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José Omar Moreno García

La tierra debajo de mis pies

Hay mucha tierra debajo de mis pies, un poco húmeda; el lugar está cerca. Bebo un poco de
este caudal cristalino y de repente las ondas acuosas paran para dejarme ver al personaje que
se me planta enfrente.

¿Pero quién eres tú? ¿Por qué inclinas la cabeza hacia el hombro derecho? ¿Es eso un indicio?
Mírate, un simple guerrero es más alto, pero tu yelmo indica lo contrario.

Toda la gente dice que no soy normal y vaya, por los dioses, ni siquiera mis ojos lo son. Ese
cabello largo y ondulado sofoca al Sol cuando ambos chocan. La nariz inclinada a la
izquierda sólo me hace pensar en un designio del cielo para la predilección de la zurda,
empuñando la lanza o antes de cada contienda al lanzar al cielo un dardo en honor al padre
supremo.

No han pasado más de 32 años y ya he estado sobre templos de anchas columnas, pirámides
de la altura de las nubes, zigurats con amplias bases, ciudades que son llamadas en mi honor.
Desiertos, bosques, costas, selvas… el mundo es mío y me lo he ganado.

De nada sirve la destrucción ni la muerte masiva si a lo largo de mis pasos he visto tanta
diversidad y riqueza convirtiendo al oro en un objetivo secundario. El ponto me separa de mi
tierra, aunado a las áridas extensiones que, junto a mis diádocos y gente, he superado.

Nacido entre acantilados empinados, con el calor de la costa y entre blancas construcciones,
hoy, lejos de mi cuna, altos árboles me rodean, criaturas increíbles de tamaños inimaginables,
hombres de rara habla, aún me esperan planos desconocidos, los cuales estoy pronto a
conocer. El calor del hogar y la arenisca abrazadora de mi nueva capital se encuentran hoy
muy lejos de mis manos; entre árboles gigantescos, vegetación extensa y un clima exagerado
ahora caminamos.

Rey, Gran Rey, Hegemón, Faraón, así es como la gente suele llamarme, magnificando mi
nombre. A pesar de ello sólo soy lo que he de ser. Un curioso encargado de unificar la tierra
comprimida por mis sandalias. Quizá este hombre, frente a mí, yo, ha recibido bondades
especiales para marcar un curso diferente de nuestro mundo. Hay mucha tierra debajo de mis
pies.

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