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3- Una visita al teatro -Hamlet, príncipe de Dinamarca-

Tercer acto: “Vivo para los otros. Para vengar a mi padre, para cuidar a mi madre, para salvar al
reino, al orden del mundo y al honor de la familia. ¡Como me gustaría ser Fortimbrás, capaz de
dejarlo todo y salir tras la conquista de un pedacito de nada!” El combate de la imagen especular y
el objeto desconocido. Duelo, acto y deseo. (Los hechos y personajes retratados son ficticios,
cualquier parecido con nuestra vida neurótica es mera consecuencia).

Continuando nuestra excursión por el seminario de Lacan, hoy recorreremos la tercera sesión de
La angustia. Les confieso que es un poco difícil no tener la compañía de ustedes para poder leer
juntos. En su raíz, leer se remonta a legere, que quiere decir recoger y escoger. Recoger, tomar,
juntar, y a su vez, elegir, seleccionar, separando lo que buscamos de aquello que no queremos. La
metáfora remite a la cosecha o a la leña, porque hay que saber distinguir cuál y cuándo están para
ser levantadas y almacenadas, o cuándo conviene esperar y no hacerlo. Así también, hay que
conocer cómo hacerlo para que no se echen a perder.

¿Cómo saber cuál es la leña buena, la que prende bien, la qué hace buen fuego o mejor braza? No
es fácil recoger, porque también implica escoger, seleccionar. Porque hay madera que hace humo
y no prende, o se consume sin dejar braza. Porque hay frutos que son muy amargos, otros a los
que todavía les falta o, también, que se pudren antes de que nos demos cuenta.

La página también viene de la metáfora recolectora, “cuatro hileras de vides unidas en forma de
rectángulo,” del verbo pangere (en latín), que significa trabar, ensamblar, ligar, atar. Unir de modo
tal que nos facilite la cosecha, que los frutos queden expuestos a las manos que los recogerán. Ya
hay lectura en la escritura. La página se arma para dar lugar al recolector. Él es el fruto último de la
lectura. ¿De qué árbol habrá que arrancarlo? ¿Caerá sólo en algún momento? ¿Hay que buscarlo?
¿Producirlo nosotros mismos? En fin.

Hacemos hasta lo imposible para que no se pierda la cosecha de este año, para que sepan qué
está maduro en esta enseñanza que nos ocupa, la de Lacan, qué cosas aún siguen estando verdes,
y cuáles son las frutas envenenadas. Hacemos todo lo que podemos para que el fuego no se
apague, y el calor de la lectura los encienda. Pero dependemos mucho de ustedes, de la forma de
recoger y valorar lo que vamos armando al unir estas páginas. No voy a decirles que para leer a
Lacan se necesita la paciencia infinita del recolector o una voluntad inquebrantable del leñador.
Aunque mal no nos vendría.

¿Cómo pedirles que hagan una lectura sin nosotros aportarles la nuestra? Esta es la dificultad. Si
no tendríamos que suponer que ya está todo escrito. No se trata sólo de que lean, sino de lo que
significa leer. Que no es sólo mantener viva la llama del texto, sino que el lector mismo se
encienda. Que el texto sea sólo el combustible. Leer no sólo lo que está escrito, sino la operación
de lectura que hizo posible que se escribiera de ese modo. Leer la lectura de lo que hace escritura.
Por ahí va la clínica, y nuestro intento también.

Pero bueno, en fin, ¿Cuánta leña vamos a amontonar? Después de todo, nuestro objetivo no es
quemarles la cabeza, como me llegó algún comentario por ahí. Por eso, hoy traté de ser más
benévolo, no sé bien con qué resultado. Para ajustar mejor el instrumento necesitaría que me
orienten también ustedes respecto de cómo vienen.

III. Del cosmos al Unheimlichkeit

En la tercera sesión del seminario, Lacan prosigue su diálogo con André Green. Lo apremian –dice-
para que diga más sobre una superación que debería realizarse en su propio discurso. “Quisieran
una articulación más precisa” entre “el estadio del espejo, la imagen especular” y “el significante.”
“Parece que queda ahí algún hiato.” Sin embargo, precisamente, “La angustia, en efecto, nos
permitirá volver a pasar por la articulación esperada.”

“No es de ahora que trenzo íntimamente el interjuego de los dos registros.” La trama de estas dos
perspectivas, imaginaria y simbólica, ya estaba enunciada desde hacía mucho tiempo. Por
ejemplo, en Acerca de la causalidad psíquica (1946). “Estas perspectivas están indicadas aquí por
estas dos líneas coloreadas, la vertical en azul, marcada con el signo I de lo imaginario, la
horizontal en rojo, con la S de lo simbólico.”

Esta es una distinción clave. Pero, paradójicamente, no podrán ubicarla en la edición de Paidós.
Porque el esquema al que Lacan se refiere ese día, está en el pizarrón. No es el que aparece en la
página 49, que ustedes pueden encontrar también en los Escritos I “Observación sobre el informe
de Daniel Lagache.”

Lacan se refiere a un esquema que ha sido modificado. Con la importancia que tenemos que darle
a esas modificaciones. Cosa que no me cansaré de remarcar. Porque allí está el paso que se da. De
otro modo, se pierde por completo.

Está claro que hay un hiato, un corte, una escisión entre imaginario y simbólico, eso ya podía ser
anticipado. Pero, ¿dónde está? ¿Dónde situar ese corte que definirá a su vez la articulación de
todo lo que lo sucederá? Ahí está la cuestión. Esas dos líneas, la azul de lo imaginario y la roja de lo
simbólico, se cruzan en un lugar distinto que allí donde se reúnen en la imagen del espejo. ¡Cómo
perdernos esta precisión!
Esta es la versión del Esquema O (Esquema óptico), a la que Lacan se está refiriendo en el
seminario. No es la que está tomada de los Escritos.

Además, a este esquema, después se le agregan otros dos, de los que nos ocuparemos más
adelante, y que ni siquiera están en el libro.

Como puede verse, ese hiato, aparece más acá de la posibilidad del reconocimiento y de la
entrada en juego del sujeto en el campo del Otro. Este resto, soporte real de la división, queda de
su lado, y de allí su importancia. Por eso, la interrogación irá en la vía de situar este imaginario
anterior al reconocimiento especular, que acá situamos en i(a), y que en la sesión anterior
aparecía ubicándose en el fantasma, como posibilidad de interrogación de lo que el sujeto es
respecto de la falta en el lugar del Otro.

“La articulación del sujeto con el otro con minúscula, y la articulación del sujeto con el Otro con
mayúscula no viven separadas” (ne vivent pas à séparer). [*El empleo de negritas refiere a la
utilización, cuando se hace imprescindible para una mejor lectura, de la versión crítica establecida
por Ricardo E. Rodríguez Ponte]. “La relación especular ocupa su lugar.” Pero, “depende del hecho
de que el sujeto se constituye en el lugar del Otro y su marca se constituye en la relación con el
significante.”

En la experiencia inaugural del estadio del espejo, donde el niño se encontraría en esa imagen
anticipándose como totalidad unificada, nunca falta –nos dice Lacan- un momento en el cual el
niño giraría la cabeza, volviéndose hacia quien lo sostiene, como apelando al adulto, buscando un
asentimiento, para luego volver otra vez hacia la imagen. “Parece pedir a quien lo sostiene –y que
representa aquí al Otro con mayúscula- que ratifique el valor de esta imagen.”

