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CALDERÓN
I. PRESENTACIÓN GENERAL
Desde sus primeros reportes en la ciudad de Wuhan, en diciembre de 2019, el COVID-19 se
expandió a una velocidad inusitada, superando todas las fronteras, dando lugar a una pandemia
y generando una crisis mundial que se proyecta transversalmente en múltiples dimensiones
(salud pública, economía, sociedad, etc.). Naturalmente, el derecho no se mantiene al margen.
El coronavirus impacta en diversas ramas del derecho, entre otras: (i) penal, renovando el
interés en los tipos sancionatorios relacionados a la propagación de enfermedades; (ii)
administrativo, dando lugar a políticas públicas y un intenso dictado de normas y actos
administrativos tendientes a mitigar las consecuencias de la enfermedad; (iii) laboral,
determinando el otorgamiento de licencias extraordinarias y fomentando el trabajo a distancia (1);
(iv) constitucional, imponiendo severos recortes a la libertad de los particulares (v. gr., mediante
medidas de aislamiento y otras pautas compulsivas) (2), etc.
Naturalmente, ha generado consecuencias en el derecho de obligaciones, contratos y daños,
no en su configuración teórica, sino en sus dimensiones prácticas: una enorme variedad de
relaciones jurídicas de derecho privado se encuentra hoy envuelta de incertidumbre, producto
de estos recientes fenómenos.
Muchos contratos no podrán cumplirse, pero el incumplimiento no será imputable o
reprochable al incumplidor, pues vendrá impuesto por las circunstancias.
En estos casos, las partes deberán resolver cómo asumir los costos de la crisis general.
Podrán darse escenarios de reajuste equitativo de la ecuación económica contractual, pero
también conflictos y litigios sobre esta asunción de costos. Algunos contratos entrarán en
renegociación o revisión. Otros se extinguirán.
En estos casos, habrá que acudir a viejos y conocidos remedios como la teoría de la
imprevisión, la imposibilidad de cumplimiento inculpable, la revisión del contrato, el esfuerzo
compartido, la buena fe y el abuso del derecho, entre otros.
Tampoco se descarta la necesidad de intervenciones legislativas.
Sobre estas cuestiones y los interrogantes que plantean habremos de aportar algunas
reflexiones, claramente preliminares y provisorias, al estar escribiendo sin tener a la vista la
evolución de la pandemia, de la legislación que le va en zaga y de las relaciones intersubjetivas
que se desenvuelven día a día.
1. Aproximación general
1.1. Presentación del tema
El Código Civil y Comercial conserva numerosas instituciones ya receptadas en el Código
Civil y atinentes a la dinámica contractual que, de una u otra manera, remiten a estándares de
justicia.
Asimismo, incorpora otras figuras, las potencia o extiende su ámbito de actuación,
incrementando el acervo de institutos íntimamente fundados por razones de justicia.
La justicia, en sus diversas manifestaciones, subyace a la reglamentación legal de los
contratos y, aunque subterránea o soterrada, aflora a la superficie en numerosas soluciones a
problemas particulares. Estas respuestas normativas cobran trascendencia en situaciones
como la que nos toca vivir en estos tiempos.
1.2. Dimensiones de la justicia
El análisis que ensayamos procura identificar en el derecho positivo regulatorio de los
contratos manifestaciones particulares de las categorías clásicas (aristotélicas) de la justicia
particular(13):
— La justicia conmutativa, que vincula a quienes intercambian bienes o intereses que no
pertenecen al acervo común y procede conforme una regla de correspondencia estricta
(igualdad aritmética).
— La justicia distributiva, que vincula a quien tiene a su cargo el acervo común con los
particulares y tiende a la distribución de cargas y beneficios conforme una regla de
proporcionalidad, en función de la necesidad o mérito de cada uno (igualdad geométrica).
1.3. Breve teoría del equilibrio contractual (14)
La celebración de un acto jurídico bilateral destinado a producir efectos de carácter
patrimonial (contrato-acto) tiene como resultado práctico la generación de un complejo plexo de
facultades, cargas, obligaciones y deberes no obligacionales que se articulan constituyendo una
situación jurídica bilateral (esto es, comprensiva de todas las partes del negocio) que afecta el
status jurídico de cada contratante de una manera relativa (respecto de sus co-contratantes).
Esta situación jurídica (que hemos definido como contrato-estado por oposición al contrato-
acto) representa el momento ejecutivo de lo convenido por el acuerdo de voluntades que la
genera y antecede, encontrándose sujeto a este en cuanto al modo de ejecución, que aparece
predeterminado por el estatuto normativo previsto por las partes como regulación de la dinámica
de cumplimiento del contrato.
La situación jurídica compleja definida como contrato-estado se conforma a partir de la
adición de situaciones jurídicas más simples que se integran orgánicamente al sistema
contractual (en este caso un sistema de primer grado o referido a un único contrato).
La heterogeneidad de situaciones jurídicas perceptibles no es óbice para intentar una visión
panorámica del formato que revisten, pudiendo ser categorizadas según expresiones típicas de
situaciones jurídicas simples; así, el análisis en concreto de un contrato permite observar: (i)
facultades, o derechos de ejercicio libre (no coercible) por parte del titular; (ii) cargas, o derechos
de ejercicio no coercible pero vinculado a la subsistencia de un derecho favorable al titular; (iii)
obligaciones, o relaciones jurídicas establecidas entre un deudor y un acreedor por las que el
primero debe efectuar una prestación a favor del segundo, que este tiene derecho a exigir; (iv)
deberes no obligacionales, o conductas normativamente exigidas pero sin un acreedor
específicamente determinado.
FUNDAMENTOS DE JUSTICIA CONTRACTUAL DISTRIBUTIVA
3. Justicia distributiva
3.1. ¿Justicia distributiva en los contratos?
3.1.a. El interrogante
El propio Aristóteles caracterizaba a la justicia conmutativa como aquella que se debe
guardar en los contratos(25): ¿acaso la justicia distributiva no opera en las relaciones
contractuales?
De hecho, se advierten en la realidad contemporánea adjudicaciones de derechos atinentes
a relaciones entre particulares (ámbito propio de la justicia conmutativa), pero tomando una
regla de reparto basada en la necesidad o mérito de los contratantes (metodología propia de la
justicia distributiva).
3.1.b. Interacción entre la justicia conmutativa y distributiva
La cuestión ha dado lugar a trascendentes análisis.
Cianciardo ha señalado que "son más bien raras las relaciones puramente distributivas o
puramente conmutativas", destacando que "en los casos de crisis política o económica existen
conjuntos de relaciones jurídicas que pasan de estar regidos de modo principal por la justicia
conmutativa a estarlo por la justicia distributiva", pues priorizan la realización del bien común y
adoptan mecanismos de redistribución de bienes en una perspectiva más amplia que el
intercambio equivalente propio de la justicia conmutativa(26).
El fenómeno de la quiebra también ha sido enfocado desde el prisma distributivo. El filósofo
Finnis destacó que "El derecho de quiebras hace efectivas las pretensiones conmutativamente
justas de los acreedores del insolvente y, al mismo tiempo, sujeta todas esas pretensiones a un
principio de justicia distributiva", pues se reúnen todas las pretensiones y se trata la propiedad
del deudor como un bien colectivo, pues "si un acreedor hace efectiva su pretensión
conmutativamente justa, mediante los procedimientos legales normales (que son en sí mismos
bastante justos), y como resultado agota los medios disponibles para satisfacer cualquiera de
las pretensiones igualmente justas de otros acreedores, la situación que de ese modo ha
`surgido' no puede (así lo estima el derecho de quiebras, bastante razonablemente) ser
considerada adecuadamente como `justa en sí misma'", concluyendo que "cualquier precepto
legal sobre la insolvencia debe lograr un ajuste entre aspectos de la justicia que, en
circunstancias particulares, compiten entre sí. La idea general de la quiebra es hacer un ajuste
de este tipo entre la justicia conmutativa y la distributiva, en las circunstancias peculiares de la
insolvencia"(27).
En idéntica línea de pensamiento se ha destacado que "es específico de la justicia
conmutativa que el deudor pague con bienes particulares suyos, lo que estrictamente debe a
cada acreedor individual y aisladamente considerado. En el estado de insolvencia este tipo de
ajuste conmutativo resulta imposible porque el deudor no puede pagar a uno sin dejar de pagar
a otro; advierte que sus disponibilidades son insuficientes para dar a cada uno lo suyo (...) en el
estado de cesación de pagos debe necesariamente regir otro tipo de justicia —la
distributiva— formalmente distinta de la conmutativa, y sustituyendo a esta" (28).
Citemos, por fin, a Tale, que ha destacado que la justicia distributiva incide en la
determinación de la retribución justa de los trabajos (velando para que rija la justicia distributiva
en las remuneraciones) y la fijación de precios de productos y servicios (29).
Advertimos, siguiendo a estos autores, que la justicia distributiva no es ajena a las relaciones
de intercambio y puede actuar en interacción, como soporte o correctivo de la justicia
conmutativa.
3.2. Algunos supuestos de aplicación de la justicia distributiva en materia
contractual, en situaciones de excepción
La justicia distributiva incide en los contratos:
— Mediante marcos regulatorios dictados por el Estado que establecen precios máximos o
mínimos (v.gr., por leyes de emergencia habitacional, por aplicación de la ley de
abastecimiento, etc.).
— En la aplicación de la teoría de la imprevisión (art. 1091, Cód. Civ. y Com.) y otras figuras
(v.gr., el esfuerzo compartido) que, en circunstancias extraordinarias, admiten una
alteración de la conmutatividad formal del contrato a fin de recomponer su ecuación
económica o distribuir las cargas de la crisis.
También pueden mencionarse soluciones jurisprudenciales que admiten reajustes en el
precio en contextos inflacionarios e hiperinflacionarios a fin de procurar el mantenimiento de la
igualdad de las prestaciones(30) y la proporcionalidad entre el precio y el valor de la cosa
comprada(31). La conversión compulsiva de dólares a pesos (pesificación) también fue
fundamentada, según la doctrina, en razones de justicia distributiva(32).
