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Materia: “Cultura material, museos, colecciones y centros de documentación”

Profesor: Nicolás Javaloyes


Unidad I. Clase 1. Presentación - ¿Qué es la Historia Pública?
Hola, bienvenidos al curso de Cultura material, museos, colecciones y centros de documentación.

Me llamo Nicolás Javaloyes y estaré a cargo de esta asignatura que, como verán, tiene un
carácter introductorio porque plantea un panorama general sobre cómo articular Historia
Pública y Cultura Material en el que plantearemos problemas, revisaremos algunos debates en
el campo de la Historia y analizaremos prácticas culturales. El recorrido que realizaremos exigirá
lecturas que nos darán pautas teóricas para orientarnos en las prácticas, porque esta asignatura
no se aprueba con la presentación de una monografía sobre algún tema, sino con la
presentación de un proyecto de práctica colaborativa cuyo eje sea una investigación histórica.
Porque la pregunta más general que se plantea en este curso es ¿qué es lo que puede hacer un
historiador –o alguien interesado en la historia aunque venga de otra disciplina– más allá de la
investigación académica y de la docencia?

Dentro del programa de la Diplomatura, a esta materia le corresponde analizar cómo hacer
Historia Pública con los recursos materiales de la cultura: con los “objetos” que encontramos
organizados dentro de los museos, las colecciones, los archivos, las bibliotecas y los centros de
documentación; y con las “cosas” de la vida cotidiana. Esta diferenciación entre objetos y cosas
–que explicaremos largamente– es la que estructura el programa de esta materia en dos partes
bien diferenciadas. De la clase 1 a 6, estudiaremos los “complejos expositivos” que son los
museos, las colecciones, los archivos, etc. Cada uno de estas instituciones –con sus particulares
dispositivos de orden y exhibición– nos relaciona con objetos materiales que “ilustran” [cuando
pongo entre comillas es que esa palabra no es la indicada] una cultura, una sociedad, un campo
de conocimiento o las tres cosas juntas. De la clase 7 a 9, estudiaremos las “cosas” de la vida
cotidiana para tratar de desentrañar su poder conmemorante. Por eso relacionaremos las
“cosas” con la memoria, la Historia Oral y la Historia Comunitaria. Por último, más allá de los
objetos y las cosas, en las clases 10 a 12, por un lado problematizaremos las nociones clásicas
porque en la actualidad la memoria y las formas que adquiere la historia en la cotidianidad es
compleja –más aún con el actual desarrollo de los media, transmedia e hipermedia– y, por otro,
en las dos últimas clases –como respuesta a la compleja situación actual–, analizaremos tipos de
prácticas colaborativas aptas para el desarrolla de la Historia Pública .
1
Desde la primera clase comenzaremos a organizar el trabajo de evaluación que deben presentar
al terminar la cursada, porque es la mejor manera que lo resuelvan fácilmente. Necesito que
sostengan cierto ritmo de lectura porque eso les permitirá participar en los foros, que es el
mejor lugar para hacer consultas sobre los textos. Por eso, quincenalmente, les exigiré que
participen en los foros, comentando los materiales leídos, debatiendo con sus compañeros de
curso y realizando adelantos del proyecto final.

Objetivos

Será el objetivo de la asignatura ““Cultura material, museos, colecciones y centros de


documentación”” que el estudiante comprenda cómo funciona el Complejo Expositivo para que
desarrolle una mirada crítica que le permita diseñar nuevas prácticas en concordancia con los
principios de la Historia Pública. Es decir, que comprenda cómo funcionan los dispositivos de
exhibición tanto para descifrar cómo funcionan las instituciones como para, de desearse,
desprenderse de la mirada que estas instituciones proyectan sobre la realidad. Por último, que
comprenda “qué pasa dentro del museo” con respecto al público.

Que el estudiante, más allá de los efectos del Complejo Expositivo, desarrolle estrategias para
explorar “el mundo de las cosas” y la relación que establecen con los hombres y las mujeres,
para luego comprender cómo está relación incide en la memoria individual y colectiva, y en la
comprensión de la historia.