Es por esto, que Lacan, vía André Green, no sin Claude Lévi-Strauss y Sartre, vuelve sobre sus
pasos para repensar este hueco que representa el sujeto en la constitución del Otro. Y empieza
partiendo de la oposición entre la razón dialéctica y la razón analítica. Para abrir, finalmente, una
alternativa a la oposición entre historia y estructura.

“En referencia a esta oposición, quisiera aportarles la siguiente observación a título del camino que
debo hacer hoy.” Desde la interpretación de los sueños, trabajo inaugural, Freud “introduce allí de
entrada el inconsciente como un lugar que llama eine anderer Schauplatz, otra escena.” Es decir,
“Desde un principio, desde la entrada en juego de la función del inconsciente a partir del sueño,
este término se introduce como esencial.” “Se trata, en efecto, de un modo constituyente de lo que
es, digamos, nuestra razón.”

Entonces, para desplegar este lugar de “nuestra razón”, respecto de lo que podría ser la razón
analítica y la razón dialéctica, Lacan va a distinguir, para luego ponerlos a dialogar, una serie de
tres tiempos.

“El primer tiempo es –hay el mundo.” “Pero será preciso volver a este punto, porque todavía no
sabemos qué significa.” “Este mundo tal como es, he aquí lo que concierne a la razón analítica,
aquella a la que el discurso de Claude Lévi-Strauss tiende a otorgar la primacía.” “En el límite de
este discurso, el juego de la estructura, el de la combinatoria (…), no haría otra cosa más que
coincidir con la estructura misma del cerebro, por ejemplo, incluso con la materia.”
Representando, “tan solo su duplicado.”

“Ahora bien, la dimensión de la escena, en su división respecto del lugar, mundano o no, cósmico o
no, donde se encuentra el espectador, está ahí ciertamente para ilustrar ante nuestros ojos la
distinción radical entre el mundo y el lugar donde las cosas, aun las del mundo, acuden a decirse.
Todas las cosas del mundo entran en escena de acuerdo con las leyes del significante, leyes que no
podemos de ningún modo considerar en principio homogéneas a las del mundo.”

“Así, primer tiempo, el mundo. Segundo tiempo, la escena a la que hacemos que suba este mundo.
La escena es la dimensión de la historia.”

Hasta aquí las dos dimensiones que aparecen en el texto de André Green, El psicoanálisis ante la
oposición de la historia y la estructura.

“La historia tiene siempre un carácter de puesta en escena.”

Y esto es lo curioso, la estructura supone una sincronía indispensable. Tal como en ocasiones suele
pensarse de la presencia del significante en el lugar del Otro. Pero, a su vez, la diacronía es
fundamental. Incluso fundante. No hay posibilidad de cadena alguna si no hay un comienzo. Toda
determinación depende de eso. Como lo veremos en la lectura del seminario Las psicosis, al
abordar la Bejahung y sus destinos, otro de los puntos del programa. A partir de una primera
afirmación y/o rechazo, se abren diferentes destinos, y habrá retornos y posibilidades diferentes.

Ahora bien, algo ocurre entre la diacronía del significante y su sincronía supuesta en el lugar del
Otro. Hay allí un corte, un empalme que lo sutura, y que al mismo tiempo lo pone en evidencia.

“Una vez que la escena prevalece, lo que ocurre es que el mundo entero se sube a ella.”

“A partir de ahí, se puede plantear la cuestión de saber lo que el mundo, lo que hemos llamado el
mundo al comienzo, de forma del todo inocente, le debe a lo que le viene de vuelta de dicha
escena. Todo lo que hemos llamado el mundo a lo largo de la historia deja residuos superpuestos,
que se acumulan sin preocuparse en absoluto por las contradicciones.”

Restos de ciencia, de magia, de religión, conviven expresando sus efectos en nuestras escenas
cotidianas. Muchas veces sin que nos percatemos en lo más mínimo. “Aquello que la cultura nos
vehicula como el mundo es un amontonamiento, un depósito de restos de mundos que se han ido
sucediendo y que no por ser incompatibles dejan de hacer buenas migas, demasiado, en el interior
de cada uno de nosotros.”

“En suma, ya que hemos hecho referencia a la escena, no hay nada más legítimo que el
cuestionamiento de lo que es el mundo de lo cósmico en lo real. Aquello con lo que creemos
enfrentarnos en cuanto que mundo, ¿no son simplemente restos acumulados, provenientes de la
escena cuando se encontraba, por así decir, de gira?”

Por lo tanto, ¿Qué nos haría pensar que la cosa terminaría aquí? ¿Que no hay, para aquello que
retorna de lo que no encaja en ninguna escena, una forma distinta de expresión, como aquella que
Freud situó en la otra escena?

Entonces, tercer tiempo: “La función de la escena dentro de la escena.”

¿Cómo se las arregla el sujeto para representarse cuál es su lugar en la escena del Otro que lo
antecede, y en el que ha de constituirse?

“En Hamlet, ¿Qué es lo que Hamlet, el personaje de la escena, hace surgir en la escena con los
comediantes?” “Ahí pasan cosas bien extrañas.” “Este personaje, cuyo deseo no puede animarse a
realizar la voluntad del ghost, del espectro [fantôme] de su padre (…), intenta dar cuerpo a algo,
que pasa por su imagen especular, su imagen puesta en la situación, no de llevar a cabo su
venganza, sino de asumir, en primer lugar, el crimen que se tratará de vengar.”

Pero, sin embargo, no hace falta ser Hamlet, obviamente, ni ser una pieza magistral del teatro
isabelino, ni un clásico insoslayable de la literatura universal, para tener problemas con la imagen
especular. Cuando se sueña despierto, o se imaginan situaciones, en las que uno se representa a sí
mismo en una discusión, en un examen, en una pelea, o en un encuentro amoroso, situaciones
que a veces parecen mezclarse o confundirse las unas con las otras, ¿qué es lo que se hace?

Es un montaje coreográfico, en un teatro imaginario, donde se intenta dar cuerpo a nuestra propia
imagen, en una situación que nos apremia o que deseamos que ocurra, o que ya ha ocurrido,
incluso, y evidentemente no podemos cambiar. Sin embargo, algo reclama ser satisfecho en el
orden de nuestro narcisismo.

A veces ocurre después de una discusión. Repetimos la discusión mil veces en nuestra cabeza,
cambiando lo que dijimos, o cómo se dieron las cosas. O, por ejemplo, después de sufrir un robo,
volvemos constantemente en el recuerdo sobre la escena para cambiar nuestra conducta, tratar
de ser más inteligentes, vernos con un coraje que claramente no tenemos, hacer de héroe, o
simplemente realizar una venganza imaginaria. “Ahora bien, ¿qué es lo que vemos? Que es
insuficiente.”

“Por mucho que Hamlet caiga preso, tras esta especie de efecto de linterna mágica (…), de una
verdadera pequeña crisis de agitación maníaca, cuando, un instante después, se encuentra con que
tiene a su enemigo a su alcance, sólo sabe articular lo que cualquier oyente puede percibir como
una escapada. Se esconde tras un pretexto.”