— En los contextos de insolvencia del deudor (quiebras, liquidaciones de fideicomisos, etc.),
caso en el cual (como hemos visto) se reemplazan las reglas propias de la justicia
conmutativa a fin de procurar una respuesta equitativa para todos los acreedores, dada la
insuficiencia del patrimonio del deudor para afrontar el cumplimiento exacto de todas sus
obligaciones(33).
Como vemos, la opinión de Cianciardo es atinada ya que, en todos estos casos existe una
anomalía de carácter coyuntural que motiva la intervención de la justicia distributiva, habida
cuenta de que la justicia conmutativa y su regla consustancial igualdad aritmética no es apta
para lograr un resultado justo en el intercambio de prestaciones (34).
3.3. Justicia distributiva y asimetrías estructurales
3.3.a. Las situaciones de debilidad estructural y la distribución de derechos
Resta considerar un supuesto que, desde nuestra óptica, conlleva un ejercicio atípico de la
justicia distributiva. Lo explicamos del siguiente modo:
— Existen ciertas circunstancias en que una de las partes del vínculo contractual resulta
débil, a la vez que el cocontratante es, por cotejo, fuerte.
Esta asimetría entre los contratantes se traduce en una capacidad dispar en la negociación
y, por ende, en la aptitud de uno de ellos para imponerle al otro los contenidos del acuerdo
negocial.
Esta situación no es coyuntural y pasajera (como ocurre con las emergencias o situaciones
de crisis analizadas en el apartado anterior), sino estructural.
— Frente a estas asimetrías, el derecho contemporáneo ha desarrollado diversos
microsistemas normativos basados en una exigencia de trato desigual.
Contemplando las diferencias fácticas, el derecho resuelve compensarlas mediante un
contrapeso jurídico de signo inverso, otorgándole a un sujeto débil en los hechos un suplemento
normativo tendiente a equilibrar la relación.
En este sentido, la desigualdad fáctica y su correlato, el principio protectorio, cumplen una
función justificativa de una diferencia de trato.
El razonamiento completo sería el siguiente: (i) existen diferencias de hecho que determinan
la debilidad de ciertas personas frente a otras (debilidad jurídica); (ii) el principio de igualdad
impone compensar algunas de estas diferencias, para permitir a las personas un ejercicio
igualitario de sus derechos (igualdad estructural); (iii) esto se traduce en un mandato de
protección respecto de estos débiles (principio protectorio); (iv) este mandato se resuelve en
una orden de trato desigual.
Esta protección de los débiles entraña una exigencia de la justicia: brindar especial protección
a quien se encuentra en una situación de vulnerabilidad y está, por ello, impedido de obrar en
pie de igualdad en una relación jurídica es, precisamente, dar a cada uno lo suyo (35).
— Esta situación, desde la óptica de la justicia, supone que ciertos sujetos demandan un
trato diferenciado por parte de la autoridad pública, expresado en el dictado de normas
protectorias, lo que conlleva un mandato de justicia distributiva.
En efecto, esta relación entre el Estado y una categoría de particulares (sujetos débiles) en
que se realiza una asignación (de derechos) con base en las particularidades necesidades de
cada uno (proporcionalidad) es propia a la justicia distributiva.
— Ahora bien: no se trata del reparto de bienes susceptibles de apreciación económica, sino
de derechos y de situaciones jurídicas derivadas de la legislación.
¿Este reparto de derechos puede considerarse inherente a la justicia distributiva? ¿La noción
de bien a repartir alcanza la distribución de derechos?
Consideramos que la posesión de derechos en sí misma constituye en sentido amplio un
bien pasible de ser distribuido y, por ende, la justicia que interviene en sus adjudicaciones es la
distributiva.
Por lo demás, es evidente que el bien común se encuentra implicado en estas asignaciones,
por lo que la cuestión concierne al interés colectivo.
— También en este caso se verifica la conexión entre la justicia distributiva y la conmutativa:
se reparten de manera desigual derechos conforme la necesidad de los contratantes
débiles (justicia distributiva), para lograr un equilibrio aritmético en el contrato (justicia
conmutativa).
Este plano de actuación se corresponde en cierta forma con la denominada justicia
niveladora, tendiente a composición de medidas o valores contractuales distorsionados en la
convención originaria o a partir de hechos sobrevinientes (36).
3.3.b. Algunos supuestos de aplicación de la justicia distributiva en materia contractual, en
situaciones de debilidad estructural
La aplicación práctica de estos estándares se da, de manera ostensible, en los microsistemas
normativos caracterizados por la comprobación de un estado de debilidad de hecho y la
correlativa adopción de normas tuitivas, tendientes a restablecer el equilibrio contractual entre
las partes:
— El derecho del trabajo (ley 20.744 y normas especiales), en cuyo caso se establece un
estatuto de normas imperativas protectorias de los trabajadores en relación de
dependencia frente a sus empleadores.
— El derecho del consumidor (ley 24.240 y normas especiales), en cuyo caso se establece
un estatuto de normas imperativas protectorias de los consumidores frente a los
proveedores.
En ambos casos se advierte una adjudicación de derechos diferenciada, basada en la
necesidad protectoria de un grupo de sujetos.
Esta atribución desigual de derechos se practica con la finalidad de restañar la
conmutatividad contractual: se provoca un desequilibrio jurídico para compensar un
desequilibrio de hecho preexistente, como instrumento para lograr que la relación entre las
partes sea efectivamente justa, en un sentido estrictamente aritmético.
Existen en estos estatutos protectorios normas absolutamente específicas tendientes a
restablecer el equilibrio del contrato(37).
3.3.c. Justicia distributiva y pequeñas empresas
Resta mencionar algunas reglas jurídicas particulares de justicia distributiva contenidas en el
Código Civil y Comercial en resguardo de empresas pequeñas o débiles.
— Se incorporó una regulación de las cláusulas abusivas (arts. 984-989, Cód. Civ. y Com.),
la que entraña por sí misma una búsqueda de equilibrio entre los contratantes, excluyendo
de la reglamentación contractual los pactos derivados del mayor poder de negociación de
uno de ellos.
En particular, se consideran inválidos los acuerdos que desnaturalizan las obligaciones del
predisponente(38) o las amplían y los que suprimen o restringen las del adherente (39) (art. 988,
inc. a y b, Cód. Civ. y Com.).
Se apunta en este caso a un equilibrio obligacional entre las partes, intentando establecer un
equilibrio en el entramado de derechos y obligaciones de las partes del negocio (40); de este modo,
la justicia distributiva plasmada en la desigual asignación de derechos se traduce en una justicia
conmutativa, consistente en un equilibrio jurídico entre los contratantes.
— Se incorporó el abuso de posición dominante como supuesto particular del abuso del
derecho (art. 11, Cód. Civ. y Com.).
Esta herramienta permite evitar comportamientos abusivos de empresas dominantes en el
mercado, mediante mecanismos preventivos, de cesación, de recomposición y resarcitorios (art.
10, Cód. Civ. y Com.).
Esta regulación del mercado y de las conductas de las empresas que actúan en él entraña
claramente una respuesta de justicia distributiva(41).
4. Conclusiones
De acuerdo con lo expuesto, consideramos:
— Que las normas relativas a las relaciones contractuales se vertebran regularmente con
base en criterios de justicia conmutativa, por ser esta dimensión de la justicia la que
concierne de manera propia y específica a los intercambios entre particulares.
— Que, no obstante, pueden identificarse reglas aplicables a la contratación estructuradas
con base en fundamentos subyacentes de justicia distributiva, sea en función de
necesidades coyunturales o estructurales.
— Que, en el caso que nos ocupa, entendemos que es imprescindible la adopción de esta
perspectiva de justicia distributiva en el análisis de los contratos, atendiendo a
primariamente a los intereses generales por sobre los particulares y priorizando el
restablecimiento del sinalagma contractual por encima del cumplimiento estricto de lo
convenido.
1. Obligaciones de hacer
1.1. El impacto directo sobre las obligaciones de hacer
Las obligaciones de hacer consisten en la prestación de un servicio o la realización de un
hecho en el tiempo, modo y lugar convenidos (art. 773, Cód. Civ. y Com.).
Es ostensible de qué manera impacta el Coronavirus y las medidas del gobierno sobre estos
débitos: muchas personas no podrán hacer aquello a lo que se comprometieron, porque su
estado de salud actual o potencial (grupos de riesgo) no se los permite o porque el gobierno
dicta regulaciones que les impiden cumplir.
1.2. Supuestos de posibilidad de cumplimiento
En ciertas circunstancias, el deudor de la obligación podrá cumplir personalmente con las
obligaciones asumidas. Esto ocurrirá:
— En caso de no hallarse alcanzado por ninguna medida restrictiva que obste a su
cumplimiento.
— En caso de hallarse alcanzado por alguna medida restrictiva personal (v.gr., por formar
parte de un grupo de riesgo), pero contando con la posibilidad de procurar el cumplimiento
por un tercero (arts. 776 y 881, Cód. Civ. y Com.).
Para que ello sea factible, no debe tratarse de una obligación intuitu personae.
— En caso de tratarse de un servicio susceptible de ser cumplido sin la vinculación física de
las partes.
Ciertos servicios y obras pueden ser cumplidos en su mayor parte sin estar en los
contratantes en contacto físico.
Un caso especial es el cumplimiento por medios virtuales.
No en todos los casos ello es factible, pero diversos servicios pueden ser prestados a
distancia y con ayuda de la tecnología. Esta alternativa favorece las posibilidades de
cumplimiento del deudor.
A esos fines puede aprovechar plataformas de comunicación virtual que permiten organizar
actividades, conversaciones y videollamadas (Join.Me, GoToMeeting, Zoom, Google Hangouts,
Webex Meetings, Microsoft Teams y Skype), otras que integran estas funciones como la
producción de archivos en línea, su almacenamiento en carpetas, su conexión con otras
plataformas, etc. (Basecamp, Dropbox, Microsoft Teams, Sharepoint y Wrike) y otras que sirven
para organización y tablero de control (Trello, Prezi Business, Boomerang for Gmail,
GoogleDocs)(42).
1.3. Supuestos de imposibilidad de cumplimiento
Desde luego, existen prestaciones que no podrán cumplirse en absoluto con motivo de la
pandemia y las medidas del gobierno:
— Porque existen medidas restrictivas generales y la prestación no puede ejecutarse por
medios virtuales o a distancia.
