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SEMINARIO MAYOR SANTO TORIBIO DE MOGROVEJO

INTEGRACIÓN DEL ACTO SEXUAL EN EL AMOR


CONYUGAL SEGÚN KAROL WOJTYLA EN SU
LIBRO AMOR Y RESPONSABILIDAD

Trabajo para el Curso de Metodología de la investigación filosófica

Profesor: Dr. Francisco Reluz Barturen

Estudiante: Emmanuel Martínez Sáenz

Chiclayo - 2019
A los jóvenes de nuestra
sociedad contemporánea.

2
Contenido
Introducción................................................................................................................................4
Capítulo I: Una visión personalista del amor..............................................................................5
1.1. El amor de donación............................................................................................................5

1.2. La reciprocidad del amor....................................................................................................6

1.3. El amor unitivo.....................................................................................................................7

Capítulo II: La sexualidad integrada al amor personalista..........................................................9


2.1. El acto sexual como manifestación de amor.....................................................................9

2.2. Crítica a la visión utilitarista y hedonista del acto sexual..............................................10

2.3. Fines del acto sexual..........................................................................................................12

2.4. La castidad..........................................................................................................................13

Capítulo III: El matrimonio......................................................................................................16


3.1. Matrimonio, el ámbito predilecto para la intimidad conyugal......................................16

3.2. Procreación, amor que se prolonga..................................................................................17

3.3. La fidelidad en el amor esponsalicio...............................................................................18

Conclusión................................................................................................................................20
Referencias................................................................................................................................22

3
Introducción
Actualmente en la sociedad existe una exaltación del sexo como el mayor de los placeres, del
cual se debe disfrutar. El amor en las relaciones sexuales ya no importa, lo único importante
es unirse para lograr un goce sexual. La unión sexual ya no es algo sagrado, cargado de
sentido, sino que es algo, por lo cual se consigue la máxima voluptuosidad sexual. En un acto
sexual así, el otro u otra pierde su valor como persona para reducirse a objeto de placer. La
persona con este desenfreno sexual y trivialización del acto conyugal se ha puesto al servicio
del placer, al servicio de lo deleitable, negándose la capacidad de trascender lo superficial.
Ello es consecuencia de ideologías que propugnan una sexualidad sin restricciones, una
sexualidad “libre”, pero lo único que han logrado es el resquebrajamiento no solo del acto
sexual mismo, sino también de la persona.

Por eso, en este texto se hará una rehabilitación de la sexualidad, pues una rehabilitación
consiste en el restablecimiento de algo o alguien a su estado originario, eso es lo que se hará
con el acto sexual, devolverle su sentido original. Aquí no se la verá como un medio para
algo, de lo contrario, se estaría atentando contra el inmenso valor de la persona, sino se la
integrará al amor de recíproca donación de los esposos. Solo así se salvaguardará la valía de la
persona en una relación sexual. He ahí la importancia del tema a tratar, ya que nos quitará la
venda de los ojos haciéndonos ver dos cosas: el verdadero sentido de la intimidad conyugal y
el verdadero fin de la misma.

Para ello, el punto de apoyo de esta investigación monográfica será el fenomenólogo Karol
Wojtyla. La selección de este autor se debe al carácter de su filosofía personalista en su
análisis de la sexualidad, un análisis que en todo momento busca defender y guardar el valor
de la persona. Además, la moral sexual del filósofo polaco apela a un principio kantiano, por
el cual la persona no puede ser instrumentalizada, sino vista siempre como un fin. De esta
manera, adquiere una base sólida para sus reflexiones.

Por otro lado, si se quiere dar una visión integra de la sexualidad, primero se debe dejar en
claro cuál es la auténtica naturaleza del amor, porque sin eso no se va a poder entender el
verdadero significado de la relación sexual. Si se comprendiera la esencia del amor, no se
caería en una instrumentalización de la persona y tampoco en una exaltación inmoderada del
sexo. Es más, la situación actual en la que se encuentra la sexualidad es por la poca
concordancia que existe entre sexualidad y amor. Por eso, la falta de desarrollo de este tema
generaría, en esta investigación, una explicación incompleta sobre el acto sexual, ya que
necesariamente debe estar integrada al amor.

Debido a esto, el primer capítulo de esta monografía se desarrollará una visión personalista
del amor, una visión que no minusvalora a la persona. En el segundo capítulo, recién
estaremos capacitados para hablar del acto sexual, ya que se la examinará desde el amor

4
personalista. En el tercer y último capítulo se expondrá la importancia de que una relación
sexual sea solamente realizada dentro de la institución del matrimonio.

5
Capítulo I: Una visión personalista del amor
El amor es una palabra muy usada desde distintas perspectivas, ya sea por poetas, músicos,
psicólogos, filósofos, científicos, etc. Esto lamentablemente ha producido concepciones
erróneas del amor, haciéndola ver como un mero sentimiento o pasión, o como un medio para
satisfacer un placer, como en el caso de los hedonistas. De esta manera se ha ido formando
una idea de amor alejada de lo que verdaderamente es. Por esto en este capítulo se ofrecerá
una mirada del amor teniendo en cuenta el valor de la persona y, también se tendrá en cuenta,
a los dos sujetos del amor: el amado y el amante.

1.1. El amor de donación

Todo ser humano se siente siempre inclinado a amar ya sea a alguien o a algo. Con respecto al
amor hacia algo, cabe decir que es siempre insatisfactorio porque nunca llenará las ansias de
la correspondencia del amor. En cambio, el amor dirigido hacia alguien es más noble porque
un “alguien” si es capaz de corresponder al amor. Pero, la cuestión es ¿Cómo se debe amar
correctamente a una persona? La pregunta obliga a responder mirando la integridad de la
persona, a responder mirándola en su totalidad y no parcialmente. Por ello, se debe argüir que
el modo correcto de amar a una persona es haciéndolo con desinterés, buscando sólo el bien
de esa persona en cuanto persona.