Qué pueda analizar y diseñar prácticas o productos que involucre la cultura material de una
comunidad, desde una sumatoria de saberes diversos y situados en la esfera pública. Que
comprenda los usos de la historia en la vida cotidiana, que involucre activamente al espectador
y que, desde la demanda social, intervenga para desarrollar un programa de Historia Pública.

Por último, que el estudiante tome conocimiento de experiencias y proyectos de activación


social de otras disciplinas que son útiles para lograr los objetivos de la Historia Pública. Esto
permitirá hacer uso de recursos que le facilitará formalizar proyectos.

Por último, ofrecerá a los estudiantes un panorama de los nuevos soportes para la narración de
la historia: Desde los grandes proyectos para masificar el relato histórico ‒History Channel como
paradigma de lo que no nos interesa‒ hasta la posibilidad de elaborar redes de colaboración
mediante internet. También la historia puede cobrar forma en un colección diseñada en forma

2
colectiva ‒Ferrowhite‒ o videos documentales, o en dramatizaciones de sucesos históricos. Las
posibilidades son incontables en el ámbito de la Historia Pública.

Sobre los materiales de lectura.

– El Programa de la materia y el Plan de Trabajo. La lectura de estos materiales es


imprescindible para seguir las clases, dado que allí tendrán la visión de conjunto de los
contenidos, los sitúa y contextualiza.

– Las clases están disponibles cada jueves y tendrán acceso a ella en la sección destinada a tal
fin. En cada clase plantearemos los ejes de análisis, trabajaremos las ideas básicas,
presentaremos la bibliografía y orientaré la lectura hacia los núcleos conceptuales más
importantes.

-La bibliografía obligatoria. La mayor parte de los textos de lectura obligatoria estarán
digitalizados en el aula o en el Repositorio de materiales a medida que avancemos en la
cursada, con la suficiente antelación para su lectura. Por otro lado, iré subiendo a los espacios
del aula otra parte de la bibliografía. Para poder seguir el hilo de las clases es muy importante
que, luego de leer cada clase, realicen la lectura de la bibliografía obligatoria.

Ya está en el Repositorio de Materiales una parte de la bibliografía, les sugiero que, con el Plan
de Trabajo en mano, vayan bajando el material disponible.

Trabajo de evaluación intermedia y el trabajo final de aprobación de la materia.

Para aprobar Cultura material: Museos, colecciones e institutos de conservación, deberán


realizar una actividad de evaluación intermedia de carácter obligatorio, tal como está
consignado en el Plan de Trabajo. En las próximas clases, a medida que avancemos en la
cursada, les enviaré consignas que les servirán para organizar este trabajo pero les adelanto una
idea general: es importante que comiencen a pensar un tema de investigación que pueda
plantearse dentro de una institución –museo, centro de la memoria, archivo, centro
documental, etc.– pero también en la comunidad. Lo óptimo sería que ese tema tenga cierta
relevancia social y que sea del interés comunitario. No una cuestión erudita, no se trata de
hacer un “paper”. Comiencen a pensarlo y lo vamos hablando en los foros y en las aulas de
zoom o meet (si les interesa y las podemos organizar).

3
Asimismo, la asignatura se aprobará con un trabajo final escrito en forma individual de entre
ocho y doce páginas. El trabajo final será en relación directa a los objetivos y contenidos de la
asignatura y deberá ser enviado antes del 10 de febrero 2021. Como requisito para llegar a esa
instancia final, deberán aprobar un trabajo de integración de contenidos, que llamamos
“evaluación intermedia” y que deberán entregar cuando promedie la cursada. Posiblemente, en
segunda semana de noviembre. Ya les puedo adelantar que el trabajo final consistirá en la
formulación de un proyecto de investigación y activación territorial desde la perspectiva de la
Historia Pública.

Esquema del curso

Hasta aquí las cuestiones formales. Desde luego, cualquier duda o pregunta que haya quedado
pendiente, no duden en consultarme. Pasemos, entonces, a los contenidos de la clase de hoy.