— Porque existen medidas restrictivas particulares que afectan el deudor de la obligación, la
deuda es intuitu personae y no puede ejecutarse por medios virtuales o a distancia.
1.4. La conducta del acreedor
El acreedor puede exigir al deudor el cumplimiento exacto de la prestación y no está obligado
a recibir una distinta a la debida (art. 868, Cód. Civ. y Com.).
Pero este derecho, como cualquier otro, no puede ejercerse de manera abusiva (art. 10, Cód.
Civ. y Com.).
Por ello, entendemos que, si en un contexto como el actual, la prestación realizada por el
deudor satisface razonablemente el interés del acreedor, este no puede rechazarla, por más
que no se ajuste estrictamente a la convenida(43).
1.5. La situación inversa: obligación de prestar servicios
Dentro de las medidas gubernamentales en estos contextos de crisis, se encuentra la
obligación de prestar servicios impuesta a profesionales de la salud (médicos, psicólogos,
enfermeros, auxiliares).
La obligatoriedad de prestar tareas se relaciona con el colapso del sistema de salud y la
necesidad de asegurar la dotación suficiente de profesionales en funciones. Por lo demás, ante
una pandemia altamente contagiosa, podría ocurrir que diversos profesionales pretendan
abstenerse de cumplir funciones para preservar su propia salud.
En este contexto, se dictan normas limitativas de la libertad de contratar, que no se
circunscriben a los miembros del sistema de salud pública (sometidos a una especial sujeción,
producto de la relación de empleo público), alcanzando también actores del sector privado.
Los sujetos afectados no podrán, por ende, abstenerse de prestar servicios, primando sus
deberes deontológicos, sus responsabilidades profesionales y las necesidades del bienestar
general.
Excepcionalmente, podrían abstenerse de prestar estas tareas en el caso de que no se les
proporcionaran elementos de bioseguridad e información suficiente o que las instituciones
donde trabajan no adoptaran medidas de prevención y seguridad adecuadas(44).
En caso de negativa de las personas compelidas a prestar tareas, se exponen a reclamos de
daños y perjuicios (art. 777, inc. c, Cód. Civ. y Com.), además de otras medidas disciplinarias o
deontológicas que pudieran corresponder.
1.6. Obligaciones de no hacer
En general, no se advierte que la pandemia y las medidas del gobierno interfieran con el
cumplimiento de las obligaciones de no hacer, dado que estas consisten en una abstención (art.
778, Cód. Civ. y Com.).
Encontramos situaciones marginales, tales como la remisión del deber de confidencialidad
por motivos de salud pública, a la que nos referiremos infra.
2. Obligaciones de dar
2.1. Obligaciones de dar cosas ciertas o cantidades de cosas
En relación con estas obligaciones, advertimos diversos tipos de inconvenientes:
— Puede ocurrir que quien se haya obligado a entregar la cosa no pueda hacerlo
materialmente, por hallarse afectado por restricciones reglamentarias generales (v.gr.,
aislamiento social forzoso generalizado) o particulares (v.gr., cuarentena impuesta
individualmente por hallarse enfermo o pertenecer a un grupo de riesgo) y no disponga de
los medios para hacerlo por intermedio de terceros.
— Puede acontecer, también, que el inconveniente resida en la imposibilidad de
aprovisionarse de la cosa comprometida con terceros.
Esto puede darse en caso de productos importados o provenientes de otras provincias o
localidades (ante un escenario de cierre de fronteras). También en casos de productos locales,
cuando los productores no se encuentran en condiciones de garantizarles un correcto
aprovisionamiento.
En un sentido inverso, como veremos infra, la normativa de emergencia influye sobre las
obligaciones de ciertos productores y vendedores de productos que son considerados de
primera necesidad en la coyuntura actual (medicamentos, indumentaria preventiva, alimentos,
etc.).
2.2. Obligaciones de dar sumas de dinero
Estas obligaciones deberían ser las que menos inconvenientes generen en su cumplimiento,
habida cuenta de la existencia de numerosos medios de pago virtuales (v.gr., transferencias
bancarias, empleo de aplicaciones como Mercado Libre, Mercado Pago, etc.).
Asimismo, en la medida que se asegure la provisión de efectivo en cajeros automáticos, aún
en un contexto de falta de atención al público de entidades financieras los ciudadanos podrían
procurarse el dinero necesario para su subsistencia.
Sin embargo, las dificultades son evidentes: (i) la imposibilidad de realizar transacciones que
no puedan hacerse mediante un sistema de home banking puede producir importantes
trastornos, sobre todo a personas que carecen de estos medios operativos; (ii) una enorme
cantidad de personas en nuestro país se encuentran afectadas a un sistema económico de
subsistencia, en el cual la única forma de proveerse ingresos suficientes para afrontar los costos
de su diario vivir consiste en generarlos día a día, mediante el trabajo; respecto de estas
personas, medidas de aislamiento o cuarentena (por más que sean acotadas en el tiempo)
pueden ocasionar daños gravísimos en sus economías personales y familiares, impidiéndoles
obtener el dinero necesario para afrontar sus obligaciones; (iii) este mismo problema, con menor
dramatismo pero igual eficacia lesiva, puede darse respecto de PyMES, prestadores de
servicios autónomos, comerciantes, etc., quienes pueden verse privados del dinero necesario
para asumir sus obligaciones si no pueden desarrollar sus actividades lucrativas de manera
continua; (iv) puede darse, además, el supuesto de grandes empresas que, por hallarse en
algún esquema financiero riguroso, también se encuentren al borde de la insolvencia como
consecuencia de la pérdida de liquidez(45).
1. Sus características
Tanto la veloz propagación del coronavirus en nuestro país (y en el mundo) como las medidas
que se fueron dictando para combatirlo revisten estas características:
— Son imprevisibles.
Nadie podía imaginar la velocidad en la difusión del virus y la necesidad de adoptar medidas
drásticas y de urgencia como las que debieron tomarse. El curso de los acontecimientos se dio
muy rápidamente, dándose a mediados de marzo de 2020 un escenario que era completamente
inimaginable a comienzos de ese mismo mes.
No lo hicieron, de hecho, líderes y equipos de gobierno de países muy importantes del
mundo, que subestimaron el problema y no adoptaron a tiempo medidas preventivas eficaces.
Mucho menos podrían haberlo hecho ciudadanos de a pie, con base en información sesgada e
incompleta.
— Son inevitables o irresistibles.
La pandemia se impuso de manera global, desconociendo fronteras y medidas de prevención
adoptadas por los Estados, que actualmente se encuentran avocados a mitigar daños. Generó
un nuevo modo de ser en el orden mundial, cuyos perfiles aún no alcanzan a consolidarse.
Las medidas gubernamentales que se dictaron constituyen un típico "hecho del príncipe",
que debe ser tolerado y asimilado por la población y no da lugar a posibles actos de resistencia.
— Son extraordinarios.
No existe registro de hechos similares a los actuales en la historia de la humanidad. La
potencialidad expansiva de la pandemia, en un mundo globalizado e hiperconectado, supera
los riesgos de las viejas epidemias y pestes de la antigüedad y el medievo.
En cuanto a las medidas dictadas en consecuencia, basta decir que en nuestro país jamás
se había dispuesto una medida de aislamiento forzoso para toda la población, siendo un hecho
completamente inédito en los poco más de dos siglos de historia nacional.
— Son ajenos a las partes de los contratos celebrados en el país.
Obviamente, el coronavirus y las políticas públicas que le sucedieron no guardan ninguna
relación con los contratantes privados. Los exceden por completo.
Ninguna culpabilidad se les puede atribuir en los hechos ocurridos y tampoco puede
sostenerse que la ocurrencia de esta pandemia (una verdadera catástrofe natural) concierne a
los riesgos propios de la actividad de los contratantes.
2. Su calificación jurídica
Dadas estas condiciones, es indudable que la pandemia y las medidas del gobierno dictadas
en consecuencia constituyen un típico caso fortuito o de fuerza mayor, tratándose de un hecho
que no pudo preverse y que, aun de haberse podido prever, no se podría haber evitado (art.
1730, Cód. Civ. y Com.).
La pandemia y las medidas gubernamentales no sobrevinieron por culpa de ningún
contratante (art. 1733, inc. d, Cód. Civ. y Com.) y, salvo circunstancias excepcionalísimas, no
es posible imaginarlas como riesgos inherentes a una actividad en particular (art. 1733, inc. e,
Cód. Civ. y Com.)
Se trata además de una situación respecto a la cual no existe ninguna regla legal que obste
a la liberación (art. 1733, inc. b, Cód. Civ. y Com.).
Así lo han entendido quienes vienen analizando, hasta aquí, estos fenómenos, tanto en
nuestro país(46) como en el extranjero(47).
2. Etapa precontractual
2.1. Generalidades
En ciertos contratos, existe una negociación más compleja, extendida en el tiempo o
fraccionada en diferentes pasos o etapas (que pueden incluso plasmarse en diferentes
instrumentos preliminares). Este proceso de gestación del consentimiento se ubica con
anterioridad al perfeccionamiento del contrato, por lo que no comporta una etapa contractual, ni
genera relaciones contractuales.
Sin embargo, los sujetos de derecho que se encuentran negociando un contrato futuro
tampoco son completamente ajenos entre sí: observan conductas que solo tienen razón en la
futura contratación; emiten declaraciones de voluntad; sus comportamientos dirigidos a la
contratación generan expectativas recíprocas; eventualmente, inmovilizan fondos o bienes y no
concretan operaciones con terceros, en función del contrato que se encuentran discutiendo; en
algunos casos, realizan gastos o asumen compromisos con terceros, en relación con el futuro
contrato.
En este tramo negocial juegan los deberes generales de conducta: buena fe (art. 991, Cód.
Civ. y Com.), confidencialidad (art. 991, Cód. Civ. y Com.) e información.
2.2. El coronavirus y las medidas gubernamentales en la etapa precontractual
En este tramo de la contratación, el acaecimiento de la pandemia y las medidas que en su
consecuencia se van dictando podrían impactar de la siguiente manera:
— Podrían dar a las partes que se encuentran negociando un futuro contrato un justificativo
atendible para no concretar el negocio, sin que se les pueda acarrear infracción al deber
de buena fe (art. 991, Cód. Civ. y Com.).