Amar, entonces, es olvidarse de uno mismo y comprometerse a buscar la felicidad de la


amada o el amado. La voluntad y la libertad, cuando se ama de verdad, se ven comprometidas
en la búsqueda del bien del amante. No deja con los brazos cruzados al sujeto, al contrario, lo
hace entrar en una dinamicidad tan intensa que hasta se olvida de sí para donarse totalmente al
otro buscando su bien, su felicidad. Por tanto, el amor “(…) tiene una orientación objetiva
hacia la persona y hacia su bien y (…) tiene una orientación altruista hacia el otro ser
humano.”1 En consecuencia, La indiferencia no está permitida en el amor, pues lo único que
conseguiría es truncarlo y producir en la persona la búsqueda solo de sí mismo y no del bien
del otro.

En este sentido, el amor no debe ser una respuesta a la impresión causada por la belleza
corporal de una mujer o un hombre, no debe ser una respuesta al buen trato por parte de
alguien. En otras palabras, el amor no debe ser una respuesta condicionada porque cuando se
pierda el condicional el amor decaerá y se perderá; incluso se puede convertir en el
antagonismo del amor, en odio. “El amor es (…) personal. No se dirige a una cosa, a unas
cualidades o propiedades de un sujeto, sino al ser mismo del sujeto (…). Amamos las
cualidades del otro, pero pasando por su persona.” 2Si el amor no es dirigido a la totalidad de
la persona, no se puede decir que hay un verdadero amor, sino sólo un amor bajo condición, el
cual se busca a sí mismo olvidándose del bien de la otra persona.

1
WOJTYLA, K., Amor y responsabilidad, Madrid, Razón y fe, 1978, p. 172.
2
CRUZ, J., Metafísica de la familia, Navarra, Eunsa, 2010, p. 26.
6
El amor que no mira a la totalidad de la persona, no busca su bien y no se entrega a ella como
don es un amor posesivo, el cual solo la mira con interés viendo en ella un “bien para mí”. Un
amor así deteriora la imagen de cómo debe ser una persona, pues hiere su dignidad
reduciéndola a un mero medio, por el cual “consigo mi felicidad”. Esto no es más que un
egoísmo que oculta la verdadera capacidad del sujeto para salir de sí mismo y entregarse
como un don. Con ese salir no se destruye ni se desvaloriza al ser humano, al contrario, se le
enriquece, puesto que evidencia el gran dominio y posesión de la persona sobre sí misma ya
que nadie puede dar algo que no posee anteriormente. Como corolario se deduce que solo es
capaz de amar de verdad quien es dueño de sí mismo, quien se posee plenamente.

Contrario al amor posesivo es el amor de donación, pues el último es una entrega al otro;
mientras en el primero hay un enclaustramiento de la persona que busca solo su bien. Por lo
tanto, el amor de donación es el que da respuesta a nuestra pregunta inicial, pues solo este tipo
de amor constituye la actitud apropiada frente al verdadero amor que merece una persona. “El
amor es verdadero cuando realiza su esencia; es decir, se dirige a un bien auténtico y de
manera conforme a la naturaleza de ese bien.”3 Solo el amor de donación es el que cumple
dicho parámetro.

1.1.2. La reciprocidad del amor

El amor de donación es la forma más adecuada para amar a una persona, a pesar de ello, no es
plenamente gozoso si no es correspondido. La falta de correspondencia genera una
insatisfacción por parte del amante, pues de la misma manera que ama espera ser amado, de lo
contrario se produce en él una desilusión. Por eso, el amor se transforma en dichoso cuando
existe reciprocidad de amor en el amado y en el amante; en cambio, si no existe tal
reciprocidad el amante quedará con una desazón y un desconsuelo.

El amor recíproco si quiere llegar a la cumbre de un amor sincero, debe presuponer al amor de
donación. Debido a que, así como sabe abrir sus brazos y recibir a su amado u amada como
un don, de la misma manera, se entregará a él o ella como don, como un regalo que busca su
felicidad y su bien. “El amor por su naturaleza es recíproco: aquel que sabe aceptar, sabe
igualmente dar.”4 Si no fuese así se caería en un egoísmo incapaz de donarse, de entregarse,
pues su ensimismamiento no le permite ver el gran valor de la otra persona.

Por tanto, para que pueda existir un amor recíproco de haber una gran apertura hacia quien
amo, pero si no la hay y la persona se encierra en sí misma, no levanta la mirada hacia el otro
u otra, no habrá nunca un amor correspondido, al menos no plenamente. Una respuesta al
amor es necesaria para que el amor crezca y de fruto. “(…) sólo alcanzo a la persona amada,
sólo encuentro con ella en un “aquí” común, cuando ella responde a mi amor, cuando
también ella dirige hacia mí su rostro espiritual y se apresura hacia mí.”5

3
WOJTYLA, K., Amor y responsabilidad, p. 87.
4
Ibíd., p.140.
5
HILDEBRAND, V., Esencia del amor, Navarra, Eunsa, 1998, p. 171.
7
Sin una respuesta al amor, éste se marchita, ya que el ser humano, así como ama necesita ser
amado, es una exigencia natural. Sin una correspondencia el amor se estancará y poco a poco
se acabará ya que, si en el camino del amor no avanzas, entonces retrocedes. La reciprocidad
es como si fuese el alimento del amor, sin ese alimento el amor no puede crecer y llegará un
día en que muera por inanición. En cambio, un amor correspondido vitaliza a ambas personas,
las hacen entrar en dinamicidad.

Asimismo, la falta de correlación en el amor afecta a toda la persona y genera en ella un vacío
incapaz de llenarse, a menos que sea por amor. Por ello, la falta de correspondencia hace
poner sobre la vida del hombre una carga insoportable, pues el hombre no puede vivir sin
amor. “Un amor no correspondido es una fuente de infelicidad.” 6 He ahí la importancia de un
amor recíproco, pues con él mi amor entregado adquiere un sentido y llena mi existencia.

1.1.3. El amor unitivo

Primero se debe aclarar que al hablar de unión no se está haciendo referencia a fusión, pues
son conceptos totalmente distintos. La fusión manifiesta la “unión” de dos entes para formar
uno sólo, perdiendo así cada uno su identidad y su individualidad, por ejemplo, la fusión de
dos metales que se funden para formar uno solo. La unión, en cambio, se refiere al encuentro
entre un “yo” y un “tú”, los cuales no pierden en ese encuentro para nada su identidad, ni su
individualidad, además, a diferencia de la fusión, las personas tienen consciencia de la unión,
no pasa inadvertido para ellos. En consecuencia, la unión está por encima, por mucho, de la
fusión.

