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Libro I
Proemio (1-11): El libro inicia con el poeta describiendo brevemente las desgracias del héroe y lo que
tuvo como recompensa, se puede decir que es un pequeño resumen de la obra. En este momento ya se
advierte la presencia de dos planos, el divino y el humano. El primero consta de Juno como oponente y
Venus como ayudante. Por otro lado en el plano humano de va a encontrar Acates (fides acates) como la
mano derecha y la voz de la conciencia de Eneas.
La ira de Juno (11-91): Seguidamente la historia del héroe inicia In medias res con la escena de la
tempestad. Esta se debe al odio de Juno, que convence a Eolo para que deje a los vientos en libertad y
destruyan la flota troyana.
La tempestad (92-123): En este momento, aparece en acción el héroe por primera vez mencionado por su
nombre. Eneas, agobiado por las cargas que se le imponen, declara su deseo de haber muerto heroicamente
en combate bajo los muros de Ilión ante la vista de sus padres. La tempestad, cuya descripción se
interrumpió con la presentación del héroe, cobra ahora importancia, enfurecida en torno a las naves de los
troyanos.
La calma (124-156): Neptuno al escuchar el ruido del mar y los vientos, saca la cabeza por encima de las
olas y contempla el miserable espectáculo que ofrece la flota dispersa. Comprendiendo que todo se debe a la
intervención de Juno, llama a los vientos y los riñe por haber levantado las olas sin su permiso .
El desembarco de los Troyanos (157-222): Pasada la tempestad, los troyanos buscan descanso en las
tierras más próximas, y se dirigen hacia Libia. Encuentran allí un puerto tranquilo y desembarcan. Ya en
tierra, encienden el fuego y preparan el pan. Eneas entre tanto busca inútilmente en el mar con la mirada la
presencia de sus naves. Acto seguido, ve un rebaño de ciervos, los persigue y mata a siete, uno para cada una
de las naves que le quedan. Preparan entre todos un banquete y el héroe tranquiliza a sus gentes, les promete
tranquilidad, grandeza y futuras alegrias. Después hablan acerca de sus amigos perdidos.
La profecía de Júpiter (LI 297-304): Venus se acerca a Júpiter y se queja de los trabajos que Eneas se ve
obligado a soportar debido a Juno. También le recuerda que él le había prometido que de la raza de Eneas
habrían de nacer los romanos. Pregunta si ha cambiado por algo el designio del dios. Como respuesta,
Júpiter le recuerda lo que los hados decretaron y reitera el ofrecimiento previamente hecho, en el cual dice
que finalmente, Rómulo establecerá a los romanos, y que será un imperio fino finiss dedi, que los
descendientes de Troya dominarán a Argos y se suavizarán por ellos los siglos difíciles y se acabarán las
guerras. Los antiguos dioses y Rómulo y Remo impondrán la ley sobre el mundo. Luego envía d a Mercurio
a Cartago para hacer que sus habitantes reciban a Eneas con amistad para que les muestre los dones de la
hospitalidad.
La ayuda de Venus (304-417): Eneas sale al alba a explorar en qué tierras se encuentra. Oculta la flota y
camina acompañado de Acates. En medio del camino, disfrazada de doncella guerrera se encuentra con
Venus (al estar vestida de este modo anuncia la aparición de Dido, que iba vestida con un traje similar. Vale
aclarar que Venus es madre biológica de Eneas y que en este momento se encuentra metamorfoseada). Ella
le pregunta si había visto a sus hermanas, a lo que Eneas responde que no y le pregunta acerca del país
donde se encuentra. Venus los explica que ha llegado a Libia, y que está viendo el reino púnico y la ciudad
de Agenor. Le explica que Dido huyendo de Tiro, ha llegado a gobernar el lugar. Siqueo, con quien ella se
había casado virgen (más adelante construye su figura de univira), fue asesinado por Pigmalión, hermano de
Dido. Pasado un tiempo, el fantasma del muerto se apareció a su esposa y le aconsejó que dejara su patria,
revelándole el crimen de Pigmalión y donde se hallaban las riquezas, para que tuviera con qué hacer frente a
las necesidades del camino. Dido junto con enemigos de su hermano, roba una flota y empieza su viaje.