4
Clase nº 1. Lecturas Obligatorias.
Liddington, Jill, “¿Qué es la historia pública? Los públicos y sus pasados, significados y
prácticas.” En Oral History, vol. 30, N°1, (primavera, 2002), pp. 83-93.
Cauvin, Thomas. “El surgimiento de la historia pública: una perspectiva
internacional”. En Historia Crítica n°68 (2018): 3-26.
Sarlo, Beatriz, Tiempo pasado. Cultura de la memoria y giro subjetivo. Una discusión.
Buenos Aires, Siglo XXI, 2005. [Completo, lectura durante la cursada].
En cada clase resaltaremos las lecturas obligatorias con indicaciones sobre su lectura. Por
ejemplo, para esta clase el texto de Jill Liddington es obligatorio para todos.
El texto de Thomas Cauvin necesito que lo lean si no están cursando “Historia pública y
divulgación social” porque allí lo analizarán, pero yo también lo tomo en ese curso. [Además
necesito que conozcan a Cauvin porque es quien promocionando la Historia Pública a nivel
internacional. Si tienen Facebook pídanle amistad que es muy simpático]
Y el texto de Beatriz Sarlo necesito que lo lean completo pero en el lapso de la cursada. Es
clave para entender que es el Giro subjetivo en la Historia, un tema importante y muy
polémico que está en el centro de los intereses de esta asignatura.

Introducción
La “Historia Pública” (HP) no es una disciplina sino un campo donde conviven muchas maneras
de entender la historia: un jardín con flores muy diversas. En su artículo, Jill Liddington les
contará el proceso a partir del cual se delimitó este espacio al que concurrieron, historiadores
universitarios interesados en ir más allá de la academia, los historiadores orales, los
historiadores que investigan sobre una comunidad, sobre una actividad económica o laboral,
historiadores del arte, entre otras especialidades. Incluso hay sociólogos, antropólogos,
psicólogos, lingüistas y decenas de disciplinas interesadas en la Historia Pública. Ya veremos por
qué.

“Historia Pública” es un concepto que se desarrolló en el mundo anglosajón pero que hoy se ha
extendido a todo el mundo. En Argentina, empalma con lo que aquí se conoce como
“divulgación histórica”, pero no son términos equivalentes. Como verán en las lecturas
obligatorias de hoy, la “divulgación” es sólo uno de los aspectos que le interesa desarrollar a la
HP. Por eso en el nombre de esta Diplomatura se diferencia entre ambas.

En esta asignatura, por los objetivos que se impone, tomamos como guía las definiciones de Jill
Liddington y de Ludmilla Jordanova. La elección se basa en que estas autoras han sido las que

5
mejor han logrado definir ‒e imponer en la agenda internacional de los historiadores‒ qué es la
HP. Definición que también nos permite trabajar en lo específico a la cultura material.

A medida que avancemos en los temas que nos incumben notarán que nos movemos en un
ámbito multidisciplinario: historia, sociología, antropología, filosofía, lingüística, museología e
historia del arte. Esto se da porque, como verán, la HP lo exige: se trabaja en equipo, desde una
pluralidad de miradas. De hecho, esta asignatura se plantea investigar sobre “complejos
expositivos” –un concepto nacido en la Filosofía y en la sociología de la cultura– o sobre la
“cultura material” –un concepto llegado de la arqueología y la antropología–. Pero esto no es
todo: cuando comencemos a analizar las instituciones, tendremos que dialogar con museólogos,
archivólogos, bibliotecarios, educadores, etc. El pandemónium interdisciplinario final llegará
cuando queramos definir qué proyecto final haremos y allí llegará el momento de entendernos
con realizadores audiovisuales, editores, guionistas, curadores, comunicólogos, etc.

En la Historia pública se trabaja con mucha gente. Sobre todo esto hablaremos. Pero ahora lo
importante es entender cómo surgió este espacio de trabajo y de qué se trata.

La Historia Pública

El término “Historia Pública” (HP) se utilizó por primera vez a mediados de la década de 1970,
para designar el contenido de un curso regular que comenzaba a ofrecer el Departamento de
Historia de la Universidad de California –en Santa Bárbara–. Por historia pública se entendía la
práctica de la historia fuera de las universidades. La iniciativa respondía a un exceso de oferta –
demasiados egresados universitarios que no encontraban empleo como profesores
universitarios o investigadores– pero también por un incremento en la demanda: la necesidad
de reparticiones del Estado, organizaciones civiles y empresas de evaluar desde una perspectiva
histórica tanto sus prácticas institucionales como su recepción en su entorno social.

