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A) INTRODUCCIÓN
Según Hart La expresión “positivismo” usada por los filósofos del Derecho no tiene un
significado establecido unánime. NOCIÓN COMPLEJA DADA LA CANTIDAD DE
REFLEXIONES, INCLUSO OPUESTAS ENTRE SÍ, SOBRE EL TEMA. SE TRABAJARÁ SOBRE DOS
AUTORES.
Según Bobbio, son tres las maneras de caracterizar esta corriente (NOTAS
FUNDAMENTALES):
*Aproximación epistemológica a-valorativa al estudio del Derecho, la que, en
consecuencia, distingue entre el Derecho que Es y el Derecho que debería Ser. UNA COSA
ES LO QUE YO DESCRIBO Y OTRA LO QUE YO PRESCRIBO. ME CIÑO A DESCRIBIR ALGO, NO
DIGO SI ESO ESTÁ BIEN O MAL. HAY UNA DISTINCIÓN ENTRE DERECHO Y MORAL.
*El positivismo como una teoría del Derecho comprende estas proposiciones: A) La tesis
coactiva o de las fuentes sociales. LO QUE EN UNA SOCIEDAD SE VISLUMBRA COMO
JURÍDICO Y SE ACATA, ESO ES DERECHO. EN LA MODERNIDAD, EL ESTADO ES QUIEN
IMPONE UN DETERMINADO CUMPLIMIENTO OBLIGATORIO. EJ. CUARENTENA. B) La teoría
imperativa de la norma jurídica. EL DERECHO ES LA LEY, EL ESTADO ES EL PODER PÚBLICO.
C) La tesis legalista. EL DERECHO COMO MANDATO, SI NO SE CUMPLE, HAY SANCIÓN. D)
La tesis de la plenitud del ordenamiento – TESIS DE LA ULTRARRACIONALIDAD. EL
ORDENAMIENTO JURÍDICO ES PLENO, CARECE DE LAGUNAS. E) La tesis de la coherencia
del ordenamiento jurídico – EL LEGISLADOR ULTRARRACIONAL ES COHERENTE, NO
INCURRE EN CONTRADICCIONES. F) Tesis de la aplicación mecanicista o logicista de las
normas. DADA ESA LEY, EL JUEZ APLICA ESAS NORMAS, NO LAS INTERPRETA. “LOS JUECES
NO SON SINO LA BOCA QUE MANIFIESTAN LAS PALABRAS DE LA LEY” (MONTESQUIEU)
ESTAS SEIS PROPOSICIONES ESTÁN ÍNTIMAMENTE RELACIONADAS Y A SU VEZ SON
REVISABLES. DICE EL PROFESOR: ESTE MODELO TEÓRICO NO SE VIO, CON ESTADO EN LA
PRÁCTICA DE LA MANERA EN QUE FUE PENSADO EN LA TEORÍA.
*El positivismo como ideología, se asienta sobre la creencia en ciertos valores que
confieren al Derecho, por el solo hecho de existir, un valor positivo. – EL SÓLO HECHO DE
TENER NORMAS JURÍDICAS E INSTITUCIONES QUE FUNCIONAN, ESO YA ES ALGO VALIOSO
Y POSITIVO. NO IMPORTA TANTO EL CONTENIDO SINO ESE MARCO DE ORDENAMIENTO.
En definitiva, a partir de la presentación de Bobbio, se puede concluir en que la teoría
positivista del Derecho responde a un modelo científico preciso: se trata de aquel que
considera el Derecho una ciencia teórica.
Andrea Steinberger
EXTERNAS
RADBRUCH (ALEMANIA): TESIS “LA INJUSTICIA EXTREMA NO ES DERECHO”. DICE EL
PROFESOR: HAY QUE VALORAR, Y NORMAS MANIFIESTAMENTE INJUSTAS NO PUEDEN
CONSIDERARSE DERECHO.
Andrea Steinberger
CAPÍTULO II
c) DIRECTRIZ HISTÓRICA
De acuerdo con esta pauta de interpretación, debe atribuirse a una norma o instituto su
significado histórico, esto es, el sentido que “históricamente” le ha deferido la doctrina o
el legislador. De tal modo, mediante la apelación a la historia, esto es, a sus orígenes
mismos, es posible obtener la significación auténtica de tales documentos e institutos.
A juicio de algunos (EZQUIAGAS GANUZAS), esta pauta argumentativa partiría del implícito
de que no debe modificarse el tratamiento “históricamente” otorgado a una determinada
disposición. Por ello, parte de la doctrina la ha calificado como una directriz de tinte
“conservadora”, opuesta a una interpretación “dinámica” o “evolutiva”, propia de las
tradiciones de la razón práctica y de la hermenéutica filosófica a las que se hará referencia
especialmente en los caps. VI y VII, respectivamente. A nuestro modo de ver, la cuestión
está mal planteada si se la restringe al par “conservador-evolutivo”, tal y como ha sido
especialmente visto por la hermenéutica, por cuanto, sencillamente, el intérprete al
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examinar el “ayer” no puede abstraerse el “hoy” desde el que y por el que interpreta. El
empleo de este canon argumentativo por parte de los tribunales es frecuente, lo cual, a
nuestro juicio, resulta perfectamente explicable porque este criterio permite desentrañar
el significado de las normas, no tanto por la vía de la voluntad del legislador, sino por el
sugestivo camino del contexto en el que la disposición fue sancionada: las circunstancias
de hecho de una sociedad en un tiempo determinado, su “estado” espiritual en una
contingencia histórica precisa, la percepción acerca de lo correcto y, aún, de lo posible en
una cierta época o, en fin, el grado de evolución de la doctrina en dicho período,
contribuyen, en efecto, a configurar el significado de una norma o de un instituto en un
momento preciso.
Desde esta perspectiva, la virtualidad de este canon y su empleo por otras teorías jurídicas
lo tornan uno de los criterios más frecuentados y persistentes de la práctica jurídica. Tal es
el caso de la hermenéutica filosófica.
La Corte Suprema tiene páginas singularmente ricas sobre esta materia que llevan a la
conclusión de que el derecho no puede ser abstraído de la realidad de la historia en la que
nació, por lo que sus normas deben examinarse, además y fundamentalmente, en su
significado histórico o, como dice VIEHWEG, en su dimensión pragmática.
d) DIRECTRIZ SISTEMÁTICA
VON SAVIGNY consideró que este elemento “tiene por objeto el lazo íntimo que une las
instituciones y reglas del derecho en el seno de una vasta unidad”. GUASTANI suma:
“grosso modo, se llama sistemática toda interpretación que deduzca el significado de una
disposición de su colocación en el ‘sistema’ del derecho: unas veces, en el sistema jurídico
en su conjunto; más frecuentemente, en un subsistema del sistema jurídico total, es decir,
en el conjunto de las disposiciones que disciplinan una determinada materia o una
determinada institución”. A nuestro juicio, en línea con VAN DE KERCHOVE y OST, cabe
considerar esa “vasta unidad” desde una doble perspectiva: por una parte, desde un plano
formal, bajo el cual se considera que el sistema jurídico carece de contradicciones o de
antinomias; por otra, desde un plano material, bajo el cual se estima que el ordenamiento
revela una “unidad de sentido”, de modo que sus disposiciones responden a un ideal
filosófico-jurídico determinado. Dicho de otro modo: el postulado de la ultrarracionalidad
del legislador apunta a que este no debería dictar disposiciones contradictorias entre sí
(dimensión “formal”), mas detrás de esta tesis late otra (dimensión de “fondo” o
“sustancial”) que tiene que ver con los contenidos de lo que se promulga y que apunta a
que todas las normas e instituciones que integran un ordenamiento jurídico resulten
compatibles entre sí desde una perspectiva material. Pues bien, siguiendo ahora a Mac
CORMICK, se denominará al plano formal “consistencia” y al material “coherencia”. “La
primera se presenta cuando las normas de un conjunto no son contradictorias en razón de
que todas ellas pueden ser cumplidas a la vez”, en tanto que la segunda “es la propiedad
de un conjunto de proposiciones, las cuales, tomadas en conjunto, ‘tienen sentido’ en su
totalidad”, responden a una “concepción de vida ‘satisfactoria’”.
