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Literatura y cultura europeas, UNMDP.

Universidad Nacional de Mar del Plata


Facultad de Humanidades
Literatura y cultura europeas I

Corpus de Elegías Anglosajonas

The Ruin Las ruinas

Wrætlic is þes wealstan, wyrde gebræcon; Admirable fue la construcción del muro, destruido
burgstede burston, brosnað enta geweorc. por el hado. La fortaleza se desplomó… Con sus
Hrofas sind gehrorene, hreorge torras, tejados vencidos y sus torres derrumbadas, la obra
hrungeat berofen, hrim on lime, de los gigantes que labraron la piedra se convierte
scearde scurbeorge scorene, gedrorene, en polvo. La escarcha que recubrió la argamasa
ældo undereotone. Eorðgrap hafað purifica los portales. Los cobertizos están
waldend wyrhtan forweorone, geleorene, despedazados y los techos en ruinas, carcomidos
heardgripe hrusan, oþ hund cnea por el tiempo.
werþeoda gewitan. Oft þæs wag gebad ¿Qué decir de los que proyectaron y erigieron la
ræghar ond readfah rice æfter oþrum, obra? Hace tanto que partieron, y la tierra los ha
ofstonden under stormum; steap geap gedreas. retenido en su seno firmemente mientras cincuenta
Wunað giet se ...num geheapen, padres con sus hijos se fueron sucediendo.
fel on Cubierto de liquen y manchado de rojo, el muro
grimme gegrunden subsistió bajo las tormentas, mientras se
scan heo... marchitaban generaciones de reyes. Aunque el gran
...g orþonc ærsceaft arco de la entrada cayó, la muralla todavía
...g lamrindum beag permanece, pese al despiadado deterioro y a los
mod mo... ...yne swiftne gebrægd embates de la astucia bélica, resplandor de la vieja
hwætred in hringas, hygerof gebond diligencia habilidosa convertida en una costra de
weallwalan wirum wundrum togædre. greda.
Beorht wæron burgræced, burnsele monige, Una mente imaginativa y un hombre de ingenio,
heah horngestreon, heresweg micel, diestro en grampas, logró el prodigio de consolidar
meodoheall monig mondreama full, airosamente los cimientos con hierro.
oþþæt þæt onwende wyrd seo swiþe. Brillantes eran aquellos aposentos donde manaban
Crungon walo wide, cwoman woldagas, las fuentes: elevados, abovedados, agitados por
swylt eall fornom secgrofra wera; rumor de muchedumbre. Los recintos donde se
wurdon hyra wigsteal westen staþolas, bebía hidromiel se colmaban con el estruendoso
brosnade burgsteall. Betend crungon regocijo de los hombres. El hado todo llegó a
hergas to hrusan. Forþon þas hofu dreorgiað, trastornar.
ond þæs teaforgeapa tigelum sceadeð Vinieron días de pestilencia, y por doquier se
hrostbeages hrof. Hryre wong gecrong propagaba la muerte, que arrebató los más
gebrocen to beorgum, þær iu beorn monig varoniles pobladores. Donde se reunían para
glædmod ond goldbeorht gleoma gefrætwed, combatir, solo quedó un solar yermo, y de la
wlonc ond wingal wighyrstum scan; ciudadela apenas persisten las ruinas.
seah on sinc, on sylfor, on searogimmas, Quienes pudieron emprender la reconstrucción se
on ead, on æht, on eorcanstan, hundieron en las entrañas de la tierra. Así los
on þas beorhtan burg bradan rices. espaciosos lugares conservaron un aspecto sombrío
Stanhofu stodan, stream hate wearp y los portales agobiaron sus arcos, con su espinazo
widan wylme; weal eall befeng
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beorhtan bosme, þær þa baþu wæron, abatido y su techumbre caída, como moles
hat on hreþre. þæt wæs hyðelic. quebradas.
Leton þonne geotan Aquí muchos hombres de corazón gozoso,
ofer harne stan hate streamas resplandecientes de oro y adornados con esplendor,
un... alguna vez se enardecieron con la soberbia del vino
...þþæt hringmere hate y deslumbraron con sus atavíos militares, mientras
þær þa baþu wæron. contemplaban las gemas trabajadas, el oro, la plata,
þonne is las riquezas disfrutadas y atesoradas, el ámbar
...re; þæt is cynelic þing, pletórico de luz, esta resplandeciente villa de un
huse ...... burg.... vasto imperio.
Había casas de piedra. Fluían desde el manantial
generosas corrientes de agua cálida. La muralla
circundaba todo con su pecho reluciente, para que
los baños mantuvieran la temperatura en el recinto.
Ello correspondía…

La sepultura
(Traducción de Jorge Luis Borges y María Kodama)

Para ti fue hecha la casa, antes que nacieras.


