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“¿Por qué dudan de la Resurrección?


Propósito General: Consagración.
Propósito Específico: Exhortarte a cumplir la orden que Yeshúa nos ha dado.
Palabra clave: Incredulidad / Dudar.
Proposición: ¿Cuántos más seguirán dudando, porque tú, que has nacido de nuevo, no estás obedeciendo?
Texto: Salmo 16.1-11 (inicio), Juan 20.24-31 (todos), Varios (Mensaje Semanal)

INTRODUCCIÓN
Cuando éramos niños, creíamos todo lo que nos decían los adultos, sobre todo si eran nuestros
padres o parientes quienes lo hacían; y la verdad es que no siempre recibimos información
verídica, pero no teníamos la edad, ni la experiencia para dudar o ser escépticos.
Ya sea que nos hayan dicho una verdad o una mentira, esa información viajará con nosotros,
hasta que nos demos cuenta de su veracidad, o consideren que tenemos la edad, para darnos la
información que para ellos es cierta.
Si a un niño le dices que Elohim no existe, como hacían (o hacen) los cubanos, será difícil que,
tras años de creerlo, el adulto se permita pensar que puede estar equivocado al respecto; cuando
la lógica se convierte en nuestro eje toral, es difícil ver con los ojos de la fe.
Por otra parte, hay mentiras que los padres dicen a sus hijos para conservar su “inocencia”, pero
si tomamos en cuenta, que hasta el siglo XIX había niños que trabajaban desde los 9 años, en
jornadas de 12 horas; por lo que el concepto que hoy tenemos de la niñez, conforme al
historiador de la familia y la niñez, el francés Philippe Ariès (1914 – 1984), es relativamente
nuevo, creado por la sociedad moderna (y llevado al absurdo por la postmoderna).
Si algún día llego a ser abuelo, ya que, por mi edad, será mi esposa la que tenga los hijos, no
pienso mentirles, y mucho menos con personajes como Santa Claus, los Reyes Magos, o el
Conejo de Pascua, que lo único que hacen es desviar, y robar la atención que se debe poner
solamente en Jesucristo.
Para darles un regalo en tales fechas, les puedo hablar de un regalo de gracia, que recibirán,
haciendo su petición (si quieren en una carta), dejándome a mí la respuesta, confiando en que,
por amor, se les dará algo más de lo que merecen (en la medida de mis posibilidades);
aprovechando para hablarles del mayor regalo que pueden recibir, cuando lleguen a la edad en
que puedan decidir, conscientemente, en tener una relación personal, cercana, íntima y de amor
con el Todopoderoso Creador del Universo.
No es acabar con su credulidad, sino dirigirla a donde debe estar; también les diría que respeten
las creencias de sus amigos, o compañeros, pues creo que deben ser los padres, y no alguien más,
quienes deciden como educar a sus hijos.
Como dice Proverbios (22.6): Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se
apartará de él.
Cuando llegamos a la adolescencia nos volvemos cada vez más escépticos, y queremos pruebas
para creer, por eso no es de extrañar que haya habido, y siga habiendo, tantos incrédulos en
cuanto a la Resurrección de Cristo.
Veamos algunos en la Biblia.

DESARROLLO
1) Las mujeres.
Lucas 24.1–5 Pero el primer día de la semana, al rayar el alba, las mujeres vinieron al sepulcro
trayendo las especias aromáticas que habían preparado. Y encontraron que la piedra había sido

