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EN EL Desierto
Josema
AÑO 2020
Personajes: 2 Masculinos
Estació n de tren situada a las afueras de un pequeñ o pueblo Andaluz, cerca del
campo. Puerta central y dos ventanas alargadas a ambos lados, un reloj, un par de
bancos y el cartel con el nombre de la estació n. Es una estació n antigua y de poco
trá nsito.
Cosme está sentado en uno de los bancos de la estació n con una bolsa de deporte
algo gastada. Es un hombre de mediana edad. Entra Theodoro, aproximadamente de
la misma edad que Cosme (andaluz con acento cerrado), va trajeado, y su semblante
es serio.
THEODORO - Buenas.
COSME. - Por aquí le será difísil encontrar uno, el má serca está en el pueblo de al
lao.
COSME. - Sí.
COSME. - No, no mucho, a unos die kiló metro d’ aquí. ¿Qué l’ ha pasao, se le ha
estropeao el coche?
COSME. - Aquí, lo tiene un poco complicao. El mecá nico que había se marchó haAe
un par de añ o, a trabajar en los tallere de un consesionario muy importante que está
a eso de treinta kiló metro de aquí. Ya sabe, por falta de trabajo. Este es un pueblo
pequeñ o.
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THEODORO - Precisamente ese hombre tenía que ir a una boda, en jueves. A quién
se le ocurre casarse en un jueves.
COSME. - Me imagino que sería el día que le dieron en el jugao, no creo que pudiera
elegir.
THEODORO. - (Malhumorado) Vamos, que de todos los sitios que podía caer esta
noche, he ido a dar en un pueblo recó ndito perdido en algú n rincó n del mapa.
COSME. - (Con una sonrisita) Bueno, edtamo en medio de dos siudades grandes.
THEODORO. - (Despectivo) ¿En medio? ¡En medio de qué! ¡En medio de la nada!
COSME. - Perdone que le corrija, pero yo no opino así. Hoy en día hay mucha gente
que vive en el campo y se traslada cada día a trabajar a la siudad. O sea, que no
estamos, ni lejos ni serca de cualquier sitio.
THEODORO. - (Malhumorado) Vamos, que de todos los sitios que podía caer esta
noche, he ido a dar en un pueblo recó ndito perdido en algú n rincó n del mapa.
THEODORO: (Con una sonrisita) Bueno, estamos en medio de dos ciudades grandes.
50”
COSME. – “No” apañ amo, todo e acostumbrarse. (Cambio) ¿No tiene a nadie que
pueda venir a recogerlo?
COSME. - Sí, claro, menuda tontería he dicho. Quédese a dormir en el pueblo esta
noche y mañ ana por la mañ ana ya le asercará alguien a buscar al mecá nico.
THEODORO. - (Nervioso) ¡Imposible! No puedo quedarme aquí, mañ ana tengo que
coger un avió n a primera hora.
COSME. - Sí, só lo faltan veinte minuto para que llegue, y se baja en la pró xima
estasió n que está a quinces kiló metros de aquí. Allí tiene uste de to, puede dormir
en el parador, que disen que e precioso y muy limpio. La cama la tiene como en la
película de reye.
50”
COSME. - (Algo cortado) Yo… yo no lo conosco por dentro, to eso me lo han contao.
Si se lo he dicho e pa que usted se quede má tranquilo.
THEODORO. - (Seco) ¿Por qué tengo que quedarme má s tranquilo, por dormir en un
parador? Ya estoy má s que acostumbrado a dormir en ellos.
Se hace un silencio entre los dos. Cosme sale por la puerta y Theodoro se acerca al
borde del escenario como si fuese el del andén esperando la llegada del tren.
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30”
COSME. - (Sin darle importancia) Sí, ya he vito al entrar que era un coche mu caro.
Pero no deja de ser un coche con cuatro ruedas y un motor. Por él no se preocupe, lo
puede dejar ahí mimo.