Robert Kelley, el primero en utilizar esta categoría declaró: “La historia pública se refiere al
empleo de los historiadores y al método histórico fuera de la academia... Los historiadores
públicos hacen su trabajo cuando, dentro de su capacidad profesional, son parte del proceso
público”. 1 [La palabra “público/a” tiene en la cultura anglosajona un matiz que más adelante
comentaremos.]

1
Robert Kelley, “Public History: its origins, nature and prospects”, The Public Historian, 1:1, autumn 1978.
6
Así, “Historia Pública” fue una etiqueta para denominar a los historiadores que trabajaban
insertos en un “proceso público”, indicando con ello que trabajaban fuera de la academia. El
problema es que esta definición es tan amplia que involucra a muchos historiadores ajenos a
escena indicada –Universidad de California en los ‘70s– que desde antes trabajan más allá de la
academia y en “el espacio público”. Algunos, por ser amateurs o por dedicarse a temas que no
le interesan a la academia, otros por servirse de fuentes o recursos no aceptados fácilmente por
la academia y otros decididamente anti-académicos. Efectivamente, los historiadores
universitarios salieron a la calle y se encontraron con otros que estaban trabajando hace
tiempo. Extrapolando a nuestro tiempo y nuestro país (a los que cursen de otras latitudes les
pido que me manden sus propios ejemplos: por un lado tenemos los historiadores universitarios
y por otro a las “Juntas de Estudios Históricos” o la “Comisiones barriales de estudios
históricos”. Pregunta: ¿Cómo se llevan? Un tema para seguir tratando. Pero volvamos al texto
que vamos a leer

Liddington nos cuenta que hay varios modos de entender la historia pública según el lugar y el
momento de su enunciación. No es lo mismo la historia pública en EEUU, en Gran Bretaña, en
Australia o en Latinoamérica. Porque depende, en gran medida, del tipo de historiadores que
produjo cada sociedad. Veamos.

En las décadas de 1960 y 1970, en Gran Bretaña, los historiadores marxistas –Christopher Hill, E.
P. Thompson, Eric Hobsbawn y Raphael Samuel– desarrollaron nuevas prácticas comprometidas
con “el público” –concepto que más adelante dilucidaremos–. Será Samuel –historiador y
profesor en University of East London (según sus fundadores una "universidad popular")– el que
organice el “History Workshop” en Ruskin College (una institución sindical de educación para
adultos, en Oxford). En el taller, Samuel se proponía “disminuir la autoridad de la historia
académica y, por lo tanto, favorecer una mayor democratización del estudio y los usos de la
historia”. Un enfoque mucho más radical que no sólo exigía una función pública a los
historiadores con formación académica sino también que se centraran en dar voz a los grupos
sociales no plenamente representados. En tal sentido, la propuesta de Samuel era mucho más
radical que el posterior movimiento de Historia Pública californiano.

Disponible en https://tph.ucpress.edu/content/1/1/16 (10/02/2019)


7
En Estados Unidos, la “Historia Pública” –un campo disciplinario estrechamente emparentado
desde su aparición, no sin tensiones, con la historia oral y la recuperación de la memoria local,
comunitaria– es inmediatamente cooptada por las grandes corporaciones. “La revista Public
Historian, también de Santa Bárbara, es subvencionada por Rockefeller y patrocinada por un
nuevo National Council on Public History (Consejo Nacional de Historia Pública) cuyo comité
editorial no solo incluía a las universidades de élite, al Instituto de Historia Oral, a bibliotecas y
museos, sino también al Departamento de Estado: Oficina del Historiador, al Wells Fargo Bank y
al Centro de Historia Militar del Ejército de los EEUU. Gobierno, capitalismo, militares…: lo que
tenía muy poco en común con la agenda que los lectores reconocían como Historia Oral.” 2

Ronald Grele, historiador oral, en un artículo de principios de los ’80, denuncia la peligro de que
dentro del campo de la Historia Pública conviviesen tácitamente dos proyectos. El primero, más
influenciado por el pragmatismo de Santa Bárbara se presenta como una novedad absoluta (sin
antecedentes); y un segundo proyecto que, al contrario, inscribe a la Historia Pública dentro de
la tradición de los historiadores marxistas británicos, la historia oral y la historia comunitaria.