Para ti fue destinada la tierra antes que salieras de tu madre.
No la hicieron aún. Su hondura se ignora.
No se sabe aún qué largo tendrá.
Ahora yo te llevo a su sitio.
Ahora te mido a ti primero y a la tierra después.
Tu casa no es muy alta. Es humilde y baja.
Cuando yazgas ahí, las vallas serán bajas, humildes las paredes.
La techumbre está cerca de tu pecho. Habitarás entonces en el polvo y sentirás frío.
Toda tiniebla y toda sombra, se pudrirá la cueva.
Esa casa no tiene puerta y no hay luz adentro.
Ahí estás firmemente encarcelado y la muerte tiene la llave.
Aborrecible es esa casa de tierra y atroz morar en ella.
Ahí estarás y te partirán los gusanos.
Ahí estás acostado lejos de tus amigos.
Ningún amigo irá a visitarte y a preguntarte si esa casa te gusta.
Nadie abrirá la puerta.
Nadie bajará a ese lugar porque muy pronto serás aborrecible a los ojos.
Tu cabeza será despojada de su cabello y la hermosura de tu pelo se apagará.

El navegante

El relato que me propongo urdir se comprobará que es verídico: se trata de mi propia historia.
Mientras permanecía el día entero junto al remo, acosado por lacerante penuria, he soportado la
angustia de mi pecho y también la amargura. A través de las inquietas olas, he guiado la quilla por ámbitos
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de zozobra sin término, encaramado en la proa durante el asedio nocturno, entumecido, atento a los
peñascos cercanos. El frío parecía atravesar mis pies con clavos, y la escarcha se estremecía en sus bordes
glaciales. Entre tanto, las preocupaciones gemían ardientes en torno de mi corazón, y el hambre buscaba
alimento en un ánimo hastiado del mar. Nadie que haya sido bendecido con una vida feliz en tierra firme
puede imaginar de qué modo, con el corazón atribulado, he desperdiciado inviernos enteros entre las
aguas gélidas cuyo bramido circundaba al vagabundo cubierto por la helada, lejos de los seres queridos.
El granizo caía con profusión y sólo se escuchaba el golpe de las olas en el desasosiego del mar. El grito
del cisne era una infrecuente distracción. En lugar de la risa del hombre, se oía el llamado del ave marina
y el saludo de las zancudas, en tanto que el hidromiel era suplantado por el graznar de la gaviota. Al
estruendo de la borrasca que se abatía en los abruptos peñascos respondía la golondrina de mar, clamor
de águila en una garganta protegida con plumaje de escarcha. Ninguna voz de amigo o hermano junto al
alma desesperanzada. Aquel que no sabe de exilios y que ensoberbecido por el estímulo del vino
transcurre su vida en apacible poblado difícilmente creerá en la fatiga de mi ánimo, durante las travesías
por los caminos de la planicie salada. La prieta noche trajo desde el norte los copos de nieve; la escarcha
cayó en los helados surcos como la más gélida de las semillas.
Sin embargo, se agolpan pensamientos que resuenan en mi corazón, colmados de olas
encrespadas y del antagonismo entre las crestas salobres que habré de transitar nuevamente. Los deseos
del alma me enardecen y agitan el aliento desde mis entrañas con la intención de volver a embarcarme
para buscar las riberas de naciones lejanas, más allá de estas mareas.
Por cierto, no hay hombre sobre la tierra firme que resulte tan orgulloso, tan hábil o tan
temerario, ni que sea tan vigoroso en su juventud o disfrute de un protector tan magnánimo, como para
que antes de surcar el mar no se sienta un poco atemorizado por la incertidumbre que suscitan los
