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Educar para Una Ciudadanía Cosmopolita
Educar para Una Ciudadanía Cosmopolita
Adela Cortina⃰
Como bien dice Sen, la mayor riqueza de un pueblo reside en las capacidades de sus
habitantes, empoderadas por la cultura. Y, por otra parte, acostumbrarse a contar con
información fiable es imprescindible para llegar a juicios morales justos en cuestiones
biotecnológicas y económicas, en la valoración de la informática, en problemas
ecológicos y en tantas otras cuestiones extremadamente complejas. En caso contrario,
funcionan sólo los prejuicios, las etiquetas, las consignas, y no la reflexión.
Pero también resultan imprescindibles los profesionales y los expertos para orientar la
globalización de otra manera, proponiendo alternativas moralmente deseables y
técnicamente viables. No es desde la ignorancia desde donde se diseña y pone en
marcha el microcrédito, una tasa para la circulación de capitales financieros, una renta
básica de ciudadanía, instituciones internacionales de justicia, mecanismos de
comercio justo, fondos éticos de inversión, fondos solidarios, investigación con células
madre, la responsabilidad de las empresas, el control de la investigación
biotecnológica. No es desde la falta de conocimiento y habilidades desde donde es
posible hacer un mundo más humano, sino todo lo contrario.
Necesitamos por eso mismo expertos en los distintos campos que estén dispuestos a
tres cosas: a diseñar en cada uno de ellos alternativas humanizadoras y viables, y a
intentar ponerlas por obra; a presentar sus propuestas a los poderosos, de tal modo
que si se niegan a llevarlas a cabo, hayan rechazado una opción viable, y no
pronunciamientos abstractos; y a llevar sus conocimientos a la esfera de la opinión
pública, donde los ciudadanos deberían deliberar sobre lo justo y lo injusto.
Buscar una vida de calidad exige aprender a ejercitar el arte de conformarse con lo
suficiente, entre el exceso y el defecto, el arte de optar por la moderación. El
prudente, el que "sabe lo que le conviene en el conjunto de la vida", trata de conservar
las riendas de su existencia, no se deja deslumbrar por lo que esclaviza, prefiere
tiempo libre para emplearlo en las relaciones humanas, en actividades solidarias y
culturales, apuesta por ciudades con dimensiones abarcables, elige al amigo leal frente
al conocido ambicioso, entra en el camino de la cooperación antes que en el del
conflicto, apuesta por la sostenibilidad de los recursos naturales. Contar con
ciudadanos y gobernantes prudentes es indispensable para organizar cada sociedad y
también la república de todos los seres humanos.
Ahora bien, aunque preferir la vida apacible, la áurea mediocritas, el mundo sostenible
al progreso indefinido es síntoma de inteligencia bien educada, de prudencia; lo que ya
es dudosoes que puedan identificarse calidad de vida y felicidad. Porque quien
prudentemente persigue una vida de calidad para sí mismo y para los suyos, no
siempre está dispuesto a atender a las demandas de justicia, ni está tampoco
dispuesto a arriesgarse a ser feliz, como exige la sabiduría moral.
Por eso, no basta con enseñar a resolver conflictos, es preciso enseñar a resolverlos de
una forma justa, teniendo en cuenta las necesidades e intereses de todos los afectados
por las decisiones, sobre todo de los más débiles. No basta con el egoísmo inteligente,
es necesaria la justicia lúcida.