Por eso, “Aparte de este fracaso [échec, y no écho (eco)], les había mostrado todo el alcance de
una identificación de Hamlet cuya naturaleza es completamente distinta. Es lo que llamé la
identificación con Ofelia.” Donde se revela lo que fue para él “Ese objeto ignorado, desconocido.” Y
su lugar en “el mecanismo fundamental del duelo.” *Este es el puntapié, en el seminario, para una
erótica del duelo desde la perspectiva de la castración, otro de los puntos de nuestro programa].

“Ese fondo de reproches que supone el hecho de que, de la realidad de aquel a quien se ha perdido,
sólo se quiera recordar la pena que dejó.” “La identificación con el objeto del duelo, Freud la
designó en sus formas negativas, pero no olvidemos que también tiene su fase positiva.”

“La entrada en Hamlet de lo que llamé el furor del alma femenina es lo que le da la fuerza.”
Incluso, para combatir contra su enemigo y enfrentarse “contra su imagen especular.” (Laertes).

A esta altura, creo que ya no hace falta que diga que se beneficiarían mucho de la explicación si
leyeran Hamlet, príncipe de Dinamarca de William Shakespeare].

“Aquí podemos medir la distancia entre dos clases de identificaciones imaginarias.” Por un lado,
“la identificación con i(a), la imagen especular, tal como la encontramos en la escena dentro de la
escena.” Y, por otro lado, “la identificación más misteriosa, cuyo enigma empieza a desarrollarse
aquí, con el objeto del deseo en cuanto tal.”

“Pues es en tanto objeto como Hamlet ha sido ignorado hasta cierto momento, y es reintegrado a
la escena por la vía de la identificación.” “Hay reconocimiento retroactivo del objeto que se
encontraba ahí.”

Por ello, “el tercer tiempo, o sea, la escena dentro de la escena, nos muestra dónde conviene dirigir
nuestra interrogación.” “Concierne al estatuto del objeto en tanto que objeto del deseo.”

“Este estatuto, lo admito, todavía no está establecido, y es ciertamente lo que se trata de hacer
avanzar este año por la vía del abordaje de la angustia.”

Entonces, ¿Por qué, a pesar del descubrimiento de la eficacia de la operación significante en


cuanto tal, necesitamos tanto preservar la dimensión de la angustia? “Tiene que haber una buena
razón para ello.”

La hay, es necesario preservar esta dimensión desde el momento en que no hay otra posibilidad
de que surja un sujeto sino a partir de constituirse como un objeto perdido para el Otro, más allá
de la imagen en la que, respecto de ese Otro, intentará hacerse reconocer.

“He aquí que me veo llevado [por lo tanto] a recordarles cómo se anuda precisamente la relación
especular con la relación con el Otro con mayúsculas.”
“El investimiento de la imagen especular es un tiempo fundamental de la relación imaginaria. Es
fundamental en la medida en que tiene un límite. No todo el investimiento libidinal pasa por la
imagen especular. Hay un resto.” “Dicho resto es el eje fundamental en toda esta dialéctica”. “Ahí
–dice Lacan- es que retomaré la próxima vez, que les mostraré en qué esta función es
privilegiada, más que lo que todavía he podido hacerlo hasta aquí, bajo el modo, digo, del falo.”
(Versión crítica de Ricardo E. Rodríguez Ponte).

Este es el paso esencial del seminario, el salto que da respecto a la práctica del análisis hasta ese
momento. Ese resto, hasta aquí, sólo había sido pensado bajo la modalidad del falo. Es decir, bajo
el modo en que el sujeto se representa su castración imaginariamente en el plano simbólico del
Otro. El Avance que hace posible el abordaje de la angustia, es situar el estatuto real de dicho
resto. El falo sería tan sólo una de las modalidades o representaciones privilegiadas. Pero habría
otras, más apropiadas, con otras posibilidades, para dar cuenta del objeto desconocido que está
en juego en la señal de angustia y en la causa del deseo.

Lamentablemente, en la versión de Paidós, el texto pareciera decir lo contrario: “En este punto voy
a retomarlo la próxima vez, para mostrarles, más de lo que hasta ahora he podido hacer, cuál es el
privilegio de esta función bajo la modalidad del falo.” Es decir, pareciera que seguiríamos
privilegiando la modalidad del falo.

¿Por qué privilegiar la modalidad del falo como única representación de este límite que el sujeto
se encuentra en su entrada al campo del Otro?

“En todo lo que es localización imaginaria, el falo aparecerá entonces bajo la forma de una falta.”

“A pesar de que el falo es sin duda una reserva operatoria, no sólo no está representado en el
plano de lo imaginario, sino que está circunscripto y, por decirlo como corresponde, cortado de la
imagen especular.”

Esto es, justamente, lo que lo convierte en apto para representar la falta en el campo del Otro.
Sólo que, si la dialéctica terminaría aquí, el neurótico nunca podría ir más allá de su angustia de
castración.

“Para añadir un eslabón a esta dialéctica, el año pasado traté de articular esto en torno a una
figura tomada del dominio ambiguo de la topología, que reduce al extremo los datos de lo
imaginario.” El “cross-cap.”

En esta superficie, “puede el corte introducir allí dos piezas diferentes, una que puede tener imagen
especular, y otra que, literalmente, no la tiene.” Se trata, entonces, de “la relación entre menos phi
y la constitución del a minúscula.”

¿Ven la diferencia que se establece? “Por un lado, la reserva inasible imaginariamente, aunque
ligada a un órgano –gracias a Dios perfectamente asible todavía, ese instrumento que de todas
formas, de vez en cuando, deberá entrar en acción para la satisfacción del deseo, el falo. Por otra
parte, el a, que es ese resto, ese residuo, ese objeto cuyo estatuto escapa al objeto derivado de la
imagen especular.”

“Su estatuto es tan difícil de articular que se constituyó en la puerta de entrada de todas las
confusiones de la teoría analítica.”

Ahora bien, remarca Lacan: “Cuando Freud habla del objeto a propósito de la angustia se trata
siempre de este objeto a.”

“La ambigüedad se debe a que no podemos sino imaginarlo en el registro especular.” Por ello, la
superficie del cross-cap tiene el interés de ofrecernos “otro modo de imaginarización, si puedo
expresarme así, en el que se defina este objeto.”

De modo tal, que en la búsqueda de este otro modo de imaginarización, Lacan propondrá abordar
a la angustia mediante lo siniestro. “Lo Unheimlich es lo que surge en el lugar donde debería estar
el menos-phi. De donde todo parte, en efecto, es la castración imaginaria, porque no hay imagen
de la falta y con razón. Cuando algo surge ahí, lo que ocurre, si puedo expresarme así, es que la
falta viene a faltar.”

Por tanto, podríamos decir, provisionalmente, “¿Cuándo surge la angustia? La angustia surge
cuando un mecanismo hace aparecer algo en el lugar que llamaré, para hacerme entender,
natural, a saber, el lugar (-ϕ), que corresponde, en el lado derecho, el lugar que ocupa en el lado
izquierdo, el a del objeto del deseo. Digo algo –entiendan cualquier cosa.”