designios del Señor acerca de su viaje. Su ánimo no lo lleva a tañer el arpa o a obtener anillos, no lo impulsa
a buscar deleite en la frecuentación de mujeres o en las complacencias mundanas, ni tampoco le sugiere
reflexiones de especie alguna que sean ajenas al embate de las olas. Conmovido por el mar, se muestra
negligente e inquieto.
El florecer de la vegetación, la vivacidad de las poblaciones, cierta liviandad suspendida sobre el
prado, el robustecimiento de la vida, todo estimula al varón ansioso para que se aventure en el viaje
proyectado, en el deambular sobre las aguas, en la búsqueda de remansos distantes.
También el cuclillo lo reclama con su melancólico llamado, como un presagio estival que canta
acerca de nuevas congojas para el corazón pesaroso. A causa de su felicidad, el ánimo gozoso no sabe de
las dificultades que soportan quienes abren el surco de espuma muy lejos de la tierra firme.
Ahora el espíritu desciende desde el pecho hacia el vaivén de las aguas; la mente boga por la faz
de la tierra y por la heredad de la ballena, refugios del alma sedienta y ansiosa. La endecha del cuclillo
arrebata mi ánimo y lo empuja hacia la trayectoria del cetáceo, más allá de las soledades líquidas: para mí
son más cálidas las mercedes del Señor que esta vida estéril alentada en tierra firme. No creo que los
bienes de este mundo sean perdurables; tres calamidades amenazan a cada hombre y alguna de ellas
acabará por destrozarlo antes del fin: la enfermedad, la vejez o el filo de la venganza quitarán el aliento
de aquel cuyo destino se haya ensombrecido. Por lo tanto, la mejor empresa para cualquier varón es
buscar el elogio de los que vivan después y la fama imperecedera, ganar esta recompensa en el tiempo
actual, forjarla y perfeccionarla antes de la partida definitiva, consolidarla con acciones y proezas pese a
las acechanzas del enemigo, a las astucias tramadas por el demonio. De tal modo, los hombres futuros
respetarán el nombre y más tarde los ángeles lo honrarán por siempre jamás. En razón de este júbilo sin
término, los osados nunca morirán. Los días se agotan con premura y se llevan consigo las pompas
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terrenas; ni los reyes actuales, ni los conductores, ni los prodigadores de dádivas pueden compararse con
aquellos señores del pasado que realizaron en el mundo las proezas iniciales, vivieron con nobleza y
subsisten en sus obras. Su hidalguía se ha extinguido, el regocijo desapareció: la estirpe que al presente
gobierna la tierra o que se esfuerza en trabajarla es menos viril. Ya no son frecuentes las presencias
aguerridas y todas las virtudes envejecen y se marchitan, a semejanza de lo que hoy sucede con los
hombres, cuya suerte se torna adversa, cuyo rostro pierde el color, cuyo pelo encanece. Quien tuvo
multitud de amigos de linaje egregio se mesa la cabeza grisácea porque sabe que en nuestros días están
sepultados en la tierra. Una vez que la vida se acaba, las fibras se relajan; ya nada puede maltratar o
complacer la carne; ya no es posible agitar un dedo o elaborar un pensamiento. Podemos inhumar a
nuestro hermano entre los muertos y esparcir sobre su tumba los objetos preciosos que deseaba
conservar, pero los bienes que le pertenecieron en vida no son capaces de aplacar la ira que mueve a Dios
en contra del alma doblegada por la obstinación de la culpa.

El lamento de la mujer
(Traducción de Patricia Matthews)

