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LOS TOROS DE MBARACAYÚ .

Segundo capítulo de Puerto Palmas -Paraguay.


Año 1948
Autor : Gerardo Klomp en sus memorias
Primero capataces con Roberto Lowe en Puerto Palmas. Don Serafín y Don Cola.
Puerto Palmas.

Me encontraba todavía en Palmas (Paraguay).


Habíamos terminado la cosecha (zafra) de ese año. Nos habían comunicado que en
alrededor de 30 días iban a llegar dos barcos para cargar la cosecha del año anterior que
había estado estacionada en los noques (galpones de madera con dobles paredes) para su
maduración. La yerba del secadero absorbe en ese año un 10% de su peso en forma de
humedad. Su valor por consiguiente aumenta también en un 10%.
En los noques contenían unas 1800 toneladas de yerba estacionada.
Habíamos tenido problemas con el camión y no habían llegado todavía los repuestos para
arreglarlo. Esto ocasionaba un problema.
El barranco sobre el Paraná era de alrededor de 80 metros de altura y había un camino en
serpentina para el camión. Las bolsas pesaban cada una 50 Kgs. No me podía imaginar a la
gente cargando 3600 bolsas a hombro hacia los barcos.
Entre todos nos pusimos de acuerdo en construir un tobogán.
También la gente recibió la noticia con entusiasmo. Nunca se había emprendido semejante
tarea.
Había que calcular muy bien la caída. La bolsa tenía que llegar al arenal del remanso con
poca velocidad, desde allí se la cargaría a la bodega a hombro. Decidimos armar el tobogán
en cuatro etapas de unos 20 metros de altura cada una.
Un remanso es como un golfo en la orilla del río. En el remanso el agua no fluye como la
corriente del río sino en forma circulatoria. Los remansos son lugares ideales para pescar la
boga, el pacú, la tatarira, el armado el salmón y en algunos casos la palometa (prima
hermana de la piraña) A veces los cardúmenes de palometas van acompañadas por algunas
ellas. En una oportunidad una piraña me dejó sólo la mitad del pequeño anzuelo de acero
habiéndolo partido en dos. La fuerza de sus quijadas es sorprendente.
Aprendí a pescar la boga, para mí el pescado más suculento de todos. En la canoa, además de
la lineada se lleva una bolsita con granos de maíz. Se lleva la canoa al remanso. La corriente
la lleva sola en su viaje circular. A medida que va avanzando se sueltan granos de maíz. Si
hay bogas van a perseguir el cebo. Después de dos vueltas se tira la lineada con maíz como
carnada. Nunca falla. Las bogas que pesaban menos de 4 kgs se devolvían al río.
Para la construcción del tobogán decidimos emplear únicamente los Bambús gigantes que
crecen en las orillas del Paraná.
Son bambús que llegan a tener 20 metros de altura con un diámetro de 10 a 20 cms en la
parte inferior. Tienen una gran resistencia a la flexión y a la torsión. En la China todavía hoy
se la usa para construir andamios.
No había una ferretería a la vuelta de la esquina para comprar clavos. Se decidió atar todo
con tacuapí (otra variedad de bambú muy finita que crece en el monte y que partida en dos o
más sirve como la mejor soga). Otra ventaja es que una vez envuelta y hecho el nudo, se seca
y al secarse se encoje, uniendo aún con más firmeza las partes.
Teníamos suficientes tablas para armar el cajón por donde se deslizaban las bolsas. Estas
tablas se cepillaron y se lijaron a mano para evitar roturas y desgarramientos. No había
suficientes tablas para hacer deslizar las bolsas de panza. Tuvimos que hacer el cajón más
angosto y deslizarse de costado.
El andamiaje me hacía recordar esas torres construidas por algunas tribus en la Polinesia
que las utilizan para lanzarse atados con una liana atada de los pies.
Es una lástima que no haya podido dejar todo esto impreso pero nunca tuve cámara de
fotos.
El tobogán fue un éxito rotundo. Los barcos llegaron, se los cargó sin percance. No se averió
ni una sola bolsa. Años más tarde me comentaron que se seguía utilizando el tobogán y que
todos los años se guardaban las tablas del cajón para resguardarlas de la intemperie.
Don Roberto, dueño del establecimiento, aterrizó con su Piper para inspeccionar la obra y la
carga.
Quedó muy conforme y nos felicitó. Pensé que nos a invitaría a todos con un asado. Pero eso
no sucedió.
