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Sobre -La importancia de lo que nos preocupa- págs.

130-138

Jhon Jairo Vanoy Herrera

Universidad Nacional de Colombia / Departamento de Filosofía

Harry Frankfurt SFC / Profesora: Ángela Uribe Botero

Bogotá, D.C. 31 de marzo del 2021

RESUMEN

En algún momento crucial de la vida las personas tienen que enfrentarse a


elecciones difíciles de tomar, decisiones que -sin duda- trastocarán toda su
historia personal y forjarán -decisivamente- la imagen que se hacen de ellas
mismas. A saber, momentos que tienen que ver con lo que les importa o les
preocupa en la vida. Ahora bien, Frankfurt revela y analiza todo este universo de
situaciones implicadas en la cotidianidad. Vivencias que tienen que ver con la
conducta y la manera de morar del ser humano. Especialmente, con la forma en
que este vive y afronta tales momentos cumbre. Experiencias que, por mi parte,
no dudaría en tildar -apresuradamente- de existenciales. Por tal motivo, en el
presente texto, me ocupo de reconstruir y/o hacer explicitas tres ideas
fundamentales que concibe el autor. Las cuales, pretenden dar luces acerca de
ese nuevo universo de casos hasta ahora poco explorado. Así pues, la abnegación
y su relación con la necesidad volitiva, la insuficiencia de los juicios morales y la
ética para analizar dichos casos, y, la manera de evaluar y justificar aquello que
nos importa y preocupa, serán protagonistas de los párrafos que siguen. Luego,
al final, propondré -haciendo uso de lo ya recorrido- dos problemas susceptibles
de tratar en la sesión.

1
1. Sobre la relación entre abnegación y necesidad volitiva

¿Acaso, quién no se ha sentido plenamente realizado cuando ha caminado


de la mano con su ser amado por cualquier callejuela -bajo luminarias
nocturnas- en medio de una ciudad hecha caos? ¿Quién no ha sentido cierta
mejoría y plenitud al haber conquistado favorablemente la opinión de otros, esto,
en virtud del uso de un amasijo de leyes de la razón, como quien dice “echándole
lógica al asunto”? Bien, afirma Frankfurt, tal sentimiento de plenitud, realización
o mejoría va acompañado de cierto sentimiento de libertad. Esto es, nos
consideramos libres cuando amamos o llevamos la razón1.

Lo paradójico del asunto es que -tanto la razón como el amor- no tienen su


origen en nosotros mismos, más bien, son fuerzas externas que nos someten.
Pero -que a su vez- nos permiten experiencias de liberación. Esto último, ocurre
muchas veces sin la participación de nuestra propia voluntad o deseos. Si bien
nos sentimos liberados por mor de la razón o el amor, al mismo tiempo se da un
atrapamiento, somos cautivos, hemos sido vencidos, de algún modo nos hemos
perdido. En este sentido, cabe la pregunta -según el autor- por cómo es posible
sentirnos libres cuando estamos bajo el yugo del amor o la razón 2.

Bien, cuando concebimos algo como racional o amado respondemos a tal


objeto con un sentimiento que tiende a la abnegación. Es decir, obedecemos más
a las características del objeto que a las propias nuestras. De esta manera, dice
Frankfurt, ocurre que nuestros propios pensamientos y voliciones son
desplazados por la guía o dirección que nos proponen estos 3. Dicho de otra
manera, es tal la fuerza que esta clase de objetos ejerce sobre nosotros, que
terminamos por abnegar ante ellos. Hay aquí un sacrificio de quereres y deseos
-que pudiéramos tener previamente- en favor de los propósitos que nos plantean
1
Cfr. [CITATION Har06 \p 130-131 \l 9226 ]
2
Cfr. [CITATION Har06 \p 131 \l 9226 ]
3
Ibid.

2
algunos objetos de amor o razón. Esto es, se da un sometimiento., Lla persona se
encuentra pasiva ante tal fuerza que le invade. Ahora bien, ¿cómo podríamos
abnegar ante algo que no nos preocupa o nos aparece sin importancia? ¿Ccómo
podríamos ser totalmente pasivos o ajenos al objeto que suscitoó nuestra
abnegación?