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removida del sepulcro, y cuando entraron, no hallaron el cuerpo del Señor Yeshúa. Y aconteció
que estando ellas perplejas por esto, de pronto se pusieron junto a ellas dos varones en
vestiduras resplandecientes; y estando ellas aterrorizadas e inclinados sus rostros a tierra, ellos
les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?
ὄρθρος (órthos). Madrugada, temprano.
ἀπορέω (apopéo). No saber qué pensar, estar perplejo, no entender.
Por Juan 20:1 sabemos que salieron “siendo aún oscuro”; por Marcos 16:2 que llegaron al
sepulcro “cuando había salido el sol”, y que entre las que acudieron al sepulcro aquella mañana
estaban María Magdalena, Juana, la mujer de Cuzá (Lucas 8:3), y María la madre de Jacobo el
menor (Marcos 15.40; 16.1).
Las mujeres bien sabían cuál era la sepultura de Yeshúa (Marcos 15:47); no hay motivos para
creer que cometieron un error; estas mujeres habían seguido a Yeshúa desde Galilea, y habían
estado al “pie de la cruz”, conocían lo que ÉL había dicho en cuanto a su muerte y resurrección,
pero, no lo creyeron, como podemos ver en los siguientes detalles:
a) ¿Por qué comprarían especias o vendrían pensando embalsamar Su cuerpo, si creían que iba a
resucitar? Los preparativos para los entierros los hacían las mujeres.
b) ¿Por qué preocuparse del movimiento de la piedra de la puerta? Si Yeshúa no hubiera
resucitado, esta piedra hubiera sido un verdadero obstáculo; ellas sabían lo pesada que era la
piedra, y que tres mujeres no hubieran podido moverla.
c) ¿Por qué estarían perplejas de no hallar el cuerpo?
d) ¿Por qué les reprocharían los ángeles que buscaran en la tumba a Yeshúa?
Ciertamente, estas mujeres eran fieles seguidoras de Yeshúa, aprovechando su género, habían
hecho lo que, a excepción de Juan, el resto de los apóstoles no se había atrevido; pero… no
creyeron que hubiese resucitado.
¿Te extraña que hoy haya quien sigue dudando de la Resurrección?
2) Los apóstoles.
Lucas 24.6–12 No está aquí, sino que ha resucitado. Acordaos cómo os habló cuando estaba aún
en Galilea, diciendo que el Hijo del Hombre debía ser entregado en manos de hombres
pecadores, y ser crucificado, y al tercer día resucitar. Entonces ellas se acordaron de sus
palabras, y regresando del sepulcro, anunciaron todas estas cosas a los once y a todos los
demás. Eran María Magdalena y Juana y María, la madre de Jacobo; también las demás
mujeres con ellas referían estas cosas a los apóstoles. Y a ellos estas palabras les parecieron
como disparates, y no las creyeron. Pero Pedro se levantó y corrió al sepulcro; e inclinándose
para mirar adentro, vio sólo las envolturas de lino; y se fue a su casa, maravillado de lo que
había acontecido.
λῆρος (líros), Disparates, pura tontería, charla ociosa.
ἀπιστέω (apistéo). No creer, no pensar que sea verdad.
Conforme a Juan 20.1-10, el mensaje de María de Magdala fue “se han llevado del sepulcro al
Señor, y no sabemos dónde le han puesto”, lo que hace que Pedro y Juan corran hacia el
sepulcro, y sólo encuentren las vendas de lino en las que había sido envuelto el cuerpo de
Yeshúa; además de la pieza que había envuelto su cabeza, el sudario, doblada y puesta allí
separada de la otra. No era la escena que podría esperarse, si se tratase del robo de una tumba; las
cosas estaban muy ordenadas. ¿Y por qué los ladrones se habrían tomado el tiempo de dejar
doblados y en orden los envoltorios del cadáver?
Cuando Juan vio la evidencia de que Yeshúa había resucitado, creyó; pero, ninguno de los dos se
percató de que estaban siendo testigos del cumplimiento de las Escrituras (Salmos 16:10).