Por otro lado, el amor unitivo presupone el amor recíproco, puesto que la indiferencia de uno
hará imposible la unión de la pareja. Por más que el amor de uno sea sincero y entregado no
logrará tener cabida la unión si el otro no le corresponde a su amor. El amor unitivo tiene sus
bases en el amor recíproco, es él quien lo fundamenta y lo solidifica. En otras palabras, sin
amor recíproco no existe amor unitivo. “Si la unión no es anhelada de igual modo por
ambos; si no es para los dos una fuente de gozo, no existe amor recíproco ni puede tener
lugar la unión.”7 No puede haber unión unilateral, necesariamente debe ser bilateral, de lo
contrario, solo existirá deseo de unión, más no una verdadera unión del amado y del amante.

El amor unitivo, como hemos visto, supone siempre una relación bilateral, pues él tiende a
unir, a ligar, a vincular a dos personas. Sin embargo, dicha unión no será perfecta si es que
ambas personas no buscan el bien del otro, ya que si no lo hacen se formaría en ellos una
actitud individualista que imposibilitaría la plena unión de personas, además, tampoco
permitiría amar cabalmente. Sin un amor de donación, sin un amor capaz de darse, de
entregarse por el otro no habrá verdadera unión, sino sólo habrá un vínculo superficial fácil de
romper. Por lo tanto, la donación es condición de posibilidad para una plena unión del amado
y del amante, sin ese prerrequisito la unión será poco consistente y débil.

6
Ibíd., p. 280.
7
Ibíd., p. 175.
8
Si la unión tiene las dos características mencionadas anteriormente, reciprocidad y capacidad
de donación, será plenamente gozosa para ambos sujetos, se convertirá en una fuente de
felicidad para ambos. “La propia felicidad y la felicidad del amado están indisolublemente
entrelazados en la unión.”8Ante esto, hay dejar claro que la felicidad no es el fin del amor,
sino es la consecuencia. Además, si fuera el fin, se estaría considerando a la otra persona
como un medio para conseguir algo y ello es inadmisible en el verdadero amor. Asimismo, se
estaría cayendo en un amor posesivo, el cual es totalmente contrario al amor de donación.

8
Ibíd., p. 175.
9
Capítulo II: El acto sexual integrado al amor personalista
Una vez analizado el amor de donación, de reciprocidad y de unidad, estamos aptos para
adentrarnos en la reflexión sobre el acto sexual desde la óptica de un amor que no pierda de
vista el valor de la persona, sino la acoja y la guarde como a la niña de sus ojos. Con un
panorama como éste se impedirá minusvalorar a la persona y mucho menos utilizarla como
medio para algún fin.

2.1. El acto sexual como manifestación de amor

La esencia del amor de donación, como quedó evidenciado anteriormente, es la entrega de


amor por parte del amado o amada en busca del bien de a quien ama. Una de las formas de
expresar dicha entrega es la relación sexual, siempre y cuando, sea dentro de un ámbito
adecuado como lo es el matrimonio (de esto se hablará con más detenimiento en el capítulo
tercero). Por eso, se debe aclarar que el acto sexual no puede ser vista sólo como una forma de
satisfacer un placer, o como un objeto de fruición, pues “Ni el placer solo, ni la
voluptuosidad sexual son un bien que une y liga las personas.” 9 Debe ser observada como
una entrega de amor, en donde la persona se da por entero al otro u otra, con todo su cuerpo y
alma. Solo de esta manera la relación sexual será un bien que una a ambas personas.

La relación sexual, además, es una entrega mutua, un don recíproco, donde uno entrega su
cuerpo por amor y el otro es capaz de corresponderlo con un amor semejante. Por lo tanto, la
relación sexual no puede ser reducida a choque de cuerpos, donde se adquiere solo un disfrute
sexual. En el acto sexual no hay que ver un placer sexual mutuo, en el cual uno da su cuerpo
al otro con el fin de lograr un goce sexual, sino hay que verlo como un don reciproco y una
pertenencia recíproca de persona.10 Por esto, la prostitución no puede ser aceptada, ya que no
existe en ella un don recíproco, él único fin, por un lado, es el goce sexual y, por el otro, la
consecución de dinero.

Para lograr que en una relación sexual haya recíproca donación, se debe hacer el mayor
esfuerzo para orientar la tendencia sexual, a través de la voluntad, hacia el valor de la otra
persona y no solo a su cuerpo, de lo contrario, generaría impudicia. Cabe agregar, también,
que “El impudor nace en la voluntad que hace suya la reacción de la sensualidad y reduce a
la otra persona a causa de su cuerpo y de su sexo al objeto del placer.” 11 De esta manera, el
amor se convierte en erotismo, dejándose llevar por la primera inclinación de la tendencia
sexual, la cual tiene como base la satisfacción del deseo sexual.

(…) tendencia sexual no se reduce a simple impulso que sucede en el cuerpo o a una
realidad biológica que necesita satisfacerse al margen de otros valores sexuales. La
tendencia sexual (…) es una inclinación del ser humano, que responde a una
9
WOJTYLA, K., Amor y responsabilidad, p. 92.
10
Cfr. Ibíd., p. 137.
11
Ibíd., p. 212.
10
inclinación natural y que necesita ser orientada por la voluntad hacia el
perfeccionamiento de la persona y el desarrollo de sus propios fines.12

Por otro lado, la relación sexual es un lenguaje corporal que manifiesta un encuentro
interpersonal, marcado por una mutua donación. Debido a ello, el coito sexual es la expresión
máxima del lenguaje corporal y es, también, el lenguaje más noble (si está bien orientada)
para expresar el mutuo amor del amado y del amante. “Se trata (…) de la unión entre dos
seres en la que el cuerpo se hace lenguajes de amor a través de todos sus gestos: la mirada,
el beso el abrazo, las caricias, la íntima unión sexual.” 13Así, el acto sexual adquiere un
sentido dialógico para el provecho del encuentro personal íntimo y amoroso de los amantes.

