ingreso, más allá de los prome-
dios y más allá del presente, la exploración de las desigualdades del desarro-
llo humano conduce a cinco mensajes clave:
1) pese a que muchas personas están consiguiendo superar los logros míni-
mos en materia de desarrollo humano, las desigualdades continúan
siendo amplias;
2) está surgiendo una nueva generación de desigualdades severas en el te-
rreno del desarrollo humano, pese a que se están reduciendo muchas de
las desigualdades no resueltas en el siglo XX;
3) las desigualdades del desarrollo humano se pueden acumular a lo largo
de toda la vida y con frecuencia se agravan debido a profundos desequi-
librios de poder;
4) la evaluación de las desigualdades del desarrollo humano requiere una
revolución en lo que atañe a su medición; y,
5) corregir las desigualdades del desarrollo humano en el siglo XXI es posible,
pero para ello debemos actuar ahora, antes de que los desequilibrios de
poder económico se traduzcan en un profundo dominio político.
El enfoque del desarrollo humano cuestiona que exista una relación directa
entre el aumento de los ingresos y la ampliación de las operaciones que se
ofrecen a las personas. No basta con analizar la cantidad, es más importante
tener en cuenta la calidad de ese crecimiento. Por eso, el desarrollo humano
no es que muestre desinterés por el crecimiento económico, sino que enfatiza
la necesidad de que ese crecimiento debe evaluarse en función de que con-
siga o no que las personas puedan realizarse cada vez mejor. Al cambiar la
óptica son la que se estudia el desarrollo, la preocupación principal es que
se establezcan relaciones positivas entre el crecimiento económico y las op-
ciones de las personas.
Huella ecológica
113
La Huella Ecológica es un indicador que permite medir el impacto sobre los
ecosistemas y la biodiversidad derivado del consumo de recursos naturales
requerido para satisfacer las necesidades de la humanidad, y compararlo
con la disponibilidad de recursos naturales renovables. Es un sistema de indi-
cadores basado en la contabilidad nacional cuyo contexto subyacente es el
reconocimiento de que la Tierra tiene una cantidad finita de producción bio-
lógica que sustenta toda la vida en ella.
114
Los principios básicos de la sostenibilidad, son los postulados por Daly (1990):
(1) los recursos renovables no deben consumirse más rápido de lo que se re-
generan; y, (2) los residuos no deben crearse más rápidamente de lo que
puedan ser asimilados por sistemas naturales.
115
Para cada tipo de uso de la tierra, el FEQ es el cociente de la productividad
global media de un tipo de tierra determinado dividido por la productividad
global media de las superficies productivas del planeta entero. El FEQ per-
mite comparar la tierra utilizada para una categoría de producto determi-
nada con la superficie bioproductiva global media, que puede ser de pro-
ductividad media superior o inferior.
𝑌𝑛
𝐵𝐶 = 𝐴𝑛 𝐹𝐸𝑄
𝑌𝑤
An: área en el país “n” para esta categoría de uso de la tierra en hectáreas
Yn: rendimiento promedio nacional para esta categoría de uso de la tierra en tone-
ladas por hectárea por año.
116
junto con China, la India, Sudáfrica, los países árabes y los del norte del África;
por otro lado, las mayores reservas ecológicas las tienen los países sudameri-
canos, los del África central, Oceanía, Canadá y Rusia.
Figura No. 2.3.3. Huella ecológica del mundo por tipo de huella de 1961 a 2014, de la edi-
ción 2018 de la National Footprint Accounts. Los valores de la Huella Ecoló-
gica están representados por "Número de planetas Tierras", una métrica
que divide la Huella Ecológica por la biocapacidad global disponible para
cada persona en el mundo en 2014. Se traza una línea horizontal en 1 Tierra
para ilustrar las tendencias globales en el rebasamiento ecológico (Lin te
al., 2018)
117
de un consumidor o productor, como a su uso indirecto) o la Huella de Car-
bono (la totalidad de gases de efecto invernadero GEI emitidos por efecto
directo o indirecto de un individuo, organización, evento o producto)
118
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