THEODORO. - ¿Ahí mismo, está seguro? Un coche como ese para la mayoría de
personas es una tentació n.
1,02”
COSME. - No hombre, no, só lo era una broma, na má que una broma. Está uste mu
nervioso, relá jese un poco. Ya le he dicho que este e un pueblo mu pequeñ o, aquí
nos conocemo to, lo puede dejar bien tranquilo que nadie se lo tocará .
COSME. - ¿Se da cuenta que en ese “nadie” también estamo incluido uste y yo?
COSME. - Será que yo he corrio mu poco. Aunque voy en tren toda la noche, si se e
observador, se ve y se aprende mucho sobre las personas.
THEODORO. - Supongo que sí. Yo no tengo mucho tiempo para eso y en realidad
tampoco me interesa demasiado la vida de los demá s.
1,02”
COSME. - Vaya. ¿Qué tipo de vida lleva uste que no tiene tiempo para mira a su
alrededo?
THEODORO. - (Mirando hacia fuera) Tengo cosas mucho má s importantes cosas que
hacer que estar pendiente de la vida de otros. Lo que ha estado siempre muy claro,
es que el trabajo es el precio del éxito. Y si no trabajas duro...
58”
COSME. - Me he dao cuenta que siempre contesta, “supongo que sí”, ¿es por alguna
rasó n especial?
COSME. - Sí, (indicando con su dedo una casa enfrente) vive ahí mimo.
THEODORO. - (Alterado) ¡Esto es inaudito, aunque ese tio viva ahí mismo no creo
que sea normal dejar la estació n sola! ¿Y esto lo hace muy a menudo?
THEODORO. - (Con intenció n) Pues menos mal… Todavía tendrá n que darle las
gracias por permanecer en su puesto de trabajo.
COSME. - El pobre está mu nervioso, su mujer está a punto de parir y como ha salio
de cuentas...
58”
THEODORO. - (Sin darle importancia) Me parece muy bien (Nervioso mira el reloj)
Con el pró ximo no se pondrá así.
COSME. - Pues no sé qué desirle, porque yo he tenio cuatro y dise mi señ ora que
cada ve me pongo peo.
THEODORO. - (En el borde sin mirarle) Ni que fuese usted el que tiene que dar a
luz…
COSME. - (Sonriendo) Eso mismo dise mi señ ora. ¿Usted tiene alguno?
50”
COSME. - Cada ve que recuerdo como nasió . Hay que ver qué mal se pasa ¿Ha visto
usted naser a su hijo(S)?
THEODORO. - (Con intenció n) ¿Por qué, si ya tenía usted experiencia con los otros
tres?
53”
COSME. - Sí, ya, pero está ve era mu diferente. Mi señ ora era má mayo y tuvo un
embaraso difísil, luego la niñ a que se empeñ ó en naser ante de tiempo y con lo pie
pa lante. La do lo pasaron bastante mal, la niñ a creían que no viviría, pero si la viera
ahora, parese un terremoto.
COSME. - A las onse y cuarto. Le estoy aburriendo ¿verdad? Mi señ ora ya me dise
que hablo mucho, pero yo pienso que la persona tenemo que comunicarno.
THEODORO -Sí, eso dicen. (Mirando su caro reloj) Só lo falta un cuarto de hora.
THEODORO. - Voy a ver si viene el chico ese de la taquilla. (Se retira por la puerta)
1’
COSME. - Para él en este momento lo primero es su señ ora y su hijo. Ya sabe aquello
de lo primero e lo primero…
COSME. - Bueno, porque a esta hora este e el ú ltimo tren, ya no pasa ningú otro hasta
las sei de la mañ ana. Lo ú nico que puede pasar esta noche e que se retrase ese tren.
THEODORO. - ¡Lo que faltaba! Qué pasa en este pueblo, no hay nadie en la estació n,
no hay para sacar los billetes, no hay ni una má quina de café…
COSME. - En esta estació n no hay gente para pone una má quina de esa.
