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Luis Vinueza, La Cultura de Paz, Prácticas Preprofecionales
Luis Vinueza, La Cultura de Paz, Prácticas Preprofecionales
FECHA: 17-06-2021
2. La Violencia 6
3. La Educación de Paz 8
4. Conclusión 9
5. Bibliografía 10
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1. Introducción
A la luz de los acontecimientos de octubre de 2019, opinen en forma análoga.
Existe, personas que, manifiestan: ¿cómo es posible que alguien afirme que el
Ecuador no vive en paz? Sin duda, nos adentramos en una cuestión compleja.
Ciertamente, podemos asegurar, con total certeza que el Ecuador no vive en
guerra. Ahora bien, ¿es lo mismo no vivir en guerra que vivir en paz? Es decir,
¿equivale la ausencia de guerra a la existencia de paz? Con el regusto de los
enfrentamientos aún presente, con tantas imágenes grabadas en la retina
colectiva, ¿podemos afirmar que en el Ecuador existe una Cultura de Paz?
¿Podemos, como sociedad, enorgullecernos de resolver pacíficamente
nuestros conflictos?
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paz es la ausencia de guerra y viceversa? A razón del aforismo: “bellum et
pacem medium nihil sit”. No obstante, ¿hasta qué punto es cierto que, entre la
paz y la guerra, nada cabe? ¿Acaso no puede existir un intersticio social entre
paz y violencia? Resulta especialmente interesante la noción de paz imperfecta
acuñada por Francisco A. Muñoz, la cual, lejos de concebir la paz como: un
estado absoluto, se centra en su realidad dinámica y experiencial en constante
búsqueda; es decir, la paz es un proceso.
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mediante palabras” (Ferreirós, 2015: 4). El desacuerdo atestigua la ruptura de
la intersubjetividad, la imposibilidad de comunicarnos y direccionar la
conversación pública hacia espacios compartidos. ¿Acaso no comprobamos,
en el ejercicio de la mediación, que los problemas suelen aflorar cuando falta
comunicación? Así lo sostiene la filosofía para la paz: las problemáticas
sociales surgen, en gran medida, de una falta de entendimiento. Y diremos
más. Nuestras carencias comunicacionales se deben a nuestras carencias
empáticas, a la incapacidad de interpelarnos entre-nosotros, a nuestra escasa
apertura hacia el Otro, a nuestro desinterés por sus necesidades y sus
reclamos. En sentido kantiano, las personas no fuimos creadas para la
violencia. La paz es, ante todo, una decisión. Un compromiso de todos-
nosotros. Del mismo modo ocurre con la Cultura de Paz: transitar hacia ella
depende de una decisión. Somos capaces de ello. En palabras de Martínez: “
los seres humanos somos capaces de performar o configurar nuestras
relaciones personales potenciando el cariño, el cuidado y la ternura,
afrontando por medios pacíficos los conflictos humanos”. (2005: 17).
2. La Violencia.
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En el triángulo de la violencia, lo invisible se refleja a través de la cultura y de la
estructura. Galtung no está de acuerdo con la afirmación de que la violencia es
propia de la naturaleza humana, pues, así como el amor, hay un potencial en
los seres humanos que se desarrolla de acuerdo con las circunstancias. Esta
afirmación permite inferir que el ser humano responde de acuerdo con su
entorno que, si es violento, asumirá y aprenderá a resolver los conflictos de
forma violenta; sostiene que las diversas formas de violencia están asociadas
con la cultura y la estructura social; es decir, hay una violencia cultural y otra
estructural, que son las que causan la violencia directa.
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Las sociedades capitalistas valoran los efectos visibles de la violencia, por lo
que ello significa –pérdida de inversiones, imposibilidad de continuar con los
proyectos productivos, entre otros-; las guerras no solamente matan y hieren
personas sino destruyen la naturaleza; se utilizan armas atómicas, biológicas y
químicas; ante hechos contundentes de mega violencias como la del exterminio
de los judíos, las bombas de Hiroshima y Nagasaki, la mega violencia a la
naturaleza parece inofensiva pero es igualmente grave. Los efectos invisibles,
los de los costos en el espíritu de las personas que sufren el rigor de la guerra,
no preocupan a quienes manejan la economía. Las cifras de hombres y
mujeres muertos son aproximadas; las de las familias, amigos y sociedades
enteras que han sufrido la violencia son muy grandes. Sin embargo, hay un
gran reto en la sociedad humana: si la guerra es una construcción social, esto
significa: así como fue construida puede ser deconstruida, puede ser evitada.
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sentido tiene lamentarnos por la ausencia de una Cultura de Paz si no
brindamos a nuestros jóvenes las herramientas necesarias para la resolución
de sus conflictos. Pensemos: de entre todas las asignaturas de la malla
curricular, ¿cuántas nos enseñan a profundizar o controlar nuestras
emociones?, ¿cuántas nos alientan a explorar nuestros sentimientos?,
¿cuántas nos preparan para el conflicto?, ¿alguna asignatura nos instruye en
su análisis, en el diálogo, en su resolución? En nuestra opinión, no cabe una
Cultura de Paz sin políticas de Estado en educación, sin una reevaluación del
sistema educativo. ¿Por qué no tratamos de emular, en lo posible, el modelo
finlandés? No es casualidad que las tasas delictivas sean inferiores en aquellos
países que, en su momento, se atrevieron a innovar y dar prevalencia al
fomento de la convivencia en detrimento del formalismo tradicional.
4. En conclusión:
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5. Bibliografía:
5.1. Sanchez Cardona, M. (2016). Educación para la cultura de paz (15th
ed.). Ediciones USTA.
5.2. Espinosa, S. (1989). Hacia una cultura de la paz (6th ed.). Comision
Sudamericana de Paz u.a.
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