Compongo esta canción con mi profunda tristeza y mi propio destino. Puedo decir que desde que
me hice mujer, jamás padecí más miserias, nuevas o antiguas, que las de ahora. Siempre estoy sufriendo
el tormento de mi exilio. Primero mi señor se marchó de aquí y se alejó de su gente sobre las embravecidas
olas. En la madrugada me afligió pensar en qué lugar de la comarca podría estar mi señor. Entonces me
puse en marcha, una exiliada sin amigos, en busca de quienes pudieran auxiliarme en mi situación tan
penosamente cruel. Los parientes del hombre empezaron a conspirar en secreto, pensando en la manera
de separarnos para que tuviéramos que vivir muy míseros y completamente alejados en el mundo, y la
más honda congoja se adueñó de mí. Mi señor me pidió que estableciera aquí mi morada; en este sitio yo
tenía unos pocos amigos muy queridos y leales, y por eso mi espíritu está acongojado desde que descubrí
que el hombre que era mi mejor camarada se sentía desdichado; con el corazón sumido en la tristeza,
embozaba su espíritu y maquinaba iniquidades encubiertas con alegres maneras. Repetidas veces ambos
nos comprometimos a que nada, excepto la muerte, podría separarnos. Ahora eso ha cambiado. Ahora es
como si nuestra amistad no hubiera existido nunca. Y me veo forzada a soportar el odio de este ser tan
querido para mí, sea que se halle lejos, sea que esté cerca. Me pidieron que viviera en el bosquecillo de
la foresta, debajo de la encina que crece en la caverna. Antigua es esta sala de la tierra. Me siento colmada
de añoranzas. Ceñudos son los valles, altas las colinas, ásperas las fortificaciones cubiertas con zarzales,
moradas desprovistas de alegría. Repetidas veces la partida de mi señor me ha afligido cruelmente. Hay
amigos encantadores que viven en la tierra. Ellos tienen sus lechos, mientras yo, solitaria, al amanecer
atravieso la caverna, me acerco al pie de la encina y allí me instalo para pasar un largo día de verano. Allí
puedo lamentar mis calamidades, mis múltiples contratiempos, pues jamás me es posible apaciguar mi
preocupado espíritu ni todas las añoranzas que se han abatido sobre mí en esta vida. Que este joven
siempre tenga el ánimo condolido y sean apesadumbrados los pensamientos de su corazón: que de igual
manera se vea forzado a mostrar un aire jubiloso y que su pecho se halle corroído por la aflicción de
constantes pesadumbres. Que toda su alegría en el mundo dependa solamente de él mismo: que sea
desterrado muy lejos en una distante comarca donde mi amigo se sienta al pie de una escarpada ladera
helada por las tempestades, mi amigo con el espíritu abatido, cercado por las aguas en una morada
desolada. Mi amigo padece inmensas pesadumbres, con harta frecuencia recuerda un hogar más
venturoso. Desdichado aquel que deba padecer la añoranza de su ser más querido.
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El mensaje del marido


(Traducción de Patricia Matthews)

Ahora te contaré en secreto mi linaje como árbol. En mi juventud crecí en otra parte del país. Un
viaje me condujo a través de las aguas saladas. En el fondo del barco muy a menudo yo buscaba las altas
moradas adonde mi señor me mandó. Ahora llegué aquí en la nave y ahora sabrás cómo has de pensar en
tu alma sobre el amor de mi señor. Me atrevo afirmar que encontrarás inquebrantable fidelidad.
¡Escucha! El que grabó esta madera me pidió que te rogara que tú, ¡oh, mujer adornada con
joyas!, te acordases de las promesas que en días anteriores vosotros dos proferíais a menudo. Ahora
todavía podríais tener vuestra morada en los castillos del hidromiel, viviendo en el mismo país y gozando
de la amistad, mas una contienda lo obligó a alejarse del pueblo victorioso. Ahora él mismo me pidió que
te dijera jubiloso que tendrás que atravesar el mar cuando en el borde de la montaña hayas oído el grito
triste de cuclillo en la enramada. Después no permitas que ningún ser humano te haga desistir del viaje o
te impida irte. ¡Hazte a la mar, el hogar de la gaviota! Sube a la nave para que, allá en el sur, puedas
encontrar a tu esposo allende el sendero del mar donde tu señor vive aguardándote. Por lo que él me
dijo, en este mundo no debe haber para él anhelo mayor que el de que Dios Todopoderoso, en el futuro,
os permita a los dos regalar tesoros y brazaletes tachonados a los guerreros y camaradas. Posee
suficientes tesoros de oro batido, aún cuando tenga su morada en tierra extraña, en un país hermoso.
Muchos héroes orgullosos están a su servicio a pesar de que mi señor amable, acuciado por la necesidad,
aquí tuviera que lanzar al agua su barco solo, rodeado de las olas, por el sendero de las mareas, para
surcar los ríos del océano con el ansioso afán de partir. Ahora el hombre se ha sobrepuesto a la pena. ¡Oh,
hija del príncipe!, si él puede gozar de ti a despecho de la vieja amenaza lanzada contra vosotros, no
necesitará desear nada, ni caballos, ni tesoros, ni las alegrías deparadas por el hidromiel, ni las valiosas
posesiones que en esta tierra tienen los nobles. Pongo juntas la S, la R, EA, la W y la D para jurarte que él
estaba allí y que mientras viva mostrará la sincera fidelidad de la que a menudo hablasteis en los días
pasados.