1’
THEODORO. - En este momento só lo espero que ese tren llegue a su hora, no tengo
ganas de pasarme la noche en esta estació n. (Nervioso vuelve a salir por la puerta)
COSME. –(se levanta y camina por el borde del escenario jugueteando con la
armó nica. )
COSME. - (Sonriendo) En el sentro del pueblo hay un ba, pero le coge un poco lejo.
THEODORO. - (Con intenció n) Como no… Vamos, parece que esta noche todo se ha
confabulado en contra mío.
COSME. - Hay veses que las cosas suceden por alguna razó n que en ese momento no
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entendemos.
1’
THEODORO. - ¡Déjese de enigmas! La ú nica razó n por la que estoy esta noche aquí
es porque se me ha estropeado el coche, no hay que buscarle má s misterio a eso.
THEODORO. - ¿Usted?
COSME. - (Abre la bolsa y saca un termo) Lucía… Lucía es mi señ ora, sabe, siempre
llena el termo, y yo le digo, mujer, que yo no tomo tanto café, pero ella siempre me
contesta lo mimo, invita a tu compañ ero, un café siempre hase amigos y o viene muy
bien, que la noche e larga.
COSME. - (Saca un vaso de plá stico y le echa el café) Tenga, el vaso no e mu lujoso
pero el café etá muy bueno. No sé qué le pone, pero sabe de bien…
THEODORO. - Gracias.
COSME. - (Saca una cajita con terrones de azú car) Los asucarillos le gutan en
terrone, dise que son pequeñ o caprichito, como lo de esa cafetería que salen en la
película (Sonriendo) A la pequeñ a también le gutan mucho. Tenemo que ir con
cuidao porque a poco que nos descuidemo se lo come como si fuera caramelo. (Le
ofrece el azú car) Tendremo que compartir la cucharilla só lo tengo esta. Venga.
COSME. - Sí, soy ferroviario. Pero hago un curro para aumentar la paga, por eso voy
de noche. (le mira la mano) A uted se le ve que e un hombre que no trabaja con la
mano ¿En qué trabaja?.
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THEODORO. - Las manos precisamente son las que má s utilizo, soy director de
orquesta.
THEODORO - A estar siempre viajando de acá para allá , la mitad de mi vida la paso
en aeropuertos y hoteles. Planeando conciertos con meses o añ os de antelació n y
obligado a dar conferencias, a asistir a celebraciones, fiestas, homenajes… Ya me
entiende…
COSME. - Sí, también, pero las mía son de otro tipo, procuro no cargar má de lo que
mi fuerza me permitan llevar.
COSME. - Que por aquello que queremo acarrea pagamos un presio y a veses resulta
un poco caro.
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COSME. -Eso e como desir que uste, no tiene vida personal sino una importante vida
profesiona.
COSME. - No, Dio me libre de recomendar tal cosa a nadie. Supongo que escogió su
profesió n porque le apasionaba la mú sica, ¿no?
THEODORO. - Desde luego que sí y me imagino, que por el privilegio del que gozo,
tengo un alto precio que pagar, como usted ha dicho.
COSME. - Venga, ¿Y vale la pena? Ya, pero e una lá stima que no pueda disfrutar del
día a día, tener que estar siempre planeando mucho má allá .
THEODORO. - ¿Y quién vive hoy en día el presente? Ahora, todo está pensado para el
día de mañ ana y en esta profesió n, si se quiere ser alguien, má s.
THEODORO. - Puede que en su mundo sea como usted dice, en el mío ¡no! (Intenta
no seguir la conversació n y disimula tocá ndose la corbata) Qué calor hace esta
noche, es insoportable.
COSME. - Sí, cada añ o hase má y eso que só lo etamos en junio… Yo no aguanto llevar
corbata, cuando vamo a alguna boda mi señ ora, una semana antes ya me avisa que
me guste o no tengo que llevarla, al meno, hasta que no hagan la foto.