Obviamente, esto en la medida que las circunstancias sobrevinientes realmente inciden sobre
la viabilidad y conveniencia del negocio proyectado, de modo tal que, al haber acaecido, motivan
a una o ambas partes que se encuentran negociando a desistir de la operación. Esto debe
verificarse en el caso concreto, para evitar que se invoque al Coronavirus y sus implicancias
como mero subterfugio para justificar una ruptura abusiva de las tratativas preliminares.
— No releva a las partes que se encuentran negociando de ciertos deberes, como el de
información, pero sí habilita mecanismos alternativos de cumplimiento, dando primacía a
medios de comunicación virtual y el envío de documentos digitales o electrónicos (65).
— Obliga a los futuros contratantes a considerar la existencia de la pandemia y las medidas
estatales como circunstancias de la contratación, debiendo tenerlas en cuenta al momento
de prever la distribución y asignación de riesgos del contrato.
En efecto, estos hechos enteramente imprevisibles respecto de contratos celebrados hasta
febrero de 2020 inclusive, ya no revisten esta característica. Al momento de escribirse estas
líneas, toda persona conoce la existencia de la pandemia y la adopción por parte de los
gobiernos de una variada gama de medidas.
Por eso, cualquier contrato que se celebre por estos días deberá tener en cuenta estas
variables y, en su caso, determinar si alguna de las partes toma sobre sí los riesgos futuros o
estos se comparten y, en su caso, se establecen mecanismos de ruptura sin consecuencias
resarcitorias (rescisiones unilaterales) como resguardo frente a un eventual agravamiento del
curso de los acontecimientos(66).
1. Contratos de cambio
1.1. Compraventa
1.1.a. Restricciones a la celebración del contrato
El contrato de compraventa es uno de los más afectados por la pandemia y las medidas del
gobierno.
Un contexto de aislamiento forzoso implica llevar a su mínima expresión la celebración de
estos contratos, pues sitúa a las personas en la imposibilidad de salir de sus hogares para
realizar transacciones y a los proveedores en la imposibilidad de abrir sus negocios.
Quedan, entonces, en condiciones de celebrarse: (i) compraventas de productos de primera
necesidad; (ii) compraventas celebradas por medios electrónicos.
En escenarios menos rigurosos, pueden existir de todos modos fuertes limitaciones a la
celebración de estos contratos (límites de horarios de atención, medidas preventivas que
impiden la masiva concurrencia a locales comerciales, etc.).
1.1.b. Compraventas de interés colectivo
Como contracara de lo anterior, existen compraventas que revisten un interés colectivo, pues
se refieren a cosas de primera necesidad durante épocas de crisis (medicamentos, alimentos,
indumentaria de bioseguridad, etc.).
Este interés colectivo determina:
— Que el Estado puede determinar la existencia de una "necesidad jurídica" de vender (art.
1128, Cód. Civ. y Com.), sea por leyes especiales, sea en ejercicio de facultades
existentes en normas generales, tales como la ley de abastecimiento (art. 2º, inc. c, ley
20680).
— Que el Estado establezca precios máximos para estos productos.
La regla es que son las partes las que, en el marco de su autonomía volitiva, ajustan
libremente el precio del contrato. Pero excepcionalmente, en determinados contextos, el Estado
puede intervenir en ejercicio de sus potestades regulatorias y fijar precios, establecer bandas
de flotación, determinar techos máximos, etcétera(72).
La inobservancia de estas pautas legales habilita la aplicación de multas y otras sanciones
administrativas.
También tiene plena aplicación en estos casos la ley 27.442 de Defensa de la Competencia
y sus diversos mecanismos para evitar prácticas anticompetitivas perjudiciales en la
emergencia(73).
1.1.c. Dificultades de cumplimiento
La pandemia y las medidas dictadas por el gobierno pueden generar dificultades justificadas
de cumplimiento a ambas partes.
Al comprador, impidiéndole afrontar el pago del precio, si la operación se realizó financiada.
Al vendedor, impidiéndole cumplir, porque no recibe la cosa prometida de sus proveedores o
porque las medidas de restricción generales o particulares lo colocan en la imposibilidad de
entregar la cosa.
A ambos, dificultándole la ejecución de tareas tendientes a la transmisión de la propiedad de
la cosa (v.gr., otorgamiento de escrituras, inscripción en registros).
En todos estos casos, los incumplimientos se encuentran justificados por la situación de
crisis.
1.2. Suministro
1.2.a. Cláusula de preferencia de ejecución
Puede ocurrir que el suministrante, con motivo del contexto existente, no se encuentre en
condiciones de proveer las prestaciones de que se trata a todos sus posibles requirentes.
En este caso, cobra trascendencia la cláusula de preferencia de ejecución, que solo juega si
fue expresamente pactada en el contrato. De acuerdo con esta cláusula, si el suministrante no
se encuentra en, otorgará prioridad al suministrado respecto de otros sujetos, que pueden ser
compradores/locatarios o suministrados sin pacto de preferencia (preferencia externa) o
suministrados con pacto de preferencia, pero de una gradación inferior (preferencia interna)(74).
1.2.b. Flexibilidad prestacional
La pandemia y las medidas del gobierno pueden afectar tanto las necesidades del
suministrado como las posibilidades de cumplimiento del suministrante, sobre todo si se trata
de productos críticos (medicamentos, alimentos, indumentaria biosanitaria, etc.).
Estos conflictos se resuelven mediante las reglas de flexibilidad prestacional en el suministro.
A falta de acuerdo sobre la entidad de las prestaciones, el contrato se entiende celebrado
según las necesidades del suministrado al momento de contratar (art. 1178, Cód. Civ. y Com.).
Esta cuantía prestacional, no obstante, es flexible y puede variar durante el desarrollo del
contrato, si las partes no excluyen convencionalmente esta posibilidad(75). La variación puede
obedecer a un cambio (por aumento o disminución) de las necesidades del suministrado, pero
también a la variación (por disminución) de las posibilidades prestacionales del suministrante
(arg. art. 1179, Cód. Civ. y Com.).
La regulación es bilateral y, en tal sentido, conveniente para el suministrante, al relativizar
el principio de primacía de las necesidades del suministrado (76).
1.2.c. Resolución por incumplimiento
Siendo el suministro un contrato de duración, el eventual incumplimiento en que incurra
alguna de las partes con motivo de la pandemia o medidas del gobierno no bastaría para
resolver el contrato.
Por el contrario, se aplican las siguientes reglas.
(1) Incumplimiento de prestaciones singulares. Puede ocurrir que alguna de las partes
incumpla alguna prestación singular (una provisión de bienes, el pago de un precio por una
provisión).
Esta circunstancia entraña incumplimiento, pero su valoración debe realizarse en contexto
de la dinámica del contrato y su proyección en el tiempo, fraccionando las diversas prestaciones
que lo materializan(77).
De allí que no cualquier incumplimiento puntual es apto para justificar la resolución
contractual. Las reglas son las siguientes:
— Procede la resolución si este incumplimiento puntual es de "notable importancia", al punto
de generar dudas sobre la posibilidad del incumplidor de atender con exactitud los
posteriores vencimientos (art. 1184, Cód. Civ. y Com.).
Esto ocurrirá cuando el incumplimiento singular sea demostrativo de dificultades
estructurales (empresariales, financieras, etc.) para cumplir a futuro o falta de interés en hacerlo
o, de cualquier otra forma, es presumible que en el futuro no se seguirá cumpliendo
puntillosamente.
Aquí se conjugan un elemento objetivo (el incumplimiento) y uno subjetivo (la pérdida de
confianza de la otra parte).
— Si no se dan estas circunstancias, no procede la resolución, y los derechos de la parte in
bonis se limitan a suspender sus prestaciones, debiendo preavisar que se ejercerá este
derecho del modo convenido o, en su defecto, con una anticipación razonable (art. 1185,
Cód. Civ. y Com.).
Es una aplicación especial de la facultad de suspensión de cumplimiento (art. 1031, Cód. Civ.
y Com.).
La facultad de resolver se halla vedada "en atención a la finalidad del contrato" (art. 1084,
Cód. Civ. y Com.), que es la manutención de un vínculo recíproco durante el tiempo. Juega aquí
el estándar de no propagación del incumplimiento(78).
La especialidad de esta norma determina su prioridad sobre el art. 1084, Cód. Civ. y Com.,
por lo que en principio la configuración de alguno de los supuestos que prevén los incisos de
este último dispositivo no será suficiente para motivar la resolución del vínculo. No obstante,
esto debe ser evaluado razonablemente y atendiendo a las circunstancias del caso (79).
(2) Estado general de incumplimiento. Puede ocurrir que el incumplimiento no sea de una
prestación singular, sino que sea generalizado, existiendo varias prestaciones singulares no
satisfechas. En este caso, el contrato podrá resolverse.
Entendemos que a estos fines basta que existan dos prestaciones singulares incumplidas
(siempre que con ello se verifiquen los recaudos de gravedad previstos por el art. 1084, Cód.
Civ. y Com.), aunque ello también dependerá de las circunstancias del caso (80).
3. Contratos de actividad
3.1. Contrato de obra y servicios
3.1.a. Dificultades para el cumplimiento
La prestación nuclear a cargo del prestador o contratista consiste en la ejecución de la obra
o servicio comprometido (arts. 1251 y 1256, Cód. Civ. y Com.). Como hemos visto, esta
obligación de hacer puede verse dificultada por el contexto que nos ocupa.
3.1.b. Medios alternativos de cumplimiento
A falta de previsión en contrario, la ley le asigna al prestador o contratista la facultad de elegir
libremente el modo de ejecución del contrato (art. 1253, Cód. Civ. y Com.). Asimismo, lo habilita
a valerse de terceros para la ejecución de la obra o servicio, con excepción de aquellos casos
en que por lo estipulado o por la índole de la obligación resulte que fue elegido por sus
cualidades personales (art. 1254, Cód. Civ. y Com.)(107).