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Pedro, salió del sepulcro θαυμάζων (thamázon) - admirado, maravillado, espantado, perplejo.
¿Te extraña que quien no haya visto la tumba vacía, siga dudando de la Resurrección?
3) Miriam de Magdala.
Juan 20.11–18 Pero Miriam se había quedado afuera, frente al sepulcro, llorando; y mientras
lloraba, se agachó a mirar dentro del sepulcro, y ve a dos ángeles de blanco sentados, uno a la
cabecera y otro a los pies, donde había yacido el cuerpo de Yeshúa. Ellos le dicen: Mujer ¿por
qué lloras? Les dice: Porque se llevaron a mi Señor, y no sé dónde lo han puesto. Dicho esto, se
da la vuelta y ve a Yeshúa de pie (pero no sabía que era Yeshúa). Yeshúa le dice: Mujer, ¿por
qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que es el hortelano, le dice: Señor, si tú te lo
llevaste, dime dónde lo pusiste, y yo me lo llevaré. Yeshúa le dice: ¡Miriam! Ella, volviéndose, le
dice en arameo: ¡Rabboni! (que quiere decir Maestro). Yeshúa le dice: No me retengas, porque
aún no he subido al Padre; pero vé a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre,
a mi Elohim y a vuestro Elohim. Miriam de Magdala fue a dar las nuevas a los discípulos: ¡He
visto al Señor! y les manifestó que le había dicho estas cosas.
κλαίω (kléo). Llorar o lamentar, con énfasis en el ruido que acompaña al llanto.
La Magdalena sentía un afecto singular hacia el Maestro, quien había expulsado de ella siete
demonios, le había servido junto con otras mujeres, de las que Lucas (8:2–3) menciona varias,
estuvo al pie de la cruz (Juan 19:25), en el sepelio (Lucas 23:55), y en cuanto pudo, sin
importarle que aún estaba obscuro, había ido al sepulcro (Juan 20.1).
Cuando Pedro y Juan ya se habían ido de la tumba, ella seguía llorando frente a ésta, ni siquiera
se le ocurrió pensar que Yeshúa había resucitado; la palabra que se usa para expresar su llanto
sugiere un llanto fuerte, sollozos de lamento por la pérdida sufrida (es la misma empleada
cuando Yeshúa lloró por Jerusalén). Cuando María miró hacia adentro de la tumba, vio algo que
no estaba allí cuando Pedro y Juan miraron, dos ángeles vestidos de blanco, por su angustia, no
se dio cuenta del significado de la presencia de ellos; además, no tuvo tiempo para pensar en
quiénes eran esos dos extraños, ni de escuchar lo que ellos le dijeron, porque en ese momento se
volvió y vio a Yeshúa, aunque no lo reconoció, pensando que era el jardinero encargado de
mantener en buen estado el lugar de las tumbas.
Pero Yeshúa la llamó por su nombre, y todo cambió, estaba lista para dar las Buena Nuevas
(Juan 10.27-30), como debiese estarlo todo aquel a quien ÉL ha llamado.
¿Te extraña que quien no oye Su voz, siga dudando de la Resurrección?
4) Cleofas y el otro discípulo.
Marcos 16.12–13 Después de esto, se apareció en forma distinta a dos de ellos cuando iban de
camino al campo. Y éstos fueron y se lo comunicaron a los demás, pero a ellos tampoco les
creyeron.
Lucas 24.13–35 hace una narración más detallada de éste encuentro, por eso sabemos que uno de
los discípulos se llamaba Cleofas, del otro no hay registro de su nombre; también sabemos que
iban, el día de la Resurrección, a una aldea llamada Emaús, que estaba a once kilómetros de
Jerusalén. Parece ser que discutían perplejos sobre las probabilidades de la resurrección, por el
informe que habían dado las mujeres, y que seguramente oyeron junto con los apóstoles.
Ellos discutían entre sí respecto a Cristo, se encontraban desilusionados, a pesar de que, además
de las mujeres, los apóstoles atestiguaron que la tumba estaba vacía; ellos, en realidad, no creían
en la Resurrección, y es Yeshúa mismo, quien, reprochándoles por la debilidad de su fe en las
Escrituras del Antiguo Testamento, viene a poner fin a sus dudas. La compañía de Yeshúa les
duró hasta que ÉL partió el pan, porque “Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron,
pero él desapareció. Se decían el uno al otro: —¿No ardía nuestro corazón mientras conversaba

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con nosotros en el camino y nos explicaba las Escrituras? Al instante se pusieron en camino y
regresaron a Jerusalén. Allí encontraron a los once y a los que estaban reunidos con ellos. ¡Es
cierto! –decían-. El Señor ha resucitado y se le ha aparecido a Simón. Los dos, por su parte,
contaron lo que les había sucedido en el camino, y cómo habían reconocido a Yeshúa cuando
partió el pan.” (Lucas 24.31–35)
¿Te extraña que a quien no le explican Las Escrituras, siga dudando de la Resurrección?

CONCLUSIÓN
Lucas 24.36–49 Mientras ellos aún hablaban de estas cosas, Yeshúa se puso en medio de ellos, y
les dijo: Shalom a vosotros. Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían espíritu.
Pero ÉL les dijo: ¿Por qué estáis turbados, y vienen a vuestro corazón estos pensamientos?
Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne
ni huesos, como veis que yo tengo. Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies. Y como
todavía ellos, de gozo, no lo creían, y estaban maravillados, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de
comer? Entonces le dieron parte de un pez asado, y un panal de miel. Y ÉL lo tomó, y comió
delante de ellos. Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que
era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas
y en los salmos. Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; y
les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos
al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en
todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. Y vosotros sois testigos de estas cosas. He
aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de
Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.
No te parece asombroso, que a pesar de que el día de la Resurrección, Yeshúa ya se había
manifestado a María Magdalena, a Simón y a los dos discípulos en el camino a Emaús, cuando
se pone en medio de todos los discípulos, estos crean que se trata de ¡un fantasma!
Definitivamente, con la edad viene la incredulidad, por eso Yeshúa dijo: De cierto os digo, que
el que no reciba el reino de Elohim como un niño, no entrará en él. (Marcos 10.15)
No sólo Tomás necesito ver para creer, pues aun los primeros testigos de la Resurrección
dudaron, las que lo habían seguido y servido fielmente, los que tuvieron que ver la tumba vacía,
los que no oyeron su voz, y aquellos que necesitaron que les explicasen Las Escrituras; hoy sigue
habiendo muchos como ellos, y la orden a quienes hemos creído, y hemos sido investidos con
poder de lo alto, no ha cambiado Hechos 1.7-8; Mateo 28.18-20.

¿Cuántos más seguirán dudando, porque tú, que has nacido de nuevo, no estás
obedeciendo?
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