Entonces, no importa qué es lo que aparece. Lo que importa es que obtura el lugar imaginario de
la falta en el plano del reconocimiento del Otro. El lugar de (-ϕ) sobre el florero que se encuentra
al otro lado del espejo designado como (A), en el Esquema Óptico. Por eso también puede surgir lo
siniestro. Lo que allí surge perturba el campo imaginario, lo deforma, lo vuelve monstruoso,
amorfo, sin medida.

Pero más allá de lo siniestro, lo que nos interesa, es que para la angustia es el mismo mecanismo.
Cuando perdemos el soporte imaginario de la castración, lo que aparece es esa falta como real. El
a desconocido, invisible, que se encuentra del otro lado. Más allá de todo lo que se puede
elaborar, que no es ni imaginarizable ni simbolizable.

Y por eso, desencadena la angustia, se vuelve inquietante. Todo nuestro campo de


representaciones pierde sentido y orientación. Nos vemos reconducidos a la experiencia
originaria, de algo que nos asecha, y de lo que necesitamos desprendernos para recuperar nuestro
lugar en el deseo. Eso mismo, justamente, que sucede con la experiencia del duelo.

Por eso, también, la angustia es el terreno propicio para que todas estas nociones puedan
encontrar, finalmente, una significación precisa y dejen de ser esas formulaciones vagas con las
que recubrimos lo que no entendemos.
ANEXO (Foro – 12 de mayo)

A.Z.: _Hola Profe, perdone las molestias. Yo tenía una duda con respecto a la clase anterior, la leí
un par de veces, anudándola al seminario 10. Pero me cuesta mucho comprender cuando Lacan
retoma a Hegel para dar cuenta de las 4 fórmulas.

Me pierdo en el sentido (si es que lo hay) de por qué retoma a este autor, qué es lo que quiere decir
con estas fórmulas y sobre todo, me surge la duda de cuál es la relación de estas fórmulas con el
seminario que se titula "La Angustia."

Muchas gracias!

_Hola Ayelén, en esa clase, Lacan retoma a Hegel para diferenciarse. Respecto de Hegel, y de
cuestiones anteriores que él mismo había planteado. Fundamentalmente, la proposición del deseo
del hombre como deseo del Otro.

Para eso se diferencia de Hegel. Porque para Hegel el otro con el que me enfrento, es otra
conciencia. Es el otro que me ve. Pero además, no sólo me ve, también me reconoce.

El problema es, aun reconociéndome, que no puede reconocerme en tanto que otra conciencia. Es
decir, en tanto yo también soy una conciencia que conoce y reconoce. Sólo puede reconocerme
como objeto de su conciencia. No por nada se trata de una “fenomenología” en Hegel. Una
fenomenología del espíritu.

Pero Lacan, por otra parte, también tendrá que diferenciarse de lo que podría ser el
reconocimiento simbólico, que el sujeto podría esperar de lo que es como objeto en el otro.
Porque para Lacan, el Otro es un lugar, que como lugar no se sostiene. De esa falla es que nace el
sujeto. Y, por tanto, si depende del Otro, es en tanto depende de esta falla para constituirse como
sujeto, más allá de las determinaciones que de él pueda recibir.

Por otro lado, este lugar del Otro que no se sostiene, lo vemos a cada rato, y lo experimentamos
todo el tiempo. Las palabras no alcanzan, el malentendido está por todos lados, tantas cosas que
no están bien.

Lo curioso es que somos nosotros, que dependemos tanto de este Otro fallado, los que ponemos
todo nuestro empeño para suplir sus yerros. Es con nuestra propia carne que intentamos llenar
esos agujeros, todo nuestro cuerpo se pone en juego para intentar dar respuesta al significante
faltante. La neurosis, es eso.

Entonces, ¿cómo salir de ahí? Por el costado ridículo que tiene el sacrificio.

Por eso, precisamente, hace falta la transferencia. Porque después de todo, ese agujero, ¿por qué
habría que llenarlo? ¿Para qué necesitaríamos a este otro perfecto? Sólo es una necesidad
narcisista. Esto se ve muchas veces en las elecciones amorosas. Incluida la elección del analista.
Pero lo que Lacan va a plantear, es que este Otro no me reconoce ni me desconoce. Por la sencilla
razón de que no es un sujeto. Es el lugar donde el sujeto surge, y a donde tiene que remitirse para
plantearse como tal. Pero es un lugar, y como lugar está vacío.

Por eso, era necesario poner límites a la pretensión de simbolizarlo todo, preservando esta
dimensión de la angustia.

En cuanto a ella, representa la señal de esta alteridad fundamental que nos determina y de la que
nada sabemos.

Pero si sabemos algo, de cómo se la ha intentado atrapar en la red de las representaciones, a


partir de las experiencias de los neuróticos, y por eso existe el psicoanálisis.

Respecto de las fórmulas, verás que el deseo del Otro va adquiriendo diferentes valores para el
sujeto que intenta atraparlo, hasta que llega a cero. *→ a → i(a) → x → 0+

Es una especie de recorrido del análisis: nos empiezan hablando de la madre, pasan a decirnos
todo lo que piensan de ella, para después darse cuenta que en realidad hay mucho que
desconocen, que la mayor parte de lo que creían eran suposiciones y fantasías, hasta terminar
dejándola tranquila. Para concluir, diciendo: “bueno, al final esta pobre mujer no me ha hecho
nada.” Y lo mismo pasa si es la pareja, el padre, el trabajo, los hijos, lo que sea. No es el objeto, es
el lugar que ocupa, y la operación que lo libera.

T.B.: _Hola profe. En esto de los tres tiempos y el resto, quería preguntar si podíamos relacionarlos
con algo.

Cuando leía la clase me sonó a cómo François Recánati retoma a Peirce, y a su vez es retomado por
Lacan, distinguiendo representamen, que sería "primero" y más relacionado la concepto, en
segundo lugar el objeto y en tercer lugar el interpretante. Son tres tiempos pero no son
cronológicos porque el tercero es retroactivo (también en relación a la sincronía y diacronía). El
nombre es siempre un interpretante que nombra al representamen, porque el representamen es
algo inmediato que representa a un objeto, pero el objeto es segundo, así que ese objeto es una
incógnita de entrada. No hay captación virginal del mundo, estamos atravesados por el lenguaje
antes de hablar.

Entonces, "a es a". ¿Y dónde está el objeto? El objeto está en la tachadura del es como intervalo de
a y a. Es resto. El objeto es lo que no se inscribe entre dos inscripciones. Entre el objeto y el
representamen hay un agujero, un resto. Pero también este agujero es algo que insiste y permite
fundar una repetición del agujero o de lo imposible. El interpretante es el que toma a cargo esta
recuperación.

Ahora bien, ¿esos tres tiempos son homologables a estos tres, y ese resto a este resto?
_Hola Tomás, lo que planteas es muy interesante, además de impresionante. Porque supone un
cruce entre dos momentos de la lógica que Lacan aborda. Lo cual implica un grado de
complicación enorme, y está perfectamente expresado. Me intriga muchísimo saber cómo llegaste
hasta ahí. Tengo ganas de hacerte preguntas yo.