Bajo esta cobertura normativa, sumada a los principios generales ya expuestos, el prestador
o contratista podrá: (i) procurar el cumplimiento por un tercero, si ello fuera posible y él estuviera
afectado por una restricción particular; (ii) proponer un cumplimiento por medios virtuales, si ello
fuera compatible con la naturaleza de la prestación.
3.1.c. Imposibilidad de cumplimiento inculpable y extinción del contrato
De acuerdo con el art. 1267, Cód. Civ. y Com., el contrato de obra se extingue si la ejecución
de la obra o su continuación deviene imposible por causa no imputable a las partes, cabiéndole
al contratista una compensación equitativa por la tarea efectuada. Se trata de una aplicación
particular de la imposibilidad de cumplimiento (arts. 955 y 1732, Cód. Civ. y Com.).
Las mismas reglas se aplican respecto del contrato de servicios, a tenor de normas generales
(arts. 955 y 1732, Cód. Civ. y Com.).
Remitimos al análisis general que hemos realizado respecto a la imposibilidad de
cumplimiento.
3.1.d. Desistimiento unilateral.
Una opción para el comitente en este contrato consiste en ejercer la facultad de desistimiento
que le acuerda el art. 1261, Cód. Civ. y Com., logrando una salida de un negocio que el contexto
ha vuelto inconveniente.
No es, sin embargo, la opción preferible, pues en este caso deberá afrontar el resarcimiento
fijado por la ley, a diferencia de lo que sucede con el uso de otros mecanismos.
3.1.e. Obligación de contratar y prestar servicios
Como hemos visto, en los contratos de servicios referidos a profesiones de utilidad social en
contextos de crisis (v.gr., profesionales de la salud) pueden existir exigencias de contratar y
prestar servicios impuestas por la ley o las reglamentaciones.
3.1.f. Excepciones al deber de secreto
En general, los contratos de servicio incluyen un deber tácito de reserva inherente a la buena
fe contractual. Pero en los servicios profesionales, estos deberes poseen una mayor entidad:
vienen regularmente impuestos por normas deontológicas y de colegiación y son esenciales a
la gestión profesional encomendada.
En casos de epidemias o pandemias, se produce un conflicto de intereses: por un lado, el
derecho del afectado a la preservación de su intimidad y a evitar reacciones discriminatorias de
terceros; por el otro, el derecho de la comunidad a contar con información sensible, necesaria
para prevenir contagios.
A falta de una regulación específica, consideramos aplicables estos estándares (108): (i) la regla
de confidencialidad no cesa por completo en un contexto de pandemia, pero sí reconoce
importantes excepciones; (ii) una primera excepción se refiere a la notificación a la autoridad
sanitaria, con fines estadísticos y epidemiológicos; (iii) una segunda excepción se refiere a
personas en inminente riesgo de contagio, por su contacto personal con la persona cuya
patología ha sido detectada; (iv) la difusión de datos por medios masivos de comunicación solo
podría realizarse si la persona afectada ha prestado su consentimiento o en circunstancias de
extrema necesidad(109).
En todo caso, el profesional que divulga información con fines justificados por la emergencia
sanitaria contará con una eximente de responsabilidad que lo exonerará de consecuencias
resarcitorias por su conducta: el estado de necesidad, al haber obrado de ese modo para evitar
un mal mayor que podría ser sufrido por terceros (art. 1718, inc. c, Cód. Civ. y Com.).
3.1.g. Dificultades para el pago de la retribución
Si el contrato de servicios es oneroso, pueden darse las dificultades para el pago de la
retribución que analizamos al estudiar las obligaciones de dar sumas de dinero.
3.2. Contrato de mandato
El mandato es otro contrato de actividad: la obligación nuclear del mandatario consiste en
cumplir los actos comprendidos en el mandato (arts. 372, inc. b, y 1324, inc. a, Cód. Civ. y
Com.), es decir, ejecutar la gestión encargada y otorgar los actos jurídicos que le fueron
encomendados.
Se aplican estas pautas:
— Si el encargo hecho al mandatario se ha hecho imposible sin su culpa: (i) el contrato queda
sin efecto sin responsabilidad para las partes; (ii) el mandatario puede cobrar la retribución
proporcional al servicio ya cumplido (art. 1328, inc. d, Cód. Civ. y Com.).
Esta situación podría plantearse en supuestos de imposibilidad de cumplimiento derivada de
la pandemia o de las medidas gubernamentales dictadas en consecuencia.
— Si el mandatario se encuentra sujeto a restricciones personales en el marco de la
pandemia, podrá no obstante proveer los medios para el cumplimiento del mandato,
mediante una sustitución, en tanto no estuviera prohibida (art. 1327, Cód. Civ. y Com.).
— Si el contrato hubiera devenido inútil o inconveniente para las partes, podrán liberarse de
él mediante los mecanismos típicos de la figura.
El mandante podrá revocar unilateralmente el mandato (art. 1329, inc. c, Cód. Civ. y Com.).
Aún en caso de que la revocación fuera apresurada, podrá alegar la ocurrencia de la pandemia
y las medidas dictadas en ese contexto como justa causa de revocación (art. 1717, Cód. Civ. y
Com.)(110).
La contracara de la facultad de revocación en cabeza del mandante es la facultad de
renunciar del mandatario, sin necesidad de expresar causa (art. 1329, inc. d, Cód. Civ. y Com.).
También en este caso el mandatario podría eximirse de indemnizar al mandante, ante una
renuncia intempestiva, alegando la existencia de causa justificada (art. 1332, Cód. Civ. y Com.).
— Si el contrato de mandato es oneroso, pueden darse las dificultades para el pago de la
retribución que analizamos al estudiar las obligaciones de dar sumas de dinero.
— Estas mismas reglas se aplican a mandatos especiales, como la consignación (art. 1335,
Cód. Civ. y Com.).
3.3. Contrato de transporte
La obligación nuclear del transportista consiste en el traslado geográfico de cosas o
personas. Se aplican los siguientes estándares:
— En el transporte de personas, el transportista debe trasladar al pasajero al lugar convenido
(art. 1289, inc. b, Cód. Civ. y Com.). Este es el servicio que motiva la contratación,
constituyendo una obligación de resultado; su incumplimiento total(111) o parcial(112) genera
responsabilidad (art. 1291, Cód. Civ. y Com.).
La pandemia y las medidas gubernamentales eximen su responsabilidad frente a la
imposibilidad de cumplir con el traslado.
— En el transporte de cosas, el transportista debe trasladar la cosa hasta su destino. Debe
hacerlo por los medios y en los plazos convenidos, siendo su obligación de resultado (art.
774, inc. b, Cód. Civ. y Com.).
La obligación de traslado en el plazo convenido es de resultado, por lo que el transportista
solo se libera de responsabilidad acreditando que una causa ajena le impidió iniciar o continuar
el transporte o provocó demoras en su desarrollo. Tratándose de un hecho no imputable a
ninguna de las partes del contrato, en cuyo caso el transportista debe informarlo inmediatamente
al cargador y pedirle instrucciones (113) custodiando interinamente la carga, excepto que las
circunstancias imposibiliten el pedido de instrucciones, en cuyo caso el transportista puede
depositar y hacer vender las cosas para que no pierdan su valor si están sujetas a rápido
deterioro o son perecederas(114) (art. 1316, Cód. Civ. y Com.). Esto es lo que acontece en relación
con la pandemia y las medidas gubernamentales que pueden obstruir el cumplimiento del
traslado.
— En ambos casos, el hecho impeditivo solamente juega como eximente de responsabilidad,
siendo ajeno a ambas partes, pero no se justifica la percepción del precio por un servicio
no prestado.
— Respecto al cargador o al pasajero, pueden darse las dificultades para el pago de la
retribución que analizamos al estudiar las obligaciones de dar sumas de dinero.
3.4. Contrato de depósito
Examinamos algunas situaciones vinculadas a este contrato.
— El depositario que hubiere recibido la cosa en custodia debe, en principio, seguirla
desarrollando, en sus diversas facetas: la custodia-resguardo (evitando que la cosa se
pierda o sea sustraída), la custodia-conservación (procurando mantener la cosa en buen
estado).
Mantiene también la obligación de restituir la cosa, por lo que las obligaciones nucleares del
depositario se encuentran en principio preservadas (art. 1356, Cód. Civ. y Com.).
Pueden existir dificultades o dilaciones para la restitución, en cuyo caso el efectivo
cumplimiento de la obligación quedará subordinado a las posibilidades efectivas de cumplir.
— La existencia de una pandemia y de severas medidas del gobierno dictadas en
consecuencia generan un estado de emergencia que podría colocar a una persona ante
una necesidad imperiosa que impide elegir la persona del depositario (depositum
miserabile o depósito de emergencia)(115), dando lugar a un depósito necesario, definido
como aquel "en que el depositante no puede elegir la persona del depositario por un
acontecimiento que lo somete a una necesidad imperiosa, y el de los efectos introducidos
en los hoteles por los viajeros" (art. 1368, Cód. Civ. y Com.).
Sin embargo, el encuadramiento de un contrato de depósito en esta categoría es totalmente
irrelevante. Esto es así porque no existe ninguna consecuencia jurídica derivada de la
calificación de un contrato de depósito como necesario. Sí las hay, y de gran trascendencia, en
relación con uno de los subtipos: el depósito hotelero, que cuenta con un microsistema
regulatorio.
Pero el depósito necesario en tanto género y el otro subtipo que lo integra (depósito de
emergencia), a diferencia de lo que ocurría durante la vigencia del Código Civil, no acarrean
ninguna consecuencia práctica(116).
Este problema ha sido advertido por la doctrina, que procura salvarlo señalando que en el
depósito de emergencia deben aplicarse analógicamente las reglas del depósito en hoteles que
fueran pertinentes(117). Sin embargo, dicha aplicación es extremadamente dificultosa, dada la
disparidad fáctica absoluta que media entre estas situaciones(118).
Por lo dicho, calificar un depósito como necesario o voluntario es de ninguna utilidad en el
sistema vigente. Solamente cobra trascendencia el encuadramiento como depósito hotelero o
alguna situación equiparada.