Sin duda, tal abnegación no es meramente pasiva. Esta, incluye


actividad propia, en la medida en que tales objetos nos resultan importantes
o nos preocupan. Sí bien se trata de fuerzas externas que nos cautivan y
someten, de algún modo las hacemos propias. Lo anterior, por causa de que
nos afectan de tal modo que terminan por importarnos. De esta manera,
como afirma el autor, cuando abnegamos accedemos a ser inducidos -con
agrado- por tales objetos. Así pues, al ser afectados significativamente por
dichas fuerzas al punto de la abnegación, somos nosotros mismos quienes
ahora -lejos de sentirnos subyugados o vencidos- decimos sentirnos fuertes e
invencibles, ya sea que amemos o llevemos la razón. Por tanto, sentimos
ganar en autonomía y fuerza de voluntad cuando amamos algo o a alguien,
también, cuando -creemos- razonamos correctamente respecto de algo. Es decir,
a través de la abnegación experimentamos ese dichoso sentimiento de liberación
y mejoría. Sentimiento que viene producido por un movimiento de superación que
inicia con nuestra pasividad (imposición) y termina con nuestra actividad
(autoimposición).

En efecto, cuando abnegamos frente a estos objetos, a mi modo de ver,


estamos ante una experiencia similar a la que en el capítulo IV Frankfurt llamo
necesidad volitiva. Recordemos que cuando se da en nosotros la necesidad
volitiva ocurre que algo externo a nosotros se nos impone, pero a la vez -y por
mor de esa gran fuerza que nos afecta- nosotros (por medio de la dación de
importancia) adoptamos tal imposición y la tornamos autoimposición. Así pues,
cuando se da tal necesidad volitiva, nosotros mismos hacemos propio el objeto
con aprobación de nuestra propia voluntad. Lo anterior es contrario al caso del
drogadicto, quien -con su voluntad- lucha desesperadamente contra el vicio que

3
se le ha impuesto. Es decir, a diferencia del caso de la necesidad volitiva, el adicto
no quiere querer para sí dicha adicción, esto es, el drogadicto permanece en un
conflicto de fuerzas sin llegar a superar 4 el momento de la imposición 5. La misma
lucha contra la adicción da cuenta de que en el adicto no se da el momento de la
autoimposición.

En este sentido, podemos decir que, por un lado, el acento de pasividad -en
la necesidad volitiva- viene dado por el hecho de que, en estos casos, el amor o la
razón provienen de fuera de nosotros y se nos imponen por la fuerza (momento de
la imposición). Por el otro, que su acento activo se da en virtud de que, si bien
son fuerzas externas que nos invaden, nosotros mismos -por voluntad propia-
decidimos hacerlas nuestras y utilizarlas en la acción (momento de la
autoimposición). En este sentido, tal factor activo es aquello que, al igual que en
el caso de la abnegación6, nos permite experimentar cierto sentimiento de
liberación7. De este modo, encuentro, se relacionan estos dos conceptos, a saber,
dan cuenta de una experiencia que va desde la pasividad hasta la actividad, y
además, tienen como efecto en común el producir en nosotros tal sentimiento de
liberación. Así pues, a partir de los razonamientos de Frankfurt, es posible dar
luces acerca de la superación de la aparente paradoja de sentirnos libres a pesar
de estar cautivos.

2. Sobre la insuficiencia del análisis ético para comprender casos de


abnegación o necesidad volitiva

4
Alguien podría decir que, en efecto, se da el caso donde drogadictos se dan al vicio con toda su voluntad, esto es,
queriendo para sí o autoimponiéndose el consumo. Esto implicaría afirmar que , el adicto siente liberación por medio del
consumo y en él actúa la necesidad volitiva. Punto de vista que se presta para discusión, pues, exagerando un poco, toda
un generación de jóvenes estadounidenses se consideró liberada por medio del consumo de sustancias psicoactivas.
5
Cfr. [CITATION Har06 \p 127-128 \l 9226 ]
6
Un punto para tratar podría ser el de si la abnegación es un caso especial de necesidad volitiva, de cuáles son sus
diferencias, o si son procesos muy distintos, etc. Bien.
7
Cfr. [CITATION Har06 \p 130 \l 9226 ]