Nos trajo la noticia que había comprado 5 toros de la raza Nelore (una variedad de cebú)
para cruzar con las vacas que regenteaba Don Colá, el encargado del ganado. El Nelore tiene
la particularidad de tener las patas mucho más largas que las otras variedades de Cebú. Esto
evita que se lastimen sus genitales con los yuyos agresivos de la zona. Las heridas y como
consecuencia de las heridas, las gusaneras, se curaban únicamente con creolina. Era un
trabajo duro y peligroso. Hoy se previene con vacunas.
Teníamos que traer los toros de una estancia en las cercanías de un pueblo llamado
Mbaracayú a como dos días de viaje en mula. No tenía mucho que hacer en ese momento. La
zafra había terminado. Además los tres capataces encargados de la tarea me invitaron a
acompañarlos.
Acepté con gusto y nos fuimos todos a lomo de mula acompañados por Diana, una perra
Gran Danés de pelaje negro que no dejaba de ser una sensación por cada lugar que
pasábamos.
El primer día, cabalgando por los pastizales naturales con los típicos tacurús y las palmeritas
yataí vimos perdices pardas, caranchos, urubús y hasta oí el lamento lúgubre del urutaú.
(Llora llora urutaú, en las ramas de yatay, ya no existe el Paraguay, que conocí como tú.
Llora llora urutaú.)
No vi animales grandes salvo un oso hormiguero tratando de escapar. Diana salió detrás de
él. El oso parece bastante torpe y no corre con velocidad. Éste, al notar que Diana la
perseguía se dio vuelta y la encaró sentada, apoyada en la cola con las patas delanteras
abiertas. Esas patas tienen grandes uñas que utilizan para abrir los tacurú. Diana frenó en
seco y le gruñía. Tuvo suerte de obedecer mi orden y no atacar porque el oso la hubiera
abrazado y con sus uñas la hubiera partido en dos.
Don Colá no se sentía bien, se veía que tenía fiebre. Se quejaba de ardor en la espalda a la
altura de la cintura. Al mediodía desmontamos en un montecito para ver que podíamos
hacer para darle alivio.
Don Serafín, hombre con mil experiencias enseguida diagnosticó culebrilla. También se le
llama fiebre de San Antonio. Es provocado por una variedad del virus Herpes que produce
pústulas bajo de la piel. Más que molesto es muy doloroso.
La culebrilla comienza en la espalda a la altura del cinturón y se desplaza por los costados
hacia adelante. La superstición dice que cuando las pústulas se juntan adelante en la zona
del ombligo el paciente muere.
Una vez acostado el paciente y con el fuego preparado para el mate, Don Serafín me dijo
"venga, le voy a mostrar algo". Entramos un tramo en el montecito y me encontré como en
un lugar encantado. Había algunos árboles grandes muy ralos y entre ellos los helechos más
grandes que he visto. Se los llama “helecho macho “. Las plantas adultas tenían más de 3 mts
de altura con troncos de no más de 20 cm de diámetro. Los helechos no producen madera y
sus troncos son muy blandos.
Don Serafín se acercó a uno de ellos, con su machete cortó las hojas que molestaban y luego
cortó el tronco. Éste estaba lleno de una sabia pegajosa. Luego aplanó el corte que había
hecho en el tronco y me mostró un nítido dibujo de un rombo con dos puntas alargadas.
"Si alguna vez se encuentra perdido en esta zona" me dijo "corte un helecho macho. Las
puntas agudas del rombo siempre le mostrarán exactamente el Norte y el Sur. Es una brújula
que no falla."
Volvimos al campamento y Don Serafín aplicó la savia del helecho a las pústulas de Don Colá.
Esto lo hizo cada tantas horas. Los dolores fueron despareciendo durante la noche. A la
mañana siguiente estaba en condiciones para montar.
Llegamos a la estancia indicada y separamos los 5 toros. Bien de madrugada emprendimos
el regreso. Los toros eran bastante chúcaros al principio pero a las pocas horas se
acostumbraron al arreo. Don Bordenave siempre hacía de punta. Se notaba que uno de los
toros tomó el mando y los otros lo seguían. Esto lo noté especialmente cuando debíamos
cruzar algún arroyo.
Tardamos 3 días en volver. Para pasar la noche se elegían lugares con suficiente pasto para
que los animales no se alejaran demasiado y nos turnábamos de a dos para cuidarlos.
Afortunadamente no hubo tormenta ni llovió y llegamos sanos, salvos y secos.

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