El vagabundo

Quien vive en soledad anhela misericordia: la clemencia del Hacedor. Sin embargo, debe surcar
las sendas del mar con el corazón entristecido y agitar con los remos las aguas heladas que conducen al
exilio. Inamovible es el hado.
Así habló un errabundo, mientras recordaba viejas penurias, impávidas matanzas, la muerte de
los seres queridos:
“Cada día, antes del amanecer, en la soledad me siento empujado a dar testimonio de mis
amarguras. Ante ninguno de los que viven hoy me atrevo a confesarme plenamente, a descubrir las
reflexiones de mi corazón. Bien sé que no es virtud mezquina la del hombre que mantiene en reserva las
inquietudes de su ánimo, el cúmulo de sus sentimientos, sean cuales fueren las tribulaciones que lo
acosan.
Ni el ánimo pesaroso es capaz de enfrentar al hado, ni la voluntad que naufraga tiene destreza
para construir una nueva esperanza. En consecuencia, los deseosos de fama a menudo amordazan sin
contemplaciones un dolorido sentir en el fondo de sus pechos.
De igual modo, arrojado de mi patria y apartado de mis distantes allegados, también yo, contrito
por las desventuras, debo refrenar mis afectos y doblegarlos, puesto que hace tanto tiempo que el manto
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de la tierra amortajó al amigo más querido. Mísero partí entonces, con la fatiga del invierno, conducido
por el vaivén de las olas; pesaroso busqué la morada de su benefactor, donde lejos o cerca pudiera
encontrar a quien en el recinto del banquete se mostrara pronto para darme refugio, para consolar a un
hombre sin amigos, para rescatarme con su benevolencia. Aquel que pasó por la prueba sabe qué dura y
amarga es la compañía del infortunio para quien tiene pocos amigos que le sirvan de escudo. El destino
que le aguarda siempre es errático: su recompensa nunca la hallará en el oro trabajado o en el renombre
mundano, sino en la caverna del corazón helado. Acaso rememore el séquito del convite y la entrega del
tesoro: cómo en su juventud el amigo más querido lo agasajó en medio de la comitiva. Pero todo aquel
regocijo se ha desvanecido.
Esto lo sabe quien se ha visto en la necesidad de renunciar a los consejos ofrecidos por su señor
y amigo, quien ha sufrido por su prolongada ausencia: al congregarse el sueño y la tristeza, a menudo los
recuerdos aprisionan al solitario desterrado, que cree abrazar y besar a su señor o acomodar la cabeza y
las manos en su regazo, como acostumbraba antaño en épocas ya desvanecidas, cuando tenía acceso al
escabel de las dádivas.
Luego despierta desamparado y ve ante sus ojos las olas leonadas, el baño de las aves marinas
que sacuden su plumaje, el remolino de la nieve y el granizo, la precipitación de la blanca escarcha.
Entonces la tristeza se renueva y retorna más gravosa la herida de su corazón, la llaga por su señor
bienamado.
La memoria de los seres queridos asoma en el alma: les canta con alegría; escudriña ávidamente
en busca de los allegados; pero se desvanecen en las aguas. Las almas de los marineros no traen cantos
conocidos. Las aflicciones renacen en aquel que envía con demasiada frecuencia su atribulado espíritu
más allá de las apretadas olas.
Por consiguiente, en esta vastedad del mundo, no llego a comprender por qué no desciende una
nube sobre mi corazón cuando medito acerca de la vida de los hombres egipcios, de cómo abandonan de
repente los aposentos y el orgulloso séquito. Así este mundo intermedio en cada uno de sus días envejece
y declina.”
Por lo tanto, nadie logra sabiduría antes de acumular inviernos. Quien es prudente se modera: no
es en exceso apasionado, ni lo arrebata una locuacidad apresurada; no es demasiado débil como guerrero,
ni carece de reflexión; ni se propasa en la ambición, ni en la alegría, ni en la timidez; jamás se vanagloria
con impaciencia, antes de obtener un saber adecuado.
El hombre debe reprimir toda jactancia hasta conocer plenamente hacia dónde lo inclinará su
temperamento. Quien es prudente puede comprender qué fúnebre resultará el mundo cuando sus
riquezas queden abandonadas, tal como ya sucede en muchos lugares con los aposentos derruidos, muros
que castiga el viento y que la blanca escarcha recubre. Los recintos del banquete se transforman en polvo;
sus comensales permanecen yertos, desprovistos de júbilo; la orgullosa comitiva se ha derrumbado sin
regreso; a otro lo arrebató un ave más allá del mar abierto; a uno más el lobo gris lo entregó a la muerte;
y no faltó quien fuera depositado en terrosa cavidad por su señor de facciones sombrías.
El Hacedor de hombres a tal punto desbarató aquellos aposentos que ya no resuenan con la risa
humana y el antiguo edificio que erigieron los gigantes permanece vacío.
Alguien que contemplara los muros reflexivamente y que interpretara con hondura su
permanencia ensombrecida, volvería sus pensamientos hacia la sangre derramada aquí y meditaría sobre
ello. Sus pensamientos se expresarían de este modo:
“¿Qué fue de aquel caballo? ¿Cuál fue la fortuna de esos hombres? ¿Qué destino tuvo el
dispensador de dádivas? ¿Dónde se halla el recinto del convite? ¿Dónde estará la algazara que animó la
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mansión? ¡Pobre copa bruñida! ¡Pobre guerrero resplandeciente! ¡Pobre príncipe orgulloso! ¡De qué
modo se desvaneció aquella época, ocultada por el yelmo de la noche, como si no hubiese tenido
existencia nunca!
En el lugar que ocuparon los fieles soldados ahora se alza un elevado muro recubierto con figuras
de serpiente; los jefes fueron arrebatados por la avidez de la vigorosa lanza que proporcionó el fresno.
Glorioso fue para ellos el hado.
Tormentas se desencadenaron en la rocosa ladera, solar castigado por la violenta borrasca del
airado invierno. Llega el crepúsculo. A la angustiada humanidad las sombras que la noche despliega envían
desde el norte fragorosa granizada.
El reino de la tierra rebosa de penurias; al mundo lo trastorna la voluntad del hado. Los bienes
son perecederos, y también los amigos; el hombre es perecedero, así como su misma progenie; el
andamiaje del mundo está llamado a quedar desierto.”
Así habló el sabio en la intimidad de su corazón, mientras permanecía ensimismado. Bueno es
aquel varón que conserva la fe y cuyas cuitas no salen de su pecho con extremada premura, antes de
saber remediarlas. Bien se comporta aquel que busca la misericordia y el consuelo del Padre celestial en
quien radica toda nuestra certidumbre.
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Poesía cristiana anglosajona


