Está en la página 1de 3

UNIVERSIDAD CATÓLICA “ANDRÉS BELLO”

FACULTAD DE CIENCIAS ECONOMICAS Y SOCIALES


CATEDRA: COMPRENSIÓN LECTORA Y REDACCIÓN

Profesores
Alis Carrasquero
Blanca Rodríguez
Andrés Romero

A continuación, te presentamos una lectura, debes leerla cuidadosamente y


responder las preguntas que se hacen al final.

EL FRAGOR DEL UNIVERSO Y LOS IMBÉCILES

Desde la física cuántica para acá me parece que los científicos andan
empapados en ácido lisérgico y gloriosamente pirados
ROSA MONTERO

Leo en un libro interesantísimo de Rafael Alemán, ¿Qué hubo antes del Big Bang?,
en editorial Laetoli, que por lo visto nuestro universo tiene 13.750 millones de años. La
verdad, me ha parecido poquísimo. Hombre, no llega a ser una cifra tan ridículamente
corta como los famosos cinco mil años y pico que calculó en 1650 James Ussher,
arzobispo anglicano de Armagh (hoy Irlanda del Norte), quien, tras minuciosos estudios
bíblicos, llegó a la bizarra y flipante conclusión de que el primer día de la Creación fue
el atardecer anterior al domingo 23 de octubre del año 4004 antes de Cristo, según el
calendario juliano. Los cómputos de los científicos actuales superan con mucho esos
estrechos márgenes, pero de todas maneras es una cifra que cabe en la cabeza. A ver:
por un lado sabemos perfectamente lo que es un año, y por otro una cantidad de
13.750 millones de algo apenas supone dos veces la población mundial, que es una
suma que de algún modo también tenemos incorporada a nuestra visión de la realidad.
¿O sea que el universo sólo existe desde hace ese puñadito de tiempo? ¿El enorme
universo, cuyo tamaño sí que soy incapaz de vislumbrar? La dimensión espacial se me
antoja mucho más aplastante e inhumana que la temporal.
Claro que luego seguí leyendo el libro de Alemán, cosa que confieso que he tenido
que hacer con notable esfuerzo pese a la gran capacidad divulgativa del autor, porque
desde la física cuántica para acá me parece que los científicos andan empapados en
ácido lisérgico y gloriosamente pirados, incomprensibles pero formidables en sus
chifladuras. Digo que continué leyendo el libro y entonces me enteré de que ésa tal vez
sea la edad de nuestro universo visible, pero que éste puede provenir de otro montón
de universos antes expandidos y colapsados, o de una multiplicación de universos
paralelos unidos en la actualidad o en algún momento por agujeros de gusano, o de un
universo interminable inflacionario que brota en nuevos universos como en burbujas,
sea eso lo que sea, o de un universo pulsante que no llega a colapsarse sino que se
renueva interminablemente en ciclos como las estaciones del año, e incluso hay un tipo
llamado Tegmark que a finales de la década de 1990 propuso la hipótesis del universo
matemático según la cual, y copio las palabras de Alemán para no pifiarla, “parece
querer decir que lo que consideramos la realidad física es una estructura matemática
abstracta tan compleja como para admitir subestructuras autoconscientes (nosotros
mismos) que creen vivir en un mundo material”.
O sea, puro Matrix. Lo mismo cualquier día hasta le dan un Premio Nobel al
Tegmark éste. (SIC). En resumen, un maldito lío, un embrollo de proporciones sublimes
que lo único que demuestra es que no sabemos casi nada, y que nuestros esfuerzos,
los esfuerzos sumados de una legión de las mentes humanas más portentosas,
siempre chocan contra los infinitos, contra la pesadilla de las singularidades, que son
aquellas fronteras del saber en dónde dejan de funcionar las leyes físicas y
matemáticas y todas las herramientas científicas que poseemos. En palabras vulgares,
no conseguimos resolver el problema de la creación o no creación, del principio o no
principio de las cosas, del final o no final del universo. Y a mí, paradójicamente, esta
ignorancia esencial me parece maravillosa y excitante, me parece un misterio
deslumbrante y tentador.
Así que lo de los 13.750 millones de años de edad del universo es una fruslería
dentro de la enormidad. Dentro de la enormidad de lo muy grande, pero también de lo
muy pequeño. Porque los quarks y demás partículas elementales son tan diminutos que
vienen a ser de tamaño, con respecto al núcleo de un átomo, como un átomo con
respecto al sistema solar. Repito: como un átomo comparado con todo el sistema solar.
Por su parte, el núcleo es con respecto al átomo como una pulga a un estadio. Y un
átomo es una birria tan chica como… En fin, paremos, me marea semejante inmensidad
liliputiense.
Formamos parte de esa complejidad indescriptible, de ese fragor fenomenal, somos
un ingrediente banal en el colosal chisporroteo de masa y energía. Y en medio de esa
desmesura maravillosa, hay gentes que dedican la increíble, casi imposible casualidad
de sus ínfimas vidas a lanzar por la borda de la patera a una docena de pobres
desheredados como ellos por el simple hecho de creer en otros dioses. Qué desolación,
qué completa imbecilidad, qué desperdicio.

Responde los siguientes cuestionamientos y envíalas en archivo Word por el mismo


lugar donde descargaste este documento.
Recuerda colocarle tu nombre y apellidos completos. Cédula de identidad. Sección.
Como marca personal de tu trabajo.
Éxito.

1. ¿Qué tipo de texto es este?


2. ¿Cuál es el tema del texto leído?
3. ¿Cuál es la idea principal del tercer párrafo?
4. En este contexto. ¿Qué significa la frase: “somos un ingrediente banal en el
colosal chisporroteo de masa y energía”?
6. Redacta un resumen de 10 líneas sobre el texto leído.

También podría gustarte