1) Directriz de la “consistencia”
Andrea Steinberger
De acuerdo con esta, si se advirtiera alguna contradicción normativa, esta puede ser
suplida mediante el solo recurso al sistema, esto es, a su lógica interna, dado que su
intrínseca racionalidad permite superarlos escollos que, de tal modo, nunca fueron reales,
esto es, solo revistieron el carácter de meramente “aparentes”, más allá de que, a tal fin,
se deban disimular oscuridades o defectos técnicos en la redacción de las normas.
Desde ese punto de vista, esta directriz asumiría una faceta “negativa” o auxiliar,
consistente en salvar la “aparente” contradicción mediante el recurso a ciertos criterios
previstos expresamente por el sistema. Entre ellos, son clásicos los siguientes: a) ley
posterior, deroga ley anterior; b) ley superior, deroga ley inferior; c) ley especial, deroga
ley general, y d) ley general no deroga a la ley especial anterior salvo expresa abrogación o
manifiesta incompatibilidad.
A este respecto, VIGO formula los siguientes criterios destinados a resolver las antinomias:
1) el axiológico (el mayor peso del valor implicado en las normas en conflicto genera a su
vez el desplazamiento de una a favor de otra); 2) el jerárquico (la norma superior
prevalece sobre la inferior); 3) el cronológico (la norma posterior deja sin efecto a la
anterior); 4) el de la especialidad (la norma especial se impone a la general); y 5) de la
liberalidad (entre una norma que consagra una liberalidad y otra una prohibición, se
escoge aquella). Dejo constancia que no vemos la autonomía de este último criterio, dado
que en definitiva es simplemente una modalidad del axiológico.
El distingo entre lo “formal” y lo “material” tiende a diluirse, dado que un ordenamiento
inconsistente es fuente de desigualdad entre los ciudadanos y, por tanto, de injusticia.
BOBBIO, a través de VIGO: “la coherencia no es condición de validez, pero es siempre
condición para la justicia del ordenamiento”.
Estos criterios han tenido una amplia recepción en el ámbito jurisprudencial (ejemplos
pág. 60, 61 y 62).
2) Directriz de la “coherencia”
Esta directriz exhibe, según algunos, una característica de índole “positiva”: mediante ella
se procura atribuir el significado más coherente a una norma en su relación con las demás,
de modo de mostrar que entre todas existe una armonía o una “unidad de sentido”. El
postulado de la racionalidad del legislador obliga a concebir la totalidad del ordenamiento
como una unidad conceptual mediante la cual se atribuye el significado de un texto en
función de su contexto sistemático, es decir, a la luz del sentido inherente a las restantes
disposiciones que integran el ordenamiento jurídico. Se trata de una pauta que, en cierto
sentido, supone la anterior: a la directriz de la “consistencia”, de índole “formal”, se añade
ahora la “coherencia”, esto es, la existencia de una armonía de sentido, de índole
“material”, que caracteriza al sistema en su conjunto.
Siguiendo, en parte, a GUASTINI y TARELLO, cabe distinguir en esta última pauta los
siguientes aspectos.
a) Directriz topográfica (o directriz de la sede materioe). El alcance de una norma
puede obtenerse a partir de la identificación del lugar en el que esta se halla ubicada.
b) Directriz de la constancia terminológica. El intérprete debe atribuir a un término el
significado que este ha recibido tradicionalmente por parte del legislador y la doctrina.
c) Directriz sistemático-conceptualista o dogmática propiamente dicha. El
ordenamiento jurídico debe ser interpretado como un todo armónico, en razón de
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c) DIRECTRIZ “A CONTRARIO”
Clásicamente, se ha considerado que mediante este canon se presume que el legislador ha
querido mantener inmutable la situación contraria a la reglada para un determinado
supuesto. TARELLO: este argumento fortalece una interpretación literal de las leyes y halla
fundamento en una cultura jurídica que valora de modo especial el seguimiento de la letra
de la ley. Es lo que GUASTINI llama la faceta “interpretativa” de la directriz, “o sea un
argumento que se aduce para sostener una elección interpretativa” en el sentido de que
“el legislador ha dicho exactamente lo que quería decir y es evidente que lo que no da
dicho no quería decirlo; si hubiese querido decirlo, lo habría dicho. Como se pone de
manifiesto, el argumento se rige por la presunción de una perfecta correspondencia entre
la intención del legislador y el texto normativo”. Este argumento parte de la base de la
racionalidad del legislador y, por tanto, de la consistencia lógica y coherencia de
contenidos del sistema por resultar por completo contraria a una prevista en él.
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CAPÍTULO III
este horizonte, no debe sorprender que se consideren del derecho de gentes los
“contratos consensuales”: la compraventa, el arrendamiento, la sociedad y el mandato.
Aun cuando es claro que dicha “internacionalización” no está presente en Grecia, es
incuestionable que provee la idea de “universalización”, la que viene de la mano de ciertas
leyes “no escritas” pero cognoscibles por todos y desde siempre”. Por ello, tiempo
después, ARISTÓTELES escribirá que la “común” es la ley “conforme a la naturaleza”,
“pues existe algo que todos en cierto modo adivinamos, lo cual por naturaleza es justo e
injusto”.
Ahora bien, la “universalización” del derecho no es independiente del derecho positivo,
ámbito en el que coexiste por medio del sistema de fuentes y al que, en todo caso, ajusta
o corrige. Así, en el lugar recién citado, ARISTÓTELES reconoce, además de la común, la
existencia de la ley “particular” que es “la que cada pueblo se ha señalado para sí mismo,
y de estas unas son no escritas y otras escritas”. Nada ni nadie garantiza que estas normas
sean siempre justas, pero para el mencionado filósofo es posible discernir, como se
anticipó, su eventual injusticia y ello “aunque no haya mutua comunidad ni acuerdo”.
Tiempo después, y a su modo, los romanos arribaron a idéntica conclusión cuando
precisaron, a partir de la autoridad de CICERÓN, que “el ius gentium es ‘civil’, si bien no
todo el derecho civil es ‘de gentes’”. A nuestro ver, con esta proposición quería
significarse que el derecho de gentes no es un derecho abstracto o ideal, sino concreto y
tangible y, por tanto, institucionalizado en el cuerpo del derecho civil romano en el que
promiscuamente habita. Sin embargo, ello no impide que puedan receptarse en el
derecho positivo soluciones contrarias a la razón natural de los hombres, las que no
pueden reputarse como ius gentium ni, en última instancia, como derecho, según enseñó
el propio CICERÓN con el clásico ejemplo de que la falta de tipificación por parte de la ley
romana de la violación, no impidió que así se considerara a la cometida por TARQUINIO
contra LUCRECIA.
