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Por otro parte, el hombre, también, posee un interés por comunicar la verdad,
pues el bien, y, por tanto, la verdad, metafísicamente hablando, tiende por naturaleza a
ser expansivo, a ser comunicable. Fue Pseudo Dionisio quien aseguró: bonum est
diffusivum sui, lo bueno de suyo es difusivo. Esto manifiesta un carácter intersubjetivo
de la verdad, puesto que ella es manifestada a otro de su misma condición. Ante esta
realidad, surge la pregunta: ¿Existe algún tipo de verdad que no pueda ser comunicada?
Frente a tal pregunta se debe recordar que todo ente es inteligible, por lo tanto, toda la
realidad es cognoscible. Si esto es así significa que sí se puede comunicarla, pues puede
ser captada por el intelecto; y así como es captada puede ser dada a otro. Llegado a este
punto, es importante señalar que la verdad al ser transmitida no sólo se sirve del
lenguaje o de la pluma, también se puede usar otros medios. Las verdades éticas, por
ejemplo, pueden ser transmitidas a través de la vida misma, con aquellos
comportamientos buenos y dignos de imitar.
En resumen, para hablar del interés por la verdad se debe examinar cada término
por separado. El interés es una inclinación propia de los seres racionales, pues necesita
de las facultades intelectivas. La verdad puede ser vista desde tres perspectivas
diferentes, desde la metafísica, desde la lógica y desde la moral. Por otro lado, el interés
por la verdad es una inclinación innata en el hombre y ello se manifiesta en la aversión
del hombre hacia lo erróneo. Asimismo, el hombre posee, también, un interés por
comunicar la verdad, puesto que aquello que es bueno, y por tanto verdadero, es
difusivo.
[1] MILLÁN-PUELLES A., El interés por la verdad, Madrid, Rialp, 1997, pág. 24.
[2] MILLÁN-PUELLES A., El interés por la verdad, Madrid, Rialp, 1997, pág.72.