3.5. Contrato de fideicomiso
Las circunstancias existentes pueden impedir que el fiduciario cumpla momentáneamente
con la gestión fiduciaria. Si la imposibilidad es personal, bajo su responsabilidad, el fiduciario
puede valerse de terceros para el cumplimiento del contrato (arts. 776, 881 y 1254, Cód. Civ. y
Com.).
En cuanto a la imposibilidad momentánea de cumplimiento del fin del contrato, el fiduciario
debe no obstante realizar actos conservatorios del patrimonio fideicomitido y todos los actos
preparatorios que estén a su alcance para reanudar la gestión dirigida al fin del negocio apenas
sea posible.
4. Contratos de distribución
4.1. Dificultades para el cumplimiento
La pandemia y las medidas gubernamentales pueden erigirse en obstáculos para el
cumplimiento de estos contratos por ambas partes, pues el distribuidor, concesionario, agente
o franquiciado puede verse impedido de realizar la actividad distributiva y el distribuido,
concedente, proponente o franquiciante imposibilitado de ejecutar sus prestaciones, que
incluyen según el caso provisión de productos, servicios o bienes inmateriales.
Existen no obstante ciertos contratos, principalmente de distribución, que se mantendrán
incólumes, por referirse a bienes de primera necesidad en la emergencia.
4.2. Mecanismos de salida
En los contratos de tiempo indeterminado, las partes cuentan con la posibilidad de rescindir
el contrato, como mecanismo de salida de un negocio cuya continuidad reputan inconveniente.
4.3. Reglas para la resolución
Tratándose de contratos de duración, las reglas en materia de resolución son particulares y
no admitirían la extinción ante un incumplimiento puntual motivado por el coronavirus o las
medidas del gobierno.
De acuerdo con el art. 1494, inc. e, del Cód. Civ. y Com. (norma atinente a la agencia, pero
aplicable también a la concesión, art. 1509, Cód. Civ. y Com.), el incumplimiento debe reunir de
manera concurrente estas condiciones: (i) debe ser grave (esto es: importante y trascendental
para la continuidad de la relación contractual) o reiterado (esto es: no aislado, sino repetido en
el contexto de la relación)(119), bastando que reúna una de estos dos atributos; (ii) debe poner
razonablemente en duda la posibilidad o la intención del incumplidor de cumplir con sus
obligaciones sucesivas.
Las pautas constituyen una aplicación específica de dos criterios generales: (i) el del art.
1084, Cód. Civ. y Com., que no autoriza la resolución ante cualquier incumplimiento, exigiendo
su carácter esencial; (ii) el del art. 1011, Cód. Civ. y Com., por el cual en los contratos de
duración la valoración prestacional debe atender al negocio en su proyección en el tiempo, con
lo que un incumplimiento puntual que no impacta en la dinámica integral del negocio no puede
reputarse esencial.
Esto impide que incumplimientos momentáneos den lugar a la resolución de estos contratos.
Entendemos que en contextos como el que nos ocupa no rige la causal extintiva consistente
en la disminución significativa del volumen de negocios del agente (art. 1494, inc. f, Cód. Civ. y
Com.), pues la causa de esta eventual merma es completamente inimputable al agente.
5. Contratos financieros y bancarios
5.1. Dificultad de cumplimiento
En el contrato de mutuo y los contratos bancarios existen prestaciones dinerarias a cargo de
las partes (el mutuario, los clientes bancarios) que se verán expuestas a las dificultades de
cumplimiento ya analizadas.
Asimismo, en los contratos bancarios, las entidades financieras tendrán: (i) obligaciones
susceptibles de cumplimiento remoto o por medios electrónicos, tales como el deber de
proporcionar información al usuario (art. 1382, Cód. Civ. y Com.) o la provisión de dinero en
cajeros electrónicos; (ii) servicios que se prestan en sucursal y que no podrán prestarse
momentáneamente mientras existan medidas de aislamiento forzoso (v.gr., servicio de caja,
canje de moneda, acceso a cajas de seguridad, etc.).
En estos casos se aplican los principios generales ya examinados.
5.2. Situación particular de ciertos créditos. El DNU 319/2020
(1) El DNU 319/2020. El decreto de Necesidad y Urgencia 319/2020, dictado en el marco de
la emergencia pública (ley 27.541) y sanitaria (DNU 260/2020) estableció una serie de reglas:
(i) imperativas y de orden público (art. 9º); (ii) temporarias, fijadas hasta el 30/9/2020 (arts. 2º-
7º), estando facultado el Poder Ejecutivo Nacional para prorrogarlas (art. 8º).
Estas normas se dictaron con la finalidad de proteger a los deudores de mutuos hipotecarios
y prendarios actualizados por Unidad de Valor Adquisitivo (UVA), teniendo en cuenta que la
pandemia de COVID-19 y las medidas gubernamentales han "impedido que un número
creciente de personas pudiera desarrollar normalmente sus actividades económicas, originando
una drástica reducción en los ingresos familiares, con la consecuente caída de la capacidad de
afrontar sus obligaciones", lo que motivó medidas análogas en otros países (EE.UU., España,
Italia, Francia, Canadá).
(2) Los sujetos protegidos. Las normas dictadas tutelan a los deudores de créditos
hipotecarios que recaen sobre inmuebles destinados a vivienda única y de créditos prendarios
actualizados por UVA.
(3) Las medidas. Las medidas dictadas hasta el 30/9/2020 fueron:
— El congelamiento de las cuotas mensuales, que no podrán durante el plazo de extensión
de la medida superar el importe de la cuota correspondiente al mes de marzo (art. 2º).
Las diferencias entre el valor de referencia (cuota de marzo/2020) y el que correspondería
por aplicación de las cláusulas del contrato será abonado en tres cuotas sin intereses, con
vencimiento la primera en octubre de 2020, pudiendo convenir las partes un mecanismo distinto
si fuera menos gravoso para el deudor (art. 6º). Esto significa que las diferencias no se suprimen,
sino que se difiere el pago.
El diferimiento procede, aunque el plazo del contrato se encuentre vencido (art. 6º).
Dado que la suspensión es de fuente legal, el deudor no incurre en mora, por lo que en ningún
caso se aplicarán intereses moratorios, compensatorios, ni punitorios ni otras penalidades
previstas en el contrato (art. 6º).
— La suspensión de ejecuciones hipotecarias (judiciales o extrajudiciales) y prendarias (120),
alcanzando lanzamientos ya ordenados (art. 3º).
En conexión con esta imposibilidad de demandar o proseguir los juicios, se suspenden
durante el mismo plazo los plazos de prescripción y caducidad de instancia (art. 4º) y se
prorrogan las inscripciones registrales de las garantías (art. 5º).
La suspensión no obsta a la traba de medidas cautelares (art. 5º).
— Pese a estas medidas paliativas, es posible que el deudor no pueda cumplir sus
obligaciones.
En estos supuestos (sean de falta de pago, pago parcial o pago tardío), se autoriza al deudor
a pagar en tres (3) cuotas mensuales, iguales y consecutivas, devengada la primera en octubre,
pudiendo pactar las partes otra forma de pago que sea menos gravosa para el deudor (art. 7º).
A estas deudas: (i) podrán aplicársele intereses compensatorios, pero no podrán exceder la
tasa de interés para plazos fijos en pesos a treinta (30) días, que paga el Banco de la Nación
Argentina; (ii) no podrán aplicarse intereses moratorios, punitorios ni ninguna otra penalidad (art.
7º).
El acreedor no podrá resolver el contrato por incumplimiento del mutuario en estas
condiciones (art. 7º).
Remitimos a los comentarios realizados al dec. 320/2020, en lo pertinente.
5.3. Prohibición de cierre de cuentas
El dec. 312/2020 suspendió hasta el 30/4/2020 la obligación de proceder el cierre de cuentas
bancarias por rechazo de cheques, lo que incide en el contrato de cuenta corriente bancaria.
5.4. Cambio de situación del mutuario
El mutuante no podrá negarse a entregar la cosa alegando un cambio en la situación del
mutuario que hace incierta la restitución (art. 1526, Cód. Civ. y Com.).
Ocurre que, para invocar esta norma, deben darse tres condiciones: (i) debe ocurrir un hecho
sobreviniente al contrato, por lo que ninguna circunstancia existente al momento de la
contratación podrá esgrimirse como excusa para no cumplir la obligación de entrega,
entendiéndose que pudo haber sido valorada y prevista por el mutuante quien, no obstante ella,
se comprometió a prestar; (ii) este hecho debe referirse al mutuario y no al mutuante (121) o a las
circunstancias macroeconómicas (122); (iii) el efecto del hecho sobreviniente debe ser la
incertidumbre en la restitución.
La segunda condición no se verifica en el caso que nos ocupa, por ser la propagación de
coronavirus y las medidas del gobierno hechos de carácter general y no específicamente
concernientes al mutuario.
6. Otros contratos
6.1. Contrato de espectáculo público
Este contrato, en sus diversas variantes (espectáculos artísticos, deportivos, etc.) es uno de
los más afectados por la pandemia, ya que una de las medidas más eficaces para evitar su
propagación es la prohibición de aglomeraciones de personas, lo que impone la cancelación de
espectáculos ya programados y la imposibilidad de proyectar nuevos.
Se aplican al respecto los principios generales sobre imposibilidad de cumplimiento, ya
analizados.
6.2. Contrato de shopping center
Un caso particular lo plantea el contrato de shopping center, en el cual se alquila un espacio
físico a los fines de la instalación de un comercio dentro de un hipercentro de consumo,
acordándose múltiples reglas de cooperación y actuación concertada, participando al
gerenciador o administrador en las ganancias.
En este negocio, se advierten: (i) una fuerte potestad reglamentaria del administrador del
hipercentro de consumo, debiendo el locatario cumplir los horarios que este establece,
establecer una presentación y decoración acorde a las pautas generales del centro, participar
de ciertas campañas promocionales, mantener niveles de stock y de precio, no competir con
otros negocios del centro, utilizar una cierta denominación o marca comercial, vender solo
productos de una marca determinada, etc.; (ii) la determinación del canon locativo mediante un
componente fijo y otro variable, establecido en función del nivel de facturación o ventas (123). Como
vemos, las dos prestaciones nucleares del negocio se ven modalizadas por el carácter
cooperativo del vínculo(124). Se verifica, además: (i) la existencia de prestaciones
complementarias por parte del centro comercial (seguridad, limpieza, atención al cliente, etc.);
(ii) la existencia de prestaciones dinerarias adicionales de parte del locatario (pago de servicios
adicionales y publicidad).