21.2. Crítica a la visión utilitarista y hedonista del acto sexual

Antes de comenzar con la crítica es necesario saber que se entiende por utilitarismo y
hedonismo. Una definición del utilitarismo es la siguiente: aquella tendencia a colocar lo útil
por encima de cualquier otra consideración. El utilitarismo ensalza la utilidad de la acción. En
el aspecto moral, el utilitarismo considera útil aquello capaz de dar un placer y evitar un dolor
o pena. El hedonismo, por su parte, postula lo mismo que el utilitarismo moral. Esa es su
máxima norma moral: conseguir el placer en cuanto placer, para así lograr la felicidad. El
placer, tanto para el utilitarismo como para el hedonismo, se convierte en el mayor de los
bienes, al cual debe estar dirigido el hombre.

Aunque este principio moral pueda presentarse como razonable está totalmente errado porque
el placer por naturaleza no es algo esencial de algún acto humano, al contrario, es secundario,
complementario y accidental a la acción de la persona. No es más que un acompañante de la
acción. El placer “por su misma esencia, no pasa de ser algo marginal, accesorio, que puede
presentarse en el curso y con ocasión de la acción.” 14 Además, la experiencia nos manifiesta
que las personas no actúan siempre en busca de placer, sino también actúan a sabiendas de
que tal actuación les va a causar sufrimiento. Por lo tanto, el placer no es siempre el fin
buscado por el hombre.

Si se traslada la concepción utilitarista y hedonista de la moral al tema central del presente


capítulo, es lógico que el acto sexual será visto netamente como un medio, por el cual consigo
el máximo goce sexual. Ante esto, se debe recordar a Immanuel Kant, quien postula, con
mucha sensatez, un principio o imperativo moral, en su libro “fundamentación de la
metafísica de las costumbres”: “Obra de tal modo que trates a la humanidad, tanto en tu
persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin y nunca solamente como un
medio.” En consecuencia, el ser humano debe ser considerado siempre como un fin en sí
mismo, pues no se puede poner a la persona al nivel de un medio, ya que eso sería un ataque
contundente a su dignidad, por tanto, se la debe poner al nivel de un fin para poder

12
REIG, J. y otros, La comunidad de vida y amor, Valencia, EDICEP, 1994, Pag 168.
13
Ibíd., p. 173.
14
WOJTYLA, K., Amor y responsabilidad, p. 32.
11
salvaguardar su valor como persona. “Nadie tiene derecho a servirse de una persona, de usar
de ella como un medio, ni si quiera Dios su creador.”15

Por todo lo dicho surge una pregunta: para evitar que la persona sea objeto de un goce sexual
¿Cuál debe ser el fin del acto sexual? Son dos: La procreación y la intención unitiva. Pero de
esto se hablará de forma más amplia en el siguiente apartado, por lo que aquí solo se
mencionará.

Por otra parte, el amor es lo más opuesto a la actitud utilitarista y hedonista, debido a que el
amor busca donarse, busca el bien del otro; mientras que la actitud hedonista y utilitarista
busca la satisfacción personal por medio de un placer, tal actitud se configura, por tanto, en un
amor de posesión. “El amor como la única antítesis de la de la utilización de la persona en
cuanto medio o instrumento de nuestra propia acción (…).” De la misma forma, si una
relación sexual no está constituida por un amor de recíproca donación, sino por una
instrumentalización está destinado al fracaso y a la ruina.

Además, un acto sexual que no esté fundamentado en una recíproca donación, sino en una
utilización del otro u otra tampoco habrá unidad entre el amado y el amante, no existirá un
amor unitivo. Puesto que el único lazo unitivo es el placer y una vez acabado se perderá el
lazo de unidad y el amor se desvanecerá. “Si en el origen (…) no hay más que placer o el
provecho, la mujer y el hombre no estarán unidos más tiempo que mientras serán, el uno
para el otro, la fuente de tal placer o provecho. Apenas dejaran de serlo, la razón de su amor
desaparecerá.”16 Por ello, lo que mueva a un hombre y a una mujer a mantener una relación
sexual no puede ser el mero disfrute sexual, sino un verdadero amor recíproco.

Asimismo, la unión de una mujer y un hombre mediante el sexo con un amor de recíproca
donación, evidencia la gran auto posesión y el gran autodominio por parte de ambos, porque
han logrado que su voluntad no tienda a esa primera inclinación del ser humano, la
voluptuosidad sexual, sino han ido más allá, han logrado que su voluntad tienda a la unidad.
Se podría afirmar que se está ante un amor puro, pero sobre todo verdaderamente libre, pues
no se ha dejado derrotar por el mero goce sexual, no se ha convertido en un esclavo suyo. En
cambio, “El amor fracasa cuando no es libre, cuando, por ejemplo, se deja vencer por el
sexo.”17 Un amor que se ha dejado llevar por el placer es un amor encadenado, no libre.

Todo esto, no quiere decir que el placer sexual en las relaciones sexuales sea malo, no es un
mal en sí mismo. Lo que se intenta decir es que no se puede reducir una relación a solo placer
sexual, sino debe ser vista como una donación recíproca de personas. “(…) No se trata en
absoluto de borrar o dejar de lado los valores sexuales ante los cuales reaccionan los
sentidos y la afectividad. Se trata simplemente de ligarlos estrechamente con el valor de la
persona, puesto que el amor no se dirige solo al cuerpo (…), sino precisamente a la

15
Ibíd., p. 21.
16
Ibíd., p. 92.
17
CRUZ, J., Metafísica de la familia, p. 27.
12
persona.”18 Entonces, el mal moral no se encuentra dentro del placer sexual, sino en la
orientación del sujeto al sólo el placer.

.3. Fines del acto sexual

Para complementar la crítica a la visión utilitarista y hedonista del acto sexual se desarrollará,
en este apartado, los fines del acto sexual, para así poner de manifiesto una vez más que las
personas en una relación sexual no pueden ser un medio, sino solamente fin. Como se había
mencionado anteriormente los fines del acto sexual son dos: La procreación y la intención
unitiva del acto conyugal. El primer fin a exponer será la procreación y el segundo será la
intención unitiva.

