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EN EL Desierto
Josema
AÑO 2020

Personajes: 2 Masculinos

THEODORO: EL VIAJERO 52 años -DIRECTOR DE ORQUESTA


COSME: EL PUEBLERINO 54 años- FERROVIARIO
Época: 1987
Genero: drama-testimonial
Duración : aproximadante 60 ‘
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Estació n de tren situada a las afueras de un pequeñ o pueblo Andaluz, cerca del
campo. Puerta central y dos ventanas alargadas a ambos lados, un reloj, un par de
bancos y el cartel con el nombre de la estació n. Es una estació n antigua y de poco
trá nsito.

Es una noche de principio de verano, se escucha el sonido de los Grillos y el ruido a


lo lejos de algú n animal de granja.

Cosme está sentado en uno de los bancos de la estació n con una bolsa de deporte
algo gastada. Es un hombre de mediana edad. Entra Theodoro, aproximadamente de
la misma edad que Cosme (andaluz con acento cerrado), va trajeado, y su semblante
es serio.

THEODORO. -(Seco) Dígame, ¿dó nde puedo encontrar un mecá nico?

COSME. - (Se levanta) Buena noche.

THEODORO - Buenas.

COSME. - Por aquí le será difísil encontrar uno, el má serca está en el pueblo de al
lao.

THEODORO - (Sorprendido) ¿En el pueblo de al lado?

COSME. - Sí.

THEODORO - ¿Y está muy lejos ese pueblo?

COSME. - No, no mucho, a unos die kiló metro d’ aquí. ¿Qué l’ ha pasao, se le ha
estropeao el coche?

THEODORO Sí, eso parece. ¿Entiende usted algo de mecá nica?

COSME. - Lo siento, pero no entiendo na de na. Soy un negao para eso de la


mecá nica.

THEODORO - ¿Sabe de alguien que me pueda ayudar?

COSME. - Aquí, lo tiene un poco complicao. El mecá nico que había se marchó haAe
un par de añ o, a trabajar en los tallere de un consesionario muy importante que está
a eso de treinta kiló metro de aquí. Ya sabe, por falta de trabajo. Este es un pueblo
pequeñ o.
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THEODORO. - (Con intenció n y mirando alrededor despectivamente) Sí, ya lo veo…


Vaya, pues sí que he tenido suerte… ¿Tienen al menos, alguien que haga de taxista
que pueda acercarme a ese pueblo?

COSME. - Po verá , presisamente hoy da la casualidad, que el que hase de taxista en el


pueblo ha tenio que ir a la boa de una sobrina.

THEODORO - Precisamente ese hombre tenía que ir a una boda, en jueves. A quién
se le ocurre casarse en un jueves.

COSME. - Me imagino que sería el día que le dieron en el jugao, no creo que pudiera
elegir.

THEODORO. - (Malhumorado) Vamos, que de todos los sitios que podía caer esta
noche, he ido a dar en un pueblo recó ndito perdido en algú n rincó n del mapa.

COSME. - (Con una sonrisita) Bueno, edtamo en medio de dos siudades grandes.

THEODORO. - (Despectivo) ¿En medio? ¡En medio de qué! ¡En medio de la nada!

COSME. - Perdone que le corrija, pero yo no opino así. Hoy en día hay mucha gente
que vive en el campo y se traslada cada día a trabajar a la siudad. O sea, que no
estamos, ni lejos ni serca de cualquier sitio.

THEODORO. - (Malhumorado) Vamos, que de todos los sitios que podía caer esta
noche, he ido a dar en un pueblo recó ndito perdido en algú n rincó n del mapa.

COSME: ¡¡Puede que haya una solusió n!!

THEODORO. - (Sin mirarle) Si usted lo dice…

COSME:(Cambio) Estoy pensando que a lo mejor puede asercarle el Eusebio.

THEODORO: (Con una sonrisita) Bueno, estamos en medio de dos ciudades grandes.

COSME. - Lo malo es que a esta hora…

THEODORO. - Ya me conozco muy bien el cuento. Oiga, que no voy a regatear el


precio que me pida por acercarme.

COSME. - (Con intenció n) De eso estoy seguro… No me ha entendido. Lo digo


porque, aunque le aserque a ese taller, a esta hora lo va a encontrar serrado.

THEODORO. - (Mirando el reloj) Sí, es tardísimo. Vamos, que no hay forma de


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conseguir un mecá nico y poder salir de aquí. No sé có mo se lo montan en un pueblo


así.

50”

COSME. – “No” apañ amo, todo e acostumbrarse. (Cambio) ¿No tiene a nadie que
pueda venir a recogerlo?

THEODORO. - (Cortante) No, no conozco a nadie por aquí, y aunque lo conociese


sería inú til, porque no hay cobertura ni para llamar al seguro.

COSME. - Sí, claro, menuda tontería he dicho. Quédese a dormir en el pueblo esta
noche y mañ ana por la mañ ana ya le asercará alguien a buscar al mecá nico.

THEODORO. - (Nervioso) ¡Imposible! No puedo quedarme aquí, mañ ana tengo que
coger un avió n a primera hora.

COSME: Po e un problema, ¿porque no coge el tren conmigo?

THEODORO - (Sorprendido) ¿El tren…?

COSME. - Sí, só lo faltan veinte minuto para que llegue, y se baja en la pró xima
estasió n que está a quinces kiló metros de aquí. Allí tiene uste de to, puede dormir
en el parador, que disen que e precioso y muy limpio. La cama la tiene como en la
película de reye.

50”

THEODORO. - (Con intenció n de molestar) ¿Ese parador le paga alguna comisió n?

COSME. - (Sorprendido) No, ¿por qué lo dise?

THEODORO. - Por la propaganda que hace usted de él.

COSME. - (Algo cortado) Yo… yo no lo conosco por dentro, to eso me lo han contao.
Si se lo he dicho e pa que usted se quede má tranquilo.

THEODORO. - (Seco) ¿Por qué tengo que quedarme má s tranquilo, por dormir en un
parador? Ya estoy má s que acostumbrado a dormir en ellos.

COSME. - Sí, claro.

Se hace un silencio entre los dos. Cosme sale por la puerta y Theodoro se acerca al
borde del escenario como si fuese el del andén esperando la llegada del tren.
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THEODORO. - (Entrando) ¿A qué hora me ha dicho que pasa ese tren?

30”

COSME. - (Se gira) A la once y cuarto, ahora faltan veinte minuto.

THEODORO. - Contando que sea puntual.