El Sueño de la Cruz

¡Escuchad! Contaré el más digno de los sueños que se me presentó a medianoche, cuando los
mortales están profundamente adormecidos. Me pareció ver el árbol prodigioso que se erguía en el aire,
la más resplandeciente de las cruces circundada de luz. Brillante como un faro refulgía de oro, bellamente
ornada a su pie con preciosa pedrería, y en el travesaño cinco gemas de esplendor sin par. Porque no es
cadalso de infamia, los ángeles de Dios la han visto fulgurar desde la creación. Veneraron su pureza los
espíritus bienaventurados, y también los hombres de la tierra y este universo glorioso.
Árbol prodigioso, testimonio de victoria, ¡y me fue concedido que yo pecador lo contemplara!
Miré la cruz engalanada de magnificencia, resplandeciente de belleza en su áureo fulgor, la cruz del
Salvador rodeada de gemas. Pero a través del revestimiento de oro asomó como un destello del antiguo
mal que perpetraron los hombres culpables, allí donde alguna vez fluyó la sangre del costado. Entristecido
y pesaroso, amilanado de terror ante la prodigiosa visión, contemplé la cruz que trasmutaba su aspecto y
color, ya húmeda y salpicada por la sangre desbordante, ya primorosamente engalanada con pedrerío y
oro.
Ahí permanecía absorto en meditación, entristecido y pesaroso ante la cruz del Salvador, hasta
que oí en el sueño la voz del árbol, del madero más preciado de cuantos existieron, que a mí se dirigía con
palabras:
“Hace mucho tiempo —pero bien lo recuerdo— en la periferia del bosque me talaron para separar
mi tronco; vigorosos enemigos me transportaron, para convertirme en espectáculo como cadalso de
bandidos. Sobre sus hombros me soportaron para conducirme a la cima de una colina, donde muchos
enemigos me plantaron firmemente.
“Vi entonces al Rey de la humanidad toda que valerosamente se precipitaba para ascender sobre
mí. No me atreví a rehusar, ni a torcer o partir mi madero, si bien percibí los confines de la tierra
estremecidos de temor; me mantuve enhiesta, aunque pude haberlos derribado con mi caída.
“El joven guerrero —Dios, conductor de todas las cosas— se despojó de sus vestiduras, inmutable
y firme; con gesto digno ascendió a la cruz en presencia de la multitud, para redimir a los hombres. Cuando
el héroe me ciñó, temblé aterrorizada, pero me faltó valor para inclinarme o caer: sin vacilaciones, debí
permanecer firme. Erguida como cruz, sostuve al rey sublime, Señor del cielo. ¡Ni me aventuré a oscilar!
Aquellos pecadores me atravesaron con negros clavos, que dejaron huella manifiesta de heridas no
cicatrizadas. No me atreví a castigar a nadie, pese a que se burlaban de nosotros. Salpicada me sentí con
la sangre que el héroe manaba del costado cuando entregó su espíritu.
“Muchas miserias soporté en esa colina, mientras veía al Señor que agonizaba con los brazos
abiertos. Prieta oscuridad cubrió con nubes el resplandeciente fulgor del divino cuerpo. Las sombras lo
envolvieron todo, y la creación entera lloró la muerte del rey: Cristo estaba en la cruz.
“Muchos se apresuraron desde lejos para acercarse al príncipe. Vi cuanto sucedía. Penosamente
afligida por el sufrimiento, me sometí con mansedumbre a la acción de los hombres. Quitaron al Dios
todopoderoso del padecimiento sin alivio, y me dejaron cubierta de sangre y agraviada de lanzas.
Extendieron sus miembros maltratados y sostuvieron su cabeza para contemplar al Señor de los cielos
que yacía, agotado por la difícil prueba. A la vista de quienes lo mataron, le hicieron un sepulcro, abierto
en la resplandeciente roca donde reposó el Señor de las victorias. Con el atardecer, procedieron a entonar
sus cantos fúnebres y se alejaron tristemente de su noble príncipe, encomendado a la soledad y el sosiego.
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“Arrasados por pesaroso llanto, largo tiempo conservamos nuestro sitio después de que se