COSME. - (Con doble intenció n) Hay cosa a la que a alguno no cuesta mucho pode
llega a acostumbra.
THEODORO. - Supongo que sí. (Vuelve a tocarse la corbata) ¡Uf… qué calor! ¿No
tiene miedo a esta soledad, o a que le suceda algo estando aquí
COSME. - No, nunca he pensao en na de eso, tengo tiempo para pensar y disen que el
pensa e el origen del pode. Ademá , nunca estoy solo del to, siempre está el Sebastiá n
aquí.
COSME. - Sí, pero po una causa mayo. Y lo que son la cosa, eta noche que no está él
aparese usted, al que también le ha fallao su coche.
COSME. - Aquí siempre e así. A la pequeñ a, le encanta mira la estrellas y dice: “Papá
¿ve aquella estrella que brilla tanto…? Pues aquella e la varita má gica de un hada”.
THEODORO. - (Con intenció n) Qué manera de soñ ar… Aquélla que brilla má s no es
ninguna varita má gica, es Venus que brilla así porque está má s cerca de la Tierra.
COSME. - Sí, pero dicho así suena tan… le quita ute todo el encanto. Don Theo,
siempre hay que soñ ar, e como enganchar nuetro carro a una estrella.
COSME. - Lo sueñ o no hacen dañ o a nadie, a fin de cuenta, to empieza por un sueñ o.
THEODORO. - (Pensativo) Supongo que sí. Ojalá se pudiera soñ ar como su hija y
pensar que las estrellas son esas varitas má gicas que ella dice, a las que se les puede
pedir cualquier cosa.
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THEODORO. - En este momento, con eso me conformo. ¿Y usted? ¿En qué sueñ a un
hombre como usted en un pueblo recó ndito como este?
COSME. - (Con algo de reserva) En ver a mijo conseguir su sueñ o. A Gloria, montar
su peluquería, Elisa, seguir su camino, luchando con valentía como hasta ahora, a
Juliá n, conseguir su propó sito, a María, verla creser siempre con la misma alegría y a
mi señ ora ser feliz.
THEODORO. - Tiene usted pocas aspiraciones Cosme, eso son los sueñ os de los
demá s, no los suyos.
COSME. - Yo no opino como uste, creo que son grande mi aspiracione, porque son la
aspiracione de un padre, para el que por encima de to está n sus hijos.
THEODORO. - Ya, pero usted, ¿qué? ¿No ha soñ ado nunca en salir de este pueblo?
¿En huir?
COSME. - Cuando tenía ocho añ o lo médico no aconsejaron que lo mejor para ella
era salir de la siudad y no vinimo a vivir aquí, y le puedo asegurar que nunca no
hemo planteado el marchar de aquí.
COSME. - (se entristece con el relato) Elisa padese una enfermeda en los pulmones,
y el aire contaminao de la siudad podría llegar a matarla. Después de pensarlo
mucho, desidimos trasladarno aquí por el bien de nuestra hija. Al principio, como yo
tenía un buen trabajo se vino mi señ ora con lo tre niñ o y yo venía to lo fine de
semana a verlo. Eso duró sinco meses, pero pasó lo que tenía que pasar, mi señ ora
se sentía sola y yo también. Casi no hasíamo vida de familia, así eque después de
pensarlo bien, tomé la desisió n de buscar algo serca de aquí. Y de eso han pasao ya
casi die añ os.
COSME- No, no me siento de ninguna manera como uste piensa. Yo considero que lo
que etá n verdaderamente atrapao, como en otro tiempo lo estuve yo, son lo que
viven en la siudades, trabajando de sol a sol en una ofisina, o en una fá brica, y lo fine
de semana vuelven a verse atrapado con la caravana que se forman en la carretera,
para sali a respira lo que yo tengo aquí todo el añ o.