Estos contratos han sido fuertemente afectados por las medidas preventivas dictadas por el
gobierno: dado que los shoppings centers se caracterizan por la afluencia masiva de
consumidores, constituyen un ámbito de riesgo para la propagación del coronavirus, por lo que
fueron objeto de medidas muy restrictivas que incluyen su cierre preventivo.
La imposibilidad de comercializar productos coloca a los comerciantes en una situación muy
compleja, pues no tienen ingresos regulares y se hallan a la vez sujetos a importantes
erogaciones tales como los habitualmente muy onerosos cánones locativos, los sueldos,
etcétera.
Creemos que estas situaciones deben tramitarse a la luz del estándar de esfuerzo
compartido, al que nos hemos referido.
6.3. Contratos turísticos
Estos contratos son, probablemente, los más afectados por la crisis del coronavirus(125).
La rápida transmisión vial ha determinado cierres de fronteras, cancelación de vuelos,
anulación de paquetes turísticos. Las empresas turísticas se encuentran avocadas a prestar
asistencia a clientes varados en el extranjero. El turismo interno también es nulo, dadas las
medidas limitativas de la circulación en el país.
El sector turístico deberá asimilar el impacto y fijar las bases de la reconstrucción, lo que
(creemos) no ocurrirá pronto, dadas las condiciones objetivas de propagación de la pandemia
y, por supuesto, un elemento subjetivo: el temor de los potenciales viajeros.
De momento, los contratos turísticos preexistentes se dirigen invariablemente hacia la
extinción o, en el mejor de los casos, la suspensión, pues no serán pasibles de cumplimiento
en lo inmediato.
En esta emergencia, las empresas turísticas deberán brindar información acabada a sus
clientes, abstenerse de sostener viajes proyectados (aunque sean factibles en su ejecución) en
condiciones críticas(126) y obrar de buena fe frente a cancelaciones, devoluciones de dinero,
etcétera.
6.4. Contrato de renta vitalicia onerosa
La eventual muerte por coronavirus de la persona cuya vida se toma en consideración para
la duración de la renta vitalicia onerosa extingue el contrato, más allá de que se trate de una
pandemia.
Esto a raíz del principio de indiferencia de la causa: el contrato se extingue por el deceso,
"por cualquier causa que sea" (art. 1606, Cód. Civ. y Com.), siendo irrelevante que se trate de
un hecho fortuito o provocado por alguna persona (incluso por suicidio), que sea la
consecuencia de un evento patológico o de un accidente, entre muchas variantes. La muerte es
un hecho ajeno al contrato, que es tomado como referencia, sin que importen sus
circunstancias.
2. Contratos de consumo
2.1. Seguridad en los contratos de consumo
2.1.a. La obligación de seguridad en el contrato de consumo
En los contratos de consumo la obligación de seguridad tiene rango constitucional, al
garantizar el art. 42 de la CN a los usuarios y consumidores la protección de su salud y
seguridad.
El proveedor está obligado a suministrar cosas y prestar servicios que, en condiciones
previsibles o normales, no presenten peligro alguno para la salud o integridad física de los
consumidores o usuarios (art. 5°, ley 24240).
Esta obligación atañe: (i) a las cosas en sí mismas, que no deben ser viciosas y aptas para
causar perjuicios al adquirente; (ii) al proceso al que debe someterse el consumidor o usuario
para adquirir un producto o beneficiarse con un servicio y a los espacios físicos e infraestructura
con la que debe interactuar a tales fines, pues si bien no son en sí mismos el objeto de las
prestaciones debidas por el proveedor, forman parte integral de la dinámica del consumo.
La norma prioriza la prevención del daño, poniendo en cabeza del proveedor la obligación de
comercializar cosas inocuas en condiciones normales de uso.
Como correlato de la obligación de seguridad, se establece un sistema de responsabilidad
objetiva para el caso de daños causados por servicios y cosas riesgosas o viciosas (art. 40, ley
24.240).
Esta norma alcanza:
— Productos elaborados peligrosos o viciosos, comprendiendo: (i) productos que como tales
son de por sí, peligrosos para su utilización o consumo normales; (ii) productos que son
peligrosos por causa de un diseño o composición deficientes; (iii) productos que son
peligrosos por razón de defectos en el proceso de fabricación; (iv) productos que no son
peligrosos de por sí, pero que pueden resultar peligrosos sin las debidas instrucciones o
advertencias; (v) productos que son considerados inocuos de acuerdo con los
conocimientos vigentes al tiempo en que los mismos entran en el mercado, pero se revelan
peligrosos sobre la base de descubrimientos científicos posteriores (128).
— Cosas peligrosas y viciosas que no son productos elaborados adquiridos por el
consumidor, sino que se encuentran afectadas a la relación entre consumidor y
proveedor(129).
— Prestación de servicios. La redacción da lugar a dudas acerca de si exige que el vicio o
defecto (exigido respecto de las cosas) deba presentarse en la prestación del servicio, a
fin de establecer la aplicabilidad del régimen del art. 40, o bien este resulta aplicable en
cualquier caso de daños ocasionados por servicios; ante la insuficiente claridad gramatical
de la ley, creemos que el principio hermenéutico del art. 3º impone la aplicación de este
artículo a toda clase de daños causados por servicios, sea o no riesgoso el servicio e
incluso de no ser vicioso, si no se presenta la eximente de responsabilidad prevista por la
ley.
En estos casos existe responsabilidad solidaria del productor, el fabricante, el importador, el
distribuidor, el proveedor, el vendedor y quien haya puesto su marca en la cosa o servicio e,
incluso, del transportista (por los daños ocasionados a la cosa con motivo o en ocasión del
servicio).
Es además responsabilidad objetiva, liberándose exclusivamente quien acredite que la causa
del daño le ha sido ajena.
2.1.b. Su trascendencia en la situación actual
En los contratos de consumo, el proveedor se encuentra sujeto a un deber agravado de
seguridad, que le obliga a extremar los cuidados para evitar la propagación de la pandemia.
Por ende, a todo proveedor le concierne la adopción de todas las medidas preventivas a su
alcance para evitar transmisiones o contagios, debiendo a esos fines si es necesario alterar
horarios de atención, segmentar horarios (asignando horas exclusivas para grupos de riesgo),
licenciar personal que presente síntomas compatibles con la infección, entregar al personal
mecanismos de bioseguridad, etc.(130).
2.1.c. La aplicación de daños punitivos
Indudablemente, el incumplimiento de parte del proveedor de las medidas de prevención
agravadas que le caben en este contexto habilita la aplicación de sanciones civiles o daños
punitivos (art. 52 bis, ley 24240)(131).
No cumplir tales medidas preventivas en el contexto de una pandemia constituye una grave
inconducta, intrínsecamente demostrativa de un evidente menosprecio de los derechos de los
consumidores, cuya integridad física debe ser preservada en la relación de consumo.
Usualmente, además, esta omisión de tareas preventivas puede dar lugar a un ilícito lucrativo,
en la medida que el proveedor no implementa ciertos resguardos de seguridad por el costo que
le implican.
Si a ello le sumamos la necesidad de extremar los recaudos cuando se trata de la protección
de la salud del consumidor, deviene evidente la procedencia de esta multa civil frente a estas
infracciones del proveedor(132).
2.2. Dificultades de cumplimiento
2.2.a. En general
Hemos visto que la pandemia y las medidas dictadas por el gobierno constituyen un caso
fortuito, ajeno a las partes del contrato.
En los contratos de consumo, estas circunstancias pueden generar dificultades justificadas
de cumplimiento a ambas partes.
Al consumidor, impidiéndole afrontar el costo de los bienes o servicios contratados.
Al proveedor, impidiéndole cumplir, pero en condiciones que lo eximen de responsabilidad a
tenor del art. 10 bis in fine, ley 24.240.
2.2.b. Provisión de productos extranjeros. Provisión de repuestos
Un supuesto particular está dado por la provisión de productos extranjeros.
Cerradas las fronteras o restringida la importación, es evidente que los proveedores no
podrán en muchos casos, por hechos fortuitos ajenos a su voluntad que configuran una
imposibilidad de cumplimiento al menos temporaria, cumplir con sus obligaciones.
La pandemia y las medidas restrictivas dictadas por el gobierno funcionan como eximentes
de responsabilidad en estos supuestos, en tanto guarden una real conexión con la imposibilidad
de cumplir.
Una excepción está dada por la provisión de repuestos extranjeros para productos que se
encuentran dentro del plazo de garantía: en estos casos, entendemos que el proveedor debe
responder más allá de las circunstancias fortuitas que impiden su obtención(133).
El art. 12 de la ley 24.240 impone al proveedor la obligación de proveer repuestos al
adquirente de cosas muebles no consumibles.
Esto coloca al proveedor en la carga de mantener un stock de repuestos disponible o, en su
caso, contar con fabricantes o proveedores de repuestos que estén en condiciones de
proporcionárselos en un plazo razonable.
Si el proveedor opta por no acopiar estos repuestos o carece de una estructura
suficientemente eficaz de aprovisionamiento, no podrá trasladarle estos problemas al
consumidor. Esto, teniendo en cuenta que el proveedor que opta por no acopiar y tener en
disponibilidad los repuestos normalmente prioriza sus propios intereses económicos. Esta
decisión empresarial, perfectamente válida en sí misma (aunque implica tomar riesgos), no
puede oponerse al consumidor si luego no se logra obtener los repuestos en tiempo oportuno.
Cuando se trata de repuestos que no se fabrican en el país, es perfectamente previsible que
ante el requerimiento de repuestos por parte del proveedor local se produzcan demoras en los
envíos o, incluso, dificultades derivadas de las reglas y trámites administrativos a los que se
someten las importaciones.
De allí que, en estos casos, la más elemental diligencia del proveedor pasa por muñirse de
un stock suficiente de repuestos de los que podrá disponer de inmediato a los fines de prestar
el servicio técnico de posventa.
