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Se dice que desde el Templo del Sol del Cusco (Qoriqancha), irradiaban ejes cuya
disposición implicaba alineamientos astronómicos que dibujaban el Valle en más de 300
huacas que cumplían funciones religiosas y políticas.
Entre las creencias de los incas está la concepción del tiempo cíclico (no lineal) como
puede leerse en sus fabulosos mitos -entre ellos el de Huarochirí- que divide al tiempo en
4 edades donde se intenta explicar el origen del pueblo incaico a través de distintas
historias que relacionan el mundo de los dioses (Hanan Pacha) con el de los de “abajo”
(Urin Pacha).
Al observar las estrellas los incas identificaron que las constelaciones se parecían a los
animales y cosas de su vida diaria. Es así que creyeron que el dios Viracocha (dios
creador del mundo) le había dado a cada animal, ave y ser vivo una estrella
correspondiente que le protegía.
La vía láctea era considerada un enorme río astral, el cual estaba representado en la
tierra por el río ‘Mayu’, el cual era la fuente de agua para la vida. Según la cosmovisión
inca, el cielo y la tierra estaban conectados.
El inicio del año inca dependía de cada región del imperio. En la ciudad del Cusco (capital
del imperio o Tahuantinsuyo) el año iniciaba en agosto, fecha de coincidía con el inicio de
la actividad agrícola.
El calendario inca,
Calendario de astros.
La observación
astronómica hizo que los
incas concibieran un año
solar compuesto de 12
periodos, cada uno de
estos con 30 días (3
semanas de 10 días).
Según algunos cronistas,
el último día de este
periodo era considerado
el ‘qhatu’ (día de feria) en
el que se podía
intercambiar productos.