extinguiera el clamor de los guerreros. El cuerpo, que había constituido un digno aposento de la vida, fue
perdiendo calor. De nuevo vinieron a derribarnos y caímos en tierra, en doloroso tributo. Luego, cavaron
un profundo foso para sepultarnos, pero los servidores de Dios lograron rescatarme y me revistieron con
oro y plata.
“Sabes ya, mi bienamado, cuáles fueron las penurias que debí soportar, por obra de la iniquidad.
Pero ha llegado el día en que los hombres, a través del universo entero, tengan que honrarme e inclinen
la cabeza en presencia de este signo. Sobre mí padeció el Hijo de Dios, y ahora me alzo sobre la tierra
vestida de gloria para dispensar consuelo a cuantos me veneran. En otros tiempos fui el suplicio más cruel
y aborrecible para la condición humana, hasta que contribuí en la tarea de abrir el Camino para la vida
verdadera. Advierte que el príncipe glorioso, Señor de los cielos, me glorificó por encima de los árboles
del bosque, así como Dios todopoderoso honró a María, su madre, por sobre todas las mujeres.
“Ahora te encomiendo, mi bienamado, que reveles esta visión a los hijos de los hombres y que
prestes testimonio del árbol preciado en el que Dios sufrió por las culpas de los hombres y por la antigua
falta que Adán cometió.
“Nuestro Salvador padeció muerte, si bien resucitó en virtud de su magno poder, para ayudar a
los hombres. Ascendió a los cielos, pero en busca del género humano, acompañado de Dios todopoderoso
y de los ángeles, regresará de allí el Día del Juicio. Y Aquel que tiene potestad de juzgar otorgará a cada
uno la recompensa que merezca por sus actos en la tierra, durante esta vida peregrina.
“Nadie podrá sentirse libre de temor en esa ocasión, al escuchar las palabras del Señor, quien
ante la muchedumbre preguntará: ¿Dónde está el hombre dispuesto a soportar una muerte tan amarga
como la que Él sobrellevó en el madero? Muchos se sentirán conturbados y pocos sabrán qué responder.
Pero ninguno deberá amedrentarse si lleva en su corazón este emblema ejemplar: con el auxilio de la cruz,
toda alma que desee morar con el Señor podrá buscar la senda que conduce de la tierra a la gloria
celestial”.
Entonces solo y sin compañía oré a la cruz con espíritu ardiente y sincera exaltación. Mi ánimo,
luego de soportar prolongadas ansias, se sintió deseoso de morir. Mi esperanza más preciada radica en
seguir este signo de victoria y brindarle una veneración que no tenga rival en el corazón humano.
Este es mi deseo, y toda mi confianza está depositada en la cruz. En este mundo tengo ahora
pocos amigos poderosos: han partido de los regocijos mundanos en busca del Rey de la gloria y moran
con su Padre sublime en el alto cielo, entregados al éxtasis. Cada día sueño con la hora en que la cruz de
mi Señor, de la que tuve una visión en la tierra, me arranque de esta vida peregrina y me traslade a donde
hay gran alegría y felicidad celestial, en el sitio en el que se recrea por siempre jamás el pueblo de Dios.
¡Que me sea permitido aposentarme allí, en la gloria de los que conocen la beatitud de los santos!
Quiera el Señor protegerme, Aquel que en la tierra sufrió sobre la cruz por las culpas de los
hombres y que nos redimió para aposentarnos en las alturas y concedernos vida. De tal modo la esperanza
fue renovada con beatitud y deleite para quienes habían soportado el fuego; y en esa gran empresa el
Hijo de Dios surgió triunfante, revestido de poder y fortaleza. Omnipotente e invencible, regresó al reino
de Dios en compañía de multitud de espíritus, que condujo a la bienaventuranza angélica para reunirse
con los santos que moran en el esplendor de la gloria, cuando el Señor, Dios todopoderoso, retornó a su
trono.
Literatura y cultura europeas, UNMDP. 10