COSME. - (Con una media sonrisa) Contando con eso, claro

THEODORO. - En vista del panorama… ya veo que no me queda má s remedio que


coger ese tren. ¿Hay por aquí algú n garaje o cochera, como lo llamen ustedes, en el
que pueda guardar el coche? O a alguien que lo vigile.

COSME. - ¿Vigilalo? Todo el pueblo. ¿De qué tiene miedo? Só lo e un coche.

THEODORO. - (Molesto subiendo el noto) ¡Só lo un coche! ¡Oiga, ese coche no es un


coche cualquiera, es un Mercedes ú ltimo modelo, que vale un dineral!

COSME. - (Sin darle importancia) Sí, ya he vito al entrar que era un coche mu caro.
Pero no deja de ser un coche con cuatro ruedas y un motor. Por él no se preocupe, lo
puede dejar ahí mimo.

THEODORO. - ¿Ahí mismo, está seguro? Un coche como ese para la mayoría de
personas es una tentació n.

1,02”

COSME. - En su mundo puede. En el pueblo lo que e de verdad tentador e un buen


trator para labra la tierra. La mayor parte de la gente de aquí vive del campo. Un
coche de ese tipo cuesta mucho de mantener, no sabríamo que haser con él. Pero si
se queda má tranquilo pó ngale una nota.

THEODORO. - ¿Una nota, para qué?

COSME. - Pidiendo que ni lo miren ni lo toquen.

THEODORO. - (Mosqueado) ¿Me está tomando el pelo?

COSME. - No hombre, no, só lo era una broma, na má que una broma. Está uste mu
nervioso, relá jese un poco. Ya le he dicho que este e un pueblo mu pequeñ o, aquí
nos conocemo to, lo puede dejar bien tranquilo que nadie se lo tocará .

THEODORO. - (Tajante) He recorrido muchos kiló metros en mi vida y he visto


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mucho y le aseguro que hoy en día no puede uno fiarse de nadie.

COSME. - ¿Se da cuenta que en ese “nadie” también estamo incluido uste y yo?

THEODORO. - Supongo que sí.

COSME. - Será que yo he corrio mu poco. Aunque voy en tren toda la noche, si se e
observador, se ve y se aprende mucho sobre las personas.

THEODORO. - Supongo que sí. Yo no tengo mucho tiempo para eso y en realidad
tampoco me interesa demasiado la vida de los demá s.

1,02”

COSME. - Vaya. ¿Qué tipo de vida lleva uste que no tiene tiempo para mira a su
alrededo?

THEODORO. - No me conoce y se atreve a juzgarme…

COSME. - No, no, yo no le jugo, só lo interpreto lo que uste ha dicho.

THEODORO. - (Mirando hacia fuera) Tengo cosas mucho má s importantes cosas que
hacer que estar pendiente de la vida de otros. Lo que ha estado siempre muy claro,
es que el trabajo es el precio del éxito. Y si no trabajas duro...

COSME. - Po e una pena, se pierde uste muchas cosas.

THEODORO. - Supongo que sí.

58”

COSME. - Me he dao cuenta que siempre contesta, “supongo que sí”, ¿es por alguna
rasó n especial?

THEODORO. - No, no me gusta asegurar nada, en esta vida todo es cambiante.


(Mirando por la puerta hacia el interior) Oiga, aquí no hay nadie ¿Có mo lo hago para
sacar el dichoso billete?

COSME. - Por el billete no se preocupe uste, que el Sebastiá n viene enseguida, se


habrá acercao a su casa

THEODORO. - (Muy sorprendido) ¿A su casa, ahora?


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COSME. - Sí, (indicando con su dedo una casa enfrente) vive ahí mimo.

THEODORO. - (Alterado) ¡Esto es inaudito, aunque ese tio viva ahí mismo no creo
que sea normal dejar la estació n sola! ¿Y esto lo hace muy a menudo?

COSME. - No, nunca.

THEODORO. - (Con intenció n) Pues menos mal… Todavía tendrá n que darle las
gracias por permanecer en su puesto de trabajo.

COSME. - El pobre está mu nervioso, su mujer está a punto de parir y como ha salio
de cuentas...

58”

THEODORO. - Y ha tenido que ser precisamente esta noche.

COSME. - Ya se sabe lo que es eso.

THEODORO. - (Seco) Me lo imagino. ¿Y si viene el tren y él no está ?

COSME. - Usted sube y se lo dise al revisor, y él se lo arregla en seguida. (Cambio) Es


su primer hijo, sabe.

THEODORO. - (Sin darle importancia) Me parece muy bien (Nervioso mira el reloj)
Con el pró ximo no se pondrá así.

COSME. - Pues no sé qué desirle, porque yo he tenio cuatro y dise mi señ ora que
cada ve me pongo peo.

THEODORO. - (En el borde sin mirarle) Ni que fuese usted el que tiene que dar a
luz…

COSME. - (Sonriendo) Eso mismo dise mi señ ora. ¿Usted tiene alguno?

THEODORO - (Seco) Dos, un chico y una chica.

50”

COSME. - (Orgulloso) Yo tengo el varó n y tre hembra. La pequeñ a só lo tiene cuatro


añ o, vino cuando ya no esperá bamo tene má , pero tendría que verla, e la alegría de
la casa, como se lleva nueve añ o con la otra... po la tienen como un juguete.
THEODORO.- (Pensando en voz alta) Eso es lo que suele pasar cuando se llevan
tantos añ os.
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COSME. - Cada ve que recuerdo como nasió . Hay que ver qué mal se pasa ¿Ha visto
usted naser a su hijo(S)?

THEODORO. - No, no pudo ser, me encontraba de viaje.

COSME. - Pues no puede imaginarse lo nervio que se pasan.

THEODORO. - Supongo que no.

COSME. - Yo a lo cuatro. No hay na má grande que ver a un hijo nase, se lo aseguro.


Yo no me considero un blando de eso, pero con la ú ltima lloré como un chiquillo.

THEODORO. - (Con intenció n) ¿Por qué, si ya tenía usted experiencia con los otros
tres?

53”

COSME. - Sí, ya, pero está ve era mu diferente. Mi señ ora era má mayo y tuvo un
embaraso difísil, luego la niñ a que se empeñ ó en naser ante de tiempo y con lo pie
pa lante. La do lo pasaron bastante mal, la niñ a creían que no viviría, pero si la viera
ahora, parese un terremoto.

THEODORO - (Sin prestar demasiado interés se coloca en el borde del escenario,


como si esperase la llegada del tren) ¿A qué hora ha dicho que pasa ese tren?