COSME. - Si la mayoría apena puede llegar a fin de mes. Ya conosco esa vida, ya la he
vivio. Todo depende de lo que uno considere verdaderamente importante.
THEODORO. - ¿Y usted cree que atá ndolos a un pueblo como este tendrá n alguna
oportunidad?
COSME. - ¿Por qué no? Yo no le pido a mi hijo que se queden aquí, eso lo tienen que
desidir ellos.
COSME. - ¿Eso cree uted? ¿Qué clase de padre cree que soy yo?
COSME. - ¿Todo? Todos no buscamo lo mimo. Seguro que yo no buco lo mimo que
uted.
THEODORO. - (Con intenció n de molestar) ¿No es mala idea, desde luego aquí, ni
aire puro ni tranquilidad les falta… (sorprendido)mis hijos? tengo solo uno, Pedro,
se llama, pero le decimos Pedrito, es un malcriado.
THEODORO. - Sí, somos dos viajeros muy distintos. (Le suena el mó vil, se pone
nervioso, al sacarlo de la chaqueta no se da cuenta y se le cae un billete de avió n)
Vaya, si está vivo este aparato. ¡Hola cariñ o…! ¿Có mo está s? ¿Qué no me oyes bien?
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COSME. - (Riéndose) Era lo ú nico que le faltaba eta noche a la etasió n. ¿Algo
importante? Ya me he dao cuenta que era su señ ora…
COSME. - (Por la armó nica) No se ría, eto e cosa de la pequeñ a. (Dá ndole el billete) ,
Venga, se le ha caío al sacar el mó vil.
COSME. - (con intenció n). Ya, claro, que tonto soy, entre utedes lo artista la palabra
“cariñ o” e normal y no quiere desir nada, ¿verdad?
THEODORO No hace falta que juegue a hacerse el ingenuo conmigo, los dos sabemos
que eso no da resultado.
COSME. - Cogollos, es un gran folló n. (Con intenció n) Parese que eta noche el tren se
retrasa, jolines, epero que no pierda uted ese viaje a Parí.
THEODORO (Se acerca al borde del escenario como si mirase la llegada del tren para
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no seguir con la conversació n) Sí, eso espero yo también. ¿Esto sucede muy a
menudo?
THEODORO. - (Con intenció n) Vaya… vaya. Vamos, que es usted un padre modelo…
COSME. - Lo intento, lo intento todo los día con toda mi fuersa, que también me
fallan alguna vece.
COSME. - Uted se ríe de mi cosa, ¿verdad, Cosme? Para uste no son importante. No
tengo coche, no tengo aspiracione, no quiero salir deste pueblo… ¿Y sabe por qué no
tengo coche? Porque no he tenido ni tiempo ni dinero para sacame el cané en su
momento, y ahora, ahora e mi hijo el que lo necesita y él se lo etá sacando por mí.
COSME. - ¿Por qué se empeñ a en envenenarlo to con su atitud? Está empeñ ao en ver
el vaso medio vasío.
COSME. - Al de un hombre que se crio en un colegio, y cresió sin pae y sin familia.
Yo, me siento to un triunfado y diga lo que diga seguiré viéndome así.
COSME. -Sé que a uted le parece poca cosa, pero para el que ha cresido sin ella lo má
importante es perteneser a una, saber que alguien te espera y que depué de tu hijo
vendrá n tu nieto. ¿Comprende? “La familia, la familia” eso e lo má importante para
mí. Como ve, tengo motivo para sentirme un triunfador, porque yo “sí” he logrado
hacer realida mi sueñ o ¿Y uted? ¿Qué me dice de uted? Su sueñ o, ¿lo ha lograo?
THEODORO. - (Pensativo) No lo sé, créame, no lo sé. Hasta ahora creía que la mú sica
lo era, pero ya no estoy tan seguro.
COSME. - A lo mejo lo ú nico que le hase falta e darse un repiro, mirar atrá y ver
dó nde se perdió .