Realmente, esta lógica ternaria, resulta aplicable al corte que se efectúa entre los tres tiempos. Lo
que te diría, para estos casos, es que conviene no perder de vista lo que se gana y lo que se pierde
en la comparación. Es algo que hay que usarlo como regla general, en toda analogía.

Tanto en Peirce, como en Recánati, retomado por Lacan, se gana mucho en precisión,
indudablemente. Debido a que la formalización lo despeja de los elementos intuitivos, y nos
permite distinguir un lugar vacío que se va desplazando bajo cada término que accede a la
representación.

Mientras que, por otro lado, a partir de los tres tiempos (el mundo-la escena-la escena sobre la
escena), hay una ganancia en cuanto a la teatralización. Hay una puesta en escena para alojar al
objeto perdido.

No son cuestiones excluyentes, las dos vías apuntan a un mismo horizonte. Pero no conviene
tomar ambos caminos al mismo tiempo. Lo que se formaliza a nivel de la letra, y lo que se corta a
nivel de la imagen. Algo se atrapa en la simbolización a partir de lo imposible, y algo nos sirve del
imaginario para encontrar lo que funciona como marco.

Es algo que vamos a tener que seguir trabajando. Esta función del marco, que Lacan designa como
indispensable. Donde el objeto mirada tendrá un papel preponderante. Pero, bueno, no nos
adelantemos. Por ahora, dejemos reservado este lugar para la dimensión escópica.

_Bueno, gracias por la respuesta!! Llegué a partir de la lectura de algunos libros de Ritvo, que me
parece muy claro en algunas cosas. Y casualmente leí algunas cosas de Ritvo hoy, al mismo tiempo
que tu escrito y la clase del Seminario y me resonaron algunas cosas.

Me sirve mucho eso de "lo que se gana y lo que se pierde" en las comparaciones entre distintos
momentos de Lacan. Y también los comentarios que citas en relación a la versión crítica de
Rodríguez Ponte, me parece que agregan un montón, muchas gracias!!

_De nada. La versión de Paidós es muy buena, pero hay dos o tres cosas que directamente
parecen apropósito para complicar la lectura. En su momento, les iré indicando cuáles son. ¿Qué
estuviste leyendo de Ritvo? ¿Repetición: Azar y nominación?

_Sí, sobre todo ese. Pero ahora también estamos trabajando en un grupo de estudio "El síntoma:
Estructura de la formación o formación de la estructura" y arranqué "La retórica conjetural o el
nacimiento del sujeto", pero se me está complicando en ese.

_Ah, eso explica todo. Muy bien. "El síntoma", esas clases que Juan dio, creo que en la escuela
Sigmund Freud, son impecables. Y la edición que hizo co-lectora es buenísima. El otro, como el
título lo indica, es un verdadero parto. Es de una densidad suprema. Es la diferencia entre lo que
se recoge de la enseñanza oral y la búsqueda del texto terminado. Allí exacerbada al infinito.
¡Pareciera que cada párrafo tiene que dar cuenta de la complejidad del universo entero!

Muy buenas lecturas, ambas.

_Muy bueno lo del parto. Si, totalmente!!

V.V.: _Hola Mauro! justamente, lo paradójico, con respecto de la fórmula de Hegel y la de Lacan,
es el primer término, un objeto que desea; el objeto a. Justamente, el lugar de la angustia. La
angustia como posibilidad del sujeto deseante, aún en el no saber. Es allí en el encuentro con un
analista en dónde se modula el vacío necesario para "amar" el lazo con ello.

Se me ocurre... con respecto a la segunda pregunta, es interesante la relación a condición de que


pueda incluirse que no es posible ninguna "recuperación", en relación al objeto, siendo lo que será
planteado a lo largo de éste seminario que justamente es lo que no pasa (retomando el esquema
de la pág. 49).

Muchas Gracias Mauro!!!

_Por supuesto, ya vamos a trabajarlo. Es en el fallido de la recuperación, que la pérdida se inscribe


y lo real se aísla.

F.B.: _Buenos días profe, tengo algunas dudas sobre esta clase. Particularmente me cuesta mucho
formular preguntas por este medio que puedan dar cuenta de mi intención, pero voy a intentarlo.

Hay una parte donde dice: “Aquí podemos medir la distancia entre dos clases de identificaciones
imaginarias.” Por un lado, “la identificación con i(a), la imagen especular, tal como la encontramos
en la escena dentro de la escena.” Y, por otro lado, “la identificación más misteriosa, cuyo enigma
empieza a desarrollarse aquí, con el objeto del deseo en cuanto tal.”

Mi duda es en relación al fantasma en estas identificaciones, si lo pienso como una respuesta a la


pregunta ¿qué me quieres?, y que dentro de su fórmula se encuentra incluido el a. El fantasma,
¿sería una construcción a partir de la identificación "más misteriosa"? ¿O ambas tienen que ver en
el armado del fantasma?

_Fiama, entiendo la dificultad. Es una cuestión sumamente compleja. Es algo con lo que vamos a
seguir, pero está muy bien que ya capten cuál es el problema con el que nos encontramos.

Si el a, soporte del deseo en el fantasma, no es visible en lo que constituye para el hombre la


imagen de su deseo, entonces, ¿qué es lo que aparece allí en i’(a) de lo que Lacan representaba
como i(a) reflejado? Toda esta estructura del esquema óptico se sostiene de un reflejo que en el
fondo es imposible. Jamás podría captar como me ve el Otro. Porque el Otro no es una conciencia
ni un sujeto. Sólo me lo puedo imaginar. Pero, ¿de qué serviría?

Entonces, ¿para qué le sirve al neurótico su fantasma? ¿Qué es lo que aparece allí en el lugar del a
del fantasma? Es el señuelo con el que el neurótico intenta retener al Otro, ¿y para qué? “Todo lo
que hace por esta vía para acercarse [a lo que sería el objeto de su deseo], da cada vez más cuerpo
a lo que en el objeto de dicho deseo, representa la imagen especular.” Pero al mismo tiempo,
también, “más alejado se encuentra, extraviado”, respecto de la función que ese objeto cumple en
su división de sujeto, en tanto que objeto perdido.

Veremos, la próxima vez, cómo este a que aparece en el fantasma es un “a postizo”. Destinado a
engañar al Otro respecto de algo que para el sujeto mismo es certeza, el peligro que representa la
carencia del apoyo que aporta la falta.

En el próximo texto que les envíe, lo trabajaremos más en detalle. Es un punto importante, hace a
la ambigüedad del fantasma. Que, por un lado, nos defiende de la angustia. Pero, por otro, puede
ser lo más angustiante que hay. Porque lo que en él aparece, puede preservar el lugar de la falta o
taponarlo. Tendremos que ver, después, cómo eso es posible.

Sin embargo, como te decía antes, es muy bueno que ya lo hayan captado. Todo el problema está
ahí. Porque allí está la posibilidad de la transferencia, en alojar este a postizo.

Piensen en los historiales de Freud: El hombre de los lobos, el hombre de las ratas, Juanito y su
caballo. Siempre hay allí un objeto fantasmático en juego. Eso va a parar después a la
transferencia. Con eso es que se hace transferencia. Y desde ahí es que se introduce la posibilidad
de que surja este otro objeto, no ya el de la trasferencia, sino el que causa el deseo.