COSME. - A las onse y cuarto. Le estoy aburriendo ¿verdad? Mi señ ora ya me dise
que hablo mucho, pero yo pienso que la persona tenemo que comunicarno.

THEODORO -Sí, eso dicen. (Mirando su caro reloj) Só lo falta un cuarto de hora.

COSME. - Sí.(Se hace un silencio entre los dos)

THEODORO. - Voy a ver si viene el chico ese de la taquilla. (Se retira por la puerta)

COSME. - No tardará , se lo aseguro. (Mete la mano en uno de los bolsillos de la


chaqueta y saca una pequeñ a armó nica de juguete) (Hablando para él) ¿Qué e esto?
La armó nica de mi María, esta pequeñ a… (Juguetea con ella y la empieza a tocar)

1’

THEODORO. - (Entra y lo mira extrañ ado) Nada, ese chico no aparece. Có mo se


puede tener tan poca informalidad.
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COSME. - Para él en este momento lo primero es su señ ora y su hijo. Ya sabe aquello
de lo primero e lo primero…

THEODORO. - Ya, ya veo. Visto lo visto, a ese chico no le importa lo má s mínimo


dejar la estació n desatendida.

COSME. - Conociéndolo, estoy seguro que lo ha dicho por teléfono.

THEODORO. - Si lo ha comunicado, có mo es que no hay nadie aquí.

COSME. - Bueno, porque a esta hora este e el ú ltimo tren, ya no pasa ningú otro hasta
las sei de la mañ ana. Lo ú nico que puede pasar esta noche e que se retrase ese tren.

THEODORO. - ¡Lo que faltaba! Qué pasa en este pueblo, no hay nadie en la estació n,
no hay para sacar los billetes, no hay ni una má quina de café…

COSME. - En esta estació n no hay gente para pone una má quina de esa.

1’

THEODORO. - (Algo alterado) ¡Vaya! ¡Y los viajeros no tenemos derecho a tomarnos


ni un triste café, no sé qué má s puede suceder aquí!

COSME. - No lo sé, depende de lo que uste espere...

THEODORO. - En este momento só lo espero que ese tren llegue a su hora, no tengo
ganas de pasarme la noche en esta estació n. (Nervioso vuelve a salir por la puerta)

COSME. –(se levanta y camina por el borde del escenario jugueteando con la
armó nica. )

THEODORO. - (Entrando) Por lo visto he ido a caer casi en un desierto.

COSME. - (Casi como una cantinela) Recuerde, no estamo ni lejo ni cerca de na

THEODORO. - (Malhumorado) Sí, hombre, sí… ya me lo ha dicho antes (Mirando el


reloj) ¿Hay alguna cafetería cerca de aquí? Necesito tomarme un café ahora mismo.

COSME. - (Sonriendo) En el sentro del pueblo hay un ba, pero le coge un poco lejo.

THEODORO. - (Con intenció n) Como no… Vamos, parece que esta noche todo se ha
confabulado en contra mío.

COSME. - Hay veses que las cosas suceden por alguna razó n que en ese momento no
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entendemos.

1’

THEODORO. - ¡Déjese de enigmas! La ú nica razó n por la que estoy esta noche aquí
es porque se me ha estropeado el coche, no hay que buscarle má s misterio a eso.

COSME. - Si uste lo cree así… Por el café no se preocupe, si me lo asepta yo le ofrezco


ese café.

THEODORO. - ¿Usted?

COSME. - Sí, en la bolsa llevo un termo lleno.

THEODORO. - (Algo má s amable) En este momento me vendría muy bien.

(Los dos se sientan en uno de los bancos.)

COSME. - (Abre la bolsa y saca un termo) Lucía… Lucía es mi señ ora, sabe, siempre
llena el termo, y yo le digo, mujer, que yo no tomo tanto café, pero ella siempre me
contesta lo mimo, invita a tu compañ ero, un café siempre hase amigos y o viene muy
bien, que la noche e larga.

THEODORO. - Eso no está mal.

COSME. - (Saca un vaso de plá stico y le echa el café) Tenga, el vaso no e mu lujoso
pero el café etá muy bueno. No sé qué le pone, pero sabe de bien…

THEODORO. - Gracias.

COSME. - (Saca una cajita con terrones de azú car) Los asucarillos le gutan en
terrone, dise que son pequeñ o caprichito, como lo de esa cafetería que salen en la
película (Sonriendo) A la pequeñ a también le gutan mucho. Tenemo que ir con
cuidao porque a poco que nos descuidemo se lo come como si fuera caramelo. (Le
ofrece el azú car) Tendremo que compartir la cucharilla só lo tengo esta. Venga.

THEODORO. - (Coge la cucharilla y mueve el azú car) cojones está bien.


(Bebiendo)Tiene razó n, está muy bueno. (Después de un silencio) ¿Siempre trabaja
de noche?

COSME. - Sí, soy ferroviario. Pero hago un curro para aumentar la paga, por eso voy
de noche. (le mira la mano) A uted se le ve que e un hombre que no trabaja con la
mano ¿En qué trabaja?.
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THEODORO. - Las manos precisamente son las que má s utilizo, soy director de
orquesta.

COSME. - (Impresionado) Vaya… Po tiene usted rasó n, la mano e lo que má utilisa.


(Haciendo el gesto con las manos como si moviera la batuta) “Director de orquesta”,
esa, esa sí que es una pofesió n bonita.

THEODORO. - No me puedo quejar, la mú sica me apasiona, pero como todas las


profesiones también tiene su parte de carga.

COSME. - Sí, claro. ¿Qué cargas?

THEODORO - A estar siempre viajando de acá para allá , la mitad de mi vida la paso
en aeropuertos y hoteles. Planeando conciertos con meses o añ os de antelació n y
obligado a dar conferencias, a asistir a celebraciones, fiestas, homenajes… Ya me
entiende…

COSME. - Vaya, lo de la fiesta no stá na mal.

THEODORO. - ¿Piensa que las fiestas son algo divertido?

COSME. - Pa mí sí, ¿pa uted no?

THEODORO. - La mayoría son puro compromiso, que acaban produciéndome dolor


de cabeza. Un par de horas antes de asistir procuro tomarme una pastilla.

COSME. - ¿Y no le sería má fá sil dejar de ir o de selebrar esa fiesta?, así no le duele la


cabesa!!

THEODORO. - Usted lo ve muy fá cil, ojalá pudiera.