4
La racionalidad, además de llevar cierta marca personal por mor del acto de
abnegación o en virtud de la necesidad volitiva, es también de índole impersonal.
Esto, porque cuando creo tener la razón, a su vez, pretendo que los demás la
observen y acepten como válida. Es decir, mis juicios -que pretenden estar
amparados por la racionalidad- tienden a superar la mera opinión de mi persona
y llevan implícito cierta validez de orden universal. A tal punto llega la fuerza de
la razón que cuando alguien no concuerda con nuestra opinión, aseveramos,
debe estar equivocado. No ocurre lo mismo con el caso del amor. Nadie -en sus
cinco sentidos- que ame algo o a alguien exigiría a los demás profesar el mismo
amor por tales objetos. Así pues, a diferencia de la razón, el amor se restringe a la
persona y no pretende validez universal. Por tanto, éste es sólo de índole
personal.

No obstante, y dado que los juicios morales son de índole impersonal, no


podemos confundir estos últimos con la necesidad volitiva. Esto, porque las
fuerzas presentes en la experiencia de la necesidad volitiva -en tanto hablamos de
objetos de razón- es también de índole personal. Mientras, la fuerza de los juicios
morales parece siempre provenir de imposiciones universales de orden externo a
nosotros mismos. Por ejemplo, alguien -al notar que una madre desistió de
abandonar a su hijo- podría pensar que tal renuncia tuvo origen en algún juicio
moral. Observación incorrecta, ya que la madre pudo no haberlo abandonado,
sea porque se preocupa por lo que en adelante le pueda pasar al niño o, porque le
preocupa el escarnio público del cual sería, sin duda, victima. A su vez, esta
abnegada madre bien podría entender el hecho de que otras madres -en
situaciones similares a la suya- sí abandonen a sus hijos, pues, su acto no se
fundamenta en un juicio moral impersonal exigible universalmente, sino, en la
preocupación o el amor personal que tiene hacia el niño o hacia ella misma.

Así pues, esta madre que decidió no abandonar a su hijo -de ser el caso-
lejos de pensar que al abandonarlo estaría traicionando un precepto moral, más
bien, siente que abandonarle sería una traición a sí misma. Esto, porque la
necesidad volitiva implica el orden de lo personal. En este sentido, podríamos

5
decir, la necesidad volitiva, con su acento personal y activo, hizo lo suyo. De
algún modo, y por mor de cierto juego de fuerzas, identifico a la madre con el
objeto de su amor o razón, en tanto, el niño -descubre la madre- le importa o le
preocupa sobremanera. Y, dado que le importa y/o preocupa su hijo, ha hecho
del cuidado de este ser algo personal, en tanto, descuidarlo sería traicionarse.

Queda pues expuesto el hecho de que un análisis meramente ético se queda


corto para estudiar aquellos casos donde en los que la abnegación y la necesidad
volitiva tienen lugar. También, que tales casos implican el preocuparse y, el dar o
percatarse de la importancia de algo 8. Experiencias estas que no suscitan la
necesidad de acudir a juicios morales o preceptos éticos para ser explicadas 9.

3. Sobre los criterios evaluativos para juzgar si algo es digno de


importancia y/o preocupación

Los anteriores apartados ponen de manifiesto que experimentamos


procesos de abnegación y necesidad volitiva, esto es, vivimos situaciones
donde nuestra voluntad no tiene el completo control del asunto en cuestión
debido a fuerzas externas que se nos imponen. No obstante, nuestra voluntad
sí es activa sobre tales afectaciones. De tal manera que -de dichas experiencias-
resultan objetos que nos suscitan importancia y preocupación. Además, y
sumado a lo anterior, solemos tener el interés de saber qué pensar de nosotros
mismos como personas, también, llevamos el supuesto de que hay cosas que son
importantes y otras que no, unas más dignas de preocupación y otras no tanto.
Ahora bien, de acuerdo a con lo anterior vale la pena dudar, ¿estamos obligados a
aceptar sin más los productos 10 de la necesidad volitiva y la abnegación o,
8
Parece ser que el dar importancia o preocuparse por algo da cuenta de un “apersonarse de algo”.
9
Cfr. [CITATION Har06 \p 132-133 \l 9226 ]
10
Llamo productos de la necesidad volitiva o abnegación a los objetos que hemos acogido por causa de estas dos
experiencias.