G.N.: _Buenas tardes Mauro y alumnos! Mi nombre es Giana y estoy iniciando este año, en este
contexto tan particular, la adscripción a la Cátedra, donde en primera instancia asisto a los
teóricos de Damián. Ahora bien, encontrándome con más tiempo disponible, me tomé el
atrevimiento de sumarme, en la medida de lo posible y siempre y cuando Mauro lo considere, al
recorrido que van a hacer de la lectura del Seminario X.

Primero, un breve señalamiento, siendo que al leer la primera clase del Seminario, donde hace
referencia a la relación del propio analista con la angustia, cuestión que vale la pena plantearla de
entrada dice, me retornó algo de lo trabajado en los teóricos en relación a lo que luego planteará
en "Apertura de la sección clínica" con la idea de que "si hay una clínica psicoanalítica, debería ser
aquella que tome al analista como el objeto de su interrogación", o bien que "la clínica
psicoanalítica debe consistir no sólo en interrogar al análisis, sino en interrogar a los analistas" (no
es textual).

Avanzando en la lectura de la primera clase, me quedó resonando aquello que plantea en relación
al Che vuoi? Donde en el Grafo menciona en relación a las dos vías de retorno (entiendo de la
enunciación), que la distancia entre ellas hace al mismo tiempo homólogas y distintas la relación
con el deseo y la identificación narcisista (p.14). Y más adelante, en la página 19 dice: "les indico
enseguida que la trampa en cuestión es la captura narcisista". Mauro marcaba esto de cómo se
confunden las vías del deseo y las de la realización del narcisismo. Me da la sensación, me puedo
confundir, que uno viene enfocado en el cuadro de los afectos y pasa de largo ese párrafo que es
crucial. Volviendo al Grafo, ¿acaso la angustia viene a interceptar para que el sujeto del deseo no
quede aplastado en la pura realización de los ideales del Otro? Es pregunta.

Más adelante, aborda la relación entre deseo, fantasma y angustia y recurre a la noción de deseo
en Hegel, señalando respecto de éste, "cierto progreso en lo concerniente a la función del deseo".
Expone "el deseo es deseo de deseo en tanto su imagen-soporte es equivalente del deseo del Otro".
Me atrevo a hacer cierto énfasis en dos puntos: Lo que habría en común es que en ambos casos es
un objeto el que desea. Como deseantes, ¿somos objeto? Y por otro lado, y a diferencia de lo que
plantea Hegel, el Otro está connotado ahí como A tachado, porque es el Otro en el punto donde se
caracteriza como falta; digamos no participa la autoconciencia sino el inconsciente, la falta. ¿Será
acaso que lo que nos interesa en el campo del Otro, no es aquello que se constituye en base a
determinaciones, sino lo que le falta a esas determinaciones? Justamente, en el primer esquema de
la división ubicará del lado del sujeto (sin barrar, mítico), lo que lo constituye como inconsciente, a
saber, el Otro en la medida en que yo no lo alcanzo.

En “Del cosmos al Unheimlichkeit” comienza haciendo énfasis en el interjuego entre los dos
registros Imaginario y Simbólico resaltando que no serían dos tiempos que van separados.
“Recordemos cómo la relación especular ocupa su lugar y de qué modo depende del hecho de que
el sujeto se constituye en el lugar del Otro y su marca se constituye en la relación con el
significante”. Diríamos que la experiencia del espejo (imaginaria) es no sin la autentificación del
Otro (simbólica) ¿inscripción del rasgo unario? Podríamos pensar cierto planteo que siga la línea
según la cual al ver su imagen y no reconocerse se pone en juego la experiencia de lo ominoso o
más bien, leemos que toma lo siniestro para abordar ese “otro modo de imaginarización” para el
cual nos presenta el Cross cap, el cual le permite introducir dos piezas diferentes: una que puede
tener imagen especular, y otra que no la tiene (-phi y a)

Ya hacia el punto tres, luego de establecer esa diferenciación entre dos tipos de identificación,
interesantes, entiendo, para pensar la relación entre duelo y deseo, refuerza el tema del
anudamiento de la relación especular con la relación con el Otro con mayúsculas. “El investimiento
de la imagen especular es un tiempo fundamental de la relación imaginaria. Es fundamental en la
medida en que tiene un límite. No todo el investimiento libidinal pasa por la imagen especular. Hay
un resto.” “Dicho resto es el eje fundamental en toda esta dialéctica”. De ahí la importancia que
destaca Mauro en función del salto que da este Seminario en la enseñanza de Lacan del estatuto
real de dicho resto.

Lejos de entender, o tener certezas, intervengo apostando a seguir formándome, con algunos
señalamientos y preguntas que me surgen a medida que leo, para sumarme en el recorrido del
seminario y propiciar el intercambio. Repito, en la medida en que Mauro me lo permita. Saludos!
_Hola Giana, Bienvenida. Por supuesto que tus preguntas, intervenciones y comentarios están
permitidos. ¡Qué año para arrancar la adscripción!

Pero no te preocupes, aquí todos estamos en formación, cada uno con el recorrido que va
haciendo, pero siempre en formación. Son varios los adscritos que se han ido sumando. En la
medida en que quieran ir aportando comentarios, dudas o preguntas, y se animen, vendrán muy
bien. Quizás sus dudas, siendo que están ustedes más cerca de haber cursado la materia, se
parezcan mucho a aquellas que los estudiantes tienen. Y que tal vez no sepan muy bien cómo
formularlas. Los adscriptos constituyen el eslabón perdido entre estudiantes y profesores.

Y, como toda pérdida, les recomiendo, traten siempre de situarla del lado del que se supone que
sabe, busquen estar más cerca de la posición del estudiante. Por lo menos, es lo que yo siempre
he creído más conveniente. Por eso sigo leyendo y estudiando todo lo que puedo, los días que el
resto de las obligaciones me lo permiten. Cosa que, generalmente, cuando uno ya se cree Profesor
o Profesora deja de hacer, sólo repasa para confirmar lo que ya se sabe. Es como cuando uno se
cree adulto. Pero en el fondo somos todos unos niños, de eso nos hablaba Freud.

Respecto de los comentarios que aportas, es cierto, es el objeto el que desea. Esto es lo increíble.
Y, sin embargo, no podría ser de otro modo. El objeto es lo que nos pone en falta, el objeto
perdido de lo que creemos haber sido para el otro. Y esto es lo que permite, a su vez, que haya
determinaciones.

A veces, tendemos a pensar, que hay determinaciones pero que son incompletas. Esto es cierto,
pero no está del todo bien articulado. Es en tanto que algo falta que eso empieza a determinarse.
La falta es inherente a la puesta en forma del aparato simbólico. Lo que más adelante veremos
como el punto de falta significante. Es un vicio de estructura lo que permite que haya
representaciones.

Por eso, cuando perdemos nuestra relación a la falta, no podemos siquiera pensar. Quedamos
vacíos de lo lleno que estamos. Y hasta que no se introduce allí al menos un tajo, una extracción
de algo, para poder empezar a darle alguna forma, quedamos en pura turbación y embarazo.