Desde la perspectiva de Grele, la Historia Pública debía definir su campo y esa definición
implicaba reconocer como antecedentes de la disciplina a los “proyectos de historia
comunitaria” que le precedieron. Concentrarse sólo en capacitar a los graduados para ser
archiveros, directores de museos o conservacionistas era un error que traería muchos
problemas. El primero y más superficial, es que se produciría un choque con otros espacios de
profesionalización –bibliotecología, museología, archivología, etc.–. Y esto se evita delimitando
con claridad un campo de incumbencia que permita una articulación con otras disciplinas. Pero,
un segundo problema –el mayor peligro para el campo de la Historia Pública– es que si se
renuncia a llegar a esta definición se corre el riesgo de que la HP se transforme en un modo de
cooptar para la academia espacios no académicos ligados a la historia local, comunitaria o
grupos subalternos. Por supuesto, esto es muy resistido porque si hay algo que aglutina a los
grupos que comienzan a converger en este espacio es la crítica –ya iniciada en los ’60– a los
historiadores profesionales que, muy cómodos en sus espacios institucionales, descaradamente
o desde una neutralidad abstracta, eran cómplices del establishment.

2
Liddington, Jill. "What Is Public History? Publics and Their Pasts, Meanings and Practices" En Oral History, Vol.30,
Nº1, (Spring, 2002), pp.83-93 Published por Oral History Society.
8
La advertencia de Grele fue escuchada y la mayoría de los historiadores no académicos se
identificaron con esta tradición, sin embargo, ello no significó una mayor definición sobre qué
es la Historia Pública. Más bien, los intentos para circunscribirla partieron del sentimiento –bien
sesentista– de que la historia no es solo una profesión, sino una vocación. Así, un historiador es
alguien que responde a un llamado desde lo personal pero con una mirada social, lo que le
confiere una misión especial en la cultura. Según esta manera de “vivir” la historia, ejercer el
oficio era mucho más que dedicarse a escribir papers académicos. Señala Grele: “esto pudo
haber sido la arrogancia de los lumpen, pero esas posiciones involucraban preguntas sobre
cómo los historiadores se relacionaban con la comunidad, con qué comunidad deberían
relacionarse y cómo debían actuar como historiadores y ciudadanos. Estos debates fueron y
siguen siendo significativos para todos los historiadores, y especialmente aquellos que trabajan
con un público no universitario.” 3 No obstante, en la misma página, se lamenta de que muchos
de los dicen adscribir a la Historia Pública han abrazado la visión más cínica de profesionalismo
propuesta por la academia. Para ellos, ser un historiador parece significar tener un trabajo,
ganarse la vida, crear un refugio seguro. Y destaca: “Es notable cuán poca de la retórica
populista, si no de la ideología más programática de la nueva izquierda, aparece entre los
historiadores públicos”.

Pero entonces, ¿qué es la historia pública?, ¿qué hacen los historiadores públicos? Lo que más
nos cuesta captar a quienes no pertenecemos a la esfera cultural anglosajona es el concepto de
“Público”. Según Graeme Davison, 4 para los estadounidenses la palabra "público" tiene un
particular significado que surge de un ideal de ciudadanía que impregna su Constitución y Carta
de Derechos. No obstante, el término se acentuó en el mundo académico por el uso que le dio
Jürgen Habermas, aunque casi nunca se lo menciona en el ámbito de la historia pública. En
1962, Habermas publica La transformación estructural de la esfera pública [título original;
Strukturwandel der Offentlichkeit. Untersuchungen zu einer Kategorie der burgerlichen
Gesellschaft. Traducido al inglés recién en 1989 como The Structural Transformation of the
Public Sphere An Inquiry into a Category of Bourgeois Society]. Allí despliega la historia de la

3
Grele, Ronald J., “Whose Public? Whose History? What is the Goal of a Public Historian?” En The Public Historian,
3:1, 1981, pp.46.
4
Davison, Graeme, "Paradigms of public history". En: Rickard, J.; Spearrit, P. (org.) Packaging the past? Public
histories. Parkville, Melbourne University Press, 1991, p.8.
9
“esfera pública”, que va desde su nacimiento en la Polis griega, pasando por su máximo apogeo
en el siglo XVIII, hasta su decadencia con la irrupción de la sociedad de masas.