Tanto en Grecia como en Roma el derecho “natural” o de gentes se positiviza por
intermedio de cada sistema de fuentes, sin que ello signifique que el derecho positivo sea
justo per se.
que solo abarcaba el exclusivo ámbito interpersonal, como muestran los anteriormente
citados ejemplos romanos anteriores de las distintas clases de contratos. De esta forma, el
autor crea nada menos que el moderno derecho internacional público.
El ius gentium se conoce en tanto es consecuencia de una práctica internacional
inveterada y obligatoria (costumbre jurídica) que, a través de una ulterior configuración
de la doctrina y de la legislación contribuye a dotar a las relaciones internacionales de un
cierto patrón normativo. DE VITORIA precisa el primer catálogo de los derechos-deberes
fundamentales del hombre que deben regir las relaciones intercomunitarias.
PUFENDORF fue el primero en presentar un sistema material del derecho privado natural,
que recogido incesantemente por los juristas sucesores, permitió al moderno derecho
natural influir en la dogmática iusprivatística y en condicionar en alguna medida los
rumbos del derecho privado.
THOMASIUS (discípulo de Pufendorf), se convirtió en una suerte de activista, sirviéndose
del derecho natural para atacar viejas instituciones del ius commune.
Queda clara en los autores modernos la sólida conexión “universalización-
internacionalización-derecho natural (o de gentes). Contrariamente a lo visto en las
autoridades anteriores, la vía de conocimiento de estos elementos debe operar, a partir
de ahora, prevalente o exclusivamente por el andarivel de la legislación escrita.
Capítulo IV
Condiciones que debe tener un juicio para ser un acto de justicia: debe proceder de una
inclinación “de justicia” (lo contrario sería “vicioso o injusto”), debe pronunciarse “según
la recta razón de la prudencia” (cuando falta, se llama juicio suspicaz o temerario).
La dimensión teórica del ars iuris. Dijo ARISTÓTELES: “en el ámbito del arte, el hombre
que se equivoca a sabiendas es preferible al que se equivoca involuntariamente”, dado
que, en el primer caso, el artista puede corregir su error. Esto explica “que la realización
de un acto aislado no autoriza a concluir que quien lo realiza posea dicho arte, dado que el
actor pudso haber obrado “por fortuna o por indicación de otro”, de donde “no será
gramático a menos que, a la vez, se haya hecho alguna cosa gramatical, de forma
gramatical, a saber, conforme a la ciencia de la gramática que se posee en sí mismo”.
El ars jurídico… ¿mera tecné o algo más que eso? El pensamiento romano consideró que el
arte del derecho no se agota en un conjunto de conocimientos técnicos, independientes
del buen o mal obrar que se realice gracias a aquellos. La técnica “sirve” solo en la medida
en que planifique el obrar humano y ello porque el derecho solo se realiza en la medida en
que obtiene la virtud moral de la justicia, por lo que la decisión desacertada a sabiendas
es, en sí misma, la negación de virtud prudencial.
Como explica D’ORS, en el mundo romano “el hacer jurídico ‘agere’, es también un
‘facere’, un hacer técnico, que se mide por el resultado que produce en orden a la
realización de la justicia.
22 – LA “QUAESTIO” DIALÉCTICA
En el Aquinate, el ámbito del ars iuris se sitúa en el proceso judicial, pues es allí donde, de
ordinario, se plantean los problemas que corresponde resolver. El diálogo deviene
ineludible de donde el mundo medieval, inspirado en lo que acontecía en la antigüedad
grecorromana, asume la denominada quaestio dialéctica (el cuestionamiento de los temas
por el diálogo), como vía para procurar resolver los problemas científicos y, entre ellos, los
vinculados al derecho.
VIEHWEG: “el debate es, evidentemente, la única instancia de control: la discusión de
problemas se mantiene dentro del círculo de lo que ARISTÓTELES llamaba dialéctica.
Dialéctica proviene del verbo griego dialegesthai y alude al “intercambio de palabras entre
interlocutores múltiples”. VIEHWEG ubica a la dialéctics dentro de la retórica enseñada
por ARISTÓTELES y que los romanos cultos aprendieron desde el año 100 a.C. y llevaron al
mundo jurídico. Siguiendo a PRINGSHEIM, añade que si bien “la ciencia del derecho de la
Antigüedad no se salvó en la Edad Media”, sí mantuvo “en cierto modo el método
dialéctico y la formación retórica”. Por ello, cuando luego del incendio de la Villa de Amalfi
fueron descubiertos los textos del Digesto y se inició el renacimiento del derecho romano,
el mos italicus no tuvo inconvenientes en integrarse en una metodología al uso en la
época. Se agiganta la importancia del Aquinate: sin ser jurista, se interesa por el derecho e
incluye, en una Suma de Teología, reflexiones de esa naturaleza dado que, como indica
VIEHWEG, no solía ser costumbre encontrar desarrollado ese último aspecto en tratados
de dichas características.
La dialéctica no es una mera “disputación” en el sentido de una “coloquio” o de una
conversación informal. Por el contrario, se trata de estructurar una “teoría” del diálogo
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filosófico, con una aspiración seria por la búsqueda de la verdad, la cual no es sino el
discernimiento de la “justicia del caso concreto”.
VIEHWEG: “en el marco de lo opinable se puede aspirar también a una efectiva
inteligencia y no a una simple y arbitraria opinión, lo que no tendría sentido y justificaría
que la empresa no se tomara en serio”.
En este horizonte, se torna necesario el cumplimiento de ciertas reglas, las cuales, en el
ámbito de lo que aquí interesa, podrían ordenarse del siguiente modo:
a) DISCERNIMIENTO DEL PROBLEMA Y SELECCIÓN DE PARTICIPANTES. Si se desciende
al ámbito del foro, el primer elemento que se encuentra es el “problema”. Los abogados
discuten a partir de un problema y los jueces procuran resolverlo. Es necesario, por tanto,
fijar el caso, determinar con la mayor claridad posible cuál es la cuestión sobre la que se
debate (ponere causam, decían los romanos). En este horizonte, en TOMAS DE AQUINO el
problema encabeza todas las quaestio que se plantea: “¿es el derecho el objeto de la
justicia?”, “¿cuál es el concepto de justicia?”, “¿corresponde juzgar de conformidad a las
leyes escritas?”, etc. A nuestro modo de ver, este procedimiento tiene ya una ventaja
inicial, pues reconocer la existencia del problema constituye un mínimo punto de partida
para una posible solución. El problema, pues, origina el proceso y las partes que lo
provocaron no intervienen de modo directo, sino representadas por “expertos” en la
materia, quienes se dirigen a un tercero desinteresado ante quien someten la decisión del
conflicto.
b) EL RECURSO A LAS FUENTES DEL DERECHO – Lo dicho nos sitúa en la
argumentación, en la que cada experto procurará defender los intereses de su parte
mediante un discurso lo más riguroso posible. A tal fin, se tornará necesario apelar a los
distintos elementos que constituyen los factores de creación de lo jurídico.
1) Las autoridades – En lo atinente al derecho, estas serán juristas o bien especialistas
de otras materias que se convocan para esclarecer, técnicamente, el caso bajo estudio. En
este contexto, las autoridades no deben ser demasiadas: no se trata de incorporar al
debate un catálogo erudito en el que aparezca la “plétora de referencias en la que nos
sumergen las producciones académicas contemporáneas”. El objeto es, por el contrario,
“dar en el blanco”, para lo cual es en principio suficiente un criterio seleccionado de
autoridades.
