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Disolución social
AUTOR: JUAN T H, PERIODISTA DOMINICANO
No sé hasta dónde los verdaderos dueños del país: empresarios, industriales, comerciantes, creadores de
empleos y de riquezas, los que echan el carro del progreso hacia adelante, de un modo o de otro, han hecho
conciencia del derrotero que, desde hace 20 años aproximadamente, lleva la sociedad dominicana.
RESUMEN: los dueños del país, las personas adineradas, no hacen nada ante el rumbo que
ha cogido la sociedad.
F.N: los ricos no han hecho nada con el rumbo del país.
RESUMEN: no se sabe hasta donde los profesionales de este país están preocupados por la
situación del país.
F.N: los profesionales del país estarán preocupados.
El 31 de diciembre, esperando el 2020 junto a buena parte de la familia, terminé de comprobar el nivel de
disolución de la sociedad dominicana. Y me sentí aterrado. Durante unas dos horas me vi obligado a
escuchar a “mamberos” y “reggaetoneros”. Sentí que mis oídos explotaban escuchando tantas obscenidades,
vulgaridades, estupideces y disparates. No entiendo en qué momento el mal gusto se adueñó de nosotros,
cuándo esos “artistas”, con un léxico que no llega a las cien palabras tomaron por asalto la radio, la
televisión y las pistas de baile.
RESUMEN: en qué momento el mal gusto se adueñó de nosotros, con las vulgaridades y
obscenidades que dicen las músicas de hoy y que escucha la juventud.
F.N: el mas gusto musical de ha adueñado de la juventud.
Los “éxitos” “artísticos” que escuché lastimosamente, y que tristemente escuchan y bailan nuestros hijos,
llaman al consumo de drogas, la violencia, el crimen, el narcotráfico, la infidelidad, la desobediencia de
hijos hacia los padres, etc. ¡Pura basura!
Me pregunté. ¿Y dónde estaba la Comisión Nacional de Espectáculos Públicos y Radiofonía cuando
grabaron esas “canciones”? ¿Si resucitaron a Quirinito, por qué no hacen lo mismo con doña Zaida Ginebra
viuda Lobatón?
RESUMEN: la música que escucha y bailan lastimosamente nuestros hijos no los incita
hacer nada bueno.
F.N: la música que consumen nuestros hijos los esta incitando hacer cosas mala.
Es como si la sociedad fuera una letrina y los “mamberos” y “reggaetoneros” se sentarán a defecar sobre
ella sin ningún pudor. Al contrario, se sienten estimulados por los aplausos de un público enajenado,
embrutecido y transculturizado, que hace tiempo perdió el sentido crítico y el buen gusto por el arte y su
belleza creativa.
RESUMEN: la sociedad es una letrina de los artistas de hoy, se sienten estimulados por los
aplausos de un público embrutecido.
F.N: los artistas de hoy se sienten con gran estimulación por un público embrutecido.
Tanto auge y éxito económico tienen esos “géneros musicales” que la “prensa especializada” los premia y
hasta los sigue en las redes sociales donde tienen millares de seguidores.
Cuando escucho las letras de los “artistas de calle”, cuando los oigo “cantar” me pregunto porque no fueron
a la escuela y se alfabetizaron, por qué no asistieron a una escuela de canto para aprender a solfear.
Hay una diferencia enorme entre música y bulla, entre melodía y ruido, entre lo bello y feo.
RESUMEN: por el gran auge que tiene este genero musical que la prensa hasta los premia y
los sigue en redes sociales, y al escuchar sus letras nos damos cuenta que los artistas no son
personas estudiadas.
F.N: el auge que tienen las prensa los premia.
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TEXTO 5: PILONCITO, AUTOR: JUAN BOCH
PILONCITO ESTABA EN la cárcel porque mató a una mujer; pero a juzgar por su
presencia, era incapaz de una rebeldía. Todos hacían burla de su figura de
sapo y de sus ojos de becerro. Él jamás se incomodaba. Si acaso, sonreía con
una helada sonrisa de muerto.
Los presos viejos se ensañaban.
—Piloncito, no comas mangos, que te mueres.
—Piloncito, cuando salga de aquí voy a gestionar tu libertad.
Piloncito mostraba sus dientes grandes y amarillos.
—Lo que yo quiero es salir de confianza.
Toda su aspiración estaba en que lo sacaran de allí, en que lo enviaran a
otra cárcel o a una finca de algún capitán. Tenía un miedo horrible al lugar, y
cuando le daban fiebres suplicaba con voz lastimera:
—No me dejen solo, por amor de Dios; no me dejen solo.
En la prisión de La Vega, antes de que lo condenaran, oía decir: “Se
murió Fulano en Nigua”. “El que está grave en Nigua es Zutano”. En los días
de la sentencia rezaba a la Virgen de la Altagracia para que no lo mandaran a
Nigua. Así, cuando oyó al secretario leer: “…a cumplir condena de quince
años de trabajos forzados en la Penitenciaría de Nigua”, cayó al suelo
desmayado y hubo que sacarlo cargado del tribunal.
Piloncito estaba enfermo. Su color pálido, como traslúcido, había dejado
paso al rojo de la fiebre. Temblaba, se quejaba. Piloncito era rechoncho, con
la cara redonda y la frente estrecha. Acostado en su hamaca, parecía un
cerdo. A media noche me llamó en voz baja. Yo puse oído al paso del
centinela.
—Yo me muero —lamentó Piloncito—, y mi mama se va a quedar sin
apoyo.
—No te apures, Piloncito, que tú mejorarás.
Movía la cabeza diciendo que no. Sus ojos pardos iban y venían llenos de
terror.
—To’ el mundo aquí dice que yo no salgo vivo.
—Mentira, Piloncito; yo te aseguro que no te mueres.
—¿Usté sabe de medicina?
—Sí Piloncito; yo soy doctor.
Tornó a quejarse. Se cogía el vientre con las cortas manos.
—Ahí viene el centinela, dotor; váyase.
Por no prolongar la mentira, le dije:
—No me digas doctor. No me conviene que lo sepan.
RESUMEN: piloncito sabia que iba a morir pero su compañero le decía que
no que se iba a mejorar pero el sabia que eso no iba hacer así que el pronto
moriría.
Sujetando mis dos manos con las suyas toscas, me hablaba suavemente
de su mamá, de su vida libre. Se le confundían las ideas. De pronto se agarró
el lado derecho y volvió a gemir. Tenía el hígado abultado y endurecido.
—¡Quíteme este dolor, por Dios; quítemelo! —se quejaba.
Un preso despertó:
—¡Concho, Piloncito, usté no deja dormir a la gente! ¡Acábese de morir
pa’ que no embrome más!
Piloncito levantó la cabeza. Vi sus ojos cobrar una dureza ignorada,
brillar como llamas; vi todo su rostro llenarse de pasión.
—¡Maldecío! —gritó—. ¡Maldecío! ¡Espero en Dios verte peor!
Resoplaba cuando se dejó caer de nuevo.
—¡Quíteme este dolor, por su madre, dotor! ¡Quítemelo!
Se retorcía y babeaba.
—Aguanta con valor, Piloncito, que ya está al venir tu confianza.
Entre quejidos respondió:
—No, ésa no viene; yo no soporto, dotor.
—Sí, viene —mentí—; me lo aseguró el teniente hoy; lo había olvidado.
Se animó un tanto.
—¿Usté cree? ¿Será verdá?
—Sí, Piloncito.
Debía estar cerca el amanecer. Oía el inconfundible paso del centinela:
chas, chas, chas, chas.