Respecto a la procreación, la misma naturaleza de la vitalidad sexual expresa el fin


procreativo del acto sexual, pues de la unión íntima del hombre y la mujer es natural suponer
la posibilidad de que en dicha unión traiga como consecuencia una nueva vida. “(…) Estas
vitalidades están por naturaleza orientadas hacia la procreación, y el sexo opuesto sirve
para este fin. Semejante actitud no es utilitaria: la naturaleza no tiene por fin el mero
placer.”19 Si se contradice lo dado por la naturaleza; es decir, si se rechaza de forma definitiva
la posibilidad de traer una nueva vida mediante el acto sexual, se estará cayendo en
hedonismo utilitario, buscando solo el placer y nada más. Esto es totalmente contrario al
amor.

En el acto sexual cerrar la puerta a la posibilidad de un hijo equivale a perder de vista el


verdadero sentido de la unión carnal, a perder toda su significación. Una vez perdido el norte
del acto conyugal, se desvirtúa y adultera. “Si el acto conyugal deja de lado el hecho de la
procreación como su fin corren el peligro de reducir sus relaciones al goce cuyo objeto sería
la persona.”20 En cambio, quien abre las puertas a la vida es una señal de que el amor que ha
unido al hombre y a la mujer carnalmente es un amor caracterizado por una donación
recíproca, pues ambos apuntan a un bien común, a un fin: la procreación y no solo el placer.

Por otra parte, la intención unitiva como segundo fin del acto conyugal es también parte de la
naturaleza de una relación sexual, pues es evidente que tal acto une a través de los órganos
sexuales al hombre y a la mujer. Sin embargo, la unión en la carne de dos personas, hombre y
mujer, tiene también una estructura anímico-corpórea que se expresa como una caro, una sola
carne.21 En efecto, la unión no solo debe ser corporal, también debe haber una unión espiritual
entre el hombre y la mujer, puesto que el hombre no posee solo cuerpo, sino también está
dotado de un alma espiritual. Por lo tanto, una unión solamente corporal es incompleta porque
no abarca la totalidad del ser humano. Entonces, hay la necesidad de añadir a la unión

18
REIG, J. y otros, La comunidad de vida y amor, p. 173.
19
WOJTYLA, K., Amor y responsabilidad, p. 115.
20
Ibíd., p. 261.
21
Cfr. HERVADA J, El principio de finalidad y los fines del matrimonio (versión electrónica). Pamplona, 1999,
Recuperado de: https://mercaba.org/FICHAS/arvo.net/principio_de_finalidad_y_fines_matrimonio.htm.
13
fisiológica una unión espiritual, de tal manera que dicha unión quede completa. Además, así
se eleva el acto sexual al nivel personal y no se queda solo relegado a un nivel biológico.

Se logra la unión espiritual en una relación sexual, siempre y cuando, la otra persona sea vista
no como un objeto, sino como un bien en sí misma. Solo habrá unión espiritual cuando ambos
sujetos, hombre y mujer, se donen recíprocamente. “(…) La unión a la que tiende la
intención unitiva, sólo se puede realizar en la reciprocidad del amor o, lo que es igual: el
amor recíproco es el único camino posible para la unión de personas.” 22 Para que haya unión
espiritual en el acto sexual, tanto el hombre como la mujer tienen que tener conciencia de que
“busco el bien para mi amado o amada”. Sin esto será imposible la existencia de una
verdadera intención unitiva en la relación sexual, sin ello solo existirá un amor posesivo que
simplemente busca la satisfacción en el placer.

Llegado a este punto, se observa que la unión del hombre y la mujer mediante el sexo está
llamado a trascender el aspecto biológico del coito sexual y, a su vez, a la pulsión sexual que,
en un primer momento, instrumentaliza a la otra persona, viéndola como objeto de placer.
Pero, esto solo se logra si el hombre y a la mujer en la relación sexual se ordenan a los fines
antes expuestos. Por ello, los fines del acto sexual “Ambos son (…) especificantes en
cuanto  personalizan el acto conyugal, esto es, lo hacen propio de dos personas humanas en
su total sentido anímico-corpóreo.”23 Sin dichos fines el acto sexual que une al hombre y a la
mujer no se diferencia del acto reproductivo de los animales.

Los dos fines expuestos, el procreativo y el unitivo, no son fines que se dan de forma separada
y paralela en el acto conyugal, al contrario, ambos se encuentran íntimamente unidos. Se ha
abstraído de forma individual para explicarlo de manera más precisa y para la mejor
compresión del lector, pero en sí, ambos fines se funden en un mismo acto, no están
incomunicados, sino entrelazados. “(…) es claro es que no puede tratarse de fines
desvinculados o paralelos, porque esto no lo admite la unidad del ser.” 24 Tampoco se debe
creer que hay una jerarquía en los fines, como si uno estuviera por encima del otro. No existe
ninguna superioridad, ambos se encuentran en un mismo nivel, ambos tienen el mismo valor.
Por tanto, un fin no puede ser elevado en detrimento de otro.

.4. La castidad

Ante el riesgo que el ser humano posee de reducir a la persona del sexo opuesto a un medio,
por el cual, obtengo un deleite sexual, se hace presente la virtud de la castidad, la cual, tiene
por finalidad impedir la formación de tal actitud en la persona. Karol Wojtyla la define de la
siguiente manera: “La virtud de la castidad, cuyo papel consiste en libertar el amor, ha de
controlar no solamente la sensualidad y la concupiscencia del cuerpo, sino también, y aún

22
HILDEBRAND, V., Esencia del amor, p. 168.
23
HERVADA J, El principio de finalidad y los fines del matrimonio (versión electrónica).
24
Ibíd.
14
más, la de los centros internos del hombre en los cuales nace y se desarrolla la actitud de
goce.”25

Según Wojtyla, la castidad consiste en libertar el amor. Pero ¿libertar de qué? De lo único que
debe ser liberado el amor para alcanzar su plenitud, de la actitud la actitud utilitarista y
hedonista del amor posesivo. La castidad rompe con las cadenas impuestas por dichas
actitudes, con la castidad la persona es verdaderamente libre para amar, con ella ya no debe
temer a la inclinación del sujeto a instrumentalizar a la persona del sexo opuesto, pues la
castidad se lo impide. Por ello, todo hombre y toda mujer debe desear intensamente conseguir
la virtud de la castidad porque sin ella les será imposible amar con pureza de corazón a su
amado o amada.