Nombres como LABEÓN, SERVIO SULPICIO O CELSO, SAN ISIDORO, SAN AGUSTÍN,
ARISTÓTELES o las alusiones a las escuelas (proculeyanos, sabinianos, etc.), constituyen
referencias frecuentes.
“…Con la cita de un nombre se hace referencia a un complejo de experiencias y de
conocimientos humanos reconocidos, que no contiene solo una vaga creencia, sino que
garantiza un saber en el sentido más exigente”.
La argumentación no solo se ha de apoyar en el recurso de las autoridades puesto que es
un recurso relativo.
2) Las leyes – Si bien en Roma la fuente jurídica por excelencia la constituyen los
aportes doctrinales de los jurisconsultos, a quienes, precisamente, se “consulta” acerca de
la elucidación de un problema en razón de su auctoritas, las leyes también ocupan un
lugar de relevancia, observándose al respecto un variado haz de disposiciones: las
privadas –suscriptas por las partes-, las leyes de los magistrados, los “plebiscitos”, los
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papel que desempeña la razón práctica. A esta le compete penetrar en la interioridad del
problema y en el sentido de justicia o de injusticia que denoten los actos en cuestión.
TOMÁS DE AQUINO DICE: “aunque la razón sea en otras virtudes intelectuales más cierta
que en la prudencia, sin embargo, esta necesita más que ninguna del buen razonamiento
del hombre para poder aplicar rectamente los principios universales a los casos
particulares que son variados e inciertos”.
Mientras la razón del racionalismo es exclusivamente teórica y opera a partir de
enunciados verdaderos o falsos, la razón de la tradición aristotélica-romana es práctica:
actúa ante casos difíciles y emite solo juicios probables. ¿Por qué? Porque una razón
teórica que experimenta sobre material inerte o sobre textos pretendidamente claros
obtiene conclusiones no-problemáticas. En cambio, la razón práctica tiene frente a sí al
hombre y sus problemas; un ser humano en el que cuentan, también, los “prejuicios” y,
antes, con PASCAL, el “corazón”, y a las normas como productos no definitivos, sino prima
facie. Es que el pensamiento clásico tuvo en cuenta la complejidad del obrar humano y
por eso puso tanto empeño en dotar de razones plausibles la decisión que se discierne en
la pluralidad de circunstancias vitales.
No existe justicia sin derecho, por cuanto el fin de la vida comunitaria exige que los bienes
(ius-iura) de todos y cada uno resulten resguardados.
Capítulo V
24 – INTRODUCCIÓN – A nuestro juicio (de los autores del libro), se trata de una de las
reflexiones que más han contribuido a la comprensión del fenómeno jurídico y, por ende,
al modo como razonan sus integrantes (fundamentalmente los prácticos del derecho:
jueces y abogados).
básicamente por reglas que darían cuenta de la totalidad de las circunstancias de la vida
social y que son claras y en el que la labor judicial es concebida como meramente
“reproductora” de la producción legislativa, a través de un proceso metódico de
derivación lógico-deductivo.
La propuesta metodológica que asume VIEHWEG se ubica, contrariamente, en un
horizonte cetético. En ella el sistema jurídico nunca es cerrado. En este marco, el juez no
es un mero aplicador de las leyes sino que es cocreador del derecho al cabo de la “puesta
en correspondencia” (KAUFMANN) o del “ir y venir” (ENGISCH) del problema con las
normas y valores que rodean a aquel y al propio intérprete, articulados en el marco de un
proceso que permite y alienta la dialéctica de argumentos en torno del asunto a dilucidar.
modo excepcional son extensibles a otros. Es por tal motivo que han de ubicarse en el
ámbito de lo verosímil; de lo probable; de lo plausible, de lo razonable.
“…los comentarios y los libros de instrucciones jurídicas están llenos de los
correspondientes topoi. Ellos y las discusiones con ellos, así como también su
permanentemente renovada oferta ponen suficientemente de manifiesto, también al
lego, el aire de familia que existe entre la jurisprudencia y la retórica”.
Son la fuente de abastecimiento de los dialogantes en torno de una disputa cualquiera y,
de esta forma, entre ellos opera una suerte de entendimiento común: todo catálogo
representa una comunis opinio acerca de la índole de los problemas de cada ciencia y sus
posibles respuestas o las distintas perspectivas desde las que aquellos puede resolverse.
…”los topoi son ofrecidos, aceptados o rechazados por los hablantes que conversan o
discuten entre sí a fin de lograr una opinión compartida. De esta manera posibilitan una
creación comunicativa recíprocamente controlable”.
8) Esta última regla reconoce excepción (origen de otro criterio) cuando se prueba
fehacientemente la imposibilidad de abonar lo reclamado y, por ende, quedaría
cercenado el tópico de la garantía de la defensa en juicio para todos los habitantes de
nuestro país.
9) Nadie puede transmitir mejor derecho que el que posee.
10) Quien puede lo más, puede lo menos.
11) Venir contra sus propios actos no vale.
12) El pretor no se ocupa de lo mínimo o irrelevante.
13) Nadie puede enriquecerse sin causa a costa de otro.
14) El principio objetivo de la derrota es causal de la imposición de las costas.
15) Este último tópico cede si (origen de otro), ante la dificultad de la cuestión debatida,
pudo el derrotado considerar que le asistía un mejor derecho para litigar o si, dada la
novedad de la cuestión, pudo el magistrado eximirlo de su pago.
Estos tópicos fueron agrupados por materias. Se está claramente ante una tópica de
segundo grado.
a) Se resalta que su vigoroso llamado de atención acerca del carácter práctico del derecho
es de la mayor importancia dado que permite contemplar tanto sus intrínsecas
limitaciones como sus estimulantes posibilidades de lograr respuestas satisfactorias a las
diversas alternativas que plantea la vida social.
b) Ahora bien, de lo recién expuesto, lejos de constituir un rasgo de “inseguridad jurídica”,
como se ha señalado críticamente, contribuye a precisar la dimensión de certidumbre que
acompaña a la ciencia del derecho entendida como saber retórico-tópico: de esta, en
efecto, no cabe más que predicar soluciones razonables, posibles y, por lo mismo, acaso
más justas en función de cada circunstancia, lo que redunda, por lo demás, en una diversa
comprensión de lo que quepa entender, al respecto por “seguridad jurídica”.
c) Tampoco consideramos que las propuestas tópicas, en lugar de favorecer
planteamientos críticos, tienden a prohijar un “pensamiento nostálgico” por el que se
justifican ideológicamente las decisiones judiciales. Por el contrario, la teoría de la tópica,
al menos como parece plantearla VIEHWEG, ayuda decisivamente a construir la ciencia del
derecho.
d) El autor (VIEHWEG) omitió profundizar en una observación que no ignora pero que es
decisiva: que en el discernimiento de los tópicos jurídicos, “el modo de buscar las
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Capítulo VI
El profesor de Kiel considera que “las reglas son normas que requieren algo de manera
definitiva. Son mandatos definitivos”. Ello sentado, “su forma de aplicación es la
subsunción”, de modo que “si una regla es válida y las condiciones para su aplicación son
satisfechas, entonces debe hacerse exactamente lo que ella exige, ni más ni menos”. A su
turno, “los principios son mandatos de optimización. En cuanto tales, exigen “’que algo
sea realizado en la mayor medida posible dentro de las posibilidades jurídicas y reales
existentes’”.