THEODORO. - Es usted un filó sofo. ¿Por qué cree que estoy perdido?
COSME. - (Sonriendo) Porque lo etá , al menos eta noche lo etá . Etá en una etasió n
hablando con un desconosio.
PAUSA…
THEODORO Esta noche, claro, có mo no, esta noche. Por lo visto “esta noche” todo
tiene que salir distinto a como había planeado.
COSME. - Suele pasa, ya sabe aquel dicho “El hombre propone y Dio dispone”
THEODORO. - Ya, pensar… (Pausa) En este momento lo que me vendría muy bien es
una copa.
THEODORO. - Lo supongo. (Pausa) Oiga, no tengo ganas de seguir con este juego, no
sé có mo pasó , pero pasó , me he enamorado como un quinceañ ero de una mujer
veinticuatro añ os má s joven que yo
THEODORO. - No deseo hacerle dañ o, pero entre ella y yo hace tiempo que no hay
casi nada.
COSME. - ¿Por qué dise eso? Claro que creo en segunda oportunidade. Pero cuando
lo do tienen la mima opcione, cuando uno de ello engañ a al otro, ¡no! Su señ ora,
también podría eta enamora ahora mimo de otro ¿Qué me dise? ¿Qué le parese?
COSME. - Pue píenselo, porque seguramente eso será lo que pase cualquier día. Igual
que uted, ella también intentará ser feli con otro.
THEODORO. - (Sube el tono) ¡He hecho todo lo que he podido! ¿Por qué me dice
todo esto? ¿Por qué me he enamorado de una mujer má s joven que yo?
THEODORO. - Aunque no quiera saberlo, usted se las ingeniará para soltarlo (Pausa)
Vamos, suéltelo ya, ¿qué es lo que piensa?
COSME. Lo que pienso, e que esa chica no etá hasiendo una buena elecsió n con uted.
THEODORO. - (Molesto subiendo el tono) ¿Por qué, porque soy yo y no usted? Tiene
gracia, las personas como usted todas son iguales.
COSME. - Pero no en lo que cree. Tiene rasó n en que no tengo porque darle mi
opinió n, só lo debo esperar ese tren.
(Los dos se miran de reojo y se quedan en silencio, Cosme camina por el borde del
escenario, como si fuese el andén COSME ha sacado la armó nica)
COSME. - Sí, como se pasa el día tocá ndola. Ete fin de semana son la fiesta del pueblo
de al lao, allí compraremos otra.
THEODORO. - ¿Y si no hay?
COSME. - Po le aseguro que hay mucha, má de la que imagina y como uted, también.
THEODORO. - ¿Qué ha querido decir con eso? Me ve un hombre frío, ¿no es así?
COSME: No, no, le veo un hombre que etá en un momento de su via en el que se hase
mucha pregunta y espera mucha respuesta.
COSME. - Sí.
COSME. - No, lo digo porque intenta cambiar toa su via y no sabe có mo afronta ese
cambio. A lo mejo… só lo está cegao por la juventu de esa chica.
THEODORO. - No, por la juventud, no, por la alegría de vivir, puede. Esa alegría que
se pierde con el paso del tiempo y con la convivencia.
COSME. - Eso también le pasará con ella. Hay que etar mu seguro y ser fuerte para
conserva esa mima ilusió n durante tiempo, y que luego no sea só lo un espejismo.
THEODORO. - Claro que estoy seguro. ¿Por qué no lo voy a estar? Ya le he dicho que
no es una aventura.
COSME. - No lo sé, píenselo bien. Esa chica etá empezando su via y uted, igual que
yo, ya tenemo un camino trasao hase tiempo.
COSME. - No, no, no le estoy disiendo eso, pero ella, seguramente querrá seguir
etudiando, viaja, puede que hasta cambie de orqueta… Dise que tiene veintiocho
añ o, dentro de do o tre quizá quiera tener hijo…
THEODORO. - ¿Y qué?