Llegan a Libia y compra una porción de terreno que debía cercarse con la piel de un toro.
Acabada de narrar la historia de Dido, Venus pregunta a Eneas y Acates quiénes son, de dónde vienen y a
dónde se dirigen. Eneas contesta quien es, que lleva consigo los penates de Troya vencida, y a que una fue
depositada allí por una tempestad. Le dice que pobre y desconocido, expulsado de todas partes, vaga por los
desiertos. Venus al no soportar más las quejas de su hijo le interrumpe y lo consuela diciéndole que sus
compañeros están a salvo y entrando al puerto, ella le atribule estos conocimientos s la ciencia de los
agüeros. Al acabar, Venus se da la vuelta y por la luz, el aroma y el andar, Eneas la reconoce. Luego se
dirigen entonces hacia las murallas de Cartago cubiertos por la densa niebla que la diosa les brindó.
Cartago y Dido (418-519): En medio de la niebla Eneas y su compañero contemplan desde una colina los
trabajos de la edificación de la ciudad. Llegan al lugar en que se levanta un nuevo templo a Juno, en las
puertas se ven reproducidas algunas escenas de la guerra de Troya, ya sea en el campo de batalla, en la
muralla, en el templo, muertos. Eneas se sorprende por lo rápido que la fama de Troya vulgata per urbem
(esto representa un ecphrasis retórica y un digressio). Dido aparece en el poema rodeada por una corte de
jóvenes, llega al templo y se sienta en un trono. Desde allí imparte derechos y leyes, y distribuye entre los
hombres el trabajo (se ve como gobierna y el poder que tiene como reina). En medio de tal escena entran
varios caudillos teucros.
La embajada Troyana y la bienvenida de Dido (LI 520-578): Habla Ilioneo con Dido, y le explica que
mientras iban hacia Italia una tempestad los sorprendió y los condujo a las proximidades de Libia, por lo
tanto no abrigan intenciones guerreras, sino que, buscan hospitalidad y licencia para reparar las naves y
poder partir.
El héroe ante la reina Dido (LI 579-656): La reina acepta, le ofrece hospitalidad y enviarlos a salvo a
Italia. Animados Eneas y Acates por la actitud de la reina, y reconociendo que lo que Venus había dicho con
respecto a los compañeros y las naves era verdad, desean poder ser de nuevo vistos y la nube que los cubría
se disipa. Habla con Dido y esta última conduce luego a Eneas al palacio real, dispone sacrificios a los
dioses y envía comida a los troyanos que habían quedado en la costa, junto a sus naves. En seguida, hace
que se prepare un banquete, para honrar a los huéspedes recién admitidos. Por su parte, Eneas, manda a
Acates que le cuente lo sucedido a Ascanio y que traiga a la reina regalos escogidos entre los tesoros de
Troya.
El ardid de Venus y el amor de la reina (657-723): Venus no se siente segura con Eneas en Cartago
(ciudad de Juno). Por lo tanto planea que Cupido ocupe el lugar de Ascanio para que haga que la Dido entre
en un furor amoris por Eneas (Cupido actúa sobre sentimiento ya existentes, aunque sean mínimos) y no
piense traicionarlos. Venus infunde el sueño en el verdadero Ascanio, y lo lleva con ella a los bosques de
Idalia.
Reunidos Iulo la atención de todos, principalmente de Dido, se dirige hacia ella y revive el amor en su
corazón. Durante el banquete, Dido hace la libación del vino y acude un aedo. Por fin la reina, cada vez más
víctima del furor amoris, pide a Eneas que narre sus hazañas desde el principio.
Presencia de lo divino:
Sueño: pensar dormido Prodigio: fuera del orden natural
Aparición divina Profesáis
Imago: fantasma (no se recuerda todo)
Libro X:
La asamblea de los dioses (1-117): Júpiter un consejo y pregunta la causa la cual luchan hoy los dioses.
Llegará el tiempo propio de hacerlo, cuando Cartago lance, a través de los Alpes, sus fuerzas contra Roma.