6
debemos ponerlos en cuestión, quizá, para saber algo sobre quiénes somos?
¿Realmente somos coherentes con nosotros mismos; damos importancia o nos
preocupamos genuinamente por tales objetos?

De esta manera, surge el problema por cómo evaluamos y justificamos


aquello que nos importa y/o preocupa. Así las cosas, resurge la cuestión y
nos preguntamos por si algo es digno, o no, de nuestra dación de
importancia o preocupación11.

Bien, según Frankfurt, la dación de importancia a un objeto no implica


necesariamente la preocupación por este, no obstante, la preocupación por
algún objeto sí implica necesariamente la importancia de este 12. Así pues, se
dan dos maneras en las que algo puede resultar importante para una
persona. El La primeroprimera, tiene lugar cuando damos importancia a algo
indiferentemente independientemente de si tal objeto nos preocupa o no. El
segundoLa segunda, cuando la preocupación misma es la causa de que el
objeto nos resulte importante. En este sentido, de estos dos casos se
desprenden dos motivos diferentes desde los cuales podemos justificar, o no,
nuestra preocupación por un objeto u otro. En el primer caso, estaríamos,
entonces, tentados a decir que el objeto nos parece importante, y por ello, digno
de preocupación. En el segundo, podríamos ser proclives a justificar dicha
preocupación basados en que la preocupación misma por el objeto lo hace
importante, esto, porque el preocuparnos por la cosa misma nos resulta de suma
importancia13.

Así las cosas, si quisiéramos someter a evaluación tales motivos justificantes


podría ocurrir lo siguiente. En el primer caso, luego de observar con detenimiento
la importancia que nos suscita el objeto, podemos caer en cuenta de que la
importancia que le dábamos realmente no está justificada, esto, porque la
capacidad que tiene tal objeto para afectarnos no es tal como creíamos. En esta

11
Cfr. [CITATION Har06 \p 134 \l 9226 ]
12
A mi modo de ver, este es el principio rector de la argumentación de Frankfurt.
13
Cfr. [CITATION Har06 \p "134, 135, 136" \l 9226 ]

7
medida, entendemos que -en algún momento desafortunado- adjudicamos mucha
importancia a algo que sinceramente no la tenía. En consecuencia, dejamos de
preocuparnos por ello, esto es, prescindimos del objeto como algo digno de
preocupación14. Como podemos observar, en este primer caso la pregunta
evaluativa que nos reveloó la innecesaria preocupación por el objeto fue la de si
-en efecto- tal objeto nos afecta lo suficiente como para considerarlo importante.
De esta manera, podemos apuntar, se pone en cuestión la causa de la
preocupación, es decir, el grado de importancia o afectación 15.

En el segundo caso tenemos la dificultad de que no podemos aplicar la


misma pregunta para evaluar dicha justificación, esto, porque aquí la
importancia viene dada por la preocupación, y no, la preocupación por la
importancia. Es decir, en este caso la causa es la preocupación y el efecto la
dación de importancia. En este sentido, y haciendo el debido reajuste, la
pregunta clave para evaluar este caso debe, entonces, dirigirse a la causa, es
decir, hacia el acto de preocuparse por algo. Ahora bien, volviendo a las palabras
del autor, aquí la pregunta crítica es por si nuestra preocupación -preocupación
que torna el objeto importante- está justificada. En otras palabras, aquí la
pregunta evaluativa clave es por si la justificación de nuestra preocupación
es genuina o no, puesto que si dicha preocupación no es tal, la importancia
derivada de esta queda totalmente desvirtuada 16. Nótese que las preguntas clave
están dirigidas a lo que en cada caso opera como causa, lo cual es coherente si
damos por sentado el popular adagio lógico (ajustado para nuestro caso) que
reza: eliminada o justificada la causa, eliminado o justificado el efecto.