COSME. - ¿Quién se lo impide? Mucha persona se sentirían mu afortunada de haber


conseguido vivir de su vocasió n, sin embargo uste parese que lleva una pesada
carga.

THEODORO. - ¿Usted no la lleva…?

COSME. - Sí, también, pero las mía son de otro tipo, procuro no cargar má de lo que
mi fuerza me permitan llevar.

THEODORO. - No entiendo que quiere decir.

COSME. - Que por aquello que queremo acarrea pagamos un presio y a veses resulta
un poco caro.
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THEODORO. - Usted no sabe có mo es este mundo. Dentro de mi profesió n, en mi


posició n se adquieren unos compromisos que no se pueden eludir.

COSME. -Eso e como desir que uste, no tiene vida personal sino una importante vida
profesiona.

THEODORO. - (Se levanta molesto) ¿No pretenderá que después de lo que he


luchado para conseguir llegar a donde he llegado, dé marcha atrá s y lo tire todo por
la ventana?

COSME. - No, Dio me libre de recomendar tal cosa a nadie. Supongo que escogió su
profesió n porque le apasionaba la mú sica, ¿no?

THEODORO. - Desde luego que sí y me imagino, que por el privilegio del que gozo,
tengo un alto precio que pagar, como usted ha dicho.

COSME. - ¿Y vale la pena?

THEODORO. - No le entiendo, esta es mi profesió n, no me pregunto si vale o no vale


la pena.

COSME. - Venga, ¿Y vale la pena? Ya, pero e una lá stima que no pueda disfrutar del
día a día, tener que estar siempre planeando mucho má allá .

THEODORO. - ¿Y quién vive hoy en día el presente? Ahora, todo está pensado para el
día de mañ ana y en esta profesió n, si se quiere ser alguien, má s.

COSME. - No conosco su profesió n, pero por lo que me cuenta es muy dura. Yo


intento vivir el hoy. Será algo que he aprendio al trabajar en el ferrocarril, el futuro
no ha llegado y el pasao ya se fue.

THEODORO. - Puede que en su mundo sea como usted dice, en el mío ¡no! (Intenta
no seguir la conversació n y disimula tocá ndose la corbata) Qué calor hace esta
noche, es insoportable.

COSME. - Sí, cada añ o hase má y eso que só lo etamos en junio… Yo no aguanto llevar
corbata, cuando vamo a alguna boda mi señ ora, una semana antes ya me avisa que
me guste o no tengo que llevarla, al meno, hasta que no hagan la foto.

THEODORO. - Yo sin embargo sin ella me siento desnudo.

COSME. - Po para mí e como si llevara una soga al cuello.

THEODORO. - Todo es cuestió n de acostumbrarse.


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COSME. - (Con doble intenció n) Hay cosa a la que a alguno no cuesta mucho pode
llega a acostumbra.

THEODORO. - Supongo que sí. (Vuelve a tocarse la corbata) ¡Uf… qué calor! ¿No
tiene miedo a esta soledad, o a que le suceda algo estando aquí

COSME. - No, nunca he pensao en na de eso, tengo tiempo para pensar y disen que el
pensa e el origen del pode. Ademá , nunca estoy solo del to, siempre está el Sebastiá n
aquí.

THEODORO. - Pues esta noche le ha fallado.

COSME. - Sí, pero po una causa mayo. Y lo que son la cosa, eta noche que no está él
aparese usted, al que también le ha fallao su coche.

THEODORO. - Le aseguro que no estoy aquí por gusto.

COSME. - Ya le entiendo. Bueno, do persona que toman junta un café ya no debieran


ser dos desconocido. (Tendiéndole la mano) Me llamo Cosme, ¿y uste?

THEODORO. - Theodoro, mucho gusto. (Mirando el cielo) Está el cielo lleno de


estrellas, hacía tiempo que no veía tantas.

COSME. - Aquí siempre e así. A la pequeñ a, le encanta mira la estrellas y dice: “Papá
¿ve aquella estrella que brilla tanto…? Pues aquella e la varita má gica de un hada”.

THEODORO. - (Con intenció n) Qué manera de soñ ar… Aquélla que brilla má s no es
ninguna varita má gica, es Venus que brilla así porque está má s cerca de la Tierra.

COSME. - Si le oyese María, se enfadaría mucho con ute.

THEODORO. - ¿Por qué, si es la verdad?

COSME. - Sí, pero dicho así suena tan… le quita ute todo el encanto. Don Theo,
siempre hay que soñ ar, e como enganchar nuetro carro a una estrella.

THEODORO. - Me gusta ser realista.

COSME. - Lo sueñ o no hacen dañ o a nadie, a fin de cuenta, to empieza por un sueñ o.

THEODORO. - (Pensativo) Supongo que sí. Ojalá se pudiera soñ ar como su hija y
pensar que las estrellas son esas varitas má gicas que ella dice, a las que se les puede
pedir cualquier cosa.
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COSME. - ¿Qué le pediría?

THEODORO. - (Se da cuenta que se está poniendo sentimental, se levanta y se pone


en guardia) Ahora mimo eStar en otro lugar.

COSME. - Sí, claro, ¿Só lo eso?

THEODORO. - En este momento, con eso me conformo. ¿Y usted? ¿En qué sueñ a un
hombre como usted en un pueblo recó ndito como este?

COSME. - En mucha cosa, yo también tengo mi aspiracione.

THEODORO. - ¿Sí, ¿cuá les son?

COSME. - (Con algo de reserva) En ver a mijo conseguir su sueñ o. A Gloria, montar
su peluquería, Elisa, seguir su camino, luchando con valentía como hasta ahora, a
Juliá n, conseguir su propó sito, a María, verla creser siempre con la misma alegría y a
mi señ ora ser feliz.

THEODORO. - Tiene usted pocas aspiraciones Cosme, eso son los sueñ os de los
demá s, no los suyos.

COSME. - Yo no opino como uste, creo que son grande mi aspiracione, porque son la
aspiracione de un padre, para el que por encima de to está n sus hijos.

THEODORO. - Ya, pero usted, ¿qué? ¿No ha soñ ado nunca en salir de este pueblo?
¿En huir?

COSME. - ¿Huir? Huir, ¿de qué?

THEODORO. - No sé, de esta monotonía.

COSME. - No, nunca. (Recordando) Cuando no casamo Lusía y yo vivíamo en un piso


mu pequeñ o en la capita, luego… cuando nasió Elisa, la cosa no cambiaron un poco.

THEODORO. - ¿Qué pasó ?