Asimismo, la castidad es también la encargada de orientar la pulsión sexual a su fin


originario, la procreación y la intención unitiva. La concupiscencia necesita ser dirigida por la
castidad, de lo contrario, será como un caballo feroz que no puede ser dirigido por el auriga y
corre el riego de descarrilarse en cualquier momento y, en consecuencia, perder la mirada del
camino. Del mismo modo, si la concupiscencia del varón y de la mujer no es guiada por la
castidad perderá la mirada del camino del amor, produciendo en él o ella un desorden de sus
afectos-sexuales. En otras palabras, “(…) tiene un corazón casto quien ha aprendido y está
aprendiendo a orientar el eros (= energía afectivo-sexual) y las pulsiones sexuales hacia un
fin específico y según sus personales elecciones de vida.”26 En cambio, quien no ha logrado
dirigir su concupiscencia no conseguirá llegar a la expresión más alta del acto sexual; es decir,
no conseguirá la donación recíproca de amor hacia el otro u otra.

La fecundidad de la relación se realiza siempre dentro de una cierta tensión


dialéctica, particularmente viva en la sexualidad, entre el egoísmo y oblación, entre
búsqueda de la propia complacencia y tensión de trascendencia. Muchas veces la
sexualidad es el lugar donde la más seductora de las tentaciones se encuentra con la
más alta de las aspiraciones.27

En este sentido, la castidad es una virtud sumamente personalista, ya que tiene como fin
salvaguardar el valor de la persona misma, para evitar un reduccionismo utilitario. La castidad
pone a la persona lejos del alcance de cualquier actitud marcada por un egoísmo que busca
solo su bienestar, por medio del placer, y no busca el bien del otro en cuanto persona. Lo
expuesto manifiesta que la castidad no solo es la moderación del apetito concupiscible, sino
también es la ordenación habitual de la sexualidad al destino de la totalidad de la persona. 28
Ella no solo ordena o regula el apetito concupiscible, sino va más allá, educa a la persona para
amar de forma madura e integra, hasta lograr la auto donación, por tanto, la castidad está
siempre puesta al servicio del amor.

25
WOJTYLA, K., Amor y responsabilidad, p. 188.
26
CENCINI, A., Virginidad y celibato, hoy, Roma, Sal terrae, Cuarta edición, 2006, pág. 108.
27
Ibíd., p. 57.
28
Cfr. CRUZ, J., Metafísica de la familia, p. 158.
15
Conviene agregar para finalizar este apartado que la castidad no es fácil de lograr, como toda
virtud requiere esfuerzo del sujeto, para así, lograr su consecución. De lo contrario, será
siempre un anhelo, pero nunca una realidad. Dicho esfuerzo supone adquirir cierto grado de
autodominio, para poder dirigir la voluntad hacia el verdadero bien de la persona, pues no
resulta sencillo tal ordenación de la pulsión sexual, puesto que, es una de las tendencias más
fuertes del ser humano.

16
Capítulo III: El matrimonio
El matrimonio es una institución que está orientada, de tal manera, que los esposos alcancen
la plenitud del amor. Por otra parte, las relaciones sexuales, como hemos visto, necesitan los
tres tipos de amor descritos en el primer capítulo para salvaguardar su valor. Por tanto, en este
capítulo se examinará la valía del acto sexual dentro del matrimonio.

3.1. Matrimonio, el ámbito predilecto para la intimidad conyugal

Después de haber descrito cómo debe ser una relación sexual para que no pierda todo su
valor, su significado y su sentido, nos asalta una pregunta ¿Cómo se puede asegurar que una
relación sexual tenga todas las características antes mencionadas: donación, reciprocidad,
unidad, apertura a la vida? La respuesta ante tal pregunta solo puede ser una: solo se puede
asegurar si la relación sexual es realizada dentro del marco del matrimonio, fuera de él no se
puede certificar su rectitud de intención. Tal afirmación puede ser puesta en duda, pero en este
apartado se explicará porque se asevera esto.

En el matrimonio los esposos se dirigen libremente hacia al altar, donde públicamente


manifiestan su disposición de entregarse al amado o amada. Esta es la esencia del matrimonio,
la mutua entrega y la unidad de los amantes. “El amor matrimonial (…) consiste en el don de
la persona. Su esencia es el don de sí mismo, de su propio yo.” 29 Si los esposos no van con
una actitud de recíproca entrega, de recíproca donación no deberían casarse, pues no tienen
aquello que permitirá su unión en “una sola carne”. Por tanto, el matrimonio garantiza la
unión, porque en él los esposos se comprometen a donarse uno al otro, buscando su bien, su
felicidad.

El compromiso abarca la totalidad de la vida conyugal, ello quiere decir que también en sus
relaciones sexuales harán el mayor esfuerzo de no buscarse a sí mismos en el placer, sino de
entregarse por amor a su amado o amada apuntando a mismo fin. Para así, no caer en un
egoísmo hedonista utilitario, al contrario, para poder reconocer a la otra persona como un bien
que se me es dado y al cual yo también me doy. De esta manera, ambos esposos se dirigen a
un mismo bien común: la unión corporal y espiritual (intención unitiva) y la procreación,
como prolongación de su amor.

Si la relación conyugal es dada según estos criterios el amor crecerá y se afianzará, no solo
podrán gozar del placer sexual, sino su amor se desarrollará produciendo abundante fruto. “El
elemento sexual juega un papel particular en la formación del amor de los esposos. Las
relaciones sexuales hacen que este amor (…) adquiera una intensidad específica.” 30 A este
respecto, en la relación conyugal, el placer debe ser solo un acompañante y nunca un fin, la
meta debe ser siempre la unión de los esposos y el acrecentamiento de su amor.

