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A en dispositivos electrónicos
Justificación:
Se va a convertir en una inteligencia sensible y sapiente, lo que se
conoce como inteligencia artificial general (IAG), algo mucho más
sofisticado que lo que ahora llamamos inteligencia artificial, o la
que ahora usamos. La IAG es una superinteligencia y será capaz de
programarse a sí misma. El ser humano ha sido hasta ahora la
forma más inteligente que la humanidad ha conocido, así que el
reto que hoy se encara es otra forma de inteligencia altamente
superior en sus habilidades en comparación con el cerebro
humano. Esto es un desafío si su programación no es ética o
amable, pero también es una oportunidad porque sin la IAG la
humanidad no sobrevivirá. En algún momento seremos aniquilados
por una fuerza natural o por nuestra propia falta de inteligencia a la
hora de desarrollar una estrategia que resuelva nuestros
problemas.
En el informe Artificial Intelligence in the Real World de 2017, el
75% de los más de 200 ejecutivos de negocios encuestados dijeron
que (I.A.) se implementará de manera activa en sus empresas en los
próximos tres años, el 27% dice que la introducción de inteligencia
artificial a las empresas mejorará la toma de decisiones; el 26% cree
que mejorará el servicio al cliente, el 29% dice que mejorará la
eficiencia operativa; y el 17% dijo que aumentará los ingresos por
ventas. En total, el 79% de los 200 ejecutivos encuestados
alrededor del mundo creen que la inteligencia artificial hará su
trabajo más fácil y más eficiente.
también, la UE. Unas semanas después del encuentro californiano,
el 27 de enero de 2017, tres eurodiputados presentaban a la
Comisión Europea una serie de "recomendaciones sobre normas de
Derecho civil sobre robótica". Éstas incluyen afirmaciones como
que "existe la posibilidad de que, a largo plazo, la inteligencia
artificial llegue a superar la capacidad intelectual", que "el potencial
de empoderamiento que encierra el recurso a la robótica se ve
matizado por una serie de tensiones o posibles riesgos y que debe
ser evaluado detenidamente a la luz de la seguridad y la salud
humanas; la libertad, la integridad y la dignidad, la
autodeterminación y la no discriminación, y la protección de datos
personales".
Antecedentes:
Enero de 2017 en California (EEUU). En el inmaculado
centro de conferencias de la ciudad costera de Asilomar,
más de un centenar de expertos en inteligencia artificial (IA)
de distintos lugares del globo están reunidos bajo una
premisa aparentemente sencilla: analizar e indexar de qué
forma ésta es beneficiosa para el ser humano. Los
profesionales invitados -algunos de ellos desfilarán por éste
y otros reportajes-, que cubren áreas diversas, tienen tres
días por delante para debatir cómo ha de desarrollarse la IA,
podría decirse que en el futuro. Pero éste, más que nunca,
es sinónimo de ya, aquí y ahora.
Objetivos:
La posibilidad de convertirse en un superhombre, casi un dios, no
tiene precedentes. Es verdad que a veces reaccionamos de manera
exagerada a los peligros potenciales. No podemos entrar en el
futuro desde el miedo. Debemos ser cautelosos pero abiertos al
progreso. Cualquier tecnología poderosa precisa de regulación para
hacerla beneficiosa para todo el mundo y, por el momento, ni la
inteligencia artificial ni el big data tienen ninguna regulación. Es el
momento de ponernos de acuerdo sobre de qué y cómo debemos
protegernos. Tecnología no es lo que buscamos sino cómo
buscamos. Si queremos un mejor futuro, democrático y
beneficioso, debemos colaborar más entre todos, porque la
tecnología no es creadora. No hay apps para conseguir
democracia.
Leonhard del filósofo alemán Martin Heidegger y uno de sus
conceptos fundamentales, el Dasein o ser ahí (Da, existencia, sein,
ahí) y se pregunta: "¿Cuándo la inteligencia artificial gobierne la
nube y exista un cerebro global, podrá éste comprender el
Dasein?". ¿Podrán las máquinas algún día entender lo que significa
ser humano? ¿Y cómo debe el género humano relacionarse con las
máquinas, los robots, cualquier dispositivo gobernado por una
inteligencia artificial? Hasta el momento, las reacciones son
desmedidas. Por ejemplo, en octubre del año pasado, durante la
feria Arts Electonica Festival, celebrada en Austria, un robot sexual
llamado Samantha, creado por una empresa española, Synthea
Amatus, tuvo que ser retirado después de que los asistentes a la
feria lo destrozaran de tanto usarlo. "Se comportaban con ella
como bárbaros. Se agolpaban para sobar sus pechos, piernas y
brazos. Le rompieron dos dedos", relató entonces al digital
británico Metro el creador de este robot sexual, el barcelonés Sergi
Santos.