Material audiovisual:
 Lectura de “The Ruin” en la lengua original: https://www.youtube.com/watch?v=M-dtP_73WTs.
 Lectura de “The Ruin” en inglés moderno:
https://www.youtube.com/watch?v=1CSWnfuyzyM&t=1s.
 Lectura de “The Grave” en la lengua original:
https://www.youtube.com/watch?v=A1Hz_D9L_sM.
 Lectura de “The Grave” en inglés moderno: https://www.youtube.com/watch?v=rxRSqhbh3uw.
 Lectura de “The Wanderer” en la lengua original, que incluye el texto en dialecto sajón
occidental tardío, así como una traducción al inglés contemporáneo:
https://www.youtube.com/watch?v=KqMW2Ap0E54.
 Lectura de “The Husband’s Message” en la lengua original, que incluye el texto en dialecto sajón
occidental tardío, así como una traducción al inglés contemporáneo:
https://www.youtube.com/watch?v=imb6eMZM56U.
 Lectura de “The Wife’s Lament” en la lengua original, que incluye el texto en dialecto sajón
occidental tardío, así como una traducción al inglés contemporáneo:
https://www.youtube.com/watch?v=mfTD3YEsVh8.
 Lectura de “The Seafarer” en la lengua original, que incluye el texto en dialecto sajón occidental
tardío, así como una traducción al inglés contemporáneo:
https://www.youtube.com/watch?v=HJrhS9MLP3g.
 Lectura de “Dream of the Rood” en la lengua original:
https://www.youtube.com/watch?v=jxo1Ib0PaWM.
 Lectura de “Dream of the Rood” en inglés moderno:
https://www.youtube.com/watch?v=gySK1ie_Hx8.

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