COSME. - Cuando tenía ocho añ o lo médico no aconsejaron que lo mejor para ella
era salir de la siudad y no vinimo a vivir aquí, y le puedo asegurar que nunca no
hemo planteado el marchar de aquí.

THEODORO. - ¿Y por qué era lo mejor para ella?


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COSME. - (se entristece con el relato) Elisa padese una enfermeda en los pulmones,
y el aire contaminao de la siudad podría llegar a matarla. Después de pensarlo
mucho, desidimos trasladarno aquí por el bien de nuestra hija. Al principio, como yo
tenía un buen trabajo se vino mi señ ora con lo tre niñ o y yo venía to lo fine de
semana a verlo. Eso duró sinco meses, pero pasó lo que tenía que pasar, mi señ ora
se sentía sola y yo también. Casi no hasíamo vida de familia, así eque después de
pensarlo bien, tomé la desisió n de buscar algo serca de aquí. Y de eso han pasao ya
casi die añ os.

THEODORO. - Vaya, lo siento. ¿Y no se siente atrapado aquí?

COSME- No, no me siento de ninguna manera como uste piensa. Yo considero que lo
que etá n verdaderamente atrapao, como en otro tiempo lo estuve yo, son lo que
viven en la siudades, trabajando de sol a sol en una ofisina, o en una fá brica, y lo fine
de semana vuelven a verse atrapado con la caravana que se forman en la carretera,
para sali a respira lo que yo tengo aquí todo el añ o.

THEODORO. - En eso tiene usted algo de razó n, pero salen.

COSME. - ¿Sale? ¿Dó nde?

THEODORO. - Por ahí, a conocer lugares nuevos y disfrutar.

COSME. - Si la mayoría apena puede llegar a fin de mes. Ya conosco esa vida, ya la he
vivio. Todo depende de lo que uno considere verdaderamente importante.

THEODORO. - Y para usted es su familia, ¿no?

COSME. - Desde luego que sí. El bienetar de lo mío e siempre lo primero.

THEODORO. - ¿Y usted cree que atá ndolos a un pueblo como este tendrá n alguna
oportunidad?

COSME. - ¿Por qué no? Yo no le pido a mi hijo que se queden aquí, eso lo tienen que
desidir ellos.

THEODORO. - No se lo pide… pero tiene a su familia aquí encerrada.

COSME. - ¿Eso cree uted? ¿Qué clase de padre cree que soy yo?

THEODORO. - Aparentemente un padre modelo, pero con su actitud les está


negando a sus hijos la oportunidad que merecen tener.

COSME. - ¿A qué oportunida se refiere? ¿A vivir en la siudad y competir por un


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pueto de trabajo mediocre?

THEODORO. - Usted confunde las cosas, no quiere ver la realidad. Quizá s lo de su


hija só lo fue una excusa para salir del mundo que todos buscamos.

COSME. - ¿Todo? Todos no buscamo lo mimo. Seguro que yo no buco lo mimo que
uted.

THEODORO. - Seguro, porque yo no podría vivir aquí de ninguna manera, aislado de


todo y de todos, sin un coche y sin miras de futuro. Creo que en todo esto hay algo
de cobardía o egoísmo hacia los suyos, disfrazado de cariñ o.

COSME. - ¿Uted cree?

THEODORO. - No, no me ha entendido, quiero decir…

COSME. - Sé lo que ha querio desir. Mi hijo etá etudiando restaurasió n, va todos lo


día a veinte kiló metro de aquí, fue algo que desidió solo él. ¿Sabe cuá l es su mayo
ilusió n? Su mayo ilusió n es montar en “el pueblo” una hostelería, o algo para el
turimo rura.

THEODORO. - (Con intenció n de molestar) ¿No es mala idea, desde luego aquí, ni
aire puro ni tranquilidad les falta… (sorprendido)mis hijos? tengo solo uno, Pedro,
se llama, pero le decimos Pedrito, es un malcriado.

COSME. - e bonito el nombre, ¿lo ecogió uted?

THEODORO. - Entre mi mujer y yo.

COSME. - Como debe se ¿Ya sabe lo que quiere hacer?

THEODORO. - (Pensativo) No lo sé, no lo tiene muy claro.

COSME. - ¿Ninguno de lo do quiere ser mú sico como uted?

THEODORO. - Que yo sepa no, y lo entiendo, en esta profesió n se viaja demasiado.

COSME. - Que curioso, lo do viajamo, usted, largas distansias y yo siempre trayecto


cortos. Pero yo a diferensia de usted, al final de la jornada vuelvo a casa, ya sabe “la
familia”.

THEODORO. - Sí, somos dos viajeros muy distintos. (Le suena el mó vil, se pone
nervioso, al sacarlo de la chaqueta no se da cuenta y se le cae un billete de avió n)
Vaya, si está vivo este aparato. ¡Hola cariñ o…! ¿Có mo está s? ¿Qué no me oyes bien?
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(Sale fuera) Voy fuera, aquí no hay cobertura.

COSME. - No tarde, el tren etá a punto de llega. (Empieza a guardar el termo en la


bolsa y ve el billete del avió n lo recoge y lo mira) (Por la armó nica) Si la tiene rota,
con rasó n dise que toca muy mal. Ya sabe, aquí no estamos ni lejos ni serca de
cualquier lugar.

THEODORO (Entrando, visiblemente nervioso) ¡Es increíble, no hay manera, no hay


cobertura!

COSME. - (Riéndose) Era lo ú nico que le faltaba eta noche a la etasió n. ¿Algo
importante? Ya me he dao cuenta que era su señ ora…

THEODORO. - Bueno, sí, era… (Se le queda cortado mirá ndole)

COSME. - (Por la armó nica) No se ría, eto e cosa de la pequeñ a. (Dá ndole el billete) ,
Venga, se le ha caío al sacar el mó vil.

THEODORO. - (Sorprendido) Gracias.

COSME. - Vaya, vaya, se le han iluminao lo ojillo al oírla…

THEODORO. - (Violento) No era mi mujer.

COSME. - ¿No? Perdó n, yo creía…

THEODORO. - (Incomodo, al ser calado, titubea) Sí…si… bueno, es una de las


violinistas de la orquesta.

COSME. - (con intenció n). Ya, claro, que tonto soy, entre utedes lo artista la palabra
“cariñ o” e normal y no quiere desir nada, ¿verdad?

THEODORO No hace falta que juegue a hacerse el ingenuo conmigo, los dos sabemos
que eso no da resultado.

