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Vertebra literaria No.

III

EL CULTO A LA
COMODIDAD
S.P Sanchez

“Freude trinken alle Wesen, An den Brüsten der Natur; Alle


Guten, alle Bösen, Folgen ihrer Rosenspur” An die Freude -
1
Friedrich von Schiller

Estas columnas fueron redactadas en tiempos de pandemia global, esta en particular, a unos dos
meses antes de cumplirse el año del día en el que el virus entró a Colombia. Pero el lector no
debe confundir la apertura de este párrafo con un diario apocalíptico, porque si bien el último
año ha sido particularmente volátil, las generaciones más jóvenes debemos recordar que el siglo
XX presenció la gran depresión económica, dos guerras mundiales y la propagación del sida. Así
podemos asegurar, sin temor a equivocarnos, que años desesperantes es lo que le sobra a la
historia de la humanidad y que bien nos pueden faltar un par de males venideros antes de que la
huella del homo sapiens sea borrada de esta tierra permanentemente. Esto no es ninguna
profecía, es el orden natural de todo lo que ha vivido, vive y vivirá en el planeta tierra. El ser
humano parece olvidar que solo ha caminado por estos lares unos dos o tres millones de años a
lo mucho y que todo lo que hemos logrado construir será inevitablemente sepultado por la arena,
hundido por las aguas, abrazado por el fuego y demolido (en su mayor parte) por nosotros
mismos. Un falso velo de superioridad nos nubla el entendimiento y entre tantos otros
distractores actuales, nada me parece más nocivo y distractor que el privilegio, particularmente,
porque nos dota de algo que adoramos como especie, la comodidad.

1
Todos beben de alegría en el seno de la Naturaleza. Los buenos, los
malos, siguen su camino de rosas - Oda a la alegría (Alemán)
Empecé este texto hablando de la pandemia porque necesito hacer énfasis en sus implicaciones
sociales a la hora de redactar esta columna. Los entendidos recordarán que esta crisis nos
recluyó a nuestros hogares y nos invitó (forzadamente) a virtualizar muchos aspectos de nuestra
vida diaria. Recordarán también que la pandemia sacó el polvo que habíamos escondido debajo
del tapete para que nadie lo viera, realzando e intensificando la desigualdad social tan constante
y a veces tan olvidada que viven los menos favorecidos. Resulta que desde el 2016, la ONU había
declarado el acceso a internet como un derecho fundamental de la humanidad y sin embargo, en
el 2020 resultó que alrededor del 40% de los estudiantes colombianos no tenían acceso a este.
Habiendo dicho esto, cabe aclarar un par de cosas con lo que respecta a mi situación en esta
pandemia; puedo escribir estas columnas porque hasta la fecha, no he muerto o enfermado de
gravedad y las puedo escribir también porque no solo cuento con los medios, sino además con el
tiempo y la disposición para hacerlo. Así mismo, el lector puede leerme porque cuenta con acceso
a internet y en una medida tanto más obvia, porque sabe leer y aunque en su momento, el
pedagogo brasileño Pauolo Freire se haya ocupado de disminuir los índices de analfabetismo en
latinoamérica, el lector debe entender que sigue siendo un problema de actualidad eso no saber
leer.

Pero la desigualdad social no es un mal exclusivo del


2020, ni siquiera se trata de un problema moderno.
Charles Dickens retrató en Oliver Twist, desde las
primeras páginas, lo que era el hambre y crueldad
del Londres del siglo XIX y su creciente
industrialización, pero a pesar de que el catálogo de
Dickens cuenta con finales felices, no todo Pip tiene
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la oportunidad de volverse caballero y no a cada
Ebenezer Scrooge se le ablanda el corazón para
descubrir que su fortuna no vale nada sin nadie con
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quién compartirla.

2
Grandes Esperanzas (1861)
3
Cuento de Navidad (1843)
Otro ejemplo de los efectos secundarios de la revolución científica (que no ha parado en los
últimos 500 años) nace en la península ibérica, con José Saramago y La caverna. Dónde Cipriano
Algor ve morir su oficio de alfarero a vísperas de trasladarse con su familia a un complejo
futurista llamado “El Centro”. Allí, Cirpiano experimentaría de primera mano la naturaleza
artificial que el hombre ha creado para sí mismo, al principio con gozo, pero luego con pudor.
Aquí es dónde la historia se oscurece un poco (Tanto en La Caverna, como en el presente escrito)
pues si bien Dickens y Saramago nos develan la cruda realidad, los personajes del primero se las
arreglan para encontrar su lugar en el mundo, mientras que los del segundo se dan cuenta de
que la modernidad les ha cerrado la puerta y que ya nadie necesita los platos moldeados a mano
por Cipriano.