Retomando, ¿qué hace que nuestra preocupación sea genuina o no? Primero
que todo, debemos tener en cuenta que preocuparse, para el autor, significa
hacer17 que algo sea importante para nosotros, por ello, es por lo que a la
14
También puede darse el caso contrario, esto es, descubrimos que la afectación si es relevante, por tanto, nos
preocupamos por el objeto.
15
Cfr. [CITATION Har06 \p 136 \l 9226 ]
16
Ídem.
17
El -hacer que algo sea importante para nosotros- parece entrar en conflicto con aquel proceso donde, primeramente,
una supuesta fuerza se nos impone al punto de interiorizarse por necesidad. Por tal motivo, creería, la necesidad volitiva
es incompatibles con las experiencias contenidas en este segundo caso donde tengo la libertad de hacer que algo resulte

8
preocupación le sigue la importancia. Lo anterior quiere decir que, por un lado, el
preocuparnos por algo no implica alguna importancia previa que pudiera tener
ese objeto. Más bien, y como se dijo arriba, el mero hecho de preocuparnos por
algún objeto, de por sí, es lo que lo hace importante. Por el otro, que a diferencia
del primer caso, donde la preocupación depende del grado de importancia
producto de afectaciones externas que algunos objetos ejercen sobre nosotros,
aquí, parece ser, nosotros tenemos el poder de hacer que algo nos preocupe 18, y
por qué no, decidirnos por algunas de esas afectaciones presentes en el primer
caso. A esto último se refería el autor cuando apuntaba que existen dos formas
en las que algo nos puede resultar importante, que aunque distintas no por ello
incompatibles 19
.

Ahora bien, por lo general tenemos la capacidad de interesarnos por algo, de


dedicarle tiempo, de amarlo. Tal capacidad es aquello que permite conectarnos
activamente con nuestras vidas20. En este sentido, cuando realizamos estas
actividades estamos haciendo que algo nos sea importante, es decir, nos estamos
preocupando por algún objeto. Pero, ¿son estos objetos dignos de nuestra
preocupación? ¿Dde qué manera estamos justificados para hacer de estos
objetos, y no otros, algo importante para nosotros?

Frankfurt finalmente complementa sus respuestas por medio de una


analogía. A continuación preciso sólo una de las posibles formas de interpretarla.
Dios, al ser omnipotente, le es apropiado y puede amar (por tanto, dar
importancia y preocuparse) todas las cosas incondicionadamente, esto es, lo hace
prescindiendo del valor que estas puedan, o no, tener. El ser humano no es
omnipotente, a este, no le es apropiado21, ni tiene la posibilidad de amar todas las

importante para mí. En todo caso no estoy seguro y, me parece, no hay los suficientes elementos para sistematizar la
abnegación y la necesidad volitiva con los casos uno y dos. Esto podría ser otro punto para discutir, pues, tengo la
intuición de que todos los casos en que algo nos preocupa o importa no se reducen a situaciones justificadas o fallidas
de abnegación o necesidad volitiva. ¿Esa intuición daría lugar a proponer un ejemplo para ilustrarla?
18
Cfr. [CITATION Har06 \p 137 \l 9226 ]
19
[CITATION Har06 \p 135 \l 9226 ] Aquí, se muestra cómo el caso dos puede ser una reevaluación de un caso uno.
20
[CITATION Har06 \p 136 \l 9226 ]
21
Que no le sea apropiado quiere decir que no tiene la capacidad o no le es posible preocuparse por el objeto, o, que le
es más apropiado porque es capaz de preocuparse más por él que por otro objeto.

9
cosas (el lado negativo). No obstante, al igual que Dios, puede amar cosas,
indiferentemente de si estas tienen algún valor previo o no (el lado positivo).

Por lo tanto, y por mor del lado negativo de la analogía, el ser humano está
restringido (es deseable o le es apropiado sólo) a amar sólo aquello que puede y es
capaz de amar; bajo estas condiciones, tal objeto será, o no, el apropiado.
Adicionalmente, y en virtud del lado positivo de la analogía, el ser humano puede
elegir amar algo indiferentemente de si la cosa tiene, o no, valor. Valga precisar,
tal amor conserva su valor, no por lo que la cosa pueda valer, sino por su
capacidad y actividad de amar (de preocuparnos y dar importancia) la cosa
misma.

