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derivativa y secundaria a la revelación fundamental de los entes, y esto se

hace posible
por un tipo de develamiento del Ser. En esta conferencia, Heidegger ofrece
su
primera interpretación publicada de la «diferencia ontológica» entre el Ser
y los entes,
aunque ello ya se había tratado de manera explícita en su curso de 1927,
Los
problemas fundamentales de la fenomenología (cf. BPP § 22).
En estos escritos de finales de los veinte, Heidegger ve su ontología
fundamental
como un intento de «fundar» y circunscribir «la posibilidad interna de la
metafísica, es
decir, la determinación concreta de su esencia» (KPM 2). Pero Heidegger
empezó
gradualmente a darse cuenta de que su proyecto para una filosofía
trascendental y
sistemática era imposible. En particular, vio que el movimiento
trascendental que requiere
de objetos para acceder a una concepción previa de ellos no era sino una
secularización
del acercamiento teísta al mundo que lo ve como creado, y comparable, por
lo
tanto, con el pensamiento divino. La filosofía trascendental enmascara la
naturaleza
de la verdad como desocultamiento.
Alrededor de 1939, el pensamiento de Heidegger experimentó una «vuelta»
(die
Kehre),36 como él mismo lo denominaba en su Carta sobre el humanismo.
Ahora afirmaba
que había puesto demasiado énfasis en la relación del Dasein con el Ser, y
que, en
realidad, el Ser mismo sin el Dasein debe estar en el centro del
pensamiento. La ontología
ya no era el camino correcto para acercarse al Ser; de hecho, el término
«Ser»
necesitaba debilitarse, ponerse entre comillas, tacharse, una práctica que ya
anunciaba
en su ensayo de 1955 «Zur Seinsfrage» («Hacia la cuestión del Ser»,
Pathmarks, p.
291; GA 9, p. 385). Heidegger empezó a explorar a Nietzsche, a Hölderlin,
y otros
pensadores con talante poético, cuyo «decir» (die Sage) del Ser se mantenía
al margen
de los tecnicismos del discurso filosófico.
En años posteriores, Heidegger escribió algunos ensayos extraordinarios
acerca de
la naturaleza del lenguaje, en los cuales expone la posibilidad de ver
elementos que
aparecen en el lenguaje (p. ej., PLT 146). Cada vez más, Heidegger vio en
el decir poético
(Dichtung) una revelación de la verdad del Ser, que se oscurece y se
distorsiona por
la tradición metafísica de Occidente, la cual había culminado en una suerte
de nihilismo
global. La esencia de este nihilismo era tal que no existía ya la promesa de
una
nueva época, o la memoria de una experiencia más auténtica del Ser.
Friedrich Nietzsche,
Friedrich Hölderlin y Ernst Jünger fueron los guías de Heidegger en este
«tiempo
oscuro». De hecho, varios de los textos posteriores de Heidegger acerca de
la sociedad
tecnológica estaban basados en su lectura del popular autor alemán, y
colaborador
nazi, Ernst Jünger, especialmente en su novela El trabajador (Der
Arbeiter). En los treinta,
Heidegger parecía impactado por el tema del deus absconditus, el Dios
ausente, y
empezó a considerar seriamente la naturaleza de un mundo del que los
dioses habían
huido. Esto lo llevó a pensar seriamente acerca de la naturaleza de los
dioses griegos,
inspirado por los estudios de Walter Otto, y por la poesía de Hölderlin.
Heidegger
gradualmente se alejó de sus intereses en la ontología y en la analítica
fundamental y se
volcó a una reflexión cuasi-mitopoiética de la naturaleza de los elementos
fundamentales
que producen el mundo humano. El pensamiento de Heidegger ahora
hablaba de
«mortales» y «dioses», y de una «cuaternidad» (das Geviert), de la tierra, el
cielo, los
36. Heidegger había estado usando este término desde el cambio en la dirección de
su pensamiento
en sus cursos desde principios de 1930. Para una interesante discusión del lugar de
die Kehre
en el pensamiento de Heidegger, véase Laurence Paul Hemming, «Speaking Out of
Turn: Heidegger
and die Kehre», International Journal of Philosophical Studies 6(3) (octubre de
1998), pp. 393-423.

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