Ahora, la historia de la familia Algor tiene lugar hace veinte años y las de Ebenezer Scrooge,
Oliver Twist y Philip Pirrip hace unos ciento setenta, pero no puedo dejar de recalcar que el
problema no pertenece a sus tiempos tampoco. Para el historiador Yuval Noah Harari, el
problema nace hace doce mil años con lo que él llamaría “El mayor fraude de la historia”, la
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revolución agrícola. Al parecer nuestros antepasados menos sofisticados vivían de la caza y de la
recolección de los frutos silvestres, esto los obligaba a llevar una vida nómada decentemente
sostenible, pero el desarrollo de la agricultura le puso un alto a esta tendencia de vivir en
movimiento y le permitió a la humanidad establecerse en puntos fijos para trabajar la
tierra y cultivar (o criar) sus propios alimentos. Si bien esto prolongó nuestra
expectativa de vida y le dio a nuestros hijos la oportunidad de sobrevivir en ambientes
menos hostiles,también redujo considerablemente el menú de nuestra
dieta. A diferencia del hombre moderno, que puede comprar en
Colombia maní con sal del himalaya y beber agua gasificada
tratada en suelo italiano, los primeros agricultores se nutrían de
un par de cereales y vegetales según el suelo en que se hayan
establecido.

4
Sapiens: de animales a dioses (2014)
Los humanos cazadores-recolectores pasaron de disfrutar cuanto fruto, hongo o criatura viviente
se atravesara en su camino, a consumir solo cebada o arroz. Nuestra postura arqueada y
extremidades firmes se vieron afectadas por la tortícolis y la artritis, también nuestro sistema
digestivo e inmunológico pasó por temporadas de decadencia mientras lograbamos adaptarnos al
cambio. Quizás el cambio más drástico que vivió nuestra especie fue el crecimiento demográfico
descontrolado, pues una vida más longeva nos trajo más bocas que alimentar, bocas en su gran
mayoría que antes no sobrevivían los primeros años de la infancia. Más consumidores requieren
más alimento, un área más extensa de tierra a labrar y aunque estas bocas se convertirían
eventualmente en agricultores, también engendrarían sus propias familias, repitiendo el ciclo
hasta a dar a luz a más de siete mil millones de primates lampiños.

El homo sapiens del siglo XXI tiene sus propias dolencias, particularmente aquellos que se
adaptaron a la virtualidad, quienes necesitan apoyos ergonómicos para evitar y retrasar los
dolores lumbares y el síndrome del túnel carpiano. También tenemos una vista desgastada y
migrañas más constantes, sin mencionar el deterioro inevitable de nuestra psyche. La tecnología
de punta renovó el catálogo de enfermedades y nos volvió más dependientes de la corriente
eléctrica. No escribo esto en ámbito demeritorio, después de todo, la modernidad también nos ha
dado voz a muchos que no sabemos usar la imprenta (otro invento cada vez más arrastrado al
olvido) y le ha dado oídos y ojos a lectores curiosos alrededor del mundo. Lo que pretende llenar
estas páginas virtuales no es nada más que la retrospectiva y la reflexión, hemos convertido a la
tecnología en un problema tanto para los que la tienen como para los que no, hemos creado
nuevos empleos y nuevos caminos de comunicación, pero también hemos enterrado a muchos
Ciprianos inocentes en la transición de volvernos más eficientes !y sin resolver aún los problemas
más antiguos del género humano!.
Una vez terminada esta columna, me retiraré a planear clase y después a descansar, pues me he
hallado bienaventurado en medio de esta crisis. Pensaré en mis colegas docentes, en si a ellos ya
les está fallando la vista o les está comenzando a molestar la cintura y le dedicaré un
pensamiento a mis alumnos, que también deben ganarse el pan y que a diario me escuchan a
través de sus pantallas por el bien de la educación. El último pensamiento de la noche irá para ti,
lector cómplice y silencioso confidente, tu que también te tomas el tiempo de leerme, espero que
la vida también te tome en buenos términos y que todos vivamos para trabajar y estudiar otro día
más, pues a nosotros, las generaciones más jóvenes, nos suelen encomendar la tarea de labrar el
futuro.

Agradecimientos
Esta columna va para mis estudiantes Yeferson, Nicolás, Santiago y Alejandra, esta última
en particular, quién conoce el valor de la tierra sobre la que vivimos.

@miserosrelatosoficial @MiserosRelatos

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