La congregación Misioneros de la Divina Redención nace por las necesidades
surgidas en la niñez y la juventud, victimas de la segunda guerra mundial, es
por ello que dentro de su expresión apostólica se encuentra “el anuncio del Misterio de la Salvación a los jóvenes y niños pobres, huérfanos y abandonados, cuidando de su educación integral que comprende la promoción humana, cristiana, religiosa, moral, civil, intelectual y profesional, de acuerdo a una sana pedagogía con el objetivo de una fructífera inserción en la sociedad”. Y dentro del trabajo que se realiza en la Fundación Hogar del Niño, en la ciudad de Itagüí; se busca lograr cubrir aquellas necesidades de niños con carencias que no contribuyen a una formación integral. En función de la obra apostólica se les otorga a estos niños cuidados básicos, como alimentación, vivienda, salud en ámbitos médicos y psicológicos, educación y recreación, sin embargo, frente a las múltiples realidades que albergan a estos niños como familias disfuncionales, pobreza extrema, víctimas de abuso, y algunos de ellos huérfanos, se suma también que hoy en día se presenta nuevos cambios y desafíos donde la comunidad decide adquirir nuevas formas de suplir esa necesidad, independientemente de una profesión religiosa diferente a la nuestra o inclusive manifieste no creer en el Dios de los cristianos. Es por eso que dentro de la comunidad responsable de la formación de estos niños y preadolescentes; se repiensa y se aplica nuevas formas de acoger, proteger y de promover una integración entre los niños, es un reto que ha requerido intervención de ayudas de otras ciencias como la psicología para hacer un trabajo conjunto y dar respuesta a los interrogantes del menor y para aportar al niño un acompañamiento donde él no se sienta excluido por su profesión religiosa. Se ejecuta un ejercicio comprensible también a los asistentes, acompañar desde la vida del menor que es un lugar teológico para promover el bien para ellos mismos, para nosotros y para toda la sociedad, así poder caminar juntos en un crecimiento integral. Por lo anterior no quiero manifestar que todo el reto esta en el menor, también existe un desafío que es constante y es con la familia, quienes son las primeras llamadas a una misión de formación que es imprescindible, que en un trabajo compuesto con otras áreas que involucra la participación de la familia del menor, los educadores, los religiosos y asistentes; donde conscientes de la ardua tarea de tomar conciencia de su responsabilidad se le ofrezca a los niños y preadolescentes valores de libertad, de respeto recíproco y de solidaridad. Frente a las necesidades que puede llegar un menor al hogar y con su realidad que afronta, dentro de los parámetros institucionales esta la necesidad de inculcar en el personal comprometido en la formación de los niños, la tarea de dejar a un lado sus afanes y sus búsquedas, todo los formadores reciben asesoría donde tengan presente siempre la actitud de “servicio” siempre con miradas hacia el hermano, sintiendo la projimidad del niño que está a su cuidado; que entienda que el servicio no es una idea, como dice en Fratelli Tutti ”ya que no se sirve a ideas, sino que se sirve a personas” por consiguiente estamos encaminados a garantizar que cada menor viva con dignidad y tenga oportunidades para su desarrollo integral, donde nadie por su condición física o profesión religiosa se sienta vulnerado y excluido. En conclusión, la Fundación cumple con algunos retos, sin embargo, tiene algunos desafíos que son novedosos para la institución y en función de su misión, tiene apertura de aceptarlas y buscar los medios necesarios para hacer frente a ellas, su intención es crear dialogo con otras áreas e inclusive con los niños para actualizar ese mensaje divino e interactuar con las realidades de los menores, creando así una unidad.