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EL GESTO EN EL DIBUJO

Escapar a Monchique

Los trazos que reconocemos son los rastros fijos de esos gestos que nos ayudan a
comprender el proceso con el que las personas representan los conceptos de las
cosas”1.

Antonio G.ª
Villarán,
Apunte de libreta
de una calle de
Monchique. Pilot
sobre papel. 15 X
35 cm, 2004.

Cuando los días te aplastan, cuando las horas se te echan encima asfixiándote sin
remedio, entonces, es el momento de huir. No hablo de realizar viajes interiores -que dicen
que son lo más importantes-, hablo de montarme en el coche, llenar el depósito y empezar a
comer carretera.
En una de mis escapadas furtivas fui a parar a Monchique, al sur de Portugal. Esta
villa portuguesa pertenece al distrito de Faro, región y subregión del Algarve, donde el
silencio, el café a 50 céntimos y sus deliciosos pastelitos te invitaban a reflexionar
tranquilamente. El que no entiendan tu idioma también ayuda. Sólo puedes comunicarte
contigo mismo libremente. Ni siquiera tenía cobertura en el móvil.

En mi primer paseo subí a lo más alto del pueblo. Allí encontré un antiguo Claustro
derruido, sin techos y con restos en las paredes de viejos murales de azulejos azules. En una
de las habitaciones quedaban fragmentos de un paño que representaba la última cena. Se
podía apreciar en los trocitos de azulejo que quedaban aún agarrados al muro la huella del
pincel que lo concibió. Se adivinaba el gesto templado y sabio del artista que hizo posible ese
casi desaparecido mural. Entonces me pregunté… ¿Realmente podríamos averiguar la autoría

1
Gómez Molina, Juan José (coord.). Las lecciones del Dibujo. Ed Cátedra, 1995. Madrid.
de esa obra a través de un solo detalle? ¿Tan importantes y diferentes son los gestos pintados?
¿Podríamos incluso adivinar el estado de ánimo del artista con el análisis del fragmento de
gesto representado? Recapacité entonces sobre qué artista plástico utiliza consciente o
inconscientemente esto para hablarnos de los distintos estados de ánimo a través de su obra
creativa. Un gesto tortuoso nos enseña una realidad cruda y dolorosa.

Oskar
Kokoschka.
Estudio para un
desnudo de Olda
Palkovská
sentada. Tinta
azul sobre papel.
43,7 x 35
cm..1938. Viena,
Graphische
Sammlung
Albertina.

Egon Schiele.
Dibujando un
desnudo ante el
espejo. Lápiz
sobre papel. 55,2
x 35,3 cm. 1910.
Viena,
Graphische
Sammlung
Albertina.

Se me ocurrió pensar en los dibujos de los expresionistas alemanes, en los que


podemos ver esto aumentado. Si observamos atentamente algunas obras de Kokoschka,
podríamos vislumbrar la crudeza, el dramatismo y el desgarro de las líneas que dibuja
conformando así cuerpos que parecen estar destruyéndose, desvaneciéndose, sufriendo.
Kokoschka nunca fue bien visto por la crítica de su tiempo, y vivió episodios duros en su vida
que, sin duda, influirían en su manera de entender y hacer arte. En lo que relaciones
sentimentales se refiere, entre los años 1912 y 1915 compartió vida con Alma Mahler, viuda
del gran compositor Gustav Mahler, que acabó por romperse tras la huida de Alma al temer el
desenlace de un romance que en ocasiones llegaba a rozar la locura. ¿A quién no le influyen
los estados de ánimo en cada acto que realiza?