Con este concepto se refería –en el siglo XVIII–, al espacio social de corte burgués y liberal –con
su prensa gráfica, clubes y cafés– que posibilitó la participación de grupos sociales excluidos y el
debate racional sobre temas públicos. Por desgracia, para Habermas, ese espacio se degradó a
partir del siglo XIX para convertirse ya en el siglo XX en una esfera pseudo-pública, en una farsa.
Digno representante de la escuela de Frankfurt, para Habermas fue el desarrollo de las
industrias culturales, los medios de comunicación y la cultura de masas lo que condujo a la
degeneración de la esfera pública. Ellos son los responsables de “la transformación del público
culturalmente razonante en público consumidor de cultura”.

“La publicidad burguesa puede captarse ante todo como la esfera en la que las personas
privadas se reúnen en calidad de público”. Una esfera que se reglamenta para poder articularse
con la esfera del tráfico mercantil y del trabajo social –privada, pero públicamente relevante–.
Para lograr esa concertación la sociedad se valió del raciocinio. “La opinión pública se formó en
el conflicto de argumentos en torno a un tema sustantivo, no acríticamente tratado desde el
sentido común, en el asentimiento ingenuo propio de la manipulación plebiscitaria las
personas.” 5

Pero, en la sociedad de masas, los nuevos medios de comunicación le impiden al público (ahora
un conjunto de consumidores) decir algo o estar en desacuerdo. Así, para Habermas, la gran
masa de consumidores recibe la cultura de masas pero no puede asumir una posición crítica
porque vive en una democracia cultural plebiscitaria, que impide el discurso crítico razonado y
activo que caracterizaba a la vieja esfera pública.

Años más tarde, Habermas revisa muchas de estas tesis pero en el contexto de este trabajo ellas
nos sirven para explorar principios constitutivos de la historia pública. Una historia que hace
foco en el público al que quiere restituir su capacidad crítica y activa. En tal sentido, la Historia
Pública es un antídoto contra la “historia privada”, nombre con que Jill Liddington señala a la
producción proveniente de la educación superior, producida por una elite: “una jerarquía fija

5
Habermas, Jürgen, The Structural Transformation of the Public Sphere An Inquiry into a Category of Bourgeois
Society. Cambridge (Massachusetts), The MIT Press, 1991, p.66-67.
10
con su vértice en las revistas ‘arbitradas’ […] por arriba de una tierra de nadie. Más notas al pie
que lectores…”

Por supuesto –continúa Liddington, en línea con los artículos de Davison y Grele–, “los
académicos no tienen un monopolio sobre la ‘historia privada’. Hay otras variedades. Algunos
historiadores públicos son, sin duda, simplemente ‘historiadores privados’ disfrazados de
astucia: ¿es posible escribir una historia comisionada para una corporación privada y no estar
más cerca de las ‘relaciones públicas’ que de la ‘historia pública’? Los genealogistas, algunos
historiadores familiares o locales, cuyo trabajo no solo comienza a partir de un interés personal
sino que emerge exactamente de ahí: en la historia privada de un miembro del público, con
poca conciencia de las necesidades de audiencias o contextos más amplios. (Esta sigue siendo
un área polémica. ¿Quiénes son los historiadores más públicos: los historiadores académicos
públicamente responsables o los entusiastas practicantes de base?)” 6

Tras los debates iniciales, cargada de tensiones y sin lograrse una definición unívoca (y nunca se
logrará) la Historia Pública se difundió en todo el mundo anglosajón. En Australia alcanzó su
versión más comprometida con las luchas sociales, por ejemplo, preservar los suburbios
industriales tradicionales de la clase trabajadora. Son historiadores que como señala Liddington
“están en la línea de fuego”. La historia comunitaria, como recurso judicial, se transforma en
alegatos, en defensa de la sociedad en los márgenes. 7