Profundiza ALEXY: “principios y valores son por lo tanto lo mismo, contemplado en un
caso bajo un aspecto deontológico, y en otro bajo un aspecto axiológico”. Allí donde se
encuentren principios -y las sociedades contemporáneas cuentan con ellos y al máximo
nivel normativo-, dada su intrínseca naturaleza moral y su muy posible posición de
“competencia” en las variadas circunstancias de la vida (medio ambiente versus derecho
de propiedad, derecho a la intimidad versus libertad de expresión, etc.), la argumentación
se vuelve inevitable.
A su juicio, “la naturaleza de los principios en cuanto mandatos de optimización conduce
inmediatamente a una conexión necesaria entre principios y proporcionalidad”, de modo
que “la naturaleza de los principios implica el principio de proporcionalidad y viceversa”.
El referido principio de proporcionalidad consta de tres subprincipios: idoneidad,
necesidad y proporcionalidad en sentido estricto, todos los cuales “son expresión de la
idea de optimización”. Mientras que los subprincipios de “idoneidad y necesidad se
refieren a la optimización relativa a las posibilidades fácticas”, el de proporcionalidad en
sentido estricto “expresa lo que significa la optimización relativa a las posibilidades
jurídicas”.
“…la optimización relativa a las posibilidades fácticas consiste en ahorrar costos que
pueden ser evitados. Sin embargo, los costos devienen en inevitables si los principios
entran en conflicto. La ponderación se hace entonces necesaria. La ponderación es el
tema del tercer subprincipio del principio de proporcionalidad” (principio de
proporcionalidad en sentido esctricto). Se llega al anunciado punto neurálgico de
encuentro entre argumentación y moralidad.
“…la ponderación es la forma específica de aplicación de los principios”.
“…ley de la ponderación: cuanto mayor es el grado de la no satisfacción o de afectación de
un principio, tanto mayor tiene que ser la importancia de la satisfacción del otro”,
reconociendo, a ese respecto, una “escala triádica” de intensidades según que la
afectación de un principio en un caso concreto se “leve”, “media” o “intensa”.
La respuesta a esa “gradación” la da la “metáfora del peso” específico de cada principio en
un caso concreto y esto, no es ajeno a una argumentación basada en la necesidad de
corrección y en argumentos de carácter moral.
Sobre la base del examen cinrcunstanciado en cada caso concreto del peso específico de
los derechos en cuestión, ALEXY establece una “relación de precedencia condicionada”,
esto es, concreta o relativa al supuesto de que se trata, lo que genera una regla que
denomina “ley de colisión” y que formula como sigue: “las condiciones en las cuales un
principio tiene precedencia sobre otro constituyen el supuesto de hecho de una regla que
expresa la consecuencia jurídica del principio precedente”, de donde siempre que se
configuren tales condiciones, será aplicable la regla generada bajo su amparo.
Andrea Steinberger
y las normas que integran el ordenamiento jurídico, así como su jurisprudencia y los
aportes doctrinales que amalgaman, para decirlo con BETTI y aun con COSSIO, la
“tradición” jurídica en la que se actúa. De este modo, la “norma del caso”, según reparaba
ENGISCH, no resulta ni aquel texto escrito ni, tampoco, un documento absolutamente
novedoso. Se trata, por el contrario, de arribar a una lectura que sin traicionar su sentido
originario, contemple los ingredientes que le aportan el decurso de la historia, el contexto
y las circunstancias de cada caso, actualizando su cabal contenido en aras del logro del
“derecho justo”. En una clave constitucional, cabría decir que se le pide al juez que asuma
una visión “dinámica” de la norma bajo examen.
Ejemplos: Primer modelo: Voto de mayoría de la Corte IDH en el caso “Artavia Murillo”
(pág. 172). Segundo modelo: disidencia parcial del juez BELLUSCIO en la causa “Itzcovich”
(pag. 173).
Clasificación de los casos policiales.
b) TIPOS DE CASOS: “FÁCILES”, “DIFÍCILES”, “TRÁGICOS”. ATIENZA escribe que existen
casos en los que “cabe establecer una jerarquía más o menos clara de valores, de manera
que, por ejemplo, las exigencias que derivan de un valor de rango superior tienen
prioridad con respecto a las que derivan de otros de rango inferior”. Estos supuestos
difieren de otros “más graves […) en que se plantea un conflicto entre valores, o entre
exigencias que derivan de valores, que tienen, o cabe plantear que tienen, el mismo rango
jerárquico. Esto ocurriría cuando entran en conflicto dos o más derechos
‘fundamentales’”.
El primer universo remite a lo que cabe identificar como un caso “fácil”, dado que el
decisor en todos los conflictos de derecho debe optar por el bien jurídico de mayor
jerarquía. Por el contrario, el segundo supuesto reenvía a un caso que corresponde
considerar como “difícil”, en tanto no es prima facie clara la opción que debe asumir como
intérprete.
Cuando dicho procedimiento resguarda la totalidad de los aspectos que componen cada
uno de los derechos fundamentales en tensión y que la doctrina identifica como la
dimensión tanto “esencial”, como “no esencial” o “periférica” de tales derechos, expresa
ATIENZA que se obtiene un “equilibrio óptimo”. Si ello no es posible, el equilibrio que
resulte será, afirma ATIENZA, “mínimo”.
Ejemplo del trasplante de órganos: dicha práctica aspira a obtener un equilibrio de esa
índole, dado que es objetivamente improbable que la dadora, por ejemplo, de un riñón,
aun cuando mantenga su integridad física, la conserve del mismo modo que con
anterioridad a la práctica y, al mismo tiempo, es también improbable que el receptor
pueda disfrutarla como si tuviera los dos órganos. ESTA SITUACIÓN INTEGRA UNA
TERCERA CATEGORÍA DE CASOS, QUE ATIENZA DENOMINA “TRÁGICOS”: “no habría forma
de encontrar una solución que no sacrificara lo esencial de alguno de los dos valores […]
Ahora no nos encontraríamos ya frente a una simple alternativa, sino frente a un dilema.
Vinculando los dos tópicos examinados, cabe señalar que un caso “fácil” tiende a
ensamblar con el perfil del juez “boca de rey”, como mero aplicador de la norma, que
procura “simplificar” sus resoluciones. A su turno, los casos “difíciles” y “trágicos” pueden
transformarse en el escenario del juez “intérprete” y del juez “quasi legislador”, en tanto
estos suelen presentar diferencias con la mera subsunción normativa.
Andrea Steinberger
Ejemplificamos lo recién expuesto con un supuesto que cabría considerar como “trágico”
por la extrema tensión que presentan los bienes jurídicos en disputa: el caso “F.A.L.” de la
Corte Suprema argentina sobre no punibilidad de aborto en el supuesto de embarazo
producto de violación. (pág. 177 a 180).
c) LAS TEORÍAS DE LA ARGUMENTACIÓN JURÍDICA Y EL ESFUERZO DE JUSTIFICACIÓN
DE LAS DECISIONES JUDICIALES. – La judicatura cuenta con suficientes elementos como
para asumir con buenas posibilidades de éxito la función de lo que se ha llamado “juez
intérprete”, gracias al creciente nivel de sofisticación y completitud asumido por las
teorías de la argumentación jurídica contemporáneas.