COSME. - Cuando eso pase, uted tendrá cincuenta y tanto, casi sesenta. ¿Está
dipuesto a pasar por to eso?
THEODORO. - ¡No siga, sé dó nde quiere ir a parar! Los dos somos má s o menos de la
misma edad y sin embargo usted tiene una hija de cuatro añ os.
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COSME. - No, ahora soy yo el que etá siendo realista, aun sabiendo que puedo estar
equivocao. Uted no querrá cortarle la carrera a esa chica, ¿verdad?
THEODORO. - Claro que no. Tiene muchas aspiraciones y precisamente es una de las
cosas que má s me gustan de ella.
THEODORO. - ¡Otra vez con eso! ¿Es todo lo que tiene que decir?
COSME. - Uted no quiere oír mi opinió n, sino lo que le gutaría, pero yo no sé haserlo,
no sé desirle que es “genial” porque se ha enamorao como un chiquillo sin pensar en
nada má s.
THEODORO. - Yo no estoy aquí para cumplir las expectativas de los demá s, también
tengo derecho a ser feliz y mi felicidad en este momento está unida a la de esa chica.
Se escucha el sonido del tren acercá ndose a la estació n y una luz entra de uno de los
laterales del proscenio, o bien, con un foco frontal.
COSME. - (Con intenció n) Ese tren le llevará hata dó nde uted quiera ir.
COSME. - (Con doble intenció n) Sí, yo siempre trayecto corto, ¿lo ha olvidao?
COSME. - (Sonando a despedida) Sí, eso, quién sabe, a lo mejo cualquier día no
volvemo a encontra.
Se oscurece poco a poco con el sonido de fondo del tren alejá ndose.
Oscuro total
EL ACTO FINAL
La luz vuelve poco a poco y el sonido de los grillos igual que al principio de la obra.
Theodoro está sentado en uno de los bancos con una bolsa. Lleva una camisa
deportiva sin corbata, su aspecto es relajado. Entra Cosme con su bolsa de trabajo.
THEODORO. - Sí.
THEODORO. - Sí, só lo tenía una tontería. Por lo visto, decidió que quería quedarse
“aquí”
COSME. - (Riendo con intenció n) Vaya capricho tiene ese coche, quedarse “aquí”
presisamente aquí, justo “en el desierto”
THEODORO. - (Le corta sonriendo) Ya, ya sé, “ni lejos ni cerca de cualquier lugar”
COSME: Sí, hombre, sí, el de… Por ser perseverante llegó la tortuga al arca de Noé.
THEODORO. - (Mirando al cielo a las estrellas, y con doble intenció n) Creo que ella
só lo ha sido una estrella fugaz.
COSME. - No se deje engañ a, ese tipo de estrella juega con nosotro, se esconde y
puedn volver a aparese cuando meno lo esperamo.
Para ello, Cosme saca de su bolsa el termo con café. Mientras toman el café siguen
conversando sobre estrellas, al mismo tiempo, la luz se va oscureciendo poco a
poco.
THEODORO. - Ya, ya le entiendo. Sabe, tenía razó n, las camas de ese parador son
comodísimas y con dosel, como las de los reyes.
COSME. - (Riendo) Sí, mu es bonito y sobre to moderno, mu moderno con ete grifo.
COSME. - Ya veo. Tendré que desirle a Lusía que hay que modernisar el mío.
THEODORO - Creo que lo voy a utilizar muchas veces. Como dice su mujer, un café
hace amigos. Ah, se me olvidaba, esto es para María. (Le entrega un pequeñ o
paquetito con un lazo)
THEODORO. - (Mirando al cielo) Qué bonito está el cielo, está lleno de estrellas.
Mientras toman el café siguen conversando sobre estrellas, al mismo tiempo, la luz
se va oscureciendo poco a poco.
THEODORO. - Ya, ya le entiendo. Sabe, tenía razó n, las camas de ese parador tiene
dosel para reyes.
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