2.2.c. Servicios públicos domiciliarios
Por DNU 311/2020, se prohibieron por 180 días cortes de servicios de energía eléctrica, gas
por redes y agua corriente, telefonía fija o móvil e Internet y TV por cable, por vínculo
radioeléctrico o satelital por falta de pago de hasta tres facturas vencidas desde marzo de 2020,
respecto de ciertos usuarios.
2.2.d. El consumidor sobreendeudado
La tolerancia para los incumplimientos, cumplimientos parciales o tardíos de consumidores
debe ser mayor en el caso de consumidores sobreendeudados como consecuencia de un
mecanismo abusivo de otorgamiento del crédito (art. 10, Cód. Civ. y Com.).
Estos consumidores merecen un tratamiento diferenciado, dada su particular situación(134).
2.2.e. Extensión de plazos de garantía
El curso de los plazos de garantía relativos a cosas muebles no consumibles y servicios (arts.
13 y 24, ley 24.240), a nuestro juicio, queda suspendido mientras el proveedor o el consumidor
se vean impedidos de cumplir o exigir (respectivamente) la garantía.
2.3. Trato digno
Las excepcionales circunstancias que nos tocan vivir no justifican que el proveedor se
abstenga de brindar a los consumidores un trato equitativo, digno y no discriminatorio (art. 8º
bis, ley 24.240 y 1097-1098, Cód. Civ. y Com.).
Los proveedores podrán dictar todas las medidas de seguridad que correspondan (v.gr.,
restricción de ingreso al establecimiento a personas con sintomatología compatible con el
coronavirus, modificaciones de horarios de atención, admisión de una cantidad máxima
simultánea de clientes, etc.) y deberán acatar las que dicten las autoridades, pero siempre
respetando:
— La garantía genérica de condiciones de atención y trato digno y equitativo a los
consumidores y usuarios, que obliga al proveedor a dispensar un trato educado, cortés y
respetuoso a los consumidores.
— La prohibición de colocar a los consumidores en condiciones vergonzantes, vejatorias o
intimidatorias.
Ello exige un particular cuidado y delicadeza incluso en trance de exigir a un consumidor que
se ajuste a las reglas vigentes o de excluirlo del establecimiento por razones de prevención.
—La prohibición de discriminaciones y diferenciaciones de trato entre consumidores
nacionales y extranjeros.
La propagación de una pandemia originada en el extranjero constituye una masa crítica para
el desarrollo de comportamientos xenófobos que no pueden ser tolerados, siendo las medidas
de prevención generales, impersonales y basadas en criterios objetivos definidos con base en
estándares sanitarios, no en función de categorías sospechosas.
Es de destacar que este género de discriminaciones tendría igualmente cabida en el marco
de la ley 23.592 Antidiscriminatoria.
En estos casos, además de las sanciones administrativas y del resarcimiento de daños,
resulta aplicable al proveedor la multa civil del art. 52 bis de la ley.
2.4. Acceso al consumo
Reconocido específicamente por el art. 1094 del Cód. Civ. y Com. y apoyado en fundamentos
constitucionales (art. 42, CN, art. 25 DUDH, art. XI DADDH, art. 11.1 PIDESC), en contexto de
crisis como el que nos ocupa cobra especial trascendencia el derecho de acceso al consumo
sustentable.
Este derecho puede verse recortado: (i) por dificultades económicas de las personas para
adquirir bienes y servicios, derivadas de las medidas de aislamiento forzoso establecidas por la
autoridad; (ii) por inconvenientes en el aprovisionamiento de bienes de primera necesidad (v.
gr., alimentos, medicamentos, indumentaria de bioseguridad, etc.).
Si bien este derecho de los consumidores proyecta sus efectos respecto de sujetos privados,
es el Estado el principal obligado a su protección, correspondiéndole aplicar los instrumentos
que correspondan (fiscales, previsionales, tributarios, reglamentarios) en cada tramo de la crisis
para sostener consumidores en condiciones de adquirir los productos básicos que necesitan y
proveedores en condiciones de proporcionárselos.
1. El tema
Normas superpuestas, en algunos casos coadyuvantes, en otros discordantes y en ciertos
supuestos, contradictorias.
Estándares generales, reglas especiales, intereses en pugna.
Toda aproximación al derecho contractual en busca de respuestas en situaciones como la
que nos ocupa convierte al analista (más allá de su expertise en el manejo de materiales
normativos) en un Teseo contemporáneo, arrojado a un laberinto incomprensible.
Es posible tratar de explorar cada una de sus bifurcaciones y accidentes. Pero en
circunstancias de urgencias como las que nos caben, parece más sensato buscar el hilo de
Ariadna, que ayude a encontrar la salida.
En las líneas que siguen sugeriremos las que, a nuestro juicio, son las piezas claves que
contribuyen a la reconstrucción de los contratos en este marco.
3. Equidad contractual(183)
La decisión judicial tiene por misión esencial determinar el contenido de lo justo concreto, es
decir, aquello que es debido en razón de justicia en el caso particular.
El ordenamiento jurídico se compone de normas que, por su generalidad y abstracción,
resultan insuficientes para contemplar la singularidad irrepetible del obrar concreto. No obstante
ser intrínsecamente justas y equitativas, en determinados casos su aplicación estricta afecta la
justicia del caso o simplemente no la alcanza, y es entonces, cuando dejar de lado sus palabras
y atender a lo que la razón de justicia pide, aparece como el único camino a seguir por el
juzgador para alcanzar su objetivo: la justicia del caso concreto. Ello ocurre en los "casos
difíciles", que no pueden ser resueltos por la aplicación mecánica de una norma a la situación
de hecho.
La herramienta acorde para la rectificación de la ley injusta en el caso concreto: la equidad o
justicia del caso concreto.
Aristóteles(184) conceptualizó a la equidad correctora como aquella que corrige la injusticia que
resulta de la aplicación de la ley al caso concreto, suponiendo una justicia particularizada o
sentencial que, siendo modeladora o reguladora de la justicia legal, la supera. En el mismo
sentido, Cicerón(185) afirmaba que no es corregir o modificar la ley, sino interpretarla de modo
correcto y verdadero de manera que al aplicarla se logre lo justo concreto. Santo
Tomás(186) sostenía que, si de la aplicación de la ley a una situación determinada resulta un
positivo mandato de injusticia, dicha ley resulta inaplicable, no por ser injusta en sí, sino por no
ser la norma jurídica adecuada el caso que debe juzgarse. La equidad, entonces, no es una
interpretación de la ley, sino la moderación de las disposiciones de la ley, en algunos casos
particulares, mediante su conmensuración o armonía con la suprema igualdad de la justicia
natural. La posibilidad de recurrir a la equidad presupone un ordenamiento normativo en un
estado actual de apertura(187), con posibilidad de nuevas normas y con pretensión de
cerramiento(188). Las técnicas de cierre pueden ser de tipo legal (y en tal caso la nueva norma
tendrá carácter general y extensión universal) o judicial (siendo la norma creada individual y
particularizada)(189).
En este proceso de construcción de la decisión individual, se impone la coexistencia del
derecho formal y el equitativo, transitando e informando la equidad por los carriles de la ley en
general, pero desbordándolos cuando resultan insuficientes.
Ello no importa reconocer una equidad emocional y arbitraria(190). La equidad supone
precisamente la actuación de la justicia, que tiende a ajustar las conductas intersubjetivas
determinando mediante pautas objetivas lo suyo de cada uno. Nada hay de arbitrario en la
decisión de equidad, y lo único particular es que la justicia es precisada en concreto por el juez,
y no conminada en abstracto por el legislador (tan humano y falible como aquel).
Aún más: recurriendo a la equidad, los márgenes de subjetividad de los jueces se reducen,
pues ya no cualquier decisión adoptada en el marco general de la norma es aceptable, debiendo
escogerse la opción más acorde con las indicaciones axióticas de la justicia(191).
Tampoco puede concebirse a la equidad como un elemento meramente moral (no jurídico),
por pertenecer al ámbito propio del derecho, estando impregnada de politicidad, al regir
conductas en las relaciones de alteridad.
En la mayor parte de los casos con solo aplicar la letra de la ley (ley estricta) se logra lo justo
(equitativo) para el caso concreto. Aquí no se encuentra ausente la equidad, sino que coinciden
la justicia sentencial con la legal.
Esto equivale a sostener que toda solución justa del caso concreto se funda en la equidad. A
veces la solución de equidad se presenta convergente con la legal, y ambas en paralelo
justifican la decisión. Otras, resultan divergentes, prevaleciendo la solución de equidad.
Esto importa rechazar perspectivas reduccionistas, que conciben a la equidad solo como un
remedio heroico que juega exclusivamente en casos de notoria injusticia legal. En estos casos,
el rol de la equidad es más activo, fundando autónomamente la decisión, pero de allí no puede
inferirse el carácter no equitativo de las decisiones adoptadas en seguimiento de la ley formal.
Según lo dicho anteriormente, la equidad cumple diversas funciones respecto del
ordenamiento jurídico(192): (i) En primer término, juega como parámetro de evaluación axiológica
de la norma, de suerte que si esta aparece contrapuesta a la equidad respecto de un caso
concreto no resulta de aplicación al caso. Se trata de una función correctora(193) dotada de dos
instancias: primero provoca una laguna axiológica, y luego integra el ordenamiento,
estableciendo la solución concreta; (ii) Cuando la ley ofrece distintas alternativas
hermenéuticas, la equidad cumple una función interpretativa, señalando la opción correcta, que
es la que mejor satisface los criterios de justicia(194); (iii) Tanto en el caso de lagunas axiológicas
como en el de lagunas normativas, la equidad cumple una función de integración, llenando la
laguna mediante la solución individual que cabe adoptar. Se trata de una autointegración, por
encontrarse la equidad implícita en el sistema, nutriéndolo desde dentro (195).
En materia contractual, la equidad aparece soterrada, pero impregnando de sentido
instituciones como la lesión subjetiva o la excesiva onerosidad sobreviniente (que se basan en
la equidad, que permite apartarse del efecto vinculante del contrato, si en el caso concreto de
su aplicación deriva una injusticia), facultades judiciales de morigeración responsabilidad civil,
de intereses o cláusulas penales, entre varias. En este último casillero, encontramos una figura
que merece nuestra atención.