COSME. - (Se da cuenta de la situació n) No sé por qué se preocupa, a mí, no tiene


que darme ninguna eplicasió n, ¡¡no soy su “esposa”!!

THEODORO Esa chica no es lo que se imagina, es algo diferente.

COSME. - Cogollos, es un gran folló n. (Con intenció n) Parese que eta noche el tren se
retrasa, jolines, epero que no pierda uted ese viaje a Parí.

THEODORO (Se acerca al borde del escenario como si mirase la llegada del tren para
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no seguir con la conversació n) Sí, eso espero yo también. ¿Esto sucede muy a
menudo?

COSME. - Eso depende…-(cambia de conversació n) Y en lo alrededore hay muchas


cosa bonits para ver. Mi hijo es un chico mu inteligente y trabajador y yo le ayudaré
en todo lo que eté en mi mano. Y decida lo que desida siempre contará con su padre
para apoyale.

THEODORO. - (Con intenció n) Vaya… vaya. Vamos, que es usted un padre modelo…

COSME. - Lo intento, lo intento todo los día con toda mi fuersa, que también me
fallan alguna vece.

THEODORO. - (Con ironía) Pues parece mentira que a usted le fallen…

COSME. - Uted se ríe de mi cosa, ¿verdad, Cosme? Para uste no son importante. No
tengo coche, no tengo aspiracione, no quiero salir deste pueblo… ¿Y sabe por qué no
tengo coche? Porque no he tenido ni tiempo ni dinero para sacame el cané en su
momento, y ahora, ahora e mi hijo el que lo necesita y él se lo etá sacando por mí.

THEODORO. - Vamos, Cosme, no se creerá de verdad que su hijo se lo está sacando


por usted. Lo está haciendo ú nicamente por él, es la forma de poder salir de aquí.

COSME. - ¿Por qué se empeñ a en envenenarlo to con su atitud? Está empeñ ao en ver
el vaso medio vasío.

THEODORO. - Só lo le digo lo que mi experiencia me dice.

COSME. - Pues su experiensia le aconseja mal, mu mal. Yo sé que mi hijo se lo está


sacando por él, no soy tan estú pido como uted cree, pero eso no le quita ni un poco
de alegría a mi triunfo, al contrario.

THEODORO. - ¿A su triunfo, a qué triunfo se refiere?

COSME. - Al de un hombre que se crio en un colegio, y cresió sin pae y sin familia.
Yo, me siento to un triunfado y diga lo que diga seguiré viéndome así.

THEODORO. - Eh, eh, no se lo tome así, no lo he dicho con mala intenció n.

COSME. - ¿Sabe cuá l era mi sueñ o?

THEODORO. - Me lo imagino, pero sé que está deseando decirlo.

COSME. - (Serio) Tene una familia, ese era mi sueñ o.


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THEODORO. - E usted un sentimental.

COSME. -Sé que a uted le parece poca cosa, pero para el que ha cresido sin ella lo má
importante es perteneser a una, saber que alguien te espera y que depué de tu hijo
vendrá n tu nieto. ¿Comprende? “La familia, la familia” eso e lo má importante para
mí. Como ve, tengo motivo para sentirme un triunfador, porque yo “sí” he logrado
hacer realida mi sueñ o ¿Y uted? ¿Qué me dice de uted? Su sueñ o, ¿lo ha lograo?

THEODORO. - (Pensativo) No lo sé, créame, no lo sé. Hasta ahora creía que la mú sica
lo era, pero ya no estoy tan seguro.

COSME. - A lo mejo lo ú nico que le hase falta e darse un repiro, mirar atrá y ver
dó nde se perdió .

THEODORO. - Es usted un filó sofo. ¿Por qué cree que estoy perdido?

COSME. - (Sonriendo) Porque lo etá , al menos eta noche lo etá . Etá en una etasió n
hablando con un desconosio.

THEODORO. - (Sonriendo también) No tan desconocido, ¿lo ha olvidado? Dos


personas que toman juntas un café ya no deberían ser dos desconocidos.

PAUSA…

COSME. - (Se ha sentado en el banco porque se ha dado cuenta de la situació n)


Normalmente suele llegar puntual pero esta noche…

THEODORO Esta noche, claro, có mo no, esta noche. Por lo visto “esta noche” todo
tiene que salir distinto a como había planeado.

COSME. - Suele pasa, ya sabe aquel dicho “El hombre propone y Dio dispone”

THEODORO. - ¿Y segú n usted, qué es lo que ha dispuesto esta noche para mí

COSME. - Yo no sé, a lo mejo solo quiere que se tome un repiro.

THEODORO. - ¿Un respiro? ¿Dó nde? Aquí, en medio de ninguna parte.

COSME. - Juto el mejo luga pa tomá rselo.

THEODORO. - (Pensativo) ¿Siempre tiene respuesta para todo?

COSME. - Só lo se lo he dicho porque ete e un buen sitio pa pensar.


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THEODORO. - Ya, pensar… (Pausa) En este momento lo que me vendría muy bien es
una copa.

COSME. - Pues de eso no puedo ofreserle.

(Se escucha ladrar unos perros a lo lejos.)

THEODORO. - Lo supongo. (Pausa) Oiga, no tengo ganas de seguir con este juego, no
sé có mo pasó , pero pasó , me he enamorado como un quinceañ ero de una mujer
veinticuatro añ os má s joven que yo

COSME. - (No demasiado sorprendido) ¿Y su señ ora, lo sabe?

THEODORO. - Estoy seguro de que algo se imagina, pero no me ha dicho nada.

COSME. - Y uted, piensa seguir como hata ahora, ¿no?

THEODORO. - No lo sé. Estoy en un momento de mi vida en el que no sé muy bien


qué hacer. Créame, no soy una mala persona, a mi mujer y a mis hijos les he dado de
todo, nunca les ha faltado de nada.

COSME. - Le ha faltado uted.

THEODORO. - ¿Eso cree?

COSME. - Con tanto viaje, eso parese.

THEODORO. - No deseo hacerle dañ o, pero entre ella y yo hace tiempo que no hay
casi nada.

COSME. - Si no hay na, ¿por qué siguen juntos?

THEODORO. - Por costumbre, supongo.

COSME. - ¿Se casó enamorao?

THEODORO. - Sí, claro. ¿A qué viene esa pregunta?

COSME. - Se lo pregunto porque si la quiso alguna ve, no le mienta má , sea valiente y


cuéntele la verda, así al meno podrá n conserva la amita.

THEODORO :(Sorprendido) ¿La amistad?


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COSME. - Sí, la amita. Porque querrá seguir teniéndola, ¿no?

