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El simbolismo de la logia masónica se inspira en el templo de Salomón, el habitáculo divino, el lugar que llenó la
nube o gloria de Yavé. Por esta razón, sellos, emblemas y calendarios masónicos presentan habitualmente el
frontispicio del templo de Jerusalén con las dos columnas "Yaquín" y "Boaz" destacadas a uno y otro lado del
pórtico del santuario y coronadas por una gloria luminosa con el ojo de Dios en el centro; sobre las columnas,
levantadas encima de una escalinata, aparecen también el sol y la luna (fig. 1).
El paralelismo que esta representación alegórica del templo masónico presenta con el retablo mayor de la iglesia de
El Salvador de Santa Cruz de la Palma salta a la vista (fig. 2); dos únicas columnas corintias, de orden gigante,
soportan un entablamento y un parapeto, que corona el triángulo con el ojo de Dios rodeado de una gloria de nubes y
rayos. El sol y la luna, pintados por el cura Díaz, figuran junto a los capiteles de las columnas, sobre el cuadro de la
Transfiguración (fig. 3).
En todas las logias masónicas existen dos columnas en la puerta de entrada, señaladas con las iniciales I y B (fig. 1).
Son "Yaquín" y "Boaz", las columnas de bronce que Salomón levantó en el vestíbulo del santuario, delante del santo
tabernáculo de Dios (Reyes 7, 13-22). Ambas columnas, de 18 codos de altura y capiteles de flores, fueron
modeladas por Hiram, obrero del cobre, fundador, según la liturgia y el simbolismo masónico, de la Orden del Gran
Arquitecto del Universo.