Estos planteamientos se han concebido -seguimos aquí a ALEXY- como una perspectiva
“moral procedimental del discurso práctico racional” en la que “un enunciado normativo
es correcto o verdadero cuando es el resultado de un determinado procedimiento, es
decir, del discurso racional. “…en todos los casos más o menos problemáticos son
necesarias valoraciones que no pueden extraerse obligatoriamente del material
autoritativamente fijado”, de suerte que “la racionalidad de la argumentación jurídica
depende por ello esencialmente de si, y con qué alcance, estas valoraciones adicionales
son susceptibles de un control racional”.
Dos precisiones complementarias al papel de las teorías argumentativas en la difícil tarea
del discernimiento del sentido último del derecho en los casos concretos: La primera, es
que todos estos emprendimientos teóricos argumentativos no parten de cero. Existen
“condiciones limitadoras” que son antiguas y que forman parte de nuestra práctica más
acendrada: “la sujeción a la ley; la obligada consideración de los precedentes; su encuadre
en la dogmática elaborada por la ciencia jurídica organizada institucionalmente […], las
reglas del ordenamiento procesal”.
La segunda es que, a pesar de sus denodados empeños, estos planteamientos no impiden
la existencia de criterios encontrados. ALEXY la denomina “posibilidad discursiva”, dado
que reconoce que el procedimiento no prescribe las premisas normativas de partida de los
participantes en el discurso, las que pueden, por ende, diferir, de donde -como es obvio-
subsiste la posibilidad de justificar dos enunciados contradictorios pese a ser
rigurosamente fundados, sin infringir las reglas del discurso.
Conviene reparar que la inexistencia de una “seguridad jurídica” asumida en la clave del
pensamiento positivista clásico no es equivalente a irracionalidad pues, además de que
“no es la producción de seguridad lo que constituye el carácter racional de la
jurisprudencia, sino el cumplimiento de una serie de condiciones, criterios o reglas”, el
derecho no es un concepto concluido, sino una realidad que se configura en el marco de
un quehacer eminentemente práctico.
…”la teoría del discurso conduce al Estado democrático constitucional porque formula dos
exigencias fundamentales en relación con el contenido y la estructura del sistema jurídico:
los derechos fundamentales y la democracia”.
Más allá de que estos planteamientos puedan identificar mejor a Occidente que a otras
regiones, consideramos que las teorías argumentativas constituyen el prius para un
entendimiento universal.
Andrea Steinberger
Capítulo VII
CAPÍTULO VIII
Para ESSER, los elementos precomprensivos estarían constituidos por la finalidad que
distingue a las normas, la influencia de las autoridades y la “propia experiencia social,
técnica, histórica, en una palabra, actual del intérprete”.
…”este horizonte de expectativa no es subjetivo, sino general”, en tanto “representa la
comprensión del derecho de enteros grupos sociales, con la que el juez ha de enfrentarse
en su interpretación”.
¿Cómo se adquieren esas expectativas? ESSER piensa en la “visión panorámica adquirida
con la formación jurídica” y en la “experiencia práctica” del intérprete, pero también
pondera las “pretensiones” y “argumentos de los afectados” como condicionante de ellas.
LARENZ: …”la precomprensión ‘no solo se refiere a la ‘cosa derecho’, así como al lenguaje
en el que se habla de esta y a la conexión traditiva en que se hallan siempre los textos
jurídicos, las resoluciones de los tribunales y los argumentos usuales, sino también a los
contextos sociales, a las situaciones de intereses y a las estructuras de las relaciones de
vida a que se refieren las normas jurídicas”.
amplia gama de posibilidades en cuanto a la “elección” de aquellas y, por otra, que dichos
cánones, en muchos supuestos, son contradictorios entre sí, pues, como es claro, no es lo
mismo que una determinada concepción privilegie atender “al sentido gramatical de las
palabras” de la ley, a que fije especial atención “en ciertas representaciones de los
objetivos que el legislador o el intérprete atribuyen al respectivo modelo de orden”. De
ahí que el canon interpretativo se escoge siempre partiendo de un control teleológico de
justicia del resultado desde el punto de vista de su aceptabilidad en un orden social dado”.
b) PRECOMPRENSIÓN, JUSTICIA Y JURISPRUDENCIA – Las precomprensiones existen
en función de un resultado que el tribunal estima valioso y al que está dispuesto a llegar
mediante la pertinente fundamentación, la que necesariamente incluye una selección ad
hoc de directrices argumentativas. (se cita caso en pág. 220 y 221)
La valoración final que merezca la índole de las precomprensiones a partir de la
persuasión con la que sean defendidas y su referida coherencia con el ordenamiento
normativo, así como el acierto de la resolución del caso, escapan al objeto de estas
páginas, las que se ubican en una instancia anterior: llamar la atención acerca de cómo
operan las precomprensiones del intérprete, un punto central para todo el iter de
determinación del derecho y sobre el que todavía hay mucho que explorar.
40 – LA PRECOMPRENSIÓN COMO REHABILITACIÓN CIENTÍFICA DE LOS “PREJUICIOS”
Las consideraciones precedentes no van sin consecuencias. Entre ellas, destacamos la
siguiente: que el reconocimiento de las precomprensiones entraña, lisa y llanamente, la
rehabilitación científica de los prejuicios en razón de que para la hermenéutica toda
aproximación a un texto supone, necesaria e inevitablemente, una plataforma de juicios
previos desde la cual la tarea intelectiva es abordada. Como expresa GADAMER sin
subterfugios, “los prejuicios de un individuo son mucho más que sus juicios, son la
realidad histórica de su ser”. Ellos, en efecto, resultan una dimensión a la que el intérprete
no puede sustraerse porque, como señala ROBLES, son el producto “consciente o
inconsciente de nuestro horizonte vital e histórico”, por lo que “constituyen un patrimonio
de creencias con el cual contamos como algo natural”.
Ahora bien, la rehabilitación hermenéutica de los prejuicios no es a cualquier precio. Por
el contrario, GADAMER solo habla de prejuicios “legítimos”, es decir, de aquellos juicios
previos que hayan superado el proceso dialéctico de confrontación y prueba al que deben
someterse en el ya aludido “círculo hermenéutico”.
La tarea no parece desmedida dado que los prejuicios no son solo del individuo, sino que
ellos también vienen “proporcionados por la tradición”.
Como advierte SERNA, a propósito del tema de la jurisprudencia, si a pesar de ser
lógicamente posible no se advierte una gran heterogeneidad de interpretaciones
judiciales en el seno de una comunidad, ello es debido, básicamente, a “la unidad relativa
del contexto social, cultural, histórico en definitiva, en el que tiene lugar la interpretación
[…] y el sentido común del intérprete […], encaminando sus pasos dentro de la senda
trazada por los referentes que proporciona la propia comunidad jurídica”. Ello no impide
que esa tradición “se vea enriquecida permanentemente por la comprensión de cada
sujeto, orientada también por su horizonte vital personal y por el problema concreto que
tiene delante.
PERSPECTIVAS PLURALES DE QUE SE COMPONE EL TODO SOCIAL
Andrea Steinberger
justo” que esté en consonancia “con todo el sistema jurídico”, lo cual consulta con “el
consenso social” en orden al logro de una “decisión ‘razonable’”.