THEODORO. - Suena tan…

COSME. - Sí, suena raro, al meno para mí.

THEODORO. - Usted, no cree en segundas oportunidades, ¿verdad? Es de esos que


creen que el matrimonio es para toda la vida, ¿no es eso?

COSME. - ¿Por qué dise eso? Claro que creo en segunda oportunidade. Pero cuando
lo do tienen la mima opcione, cuando uno de ello engañ a al otro, ¡no! Su señ ora,
también podría eta enamora ahora mimo de otro ¿Qué me dise? ¿Qué le parese?

THEODORO. - (Se queda serio y pensativo) Nunca lo he pensado.

COSME. - Pue píenselo, porque seguramente eso será lo que pase cualquier día. Igual
que uted, ella también intentará ser feli con otro.

THEODORO. - (Sube el tono) ¡He hecho todo lo que he podido! ¿Por qué me dice
todo esto? ¿Por qué me he enamorado de una mujer má s joven que yo?

COSME. - No se enfade, pensé que eso ya lo había pensao.

THEODORO. - Le aseguro que no es un rollo, esto no se trata de una aventura de fin


de semana.

COSME. - ¿No decía que no le gustaba asegurar nada…?

THEODORO. - No se le escapa una, ¿eh?

COSME. - Un hombre e preso de su palabra decían por allí…. ¿Quiere saber


sinseramente lo que pienso?

THEODORO. - Aunque no quiera saberlo, usted se las ingeniará para soltarlo (Pausa)
Vamos, suéltelo ya, ¿qué es lo que piensa?

COSME. Lo que pienso, e que esa chica no etá hasiendo una buena elecsió n con uted.

THEODORO. - (Molesto subiendo el tono) ¿Por qué, porque soy yo y no usted? Tiene
gracia, las personas como usted todas son iguales.

COSME. - ¿En qué somo iguale?


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THEODORO. - En que se creen mejor que los demá s.

COSME. - Tiene rasó n.

THEODORO: ¡Claro que tengo razó n!

COSME. - Pero no en lo que cree. Tiene rasó n en que no tengo porque darle mi
opinió n, só lo debo esperar ese tren.

THEODORO. - (Alterado) Es usted tan… ¡Este calor es insoportable! (Se quita la


chaqueta y la coloca sobre el banco) ¡Y ese tren sin venir!

(Los dos se miran de reojo y se quedan en silencio, Cosme camina por el borde del
escenario, como si fuese el andén COSME ha sacado la armó nica)

THEODORO. - (Tratando de volver a conversar) ¿Se le ha roto?

COSME. - Sí, como se pasa el día tocá ndola. Ete fin de semana son la fiesta del pueblo
de al lao, allí compraremos otra.

THEODORO. - ¿Y si no hay?

COSME. - Si no hay, etoy seguro que cogerá una trompeta.

THEODORO. - ¿Tan seguro está ? ¿Tanto conoce sus gustos?

COSME. - No e ningú n mérito, con cuatro añ o es fá sil conocerlos, lo difísil viene


depue, ¿no le parese?

THEODORO.- (Pensativo) Supongo.

COSME. (Sonriendo) Lo ha vuelto a desir.

THEODORO - ¿El qué?

COSME. - La palabra, la palabra, “supongo”. (Le da una palmadita en el hombro)


Venga, ese tren se retrasa y nosotro tenemo aquí un termo “casi lleno” de buen café,
¿hago otro? ¿Cree que no dará tiempo?

THEODORO. - No lo sé…Tiene que entrar a trabajar y no está nada nervioso por el


retraso del tren, no lo entiendo.

COSME. - Mi obligasió n consite en llegar a tiempo a la estasió n, lo demá ya no


depende de mí.
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THEODORO. - No recuerdo haber conocido nunca a una persona como usted.

COSME. - Po le aseguro que hay mucha, má de la que imagina y como uted, también.

THEODORO. - ¿Qué ha querido decir con eso? Me ve un hombre frío, ¿no es así?

COSME: No, no, le veo un hombre que etá en un momento de su via en el que se hase
mucha pregunta y espera mucha respuesta.

THEODORO. - ¿Eso cree?

COSME. - Sí.

THEODORO. - ¿Lo dice porque me ha enamorado de una mujer mucho má s joven


que yo?

COSME. - No, lo digo porque intenta cambiar toa su via y no sabe có mo afronta ese
cambio. A lo mejo… só lo está cegao por la juventu de esa chica.

THEODORO. - No, por la juventud, no, por la alegría de vivir, puede. Esa alegría que
se pierde con el paso del tiempo y con la convivencia.

COSME. - Eso también le pasará con ella. Hay que etar mu seguro y ser fuerte para
conserva esa mima ilusió n durante tiempo, y que luego no sea só lo un espejismo.

THEODORO. - Claro que estoy seguro. ¿Por qué no lo voy a estar? Ya le he dicho que
no es una aventura.

COSME. - No lo sé, píenselo bien. Esa chica etá empezando su via y uted, igual que
yo, ya tenemo un camino trasao hase tiempo.

THEODORO. - ¿Quiere decir que he renunciar a ella só lo por eso?

COSME. - No, no, no le estoy disiendo eso, pero ella, seguramente querrá seguir
etudiando, viaja, puede que hasta cambie de orqueta… Dise que tiene veintiocho
añ o, dentro de do o tre quizá quiera tener hijo…

THEODORO. - ¿Y qué?

COSME. - Cuando eso pase, uted tendrá cincuenta y tanto, casi sesenta. ¿Está
dipuesto a pasar por to eso?

THEODORO. - ¡No siga, sé dó nde quiere ir a parar! Los dos somos má s o menos de la
misma edad y sin embargo usted tiene una hija de cuatro añ os.
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COSME. - Sí, pero no e lo mismo.

THEODORO. - Ahora es usted el que ve el vaso medio vacío.

COSME. - No, ahora soy yo el que etá siendo realista, aun sabiendo que puedo estar
equivocao. Uted no querrá cortarle la carrera a esa chica, ¿verdad?

THEODORO. - Claro que no. Tiene muchas aspiraciones y precisamente es una de las
cosas que má s me gustan de ella.

COSME. - Sigo pensando que no está hasiendo una buena elecsió n.

THEODORO. - ¡Otra vez con eso! ¿Es todo lo que tiene que decir?

COSME. - Uted no quiere oír mi opinió n, sino lo que le gutaría, pero yo no sé haserlo,
no sé desirle que es “genial” porque se ha enamorao como un chiquillo sin pensar en
nada má s.