Entonces, la angustia, como vos decías, aparece en el momento en que eso puede taponarse. Y
hasta que no empezamos a hablar, aunque sea para decir cualquier cosa, la falta no aparece en
nuestro campo. Entonces nos percatamos de que nos faltan las palabras, no podemos siquiera
esbozar qué es lo que nos puede estar pasando.

Por ejemplo, hoy en día, está muy de moda que las personas vengan al consultorio por haber
sufrido un ataque de pánico. En la mayoría de los casos se trata de esto. Van por ahí, en la calle
generalmente, o en el colectivo, y empiezan a sentirse raros. Sin embargo, lo que los lleva a
sentirse horrendamente, es que sienten que no pueden explicarle a nadie qué es lo que les está
pasando. De repente no pueden encontrar ninguna representación que instituya otra vez una
separación mínima respecto de sí mismos para poder hablar.
Luego, van asustados al psicólogo. Bueno, ahora les falta un psicólogo, por algún lado la falta
aparece. No es lo mejor que a uno le puede faltar, pero alcanza para empezar. Y entonces,
rápidamente, se dan cuenta que no pueden determinar qué es lo que les pasó. Entonces, les faltan
las explicaciones también. Y, bueno, así sigue.

La cuestión no es que acepten que no van a poder saberlo todo, que hay cosas que no se pueden
saber. Hasta eso, también ellos lo saben. Eso lo sabe cualquiera. Algo recién empieza a moverse,
no cuando la falta se ubicar como lo imposible de colmarse, sino cuando el corte que produce la
falta crea el marco por donde las cosas pueden empezar a aparecer. Allí surge el deseo. Por eso es
el objeto el que desea. El objeto perdido.

Todo el análisis se basa en esto. Sólo que, justamente, no se trata de saberlo, sino de que este
objeto causa de deseo encuentre su garantía real. Y la angustia aparece como señal de lo real de
esta falta, en el momento en que pareciera que la falta, anterior a toda determinación posible,
viene como a faltar. Raro, ¿no? Pero está planteado así.

El problema que encontramos, por tanto, en este seminario, a diferencia de otros anteriores, es el
del estatuto real de dicha falta. ¿Cómo es que algo puede faltar en lo real, sino es por la
intervención del significante? Bueno, por eso Lacan recurre al afecto. Para plantear en el plano del
significante, la irrupción de un real.

Ahora bien, ¿Cómo es que esto que está detrás de la posibilidad de que surja el sujeto deseante,
de repente se aparece por delante y lo enfrenta? Bueno, eso es lo que veremos a través de este
mecanismo de lo Unheimlich. Lo que nos ayudará a entender el funcionamiento engañoso del
fantasma neurótico.

R.G.: _Buenas tardes profe! Perdón por el día y el horario, pero al volver a leer su texto de la clase
pasada me surgieron algunas dudas que, quizás no vengan al caso o quizás sí, me gustaría
preguntarle:

1) Sobre las identificaciones

Usted en un momento plantea: “Aquí podemos medir la distancia entre dos clases de
identificaciones imaginarias.” Por un lado, “la identificación con i(a), la imagen especular, tal como
la encontramos en la escena dentro de la escena.” Y, por otro lado, “la identificación más
misteriosa, cuyo enigma empieza a desarrollarse aquí, con el objeto del deseo en cuanto tal.”

Sé que el tema de la identificación no nos compete en este momento y que deberíamos centrarnos
en lo que sigue a la cita, a saber, el estatuto de ese objeto de deseo. Sin embargo, me llama la
atención la misma distinción y que ambas sean catalogadas como “identificaciones imaginarias”.
Entonces, ¿podría penarse en identificaciones que no sean imaginarias, que correspondan quizás,
por ejemplo, con aquella “tercera modalidad” o “tercer tipo” de identificación que plantea Freud
en "Psicología de las masas y análisis del yo”?

Lo que entiendo, quizás erróneamente, es que este tipo de “identificación imaginaria” entra en
juego a raíz de una pérdida (por eso la importancia del duelo en este texto y el ejemplo de Hamlet).
Cosa que (una pérdida) "no sería necesaria" en “otro tipo” de identificaciones.

2) El estatuto del objeto

Usted sostiene, apoyándose en Lacan, que: “Pues es en tanto objeto como Hamlet ha sido ignorado
hasta cierto momento, y es reintegrado a la escena por la vía de la identificación.”

Sigue: Por ello, “el tercer tiempo, o sea, la escena dentro de la escena, nos muestra dónde convine
dirigir nuestra interrogación.” “Concierne al estatuto del objeto en tanto que objeto del deseo.”

Luego se plantea la diferencia entre la versión de Paidós y la versión critica de Ricardo Rodríguez
Ponte. A saber, se plantea una diferencia en cuanto al estatuto asignado a ese resto/hiato/corte
que hay entre imaginario y simbólico.

Mi pregunta es: ¿Qué ventajas o diferencias nos permite pensar un “estatuto real de dicho resto,
en la que el falo sería solo una modalidad”?

3) El Mecanismo

Cito: “Por tanto, podríamos decir, provisionalmente, “¿Cuándo surge la angustia? La angustia
surge cuando un mecanismo hace aparecer algo en el lugar que llamaré, para hacerme entender,
natural, a saber, el lugar (-φ), que corresponde, en el lado derecho, el lugar que ocupa en el lado
izquierdo, el a del objeto del deseo. Digo algo –entiendan cualquier cosa.”

¿Cuál podría ser ese mecanismo que hace aparecer algo en el lugar de (-φ)?

_Robertino, ¿perdón por qué? Al contrario, te agradezco que te hayas tomado este trabajo. Como
verás, acá el día y la hora son muy flexibles, eso nos da una ventaja. Incluso prefiero que me vayan
haciendo las preguntas cuando les surgen, y yo después se las voy contestando con más tiempo.

Me parece muy importante que no sólo lean, sino también que relean. Leer es releer lo no leído,
como dice un analista de nuestra ciudad. Y, además, no se queden con lo que está escrito, y hagan
preguntas. Así que no me pidas perdón. Esa es la mejor forma de leer, releer. Recién ahí aparecen
las cuestiones de lectura.
Ésta que vos traes, es importante. La división que hiciste: identificación-objeto-mecanismo, viene
muy bien.

Entonces, en primer lugar. Si, Lacan habla de la diferencia entre dos identificaciones imaginarias.
Con el i(a) y con el objeto. En la primera, se trataría de la identificación a la imagen especular. La
segunda, al objeto, desconocido e ignorado, del deseo. Esto último parecería más enigmático.
¿Cómo, si es desconocido, puede plantearse en el registro imaginario? ¿A qué me identifico? Aquí
es donde uno tiene que preguntarse, ¿desconocido para quién? Este desconocimiento es del Otro.
Por tanto, se abre todo una investigación sobre un nuevo modo de imaginarización. Un imaginario
representado en los accidentes de la escena, en las anomalías, en la figura del doble. Allí donde el
reconocimiento del Otro, la eficacia significante, falla, vacila.