MANCERO: este argumento “consiste en evaluar las consecuencias que se derivan de
adoptar una u otra de las hipótesis rivales, es decir, de las posibles alternativas que tiene
el decisor para determinar la regla, la premisa normativa que soluciona el caso”. Se trata
de una directriz de carácter “extranormativo”.
GADAMER: “en la idea de un ordenamiento jurídico está contenido el que la sentencia del
juez no obedezca a arbitrariedades imprevisibles sino a una ponderación justa del
conjunto”.
…”los jueces, en la tarea de razonamiento que ejercitan para indagar el sentido que
corresponde acordar a las normas, deben atender a las consecuencias que normalmente
derivan en sus fallos, lo que constituye uno de los índices más seguros para verificar la
razonabilidad de su interpretación y su congruencia con todo el ordenamiento jurídico”.
Pero hay más: a la dificultad que supone todo examen normativo debe añadirse la propia
complejidad de la realidad de las cosas, la que solo en pocas ocasiones se deja ver del
modo “claro y distinto” ambicionado por el racionalismo.
ALEXY: “el problema solo podrá resolverse cuanto todos los rasgos de los hechos y todas
las características de las normas posiblemente correspondientes sean tomados en cuenta.
El postulado que se encuentra detrás del tercer círculo puede en consecuencia llamarse
‘postulado de la completud’. Este exige que todos los puntos de vista relevantes sean
considerados, lo que representa un criterio fundamental de racionalidad”.
Capítulo IX
KRIELE: considera que la aparición del círculo en el proceso de determinación del derecho
resulta “sospechosa” y hasta “científicamente irresponsable”. Detrás de esta observación
late el “prejuicio” que considera que, a raíz de la existencia de las precomprensiones, “el
derecho ha dejado de ser para quien lo conoce una ‘pura dimensión objetiva’”, ya no se
halla sujeto a las normas existentes.
Con la cita precedente vuelve a plantearse la tajante distinción entre sujeto y objeto que
se impuso a partir de la Modernidad, pero que no parece haber encontrado correlato en
las “ciencias del espíritu”, como dice DIILTHEY, y por tanto, tampoco en el derecho.
Ahora bien, si desde la misma existencia de los cánones argumentativos se abren no pocos
interrogantes acerca de la “objetividad” de la interpretación, no es difícil concluir que una
crítica aun más drástica se obtiene desde “fuera” de un planteamiento positivista.
KAUFMANN: “este esquema mental ‘subjetivo-objetivo’ resulta desde un principio
inadecuado para el fenómeno del comprender porque aquello que ha de ser comprendido
se crea tan solo en el mismo proceso del comprender y, por ello, en modo alguno puede
existir fuera de ese proceso una ‘corrección objetiva’”.
ESSER: llama la atención acerca del hecho de que en la aplicación de dichas directrices
resulta imposible mantener la férrea distinción “sujeto-objeto” que hace suya la dogma
jurídica.
En lo relativo a la sujeción al principio de obediencia a la ley, estima que este se resiente
de una deficiente fundamentación pues parece asignar un escaso peso al examen crítico
acerca de la consistencia de los contenidos de una norma.
Conviene reparar que “los juicios de valor anticipados, y hasta el hallazgo de la decisión
todavía hipotéticos, sin idénticos, o tienen que ser idénticos a las garantías de la justicia
que se ponen de manifiesto en los fundamentos de la sentencia. (…) Desde esta
perspectiva, sí se reconoce que “los modelos de regulación están en amplia medida
abiertos al perfeccionamiento, al complemento y a la corrección, con la ayuda de la
experiencia respectiva del conflicto, puede decirse que la norma de decisión no está
previamente dada, sino encomendada”. De ahí que “toda interpretación representa un
enlace entre lex scripta y ius non scriptum, y es solo es enlace el que crea la norma
positiva auténtica”.
ESSER: “el camino para hallar el derecho aplicable por medio de la interpretación no es
rectilíneo desde el comienzo, sino un camino con alternativas e hipótesis que tienen que
ser justificadas en cada caso haciendo posible su plausibilidad.
…”El caso de la hermenéutica jurídica no es un caso especial, sino que está capacitado
para devolver a la hermenéutica histórica todo el alcance de sus problemas y reproducir
así la vieja unidad del problema hermenéutico en la que vienen a encontrarse el jurista, el
teólogo y el filólogo”.
c) HERMENÉUTICA Y VERDAD – Si se piensa en lo jurídico, se obtiene con facilidad
que otros, después de cada uno de nosotros, “leerán” un determinado texto legal de
modo diverso, comprenderán un cierto caso particular con ojos nuevos. Ellos se apoyarán,
sin duda, sobre las interpretaciones pasadas de ese documento, pero estarán también
condicionados por las de ellos, resultado de su formación y de su correcta dependencia
histórica; de su aquí y ahora.
Esa lectura “distinta” no entraña una comrpensión “arbitraria” de él, pues todo operador
jurídico no puede prescindir sin más ni más de lo que aquel expresa, en tanto si bien la
interpretación supone una “complementación productiva del derecho”, conviene reparar
que “la tarea de comprender e interpretar solo se da allí donde algo está impuesto de
forma que, como tal, es no abolible y vinculante.
¿Cuál es el espacio reservado a la verdad en este horizonte?
GADAMER: para la hermenéutica “la verdad no es la plena evidencia cuya realización ideal
sería en definitiva la autopresencia del espíritu absoluto”. “La verdad debe concebirse
como revelación y ocultación al mismo tiempo”, dado que “lo enunciado no lo es todo”.
Es bien perceptible la tensión que distingue a todas las ciencias de carácter práctico, lo
que ha sido plenamente asumido por las tradiciones de la razón práctica y de la
hermenéutica filosófica: se reconoce, de un lado, que aquellas se hallan en permanente
proceso de configuración, pero, de otro, se parte de datos o elementos que no pueden
soslayarse. “…podemos considerar que lo que es verdaderamente común a todas las
formas de la hermenéutica es que el sentido que se trata de comprender solo se concreta
y se completa en la interpretación, pero que al mismo tiempo esta acción interpretadora
se mantiene enteramente atada al sentido del texto.
La hermenéutica filosófica ha visto la urgencia de abrirse a una instancia dialógica, la cual,
se ha dicho, ha de ser “interminable” en tanto –por principio- no limita el aporte de
criterios variados en pos del develamiento de la verdad. Desde esta perspectiva, la
inagotabilidad del diálogo es el mejor reaseguro contra la dificultad de hallar la verdad y,
por ende, exteriorizaría, en contra de algunos críticos, una decidida voluntad de oponerse
al relativismo valorativo.
Para GADAMER, la verdad de la hermenéutica acontece como en la vida, en la que al cabo
de un conjunto de experiencias (lecciones, aciertos, errores, desengaños) se está, más que
“en el mucho saber”, en el saber de “la calle”, es decir, “en el aprendizaje de la modestia”.
lo compara con el que siguen otros intérpretes en otros casos, aún cuando la mediación
de la “conexión traditiva” vertebra respuestas que guardan analogía entre sí.
En este contexto, es claro el reencuentro de esta concepción con la filosofía de la razón
práctica, en la medida en que esta había reivindicado el papel de la prudencia del juez a la
hora de hallar la justicia del caso concreto.