A Inglaterra, la Historia Pública llegará a fines de los ’90. No obstante, muchos de sus principios
son tratados por los historiadores marxistas británicos. A mediados de los años ’70, cómo
pensar la historia, qué usos tiene la historia y qué considerar patrimonio cultural –heritage:
patrimonio, legado– se convierten en preguntas cruciales en un momento en que el
thatcherismo hegemoniza el establishment de la cultura. En un ambiente predominantemente
reaccionario, donde se alimenta la ficción de un patrimonio en peligro por la “amenaza
socialista”, los historiadores con intereses comunitarios proponen ampliar el concepto de
cultura y patrimonio. Parten de la crítica a las agencias gubernamentales administradoras del
patrimonio –National Trust, English Heritage–, los verdaderos destructores del patrimonio. Era
la concepción de la cultura, entre snob y aristocratizante de esas instituciones (según Hewison,

6
Liddington, Jill. Op. Cit. pp.89-90
7
Liddington, Jill. Op. Cit. p.86 ss.
11
"el feudo de los condes de amenidad"), 8 la que ponía en peligro al "patrimonio de la gente” –los
paseos urbanos, los cancioneros, las fiestas populares, las sociedades de ferrocarriles a vapor y,
en general, a todas las actividades plebeyas–. Ese legado, atado a la memoria colectiva, era el
que Rafael Samuel propone rescatar de estos "destructores del patrimonio". 9

Sin embargo, esa batalla nunca se dio en nombre de la Historia Pública. Habría que esperar a
que una red de medios e instituciones ayudaran a asimilar las discusiones que venían dándose
en torno a este término en EEUU y en Australia. A partir de 1996, el Ruskin College organiza una
Maestría en Historia Pública; y desde 2000, las conferencias sobre Historia Pública basadas en
talleres participativos. La idea de fondo de estos encuentros era impulsar una “historia pública
democrática e inclusiva, con énfasis no en ‘comprar’ el profesionalismo de algunos
historiadores, sino en ayudar a muchas personas que tienen acceso a sus propias historias, con
historiadores que tienen como tarea "devolver a las personas su propia historia’.” 10

Será Ludmilla Jordanova –una historiadora interesada en la teoría de la imagen, en los


dispositivos de exhibición de los museos, en el comportamiento de las audiencias–, la que
ayude a delimitar el campo de la Historia Pública. En 2015, dio una charla titulada "Public
History, a provocation" 11 en la que relata su acercamiento a la historia pública. Fue una
motivación para ella la famosa frase E.P. Thompson sobre “rescatar a la clase trabajadora de la
condescendencia de la posteridad” –The Making of the English Working Class, 1963–. Una
benevolencia que se extiende, aún hoy, a quienes se dedican a la divulgación y a todo lo que
pueda sugerir un tratamiento popular. “La condescendencia es común frente a algunas formas
de historia pública, como ya lo sugiere la palabra ‘popularizador’ […hay una] suposición de que
escribir para audiencias amplias de alguna manera diluye no solo el pasado sino la erudición de
quienes lo hacen.”

Una encuesta, hecha por ella misma a historiadores, revela que ninguno de ellos sabe responder
a la pregunta “qué es la historia pública”. Alcanzar una definición mínima, la lleva a dedicarle un
capítulo completo en su History in practice. Allí advierte que la dificultad en definir “historia

8
Hewison, R. The heritage industry: Britain in a climate of decline. London, Methuen, 1987, p.55.
9
Sobre el “patrimonio de la gente”: Samuelson, Raphael, Los teatros de la memoria. Valencia, Verso, 1994. Parte III.
10
Liddington, Jill. Op. Cit. p.88.
11
Jordanova, Ludmilla, "Public History, a provocation". Talk at the first Public History Prize Workshop, October 29th
2015, at the Institute of History Research. https://royalhistsoc.org/ludmilla-jodanova-public-history-workshop-a-
provocation/
12
pública” radica en su objeto: fenómenos muy diversos que tienen en común su complejo estado
"público". Porque el núcleo de interés de este campo son las actividades que implican hacer
pública la historia. “Dediqué un capítulo entero al tema porque no puedo ver cómo un
historiador en ejercicio puede ignorar las formas en que su campo está vivo en el mundo más
allá de las instituciones educativas y las asociaciones profesionales.” A su modo de ver, la
historia pública se trata de la historia en su sentido más amplio. No como un campo
especializado en la "popularización" de la historia sino en las formas en que la historia se
instituye en el mundo "real".