Ahora es más conveniente realizar un pacto justo. Venus se queja de la desgracia que persigue a los teucros,
ya que Turno combate y mata dentro del campamento, mientras Eneas está ausente. Dice que Eneas buscó a
Italia por voluntad de Júpiter; ¿por qué consentir que alguien quiera cambiar los hados? Y le recuerda las
naves quemadas en Sicilia, los vientos sacados de Eolia, a Iris cambiando los hechos y a Alecto que revolvió
las urbes de Italia. Pide es que se le permita salvar a Ascanio de la muerte. Juno, a su vez dice que nadie
forzó a Eneas a hacer la guerra y Turno tiene derecho de defender su patria, mientras los troyanos son
pretenden de las mujeres latinas. Si Venus puede salvar a Eneas, es justo que Juno ayude a los rútulos. En
último término, la causante de la guerra de Troya fue Venus, que propició el rapto de Helena. Júpiter toma la
palabra y dejará a su suerte a rútulos y troyanos. Entre tanto, los rútulos atacan a los troyanos que, sitiados,
pierden las esperanzas.
Palante (362-368): Turno llega y asalta al recién desembarcado Eneas quien da muerte e mucho itálicos.
Al ver estas hazañas, los árcades (reinados por Evandro) vuelven a la batalla. El hijo de Evandro, con una
lanza apuntada a Ilo, traspasa a Reteo. Y como el incendio suscitado por el pastor crece en la hierba seca, así
se despierta el valor de los árcades y los lleva a ayudar a Palante le ruega al padre Tíber que guíe su dardo,
y, atendido su ruego por el dios, hiere en el pecho a Haleso, mientras éste protegía con su escudo a Himaón.
Combaten todos con fuerzas y jefes iguales. Juturna aconseja a su hermano Turno que supla a Lauso en el
combate. Obedece Turno, y pide a sus hombres que le permitan combatir contra Palante quien antes de
arrojar su lanza, pide a Hércules que le otorgue quitar la vida a Turno. Lo oye Hércules y llora, porque nada
puede hacer por él. Palante arroja la lanza y logra rozar el cuerpo de Turno quien dispara la suya atravesando
el escudo, la coraza y el pecho de aquél haciéndolo morir. Se gloría Turno de su hazaña aunque más tarde
habría dado cualquier cosa por no haber cometido ese despojo. Los árcades se llevan el cuerpo de Palante,
muerto en su primer día de guerra. Un mensajero le cuenta a Eneas lo sucedido y el peligro que corren los
suyos. Eneas busca a Turno; entra al combate con todas sus fuerzas, dolido por la muerte de Palante y la
amistad de Evandro. Toma prisioneros a ocho jóvenes para inmolarlos en la pira en que arderá su joven
compañero.
Lauso (689-908): Mezencio entra en combate. Los tirrenos atacan y nada pueden contra él, que da muerte
a Hebro, Lago y Palmo, cuyas armas entrega a Lauso. Entonces nadie se atreve ya a ir a luchar de cerca con
él, que se precipita sobre los enemigos atemorizados. Los dioses lamentan tantas vidas inútilmente perdidas.
Al ver a Mezencio, Eneas se prepara a ir a su encuentro. Ataca Eneas y su lanza traspasar el escudo
metiéndose ingle del adversario, luego agarra la estada. Lauso quien presencia la escena, se duele por la
suerte de su padre y se interpone entre éste y la espada. Los latinos protegen la retirada de Mezencio
acometiendo al troyano con armas arrojadizas, y Lauso, engañado por su piedad filial, trata de combatirlo
cuerpo a cuerpo y es fácilmente vencido. El piadoso Eneas, para hacer un regalo al joven que acaba de
matar, dispone que conserve sus armas y que su cadáver sea entregado a los suyos. Mientras Mezencio
lavaba sus heridas le llevan el cuerpo de su hijo. El etrusco se duele de no haber muerto en su lugar. Se
levanta y pide su caballo de guerra, sobre el cual marchará a combatir contra Eneas. Lo llama tres veces y
este va hacia él. Comienza la lucha. Mezencio arroja lanzas que el heroe detiene con el escudo. Viendo
Eneas que le era desventajoso luchar a pie con un enemigo ecuestre, mata al corcel, el cual cae encima del
jinete. Eneas corre con la espada desenvainada, Mezencio dice que no hay vergüenza en morir y pide que su
cuerpo sea sepultado con el de su hijo.