No olvidemos que Lacan viene del seminario La identificación, justamente. Donde dice que él, en
su trabajo, va variando año a año. Un año el significante, un año el sujeto. Entonces, vía la
identificación, se trataba de abordar al significante. Hay identificación porque no hay identidad. Y
no hay identidad porque el significante representa al sujeto, pero para otro significante. En cuanto
al sujeto queda ahí en el intervalo. Este lugar vacío que circula desplazándose por la cadena
significante, es el sujeto. Un objeto perdido para toda representación.

A partir de la angustia, entonces, vuelve sobre el problema del sujeto. Para plantear que allí donde
tenemos la costumbre de ubicar lo que sería la fuente de la tendencia, lo que sería en el fondo el
sujeto, ahí está el objeto.

En segundo lugar, el objeto. Al trabajar el duelo, Freud, plantea lo que ocurre con las investiduras
del objeto perdido, que requieren ser retiradas de la fantasía para poder volver a investir otros.
¿Qué ocurre allí? ¿Qué son estos objetos de la fantasía de los cuales hay que retirar la libido que
correspondía al objeto que ya no se encuentra en la realidad? Justamente, si no es a partir de una
perdida, una falta, ¿cómo se distinguiría fantasía de realidad?

La identificación con el objeto como forma de resignar una investidura libidinal, reconstruyéndolo
en el yo, de acuerdo a alguno de sus rasgos, no es una definición suficiente del duelo. Esto va a ser
desarrollado en el seminario. Siempre el amor podría ser sustituido por una identificación, ¿con
qué resultado? Pensemos en la génesis del superyó, por ejemplo. ¿No habrá ahí algo de fallido?
¿Cómo es que el objeto que supuestamente abandoné, el amor de las figuras parentales, es el que
ahora se transforma en esa voz que no me deja nunca en paz? El duelo evidentemente debe tener
otros resortes.

Entonces, el duelo implica esta dimensión de operación estructurante, capaz de dar cuenta de
cómo me constituyo en un objeto perdido para el Otro. De lo contrario, ¿Cómo distinguirlo de la
melancolía? Donde Freud dice que es el objeto el que triunfa. ¿Se dan cuenta? Si no me pierdo
como objeto, es ese mismo objeto, por lo que me faltó para serlo efectivamente, el que me
persigue torturándome para mortificarme.
Bueno, todo esto, está dicho así un poco apresuradamente. Es un poco esquemático, tendremos
que detallarlo más precisamente. Pero quiero, aunque sea, indicarles a dónde conviene dirigir
nuestras sospechas. Porque la cuestión del falo, en psicoanálisis, siempre aparece para taponarlo
todo. Es como el nombre-del-padre. Alguien dice: “es el nombre del padre”, -y entonces ya nadie
se hace más preguntas.

Por último, en cuanto al mecanismo, te diría que hay varios. Es fundamental tenerlo en cuenta,
porque funciona como en cualquier aparato óptico. Por ejemplo, en un espejo. Es rudimentario,
pero no deja de ser un mecanismo, nos sirve para ver nuestro reflejo. Pero si nos ponemos a mirar
al espejo, en sí mismo, dejamos de ver la imagen.

Cada tanto, por ejemplo, cuando uno se pone a limpiar un espejo, quizás ahora más que antes,
producto de la cuarentena, si nos concentramos en los detalles de la superficie, esmerándonos
para dejarlo bien limpio, dejamos de ver lo que hay en el reflejo.

Esto sucede con todo aparato óptico. La imagen se forma en algún lugar del telescopio, por
ejemplo, pero no vemos el telescopio, vemos lo que el aparato nos muestra. Si algo pasa en el
aparato, la imagen que allí se forma puede engañarnos. A veces hasta generarnos terror.

Respecto del menos-phi, para no irnos tan lejos, no hace falta que lo miremos con lupa, un
mecanismo que puede hacer aparecer algo en su lugar, es el mecanismo del fantasma. Lo curioso
es que esto no nos angustia. Al contrario. Por las razones de las que hablaremos en la próxima
clase.

Otro mecanismo, es lo Unheimlichkeit. Y por eso, nos devela el funcionamiento del fantasma.
Aunque sus efectos son otros. Hasta diría contrarios.

Pero no termina aquí, también existe lo que luego veremos, el acting-out. Este tampoco nos
angustia. Al igual que el fantasma, lo que allí se pone en juego termina siendo un llamado al Otro.
Por eso nos interesan muchísimo estos mecanismos, porque en ellos se juega la verdadera
dimensión del amor y de la transferencia.

A.S.: _Buenos días profe, tengo una consulta de esta clase. Lacan dice: "De donde todo parte, en
efecto, es de la castración imaginaria, porque no hay imagen de la falta y con razón. Cuando surge
ahí, lo que ocurre, si puedo expresarme así, es que la falta viene a faltar". ¿Podría ampliar esta
idea de que la falta viene a faltar? ¿Tiene que ver con esto de que surge algo allí donde nada
debería aparecer?

_Hola Agustina, habría muchas formas de plantear esto. Por ejemplo, una sería partiendo de que,
en ese nivel, el de la imagen, no falta nada. ¿Qué podría faltarle? Podríamos arrancarle un pedazo,
como a una foto. Y sin embargo, ¿eso sería la castración?
¿Se entiende? En este nivel de la imagen, el sujeto está engañado respecto de lo que es su falta.
Por eso, cuando este engaño no funciona, pierde la referencia de aquello que podría orientarlo
respecto de su lugar en el Otro. De allí la angustia. Esto es lo que lleva a Lacan a afirmar la
necesidad de volver sobre la cuestión que plantea este afecto, para darle su verdadero sentido al
término castración.

R.G.: _Gracias por responder! Y sí, concuerdo con lo de los horarios flexibles. Más en estos
momentos de encierro involuntario.

En relación a su respuesta, no solo hecha luces sino que me surgen más preguntas.

Me pareció muy interesante esta cuestión que plantea en relación del "sujeto - objeto" ("Este lugar
vacío que circula desplazándose por la cadena significante, es el sujeto. Un objeto perdido para
toda representación. A partir de la angustia, entonces, vuelve sobre el problema del sujeto. Para
plantear que allí donde tenemos la costumbre de ubicar lo que sería la fuente de la tendencia, lo
que sería en el fondo el sujeto, ahí está el objeto."). Y el estatuto del objeto en tanto desconocido
para el Otro.

Por alguna razón creo que podríamos hablar de estas cuestiones en relación al tema que nos
corresponde a la clase de hoy: el desconocimiento del Otro y la idea de Heim.

Sin embargo, no quiero apresurarme y meter la pata. Nos estamos leyendo. Abrazo.

_De nada Robertino, estás en lo cierto. Muchas de las cosas que usé para la respuesta están
relacionadas con la clase siguiente. Y con muchas otras clases que vendrán.

Como te darás cuenta por el texto que sigue, ya conozco el final de la película. Eso hace que lea de
otra manera cosas que al principio uno podría dejar inadvertidas. En cada clase, si bien intento
centrarme en los problemas que allí se plantean, siempre tengo en cuenta lo que va a venir. Por
eso, es que hacía tanto incapié con la relectura. Releer es una cosa distinta que sólo leer. Lo que
en una primera lectura no nos dice nada, luego, visto aprés-coup, puede ser la clave de todo. Eso
hace, también, que sea importante no apresurarse. Siempre hay que esperar a que un discurso se
cierre para captar su sentido.

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