Así pues, nuestro amor y preocupación (por ende, importancia) por un objeto
está justificado en la medida en que podamos serseamos capaces de
preocuparnos por él, esto es, nos sea apropiado. Contrariamente, nuestro amor y
preocupación esta injustificado cuando no elegimos un objeto apropiado, es decir,
cuando no estamos en capacidad de preocuparnos por el objeto 22. La primer
situación hace del objeto algo digno de nuestra preocupación. En la segunda, la
preocupación pierde tal dignidad, si se quiere, por impropiedad, impotencia e
incapacidad nuestra.

Así pues, y teniendo ya a la mano estos criterios, el autor ofrece una manera
de evaluar y justificar los productos de la abnegación, la necesidad volitiva, y
otros casos donde en los que la importancia y preocupación tienen lugar.

4. Comentarios finales

Como propuesta para discutir en la sesión me gustaría tentarlos a tratar dos


puntos. Quizá al escritor Frankfurt le ocurre como a Maquiavelo, su escritura es
tan sencilla, y se da en términos tan comunes, que tal sencillez pasa por
identificarse con cierta facilidad a la hora de comprender sus textos. No obstante,

22
Cfr. [CITATION Har06 \p 137-138 \l 9226 ]

10
sabemos que en Maquiavelo hay tal calidad y cantidad de matices que lejos
estamos de aseverar tal facilidad de comprenderle. Ahora bien, como pudieron
evidenciar en este texto, para comprender los capítulos aquí estudiados tuve que
recurrir a capítulos anteriores tratando de descubrir conexiones conceptuales
que el autor no hace explicitas, por ejemplo, la conexión entre necesidad volitiva y
abnegación. Inclusive, me vi obligado a recurrir a marcos explicativos de causa y
efecto para poder explicitar puntos en apariencia fáciles de entender o,
interpretar peligrosamente alguna analogía. Lo anterior, a riesgo de sobre o
malinterpretar al autor. Así pues, pongo a discusión si tales apropiaciones
guardan mayor o menor fidelidad con las ideas de Frankfurt.

Como segundo punto pretendo poner en tela de juicio ese afán de Frankfurt
por hacer ver que sus razonamientos son algo diferente de un análisis ético (lo
desarrollado en el numeral 2). Si damos por cierto que la ética, como disciplina
filosófica, en parte, trata acerca del estudio y la fundamentación teorética de
valores candidatos a regir nuestra conducta moral, es evidente que Frankfurt,
lejos de apartarse de esta disciplina, lo que hace es ampliarla. Lo anterior, porque
dicho autor descubre un universo de casos donde, si bien no se buscan o
trabajan principios morales rectores como, la responsabilidad, el bien o la
bondad, uno sí podría estar tentado a afirmar que el autor propone -así no lo
quiera- como valor ético rector de nuestra conducta la autocrítica con respecto a
lo que nos importa y nos preocupa 23. Ello, ofreciendo criterios evaluativos y
modos de justificación aplicables a la conducta humana o a nuestra manera de
morar (lo desarrollado en 3).

Bibliografía

Frankfurt, H. G. (2006). La importancia de lo que nos preocupa. Buenos


Aires: Katz Editores.
23
Considero, para resolver este punto es de suma importancia llegar a un acuerdo acerca de algunas similitudes y
diferencias entre ética y moral, pues cómo la profesora ha advertido en alguna ocasión producto de algunas
intervenciones de algunos compañeros, en Frankfurt estos límites no están del todo claros. Puede darse que Frankfurt
no haga un análisis ético, pero sí moral, entre otras opciones.

11
John.

Me parece que tu trabajo es un muy buen ejemplo de rigor filosófico y de


capacidad de entender cabalmente el sentido de lo propuesto por un autor.
Además de esto, ofreces buenas alternativas de discusión en la sesión del
seminario.

Revisa por favor, si los comentarios que te hago dan lugar a cambiar algunas
cosas del texto.

Creo que el texto podría ser más corto de como está ahora. Trata de
encontrar líneas en las que te repites innecesariamente, creo que las hay. 5.0

12

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