THEODORO. - No sé có mo hemos llegado a esta conversació n.

COSME: (tranquilo). Hablando, solo hablando.

THEODORO. - Yo no estoy aquí para cumplir las expectativas de los demá s, también
tengo derecho a ser feliz y mi felicidad en este momento está unida a la de esa chica.

COSME. - Si uted lo cree así… quién soy yo para llevarle la contraria, só lo un


desconocio, al que seguramente no volverá a ver nunca má .

THEODORO. - Eso no se sabe.

Se escucha el sonido del tren acercá ndose a la estació n y una luz entra de uno de los
laterales del proscenio, o bien, con un foco frontal.

COSME. - Ya llega, ahí lo tiene.

THEODORO. - Con un cuarto de hora de retraso.

COSME. - (Con intenció n) Ese tren le llevará hata dó nde uted quiera ir.

THEODORO. - Es usted un hombre muy observador.

COSME. - Ya se lo dije ante, se aprende mucho viajando en tren.

THEODORO. - Ya. Usted se baja antes, ¿verdad?


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COSME. - (Con doble intenció n) Sí, yo siempre trayecto corto, ¿lo ha olvidao?

THEODORO. - Ya. Bueno, como los dos viajamos, a lo mejor…

COSME. - (Sonando a despedida) Sí, eso, quién sabe, a lo mejo cualquier día no
volvemo a encontra.

Se oscurece poco a poco con el sonido de fondo del tren alejá ndose.

Oscuro total

EL ACTO FINAL

La luz vuelve poco a poco y el sonido de los grillos igual que al principio de la obra.
Theodoro está sentado en uno de los bancos con una bolsa. Lleva una camisa
deportiva sin corbata, su aspecto es relajado. Entra Cosme con su bolsa de trabajo.

COSME. - (Muy sorprendido) ¡Hombre, qué sorpresa, no eperaba encontrarlo aquí!

THEODORO. - Pues ya ve, aquí me tiene otra vez.

COSME. - Me alegro de verle. A recoge el coche, ¿no?

THEODORO. - Sí.

COSME. - ¿Ya se lo han arreglao?

THEODORO. - Sí, só lo tenía una tontería. Por lo visto, decidió que quería quedarse
“aquí”

COSME. - (Riendo con intenció n) Vaya capricho tiene ese coche, quedarse “aquí”
presisamente aquí, justo “en el desierto”

THEODORO. - Ya ve, aquí precisamente. Aunque ahora me alegro que lo hiciera.

COSME. - Bueno, recuerde que aquí no etamo…

THEODORO. - (Le corta sonriendo) Ya, ya sé, “ni lejos ni cerca de cualquier lugar”

COSME. (Riendo) Se lo ha aprendio bien aprendio…

THEODORO. - Gracias a su perseverancia.


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COSME. - Ya sabe aquel dicho.

THEODORO. - No, no lo sé, pero estoy seguro de que usted me lo cuenta.

COSME: Sí, hombre, sí, el de… Por ser perseverante llegó la tortuga al arca de Noé.

THEODORO. - (Riendo) Usted y sus dichos. Pues, ya ve, no lo conocía.

COSME. - Le veo mucho má relajao, sin corbata, sin traje, sin…

THEODORO. - Dígalo, sin prisas.

COSME. - ¿Y qué le ha traío a la estasió n?

THEODORO: No quería marcharme sin despedirme de un amigo. Porque puedo


llamarle amigo, ¿no?

COSME. - Venga…cojones…Lo importante no e que me lo llame, sino que me


considere como tal.

THEODORO. - (Riendo) Siempre la palabra justa.

COSME. - Me alegro de haberme equivocao con uted.

THEODORO. - (Mirando al cielo a las estrellas, y con doble intenció n) Creo que ella
só lo ha sido una estrella fugaz.

COSME. - No se deje engañ a, ese tipo de estrella juega con nosotro, se esconde y
puedn volver a aparese cuando meno lo esperamo.

THEODORO. - ¿Lo sabe por experiencia?

COSME: Alguna tuve que me delumbró , pero no llegó a segarme.

Para ello, Cosme saca de su bolsa el termo con café. Mientras toman el café siguen
conversando sobre estrellas, al mismo tiempo, la luz se va oscureciendo poco a
poco.

THEODORO. - Ya, ya le entiendo. Sabe, tenía razó n, las camas de ese parador son
comodísimas y con dosel, como las de los reyes.

COSME - ¿De verdad? O sea, que no me ha engañ ao…


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THEODORO. - - (lo termina de un sorbo) Y yo me alegro de que usted se equivocase.


¿Le invito a un café, Cosme?

COSME. - Venga (Empieza a abrir la bolsa)

THEODORO Lo he comprado, ¿Le gusta?

COSME. - (Riendo) Sí, mu es bonito y sobre to moderno, mu moderno con ete grifo.

THEODORO - (Riendo también) Ahora es lo ú ltimo en termos. ¿Lo sabía?

COSME. - No, no etoy mu pueto en termo.

THEODORO - Pues ya ve, yo ya me he puesto al día en ellos.

COSME. - Ya veo. Tendré que desirle a Lusía que hay que modernisar el mío.

THEODORO - Creo que lo voy a utilizar muchas veces. Como dice su mujer, un café
hace amigos. Ah, se me olvidaba, esto es para María. (Le entrega un pequeñ o
paquetito con un lazo)

COSME. - (Sorprendido) Gracias ¿Qué es?

THEODORO - Á bralo y lo sabrá .

COSME. - No, prefiero que lo haga ella. Le encanta resibir regalo.

THEODORO - Es una armó nica, ya sabe, las ventajas de ser mú sico.

COSME. - Si claro. Muchas grasias.

THEODORO - (Le mira fijamente) Gracias a usted.

COSME. - Cuando lo abra se pondrá como loca de alegría.

THEODORO. - (Mirando al cielo) Qué bonito está el cielo, está lleno de estrellas.

COSME. - Sí, presioso.

Mientras toman el café siguen conversando sobre estrellas, al mismo tiempo, la luz
se va oscureciendo poco a poco.

THEODORO. - Ya, ya le entiendo. Sabe, tenía razó n, las camas de ese parador tiene
dosel para reyes.
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COSME. - ¿De verdad? O sea, que no me han engañ ao…

THEODORO - (Con profundidad y segundas intenciones) No, Cosme, no le han


engañ ado, estaba usted en lo cierto.

APAGON Y FINAL ---TELON

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