29
WOJTYLA, K., Amor y responsabilidad, p. 102.
30
Ibíd., p. 106.
17
En definitiva, solo dentro del matrimonio se puede garantizar la pureza de la relación sexual,
puesto que solo en él se asegura el amor de donación, el amor de reciprocidad y el amor
unitivo que el acto sexual requiere. En otros términos, solo dentro del matrimonio el acto
conyugal está a la altura de lo que ella misma significa, pues solo en él hay un auténtico amor
y solo en él se realiza plenamente el amor.

.2. Procreación, amor que se prolonga

Aunque en el capítulo segundo se habló del fin procreativo del acto sexual, en este apartado se
analizará nuevamente, pero desde una nueva óptica, porque se examinará la procreación
dentro de la institución matrimonial. Sin embargo, en algunos momentos se volverá a hablar a
la procreación como fin de la relación sexual, de lo contrario, se caería en un amor posesivo,
el cual es totalmente contrario al amor conyugal antes descrito.

Las relaciones sexuales, como quedo confirmado en los fines del acto sexual (véase capítulo
II), tiene que respetar el orden de la naturaleza, no puede desentenderse de ella, pues sino se
desvirtúa y pierde su valor. Por tanto, en el acto sexual se debe respetar su fin procreativo.
Además, en él se encuentra la realización del amor, porque si la unión sexual de los esposos
es pura y recta no será indiferente a los frutos de su amor; es decir, no será adverso a la
posibilidad de traer una nueva vida. Al contrario, la posibilidad de traer un hijo es abrazada y
querida por los esposos como fruto de su gran amor. Además, este nuevo hijo afianzará y
consolidará su amor, pues es un signo visible del gran amor que los unió.

Además, los esposos al casarse de forma libre y consciente eligen la formación de una nueva
familia que necesariamente viene acompañado de un hijo. Su amor tiene una fuerza creadora,
ya que su unión amorosa trae consigo una nueva vida. “El amor es (…) creador. Creador
porque colabora en el sentido esponsalicio de la entrega, cuya finalidad objetiva está en el
hijo.”31. He ahí otro motivo por el cual el acto conyugal no es lícito fuera del matrimonio,
puesto que un amor de posesión no está preparado para formar una familia. Ello se debe a que
su actitud utilitaria y hedonista ve como único beneficio de la relación sexual el goce sexual,
de tal manera que le es imposible percibir a un hijo como un fruto de la relación sexual, ya
que el único fruto para ellos es el placer.

Por eso, la verdadera unión amorosa de los esposos, mediante la relación conyugal, repugna
cualquier tipo de anticonceptivo, pues es un dar la espalda a la posibilidad de un hijo.
Asimismo, el uso de anticonceptivo revela que el único motivo de la unión sexual ha sido solo
el placer, ya que con su uso se aleja del fin natural del acto conyugal, cayendo en una
conducta tanto hedonista como utilitaria, a su vez, destruye totalmente el significado y la valía
del acto conyugal. También, se ha de considerar que el anticonceptivo imposibilita el segundo
fin del acto sexual: la intención unitiva, pues como el fin principal es el deleite sexual y no la
total entrega de amor, ya no puede haber una unión espiritual en la que ambos esposos
busquen el bien común, busquen la unidad, sino solo se busca el bien individual.
31
CRUZ, J., Metafísica de la familia, p. 30.
18
Entonces, ¿Qué pasa con aquellos esposos que por razones comprensibles ya no desean tener
más hijos? ¿Acaso, deben de dejar de mantener relaciones maritales? La respuesta a la
segunda pregunta es negativa, porque el único fin de la intimidad conyugal no es el
procreativo, sino también unitivo, por tanto, una relación sexual mantenida rectamente por los
esposos favorece a su amor unitivo. Respecto a la primera pregunta, es razonable que por
determinadas circunstancias los esposos no deseen tener más hijos y, por ello, está la opción
de la “continencia periódica”, pero esto no impide la aceptación de una concepción
imprevista. Así, no se rechaza el fin principal del acto sexual (la procreación) y él sigue
manteniendo su significado. En otros términos, aunque los esposos por razones comprensibles
no quieran tener más hijos, si su acto conyugal lo trae, debe ser aceptado para no transgredir
el orden natural del acto conyugal y conserve su valor.

Por otro lado, ¿Qué pasa con aquellos matrimonios que, no por culpa de los esposos, no
pueden tener un hijo y, en consecuencia, no podrán cumplir con el fin principal del
matrimonio? El matrimonio tiene por base el amor de recíproca donación de los esposos, el
cual los une en “una sola carne”, por tanto, ante tal situación el matrimonio preserva su valor.
“(…) la procreación es el fin principal del matrimonio. Pero un matrimonio que no consigue
alcanzar ese fin, no se pierde nada de su importancia en cuanto institución de carácter
personal.”32 Es cierto que un hijo beneficia al amor de los esposos, pero sin él ese amor no
desaparece, no se disipa aun así se conserva.

.3. La fidelidad en el amor esponsalicio

En el matrimonio la entrega, por parte de la esposa y del esposo, debe ser total, entonces, no
puede verse limitado por un determinado tiempo. Un amor de tal nivel no puede ser
momentáneo, no puede durar por un breve período de tiempo. “La entrega física total es el
signo y el fruto de una donación en la que está presente toda la persona; y no habría entrega
total si la persona se reservase la posibilidad de decidir de otra manera en el futuro”. 33 Por
eso, una separación de esposos demostraría que su amor no ha sido de total donación, pues un
amor de tal magnitud no se rompe por cualquier contingencia, lo único capaz de desligar un
amor como ese es la muerte. Por lo tanto, el amor que debe unir a los esposos en el
matrimonio debe ser fiel y leal, ya que así lo requiere el amor de recíproca donación
esponsalicia.

De acuerdo con lo dicho, el adulterio vendría a ser una anomalía dentro de la institución del
matrimonio, pues está en disconformidad con la fidelidad del amor. Después de haber
declarado su amor a su esposo o esposa no puede abandonarla para unirse carnalmente a otra
persona, eso significaría que su esposo o esposa solo representaba para él o ella nada más que
un objeto de placer. Por eso, la intimidad conyugal, como es una manifestación de entrega
total por amor, exige guardar el valor de este amor mediante la fidelidad incondicional. De lo

32
WOJTYLA, K., Amor y responsabilidad, p. 245.
33
CRUZ, J., Metafísica de la familia, p. 28.
19
contrario, anularía la unión verdadera e instrumentalizaría a la otra persona como medio para
mí satisfacción sexual.