Y que decir de la sinuosidad de las líneas de Egon Schiele. Sus dibujos parecen estar
concebidos a través de sinuosas caricias. Esto me llevó a pensar en el mimo con el cual
Schiele debería haber cogido el lápiz, en cómo trataría el papel a la hora de verter esos trazos,
en el sinuoso gesto con el cual daba forma a su idea de mujer. Me vinieron a la cabeza las
Sesiones Nocturnas de dibujo que realizábamos años atrás en el estudio compartido de artistas
plásticos CREA, del cual soy coordinador desde el año 2000. En estos encuentros de artistas
tanto del mundo de la Universidad como de los circuitos no oficiales afrontábamos sesiones
de dibujo de dos horas. Los días elegidos eran los miércoles de cada semana. Antes de
meternos de lleno en el dibujo intercambiábamos ideas, comentábamos exposiciones o nos
enseñábamos lo último que habíamos producido. A veces nos daban las doce de la noche
dibujando. Casi siempre salíamos después a seguir hablando, bebiendo o bailando. Los
miércoles se convertía en nuestro día de fiesta. Al principio sólo nos juntábamos para dibujar
poses de modelos del natural, pero un día a alguien se le ocurrió la idea de poner un tema a las
sesiones. De esta forma fuimos aceptando el reto de preparar los encuentros cada vez mejor,
proponiendo diferentes tipos de música, trayendo comidas que tuvieran que ver con la
temática de esa noche, buscando incluso los olores, que olían ser incienso, para adentrarnos
cada vez más en las distintas propuestas. Indudablemente los dibujos que realizábamos
distaban mucho de los hechos en una sesión común. El gesto de la línea ya no era el mismo, la
libertad que provocaba el ambiente de estas sesiones nos ayudaba a soltarnos, a investigar sin
miedos, a experimentar y dejarnos llevar. Llegábamos incluso a trabajar tanto la indumentaria
del modelo como la escenografía. Todo un mundo nuevo de estímulos que se veía después
reflejado en nuestros trazos.

Antonio G.ª
Villarán,
La Pasión 7.
Tinta, lejía y cera
sobre papel. 100
X 80 cm. 2009.

Antonio G.ª
Villarán,
Lectura 2. Tinta,
lejía y cera sobre
papel. 100 X 80
cm. 2007.

Pensé entonces en los monjes que habitaban el convento. Pensé en el silencio, en los
rezos, en que quizás, el artista que pintó ese casi desaparecido mural fuese también un monje.
Eso explicaría la sabiduría y la tranquilidad que me transmitían esos trazos.
Y el silencio. ¿Le influiría el silencio en la soledad de su taller?
No es lo mismo dibujar con el sonido tranquilizador y reflexivo de la mudez de un
claustro, o de piezas para piano de Eric Satie, que hacerlo con, por ejemplo, el Concierto para
piano Nº 2, en do menor, opus 18 de Sergei Rachmaninov. La música hace que se cree el
ritmo interno por el que nos movemos cotidianamente. De todos es sabido los cambios de
música que se producen en las grandes superficies comerciales para que el cliente compre
rápido o se dedique más a la búsqueda. La manipulación musical respecto a los estados de
ánimo a la que estamos sometidos diariamente es sin duda digno campo de estudio. El gesto
que imprimía ese monje para dibujar la mesa con las trece figuras cenando se tuvo que ver
influido por estos sonidos de sierra, de cantos espirituales y silencios techos abovedados.

Después del trozo de pizza


de la comida me tomé un cortado
sentado en la plaza del pueblo.
Entre tanta calma saqué mi libreta
de apuntes y realicé un dibujo más
Antonio G.ª de la calle que se veía desde la
Villarán,
Apunte de libreta
de una calle de
terraza. Me pregunté después el
Monchique. Pilot
sobre papel. 20 X porqué de esa línea tan segura.
30 cm, 2004.
Dibujar con un pilot negro no es lo
mismo que hacerlo con un lápiz y
una goma. Aquí no caben errores.
Sin embargo, no consideré ninguna
línea que no estuviese donde tenía
que estar. Quizás la concentración
y la tranquilidad que tenía al
realizar el apunte llevasen mi mano
firmemente hacia el gesto firme
que conformaba mi idea la calle
que estaba frente a mi.