A este respecto se sabe que, en oposición a lo ambicionado por el racionalismo, la
realidad de las cosas no se reduce a una mera descripción de los hechos físicos,
perfectamente calculados y de inevitable reiteración. Es que, si se piensa en el ámbito del
derecho, las normas o bien no reflejan todos los acontecimientos posibles de la vida o
bien tal reflejo no resulta lo suficientemente abarcador a fin de dar cuenta de su genuino
significado. De ahí que la mera razón discursiva no sea suficiente para asumir el ser del
derecho, lo que pone entre paréntesis el despliegue del método lógico deductivo. Se hace
preciso, por el contrario, penetrar en el problema y esa intelección requiere de una
inevitable ponderación de las circunstancias de la vida para, desde estas, examinar los
textos legales y, en su caso, flexibilizar su alcance si de una aplicación literal podría
derivarse una solución injusta o irrazonable. En este contexto, es obvio que esta
flexibilización es responsabilidad exclusiva, como decía ARISTÓTELES, de la recta ratio del
intérprete, es decir, de esa razón que “rectifica” –que adecua- la ley al caso, todo lo cual
supone asignar a la prudencia del sujeto (a lo que más tarde PASCAL sagazmente llamó el
esprit de finesse) un papel protagónico.
En síntesis, en ambas tradiciones subyace una clara defensa de la filosofía práctica, lo cual
explica, por una parte, la atención a la situación vital que origina el asunto y, por otra, la
relevancia que se le asigna al papel del sujeto-intérprete. Además, ambas corrientes
reivindican el papel de la tradición y, dentro de ellas, el de las autoridades en el
develamiento del problema, en contra de lo que había constituido una de las propuestas
más preciadas de la Ilustración. Como es obvio, no todas son coincidencias, aunque tal vez
las desavenencias no sean tantas ni tan radicales. Si bien es claro el acento que la
hermenéutica filosófica pone en el condicionamiento de la historia sobre el intérprete, no
creemos que ello lleve al extremo de “minimizar el papel de las normas éticas y jurídicas
de orden general, conforme se ha señalado en estos tres capítulos.
Entonces, ¿no es este “camino de experiencia” la mejor vía para hallar, diálogo mediante,
desde las cosas mismas, su sentido último, es decir, lo justo concreto o, si se prefiere, el
derecho natural de cada situación?
Capítulo X
LA INTERPRETACIÓN COMO DEVELAMIENTO Y DESARROLLO DE LAS GARANTÍAS
CONSTITUCIONALES. ALGUNOS EJEMPLOS DE LA CORTE SUPREMA, “PODER DEL ESTADO”.
50 – LA CORTE SUPREMA, “PODER DEL ESTADO” – Resulta imprescindible reparar acerca
del hecho de que los tribunales de justicia y, de modo especial, la Corte Suprema, no
constituyen simples órganos de aplicación y, a lo sumo, de interpretación del sentido
“auténtico” de las normas dictadas y reglamentadas, respectivamente, por los poderes
Legislativo y Ejecutivo.
Andrea Steinberger
En numerosos casos, la interpretación que lleva a cabo el tribunal más que final es
fundacional, en tanto que entraña un desarrollo o despliegue de las garantías
constitucionales. En este último caso, no cumple ni la función de mera “aplicación” y de
develamiento del sentido del documento, ni la originada en la tradición estadounidense,
de carácter “negativo”, de declarar contraria a la Constitución una norma determinada. Se
está ante una tarea “positiva” de interpretar la ley o una determinada situación de la vida
de modo compatible con la ley fundamental, es decir, se brinda una respuesta de
conformidad con esta. Esto es lo que se examinará en lo que sigue a partir de tres
supuestos: las soluciones dadas por la Corte Suprema ante circunstancias de notable
gravedad institucional, en razón de la ausencia de una previsión legal y frente a la carencia
de reglamentación de un derecho o de un principio constitucional.
En nuestra opinión, en estas dos últimas funciones (las n°4 y n° 5), en las que la Corte
asume la misión de “intérprete y tribunal supremo de principios constitucionales”, su
actuación desborda la de un mero tribunal de instancia para pasar a ser el “verdadero
legislador” (Obispo HOADLY), pues este no es quien pronuncia las palabras de la ley por
vez primera, sino aquel que las pronuncia de manera final y definitiva.
Obsérvese el grado creciente de relevancia que asumen las funciones aquí expuestas. La
correspondiente a la función n°3 es clara pues, como dice OYHANARTE, es meramente
teórico que “el pronunciamiento de la Corte Suprema adverso a la validez constitucional
de una norma o de un acto solo produce efectos dentro del caso en que fue dictado”,
pues “en los hechos reales un pronunciamiento de esa especie mata a la norma o al acto,
es decir, crea un estado de cosas equivalente a la derogación fáctica”. Pero la importancia
se amplifica en las restantes dos. En la función n°4, cuando se “precisa” el significado
constitucional de una norma de inferior jerarquía o, incluso, de la propia Constitución. El
primer aspecto, que apunta a evitar la declaración de inconstitucionalidad de un precepto,
entraña “completar”, con la ayuda de la Constitución y mediante una interpretación
“armónica” con esta, su genuino o auténtico significado. El segundo, que procura arrojar
una nueva luz constitucional sobre un asunto determinado, exige una lectura del propio
texto supremo a partir de un reexamen tanto de su génesis como de otras exégesis no
tenidas en cuenta hasta ese momento y, en fin, de nuevas reflexiones por parte de la
doctrina, de la legislación y de la propia jurisprudencia, tanto comparadas como
nacionales. Finalmente, en el supuesto aquí denominado como función n° 5, la exégesis
constitucional de la Corte dota de verdadero contenido normativo-constitucional a una
situación determinada y, de paso, como se dijo, matiza, precisa o, incluso, orienta el
desarrollo de las políticas generales de la Nación.
SOBRE EL ROL DEL PODER JUDICIAL EN LA DIVISIÓN DE PODERES
En primer lugar, en el plano teórico el sistema de check and balances previsto por la
teoría constitucional de la división de poderes tiene la suficiente sofisticación como para
no quedar preso en las ventajas relativas que funcional o circunstancialmente puedan
beneficiar a cada uno de los poderes. En segundo término, en la práctica, más allá de que
para algunas autoridades el Poder Judicial emergería (llevadas las cosas a un extremo)
como el más débil de los tres, en opinión de muchos, empero, su fortaleza reside en saber
discernir cuándo y con qué alcance hacer escuchar su voz en orden a salvaguardar su
independencia y cabal autoridad.
Andrea Steinberger
El examen de los precedentes aquí estudiados aspiró, pues, a dar cuenta de esa especial
dimensión, bien reivindicada por la teoría de la hermenéutica filosófica cuando reconoce
que si bien, de un lado, se halla atada al texto a interpretar, de otro, le cabe la tarea de
desarrollarlo, esto es, y para decirlo con GADAMER, de “complementarlo creadoramente”.
En dichos precedentes, el tribunal contribuyó a marcar pautas novedosas en la relación
interpoderes del Estado y en el esclarecimiento de circunstancias dolorosas de la vida de
la República, además de en la comprensión, discernimiento y desarrollo de ciertos
institutos.
Ya como conclusión, además del planteamiento teórico aquí desarrollado, no juzgamos
inoportuno, sino de justicia, recordar estos ejemplos de su mejor jurisprudencia como
homenaje a su tarea y, al mismo tiempo, como enseñanza y desafío para los muchos y
graves retos que afronta la administración de justicia en particular y nuestra sociedad en
general, en el siglo que transita.