(…) la ruptura (…) de un matrimonio legalmente contraído y consumado, ruptura


acompañada de la bigamia simultánea, aparece que lo que ligaba a este hombre y a
esta mujer y pasaba a sus ojos por amor, no era verdadero amor de las personas (…).
Lo que les ligaba podía tener una rica sustancia subjetiva y estar fundado en un
florecimiento y expansión de su afectividad y de su sensualidad, pero no había
madurado suficientemente para alcanzar el valor objetivo de una unión de personas.34

Como corolario de lo expuesto se afirma que el matrimonio tiene un carácter indisoluble; es


decir no puede disolverse, no puede romperse, puesto que así lo reclama la recíproca donación
dada por los esposos. Asimismo, la indisolubilidad está en plena concordancia con el amor
personalista descrito en el capítulo primero, por tanto, será imposible que caiga en una actitud
utilitarista y hedonista. Visto desde este ángulo, la indisolubilidad del matrimonio adquiere
mayor valor y mayor sentido en el amor esponsalicio.

34
WOJTYLA, K., Amor y responsabilidad, p. 240.
20
Conclusión
Para obtener una relación sexual valedera y pura se debe primero comprender el verdadero
sentido del amor, sin eso no se podrá captar el valor de una relación sexual. El amor, por
tanto, debe ser siempre personalista; es decir, debe estar siempre orientado hacia la otra
persona, el fin del amor debe ser siempre el otro, de lo contrario, no será más que un egoísmo
revestido de amor. Este amor se vuelve más sublime cuando hay una correspondencia por
parte del amado al amante, en cambio, la falta de correspondencia causa una decepción, pues
el amante busca siempre la correspondencia a su amor, sin esa correlación su amor poco a
poco decaerá y se desvanecerá. Además, si existe una reciprocidad en el amor, ello favorecerá
a la unión de los amantes. La unión se configura como el encuentro de unos dos sujetos y no
como una fusión de ellos. Dicha unión hace que cada individuo se identifique y reconozca
como persona, genera un reconocimiento de su propia identidad.

Si el acto sexual no posee estas características no estará bien orientada, pues para que dicho
acto alcance su plenitud debe tener también una actitud personalista. La relación sexual tendrá
esa actitud, siempre y cuando, sea una entrega de donación recíproca por amor, en la cual se
unen no solo sus cuerpos, sino también todo su ser, toda su persona. Para lograrlo, ambos
sujetos deben orientarse no al placer, sino a un mismo fin, a un mismo bien en común, los
cuales tienen como acompañante al placer. Los fines comunes son propuestos por la misma
naturaleza de la relación sexual, ellas son la procreación y la unidad. Si la relación sexual no
está abierta a la vida se trasforma en un amor egoísta e infecundo, el cual solo busca saciar sus
apetencias. De la misma forma, un acto sexual que no busca la unidad es un amor posesivo
incapaz de donarse a los demás, es un amor en busca de solo placer. Sin estos fines el acto
sexual pierde todo su sentido y todo su valor, quedaría reducida a un mero goce sexual

De no tener en cuenta todo esto se caerá en un actitud utilitarista y hedonista, quienes ven en
el coito sexual un medio, por el cual se satisface un placer. Sin embargo, esto es contrario a la
postura personalista, porque la persona deja de ser un fin en sí misma para convertirse en un
simple medio, del cual me puedo servir. Por esto, el amor es lo más contrario a estas actitudes,
ya que él busca entregarse a su amado o amada, mientras aquellos buscan usarla como medio
para un fin placentero. Además, con una mirada tan reductivista, como la utilitaria y
hedonista, sería imposible lograr la unidad que la relación sexual exige, debido a que el único
lazo unitivo es el placer. Para no caer en una visión tan sesgada es necesario recurrir a la
virtud de la castidad. Su misión es orientar la concupiscencia y guiar al amor por el camino
recto. Ella permite al hombre amar con pureza de corazón, con ella no se puede
instrumentalizar al otro u otra, porque su esencia misma no se lo permite. Pero, para
conseguirla es necesario un gran esfuerzo de la voluntad, pues se necesita gran autodominio
para lograr alcanzarla.

Por otra parte, la única forma de salvaguardar el valor de la relación sexual es dentro del
matrimonio, porque en él se trata de vivir las tan mencionadas características del amor: la
21
donación, la reciprocidad y la unidad. Ello forma parte de la naturaleza del matrimonio, la
entrega como donación total al amado y la correspondencia por parte de él hacia el amante.
Con este compromiso de los esposos, la relación sexual no podrá ser utilitarista ni hedonista,
será en todo momento personalista, el cual posibilitará una base sólida para el mutuo amor. En
este sentido, el amor esponsalicio no puede nunca estar cerrado a la vida, pues un hijo es la
prolongación del amor, es un fruto al cual no se debe ser indiferente. En esta línea, el amor
conyugal toma un carácter creador, ya que su unión es propicia para traer consigo una nueva
vida. Esta entrega total, capaz de engendrar un hijo, exige la fidelidad incondicional de parte
de ambos esposos, pues un amor como el matrimonial solo puede romperse con la muerte.

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Referencias
WOJTYLA, K., Amor y responsabilidad, Madrid, Razón y fe, 1978.

CRUZ, J., Metafísica de la familia, Navarra, Eunsa, 2010.

HILDEBRAND, V., Esencia del amor, Navarra, Eunsa, 1998.

CENCINI, A., Virginidad y celibato, hoy, Roma, Sal terrae, Cuarta edición, 2006.

REIG, J. Y OTROS., La comunidad de vida y amor, Valencia, EDICEP, 1994.

HERVADA J, El principio de finalidad y los fines del matrimonio (versión electrónica).


Pamplona, 1999, Recuperado de:
https://mercaba.org/FICHAS/arvo.net/principio_de_finalidad_y_fines_matrimonio.htm

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