Me levanté y me fui a dar un paseo por un pequeño parque lleno de esculturas de


figuras humanas y verde sonidos naturales. Este pequeño paraíso estaba debajo del pueblo, en
el trayecto que discurría entre la cafetería y el pequeño riachuelo. Me senté en una charca
donde no perdí de vista a unas ranas durante toda la tarde. Como siempre que observo algo
con detenimiento, intenté dibujarlo. Saqué libreta y pilot y empecé a proyectar lo que veía a
través de los trazos gestuales que sin duda estaban influenciados por aquella calma, silencio y
paz. En esta ocasión no me salió nada. Entendí entonces la diferencia entre la idea gestual y
mental de la que partimos antes de realizar un dibujo, el gesto manual que producimos al
cometer la acción del trazo y el gesto que dibujamos a través de la imagen plasmada. No
estaba satisfecho con lo representado, sin embargo el gesto parsimonioso y sereno de mis
líneas si me satisfacía. Pensé que si consiguiera acompañar el significado de lo representado a
la acción apropiada del gesto que lo representa, conseguiría sin duda unos resultados
apropiados a mi idea. No es lo mismo dibujar un pezón con una línea sinuosa, débil y delicada
que hacerlo con un trazo grueso, tartamudo o quebradizo. La forma misma transmite a través
del gesto significados distintos.

Saqué de mi mochila un libro en el que aparecían algunos dibujos de poemas de


escritura oriental. Entendí la enorme importancia del gesto creador de emociones. ¿Quién no
ha sentido atracción o rechazo al ver un poema Haiku sin saber realmente su significado? En
una de sus páginas se podía leer:

“La práctica continua del movimiento del pincel enseña a estos artistas a
través del error y los aciertos. En la caligrafía oriental la expresión encuentra su
génesis en el gesto, ya que el gesto puro, fuera de todo artificio mental y físico, es
manifestación verdadera del pensamiento.”2

Me pareció que el dibujo de estas letras es una de las formas gestuales de expresión de
ideas más puras dentro del mundo de la plástica. Intenté de nuevo dibujar algo de lo que
estaba viendo.

Nada, no había manera.

Por la noche, en el Hostal de Monchique revisé mi libreta. Hice balance de los días,
pensé en el Claustro, el monje ceramista, los Haikus, Schiele…

Antes de dormirme escribí este cuento que no enseña nada, o al menos eso me parece:

Estaba el hombre sabio admirando en una charca el extraño cantar de las ranas. Unido
al sonido del agua cayendo entre las piedras, le parecía al hombre sabio hermosa melodía.

2
Cheng, François. Vacío y plenitud. El lenguaje de la pintura china. Ediciones Siruela, 2003. Madrid.
Localizó a su derecha una rana marrón con motitas. Estaba naturalmente camuflada a
un lado de la charca. Observó cómo cantaba; inflaba sus mofletes y luego abría lentamente la
boca para dejar salir el sonido.
-Es maravilloso- dijo el hombre sabio.
No tardó en localizar con la mirada más ranas. Hasta una pequeña serpiente de agua
consiguió ver entre la maleza.
Observando a la serpiente notó un canto que venía de muy cerca. Miró a sus pies y allí
estaba la rana verde. Ninguno de los dos se asustó. El hombre sabio se agachó para verla
mejor y la rana verde así habló:
- sabes mucho de sonidos, Hombre, conoces los secretos de la melodía, la
musicalidad y el ritmo de nuestro canto. Únete a nosotros, Hombre,
comprenderás porqué cantamos.

El hombre sabio entornó los ojos, miró la charca y se quedó allí, pensando. Pasados
unos minutos, el hombre sabio se desvistió completamente, tiró su túnica muy lejos y saltó a
la charca.
Cantó el hombre sabio, se revolcó por el fango, bebió del agua de la charca y,
finalmente, descansó.
Cuando se adivinaba la noche, el hombre sabio despertó, miró a su alrededor y vió una
charca destrozada, ranas y serpientes aplastadas, desmembradas, y su cuerpo lleno de
sarpullidos. Se encontró tiritando.
Nunca se deja de aprender, dijo para sí el hombre sabio.

Dr. Antonio García Villarán


BIBLIOGRAFÍA

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GÓMEZ MOLINA, Juan José (coord.). Las lecciones del Dibujo. Ed Cátedra, 1995. Madrid.
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PEVSNER, Nicolaus. Academias de arte: pasado y presente. Ed. Cátedra, 1982. Madrid.
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URRUTIA, Belén y Fornies, Susana. De Durero a Rauschenberg, La Quintaesencia del Dibujo. Guggenheim
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