La historia en el espacio público puede presentarse a través de diversos dispositivos:


memoriales, exposiciones, actos escolares, ficción histórica, entre muchísimas otras. Todas son
importantes porque nos pueden enseñar cómo es la naturaleza de la imaginación histórica,
cómo es posible la identificación con personas del pasado, cómo nos podemos sentir
involucrados en un proyecto colectivo que nos precede.

Por lo tanto, incumbe a la Historia Pública todas las formas mediante las cuales se representa
el pasado. Formas que se deben analizar críticamente abandonando toda condescendencia, lo
que nos llevará a pensar y practicar la historia de manera más abierta, reflexiva y participativa.

La historia pública sitúa a la audiencia en el centro del escenario. Porque su mayor


preocupación es que sus productos puedan consumirse de manera activa y participativa de
modo que se recupere la capacidad crítica. Lo que tiene una dimensión ética: la Historia Pública
se interesa por ayudar a muchas personas a tener acceso a sus propias historias. Como
historiadores tenemos la tarea de "devolver a las personas su propia historia".

Para ello se vuelve imprescindible que sus productos sean una creación colectiva, resultado de
un trabajo en red –la comunidad, el historiador, otros profesionales según el tema elegido,
especialista en medios, editores, etc.–. No es preocupación del historiador público –en
contraste con el académico– la pervivencia de la “voz de autor” individual como núcleo de su
empresa. Y es obvio que todo esto no significa el abandono los más altos estándares de
erudición y rigor crítico. Todo lo contrario.

La Historia Pública también le exige a quien la practique conocer la realidad política de su


espacio de trabajo –regional, nacional, provincial–. Porque no será extraño al ejercicio del

13
historiador público, por lo menos en su versión latinoamericana transitar territorios en
conflicto, trabajar sobre problemas que involucran a sectores vulnerables de la sociedad

Sin embargo, si tuviésemos que dar la definición más abarcadora de Historia pública diríamos
que no se trata tanto de con "quién" se hace o incluso "qué" tema se toma, si con un "cómo"
se hace. El término Historia Pública hay que tomarlo como un verbo más que como un
sustantivo. La cuestión es cómo facilitar y renovar la relación entre el pasado y sus públicos.

Bien, sugiero completen esta clase con las lecturas señaladas. Sería muy bueno que este tema lo
debatamos en una clase de Zoom o meet, en parte, porque está directamente ligado con el
trabajo final que deben hacer para aprobar la asignatura pero también porque al Diplomarse en
Historia Pública, Uds. estarán entre los primeros profesionales de esta especialidad en Argentina
y en Hispanoamérica y hay mucho por hacer. Por eso, antes de terminar, otra tarea:

En algún momento que tengan libre sería bueno que comiencen a espiar los sitios
dedicados a la Historia Pública:
The International Federation of Public History / https://ifph.hypotheses.org/
Rede Brasileira de História Pública / http://historiapublica.com.br/
Public History Weekly / https://public-history-weekly.degruyter.com/
Associazione Italiana di Public History / https://aiph.hypotheses.org/
Oral History Association / https://www.oralhistory.org/
Y si encuentran nuevos sitios compártanlos en los Foros de Participación.

Nos encontramos en el foro de presentación y quedo a su disposición por cualquier consulta.

Bibliografía Complementaria

14
Albieiri, S. “História Pública e Consciência Histórica. En: Juniele Rabêlo de Almeida e Marta
Gouveia de Oliveira Rovai (organização). Introdução à história pública. São Paulo, Letra e Voz,
2011. p. 19-28.
Cauvin, Thomas. “El surgimiento de la historia pública: una perspectiva internacional”. En
Historia Crítica n°68 (2018): 3-26, https://doi.org/10.7440/histcrit68.2018.01
Ferrarotti, Franco, La historia y lo cotidiano. Buenos Aires, Centro Editor de América Latina,
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